Holas, mis queridas y nunca bien ponderadas lectoras... sips aki me tienen con un nuevo capitulo de este fics... jojojo ke cada dia se pone mas bueno :P
aaaahh ando feliz, porke me compre una plancha para alisar el pelo, asi ke ahora new look jajajaja
ya ya me dejo de desvariar, y tb les informo ke estoy escribiendo el prox capitulo de el misterio del caballero del fenix, asi ke espero tenerlo listo pal lunes TTTT
Cuidenseme muuuuchoo
nos vemos abajo.
La Hermana de Hielo.
Capitulo 9.
Kaoru observó a Kenshin desde la cama de la cabaña mientras él se vestía y supo que la corta luna de miel había llegado a su fin.
— Supongo que tenemos que irnos – dijo ella con tristeza.
— Tengo una reunión con dos hombres esta mañana y no puedo faltar a ella – se volvió y agregó — : Me gustaría poder quedarme más pero me es imposible.
El tono de voz de Kenshin también denotaba tristeza y Kaoru decidió ayudarlo en lugar de luchar contra él. Salió de la cama y comenzó a vestirse con la ropa de montar con que había llegado el primer día. Kenshin tuvo que ayudarla a atarse el corsé.
— ¿Cómo puedes respirar con esta cosa? – preguntó él.
— Creo que la respiración no tienen nada que ver con esto. Pensé que te gustaban las curvas en las mujeres. Sin corsé, todas tendríamos una cintura de sesenta o sesenta y dos centímetros. Además, el corsé ayuda a mantener la espalda derecha. Son bastantes saludables.
Kenshin se limitó a gruñir y terminó de meter en las alforjas la comida que había sobrado. Kaoru percibía que la mente de su marido ya estaba en otra cosa.
En silencio, se prepararon para el descenso de la montaña. Kaoru no estaba muy segura de los pensamientos de Kenshin, pero ella sabía con certeza que jamás se había sentido más feliz en toda su vida. Había desaparecido su temor de ser un a mujer frígida, y le esperaba una larga vida junto al hombre que amaba.
Antes de partir, Kenshin se detuvo un instante para echar un último vistazo a la cabaña.
— Nunca lo he pasado mejor que ahora en este lugar – comentó antes de cerrar la puerta y acercarse a los caballos.
Kaoru había comenzado a montar sola cuando Kenshin la tomó por la cintura y la acomodó sobre la montura. Ella trató de esconder su sorpresa y lo miró. ¿Era ese el mismo hombre que la había dejado trepar sola por las piedras?
Kenshin inclinó la cabeza.
— Pareces otra vez una dama con ese traje – murmuró.
Comenzaron a bajar en silencio y Kenshin tuvo que aguardarla en muchas ocasiones.
Sólo cuando se acercaron a Chandler, desaceleraron un poco la marcha y Kaoru habló.
— Kenshin¿sabes en qué he estado pensando en estos últimos días?
— Claro que sí, muñeca, y he disfrutado de cada uno de tus pensamientos.
— No, no me refería a eso – replicó ella con impaciencia — . Pensé que podríamos invitar a tu prima Misao para que viviera con nosotros.
Kaoru lo miró para descubrir su reacción y lo sorprendió con la boca abierta.
— Dudo de que acepte una invitación directa porque vosotros, los Himura, sois demasiados orgullosos, pero a propósito no contraté un ama de llaves, y pensé que a ella le encantaría aceptar el trabajo. Eso la sacaría de las minas y además¿no crees que ella y Aoshi hacen una extraordinaria pareja?
Kenshin seguía aún con la boca abierta.
— ¿Y bien, qué opinas?
— Cuando le comuniqué a Aoshi que iba a casarme, él me preguntó si estaba preparado para compartir mi vida con una mujer. Rió a carcajadas cuando le dije que no dejaría que el casamiento me cambiara la vida. Ahora comienzo a darme cuenta del motivo de tanta risa. ¿A quién más piensas invitar a vivir en mi casa¿A los borrachos del pueblo? Te diré algo: los predicadores me gustan menos que los niños. Claro que no importan mis gustos... – se interrumpió porque Kaoru se alejó al galope.
Durante unos instantes, Kenshin se quedó observándola, pero luego reaccionó y logró alcanzarla.
--¿No estás enfadada, verdad, muñeca? Puedes invitar a quien quieras a vivir en esa gran casa. A mí no me molesta – era la primera vez que intentaba cambiar el ánimo de una mujer y estaba sorprendido — . Ni siquiera conozco a esa mujer. ¿Cómo es? Quizá sea tan fea que ni siquiera soporte mirarla – Kenshin noto que los labios de Kaoru insinuaban una tímida sonrisa. De modo que... la clave estaba en el humor.
— Misao llevaba un vestido de seda violeta sobre satén de color púrpura, con brillantitos en los hombros y...
— ¡Aguarda un minuto! – la interrumpió — . ¿Te refieres a esa muchacha de cabello oscuro y ojos verdes con buenas curvas y tobillos gruesos? En realidad, la vi bajar del carro y no estaba nada mal.
Kaoru lo miró.
— ¿Acaso observabas a otras mujeres en el día de nuestra boda?
— Cuando no te miraba trepar por la espaldera. Ahora que lo pienso, estabas estupenda con tu ropa interior – Kenshin le acarició el brazo.
A lo lejos se encontraba la civilización y las personas que ocuparían sus horas del día. Era su último momento de intimidad.
Como si hubiera leído sus pensamientos, Kenshin al tomó por la cintura y la subió a su caballo, y cabalgaron juntos como si fuera la última noche que permanecerían con vida.
Cuando llegaron a la casa Himura dos horas después, tenían la ropa sucia por el trayecto y los rostros encendidos. Kenshin sostenía la mano de Kaoru hasta que apareció Aoshi.
Aoshi quedó tan sorprendido que por un momento no pudo hablar. Cuando recuperó la voz dijo:
— Kaoru, veo que lo encontraste. Kenshin, hay cuatro hombres aguardándote y media docena de telegramas. Ah, Kaoru, creo que los sirvientes que contrataste están en pie de guerra.
Kaoru sintió que Kenshin le apretaba la mano por última vez antes de desaparecer por el pasillo. Ella se dirigió a su dormitorio para cambiarse. Habían regresado a la realidad.
Diez minutos después, Kenshin fue a verla para decirle que tenía que hacer un viaje urgente de negocios y que regresaría lo antes posible.
Estuvo ausente durante tres días.
Cuatro horas después de la partida de Kenshin, Kaoru se dio cuenta de que su verdadera función era la de esposa. Megumi podía tener su ambición y su necesidad de reformar el mundo, pero Kaoru sólo quería manejar la casa del hombre que amaba.
Claro que dirigir la casa de Kenshin era como dirigir un ejército en tiempos de guerra, pero estaba preparada para ello.
Lo primero que hizo fue escribir una carta a Misao Himura pidiéndole que pasara algunos días ayudándola en la dirección de la casa. Luego, escribió una carta al padre de Misao explicándole que planeaba proponer a la joven que fuese su ama de llaves. Esperaba que Okina Himura dejara salir del campo a su hija.
Cuando le entregó los mensajes al nuevo ayudante para que fuera a entregarlos, Kaoru tuvo la primera prueba de lo que tanto molestaba a los sirvientes. El ayudante pensaba que no le correspondía llevar el mensaje a las minas, y como buen norteamericano, expresó su opinión.
Kaoru mantuvo la calma y le preguntó si deseaba o no conservar su trabajo y añadió que , si así era, debía cumplir con lo que se le pedía y no menospreciar a los familiares del hombre que lo alimentaba. Cuando todo quedó arreglado y el hombre estaba en camino con ambas cartas, Kaoru bajó a la cocina para empezar a repartir las tareas. La mayoría de los empleados estaban sentados en el suelo, y se negaban a mover un dedo hasta que supieran con exactitud las limitaciones de sus funciones. Kaoru se dio cuenta entonces de por qué la señorita Jones insistía tanto en que sólo se contrataran sirvientes experimentados.
En la mañana del segundo día, Kaoru ya tenía a cinco criadas limpiando la casa, a cuatro hombres bajando muebles del ático y tres ayudantes para asistir a la señora Murchison en la cocina. También había contratado a un cochero, dos mozos de cuadra y cuatro muchachos de fuertes espaldas para que ayudaran en el jardín.
Fue mientras trataba de comunicarse con el señor y la señora Nakazona (ninguno de ellos hablaba el idioma del otro) para explicarles que los muchachos estaban bajo las órdenes de ellos, cuando divisó la cabeza de Soujuro asomada a una de las ventanas del primer piso.
Esa mañana, mientras Susan la ayudaba a vestirse, le había contado el terrible alboroto que había ocasionado Hiko Himura después de que los invitados habían partido. Susan había logrado oír parte de la discusión. El joven Soujiro había declarado que odiaba a su primo Kenshin y que jamás aceptaría vivir en su casa. Hiko le aseguró que su enfado era inútil ya que nadie lo había invitado a vivir allí. Soujiro le comunicó que Kaoru lo había hecho, pero que moriría antes de aceptar.
Fue en ese momento exacto cuando comenzó la pelea. Hiko, que ganó con facilidad, sostuvo que Soujiro permanecería con su primo y aprovecharía todos los beneficios que puede comprar el dinero, aunque tuviera que golpearlo todos los días si el muchacho trataba de escapar.
De modo que durante los últimos días, Soujiro había permanecido prisionero en el cuarto donde Kaoru lo había dejado. La señora Murchison era la única que lo había visto cuando entraba para llevarle y retirar las bandejas de comida y algunos libros.
— ¿Libros? – preguntó Kaoru.
— Parece que le gustan mucho – replicó Susan — . La señora Murchison asegura que se pasa todo el día leyendo y que eso no es bueno. Ella afirma que el muchacho debería salir a practicar algún deporte con sus amigos para airearse un poco.
Ahora que Kaoru había logrado más o menos controlar la situación, se concentró en Soujiro. Si el muchacho iba a vivir con ellos, tenía que ser parte de la familia.
Kaoru llamó a la puerta de su cuarto y sólo después de varios minutos Soujiro le comunicó que podía pasar. Kaoru se dio cuenta de que el muchacho escondía algo porque tenía las mejillas encendidas y creyó descubrir el borde de un libro que asomaba por debajo de la cama.
— Ha regresado – dijo él como si la estuviera acusando.
— Regresamos ayer – repuso Kaoru, segura de que eso ya lo sabía — . ¿Te gusta tu cuarto?
El cuarto, espacioso y con mucha luz, tenía el doble de tamaño que la casa de los Himura en el campo minero, aunque no había ningún mueble, excepto la cama cubierta con una colcha no tan limpia que evidenciaba que el muchacho había permanecido allí durante varios días.
— No está mal – murmuró Soujiro con la mirada clavada en la punta de la bota.
El orgullo de los Himura, pensó Kaoru.
— Soujiro¿podrías ayudarme esta tarde? He contratado a cuatro hombres para que me ayudaran a acomodar los muebles, pero creo que necesitaré a un supervisor, alguien que cuide que no golpeen las puertas con las puntas de los muebles mientras los bajan y ese ti pode cosas. ¿Podrías ayudarme?
Soujiro dudó, pero luego aceptó.
Kaoru sentía curiosidad sobre la forma en que Soujiro cumpliría con esa nueva responsabilidad y suponía que se comportaría como un pequeño tirano. Pero él la sorprendió. Fue muy cuidadoso y tomó todo muy en serio. Sólo al principio se mostró irritado, cuando tuvo que demostrar su tamaño y fuerza adolescente para establecer su autoridad. Por la tarde, tenía tan controlada la situación que Kaoru ni siquiera necesitó decir dónde quería que colocasen los muebles.
Kaoru estaba observando cómo Soujiro ayudaba a bajar con sumo cuidado un enorme escritorio por la escalera cuando sintió la voz de Aoshi a sus espaldas.
— Kenshin era así. Personas como ellos dos nunca fueron niños. Esos hombres lo saben y por eso respetan al muchacho.
Kaoru se volvió y le preguntó:
— ¿Sabes jugar al béisbol?
— Claro. ¿Acaso piensas formar un equipo? – preguntó sorprendido Aoshi.
— Casi tengo los hombres suficientes. Creo que llamaré a la tienda de deportes de Vaughn para ordenar los equipos. ¿Crees que yo podría aprender a pegarle a la pelota con un bate?
— Kaoru – repuso Aoshi antes de dirigirse a la oficina de Kenshin — , creo que tú podrías hacer cualquier cosa que te propusieras.
— La cena es a las siete – ella gritó antes de que él desapareciera — . Y nos vestimos para cenar.
Pudo oír cómo Aoshi se reía mientras cerraba la puerta.
La comida fue agradable y la paciencia que Aoshi tenía con Soujiro parecía aliviar un poco la ira del muchacho.
Pero al día siguiente, todo cambió. Kaoru se vistió para la cena con un vestido de seda de color verde pálido bordado a mano en un verde más oscuro y un enorme camafeo rosado en la cintura. No había visto a Kenshin desde que había regresado aquella tarde, y este no se había cambiado la pesada ropa que había usado durante el viaje de negocios. Kaoru no quiso comenzar una discusión.
Aoshi, que estaba muy apuesto con su traje oscuro, la aguardaba junto a la escalera, mientras Soujiro, vestido con uno de los trajes de Aoshi que le quedaba casi perfecto, permaneció en la penumbra del pasillo.
Kaoru, sin decir una palabra, tomó el brazo que Aoshi le ofrecía y luego tendió el otro a Soujiro. Durante unos momentos, el muchacho no se movió, pero como Kaoru permaneció con el brazo obstinadamente extendido, no le quedó más remedio que aceptarlo.
Había espacio suficiente para que bajaran los tres juntos.
— Soujiro – comenzó Kaoru — , no tengo palabra para agradecerte la ayuda que me has brindado en estos últimos días.
— Necesito ganarme el sustento – respondió Soujiro desviando la mirada pero complacido con las palabras de Kaoru.
— ¿Dónde diablos está todo el mundo? – gritó Kenshin desde el pie de la escalera; luego levantó la cabeza y los vio — . ¿Vais a salir a alguna parte? Aoshi, te necesito. – Mientras lo decía clavó la mirada en Kaoru. Para él, los otros dos no existían.
— Bajamos a cenar – replicó ella mientras trataba de retener el brazo de Soujiro. El había tratado de soltarse cuando apareció Kenshin — . ¿Quieres cenar con nosotros?
— Alguien tiene que trabajar para mantenernos – gruñó él antes de girar sobre sus talones y regresar a su despacho.
Mientras cenaba. Kaoru interrogó a Soujiro acerca de sus lecturas de los últimos días. Era la primera vez que tocaban el tema.
Soujiro casi se atragantó con un trozo de carne. Sus tío Hiko y Okina lo habían alentado en la lectura, pero había aprendido a leer en silencio por miedo a que lo llamaran aniñado.
— Mark Twain – respondió con aire desafiante cuando consiguió aclararse la garganta.
— Bien – repuso Kaoru — . Mañana vendrá un tutor para darte lecciones. Creo que eso será mejor que ir a la escuela, ya que tú serías mayor que los demás niños. Y además, me gusta tenerte aquí.
Soujiro la miró perplejo.
— No asistiré a ninguna escuela para que mi insulten y se burlen de mí. Regresaré a las minas y...
— Estoy de acuerdo contigo – lo interrumpió Kaoru — . Y mañana haré que te tomen las medidas para que tengas tu propia ropa, Soujiro. Ah, el helado, creo que esto te gustará.
Aoshi se reía de la expresión del rostro de Soujiro.
— Es mejor que te rindas, muchacho. Nadie gana una discusión con esta dama.
— Salvo él – dijo Soujiro.
— En especial, él no – respondió Aoshi.
— Estaban a punto de comenzar el postre cuando entró Kenshin, Kaoru había convencido a Soujiro para que les contar la historia de Hucleberry Finn, pero al entrar Kenshin, el muchacho dejó de hablar y bajó la mirada.
— Tardáis mucho en comer – comentó Kenshin apoyando un pie sobre la silla mientras se servía un racimo de uvas del centro de la mesa.
La mirada que le dirigió Kaoru lo obligó a sentarse en la silla. Ella hizo señas a uno de los ayudantes, que puso ante su esposo plato y cubiertos y le sirvió la comida. Después del primer momento de sorpresa, Kenshin probó la charlotte de chocolate con gusto. Los otros clavaron la mirada en él, Kenshin dejó la cuchara y se sintió como si quisiera salir corriendo.
Soujiro lo miraba de reojo mientras que Aoshi seguía concentrado en su plato.
Kaoru había dejado la cabecera de la mesa para sentarse junto a Soujiro, pero Kenshin no ocupó su lugar. Kaoru atrapó la mirada de su marido, levantó el tenedor y comenzó a mostrarle cómo debía manejarlo para que él la siguiera. Para reanudar la conversación, le comentó lo bien que la familia japonesa dirigía a los demás jardineros.
Kenshin le explicó cómo había conocido a los Nakazona, y Aoshi se sumó a la conversación contándoles la historia de cómo hacía para tener plantas de todo el mundo. Soujiro quiso saber el nombre del árbol que estaba frente a su ventana. Cuando terminaron de comer, los cuatro se levantaron con una sonrisa en la boca. Había sido una cena agradable.
Kenshin y Aoshi regresaron al trabajo después de cenar, y Soujiro y Kaoru se instalaron en la salita. Kaoru se puso a bordar unos almohadones mientras Soujiro leía a su lado; después de mucho insistir, logró que el muchacho le leyera en voz alta. Tenía buena voz y sabía entonar muy bien los diálogos. Aoshi se quedó con ellos un rato.
A la hora de irse a dormir, Kaoru subió sola ya que Kenshin seguía encerrado en su oficina. En algún momento de la noche, él se deslizó en la cama junto a ella y la abrazó contra su cuerpo tibio antes de quedarse profundamente dormido.
Kaoru se despertó con la hermosa sensación de las caricias de Kenshin sobre sus piernas y caderas. Ella giró hacia él sin abrir los ojos, y él se acomodó encima de ella, y comenzó a hacerle el amor con mucha suavidad, lenta y lánguidamente.
Kaoru no abrió los ojos hasta que ambos apagaron sus pasiones.
— ¿Querías estar segura de que era tu marido? – le preguntó Kenshin sonriéndole — . ¿O cualquier hombre sería lo mismo a esta hora de la mañana?
Ella decidió seguir con la broma.
— ¿Cómo puedo saber sobre otros hombres¿Quieres que lo averigüe?
Kenshin frunció el entrecejo y se dispuso a levantarse.
Kaoru lo rodeó con los brazos, apoyándole los pechos sobre la espalda.
— Sólo, bromeaba; no tengo deseos de conocer a nadie más.
Kenshin se apartó.
— Debo ponerme a trabajar para ganar el dinero suficiente para mantener el ejército que has contratado.
Kaoru permaneció en la cama, observándolo, hasta que él desapareció en el interior de su baño. Había una parte de su esposo que desconocía por completo.
Llamaron a la puerta y no tuvo tiempo para seguir pensando.
— Señorita Kaoru – advirtió Susan — , la señorita Misao Himura está abajo con su padre y sus pertenencias en un carro; quieren hablar con usted.
— Bajaré en seguida – contestó Kaoru mientras salida de la cama. Cuando Kaoru estuvo lista, Kenshin ya estaba trabajando.
Llevó a Misao a la salita para poder conversar.
-Estoy tan contenta de que decidieras aceptar mi ofrecimiento. Necesito un ama de llaves.
-No necesitas continuar con esa mentira. Sé por qué me ofreces el trabajo y sé mejor que tú que tendrás que enseñarme todo, y que seré más una molestia que otra cosa. Pero más importante que mi orgullo es sacar a mi familia de los campos. Hiko chantajeó a Soujiro para que se fuera y mi padre hizo lo mismo conmigo. He venido a pedirte más caridad de la que ya me has ofrecido. Trabajaré sin descanso para ti si dejas que mi padre viva aquí conmigo.
— Por supuesto – repuso Kaoru — . Misao, tú eres parte de la familia y no necesitas ser mi ama de llaves. Puedes vivir aquí en calidad de huésped, sin obligación alguna excepto la de disfrutar.
Misao sonrió.
— Me volvería loca en dos semanas. Si aceptas a mi padre, me quedo.
— Sólo si comes con nosotros. Es una mesa grande y está casi vacía. Ahora¿puedo conocer a tu padre?
Cuando Kaoru vio a Okina HImura se dio cuenta de qué Misao habría querido sacarlo de las minas. Okina se estaba muriendo. Kaoru estaba segura de que Misao lo sabía, al igual que su padre, pero era obvio que nadie quería tocar el tema.
Okina era un hombre agradable, suave y educado, y en minutos Kaoru dispuso todo lo necesario para que el hombre se sintiera cómodo. Hubo un poco de discusión para decidir cuál sería el cuarto del señor Himura, pero Misao decidió instalarlo en el cuarto del ama de llaves de la planta baja, con una puerta que comunicaba con los jardines, y ella se ubicó en el piso de arriba, cerca de la escalera.
Durante el almuerzo, Kenshin permaneció en su despacho, pero Aoshi se unió al grupo creciente que se sentaba para las comidas. Soujiro se relajó bastante cuando se encontró con Misao y con su tío, y el almuerzo fue muy agradable. Okina relató una historia graciosa sobre algo que había sucedido en la mina, y todos se echaron a reír en el momento en que Kenshin entró en la habitación. Kaoru le presentó a sus parientes y él buscó con la mirada dónde sentarse. Como Misao estaba sentada junto a Aoshi, Kenshin permaneció de pie un momento, hasta que Kaoru le hizo señas a un ayudante para que le colocara una silla en la cabecera.
Kenshin casi no habló durante el almuerzo, y se dedicó a observar la forma en que Kaoru manejaba los cubiertos. Ella comía despacio, dejando tiempo a Kenshin para que viera cuál era el cubierto adecuado.
Cuando estaban a punto de terminar, Kaoru dijo a Soujiro:
-Tengo buenas noticias para ti. Ayer envié un telegrama a un amigo de mi padre que vive en Denver preguntándole si querría mudarse a Chandler para ser tu profesor. El señor Chesterton es un explorador inglés retirado. Ha viajado por todo el mundo, recorrió el Nilo, conoció las pirámides, el Tibet; dudo de que haya un lugar que él no conozca. Y esta mañana, aceptó venir, creo que será un maestro maravilloso¿no te parece?
Soujiro al principio no pudo decir nada.
— ¿Africa? – logró preguntar por fin.
— Entre otros países – Kaoru corrió la silla — . ¿Quién quiere ir a jugar al béisbol? Tengo el equipo, el campo marcado en el ala norte y un libro de instrucciones. Por desgracia, no entiendo una sola palabra.
— Creo que Soujiro podría enseñarle lo básico – propuso Okina — . Y supongo que Aoshi conoce unas cuantas reglas.
— ¿Jugarás con nosotros, Aoshi? – preguntó ella.
— Me encantaría.
— ¿Y tú, Misao?
— Dado que no tengo ni idea de cómo comenzar a dirigir una casa como esta, podría ser útil en el campo de béisbol.
— ¿Y tú, Kenshin? – le preguntó a su marido quien la miraba con una expresión extraña.
— Tengo trabajo y, Aoshi, necesito que me ayudes.
— Creo que eso me excluye del juego – repuso Aoshi poniéndose de pie — . Nos vemos en la cena.
Una vez en la oficina, Aoshi observó cómo Kenshin se paseaba por la oficina para luego quedarse contemplando a los jugadores por la ventana. Aoshi se preguntó si Kaoru había hecho marcar el campo de juego justo enfrente del despacho de Kenshin a propósito. Tuvo que repetir una pregunta antes de que Kenshin se volviera.
— Es preciosa¿no te parece? – le preguntó Kenshin.
— ¿Quién? – replico Aoshi fingiendo no saber de quién hablaba su amigo mientras revisaba los telegramas con las ofertas de tierra, fábricas y acciones del día.
— ¡Kaoru, claro! Mira a ese Soujiro. ¡Jugando! A su edad, yo trabajaba catorce horas al día.
— Al igual que él – aclaró Aoshi — . Al igual que yo. Y por eso juega ahora – agregó mientras dejaba los telegramas sobre el escritorio — . Creo que todo esto puede esperar unas horas. Saldré a tomar un poco de aire y a oír hablar de otra cosa que no sea dinero.
Se detuvo junto a la puerta.
— ¿Vienes?
— No – respondió Kenshin con la mirada en los papeles — . Alguien tiene que quedarse y... ¡Maldición, sí¿A qué distancia se puede enviar la pelota con el bate? Apuesto a que nadie puede ganarme.
— Acepto – dijo Aoshi.
Kenshin tomó la pelota como si fuera un dulce. Tuvo que intentarlo tres veces antes de pegarle a la pelota. Nadie se atrevió a explicarle que si se fallaba tres veces el jugador quedaba eliminado. Cuando por fin le pegó, la pelota fue a dar contra un vidrio del segundo piso. Kenshin se sentía muy complacido consigo mismo, y a partir de entonces comenzó a dar consejos a todo el mundo.
En una ocasión, Kenshin y Soujiro casi se enfrentaron con los bates, pero Kaoru logró intervenir a tiempo y evitar que alguien saliera lastimado. Para su consternación, ambos hombres la miraron y le sugirieron que se ocupara de sus propios problemas. Por fin, Kaoru se retiró junto a Okina.
— Soujiro se sentirá como en casa ahora –comentó Okina — . El y Hiko discutían todo el tiempo. Debía de echar de menos esas discusiones.
— También Kenshin las llama discusiones – dijo ella — . ¿Cree que llegarían a hacerse daño?
— Creo que Kenshin es demasiado sensato para dejar que eso suceda. Es su turno para batear, Kaoru.
A Kaoru no le interesaba mucho pegarle a la pelota, pero disfrutó cuando Kenshin la rodeó con sus brazos para indicarle cómo debía ser el tiro. Soujiro gritó que Kenshin le estaba dando al equipo opuesto demasiada ventaja, y mientras Kenshin entablaba una discusión con su primo, Kaoru envió la pelota a la segunda base.
— ¡Corre!— Le gritó Misao — . ¡Kaoru, corre!
Kaoru partió la más rápido que pudo, sosteniéndose la falda para no tropezar y caer. Aoshi, en primera base, la observaba divertido, pero Kenshin atravesó el campo a toda máquina tomó la pelota y corrió en dirección a su esposa. Ella, al verlo venir en su dirección, pensó que no sobreviviría al impacto y apresuró aún más su paso. Todos comenzaron a gritarle a Kenshin que se detuviera para no lastimarla.
La alcanzó en la "home base", la tomó de los tobillos y la hizo caer de cuerpo entero sobre el suelo. Pero ella estiró un brazo y tocó la base.
— ¡A salvo! – exclamó Okina.
Kenshin se puso de pie y comenzó a gritarles a su primo y a su tío. Pero Okina permaneció allí sin moverse.
Misao ayudó a Kaoru a incorporarse para asegurarse de que no se hubiera hecho daño. Kaoru miró con orgullo a su marido y dijo:
— Te gusta ganar¿no?
— No más que a ti – replicó Misao señalando el agujero enorme que tenía Kaoru en la falda.
Kaoru le tocó un brazo a Kenshin y sugirió:
— Querido, ya que te hemos vencido de una forma tan definitiva¿no sería mejor que paráramos el juego para tomar algo fresco? Podríamos continuar jugando mañana.
Por un momento, el rostro de Kenshin se ensombreció, pero luego la tomó en sus brazos y aseguró:
— He vencido a todos los hombres de Wall Street tarde o temprano, pero a ti, todavía no he logrado vencerte en nada.
— Basta de fanfarronear y vayamos a comer algo – propuso Aoshi. Se volvió hacia Misao y le ofreció el brazo — . ¿Me permite?
Las dos parejas caminaron hacia la casa, seguidos por Okina y Soujiro..
Continuara...
Holas, pues se podria decir ke este capitulo es de relleno, y ke ya del proximo empiezan las cosas buenas jojojo Misao, Okina y Soujiro se fueron a vivir con kaoru y kenshin ufff media casa de guifas con tantos habitantes...
Pero bueno, el proximo capitulo esta lo gueno asi que no se lo pierdan... Sera ke la dicha y el amor de este nuevo matrimonio perdurara o los problemas nuevamnte empezaran y enturbiaran a nuestra linda pareja...
No se lo pierdaaaaaammm
matta neeee
PD: GRacias por los reviews, son realmente muy amables al dejar sus comentarios, y animos varios...
PD2: No se donde puse una novela ke keria leer TT tendre ke buscarla nuevmaente y bajarla, el problema es ke no me acuerdo de ke pagina lo hice, sniff... Se viene nuevo fic, adaptacion, asi que esten antentas...
PD3: Saludos a mis neechans, de kazuko rk, las kero mucho n.n
