Holas... lo prometido es deuda y aki tienen este capitulo nuevesito XDDDD

Bueno toy trabajando a full en la tesis, asi ke por el momento me retrasare un pokito en los demas fics asi ke gomeeeeen u.u pero trankis ya volvere :P

yaps, recuerden ke esta historia no me pertenece ni tampoco los personajes, cada cual tiene su propio dueño, dicho en el primer capitulo, porke ahora no me acuerdo :P

yaps nos vemos abajoooo

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La Hermana de Hielo.

Capitulo 11.

El juego de béisbol rompió el hielo en toda la familia. Kenshin no siguió encerrándose en su despacho durante las comidas y Soujiro dejó de ser tan reservado. Kenshin le dijo a Soujiro que era un soñador y que no sabía nada del mundo real. Soujiro pensó un momento las palabras de Kenshin y luego le desafió para que él mismo le mostrara el mundo real.

Kenshin inició a Soujiro en el mundo de los negocios, mostrándole informes del mercado de acciones y enseñándole a leer un contrato. En cuestión de días, Soujiro hablaba en términos de miles de dólares sobre tierras y ciudades de las que sólo había leído.

Un día, Kaoru descubrió a Okina estudiando un trozo de papel. Después, descubrió que se trataba de una reproducción de las aves de Colorado. Ordenó a la tienda Sayles que le enviaran un juego completo para pintar con acuarelas y se lo regaló a Okina valiéndose de una mentira por miedo a que su orgullo le impidiera aceptarlo. Explicó que lo había encontrado en el ático y que no sabía quién podría utilizarlo.

Okina se echó a reír y Kaoru se puso colorada porque se dio cuenta de que él sabía la verdad. El aceptó las pinturas con un beso en la mejilla. A partir de entonces, se pasaba la mayor parte del tiempo en el jardín, pintando todo lo que veía.

Kaoru fue dos veces a visitar a Megumi a la Enfermería Sagara para Mujeres. Se quedó varias horas con ella, aprendiendo a conocer nuevamente a su hermana, después de tantos años de separación. Un día, Sanosuke le pidió por teléfono si podría ocuparse de contratar los sirvientes para su casal. Sano hablaba con mucha cautela, y Kaoru recordó cuán rudamente se había comportado ella en la iglesia cuando él había querido acercarse.

— Sano – afirmó ella — , me alegro de cómo han salido las cosas. Soy muy feliz con Kenshin.

El tardó en responder.

— Nunca quise herirte, Kaoru.

Ella sonrió en el teléfono.

— Fui yo quien insistió en que Megumi ocupara mi lugar. Quizá sabía que vosotros haríais una mejor pareja. ¿Olvidamos todo lo sucedido y somos amigos?

— Es lo que más me gustaría. Y, Kaoru, el hombre con quien te casaste es realmente bueno.

— Sí, pero¿por qué lo dices?

— Ahora tengo que despedirme, y gracias por tu consejo sobre el ama de llaves. Megumi es aún peor que yo para estas cosas. Te veré el domingo en la iglesia, adiós.

Kaoru se encogió de hombros y regresó a la biblioteca.

Habían pasado tres semanas desde la boda cuando Kaoru le anunció a Kenshin que estaba lista para decorarle el despacho. Ella supuso que él protestaría, pero no estaba preparada para la violencia de sus objeciones. Kenshin utilizó palabras que ella jamás había oído antes para referirse a su intromisión en el lugar privado de él, pero no hacía falta ser demasiado inteligente para comprenderlas.

Ni Aoshi ni Soujiro intervinieron en la pelea, y permanecieron atentos a ver quién ganaba.

Kaoru no sabía cómo manejar la situación, pero estaba decidida.

— Voy a limpiar y a amueblar como corresponde este lugar. O bien me dejas hacerlo ahora, mientras puedes supervisar y aprobar los cambios, o lo haré mientras duermes.

Kenshin se inclinó hacia delante, amenazante, pero Kaoru no retrocedió un solo paso.

Kenshin salió del despacho y dio un portazo ensordecedor.

— ¡Malditas mujeres! – exclamó — . ¡Siempre se entrometen en todo, no pueden dejar en paz a un hombre!

Kaoru se volvió hacia Aoshi y Soujiro; ambos le dedicaron una leve sonrisa antes de que abandonara la habitación.

Kaoru suponía que el cuarto estaría sucio y desarreglado, pero cuando se puso a trabajar, comprobó que era una verdadera pocilga. Necesitó seis personas durante casi dos horas para que lo dejaran presentable. Cuando quedó limpio hizo que cuatro hombres retiraran el viejo escritorio de Kenshin y lo reemplazaran por uno de estilo William Kent, construido en 1740. Colocó dos sillas muy cómodas en los dos lugares reservados a los invitados y un sillón forrado en cuero rojo para Kenshin. Desde que había visto por primera vez aquel sillón en el ático, supo para quién estaba destinado.

Cuando todas las cosas estuvieron en su sitio, Kaoru despidió a todos los empleados excepto a Susan y ambas comenzaron a vaciar los armarios. Sabía que sería inútil archivarle los documentos que estaban guardados en los lugares más insólitos, así que le pidió a Susan que llevara la plancha y plancharon todos los papeles arrugados para guardarlos luego en los cajones del escritorio.

Junto a la chimenea, había dos compartimientos empotrados con puerta de vidrio. Uno estaba lleno de papeles; el otro, con cuatro botellas de whisky y media docena de vasos que no se habían lavado en cuatro años.

— Hiérvelos – indicó Kaoru entregándoselos con la punta de los dedos — . Y pídele a la señora Murchison que traiga vasos limpios cada mañana.

En lugar de los papeles y las botellas, Kaoru llenó los estantes con una colección de pequeñas Venus de bronce.

— Al señor Kenshin van a encantarle – comentó Susan ahogando una risita mientras observaba las estatuas de mujeres regordetas y desnudas.

— Creo que se las compraron para él.

En la pared del lado norte, había dos armarios escondidos detrás de los paneles, y Kaoru quedó perpleja al abrir el primero. Entre los papeles había muchos rollos de dinero, billetes sueltos y desparramados. Algunos cayeron al suelo cuando abrió la puerta.

Con un suspiro, Kaoru comenzó a ordenarlo.

— Dile a Albert que llame a la ferretería de inmediato para que nos envíen una caja fuerte. Trae también un par de planchas, para ver si podemos arreglar esto.

Con los ojos abiertos por la sorpresa, Susan salió a cumplir con lo que le habían ordenado.

Cuando Kenshin vio su despacho, permaneció mudo durante algunos instantes. Apreció las cortinas de color azul oscuro, la colección de estatuas de mujeres hermosas y el sillón rojo. Se sentó en él.

— Al menos, no lo has pintado de rosa – observó — . Ahora¿puedo volver a mi trabajo?

Kaoru sonrió, y al pasar junto al él lo besó en la mejilla.

— Sabía que te gustaría. Lo admitas o no, te gustan las cosas hermosas.

El le tomó una mano.

— Supongo que sí – respondió mirándola.

Kaoru salió de la habitación como si estuviera volando.

Dos días después, ofrecieron la primera cena y fue todo un éxito. Kaoru invitó a algunas de sus amistades, que Kenshin ya conocía, para que él no se sintiera incómodo. En realidad, era un anfitrión muy agradable. Les sirvió el champán a las damas y acompañó a todos a una visita guiada de la casa.

Fue sólo después, durante el entretenimiento, cuando Kaoru sintió deseos de desaparecer. Había contratado a un mago para que los entretuviera después de la cena. Kenshin se agitó en su silla durante los primeros diez minutos y luego comenzó a hablar con Aoshi sobre unos terrenos que quería comprar. Kaoru le dio un ligero codazo para que prestara atención, pero él declaró en voz alta que aquel hombre era un fraude y que se negaba a permanecer allí otro minuto.

Se puso de pie y abandonó la habitación delante de todos. Kaoru, con la espalda rígida, le hizo señas al ilusionista para que continuara con su número.

Más tarde, cuando se fueron todos los invitados, Kaoru encontró a su marido en un extremo del jardín.

— No me gustó ese hombre, Kaoru – explicó Kenshin sin volverse para mirarla, mientras fumaba un cigarro apoyado contra un árbol — . La magia no existe; no podía quedarme allí para fingir que es verdad.

Ella le apoyó una mano en la boca para que dejara de hablar y luego lo abrazó. El se inclinó y la besó.

— ¿Cómo es que una dama como tú se ha casado con un mozo de cuadra como yo?

— Supongo que por una cuestión de suerte – contestó ella antes de volver a besarlo.

Una de las cosas que más le gustaban de Kenshin era que él nunca sabía lo que estaba bien o lo que era incorrecto. En cualquier momento podía aparecer uno de los sirvientes que hubiera decidido dar un paseo nocturno por el jardín, o un jardinero que había olvidado alguna herramienta. Pero a Kenshin parecía no importarle nada de todo eso.

— Llevas demasiada ropa – susurró mientras comenzaba a desabotonarle el vestido.

Cuando Kaoru sólo tuvo puesta su ropa interior, él la tomó en sus brazos y la llevó hasta un lecho de flores, cerca de la estatua de Diana cazadora.

La colocó sobre el césped, a los pies de la estatua, y siguió desvistiéndola lentamente, besándole cada parte del cuerpo que quedaba desnuda.

Kaoru estaba segura de que jamás se había sentido mejor en toda su vida, y su pasión se fue encendiendo poco a poco hasta que sintió deseos de prolongar aquel momento para siempre.

Kenshin le acarició el cuerpo hasta que ella se sintió mareada. El mundo le deba vueltas.

Cuando por fin se colocó encima de ella, él sonreía como si supiera lo que ella estaba pensando. Kaoru se aferró a él y lo atrajo hacia sí hasta que se convirtieron en una sola persona.

El siguió moviéndose con lentitud, prolongando su éxtasis, llevándola a nuevos picos de pasión.

— Kenshin – murmuró Kaoru — , Kenshin...

Cuando por fin Kenshin explotó dentro de ella, el cuerpo de Kaoru se sacudió con violencia.

Kenshin permaneció encima de ella, con el cuerpo sudoroso e iluminado por la luz de la luna.

— ¿Qué es lo que me has hecho, mujer? – oyó que él le murmuraba al oído.

Lentamente, se apartó y le preguntó:

— ¿No sientes frío¿Quieres que entremos?

— No – repuso Kaoru refugiándose en su pecho para protegerse del aire frío de la noche. Miro la estatua que estaba encima de ellos — . ¿Sabías que Diana es la Diosa Virgen¿Crees que le molesta nuestra intromisión?

— Quizás esté celosa – replicó Kenshin mientras le recorría el cuerpo con las manos.

— ¿Por qué crees que Jacob Fenton contrató a Okina para que trabajara en las minas, si es obvio que es demasiado débil para ganar su salario?

Kenshin gruñó y la apartó.

— o que la luna de miel ha terminado. O quizá para ti continúe, ya que comenzaste a hacerme estas preguntas después de casarnos. Sé que puedes vestirte sola. Tengo que terminar de resolver algunos asuntos antes de irme a la cama – sin decir nada más, se fue dejándola sola.

Kaoru no sabía si llorar o sentirse contenta por haberle preguntado lo que quería preguntarle. Existía algo profundo entre los Fenton y los Himura, y estaba segura de que Kenshin jamás sería plenamente feliz hasta que se librara de aquello que tanto lo molestaba.

A la noche siguiente, Kaoru se despertó temblando y sintió que la vida de su hermana corría peligro. Muchas veces había escuchado la historia que su madre le contaba sobre cómo, cuando tenía seis años, había tirado al suelo la mejor tetera del juego y se había puesto a llorar diciendo que Megumi estaba herida. Más tarde, encontraron a Megumi inconsciente, al lado de un arroyo, con el brazo roto porque se había caído de un árbol. Se suponía que Megumi debía estar en una clase de baile.

Sin embargo, ese extraño lazo entre las hermanas no había vuelto a manifestarse desde entonces. Kenshin llamó a Sanosuke y luego sostuvo a Kaoru abrazada durante casi dos horas hasta que ella dejó de temblar. De alguna forma, Kaoru sintió que el peligro había pasado, dejó de temblar y continuó durmiendo.

Al día siguiente, Megumi fue a visitar a Kaoru y ambas pasaron la tarde pensando en qué podría poner en peligro la vida de aquella.

Cuatro días después, Yutaro entró en sus vidas. Los Himura estaban sentados dispuestos a almorzar cuando el niño entró corriendo en el comedor y se puso a gritar que había oído decir que Kenshin su madre amaba a su padre y no a él, que no quería tener nada que ver con el. Después de eso, se marchó.

Todos quedaron perplejos, excepto Kenshin. Tomó asiento antes que los demás y preguntó a la criada qué había para cenar.

— Kenshin, creo que debes ir a buscarlo – sugirió Kaoru.

— ¿Para qué?

— Para hablar con él. Supongo que se le rompió el corazón cuando descubrió que su madre amaba a otro hombre en vez de a su padre.

— El marido de Tomoe es el padre del niño. Y yo no le dije lo contrario.

— Creo que tendrías que explicárselo al niño.

— No sé cómo hablar con los niños.

Karou lo miró.

— ¡Maldita mujer! En un año más, estaré en bancarrota por perder mi tiempo haciendo todas las tonterías que a ti se te ocurren.

Mientras su marido se dirigía hacia la puerta, Kaoru lo tomó del brazo.

— Kenshin, no ofrezcas comprarle nada. Sólo dile la verdad en invítalo a conocer a Soujiro.

— ¿Y por qué no lo invito a vivir aquí para que te ayude a inventar cosas para que yo las haga?

Kenshin salió a la puerta caminando muy lentamente, pero Yutaro caminaba aún más despacio. Cuando Kenshin lo alcanzó le preguntó:

— ¿Te gusta jugar al béisbol?

Yahiko se volvió furioso.

— No con usted.

— No tienes motivos para estar enfadado conmigo. Por lo que sé, tu padre era un hombre bueno y nunca he dicho lo contrario.

— La gente de aquí dice que usted fue amante de mi mama.

— Es una manera de hablar. Ni siquiera sabía que existías hasta hace unas semanas. ¿Te gusta el whisky?

— ¿Whisky? No... no lo sé. Nunca he bebido.

— Entonces, entra. Tengo un poco de whisky y podré explicarte algo sobre las madres y los padres y las niñas bonitas.

Kaoru estuvo nerviosa toda la tarde porque Kenshin y el niño permanecieron encerrados en el despacho durante horas. Cuando el muchacho por fin se fue, miró a Kaoru con el rostro encendido y una sonrisa afectada.

— Yutaro me ha mirado de forma extraña – comentó ella a Kenshin.

Kenshin se miró las uñas de la mano izquierda.

— Le expliqué cómo se hacen los bebés y creo que me entusiasmé.

Kaoru abrió la boca.

Kenshin tomó una manzana.

— Tendré que trabajar esta noche, porque mañana Yutaro, vendrá a jugar al béisbol conmigo y con Soujiro.

Kenshin la miró con atención.

— ¿Estás segura de que te sientes bien? Estás un poco pálida. Quizá te convenga descansar un poco. Ocuparse de la casa puede ser demasiado para ti – la besó en la mejilla y regresó a su despacho.

Cuatro días después. Kenshin decidió visitar la tienda de deportes y ver qué otros equipos tenían. El equipo formado por Soujiro y Yutaro los había vencido a Aoshi y a él en casi toso los juegos. Como Soujiro había pasado la mayor parte de su vida en las minas, temía un poco a Kenshin y no se sentía lo bastante seguro de sí mismo como para acusarlo de no seguir las reglas del juego. Después de todo, el bate era de Kenshin.

Yutaro no tenía esos prejuicios. Lo obligaba a respetar todas las reglas y no le permitía ser lo que Kenshin llamaba "creativo". Hasta el momento, Kenshin había perdido todos los juegos por no querer ajustarse a las reglas que otro había dictado. Quería volver a escribir el reglamento del béisbol.

Aoshi y él eligieron un equipo de tenis, bicicletas y un gimnasio entero.

En el otro extremo del mostrador estaba Jacob Fenton. Rara vez salía de su casa, prefería quedarse a leer los informes del mercado y maldecir el hecho de que su único hijo no estuviera interesado en sus negocios. Pero esas últimas semanas, sus días se habían iluminado porque la hija a quien había echado hacía tantos años había regresado a su casa con un pequeño hijo.

Yutaro era todo lo que un hombre podía esperar de un hijo: muy inteligente, ansioso por aprender, y además tenía sentido del humor. Por las tardes, cuando tenía que estar en su casa estudiando cómo dirigir las minas de carbón que algún día heredaría, estaba en la casa de Himura jugando. Jacob decidió combatir con las mismas armas y comprarle al niño todos los equipos deportivos que encontrara.

Kenshin, con los brazos llenos de raquetas de tenis y pesas, se encontró frente a frente con Jacob Fenton. Kenshin permaneció en silencio, observándolo, y pronto su rostro comenzó a mostrar señales de la furia que sentía.

Jacob no tenía idea de quién podía ser ese hombre grande y de cabello pelirrojo, aunque le resultaba un tanto familiar. El traje que llevaba ese desconocido era de muy buena calidad, y le habría costado sus buenos dineros.

— Discúlpeme, señor – le dijo Fenton al tratar de pasar.

— ¿No me reconoce fuera del establo, no es así, Fenton?

Jacob se dio cuenta de que ese hombre le recordaba a Kenshin, de pequeño. Y sabía muy bien por qué el rostro de Kenshin demostraba odio. Se volvió.

— ¡Un momento, Fenton! – advirtió Kenshin — . Vendrá a cenar a mi casa dentro de dos semanas a partir de hoy.

Jacob se detuvo, sin volverse, y asintió levemente con la cabeza antes de seguir su camino.

Kenshin permaneció en silencio mientras colocaba lo que había comprado sobre el mostrador y Aoshi le entregaba al empleado la lista de los equipos que necesitaban.

— Envíe todo a mi casa – afirmó Kenshin sin molestarse en decir su nombre. Luego salió de la tienda y se subió al carro.

Una vez que Aoshi se sentó a su lado, puso los caballos en movimiento.

— Creo que me compraré algo mejor que este viejo carro.

— ¿Por qué¿Para impresionar a Fenton? – preguntó Aoshi.

Kenshin lo miró y preguntó:

— ¿Qué tienes en mente?

— ¿Por qué has invitado a cenar al viejo Fenton?

— Sabes muy bien por qué – respondió Kenshin.

— Sí, sé por qué: para demostrarle que a ti te ha ido mejor que a él, para refregarle por la nariz tu hermosa casa, tu delicada platería y tu bella esposa. ¿Has pensado en lo que dirá Kaoru cuando descubra que la quieres tanto como a un carruaje nuevo?

— Eso no es cierto y tú lo sabes. A veces me causa muchos problemas, pero tiene sus compensaciones – aseguró Kenshin sonriendo.

Aoshi se calmó un poco.

— Dijiste que después de que sirviera a tu propósito, y de que se sentara en la cabecera de la mesa teniendo a Fenton de invitado, te librarías de ella y regresarías a Nueva York. Creo que explicaste que le ofrecerías unas joyas.

— Le regalé un baúl lleno de joyas y ella ni siquiera lo abrió. Parece que le gustan otras cosas.

— Le gustas tú, y lo sabes.

Kenshin sonrió.

— Eso parece. ¿Pero quién sabe? Si no tuviera dinero...

— ¡Dinero¡Estúpido! No puedes ver lo que tienes delante. No invites a Fenton. No dejes que Kaoru se entere de por qué te casaste con ella. No sabes lo que se siente al perder a los seres que amas.

— No sé de qué diablos estás hablando, Aoshi. No tengo pensado perder nada. Lo único que haré es lograr que Fenton venga a cenar a mi casa. Es para eso que he trabado durante toda mi vida, y no me perderé ese placer.

— Ni siquiera sabes qué es el placer. Ambos hemos trabajado porque no teníamos nada. No arriesgues todo, Kenshin, te lo ruego.

— No estoy arriesgando nada. Y si tú no quieres asistir a la cena, pues no vengas.

— No me perdería tu funeral, y tampoco me perderé esto – añadió Aoshi.

Mientras Kaoru terminaba de colocarse un adorno en el cabello, descubrió que le temblaban las manos. Las últimas dos semanas habían sido una prueba para sus nervios. Cuando Kenshin le anunció que había invitado a los Fenton para dentro de dos semanas, se había sentido feliz porque creyó que de ese modo se acortaría la distancia que separaba a los dos hombres.

Pero su felicidad no tardó en convertirse en desesperación. Nunca había visto a Kenshin tan preocupado por algo. No dejaba de preguntarle si lo que ella había planeado para la cena era de la mejor calidad. Estudió las tarjetas grabadas en las invitaciones, hizo que la señora Murchison cocinara la cena de antemano para que él pudiera probar cada plato. Permaneció a las espaldas de uno de los ayudantes mientras este lustraba los cubiertos de plata. Recorrió el guardarropa de Kaoru, declaró que llevara un vestido blanco y dorado, y él mismo le eligió la tela. Les hizo hacer ropa nueva a todos los miembros de la casa y contrató a dos sastres para que fueran a ayudarlos a vestirse la noche de la cena. También encargó uniformes nuevos para todo el personal y Kaoru tuvo que convencerlo para que desistiera de su idea de obligar a los empleados a llevar el cabello empolvado, tal como él había visto en una revista donde figuraban los sirvientes del príncipe de Gales.

Hacia el final de las dos semanas, todos rezaban porque esa noche pasara de una vez, Okina y Misao se habían acobardado y pusieron la excusa de no sentirse bien para no asistir a la cena. Soujiro, más animado por su relación con Yutaro, decidió estar presente. Además, Fenton, como dueño de la mina, era su imagen del diablo. Y estaba ansioso por sentarse frente a frente con su enemigo.

Si el mismo presidente de la nación hubiera estado invitado a la cena, no se habría esforzado más; toda la casa estaba nerviosa aguardando el resultado. Kaoru temía que una de las camareras volcara la copa sobre el traje de Fenton porque Kenshin no dudaría en estrangularla allí mismo.

Pero lo que la hacía temblar tanto era que Kenshin le había prometido contarle lo que había entre él y Fenton. Era algo que ella siempre había querido oír, pero ahora no quería enterarse.

Además, el día anterior había recibido una llamada telefónica de Tomoe Fenton. Tomoe le rogó que cancelara la cena porque tenía un mal presentimiento sobre lo que sucedería esa noche. Explicó que el corazón de su padre no era muy fuerte y que temía el carácter de Kenshin.

Kaoru trató de hablar con su marido, pero él le contestó que ella no podía entenderlo. Ella le aseguró que deseaba hacerlo, pero que él tenía que explicarle algunas cosas.

Y entonces, Kenshin repuso que le contaría todo antes de la cena.

Ahora, sentada frente al espejo para darse los últimos retoques. Kaoru notó que temblaba como una hoja.

Se asustó cuando descubrió a Kenshin a sus espaldas.

— Vuélvete – le dijo — , tengo algo para ti.

Ella se volvió y Kenshin le colocó una cascada de diamantes alrededor del cuello. También tenía un par de pendientes haciendo juego.

Retrocedió un paso para mirarla.

— Bien – aprobó él. Luego le tomó la mano y la condujo hacia su dormitorio.

Sin decir una palabra, y consciente de las frías piedras alrededor del cuello, Kaoru se sentó en una silla frente a una mesita redonda.

Kenshin se acercó a uno de los paneles de la pared, corrió parte de la moldura y descubrió una pequeña manija. El panel cedió y descubrió una caja fuerte.

— Muy pocas personas en el mundo conocen la historia que voy a relatarte. Algunos conocer una parte y adivinaron la otra, pero se equivocaron. Yo sólo he podido conocer la verdad después de trabajar durante muchos años.

Sacó de la caja un pequeño portafolios de cuero, lo abrió y le entregó a Kaoru una pequeña fotografía.

— Esta es mi madre.

— Sakura Fenton – murmuró ella mientras observaba a la bella mujer de la fotografía, muy joven, de cabello negro y ojos violetas. Ella levantó la mirada y vio la sorpresa en el rostro de Kenshin — Aoshi me explicó quién era.

— Te dijo todo lo que sabía – le entregó una fotografía que mostraba a cuatro jóvenes, todos nerviosos y fuera de lugar en el estudio del fotógrafo. Dos de los hombres se parecían a Kenshin — . Estos son los cuatro hermanos Himura. El más joven es Lyle, el padre de Soujiro; junto a él está Hiko, luego Okina y luego mi padre, Shishio.

— Te pareces a tu padre – comentó Kaoru.

Kenshin no respondió y colocó el resto del contenido del portafolios sobre la mesa.

— Estos son los originales y las copias de todos los documentos que pude hallar sobre mis padres o mi nacimiento.

Kaoru estudió los papeles y le llamó la atención la copia de un árbol genealógico que mostraba a Nathaniel Himura, que se había casado con una duquesa francesa de doce años. En seguida levantó la mirada para que su esposo continuara con la historia que se escondía detrás de esos papeles, para que le explicara todos esos años de odio por la familia de su madre.

Kenshin se acercó a la ventana para mirar el jardín.

— No creo que sepas nada sobre Horace Fenton, ya que él murió antes de que tú nacieras. Era el padre de Jacob. O al menos, Jacob creía que era su padre. La verdad es que Horace dejó de intentar tener sus propios hijos así que adoptó al bebé de una familia de viajeros que se dirigían a California, después de que los padres de la criatura murieran por una estampida de caballos. Jacob tenía apenas unos años cuando la esposa de Horace consiguió tener una hija, y la llamaron Sakura, que significa caridad, porque se sentían muy afortunados.

-"Por lo que pude enterarme – continuó diciendo — , no hubo niña más consentida que Sakura Fenton. Su madre la llevó a pasear por todo el mundo, y su padre le compraba todo lo que veía que pudiera gustarle.

— ¿Y cómo trataban a Jacob? – preguntó Houston.

— No tan mal. El viejo Horace consintió a su hija, pero le enseñó a su hijo adoptivo a saber sobrevivir, quizá para que pudiera mantener a Sakura después de que él muriera. Entrenó a Jacob para que dirigiera el imperio que Horace había construido.

"No estoy seguro de cómo se conocieron mis padres. Creo que eligieron a Shishio Himura para que presentara quejas sobre el aserradero ( en esa época todavía no se habían abierto las minas ), y fue entonces cuando conoció a Sakura. Se enamoraron en seguida, y ella decidió casarse con Shishio. Creo que ni siquiera se le cruzó por la mente que su padre no la dejaría hacerlo.

"Pero Horace no sólo se negó a que su hija se casaca con un Himura sino que también la dejó encerrada en su cuarto. Ella logró escapar y pasó dos días con Shishio. Cuando los hombres de su padre la encontraron, estaba en la cama con él y le aseguró a su padre que se quedaría con Shishio aunque su vida dependiera de ello.

— Qué terrible – murmuró Kaoru.

Kenshin tomó un cigarro del cajón de la mesita de noche y lo encendió.

— Sin embargo, lo consiguió, porque dos meses después anunció a sus padres que estaba embarazada.

— De ti – le dijo Kaoru con suavidad.

— De mí. Horace echó a su hija de casa y declaró que ya no la consideraba su hija. Su esposa se metió en la cama y permaneció allí hasta que murió cuatro meses después.

— Y es por eso por lo que odias a los Fenton, porque eres un heredero con los mismos derechos de Jacob, pero a ti te enviaron a los establos.

— ¡Mismos derechos¡Todavía no has escuchado ni la mitad de la historia! Sakura se mudó a la barriada donde vivían los Himura, el único lugar donde podían vivir con lo que Fenton les pagaba. Ellos odiaban a Fenton. Por supuesto que nadie hablaba con mi madre porque era una Fenton, y por lo que pude saber, sus modales no la ayudaron mucho.

"Dos meses después de casarse con Shishio Himura, y tengo aquí el certificado de casamiento, se cayeron unas maderas y él murió aplastado.

— Y Sakura tuvo que regresar a casa de su padres – acotó Kaoru.

— Pero el canalla no la perdonó – replicó Kenshin — . Sakura trató de sobrevivir sin su ayuda, pero casi muere de hambre. Hablé con una de las criadas que trabajaron para los Fenton y ella me contó que cuando Sakura regresó estaba sucia, delgada y con un embarazo muy avanzado. Horace la miró y le dijo que ella había matado a su madre y que sólo le permitiría quedarse si trabajaba como sirvienta. La puso a trabajar en la cocina.

Kaoru se puso de pie y se acercó a su marido. Le apoyó una mano sobre el brazo y sintió cómo él temblaba por la emoción. La voz de Kenshin se calmó un poco.

— Después de que mi madre se pasó catorce horas limpiando las ollas de los Fenton, subió a su cuarto, me dio a luz y luego se ahorcó.

— ¿Nadie la ayudó? – le preguntó Kaoru perpleja.

— Nadie. Fenton la había instalado en un cuarto que estaba en el ático, alejado de los demás, y si gritó, nadie la oyó.

— ¿Y qué hizo Horace Fenton?

El fue quien la encontró. ¿Quién sabe? Quizá le remordía la conciencia y fue a verla para perdonarla; pero llegó demasiado tarde. Ella había muerto.

"No pudieron contarme mucho sobre lo que sucedió después de eso, así que tuve que armar las piezas solo. Horace contrató una niñera para mí y se pasó veinticuatro horas encerrado con sus abogados. Un día después del suicidio de Sakura, se apuntó con una pistola a la cabeza y se mató.

Kaoru se sentó. No tenía nada que decir. Pensó que Kenshin había tenido que vivir con esa tragedia durante toda su vida.

— Y entonces te criaron los Fenton.

— A mí no me crió nadie – gritó él — . Dos días después, cuando se leyó el testamento de Horace Fenton, se supo que todo se lo había dejado al hijo de Sakura.

— ¿A ti? – preguntó ella perpleja.

— A mí. A Jacob no le dejó nada. Quedó como guardián de Kenshin Himura, que sólo tenía tres días.

— Pero no comprendo – añadió Kaoru — . Pensé...

Pensaste que yo había nacido sin un centavo. Jacob no pudo abandonar la habitación durante varias horas después de que leyeron el testamento, y cuando por fin salieron de allí, había logrado forzar a todos los abogados a cambiar el testamento y a nombrarlo único heredero.

— ¿Y tú?

— A la gente se le aseguró que el hijo de Sakura había muerto al nacer y a mí me enviaron a pasar los primeros seis años de mi vida de una granja a otra. Jacob temía que yo me quedara con una sola familia porque podía descubrirse la verdad sobre mi nacimiento.

— O los Himura podían descubrir que tú estabas con vida. No me imagino a Hiko permitiendo que a su sobrino le robaran toda la herencia.

— El dinero da poder, y ninguno de los Himura lo tuvo nunca.

— Y Jacob no quiso renunciar a aquello por lo que había trabajado durante tantos años. Pensaba que Horace era su padre, y en el último momento lo desheredan como si no fuera nada.

— Y todo se lo dejaba a un bebé – repuso Kaoru.

— ¿Te pones de su lado?

— Por supuesto que no. Estoy tratando de descubrir por qué hizo una cosa tan horrible. ¿Si él quedaba a cargo de su fortuna, qué habría sucedido cuando tú hubieras sido mayor de edad en caso de que decidiera echarlo?

— No habría hecho nunca una cosa así – replicó él.

— Claro, pero él no podía saberlo. ¿Y ahora qué¿Piensas entablar un juicio contra él?

— Diablos, no. Hace años que conozco la verdad.

— ¿No planeas hacer que te devuelvan el dinero? El hijo de Tomoe está viviendo ahora con los Fenton y tú no lo echarías de su propia casa¿no?

— Aguarda un maldito minuto antes de ponerte de parte de los Fenton, Kaoru. Lo único que siempre he querido es que algún día Fenton se sentara a MI mesa, que fuera mucho más grande que la de él y tener a una dama de primer nivel en la cabecera.

Kaoru lo observó durante largo instantes.

— Quizá deberías narrarme el resto de la historia. ¿Por qué invitaste a Fenton a cenar y qué tengo que ver yo en todo esto? – le preguntó con tranquilidad. Por alguna razón, sentía que la invadía un extraño temor.

Kenshin le volvió la espalda.

— Durante todos esos años que trabajé en los establos, todas las veces que le limpiaba las botas a los Fenton pensé que me extralimitaba cuando me imaginaba en esa hermosa casa que poseen. Tomoe y yo comenzamos una relación y luego recuerdo que ella hizo las maletas y se marchó dejándome quinientos dólares y un saludo. El viejo Jacob me llamó a su oficina y me gritó que jamás conseguiría aquello por lo que él tanto había trabajado. Entonces, supuse que se refería a Tomoe.

"Tomé el dinero y fui a California, y después de unos años, cuando ya había hecho algo de dinero, comencé a preguntarme qué había querido decir Fenton cuando me echó. Contraté a algunos hombres para que me buscaran respuestas. Llevó tiempo, pero por fin supe la verdad – concluyó Kenshin.

— Y planeaste vengarte de Fenton – murmuró Kaoru — . Y yo formaba parte de tu plan.

— En cierta forma, sí. Al principio, lo único que quería era dinero suficiente como para no tener que volver a preocuparme por tener que trabajar en los establos, pero después de que supe la verdad acerca de lo que me habían robado, empecé a soñar con tener a Fenton sentado a mi mesa, en mi casa, que es cinco veces más grande que la suya. Y al otro extremo de la mesa estaría Tomoe, la hija para la cual yo no servía.

— Pero no pudiste conseguir a Tomoe.

— Descubrí que estaba casada y que tenía un hijo, y tuve que abandonar la idea de tenerla. Tenía que construir mi casa en Chandler, porque de haberlo hecho en otro lugar, nadie se habría enterado de que el mozo de los establos había amasado una gran fortuna. Y quería que Fenton la viera todos los días. Entonces, empecé a pensar en alguien que pudiera reemplazar a Tomoe en la cabecera de la mesa y llegué a la conclusión de que las únicas damas verdaderas de todo el lugar eran las mellizas Kamiya.

"Contraté a alguien para que os investigara – prosiguió diciendo — , y me di cuenta en seguida de que Megumi no serviría. Fenton se habría reído de que yo hubiese conseguido una mujer que ningún otro quería tener.

— Te hacía falta una verdadera dama – murmuró Kaoru.

— Y lo logré. La tengo. Al principio, me sentí un poco perturbado cuando te lo pedí y tú me rechazaste, pero estaba seguro de que cambiarías de opinión. Poseo más dinero del que Sagara jamás podrá tener y sabía que te casarías conmigo.

Sacó el reloj del bolsillo del chaleco.

— Es hora de bajar. He estado esperando este momento desde hace mucho tiempo.

Tomó el brazo de Kaoru y la acompañó hasta la escalera.

Kaoru estaba demasiado atónita para poder hablar. Kenshin le había pedido que se casara con él porque quería un instrumento de venganza. Ella había creído que él la quería porque la necesitaba, que si bien no la amaba, había llegado a quererla con el tiempo que pasaron juntos, pero la verdad era que sólo la estaba usando.

Continuara...

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bueno ufff medio problemon ke se armo...¿ ke pasara, Kaoru se kedara callada y aceptara eso¿pondra de patitas en la calle a kenshin¿se ira de la casa y lo mandara a la punta del cerro a el tonto pelirrojo?...

Pues como ven las cosas se pondran color de hormiga.

Muchas gracias por los reviews... Espero ke me sigan escribiendo y dandome animos para seguir con la historia... Pronto se vendra una nueva asi ke preparenceeeee...

Saludos...

ciao