Holaaaa, aki les traigo rapidamente el capitulo 12, con que fin, pues para que dejen de amenazarme con asesinarme TT, no ven ke si me matan no hay mas fics? no sean malitas y dejenme sana y salva jojojo, especialmente ahora que empiezo nuevo fics...
Bueno aki ta este capitulo, junto con la nueva historia, espero ke les gusteeeeeeee
nos vemos abaj, y recuerden ke esta hiostoria no me pertenece ni tampoco los personajes, yo solo los adapto para el disfrute de la masa de lectoras...
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La Hermana de Hielo.
Capitulo 12.
Kaoru pasó la velada sintiendo su piel tan fría como los diamantes que llevaba alrededor del cuello. Se movía y hablaba como si estuviera en un sueño. Sus años de entrenamiento la ayudaron a mantener la conversación y a dirigir a los sirvientes durante la cena.
En la superficie, todo aparentaba estar bien. Tomoe parecía ser consciente de la tensión reinante y ayudó lo mejor que pudo. Soujiro y Yutaro conversaban de deportes, Jacob no levantaba la mirada del plato, y Kenshin observaba todo con expresión de orgullo.
Kaoru se preguntó todo el tiempo qué pensaría hacer con ella una vez que le hubiera servido para su propósito. ¿Planeaba acaso Kenshin mudarse a otro lugar una vez que hubiera cumplido con su cometido en Chandler? Recordó cómo se quejaba él al tener que hacer negocios en ese pueblo tan aburrido. ¿Por qué jamás se habría preguntado la razón por la cual su marido había hecho construir esa casa? Todo el mundo se lo preguntaba mientras la construían, pero cuando Kaoru se enamoró de Kenshin olvidó todas la preguntas.
Cuando Kenshin llegó a la ciudad, lo primero que hizo fue ir a ver al viejo Fenton para anunciarle su llegada. ¿Por qué no se había dado cuenta de que toda la vida de Kenshin giraba alrededor de los sentimientos que tenía hacia los Fenton?
Ella sólo había sido parte de su venganza.
No era más que un instrumento del hombre a quien le había entregado todo, un instrumento para ser usado en un juego que él no podía perder.
Y el hombre del cual se había enamorado era el tipo de persona que se pasaba toda una vida dedicada a un solo sentimiento tan despreciable como era la venganza.
La comida se le quedaba atascada en la garganta y necesitó esforzarse para poder tragarla. ¿Podía haberse equivocado tanto?
Cuando por fin terminaron de cenar, Kaoru se puso de pie, para conducir a Tomoe a la salita y dejar que los hombres fumaran sus cigarros.
Las dos mujeres hablaron de temas cotidianos y sin importancia y no mencionaron ni una sola vez la cena que habían tenido que soportar. Pero Kaoru descubrió dos veces a Tomoe mirándola de una forma especial.
Kenshin llevó a Jacob Fenton a su despacho y le ofreció uno de los cigarros que Kaoru le había regalado y un coñac de cien años de antigüedad, servido en copa de fino cristal.
— ¿No está mal para un mozo de cuadra, eh? – comentó Kenshin observando a su invitado a través del humo.
— Muy bien, ya me has mostrado tu enorme casa¿ahora qué quieres?
— Nada, sólo la satisfacción de verte aquí.
— Espero que no pienses que me voy a creer eso. Un hombre que se ha esforzado tanto para demostrarme lo que logró conseguir en la vida no va a conformarse con una simple cena. Pero te advierto que si tratas de quitarme lo que es mío... – amenazó Fenton.
— ¿Qué harás¿Comprarás a más abogados? Aquellos tres canallas que tú pagaste siguen con vida, y si quisiera yo podría pagarles mucho más de lo que tú tienes sólo para que digan la verdad.
— Eso es muy propio de los Himura. Tienes que tomar lo que no te pertenece. Tu padre tomó a Sakura, una joven dulce y hermosa, y la sometió a los horrores que terminaron con su vida.
Kenshin enrojeció de cólera.
— Fue Horace Fenton el culpable de la muerte de mi madre, y tú me arrebataste todo lo que era mío.
— Tú no poseías nada. Todo me pertenecía a mí. Yo me ocupaba de los negocios desde hacía años, y si crees que iba a quedarme de brazos cruzados viendo cómo todo se lo daban a un bebé escuálido, hubiera preferido verlo muerto primero. Y luego tú, un Himura, quisiste quitarme a mi hija. ¿Crees que iba a dejar que le hicieras a mi hija lo que tu padre le hizo a mi hermana?
Kenshin se acercó un paso.
— Mira a tu alrededor. Esto es lo que le habría dado a tu hija. Así es como la habría tratado.
Jacob apagó el cigarro.
— Nunca lo habrías hecho. ¿Has pensado alguna vez que te hice un favor? Gracias a tu odio por mí te hiciste rico. Si te hubieras casado con Tomoe y hubieras recibido el dinero de mi padre nunca habrías trabajado en toda tu vida.
Comenzó a caminar hacia la puerta y añadió:
— Y, Himura, si tratas de quitarme lo que crees te pertenece, demandaré a tu esposa por entrar ilegalmente a las minas.
— ¿Qué? – gritó Kenshin.
— Me preguntaba si lo sabrías – Jacob sonrió — . Bienvenido al mundo de los ricos. Nunca puedes saber con certeza si te quieren a ti o a tu dinero. Esa damita tan dulce con la que te has casado está metida hasta el cuello en la rebelión. Y está utilizando todas tus relaciones, incluyendo la tuya conmigo, para comenzar algo que podría terminar en una guerra sangrienta. Es mejor que le adviertas que si no se detiene, dejaré de honrar su relación con los Himura. Ahora, buenas noches, Himura – tras decir esto, abandonó el despacho.
Kenshin permaneció sentado durante un largo tiempo. Nadie fue a molestarlo y pudo beberse casi toda una botella de whisky.
— ¡Señorita Kaoru! – gritó Susan al entrar de repente en la salita donde estaba Kaoru — . El señor Kenshin quiere que vaya a verlo a su despacho de inmediato. Y parece muy enfadado.
Kaoru suspiró, se arregló el vestido y comenzó a caminar hacia el despacho. Jacob le había deseado las buenas noches hacía más de dos horas, antes de partir con su hija. Desde que se fueron, Kaoru no hizo otra cosa que pensar. Nunca antes se había preguntado hacia dónde la llevaba la vida. Le parecía que siempre había tomado lo que la vida le ofrecía. Ahora, había llegado el momento de tomar sus propias decisiones.
Kenshin estaba sentado detrás de su escritorio, con la camisa abierta hasta la mitad del pecho y una botella de whisky casi vacía en la mano.
— Pensé que estabas trabajando – afirmó ella.
— Tú lo has estropeado todo, tú y tus mentiras...
— No tengo la menor idea de lo que estás diciendo – murmuró ella mientras se sentaba en una de las sillas de cuero frente al escritorio.
-No sólo querías mi dinero, sino que además querías mi relación con los Himura. Sabías que Fenton te dejaría hacer tu trabajo ilegal gracias a tu relación conmigo. Dime¿tú y tu hermana lo planeasteis todo¿Cómo pensabas utilizar a Sagara en todo esto?
Kaoru se pudo de pie, muy erguida.
— No entiendo nada de lo que me dices. Me enteré del nombre de tu madre el día de nuestro casamiento. No podía utilizar algo de lo que no sabía nada.
— Una vez le aseguré a Aoshi que eras una buena actriz, pero no tenía idea de que fueras tan buena. Casi mi hiciste creer que te casabas conmigo por amor, pero has estado utilizando mi nombre todo el tiempo para entrar en las minas.
Kaoru lo miró perpleja.
Kenshin se inclinó hacia adelante.
— He trabajado toda mi vida por esta noche y tú la has echado a perder. Fenton me ha amenazado con someter a juicio a mi querida esposa y explicarle a todo el mundo cómo me ha utilizado. Ya puedo imaginar los titulares.
Kaoru no apartó la mirada.
-Sí – repuso ella con suavidad — , es verdad que voy a los campos, pero eso nada tiene que ver contigo, ya que lo hacía antes de conocerte. Estás tan obsesionado con tu dinero que crees que todo el mundo lo quiere .-se alejó del escritorio — . En los últimos meses – continuó Kaoru — , y gracias a ti, he aprendido muchas cosas sobre mí. Mi hermana me había dicho muchas veces que yo era la mujer más infeliz que jamás había conocido, y que incluso tenía miedo de que yo pusiera fin a mi vida. Nunca supe que me decía la verdad, porque hasta que te conocí jamás me había sentido feliz. Hasta que empecé a conocerte, nunca me había preguntado por qué, como tú dijiste, no los mandaba a todos al diablo y bailaba con mi vestido rojo. Contigo aprendí lo que se siente cuando una hace cosas por sí misma y no trata siempre de complacer a los demás. Ahora siento que soy capaz de tomar mis propias decisiones. No quiero vivir con un hombre que construye una casa así y se casa con una mujer que no ama para vengarse de un viejo que sólo trataba de proteger lo que le pertenecía por derecho propio. Puedo entender y casi perdonar al señor Fenton por sus acciones, pero no puedo comprender las tuyas. Piensas que me he casado contigo por tu dinero, pero me he casado contigo porque me enamoré de ti. Creo que amaba a un hombre que sólo vivía en mi imaginación. Tú no eres ese hombre. Eres un extraño para mí, y no quiero vivir con un extraño.
Kenshin la miró un momento, y luego retrocedió.
— Si crees que voy a pedirte que te quedes, te equivocas. Me he divertido mucho contigo, muñeca, más de lo que esperaba, pero no te necesito.
— Sí, me necesitas – replicó; Kaoru mientras luchaba por contener las lágrimas — . Me necesitas más de lo que imaginas, pero sólo puedo entregar mi amor a un hombre que merezca también mi respeto. No eres el hombre que yo creí.
Kenshin se acercó a la puerta de la habitación, la abrió y le hizo un gesto con la mano para dejarla pasar.
Kaoru logró salir caminando y salió de la casa. En ningún momento pensó en recoger sus cosas o en llevarse algo consigo.
Había un carruaje detenido fuera de la casa.
— ¿Te vas, no es así? – le preguntó Tomoe Fenton desde dentro.
Kaoru la miró con una expresión tan desoladora que Tomoe quedó perpleja.
— Sabía que algo horrible había sucedido. Mi padre se sintió mal y ahora lo está atendiendo un médico. Temblaba como si se le fueran a romper los huesos. Entra, Kaoru. Ahora tengo mi propia casa, y puedes quedarte conmigo y con Yutaro hasta que se arreglen las cosas.
Kaoru la contempló sin decir nada, hasta que Tomoe bajó y casi tuvo que empujarla para que reaccionara y pudiera subir. Kaoru no sabía dónde estaba. Lo único que pensaba es que todo había terminado, que lo había perdido todo.
Kenshin entró en la sala del piso de arriba donde Soujiro y Aoshi solían leer. Soujiro estaba solo.
— Quiero que averigües todo lo que puedas sobre lo que hace Kaoru en las minas.
— ¿Qué es lo que quieres saber? – preguntó Aoshi dejando el libro.
— ¿Cuándo¿Cómo¿Por qué? Todo lo que puedas averiguar.
— Ella se disfraza de anciana todos los miércoles por la tarde, se hace llamar Kaede y lleva un carro lleno de verduras hasta el campo. Dentro de la comida esconde medicinas, zapatos, jabón, té, todo lo que logra reunir, y se lo reparte a las mujeres de los mineros. Luego, Misao Himura les devuelve los cupones con los que esas mujeres pagaron a Kaoru.
— ¿Tú lo sabías y no te molestaste en contármelo? – gritó Kenshin.
— Tú me enviaste para que la siguiera, pero jamás te molestaste en preguntarme qué había descubierto.
— ¡Todos me traicionan! Primero esa maldita perra mentirosa y ahora tú. Y Fenton lo sabía todo – exclamó Himura enfurecido.
— ¿Dónde está Kaoru y qué le has dicho? – preguntó Aoshi.
El rostro de Kenshin se endureció.
— Se ha ido; no pudo afrontar la verdad. En cuanto se dio cuenta de que había descubierto su plan de utilizarme a mí y a mi dinero, se fue. Me he librado de ella. No necesito a esa codiciosa.
Aoshi aferró a Kenshin por el hombro.
— Eres un estúpido hijo de puta. Esa mujer es lo mejor que te ha sucedido en toda la vida y eras tan estúpido que ni siquiera te das cuenta. ¡Tienes que encontrarla!
Kenshin se soltó.
— Nunca lo haré. Ella es igual a todas las demás, sólo que es una prostituta más cara.
Kenshin no vio la derecha que le pegó en pleno rostro. Aoshi permaneció encima de Kenshin mientas este se frotaba la mandíbula.
— ¿Sabes una cosa? – añadió Aoshi — . Yo también he terminado. Estoy cansado de esconderme del mundo. He pasado mis mejores años encerrado en un maldito cuarto contigo sin hacer otra cosa que ganar dinero. ¿Y para qué? La único que has comprado es esta casa, y lo has hecho porque querías vengarte. Una vez Kaoru me dijo que yo era tan malo como tú, escondiéndome, manteniéndome a tus espaldas y creo que tiene razón.
Aoshi retrocedió unos pasos frotándose la mano con la que le había pegado.
— Creo que ha llegado el momento de encontrar mi propia vida. Gracias a ti, tengo la paga de todos los años que dediqué a ayudarte a lograr tus objetivos, y he conseguido ahorrar unos cuantos millones. Voy a tomarlos y a hacer algo con mi vida – concluyó Aoshi.
Extendió la mano, pero Kenshin la ignoró.
Más tarde, Kenshin vio a Soujiro, Misao y Okina subir al carruaje junto a Aoshi, lo que significaba que sólo quedaban los sirvientes, y no aguardó hasta la mañana para echarlos a todos.
Kaoru estaba de pie, en medio del dormitorio de Tomoe sin saber dónde se encontraba.
— Primero, te prepararé un baño caliente y luego quiero que me cuentes lo que ha sucedido — dijo Tomoe.
Kaoru permaneció inmóvil mientras Tomoe la dejó para prepararle el baño. No estaba segura todavía de todo lo que había sucedido esa noche. Se había enamorado de un hombre que la había estado utilizando.
— Ya está listo — advirtió Tomoe conduciéndola hasta el baño todo azulejado de color rosa — . Desvístete mientras voy a llamar a mi padre para ver cómo está. Y Kaoru no te quedes allí de pie, como si el mundo se viniera abajo.
Kaoru obedeció como cualquier animal acostumbrado a obedecer, y cuando Tomoe regresó, ella estaba con el agua hasta el cuello.
— El doctor Sagara ha podido calmar a mi padre — aseguró Tomoe — . Ya no tiene edad para soportar noches como esta. ¿Qué fue lo que le dijo Kenshin? Lo único que imagino que pudiera molestarlo tanto sería algo sobre Yutaro..
— No — repuso Kaoru con tono cansado — . No es por tu hijo. Nada tan noble.
— Creo que deberías decírmelo.
Kaoru miró a aquella desconocida, una mujer que una vez había sido el gran amor de su esposo.
— ¿Por qué me ayudas? Sé que aún lo amas.
Tomoe entrecerró los ojos.
— Sé que... rechazó tu invitación.
Tomoe se echó a reír.
— Eres muy delicada. Creo que no te confesó que yo también me di cuenta de que no lograríamos vivir juntos. Llegamos a comprender ambos que, si nos casábamos, probablemente terminaríamos matándonos en tres meses. Ahora, cuéntame lo que ha ocurrido entre Kenshin y tú. Queda todo en familia, si es eso lo que estás pensando, y lo sabré tarde o temprano.
Si Kenshin decidía apoderarse del dinero de los Fenton, que le pertenecía desde el punto de vista legal, ella lo sabría de todos modos, pensó Kaoru.
— ¿Sabes quién era la madre de Kenshin? — preguntó Kaoru.
— No, no tengo la menor idea. Jamás pensé que tuviera una madre. Siempre parecía tan seguro de sí mismo que supongo que creí que había llegado al mundo por su cuenta.
Kaoru le relató la historia de Sakura Himura, desde un punto de vista objetivo.
— No tenía la menor idea de todo esto — repuso Tomoe cuando Kaoru terminó con la historia — . Estás diciendo que todo lo que mi padre posee en realidad le pertenece a Kenshin. No me extraña entonces que esté tan enfadado con mi padre y que mi padre tiemble tanto. Pero, Kaoru, esta noche no has dejado a Kenshin porque no nació en la miseria. ¿Qué más ha ocurrido?
A Kaoru le resultó más difícil hablar sobre sí misma; explicar que Kenshin la había elegido porque no podía tener a Tomoe y que, ahora que su función había terminado, él ya no la necesitaba.
— ¡Maldito! — exclamó Tomoe paseándose de un lado al otro del baño — . Se sentiría con todas las justificaciones para afirmar que se había casado contigo por lo que él supone que necesita. Es el hombre más caprichoso que he conocido en toda mi vida.
Kaoru mostrando las primeras señales de vida, giró la cabeza para mirar a Tomoe.
— Le gusta pensar que ha tenido una vida desgraciada, pero puedo asegurarte que él era quien gobernaba nuestra casa cuando vivía con nosotros. La gente me miraba con desprecio porque me había enamorado del mozo del establo, pero eso es porque nunca habían tenido a alguien como Kenshin Himura en sus establos — murmuró Tomoe.
Se sentó sobre una banqueta y miró a Kaoru.
— Tú lo conoces, has podido comprobar qué carácter tiene y cómo está siempre dando órdenes a todos los que lo rodean. ¿Crees que alguna vez fue diferente, aunque se suponía que fuera el sirviente de alguien?
— Nunca he pensado en eso — replicó Kaoru — . Enishi me contó que Kenshin era un tirano.
— ¡Tirano! — exclamó Tomoe poniéndose de pie — . Kenshin dirigía todo. Más de una vez mi padre no pudo asistir a una reunión de negocios porque Kenshin sostenía que los caballos no podían salir. En la cena comíamos lo que a Kenshin le gustaba porque la cocinera pensaba que los gustos de Kenshin eran más importantes que los de mi padre.
Kaoru pensó en la señora Murchison, que había que había sucumbido bajo los encantos de Kenshin y le preparaba siempre sus platos favoritos.
— Siempre fue un muchacho apuesto y sabía obtener lo que deseaba de las mujeres. Las sirvientas le limpiaban el cuarto, le lavaban y planchaban la ropa y le llevaban la comida. No dirigía la empresa de los Fenton, pero sí mi casa. No imagino lo que habría sido si hubiera sabido que todo ese dinero le pertenecía. Quizá mi padre le haya hecho un favor. Tal vez vivir en los establos le enseñó a tener un poco de humildad porque, ciertamente, no nació con ella, Kaoru.
Tomoe se arrodilló junto a la bañera y añadió:
— Puedes quedarte aquí todo lo que quieras. Si quieres saber mi opinión, creo que has hecho bien en irte. No puede casarse con una persona para llevar a cabo un plan de venganza. Ahora, sal del baño mientras te preparo algo para beber que te ayudará a dormir.
Kaoru hizo lo que le indicaba; salió de la bañera, se secó y se puso uno de los camisones de Tomoe.
— Si esto no te hace dormir, al menos hará que no te importe estar despierta. Ahora, vete a la cama; mañana será otro día.
Kaoru bebió casi todo el brebaje y se durmió en el acto. Cuando se despertó a la mañana siguiente, el sol brillaba en todo su esplendor y ella tenía un fuerte dolor de cabeza. En el extremo de la cama estaba su ropa interior y un vestido. Encontró una nota de Tomoe que le comunicaba que había tenido que salir, que bajara a desayunar y que le pidiera a la criada cualquier cosa que necesitara.
— Aoshi — dijo Misao Himura — , no sé cómo agradecerte todo lo que has hecho esta noche. No tenías necesidad de quedarte conmigo.
Estaban de pie en el corredor del Hotel Chandler. Ambos estaban cansados. Después de abandonar la casa de Kenshin, habían ido al hotel. Soujiro se había ido a dormir en seguida, pero Okina no pudo conciliar el sueño por todo lo que había sucedido, y había pasado la noche tosiendo y con dificultades para respirar. Dijo que estaba preocupado por Misao y que Soujiro tendría que regresar a trabajar en las minas.
Aoshi llamó al doctor Sagara, y Sano llegó a los pocos minutos porque ya se había vestido para ir a visitar a Jacob Fenton. Aoshi despertó a todo el personal del hotel para que le consiguieran botellas de agua caliente y algunas mantas, y envió a un cadete a buscar las medicinas que Sagara le había recetado a Okina.
Misao permaneció junto su padre toda la noche y le aseguró que ni ella ni Soujiro regresarían a las minas. Aoshi se había encargado de todos los detalles.
Ahora, cuando ya había salido el sol, Okina por fin se había quedado dormido y Misao salió al pasillo, donde estaba junto a Aoshi.
— No sé cómo darte las gracias — repitió Misao por milésima vez.
— Entonces, deja de intentarlo. ¿Vamos a desayunar? — propuso él.
— ¿Crees que el comedor estará abierto a esta hora?
Aoshi le sonrió.
— Después de anoche, este hotel me teme tanto que harán cualquier cosa por complacerme.
Tenía razón. Un empleado de aspecto cansado los acompañó hasta el comedor y les preparó una mesa junto a la ventana antes de ir a despertar al cocinero. El cocinero vivía a ocho kilómetros de distancia y tardó en llegar. Ni Misao ni Aoshi se dieron cuanta de que el desayuno tardó dos horas en llegar.
Hablaron sobre sus infancias. Misao le explicó cómo se había ocupado de todos los hombres de la familia porque su madre había muerto cuando ella tenía once años. Aoshi le contó cómo había muerto su familia y cómo Kenshin lo había encontrado.
— Kenshin fue bueno conmigo. Yo no quería volver a amar a nadie más en mi vida. Tenía miedo de que esa persona también muriera y pensé que no soportaría quedarme solo otra vez.
Dejó la servilleta.
— ¿Estás lista? Creo que las oficinas ya están abiertas.
— Sí, claro — repuso ella poniéndose de pie — . No quise interrumpir tu trabajo.
El la tomó del brazo.
— No me refería a mí sino a nosotros. Tú y yo iremos a una agencia inmobiliaria para comprarnos una casa. Tendrá que ser lo suficientemente grande como para que quepamos todos.
Misao lo miró a los ojos.
— ¿Todos nosotros? No sé a lo que te refieres, pero Soujiro, mi padre y yo no podríamos vivir contigo. Conseguiré un empleo en la ciudad, quizás Kaoru pueda ayudarme, Soujiro podrá asistir a la escuela y trabajar después de clase, y papá...
— Tu padre se odiaría a sí mismo por ser un peso para vosotros dos, además Soujiro es demasiado grande para ir a la escuela y es mejor que siga con su tutor. Y tú no ganarías lo suficiente para mantenerlos. Ahora, ven conmigo y ayúdame a encontrar una casa grande; serás mi ama de llaves.
— No puedo aceptar — protestó Misao — . No puedo ser el ama de llaves de un hombre soltero.
— Tu padre y tu primo estarán contigo y podrán cuidarte en caso de que yo quiera molestarte, además, por lo que he podido observar en los últimos meses, la vida de casado no es tan mala. Vamos, Misao, cierra la boca y salgamos de compras. Tendremos que comprar muebles, comida y un montón de cosas antes de que podamos salir de este hotel. ¿Crees que los empleados nos ayudarán si saben que de ese modo se librarían más pronto de nosotros?
Misao estaba demasiado conmovida para responderle. Fueron hasta la habitación de su padre para avisarle que salían, y junto con Soujiro se dirigieron a la agencia inmobiliaria.
Kaoru estaba sentada ante la mesa jugando con la comida pero sin probar bocado cuando Tomoe irrumpió en la habitación quitándose los guantes.
— Kaoru, todo el pueblo está hablando sobre lo de anoche — le dijo a modo de saludo — . Ante todo, cuando te fuiste, parece que Aoshi y Kenshin tuvieron una terrible discusión. Una de las sirvientas relató que la pelea duró unas cuantas horas y que por último Aoshi abandonó la casa hecho una fiera.
— ¿Aoshi también se fue? — preguntó sorprendida Kaoru.
— No sólo Aoshi, sino también los otros Himura; Misao, Soujiro y Okina. Y cuando se fueron, Kenshin bajó y despidió a todos los sirvientes.
Kaoru se reclinó en la silla, suspiró y comentó:
— Kenshin dijo que estaba cansado de todos nosotros porque le hacíamos perder mucho tiempo. Supongo que ahora podrá trabajar todo lo que quiera. O quizá regrese a Nueva York y trabaje allí.
— Todavía no te he contado todo. Aoshi y Misao se alojaron en el Hotel Chandler y mantuvieron levantados a todos los empleados durante toda la noche, porque Okina estuvo bastante grave, y esta mañana se han comprado una casa para vivir juntos.
— ¿Aoshi y Misao¿Okina está bien?
-Dicen que está bien, y sí, Aoshi y Misao han comprado esa enorme casa que queda al final de la avenida Archer, frente al hospital de Megumi. Después de firmar los papeles. Aoshi pagó en efectivo, Misao regresó al hotel y Aoshi fue a Los Famosos y compró tres blusas, dos faldas, un sombrero, dos pares de guantes y ropa interior. La desagradable Nathan estuvo acosándolo hasta que Aoshi confesó que la ropa tenía que ser del tamaño adecuado para Misao Himura. Si Aoshi no se casa con ella después de esto, el nombre de ella no valdrá mucho por aquí.
Hizo una pausa.
— Y, Kaoru, es mejor que sepas que el Chandler Chronicle insinúa que la causante de lo de anoche fue otra mujer.
Kaoru tomó su taza de café. El diario local no la preocupaba. El señor SAito había repetido durante años que el periódico no contenía más que los informes de las muertes más extrañas de todo el mundo y artículos sobre dónde veraneaba la familia de los duques ingleses. Había dejado de comprar el periódico cuando apareció una historia de media página acerca de un italiano que declaraba que las mujeres anglosajonas eran las que mejor besaban.
— ¿De dónde has sacado todo esto? — preguntó Kaoru.
— ¿De qué otro lado sino de la confitería de la señorita Emily?
Kaoru casi se atragantó con el café. ¡La Hermandad, pensó. Tenía que organizar una reunión urgente para decirles que Jacob Fenton sabía que las mujeres se disfrazaban para entrar en los campos en forma ilegal. Lo único que tenía que hacer ese hombre era enfadarse con Kenshin y hacer que las arrestaran a todas.
— ¿Puedo usar tu teléfono? Tengo que hacer varias llamadas — pidió Kaoru.
Continuara...
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Pues si como lo leen Kaoru se jueeeee dejo solito solito a Kenshin y tb aoshi y el resto de la gente... Aer ke pasa si al fin kenshin se da cuenta de lo que siente, y veamos ke pasara con la hermandad ufff esta asunto se esta poniendo color de hormiga...
Espero ke hayan disfrutado este capitulo, y ke las calme por mientras...
Cuidense todas mis neechans.. Muchisisisisisimas gracias por los reviews ke me han mandado y espero sinceramente ke me sigan escribiendo, porke ya kedan solo 4 capitulos para terminar esta historia...
Beshos
Matta neeeeeee
