Holas... aki les traigo el capitulo 13 de este fics... uff ya casi no keda nada T.T ... Pues bien, espero ke les guste, quisiera agradecer a toooodas las chicas que me dejan sus reviews, en verdad se les agradece montones, ya que me dan el animo suficiente como para seguir adaptandoles no solo obras, sino que tambien escribiendo mis fics originales...

Bueno no las aburro mas con mis agradecimientos varios, y las dejo leer...

acuerdense ke ni los eprsonajes ni la historia me pertenecen...

nos vemos abajoooo

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La Hermana de Hielo.

Capitulo 13

Lo primero que hizo Kaoru fue llamar a su madre, y la encontró en pleno llanto. Cuando logró calmarla, aunque sin darle mayores explicaciones, la convenció para que la ayudara a reunir a los miembros de la Hermandad. El único lugar que parecía seguro, sin peligro de que las escucharan, era el primer piso de la confitería.

— A las dos de la tarde – añadió Kaoru antes de cortar la comunicación para comenzar a llamar a las demás.

Cuando las mujeres se reunieron en el salón de la señorita Emily, todas miraban de soslayo a Kaoru. Ella sabía que se morían por saber la verdad sobre lo sucedido la noche anterior en casa de Kenshin cuando todos lo abandonaron. Caminó hasta las mujeres que aguardaban allí, de pie.

— Anoche, descubría algo muy importante – anunció — : Jacob Fenton sabe que entramos en los campos. No estoy segura de cómo se enteró; por eso he organizado esta reunión, para que podamos discutirlo.

— Pero los guardias lo ignoran¿no es así? – preguntó Tae — . ¿Sólo Fenton lo sabe¿Se lo ha dicho a los demás¿Cómo lo descubrió?

— No conozco ninguna de esas respuestas. Lo único que sé es que está enterado de que nosotras nos disfrazamos para entrar en las minas... y ha amenazado con demandarme.

— ¿A ti? – gritó Megumi — . ¿Por qué a ti en particular¿Por qué no a todas?

Kaoru bajó la mirada.

— Tienen que ver con mi marido y el señor Fenton, pero no creo que me arresten.

— No podemos arriesgarnos a ello – afirmó Kaoru — . Tendrás que dejar de entrar a los campos.

— ¡Un momento! – exclamó la señorita Emily — . Hace mucho que Fenton debe de saberlo. No se enteró ayer y fue directamente a tu casa a amenazarte. ¿No es así, Kaoru?

Ella asintió.

— Por supuesto que no es de mi incumbencia, pero deben de haber sucedido muchas cosas anoche en la casa Himura, y es posible que la amenaza de Fenton sea parte de lo que sucedió ayer – añadió Emily.

Kaoru volvió a asentir.

— Creo que Fenton pensó que lo que hacíamos no era peligroso y por eso nos permitió la entrada a los campos. Si no me equivoco, y conozco a Jacob, se habrá reído de las tontas mujeres que se disfrazan de viejas. Yo propongo continuar con las visitas. Siento que estamos protegidas.

— ¿Y cómo piensas mantener el secreto? – preguntó Sarah — . Lo de Fenton no importa de todos modos. No le interesa mucho lo que sucede en los campos. ¿Recordáis cuando el año pasado el funcionario del sindicato apareció muerto a golpes? El veredicto oficial fue: "muerte por persona o personas desconocidas". Es obvio que Fenton sabía lo que había sucedido, pero no se ensució las manos. ¿Crees que va a juzgar a las hijas de los ciudadanos más ilustres de todo Chandler? Mi padre lo mataría con una escopeta.

— Si somos objeto de risa y contamos con la protección del mismo dueño¿para qué se necesita mantener el secreto? – peguntó Nina — . ¿Por qué no llevamos nuestros vestidos con puntillas y conducimos bonitos carruajes para repartir la comida?

— ¿Y qué minero dejará que su mujer acepte caridad de las ricas mujeres de la ciudad? – objetó la señorita Emily — . Creo que tendremos que seguir con todo como está. Kaoru, quiero que pienses en esto muy seriamente¿Crees que el señor Fenton presentará cargos contra ti a las otras mujeres?

Y arriesgarse a que se sepa que le robó todo a un bebé de sólo tres días, pensó Kaoru, y dijo:

— No, no creo que me arresten. Propongo que continuemos como siempre. Los pocos hombres que saben lo que hacemos tienen sumo interés en guardar el secreto. Si eso es todo, propongo que terminemos la reunión y nos vayamos a casa.

— Un momento – pidió Megumi — . Nina y yo tenemos algo que decir.

Megumi y Nina explicaron una idea que habían estado elaborando durante semanas. Se trataba de una revista femenina que en forma de código informaría a los mineros sobre lo que sucedía en el resto del país con respecto a la organización de los sindicatos. Mostraron algunos artículos que habían preparado a modo de ejemplo y propusieron distribuir las revistas como un obsequio a las esposas de los mineros.

Las mujeres de la Hermandad dudaron en un principio acerca de si aceptar la propuesta. Ya estaban preocupadas de que Fenton supiera la verdad.

— ¿Estamos comprometidas o no? – preguntó la señorita Emily, y entonces se pusieron a discutir el proyecto.

Horas después, el grupo se disolvió y cada una se marchó a su casa, pensando en que podía ser arrestada al igual que cualquiera de sus amigas.

— Kaoru – llamó Megumi cuando las demás salieron — . ¿Podemos hablar?

Kaoru asintió, pero no podría contarle a su hermana lo que había sucedido. Megumi se culparía otra vez por lo acontecido, y Kaoru no necesitaba más problemas por ahora.

— ¿Quieres contarme lo que sucedió anoche? – preguntó Megumi cuando estuvieron solas — . Dicen que lo abandonaste. ¿Es verdad?

— Sí – respondió Kaoru esforzándose por no llorar — . Estoy viviendo en la casa de Tomoe. La hija de Jacob.

Megumi se limitó a mirar largamente a su hermana, pero se abstuvo de hacer ningún comentario.

— Si me necesitas, estoy aquí para escucharte, pero mientras tanto necesitas algo que te mantenga ocupada. El primer número de la revista Lady Chandler tendrá que pasar por el Comité de las Minas para su aprobación y tiene que ser lo más inofensivo posible. Necesito artículos sobre cómo limpiar la ropa, cómo cuidar el cabello, cómo vestirse como una duquesa con el salario de un minero, ese tipo de cosas. Creo que harías un gran trabajo si los escribieras. ¿Puedes acompañarme a comprar una máquina de escribir? Te enseñaré a usarla esta noche.

Kaoru no había pensado en cómo emplearía su tiempo ahora que no tenía que ocuparse de Kenshin, pero si no se ponía a hacer algo, pasaría el tiempo sentada en la casa de Tomoe maldiciéndose por ser tan tonta como para amar a un hombre como Kenshin Himura.

— Sí – contestó — , quiero estar ocupada. Tengo algunas ideas sobre cómo las mujeres de los mineros podrían mejorar las cabañas donde viven y agregar un poco de belleza a sus vidas.

Megumi le dio tantas cosas que hacer a Kaoru que esta no tuvo tiempo de pensar en otra cosa. En cuanto Kaoru terminaba un artículo, Megumi ya tenía pensado otro. Tomoe se interesó tanto por la revista de Megumi que convirtió su cocina en un centro de pruebas de quitamanchas y trató de encontrar un método realmente efectivo para limpiar el terciopelo. Al final del día, toda la casa olía a amoníaco, pero Kaoru logró escribir: "Dos cucharadas de amoníaco disueltas en dos cucharadas de agua tibia sirven para quitar manchas sobre el terciopelo. Debe aplicarse con un cepillo de pelo duro". Megumi comentó que podía ponerle ese nombre a la historia principal de la revista. Tomoe sonrió complacida, pero Kaoru sabía que su hermana sólo le estaba tomando el pelo.

La escritura fue una excusa perfecta para no salir de la casa y enfrentarse al mundo. Tomoe salía a menudo, sin decir a dónde iba, pero así lograba mantener a Kaoru con toda las noticias frescas. Le informó que Kenshin se había quedado solo en su casa sin amigos ni sirvientes que lo atendieran.

— Y sin parientes. Eso debe de alegrarlo – añadió Kaoru — . Ahora puede trabajar sin interrupciones.

— No te amargues, Kaoru– repuso Tomoe — . Lamentarse por el pasado es terrible. Lo sé. ¿Qué te parece si incluyo esta receta para teñir prendas en el primer número?

— Sí, claro – contestó Kaoru con la mente ausente mientras limpiaba las teclas de su máquina de escribir. Megumi le había contado que cuando Remington creó la primera máquina de escribir, las teclas se enredaban entre sí todo el tiempo. Lo investigaron y descubrieron que las dactilógrafas eran demasiado rápidas para el mecanismo, de modo que decidieron mezclar todo el tablero y hacerlo difícil. Situaron las letras más usadas en los lugares más inaccesibles, para que las dactilógrafas tardaran más en escribir. Por casualidad, las letras de la primera línea formaron la palabra QWERTY.

Dos semanas después de que Kaoru abandonara a Kenshin, llegó el vagón ferroviario que Kenshin había encargado para Tokio, causando un gran revuelo. Con el rostro bañado en lágrimas Tokio fue a ver a Kaoru para decirle qué hombre tan maravilloso había dejado, preguntarle cómo había hecho una cosa así, y asegurarle que una mujer no era mujer si no tenía hijos, y que Kaoru sin marido es algo triste.

Kaoru logró explicar a su madre que era Kenshin quien no la quería, y no lo contrario. No era toda la verdad, pero mentiras piadosas a una madre eran aceptables.

Kaoru regresó a su máquina de escribir y trató de no pensar en el pasado.

Tokio Kamiya Saito se dirigió lentamente a la casa Himura. Se suponía que había salido a hacer compras y el señor Saito no le preguntó por qué se había vestido tan elegante para salir. Tenía que estar muy elegante porque iba a ver a Kenshin y a pedirle que dejara regresar a su hija, si es que en verdad él la había echado tal como Kaoru se lo había insinuado.

Kaoru podía ser tan rígida, pensó Tokio, tan parecida a su padre. Él podía tener un gran amigo, pero si esa persona perdía su confianza, nunca lo perdonaba. Kaoru era muy parecida a su padre. Tokio sabía que, después de lo que Sanosuke le había hecho, él había desaparecido por completo de la vida de su hija.

Y ahora tenía que hacer algo con Kenshin. Tokio sabía que Kenshin había hecho algo terrible, algo raro, monstruoso y estúpido. Pero esa era una de sus características más atractivas: era tan rudo como Kaoru era educada. Formaban una buena pareja y Tokio quería verlos juntos otra vez.

Llamó a la puerta de la enorme casa, pero nadie le respondió. La abrió y como estaba sin llave, pudo entrar sin problemas. La casa estaba vacía y fría.

Tokio pasó un dedo por la mesa del vestíbulo. Era increíble el polvo que podía juntarse en sólo dos semanas.

Llamó a Kenshin en voz alta, pero no hubo respuesta. Tokio sólo había estado en la casa en una ocasión y no conocía muy bien el camino. Le llevó bastante tiempo recorrer la planta baja y el primer piso. Cuando estaba en el dormitorio de Kenshin, se asomó a la ventana y lo vio paseando por el jardín.

Bajó la escalera corriendo y atravesó el césped crecido, a toda prisa para alcanzarlo. Lo encontró recostado contra un árbol, con la mirada perdida, fumando uno de sus exquisitos cigarros.

Kenshin se volvió cuando sintió que alguien se aproximaba.

— ¿Qué la trae por aquí esta mañana? – preguntó con tono cauteloso.

Tokio suspiró.

— Me he enterado de que se enfadó y echó a mi hija de esta casa.

— ¡Por supuesto que no! Ella me dijo... Dijo algo sobre que ya no me respetaba.

Tokio se sentó en el banco de piedra debajo del árbol.

— Algo así me temía. Kaoru es igual a su padre. ¿Podría contarme lo que sucedió? Kaoru no ha querido decirme una sola palabra. En eso también se parece a su padre.

Kenshin permaneció en silencio observando el jardín.

— Sé que es un asunto privado, y si tiene algo que ver con... bien, el dormitorio, supongo que Kaoru puede estar un tanto asustada, pero estoy segura de que si usted tiene paciencia...

— ¿Asustada, Kaoru¿Está hablando de la mujer que se casó conmigo? Ella no le tiene miedo a nada en la cama – replicó Kenshin.

Tokio estrujó los guantes con el rostro encendido.

— Entonces, ha de ser otra cosa – aguardó — . Si le preocupa que mantenga el secreto, le aseguro...

— En este pueblo nada es secreto. Quizás usted pueda entender lo que la molestó tanto, yo no lo entiendo. Sabe que yo trabajaba en los establos de Fenton¿no es verdad? Bueno, cuando trabajaba allí, no me permitían entrar a su casa, y siempre me pregunté qué se sentiría al ser dueño de una casa enorme como aquella. Y después, cuando quise casarme con Tomoe Fenton, sostuvo que yo no estaba a la altura de ella. De modo que me fui y comencé a hacer dinero. Sin embargo, en el fondo de mi mente albergaba el sueño de que algún día él vendría a comer a mi casa, que sería más grande que la suya, y que tendría a una dama sentada a la cabecera de la mesa.

A Tokio le llevó algunos minutos darse cuenta de que ese era el final de la historia y que ella tendría que imaginar el resto por su cuenta.

— Por Dios – exclamó ellas después de un momento — . ¿Quiere decir que construyó esta enorme casa y se casó con mi hija para llevar a cabo su sueño?

Kenshin no respondió.

Tokio sonrió.

— No me extraña entonces que Kaoru se fuera cuando se enteró de ello. Se debe haber sentido usada.

— ¡Usada! Ella también me usaba a mí. Se casó por mi dinero – repuso Himura.

Tokio lo miró ya sin sonrisa.

— ¿De veras¿Acaso tiene alguna idea de todo lo que hizo el señor Saito para convencerla de que no se casara con usted? En realidad fueron muchos los que le aconsejaron no hacerlo. Y en cuanto al dinero, ni ella ni Megumi tienen por qué preocuparse por ello. No son ricas, pero tienen lo suficiente para comprarse todos los vestidos que quieren.

— Considerando los que se compra Kaoru, eso es una fortuna – murmuró Kenshin.

— ¿Cree que Kaoru desea algo más, el tipo de riqueza que sólo usted puede darle? – continuó Tokio — . ¿Le parece que es una persona codiciosa?

Kenshin se sentó en el banco.

Tokio pasó un brazo sobre sus enormes hombros y le preguntó:

— ¿La echa de menos, no es así?

— Sólo la conozco desde hace algunos meses pero creo que... me he acostumbrado a ella. Más de una vez quise estrangularla por obligarme a hacer cosas que yo no quería, pero ahora... echo de menos pisar las hebillas de su cabello, echo de menos el que nos interrumpa a Aoshi y a mí cuando trabajamos. También echo de menos el béisbol con Soujiro y Yutaro. ¡Maldita! Desearía no haberla conocido nunca. Era feliz antes de conocerla y volveré a serlo. Adviértale que no la aceptaré aunque venga a pedírmelo de rodillas.

Kenshin echó a andar hacia la casa y Tokio se puso en seguida de pie, dispuesta a seguirlo.

— Kenshin, por favor, soy una mujer mayor – le dijo tratando de alcanzarlo.

— Usted no es ninguna anciana – gritó Himura sin detenerse — . Tendría que haberme quedado con las prostitutas, ellas sólo quieren mi dinero.

Tokio sólo pudo alcanzarlo cuando él ya estaba instalado en su oficina.

— Tiene que hacerla volver – le dijo.

— Claro que no. No quiero que vuelva – repuso él.

Tokio se sentó para abanicarse porque se había quedado sin aliento. Disimuladamente, se arregló el nuevo corsé, que tenía paletillas de acero.

— Si usted no tuviera esperanzas de recuperarla, estaría en un tren rumbo a otra parte – afirmó Tokio.

Kenshin se sentó en su sillón de cuero, y permaneció en silencio durante unos momentos.

— No sé cómo hacer para que Kaoru vuelva. Si no se casó conmigo por mi dinero, no sé cómo hice para ganar su corazón. ¡Mujeres! Estoy mucho mejor sin ellas – miró a Tokio a través de sus pestañas — . ¿Cree que le agradaría un presente?

— No a Kaoru – contestó ella — . Tienen la moral de su padre. Tampoco serviría pedirle disculpas ni una declaración de amor. Si hubiera una manera de hacerla regresar y darle a usted un poco de tiempo, quizá podría convencerla de que no se casó con ella sólo para vengarse del señor Fenton, a quien no debemos culpar por no permitir que su hija se casara con el mozo de cuadra de su casa.

Kenshin abrió la boca pero volvió a cerrarla. Se le encendieron los ojos y propuso:

— Existe una manera... pero, no, no funcionaría. Kaoru nunca creería que yo soy capaz de usar un método tan sucio.

— Me parece perfecto. Cuéntemelo – pidió Tokio.

Kenshin le contó su plan en tono dubitativo, pero a Tokio le pareció maravilloso.

— ¡Mujeres! – exclamó Kenshin.

Tokio se puso de pie.

— Ahora, debo irme. Oh, sí, claro, casi me olvidaba. La razón por la que vine es para decirle que llegó el vagón que usted había pedido pero que no puedo aceptarlo de ninguna manera. Es un regalo muy costoso. Tendrá que devolverlo.

— ¿Y qué diablos haría yo con un vagón pintado de rosa? Puede viajar en él.

Tokio le sonrió.

— Querido Kenshin, todos tenemos nuestros sueños; por desgracia, si se hacen realidad, a veces no san tan lindos como cuando los soñamos. Estaría aterrada de viajar.

— Entonces, estaciónelo en algún lugar y utilícelo para sus reuniones con sus amigas. ¿Está segura de que ese plan tendrá resultado con Kaoru? No sé si quiero que ella crea que soy capaz de hacer una cosa así – comentó él.

— Ella le creerá, y creo que será un buen uso para el tren. Pero usted podría hacerlo pintar de otro color y...

— Si no lo acepta se lo dejaré en la puerta de su jardín.

— Ya que me está chantajeando... – repuso Tokio con los ojos brillantes.

Kenshin gruñó cuando ella lo besó en la mejilla para despedirse.

— Presiento que todo saldrá bien ahora. Muchas gracias por el vagón, y vendrán a cenar usted y Kaoru la semana entrante a casa. Adiós.

Kenshin permaneció sentado mucho tiempo pensando sobre las mujeres en general y las damas en particular.

Kaoru tuvo que contener un bostezo mientras caminaba por la avenida Lead, tratando de terminar con las cosas que tenía que hacer antes de que comenzara a llover. Estaba cansada después de la revuelta de la noche anterior en la casa de Tomoe porque no habían podido dormir en toda la noche.

Yutaro había ido a visitar a Soujiro a la casa nueva que Aoshi había comprado. Lo invitó a ir a jugar al Béisbol con Kenshin. Y antes de que Soujiro terminara de expresar su opinión sobre Kenshin, Yutaro bajó la cabeza y se abalanzó sobre el estómago de su amigo. Pelearon durante casi treinta minutos hasta que Aoshi los encontró y logró separarlos.

Cuando Yutaro regresó a la casa de Tomoe, sostenido del cuello por Aoshi, Jacob estaba allí de visita. Y descubrió a su querido nieto cubierto de sangre seca y con el rostro todo arañado, y además, lo estaba tocando alguien relacionado con Kenshin Himura.

Comenzó otra guerra.

Tomoe, preocupada por la salud de su hijo, no se interesó en el porqué ni en el quién, pero Jacob sí. Y comenzó a atacar a Aoshi de inmediato.

— Su guerra no es conmigo – replicó Aoshi antes de irse.

Jacob comenzó a interrogar a Yutaro, y cuando se dio cuenta de que el muchacho había defendido Kenshin, la ira de Fenton no conoció fronteras. Su furia se volvió entonces hacia Tomoe y la criticó en su papel de madre

Por primera vez, Kaoru conoció el carácter de Tomoe y de inmediato comprendió por qué Kenshin la había rechazado el día de la boda, Tomoe y su padre se dijeron cosas terribles, los dos estaban fuera de control. Si Kenshin y Tomoe hubieran tratado de convivir... Kaoru prefería no pensar en lo que habría ocurrido.

Yutaro se incluyó en la pelea, sin dedicarse a colocarse del lado de su madre o del lado de lo hombres. Tomoe y Jacob comenzaron entonces a gritarle a él.

— No es así como se maneja a un Fenton – murmuró Kaoru para sí misma.

Se puso en medio del acalorado grupo.

— Yutaro – llamó con un tono de voz frío y autoritario. Sorprendidos, todos se detuvieron para mirarla.

— Yutaro, ven conmigo y te lavaré. Señor Fenton, llame a su carruaje y regrese a su casa. Más tarde podrá enviar flores para disculparse. Y tú, Tomoe, ve a tu cuarto, ponte un poco de colonia en las muñecas y acuéstate un rato hasta que te tranquilices.

Kaoru permaneció allí, de pie, con la mano extendida hacia Yutaro, hasta que Tomoe y Jacob le obedecieron. El niño entonces la tomó de la mano y la siguió hasta la cocina. Era ya grandecito para permitir que una mujer le lavara la cara y las manos, pero se quedó sentado y permitió que lo atendieran. Después de algunos minutos, comenzó a hablarle de la pelea.

— Creo que tuviste razón en defender a Himura – aseguró Kaoru.

Yutaro abrió la boca sorprendido.

— Pero pensé que usted ya no lo quería.

— Los adultos se pelean de una forma diferente de los niños. Ahora, ponte una camisa limpia e iremos juntos a visitar a Soujiro.

— Ese canalla... ¡No quiero volver a verlo! – exclamó Yutaro.

— Volverás a verlo – le dijo Kaoru inclinándose hasta quedar al mismo nivel...

— Sí, señora – respondió el niño.

Kaoru y Yutaro pasaron unas cuantas horas con Aoshi y el resto de los Himura Misao y Aoshi parecían estar en medio de una luna de miel, y Kaoru los descubrió intercambiando miradas más de una vez, cuando pensaban que nadie los veía.

Okina se llevó a los dos muchachos al jardín y los hizo trabajar arrancando malas hierbas y sacando piedras. Para cuando Kaoru y Yutaro regresaron a su casa, el jovencito estaba demasiado cansado para enfadarse con alguien y además, Soujiro y él tenían una cita el día siguiente para jugar al béisbol con los muchachos del pueblo, partido que Kaoru había organizado.

Cuando por fin pudo irse a la cama, después de escuchar tres veces las disculpas de Tomoe, Kaoru se sentía agotada. En la mesita de noche, encontró un florero con dos docenas de rosas rojas destinadas a "Lady Kaoru", de parte de Jacob Fenton.

Aún se sentía demasiado cansada cuando tuvo que correr para alcanzar el tranvía, antes de que empezara de llover.

Estaba a punto de llegar al Teatro Opera de Chandler cuando sonó un trueno que hizo temblar la tierra y Kaoru sintió que una mano la agarraba y la llevaba hacia un callejón. El grito de Kaoru quedó ahogado a causa del ruido del trueno.

— Harás que todos vengan hacia aquí si no te callas –advirtió Kenshin sin quitarle la mano de la boca — . Soy yo, y quiero hablarte un momento.

Kaoru lo miró a través de la lluvia que le bañaba el rostro.

— Es el mismo lugar donde hablamos la primera vez¿lo recuerdas? Te pregunté por qué me habías defendido de esa mujer. Esto es una especie de aniversario ¿no? – añadió Himura.

Su rostro se suavizó mientras hablaba y fue aliviando la presión sobre la boca de Kaoru. Cuando ella se vio liberada pegó un grito que habría podido despertar hasta a los muertos. Pero la lluvia ahogó el grito, y además, la gente se había refugiado bajo techo para protegerse de la lluvia.

— ¡Maldición, Kaoru! – exclamó Kenshin colocando nuevamente su mano sobre la boca de su esposa — . ¿Qué te sucede? Sólo quiero conversar contigo. Voy a quitar la mano, pero si vuelves a gritar, te lo impediré. ¿Me has comprendido bien?

Kaoru asintió, pero en el momento en que él la soltó, ella dio media vuelta y se alejó corriendo por el callejón. Kenshin estiró la mano para sujetarla y le rompió el cinturón del vestido.

Kaoru se volvió furiosa hacia él, con el vestido todo desgarrado, y exclamó:

— ¿Jamás escuchas lo que te dicen? No quiero hablar contigo. Si quisiera hacerlo, estaría viviendo contigo. Quiero irme a casa y no me importa si no vuelvo a verte nunca.

Kaoru se volvió para irse, pero Kenshin la detuvo.

— Kaoru, espera, tengo que decirte algo.

— Usa el teléfono – replicó ella sin volverse.

— Maldita perra – murmuró Kenshin con los dientes apretados — . Vas a escucharme, y no me importa lo que tenga que hacer para lograrlo.

De un manotazo logró terminar de arrancarle la falda del vestido y ambos cayeron sobre el barro. Kaoru cayó de frente y le quedó todo el rostro embarrado; Kenshin estaba encima de ella, de modo que permaneció bastante limpio.

— Quítate de encima – ordenó ella cuando logró levantar la cabeza.

Kenshin se hizo a un lado.

— Lo siento, querida, no quería lastimarte. Lo único que quiero es hablar contigo.

Kaoru se sentó pero no intentó incorporarse, y comenzó a quitarse el barro de la cara con la tela de la falda rota.

— Nunca tienes intenciones de lastimar a nadie – comentó ella — . Sólo hacer lo que te viene en gana, sin importarte quién se interponga en tu camino.

El la miraba con una sonrisa.

— Sabes que estás preciosa, incluso con todo ese barro.

Ella le devolvió una mirada dura y fría.

— ¿Qué es lo que tienes que decirme?

— Quiero que regreses a casa a vivir conmigo – contestó Kenshin.

Ella continuó limpiándose la cara.

— Por supuesto que quieres eso. Sabía que me lo pedirías. También has perdido a Aoshi¿no?

— Maldición, Kaoru¿qué quieres que haga¿qué te suplique?

— No quiero nada de ti. Lo único que deseo ahora es irme a casa y darme un baño caliente – comenzó a incorporarse, luchando con el barro y la falda rota.

— Nunca perdonas a nadie¿no? – repuso Kenshin.

— Al igual que tú no pudiste perdonar al señor Fenton. Por lo menos, yo no utilizo a los demás para obtener lo que quiero.

A pesar de la lluvia, Kaoru pudo advertir que Kenshin adquiría una expresión de enfado.

— Ya es suficiente – dijo Himura acercándose a ella y empujándola contra la pared — . Eres mi esposa y por ley me perteneces. No me importa si me amas o si me respetas o cualquier otra cosa, pero regresarás a vivir conmigo, y lo harás ahora mismo.

Kaoru lo miró con toda la dignidad de la que fue capaz.

— Gritaré durante todo el viaje hasta allí y me escaparé en la primera oportunidad – aseguró la joven.

Kenshin se inclinó sobre ella, amenazante.

— ¿Conoces la cervecería que tiene tu padrastro? Hace un año, tuvo algunos problemas de dinero y no se lo contó a nadie. Hace dos meses vendió el establecimiento a un comprador anónimo que le permitió seguir siendo el gerente.

— ¿Tú? – preguntó Kaoru apoyada contra la pared de ladrillos.

— Sí, yo. Y el mes pasado compré el Banco Nacional de Chandler. Me pregunto quién resultaría lastimado si decidiera cerrarlo.

— No lo harías – le dijo ella.

— Acabas de decirme que hago lo que quiero sin importarme quién se interpone en mi camino. Y ahora quiero que regreses de inmediato a mi casa.

— Pero¿por qué? Nunca he significado nada para ti. No he sido más que un instrumento de venganza. Otra persona en mi lugar...

Kenshin no le respondió.

— ¿Qué me dices¿Vas a sacrificarte para salvar a todo el pueblo? Claro que mi casa y mi cama serán la cruz donde te quemes.

De repente, él le tomó el mentó en su mano y le acarició la piel con la punta de los dedos.

— ¿Todavía puedo hacerte arder¿Puedo hacerte gritar de placer? – añadió él.

Inclinó la cabeza como si fuera a besarla pero se detuvo a unos milímetros de distancia.

— No te queda más remedio, Kaoru. O bien vienes conmigo a casa ahora mismo o le causaré daño a muchas personas. ¿Acaso tu moral es más importante que la comida de muchas familias?

Kaoru parpadeó para quitarse las lágrimas de los ojos, o las gotas de lluvia que le habían entrado, no estaba segura.

— Volveré a vivir contigo – replicó ella — , pero no te haces una idea de lo fría que puede ser la dama de hielo.

El no le respondió, sólo la tomó en sus brazos hasta el carruaje. Ninguno de los dos habló durante todo el trayecto hasta la mansión Himura.

Kaoru no tuvo que esforzarse mucho por permanecer fría con su marido, y sólo una vez se vio tentada de cambiar. Recordaba demasiado bien por qué él se había casado con ella y lo tonta que había sido en pensar que estaba enamorada de un hombre tan egoísta. Por lo menos Sanosuke había sido honesto cuando le había confesado lo que quería de ella.

Kaoru hacía lo mínimo indispensable para llevar la casa adelante y nada más. Contrató nuevamente a los sirvientes pero no organizó ninguna diversión, hablaba con su marido sólo cuando era necesario, y se negaba a reaccionar cuando él la tocaba; esa era la parte más difícil.

La primera noche había sido la peor. El había ido a visitarla a su dormitorio, pero Kaoru no permitió que su cuerpo la traicionara. Permaneció rígida y fría; quizá fue lo más difícil de todas su vida, pero no iba a permitirse gozar en la cama con Kenshin después de que él la había utilizado. Tampoco se echó atrás cuando él se apartó y la miró con ojos de cachorro triste.

A la mañana siguiente, él entró en su cuarto y recogió un pequeño baúl del suelo. Kaoru sabía lo que contenía pero había aguardado a que él se lo entregara. Y ahora que había vaciado su contenido de miles de dólares sobre su regazo, lo único en que ella podía pensar era en lo frías que eran todas esas joyas, tan frías como ella se sentía por dentro.

Kenshin retrocedió y esperó para ver cómo reaccionaba su esposa.

— Si intentas comprarme... – advirtió ella.

El la interrumpió.

— ¡Maldición, Kaoru¿Acaso tenía que contarte lo de Fenton antes de que nos casáramos? Ya bastante tuve que sufrir, incluso cuando quisiste cambiarme por Sagara en el altar – aguardó un momento — . ¿No vas a negarme que querías a Sagara?

— Parece que lo que yo quiero no importa. Eres un experto en conseguir lo que deseas. Querías una casa para impresionar al señor Fenton, una esposa para impresionarlo también. No importa si la casa costó varios millones y si tu esposa es un ser humano que también tiene sentimientos. Para ti todo es lo mismo. Debes salirte siempre con la tuya y pobre del que se interponga en tu camino.

Kenshin abandonó la habitación sin decir nada.

Kaoru tomó un extremo de la manta y cubrió las joyas sin echarles siquiera otro vistazo.

Se pasaba los días leyendo en la sala de lectura. Los sirvientes iban allí a hacerle preguntas, pero Kaoru permanecía sola la mayor parte del tiempo. Lo único que quería era que Kenshin comprendiera que ella no quería vivir con él y que la dejara irse.

Una semana después de su regreso, Kenshin entró furioso en su cuarto con unos papeles en la mano.

— ¿Qué diablos significa esto? – le gritó — . En la cuenta de la señora Kaoru Kamiya Himura figuran polvo para el baño, dos metros de cinta y la cuenta del teléfono.

— Supongo que como soy la única que usa el teléfono, debo pagarlo.

El se sentó frente a ella.

— Kaoru¿alguna vez he sido avaro contigo¿Alguna vez me he quejado de lo que gastas¿Alguna vez he hecho o dicho algo que te hiciera pensar que no te daría dinero?

— Me acusaste de haberme casado contigo por tu dinero – replicó ella con frialdad — . Ya que tu dinero es tan precioso para ti y no para mí, puedes guardártelo.

Kenshin estuvo a punto de decir algo, pero se arrepintió. Después de un largo rato, anunció:

— Viajaré a Denver esta noche y estaré fuera tres o cuatro días. Quiero que te quedes en casa y que no te metas en problemas tales como organizar una revuelta en las minas.

— ¿Y qué les harás a los pobres inocentes si lo hago¿Arrojarás a tres familias a la nieve?

— Por si no te habías dado cuenta, todavía estamos en verano – Kenshin se acercó a la puerta — . Todavía no me conoces muy bien¿no? Ordenaré al banco que envíen tus gasto a mi nombre. Cómprate lo que desees.

En cuanto su marido partió, Kaoru se acercó a la ventana y pensó: Tú tampoco me conoces muy bien, Himura. No podrás mantenerme encerrada en esta casa para siempre.

Tres horas después, cuando vio a Kenshin alejarse de la casa, llamó al reverendo Gensai y le pidió que le preparara el carro para el día siguiente porque la vieja Kaede visitaría las minas.

Continuara...

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Uffff... el capitulo este, me parece bien ke kaoru se las este poniendo dificil a kenshin, jajaja pues se lo merece, el muy Baka...

Gueno ke pasara con esta nueva travesura de kaoru, se metera en mas lios?... Lean el proximo capitulo

Espero sus reviews, cuidenseeeeeeeeeee

beshos para mis neechans

matta neee