Capítulo 6.
Leo estaba en el búnquer nueve engrasando las articulaciones de Festus.
Hacía dos semanas que había aceptado los avances de Apolo y aunque se hiciera el duro con el dios, en el fondo sabía que era maravilloso que alguien se preocupara por sus necesidades y se empeñara tanto en conquistarlo. Aunque esa persona sea un dios con aires de grandeza que compone unos haicus espantosos.
Giró la silla para coger un destornillador y se topó de lleno con un sonriente Apolo.
El hijo de Hefesto se puso nervioso. Siempre le pasaba cuando el dios y él estaban juntos.
-¿Vienes conmigo?
-Tengo que acabar esto.
-Esperaré.
Leo continuó su trabajo algo nervioso al principio, pero a medida que pasaban los minutos se tranquilizó.
-¿Sabes? Me pone verte trabajar.
A Leo casi se le caen los alicates que estaba utilizando.
-N no me digas esas cosas mientras trabajo.
Apolo se acercó y depositó un suave beso en el cuello del semidios.
-T tengo q que terminar aquí.
-No te lo estoy impidiendo.
Dicho eso, dejó otro beso detrás de la oreja del chico.
-S si v vuelves a hacer algo así...
-¿Me mancharás la ropa de grasa? Pues hazlo. Me encanta cuando estás sucio después de haber trabajado.
Besó y mordisqueó el lóbulo de la oreja de Leo y dijo en voz baja:
-Mmm sudado del trabajo...
El hijo de Hefesto no pudo evitar el gemido que escapó de sus labios.
-¿Te gusta esto? -Preguntó Apolo lamiéndole el cuello.
Como respuesta, el chico movió la cabeza para darle mejor acceso al dios.
-No dejes de trabajar. Ya sabes que me excita mucho verte hacerlo.
Leo casi no podía concentrarse con las cosas que Apolo le estaba haciendo.
-Ya he a acabado. -Dijo el chico unos minutos después.
-¿Entonces vienes conmigo?
él asintió.
Apolo rodeó al joven entre sus brazos y ambos desaparecieron en una luz dorada.
Leo acabó tumbado en una cama de matrimonio.
Al ver el nerviosismo del chico, Apolo dijo:
-No llegaremos hasta el final si no quieres.
El semidios se relajó.
El dios del sol se colocó sobre su amante sin aplastarlo y comenzó a besarle en los labios con suavidad.
Leo colocó una de sus manos en la espalda del dios y la otra la enredó en los cabellos dorados.
Apolo siguió besando bajando por la barbilla, llegando al cuello donde succionó dejando una pequeña marca y provocando un suave gemido de Leo.
Siguió lamiendo, mordiendo y besando hasta llegar al cuello de la camiseta naranja.
El dios le pidió permiso con los ojos al chico para poder quitársela. El consejero de la cabaña nueve asintió y con lentitud el dios fue subiendo la prenda dejando al descubierto el torso delgado y bronceado del joven.
Terminó de quitarle la camiseta y continuó besando la clabícula hacia abajo.
Leo tiró del pelo rubio para que Apolo le mirara.
El dios posó sus ojos en el semidios que tiraba con insistencia de su camiseta.
Se incorporó para que Leo pudiera quitarle la camisa y explorara con las manos su musculoso cuerpo.
Un rato después, el dios volvió a tumbarse sobre el hijo de Hefesto y continuó besándole mientras le decía lo hermoso que era.
Apolo atrapó uno de los pezones con su boca, succionó suavemente con los labios. Después utilizó los dientes y la lengua hasta conseguir que el pezón se pusiera de un tono rojo.
Dejó un camino de besos y saliba hasta llegar al otro pezón donde hizo lo mismo.
Con las manos acariciaba los costados de Leo arañando hasta dejar marcas rojas pero sin hacerle sangre.
Apolo siguió bajando, besando el ombligo hasta llegar a la cinturilla de los vaqueros. Sopló aire caliente sobre el duro miembro del semidios que movió las caderas.
Colocó los labios sobre el pantalón del chico y masageó con ellos la dureza de su amante que gemía descontroladamente.
Desabrochó los baqueros del chico y comenzó a bajarlos.
Leo levantó un poco el culo para facilitarle la tarea.
a medida que bajaba los baqueros, la boca del dios recorría el mismo camino por el interior del muslo izquierdo hasta la rodilla. Después, subía hasta el miembro todavía tapado por los calzoncillos, besaba el pene ya endurecido y bajaba por su muslo derecho hasta la rodilla.
Le quitó los zapatos, los calcetines y los baqueros. Cuando iba a seguir lo que estaba haciendo el chico negó y señaló su ropa diciendo:
-Todavía estás demasiado tapado.
Apolo se bajó despacio los pantalones dejando que Leo tocara cuanto quisiera.
El chico colocó una tímida mano sobre el dotado miembro del mayor que soltó un jadeo.
Cuando ambos estaban totalmente desnudos a escepción de los calzoncillos el dios se tumbó al lado de su amante acariciando el mienbro del chico.
Leo capturó los labios del dios acercándolo más.
Ambas caderas chocaron, los chicos quitaron las manos y gimieron cuando sintieron el miembro del otro a través de la ropa interior.
Se movieron al unísono mientras se besaban y acariciaban.
Leo se separó y a duras penas dijo:
-Q quiero q que...
Tiró de los boxers del dios hacia abajo.
Apolo ovedeció y quitó la ropa interior a su amante y también la suya propia.
El hijo de Hefesto acercó despacio la mano a la polla dura del dios y la agaró.
El dios hizo lo mismo y se dieron placer mutuamente.
Acercaron las caderas de nuevo disfrutando de lo que se sentía al estar piel contra piel.
Apolo volvió a dejar un reguero de besos, saliba y marcas hasta llegar al miembro del semidios.
Se entretuvo lamiendo el presemen que había comenzado a salir. Después con uno de sus brazos sujetó la cadera del joven para evitar que se moviera, lamió la punta del enrojecido miembro. Se lo metió despacio en la boca. Cuando lo tuvo completamente dentro, acarició con la mano libre los testículos de Leo que no era capaz de decir algo coherente.
Gemía sin parar intentando en vano mover las caderas.
Apolo movió la cabeza al ritmo que las manos que el hijo de Hefesto tenía enredadas en su pelo rubio le marcaban.
Soltó las caderas del chico para que se moviera al ritmo que él quisiera.
Leo tiró de él cuando estaba a punto de correrse pero el dios no lo permitió.
Con un largo y ronco gemido, Leo se corrió en la boca de Apolo el cual se tragó la esencia del chico como si fuera néctar.
El rubio se levantó hasta ponerse a la altura del otro chico y lo besó con fiereza dándole a probar su sabor.
-Quiero que me hagas el amor.
-¿Estás seguro Leo?
En respuesta, el semidios movió las caderas frotándose descaradamente contra el inchado miembro del dios.
-Abre las piernas y planta los pies en la cama.
El castaño ovedeció.
Apolo estimuló al chico hasta que se puso duro de nuevo.
Hizo aparecer un bote de lubricante y comenzó a prepararlo.
Primero lamió la fruncida entrada hasta que su lengua entró en la estrecha cavidad.
Leo se empujaba contra él con placer.
El dios del sol apartó la boca y huntándose los dedos de lubricante metió primero un dedo moviéndolo lentamente hasta que el semidios se acostumbró.
Cuando metió el segundo, Leo gimió de dolor. Apolo lo distrajo acariciándole el pene y pronto hacía movimientos de tijera en el interior del joven.
Cuando tres dedos se movían con facilidad, Apolo los sacó recibiendo un gemido de protesta por parte del castaño.
El dios besó a su chico y extendió una generosa cantidad de lubricante sobre su gran miembro.
Colocó la punta en la entrada del dilatado ano del semidios y se introdujo con lentitud.
-Estás tan apretado. -Gimió Apolo.
Cuando Apolo estuvo totalmente dentro del hijo de Hefesto esperó tenso hasta que se acostumbrara a la intrusión.
Unos minutos después Leo movió las caderas. Envolvió las piernas alrededor de la cintura de su amante divino y empujó.
Al principio los movimientos fueron lentos. Después aumentaron el ritmo hasta un baibén salvaje.
El semidios arañaba la espalda de Apolo. Ambos se besaban donde podían y gemían incoherencias.
Una estocada particularmente profunda hizo que Leo se corriera. Al sentir como el ano del semidios se apretaba, Apolo se corrió inmediatamente después.
Se tumbaron abrazados de lado totalmente exaustos el uno en los brazos del otro.
Se besaban con dulzura sin importarles estar llenos de saliba y semen.
-¿Vas a dormirte amor? -Preguntó Apolo tiernamente.
-No.
El dios rió bajito.
-C creo q que t te quiero.
El rubio sonrió radiante.
-Yo sé que estoy comenzando a amarte.
Después chasqueó los dedos y ambos estaban limpios.
Con otro chasquido quedaron tapados por mantas.
Abrazados y besándose se durmieron soñando el uno con el otro.
A la mañana siguiente, Apolo se despertó con una sonrisa.
Minutos después leo abría los ojos y al moverse hizo una mueca de dolor.
-Tengo que conducir el carro del sol. -Refunfuñó el dios.
-Y a mí me duele la espalda baja. -Gruñó Leo.
Apolo acarició con suavidad una de las nalgas del semidios sanándole.
El hijo de Hefesto suspiró aliviado.
Se dieron un beso profundo, se levantaron y se dirigieron a la ducha la cual duró más de lo previsto porque volvieron a hacer el amor.
Se vistieron y Apolo llevó al semidios a su cabaña.
Se despidieron con otro beso.
Leo sujetó la muñeca del dios antes de que se fuera.
-Te quiero. -Le dijo.
-Y yo a ti.
Se besaron una vez más y el dios desapareció en medio de una luz dorada.
El hijo de Hefesto se dirigió a desayunar sonriendo ampliamente.
