5- MAGIA ELEMENTAL

         Cuando despertó era aún temprano, se vistió y bajó a la desierta sala común a escribir dos cartas, una que tenía ganas de escribir, para contarle todas las novedades a Remus, y otra que no tenía ni puñetera idea de que decir. Escribió primero la del licántropo, hablándole de su felicidad al volver a Hogwarts, de su nueva y preciosa guitarra, y de todos aquellos recuerdos que le había despertado, buenos y malos, que le hacían sentirse vulnerable y sensible y a la vez fuerte y seguro, de la nueva y extraña profesora, que les iba a impertir Magia Elemental, y, sobretodo, la desagradable noticia de Snape profesor de Defensa, plasmó sus miedos a ser injustamente tratado en una asignatura para la que valía, de lo que deparaba el nuevo curso. Consiguió una larga carta de casi un metro, y la selló con el juego de lacre con sus iniciales que  le había regalado Lupin en las Navidades anteriores.

La otra carta fue mucho más compleja de escribir, aunque mucho más corta, apenas un par de líneas, no sabía que decir, ni como decirlo, no estaba acostumbrado a tratar con su tía, al menos no de ese modo, empezó a escribir titubeante, saludando con un frío "Tía Petunia", muy distinto al alegre "¡Remus!" de la anterior misiva, y continuó con su mejor tono de formalidad, diciendo, brevemente que había llegado bien, que se presentaba un curso muy interesante y que volvería a escribir la semana siguiente para que no se preocupara. Acaba de sellar el cilindro de pergamino cuando un Ron somnoliento bajó por las escaleras, ya vestido, aunque descamisado y con el nudo de la corbata mal hecho, como siempre.

         - ¡Hey! ¡Buenos días!- saludó con alegría.

         - …días-contestó Ron tapándose la boca intentado esconder un bostezo- ¿qué haces tan pronto?- se sentó a su lado.

         -Tenía que escribir a Remus y a mi tía.

         -¿A tu tía?- se sorprendió el pelirrojo, que volvía a bostezar.

         -Si, ya te contaré, ¿me acompañas a la lechucería?

         Caminaron juntos hacía allí, había bastante silencio, y casi todas las rapaces, dormían con la cabeza debajo de un ala, silbó llamando a Hedwig, que desde uno de los nichos más altos, bajó planeando para posarse en su brazo extendido, tras acariciar su espalda y la cabeza del animal, la depositó encima de una repisa para atarle los rollos de pergamino a la pata.

         -Hedwig, uno es para Remus, y el otro, para la Tía Petunia, dásela solo cuando Tío Vernon no esté en casa, ¿vale, preciosa?- la blanca lechuza le dio un picotazo cariñoso en el dedo, y alzó el vuelo, saliendo por  una de las estrechas ventanas de la habitación. Dieron media vuelta y de camino hacia el Gran Comedor, Harry le contó a Ron lo que le había dicho su tía el día que se fue de allí.

         -¿En serio?- comentó perplejo-¿Entonces…? No se Harry, es que es muy raro, que de repente se preocupe por ti.

         - No se, Ron, yo creo que es ahora, solo ahora cuando se ha dado cuenta de que soy lo único que le queda de su familia, porque todos, mis abuelos, mi madre, todos sus tíos, han muerto. Solo quedo yo.

         - Pero, solo has quedado tú desde el principio, no entiendo por qué ahora, y no antes, cuando necesitabas a alguien.

         - Porque ahora es consciente de que corro peligro. Es complicado- llegaron a la mesa, Hermione ya estaba sentada allí con un gran libro abierto del que leía ensimismada- Buenas, Hermione- saludó cuando se sentó junto a ella.

         -¿Qué? Ah, buenas, chicos- contestó distraída.

         -¿Qué lees?- preguntó Ron interesado- Si aún no hemos empezado.

         - Encontré esto en la Biblioteca sobre Magia Elemental, quería saber un poco sobre ella antes de la primera clase.

 Durante el desayuno, la Profesora McGonagall repartió los horarios. Harry miró el suyo, comenzaban a primera hora con la nueva asignatura, Magia Elemental, y por primera vez, la clase se daría a todas las casas a la vez, Gryffindors, Slytherins, Hufflepuffs, y Ravenclaws juntos en la misma aula, que por cierto era una de las más grandes del castillo, justo en la que estuvo el Espejo de Oesed, se sorprendió Harry. Comió sus cereales, y un yogur. El murmullo en el Gran Comedor era importante. Ron hablaba con Seamus Y Dean sobre los partidos de Quidditch del curso, Hermione repasaba con Neville algunas cosas de Defensa Contra las Artes Oscuras que habían visto en el ED, dejando su libro aparcado, pero la conversación general giraba en torno a la nueva profesora y como sería la asignatura. Nadie tenía muy claro lo que era la Magia Elemental, y no entendía, que se les dieran tres clases por semana, de algo, que si era elemental, se suponía que ya lo tenían dominado, ¿o no era eso?, entonces, ¿qué era?. Hermione tiró de su manga.

- ¿Qué pasa?- preguntó mientras cogía su copa de zumo de calabaza para beber un trago.

         - Vámonos, quiero coger sitio para Magia Elemental.

         - ¿Ya?- miró su reloj- pero si falta un cuarto de hora.

         -Da igual, vamos ya, no me quiero perder nada. Ron, acaba, nos vamos a clase- el aludido se atragantó con la leche y la miró con los ojos entrecerrados- Venga, que quiero sentarme delante.

         - Pero…- refunfuñó, levantándose- Eres una ansiosa, Hermione.

            Salieron hacia el aula, los pasillos aún estaban solitarios, dos alumnos de segundo de Hufflepuff corrían apresurados para desayunar. La puerta estaba entreabierta, se asomaron, la clase, anteriormente polvorienta y con los pupitres apilados contra las paredes, estaba limpia, habían distribuido quince pupitres de dos plazas en el centro de la clase, en tres filas de cinco, y en una tarima, estaba la mesa del profesor, junto a la pizarra. La luz entraba a raudales por los grandes ventanales de la pared. Entraron para sentarse, cuando se dieron cuenta de que no estaban solos, en un pupitre, al fondo, Draco Malfoy ya estaba sentado, y parecía no haberse dado cuenta de la llegada de los tres amigos, enfrascado como estaba en la lectura de un grueso volumen. Se sentaron en primera fila, y mientras comentaban de que iría todo aquello, el aula fue llenándose poco a poco de gente, las personas hablaban en grupos y algunos del ED se acercaron al trío para preguntar cuando empezarían las sesiones aquel año.

         - Pues no se, si eso cuando terminen las pruebas de Quidditch, hasta que no vea como son las clases de Snape no se que vamos a hacer en las sesiones.

         -¿Qué os parece el nombramiento de Snape, para Defensa?- preguntó Ernie intrigado, pero se tuvo que callar, porque la puerta del aula se había cerrado, y la Profesora Marx estaba de pie junto a su mesa, con una simple carpeta azul en las manos. Todos los grupos se fueron separando para sentarse en los pupitres, junto a sus amigos y compañeros de casa.

         - Buenos días a todos- algunos "buenos días" tímidos sonaron por toda el aula- Me lo han puesto difícil, mi primer día, con los mayores, espero estar a vuestra altura- su voz sonaba un poco nerviosa, pero segura, el extraño acento, mantenía su atención captada.- Bien, se perfectamente que es una faena tener una asignatura adicional en un año tan importante para vosotros como este, pero dadas las circunstancias externas, era más que necesario haceros partícipes de esta disciplina de la magia- mientras hablaba había dejado la carpeta encima de la mesa y se había sentado sobre ella- Vamos a ver, supongo que todos lo sabréis, ya que sois brujas y magos a punto de graduaros, pero, ¿alguien puede decirme qué es la magia?- la clase entera se sumió en un silencio incómodo, en siete años, nadie les había dado una definición de lo que era la magia, Harry se sintió intimidado por la felina mirada de la mujer, que iba pasando de uno en uno, buscando alguien que contestara a su pregunta, no le parecían normales unos ojos tan sorprendentemente claros en una mujer negra. La mano de Hermione se alzó de pronto, y una sonrisa mostró los relucientes blancos de la profesora- Dime, Hermione, ¿qué crees tú que es la magia?

         - Es la ciencia y arte de hacer que se produzcan cambios de acuerdo con la voluntad- respondió con velocidad su amiga, viéndose recompensada por un asentimiento de la mujer sentada sobre la mesa.

         - Correcto, la ciencia, y el arte de hacer que se produzcan cambios de acuerdo con la voluntad- repitió como saboreando las palabras- ¿Sabes de quien es esa definición tan concreta de la magia, Hermione?

         - Si, profesora, es de Aleister Crowley- el tono de voz de Hermione era un tanto orgulloso, estaba claro que nadie más de la clase conocía a aquel tipo.

         - Muy bien, me alegro de que lo conozcas. ¿Y sabes lo que es la Magia Elemental?

         - Bueno, he estado leyendo un poco, y aunque no lo tengo muy claro, sería el proceso de construcción que emplea la energía propia del brujo y del universo, además de la de los objetos procedentes de  la Naturaleza como catalizadores del cambio que desea llevar a cabo el mago.

         - Fenomenal de nuevo, pero te ha faltado algo, la Magia Elemental, también llamada Natural, intenta dar una forma nueva a las energías que ya existen, y nos permite, si sabemos como manejar los fenómenos naturales como defensa a nuestra voluntad- algunos murmullos de asombro se pudieron escuchar, incluso uno escapó de la boca de Harry, manejar las fuerzas de la Naturaleza, sonaba poderoso, sonrió levemente imaginándose convocando un tornado, por lo que estaba escuchando, le iba a gustar aquella asignatura.

- Vale, antes de empezar en serio, me gustaría hacer algunos cambios. No quiero que os sentéis siempre con vuestros amigos, o conocidos, es importante que todos os conozcáis un poco, ¡venga!- dijo ante las caras de tristeza de los alumnos- no seáis críos, se que lleváis casi siete años viéndoos todos los día, pero me apuesto algo a que siempre os habéis sentado junto a las mismas personas. No quiero fastidiaros el curso, pero tenéis que aprender a que no siempre vais a poder escoger a vuestros compañeros de trabajo, hay que aprender a trabajar con cualquiera, te caiga mejor o peor. Levantaos y poneos todos al final del aula, voy a pasar lista, los números pares, poneos a la izquierda y los impares a la derecha.

         Fue pasando lista, Abbott, Blustrode, Bones, Boot, Brocklehurst, Brown, Corner, Crabbe, Finch-Fletchey, Finnigan, Goldstein, Goyle, Granger, Greengrass, Longbottom, MacDougal, MacMillan, Malfoy, Moon, Nott, Parkinson, Patil y Patil, Perks, Potter, Smith, Thomas, Turpin, Weasley y Zabini. En dos minutos la clase estaba dividida, Harry, junto con Ron y Hermione estaban entre los impares, a la derecha del aula, enfrente Seamus les hacía caras, junto a Lavender, que miraba a Parvati con pena. La profesora escribía algo en unos papelitos en su mesa que iba metiendo en un cuenco de madera oscura.

-Y ahora, ¿qué hace?- pregunto Ron en voz baja.

- Creo que vamos atener que sacar un papel con un nombre y sentarnos junto a esa persona- le contestó Hermione en un susurro.

- ¿Todos tendremos que sacar un papel?- cuando le iban a

responder la profesora llamó a los impares.

- Formad una fila, ahora, cada uno de vosotros, los impares, extraerá un papel del cuenco, en el que hay escrito un número par, es el número del compañero con el que os sentaréis este trimestre, después de Navidad, haremos lo mismo, pero serán los pares, quienes sacarán papelito- fueron sacando uno a uno un papelito, Harry abrió el suyo, el número 18, ¿quién sería? Esperaba que fuera alguien que le cayera bien. Ron o Hermione no podían ser, porque estaban junto a él en el lado de los impares, quizá Seamus, o Lavender, o Padma, pero en el otro lado estaban casi todos los Slytherin, y rezó para que no fuera ninguno de ellos.

-Perfecto, ya tenéis cada uno el número de vuestro compañero, ahora voy a leer el nombre de cada número par y os vais sentando empezando por el pupitre de la primera fila junto a la puerta y de ahí, toda esta fila y así sucesivamente, ¿entendido?- asintieron, si todos se hubiesen llevado bien, habría sido hasta divertido, pero cada vez temía más quien podría tocarle- Dos, Millicent Blustrode- Justin Finch-Fletchey se adelantó y sonrió tímidamente a aquella mole de mujer. Se sentaron en la mesa que les había indicado la profesora, aunque la Slytherin parecía tener bastantes ganas de degollar a Justin- Cuatro, Terry Boot- Neville se adelantó sonriente, siempre le había caído bien el Ravenclaw- Seis, Lavender Brown- Brianna Moon y Lavender se juntaron en el centro del aula y se sentaron-  Ocho, Vincent Crabbe- un gemido salió de los labios de Susan Bones que temblando un poco se sentó casi sin mirar al armario ropero que le había tocado por compañero- Diez, Seamus Finnigan- la sonrisa de Dean se ensanchó y cuando llegó junto a su amigo, chocaron las manos- Doce, Gregory Goyle- Pansy torció el gesto y se adelantó con cara de asco- Catorce- se estaban acercando al dieciocho, cada vez estaba más intrigado por la identidad de su compañero- Daphne Greengrass- Ernie se acercó a su compañera- Dieciséis, Morag MacDougal- Parvati avanzó hasta la chica castaña de Slytherin.

 Dieciocho- ¡no! Por favor, ya iban por la "eme", que no fuera, por favor, que no fuera…-Draco Malfoy- un "¡mierda!" estuvo a punto de escaparse de sus labios, pero se adelantó estoicamente y se sentó en el pupitre que le tocaba, Malfoy se sentó pocos segundos después, y miró hacia el frente, clavando la mirada en la espalda de Brianna, Harry se giró para mirar a Hermione y Ron, que lo miraban entre tristes y aliviados, la profesora Marx habló desde su mesa- Veinte, Theodore Nott- Mandy Brocklehurst, una resuelta chica de Ravenclaw se sentó en el pupitre contiguo a Harry mientras el alargado Theodore Nott se separaba de su fila y se sentaba, cansinamente- Veintidós, Padma Patil- pudo ver como Ron suprimía una sonrisa entre maliciosa y tímida y avanzaba hasta su sitio, mientras la cara de Padma se contraía de rabia, nunca le perdonaría lo del baile, pensó Harry divertido- Veinticuatro, Sally- Anne Perks- Michael Corner fue el afortunado- Veintiséis, Zacharias Smith- el prefecto de Ravenclaw, Anthony Goldstein fue quien se adelantó- Veintiocho, Lisa Turpin- Parvati Patil miró con curiosidad a la morena y se sentó en el sitio que le correspondía- y por último, Blaise Zabini- Hermione, que era la única que quedaba, miró el sitio en última fila con un poco de rabia y al moreno Slytherin con curiosidad, así que le dirigió una sonrisa franca y se sentó junto a Zabini, quien para sorpresa de Harry, que estaba mirando, le devolvió tímidamente la sonrisa.

Ahora que ya estaban todos sentados en sus correspondientes sitios, la profesora comenzó a hablar del curso, que iban a aprender en sus clases, pero apenas prestó atención, no podía creer su mala suerte, no solo Snape lo iba a hundir en Defensa, sino que además, tenía que sentarse junto a Malfoy en aquella asignatura, tres días a la semana, por lo menos hasta Navidad, empezó a formarse un nudo en la boca de su estómago, iba a ser un año muy duro, predijo. Se giró a mirar a su compañero, tomando notas sobre lo que decía la profesora, pero puesto de modo que le daba ligeramente la espalda a Harry, y al ver los hombros un poco abatidos del rubio, recordó todo lo que había estado rondando su cabeza desde que lo vio en el Caldero Chorreante, el aspecto alicaído que tenía, la cara triste, de no saber hacia donde tirar, y el sentimiento de la noche anterior volvió a instalarse en su pecho, quería pensar que era curiosidad, pero sabía que no lo era, conocía perfectamente lo que era, y tenía clarísimo, que aunque no le gustara nada, era, preocupación. No lo reconocería ante nadie, pero él, Harry Potter, estaba preocupado por su enemigo del alma, por quien le había hecho la vida imposible desde que lo conocía, por el hijo del mortífago que se había burlado de él cuando Voldemort estaba a punto de matarlo, Harry Potter estaba preocupado por Draco Malfoy.

Y no era para menos, pese a que nunca se habían llevado bien, bueno, nunca se habían llevado, creía conocerlo bastante bien, sabía cuando iba a insultarlo por el brillo malicioso y divertido  de sus ojos, la sonrisa desdeñosa de medio lado significaba que estaba planeando algo contra ellos, y después de cinco años jugando al Quidditch contra él, conocía bastante bien su físico, era necesario para saber cuanto podía acelerar, cuanto tardaría en llegar hasta la snitch, no era atlético, como él, sino más bien esbelto, fibroso, pero sin llegar a estar demasiado delgado. Así que notaba perfectamente la pérdida de peso de Malfoy, y le preocupaba. Movió la cabeza para sacar esos pensamientos extraños de su cabeza y volvió a prestar atención a la clase, justo en el momento en el que sonaba la campana. Se levantó y puso la mochila encima de la mesa para guardar sus cosas. Malfoy salió solo, sin hablar ni siquiera con sus amigos. Se esperó a Ron y Hermione, y cuando fueron a salir los tres juntos del aula, chocó con la Profesora Marx.

De pronto, todo se volvió negro, y sintió que caía, la sensación de ingravidez lo mareó ligeramente, pero una mano fuerte lo cogió del brazo para que no diera con sus huesos en el suelo. Abrió los ojos y vio que no estaba junto a la puerta del aula de Magia Elemental, sino en un pasillo largo y blanco de paredes enyesadas con olor a hospital, no sabía donde estaba, ni por qué era todo tan grande, pero se sentía muy seguro, una mano grande y fuerte lo asía de la suya, haciéndolo sentirse a salvo.

- Ten cuidado, no te resbales- subió la mirada para ver quien era la mujer que hablaba, vestía una sencilla falda larga de sarga gris y una blusa blanca de cuello redondo, una rebeca de punto gris más claro, y cuando vio la cara, una cara redondeada, joven, de rasgos dulces, con el pelo castaño ondulado recogido en un moño, estuvo a punto de dar un grito, porque era, aunque muy diferente, pero seguro que era, la Profesora Marx. Lo sabía por sus ojos color miel. Escuchó su nombre en la lejanía y volvió a sentir que caía mientras su entorno se desdibujaba.

         Volvía a estar en el aula de Magia Elemental, pero sentado en el suelo, la Profesora Marx, lo cogió del brazo y lo ayudó a levantarse, miró su cara con un poco de susto, esta vez, era de nuevo la cara risueña y oscura de siempre, pero los ojos eran los mismos.

         -Ten cuidado, no vuelvas a resbalarte- asintió torpemente a la mujer, que ahora no era mucho más alta que él, sino que lo miraba directamente a los ojos. Era realmente una mujer altísima. Le sonrió y se despidió de ellos, mientras caminaba alejándose por el pasillo, miró sus pies, sandalias de cuero, totalmente planas.

         -¿Cómo te has caído Harry?- preguntó Hermione apoyándose contra la pared.

         - Pues no lo se, me he tropezado y resbalado, y he dado con el culo en el suelo, ¿por?

         - No, por saberlo, bueno, me voy, que llego tarde a Pociones- Estuvo ausente todo el día, ¿qué era lo que había visto? ¿Había sucedido de verdad? Entonces, la Profesora Marx, ¿por qué era blanca? No podía ser ella, era demasiado joven, sería su madre, pero, ¿por qué lo había visto? no recordaba ninguna experiencia de su pasado que fuera así, ¿quién era el niño entonces? La visión, ¿había sido un recuerdo suyo o de la profesora? Le dolía la cabeza y la rabadilla. No pudo dejar de pensar en ello en todo el día, estaba realmente intrigado. Pasó la comida bastante más callado que de costumbre, y después de las clases aceptó la propuesta de Hermione de ir a hacer los deberes que ya les habían puesto a la Biblioteca.

Cuando llegó la hora de acostarse, estaba realmente cansado, se había levantado temprano, y llevaba todo el día dándole vueltas a la cabeza, casi era un alivio practicar la Oclumancia, intentando vaciar su mente de toda emoción, dejándola en blanco, aunque le estaba costando más que de costumbre, prácticamente lo hacía de forma inconsciente ya, pero hoy había estado tan obcecado, que no podía, primero con su preocupación por Malfoy, que no entendía, porque, ¿cómo iba a preocuparle, si ni siquiera le importaba? ¿o si le importaba? Estaba hecho un lío, y luego la visión sobre la Profesora Marx y un niño, que era él. No entendía nada, bueno, quizá había sido una casualidad, esperaba sinceramente que no le volviera a pasar.

Mientras intentaba vaciar su mente, aparecieron en su cabeza las caras de Ron y Hermione, ¿debía contárselo? Lo de Malfoy no, nunca. Lo de Marx, ¿debía contarles lo de Marx? Pegó un puñetazo de frustración contra la almohada, y pensando que no se dormiría nunca, se durmió.

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         Se despertó sudando, ¡mierda!, otro de esos malditos sueños, ¿por qué no podía evitarlos? ¿por qué su subconsciente negaba todo aquello de lo que se había logrado convencer durante el día? Necesitaba una ducha fría urgente. Miró a su alrededor, sus compañeros aún no se habían despertado, así que con sigilo se levantó, buscando con los pies en el suelo helado sus cómodas zapatillas, y entró en el baño. Abrió el grifo y metió la cabeza bajo el chorro, notando como el agua congelada despertaba sus nervios, y renovaba su energía, además de tranquilizarlo en otros sentidos.

Era extraño, pero prefería aquel tormento que le erizaba la piel y le cortaba la respiración a dejarse llevar por la siempre placentera masturbación. Sentía que cuando se masturbara pensando en un hombre, sería el fin, aunque nunca le habían gustado las mujeres, creía que se le acabaría pasando si no se dejaba llevar, mantenía un pulso contra su cuerpo y su corazón, que lo estaba agotando, pero seguiría adelante, estaba convencido de que podría "curarse", aunque no se sentía enfermo y eso lo desconcertaba, ¿estaba realmente enfermo? ¿aquello que sentía era una enfermedad?, ¿era malo?, y si no lo era ¿por qué todos lo rechazaban? Estaba hecho un lío, y lo odiaba.

Se envolvió una toalla a su delgada cintura y volvió a la habitación, todos seguían durmiendo, debía ser bastante pronto. Consultó el bonito reloj de platino que le había regalado su madre cuando cumplió los diecisiete años, si, era muy pronto, las siete de la mañana. Extrañamente, tenia hambre, así que aprovechó la situación y subió a desayunar. El Gran Comedor estaba bastante vacío, solo algunos profesores, y pocos alumnos ya estaban sentados. Sabiéndose prácticamente solo, se sintió un poco más confiado consigo mismo y se sirvió una taza de café a la que añadió crema de leche y bastante azúcar, sentía que estaba asesinando al pobre café, lo prefería amargo, pero debía meterse calorías en el cuerpo, estaba demasiado delgado, y debía mejorarlo. Abrió un croissant y lo untó con mantequilla y mermelada de naranja amarga. Se lo comió, notando apenas el sabor, al tiempo que bebía un largo trago de café.

La gente empezó a bajar a desayunar, cuando iba a empezar con el salado, era extraño, pero odiaba quedarse con sabor dulce en la boca, así que después del dulce, bebía agua y comía algo salado. Se sirvió unos huevos revueltos y queso y con la cabeza baja, intentó hacer caso omiso de las miradas que sentía clavadas en su rubia cabeza. Se estaba volviendo paranoico, no sabía si realmente lo estaban mirando, pero era lo que sentía, que todos lo miraban y hablaban de él, se sintió abrumado por el creciente murmullo, así que tras recoger el horario que le tendió el profesor Snape, salió hacia el aula de Magia Elemental, una vez, en primer año había estado allí, y había un espejo en el centro del aula polvorienta, un espejo que se llamaba Oesed, o al menos eso ponía, se había mirado en el espejo, y había visto a su padre junto a él, tomándolo por los hombros y sonriéndole orgulloso.

¿Qué mostraría aquel espejo? Por que el futuro, ahora estaba claro que no era, había hecho multitud de cosas creyendo que conseguiría el respeto y el cariño de Lucius. Delató a Potter y sus amigos con lo del dragón del semi-gigante, exageró su lesión del hipogrifo, para darle la oportunidad a Lucius de que despidieran a Hagrid y que se sintiera feliz, formó parte de la Brigada Inquisitorial, cuando no sentía ningún deseo de hacerlo, estudió despellejándose los codos para ser el mejor,  entrenó de forma brutal para conseguir ganarle a Potter en un partido de Quidditch, incluso se estuvo entrenando para ser mortífago durante casi tres años. Hasta que comprendió que no hacía nada de aquello porque creyera en ello, sólo lo hacía para conseguir contentar a Lucius, y nunca lo conseguiría.

Había estado viviendo seis años con las esperanzas puestas en aquella visión a media noche hacía tanto tiempo, y todo había sido mentira, si hubiera tenido el maldito espejo delante lo hubiese pateado hasta hacerse sangrar los pies si hacía falta quería destrozarlo, pulverizarlo, no le importaba sentir dolor.  Entró en el aula vacía, lleno de rabia contenida y se sentó en el pupitre más alejado de la puerta y sacó el libro de Pociones Avanzadas de la mochila, era su siguiente clase, y así podría distraerse hasta que empezara aquella clase tan particular, tenía mucha curiosidad por aquella muggle que les iba a enseñar algo tan antiguo y poderoso como la Magia Elemental, como lo haría, era algo que pronto se vería.

Realmente no estaba leyendo, únicamente miraba un punto en la página mientras pensaba en cómo había llegado al punto en el que estaba. Había pasado de ser el líder de Slytherin, el cabecilla de los futuros mortífagos, uno de los solteros más codiciados por las mujeres del mundo mágico, y el heredero de una inmensa fortuna, a ser un desertor, desheredado y homosexual. No tenía ni idea de cómo iba a hacer para salir adelante, para sobrevivir. Lamentaba no haber hablado con su madre antes de irse, y compartir con ella aquello nuevo que sentía y que le aterrorizaba sentir. Sabía que su madre no se lo tomaría como el resto, por muy mal que le pareciera, sabía que lo abrazaría, lo consolaría y sentiría que todo estaba bien.

Escuchó voces por el pasillo, pudo reconocer a Weasel y Granger, la otra voz grave y calmada no le sonaba, pero supuso que era Potter, y efectivamente, cinco segundos después entraban por la puerta del aula, y al verlo se callaron, fingió no darse cuenta de su entrada, como si estuviera muy concentrado en el libro, debía decir algo hiriente, meterse con ellos, fingir que era el mismo de siempre, pero no le salían las palabras, tenía la voz de Potter cantando en el tren clavada en el corazón, era como si un imán lo arrastrase hacia él. Lo que le faltaba, sentirse atraído por Potter, con lo estúpido y engreído que era, le hervía la sangre de ira al pensar en él. Calma, Draco, cualquiera con buena voz puede cantar una canción bonita. Solo es eso, que te impactó.

Por suerte para él la clase se fue llenando de gente, compañeros de todas las casas iban entrando, y se dio cuenta del sesgo que existía, mientras que los otros alumnos de las otras tres casas estaban mezclados,  en varios grupos, comentando, riendo, haciéndose bromas, sus compañeros de casa, estaban al fondo del aula, lo habían ido rodeando, agrupados en torno al que aún estaba al frente del pelotón, odiaba pensarlo así, pero tras tres años de entrenamiento, prácticamente militar, no podía evitarlo, estaba implantado en su cerebro. Se aislaban del resto, creyéndose superiores, pero su propio aislamiento era lo que los hacía más vulnerables.

Se hizo el silencio y notó como la gente se iba sentando, levantó la vista, y en frente de la clase, de pie sobre la tarima estaba la Profesora Marx ¿cuánto tiempo tardarían los alumnos en darse cuenta de que era muggle? ¿Cómo lo tomarían? Sabía que harían los de su casa, o al menos lo temía, intentarían hacerle la vida imposible, boicotearle las clases, todo lo posible para extirpar aquel ser extraño de su mundo. Un ser que era inferior, según su creencia, que no se merecía vivir. La mujer comenzó a hablar con su extraño acento, un poco gutural, como si le costara pronunciar algunas letras, pero aún así hablaba con fluidez, su tono era alegre, confiado, seguro, le agradaba aquella mujer, no podía decir por qué, igual por lo que le había dicho el profesor Snape, pero aquella mujer le inspiraba confianza.

Les preguntó si sabían lo que era la magia y Granger contestó a la pregunta, algo harto habitual, la sangre sucia siempre lo sabía todo. Lo que le extrañó fue que conociera a Aleister Crowley, cuando él mismo tenía una ligera, muy ligera idea de quien era. Explicó lo que era la Magia Elemental, él sabía de oídas (había escuchado tras la puerta del despacho de Lucius en una ocasión y hablaban de ello) lo poderosa que era aquella disciplina mágica, el poder protector que tenía, quien la supiera manejar, respetando un estricto código ético, era prácticamente invencible, quien lo infringiera, estaba condenado a morir. Una asignatura que se la iba a impartir una muggle, lo que quería decir que era una magia universal, más antigua que la propia vida, y eso le atraía.

Los hizo ponerse al fondo del aula mientras pasaba lista, iba a sentarlos de forma aleatoria para que aprendieran a trabajar codo con codo con quien fuera, no era mala idea, si no fuera porque casi todos los que estaban allí le odiaban, es más, él odiaba a casi todos los que estaban allí, aunque odiar era una palabra demasiado fuerte, sería mejor decir que no los tragaba. Esperó pacientemente mientras todos los números impares sacaban su papel y se preguntó a quien le habría tocado su número, el 18. La profesora fue diciendo uno por uno los números pares y a quien correspondían, esperaba fervientemente que no le tocara con Pansy, pero cuando vio quien le había tocado, sintió que el mundo se le caía a los pies, ¡POTTER!, no podía ser otro, ¿verdad? No, él, el niño dorado, favorito de Dumbledore y salvador del mundo mágico.

Ni siquiera lo miró se sentó en el lugar que le tocaba y sacó un pergamino dispuesto a concentrarse en la clase, cuando estuvieron todos sentados, ella les sonrió, y comenzó a impartir su clase.

- Bueno, ya estáis todos sentados con vuestros compañeros para todo el primer trimestre, vamos a empezar de verdad. Ya hemos comentado antes, más exactamente Hermione, lo que era la Magia Elemental, ahora que sabemos todos lo que es, anotad por favor el objetivo del curso: Empleo- hablaba despacio para que todos pudiesen copiar lo que iba diciendo-de… las…fuerzas… de…la…Naturaleza…para…construir…hechizos… que… nos… beneficien… o… dominio… de… los… elementos… para… nuestra… defensa. ¿Lo tenéis todos?

Bueno, de momento la cosa no iba mal, la clase estaba en silencio, y ella continuaba hablando, sabía que Potter lo estaba mirando, pero se giró un poco más hacia la derecha, dándole ligeramente la espalda y continuó tomando sus notas- ¿De que partimos para alcanzar nuestro objetivo? Todo ser humano, tanto mágico como muggle, posee un potencial energético interno que se nutre de las energías elementales, Tierra, Aire, Fuego y Agua, dependiendo de unas características iniciales, que decide el momento del nacimiento del ser, ¿sabéis lo que son las cartas astrales, no? Supongo que los que habéis dado Adivinación, habéis aprendido a trazarlas con Sybill. Estupendo- ¿Cómo que todos los seres humanos nacíamos con un potencial energético? ¿en qué se diferenciaba nuestra magia? ¿por qué unos éramos magos y otros no?- ¿Cómo vamos a lograr nuestro ambicioso objetivo? Estudiando las características físico-oníricas de cada uno de los elementos, así como su mundo astral, aprendiendo el reglamento ético que rige la Magia Elemental, respetándolo,  esto es muy importante, y teniendo plena confianza en nuestro propio poder. ¿Entendido?

Continuó hablando sobre lo que íbamos a estudiar durante el curso, cómo se había programado las clases, y cómo nos iba a evaluar- Por suerte para vosotros, esta asignatura no entra para los exámenes del EXTASIS, eso si, para poder hacerlos, tendréis que haberla aprobado, además, para que vuestro trabajo en mi asignatura no sea en balde, y dado la importancia que tiene el dominio de este tipo de magia, nos hemos reunido el Director y yo con el Tribunal de Exámenes Mágicos y hemos llegado a un acuerdo que estoy segura de que os beneficiará, si trabajáis, obviamente- ¿Nuestro trabajo en su clase iba a influir en otras asignaturas? ¿Cómo?

- El acuerdo dice que cada punto por encima del cinco que obtengáis en mi examen, os subirá un grado en vuestros EXTASIS que tengáis aprobados, por debajo del Extraordinario. Creo que es una medida justa que recompensará vuestro trabajo en mi clase, que os digo desde ya que va a ser duro, no solo vamos a dar mucha teoría, sino que además lo aplicaremos a la práctica y necesita muchas horas de trabajo extra fuera de clase, hablaremos de todo eso el miércoles, cuando empezaremos lo que es el curso, propiamente dicho- el timbre interrumpió sus palabras- Bueno, hemos terminado por hoy, podéis iros.

Salí de allí lo más rápido que pude, el tiempo estaba justo para llegar a Pociones Avanzadas, y el aula estaba justo en la otra punta del castillo, Potter se quedó recogiendo sus cosas, la verdad es que me ponía malo tenerlo al lado, con su cuerpo trabajado de jugador de Quidditch, nada delgado, pero sin ser demasiado robusto, con ese olor a madera y a hierba, que parecía recién llegado de revolcarse por el campo. ¿En qué estaba pensando? Era Potter, ¡por Merlín! Solo estoy nervioso por todo lo que me está pasando, necesito salir a volar un rato, despejarme, dejar que las cosas se encaucen, y todo volverá a la normalidad, volveré a estar bien, como siempre, y cuando los vea, en lugar de sentir ganas de salir corriendo, volveré a notar ese cosquilleo malicioso, mi cerebro hirviendo de frases malévolas. Respiró profundamente y continuó un poco más calmado el camino, si, todo acabaría por salir bien, o al menos, quería creerlo así.

- ¡Draco! Espera un momento- se giró para ver quien lo llamaba por su nombre, Zabini se acercaba a él a aso rápido con algo en la mano- Se te ha caído esto- le tendió los apuntes que había tomado en la clase anterior, y lo miró con un poco de temor, siempre había sido así, de hecho, estaba casi seguro de que nunca había trabado conversación con Blaise, este era un buen momento.

- Vaya, gracias Blaise, no me había dado cuenta. ¿Tienes Pociones?-  asintió brevemente, un poco alucinado del cordial trato de Draco, cuando en toda su vida solo le había hablado dos veces- Pues vamos, ¿qué tal todo?. ¿el verano bien?

-Si gracias, en casa, con mis padres y mi hermana pequeña- notaba como su compañero trataba de ser cordial aún estando tan cohibido.

- Oye, Blaise, que no me como a nadie, somos compañeros desde hace siete años, no me hables como si fuese el ministro, por favor- rogó, le apetecía entablar amistad con alguien en cuya vida el Señor Tenebroso no fuera alguien que podía ser invitado a comer.

- Es que… -lo miró a los ojos- Yo no soy uno de los vuestros Draco, no quiero formar parte de….- Draco comprendió su cautela, Zabini pensaba que estaba intentando captarlo para su ejército.

- No estoy intentando convertirte en nada, sólo quería hablar contigo, la verdad- y no pudo más y comenzó a sincerarse con su compañero, estaba harto, y necesitaba decirlo, solo poniendo en palabras lo que había hecho, solo entonces se lo creería- Blaise, estoy muy cansado de todo lo que he sido. Me he ido de casa, y no puedo volver. Nunca hemos dicho nada delante de ti, pero no eres tonto y sabes perfectamente en qué estábamos metidos. ¿Te haces una idea de la tontería que he hecho? He renunciado a todo por principios, y me he quedado solo.

- No estás solo- Blaise apoyó una mano en su brazo, no se había equivocado al confiar en él, los alumnos de aquella clase fueron llegando, eran en su mayoría Slytherin, Morag, Pansy, Theodore y ellos dos. Vince y Greg no habían logrado el Extraordinario. El resto eran Ravenclaws, algún que otro Gryffindor, Granger entre ellos y dos Hufflepuffs. La puerta de la mazmorra se abrió y entraron en el aula, el profesor, como siempre los esperaba tras su mesa. Se sentó junto a Blaise por primera vez en una clase, sabiendo que sus compañeros sospecharían algo raro de su nueva amistad, él no iba a decirles nada, pero dejaría claro que ya no formaba parte de aquel grupo siniestro. La clase transcurrió sin problemas, era difícil que los hubiera, eran los mejores en Pociones de su curso, obtuvieron algunos puntos para Slytherin y salieron de allí con poca tarea. Una clase perfecta, podría decir.

El resto del día transcurrió sin sobresaltos, asistió al resto de sus clases y trabajó en la Biblioteca, el momento más duro fue la comida, realmente le costaba un tremendo esfuerzo comer delante de tanta gente, cada bocado que tragaba, era un acto consciente de su cuerpo para no volverse anoréxico. No es que lo fuera, porque no se veía gordo, y no estaba preocupado por su físico, bueno, si, pero no estaba obsesionado con el peso. Pero temía llegar a un punto en el que no pudiera comer, de hecho, cada día que pasaba le costaba más, el nuco en su garganta lo volvía loco, y tenía angustia durante todo el día. Se sentía asqueado por sentirse así, era algo muy complejo. Se sentía mal por sentirse mal, un sentimiento curioso.

Se levantó de la mesa y salió a pasera un rato por las afueras del castillo, la orilla del lago, el campo de Quidditch, estaba todo tan solitario, que por fin se sintió seguro desde que había llegado, se había pasado el verano tan absolutamente solo, que el estar rodeando de gente lo ponía nervioso, se sentía tan expuesto, tan vulnerable, le daba la impresión de que todos podían ver lo que estaba pensando, o sintiendo, y esperaba fervientemente que no fuera así. ¿Y si no podía evitar sentirse atraído por un hombre? ¿Qué diría la gente? Nunca podría ser feliz con nadie, le habían condenado a la soledad, ya que nunca tendría las agallas de declararse a un chico, por temor al rechazo, a la burla, a la exposición.

Odiaba todo lo que le estaba pasando y sintió la familiar quemazón de las lágrimas en la garganta y en los ojos, pero no lloraría, no podía permitirse esa debilidad, ya se estaba dejando llevar demasiado. Así que una vez más, cerró con fuerza los ojos y tragó saliva, respiró profundamente, y supo que había pasado el peligro, por el momento. Lo más triste, es que sabía que volverían, una y otra vez, mortificándolo durante toda su vida. Ante esa perspectiva, vio el lago con esperanza, si se lo tragaran las profundidades….

No lo iba a permitir, quizá no hubiera nacido para ser un líder, ni para ser un soldado de ningún ejército, pero no era cobarde, no se dejaría vencer, por más desesperado que se sintiera, por más solo que estuviera, sobreviviría. Saldría adelante, fuera como fuera, lo conseguiría, era capaz de eso y mucho y más.

Cuando aquella noche se acostó, supo que lo difícil que le iba a ser mantener la decisión que había tomado, que la vida se le presentaba como una larga pendiente cuesta arriba casi vertical, llena de obstáculos y de trampas, que debía escalar con las manos y los pies desnudos. No sabía que habría en la cima de la montaña, ni si valdría la pena alcanzarla, ni si una vez arriba debería continuar, no tenía ni idea, pero subiría aquella montaña, por más esfuerzo que le costase, por más sangre que derramase en el camino, debía alcanzar el punto más alto, y una vez allí, ya vería lo que haría, pero debía lograrlo. Le iba la vida en ello.