Bueno, advertencias, más bien puntualizaciones: en este capítulo, la Profesora Marx habla en Swahili, con alguien, las traducciones están al final del todo. El swahili está en plan indio (yo saber…) pero con los recursos que cuento (diccionario de swahili-inglés) lo chungo que es el idioma y mis escasos conocimientos, pues es lo máximo que he podido hacer, si alguien domina el idioma, y quiere ponerse en contacto conmigo, para ayudarme, o reñirme, maravilloso. También hay slash, explícito, así que, ya sabes, si no te gusta…, lo pasas rápido con el cursor o no sigas leyendo.

6- SNAPE, LEONES, Y OTROS ANIMALES

La mañana empezaba bien. Tenían hoy la primera clase de Defensa con Snape, pero se había levantado fresco y optimista, además de muerto de hambre, ya se preocuparía cuando llegara el momento. Se sentó en la mesa para desayunar y se sirvió un gran bol de cereales, la noche anterior había sido el primer entrenamiento de Quidditch, y además, había reanudado sus clases de lucha muggle con Kingsley que lo había dejado destrozado. Se había acostado casi a las dos de la mañana y por eso necesitaba meterse combustible, así que se hizo un par de bocadillos de queso y jamón, comió tortitas y zumo de calabaza. Hermione lo miraba divertida.

- Harry, ¿Dónde te metes todo lo que comes?- le preguntó.

- No lo sé- contestó tras tragar- tengo hambre- y continuó a lo suyo, pero pronto se vio interrumpido por la llegada de las lechuzas con el correo. Hedwig llegó hasta él, hacía tres días que se había marchado con las cartas para Remus y Tía Petunia, y volvía con un pergamino enrollado, un paquete, y un sobre. Iba a abrir el sobre, de su tía, cuando un águila real de color cobre planeó sobre su cabeza y le tendió la pata con un rollo de pergamino atado. Su corazón dio un vuelco al reconocer la elegante caligrafía de Jason, un nudo en su estómago comenzó a formarse de anticipación, nunca hubiera pensado que fuera a ponerse en contacto con él. Deshizo el lazo de la pata del águila y le dio una salchicha, que el animal cogió con el pico y alzó el vuelo, agarró todo su correo y se levantó, murmurando una disculpa. Corrió hasta una esquina apartada, se dejó caer al suelo y rompió el lacre que sellaba el pergamino, lo desenrolló y comenzó a leer:

Hola Harry, ¿cómo estás? Espero que esta carta te llegue, llevo todo el verano intentando ponerme en contacto contigo, pero Cosmos siempre volvía con mi carta en el pico.

Sé lo que vas a pensar cuando leas esto "¿Pero no decía que cada uno por su lado?" No me malinterpretes, no estoy enamorado de ti, nunca lo estuve, al igual que tú tampoco sentiste nunca nada hacia mi, pero me atraes, Harry, más de lo que nunca me he atraído nadie, me enseñaste más cosas de las que en un principio pude imaginar. Me gustaría que quedásemos de vez en cuando, en honor a los viejos tiempos, cuando vayas a ir a Hogsmeade, dímelo y nos veremos.

¿Sabes que fue lo mejor de nuestra relación? Que nunca hubo amor, solo fue sexo, y eso era lo genial, porque nadie sufrió con la despedida, aunque ahora seas el rey de mis momentos de "onanismo", tú ya me entiendes.

Todas las noches vienes a mi cama y me haces temblar, ¿voy yo a tu cama algún día? Quiero pensar que si. Echo de menos nuestros encuentros en el vestuario, en cualquier pasillo, en la Torre de Astronomía, en mi cama, y a veces, en la tuya. Eres increíblemente especial Harry, nunca nadie me ha hecho sentir lo mismo que tú. Tus caricias estaban prohibidas, por eso eran tan geniales, por eso cuando te tocaba, era como encender un cohete. Tu piel es como una droga para mí.

Me muero por volver a sentir tus manos recorriendo mi cuerpo, tus labios rozando mi piel, mi…. Bueno, ya quedaremos para rememorar.

Un beso fuerte: Jason

Releyó la carta, no se podía creer que se hubiera puesto en contacto con él, por supuesto que quedarían. Cerró los ojos recordando su primer encuentro

FLASHBACK

"Llevaba varios días observándolo, no sabía por qué, pero el nuevo cazador de Gryffindor le parecía fascinante, cómo se movía, cómo hablaba, todo de él le fascinaba. En parte estaba confuso, se sentía atraído por un chico, porque se sentía atraído, de eso no tenía duda. Sencillamente, no podía dejar de mirarlo, y a juzgar por las miradas que le lanzaba el chico, tampoco le era exactamente indiferente. Una tarde, las miradas habían sido bastante intensas durante el entrenamiento. Los ojos azul oscuro del nuevo cazador de Gryffindor, lo atraían como un imán, y no podía apartar la mirada, de hecho, lo había pillado unas cuantas veces. No podía concentrarse en la snitch, así que pidió perdón y dio por finalizado el entrenamiento.

Dio unas cuantas vueltas en su Saeta de fuego, a ver si conseguía despejarse, poner en orden sus ideas. E viento en la cara, por primera vez, no le servía para nada. Le gustaba un chico, vale, hasta ahí, todo claro, y mucho, le gustaba mucho. ¿Qué iba a hacer? Pero también le gustaban las chicas, entonces, ¿era gay o no? No era la primera vez que pensaba en ello, desde siempre había tenido esa duda, toda la vida, había sentido cierta curiosidad hacia los chicos, y no precisamente amistosa, de hecho, se había fijado en Jason nada más entrar en Hogwarts, pero apenas habían hablado. Luego le gustó Cho, y pensó que se le había pasado, que solo había sido eso, curiosidad. Y entonces, Jason entró en el equipo, la llamita de la duda se encendió de nuevo ¿era gay o no? Volvió a repetirse, ¿Chicos o chicas? ¿Los dos? Le estaba empezando a doler la cabeza, ¿y qué debía hacer con Jason? Llevaba días soñando con él, sobretodo despierto, ¿pasar de lo que sentía? ¿O intentar acercarse a él? ¿Y si no era correspondido? Se arriesgaba a la burla, al rechazo, pero ¿y si era correspondido? Podía ser genial, además, Jason también lo había mirado, claro que, era el capitán, tenía que mirarlo para ver si les indicaba algo, entonces, ¿qué haría? Podía ver el suelo bajo sus pies, el colegio se erguía frente a él, y por primera vez desde que se había subido a una escoba no había dejado los problemas abajo.

Descendió en picado, y cuando tocó con los pies en el suelo, estaba decidido a pasar de Jason, a fingir que nunca había pasado nada. Cogió la caja con las pelotas con las que habían entrenado y las llevó al despacho de la Señora Hooch.

Cuando entró en el vestuario, él estaba de pie apoyado en la pared, sólo con una toalla enrollada en sus caderas. Las gotas de agua resbalaban por su torso moreno y fibroso. Levantó la mirada despacio, paseándola por todo su cuerpo y la clavó en los ojos verdes de Harry, sintiendo que se ruborizaba, pero no podía apartar la mirada, así que saludó con un trémulo "Jason".

- Hola…Harry- pronunció lentamente, acercándose a él- ¿Por qué no me has quitado el ojo de encima, durante todo el entrenamiento?

- ¿Qué? Yo…Yo…No…No te he estado mirando- balbuceó, le ardía la cara, el chico lo estaba provocando, posiblemente para después burlarse de él, no podía dejar que eso pasara.

- Vamos, Harry- ladeó la cabeza, y le puso la mano en el hombro, Harry comenzó a temblar- Sé que me has estado mirando- ahora estaban mucho más cerca, casi se tocaban- Porque yo también te he estado mirando- susurró prácticamente en sus labios. Harry dejó escapar un jadeo. ¿Pasar de Jason? Estaba siendo muy convincente. Todo su plan de distracción se fue por el caño cuando los labios del cazador besaron suavemente los suyos. No pudo resistirse, y respondió al beso. Era tan diferente a Cho, recordó. Ahora sentía un temblor en el estómago y su respiración estaba mucho más acelerada. Y Jason parecía mucho más contento de lo que nunca había estado Cho.

Las manos de Jason subieron por sus brazos y desabrocharon la túnica, que cayó al suelo, Harry no reaccionaba, simplemente se dejaba hacer, estaba demasiado confuso, no sabía que pensar, aquello le estaba gustando, y mucho. Pronto fueron los pantalones los que desaparecieron y se quedó en boxers y camiseta interior. Estaba muy excitado, y notaba que Jason también lo estaba, el cazador mordisqueaba, lamía, succionaba, el cuello y los labios de Harry, que no podía dejar de gemir.

Jason se apartó de él para quitarle la camiseta, y Harry lo miró, el brillo de duda que vio en los ojos del chico lo envalentonó y comenzó a mostrarse más activo. Acarició, palpó y pellizcó el torso que tenía delante, mientras besaba los labios jugosos, poco a poco, el encuentro se volvió más violento, y el corpulento cazador, acabó con las piernas de Harry enlazadas a su cintura, contra la pared de las duchas. Harry no podía estar más nervioso, nunca había tenido relaciones sexuales, y menos, con alguien de su mismo sexo, pero se sentía cómodo y a gusto, así que, se dejó llevar.

Posiblemente Jason imaginara la falta de experiencia de Harry, porque lo bajó al suelo, y mientras besaba su cuello, y acariciaba su cintura, le preguntó:

- ¿Estás seguro de esto?

- Si…No, bueno…No lo sé…Sí, - jadeó- sólo no me hagas mucho daño, yo…Nunca... - las manos del cazador se estaban acercando a su zona "sensible", que estaba bastante emocionada.

- No te preocupes, no te dolerá, me encargaré de ello- abandonó su cuello y fue bajando, trazando el camino con la lengua hasta que quedó de rodillas, con los dientes y las manos le bajó los boxers, dejando en libertad el sexo palpitante de Harry, lo besó y lamió, para después introducirlo en su boca. Se sentía morir, era como, si de repente, no existiera el suelo, lo único que lo unía a la tierra era la boca de Jason en su pene, sabía que iba a llegar pronto al final, y llegó. Con un gemido ahogado, alcanzó el primer orgasmo de su vida, que no habían provocado ni él, ni su imaginación.

Sabía que Jason sonreía, no podía verle la cara, pero lo sentía. De nuevo, unas manos comenzaron a recorrerlo de arriba abajo y la toalla del cazador cayó al suelo, no pudo evitar una exclamación de asombro ¿Dónde guardaba Jason todo aquello? Y un temor comenzó a asolarlo, ¿se lo tenía que meter entero por…? Pero las expertas manos del chico, así como sus labios besando el punto concreto en el momento concreto, lo fueron relajando.

Sin saber cómo, acabaron tumbados sobre unas toallas en el suelo, Jason a horcajadas, encima de él, lo besaba con urgencia, sus erecciones se frotaban, Harry esperaba con impaciencia el final de aquello. Si había sido tan genial solo el principio, ¿cómo sería el final? Ahora no tenía tiempo para arrepentimientos y lamentaciones, eso ya vendría después. El cazador, le hizo darse la vuelta, y mientras acariciaba sus muslos, introdujo un dedo húmedo en su abertura, Harry se retorció ante el toque, no era algo agradable, pero tampoco le hacía daño, era simplemente raro. Jason comenzó a mover el dedo, preparándolo, ya se había acostumbrado a la caricia, estaba empezando a resultarle muy placentera, cuando Jason introdujo un segundo dedo, dio un respingo de sorpresa, pero se relajó, ya sabía de que iba la cosa, y al cabo de diez minutos, estaba más que listo.

Cuando Jason comenzó a introducir su pene en él, no pudo evitar un jadeo de impaciencia, se sintió incómodo al principio, cómo si algo le estuviese perforando, sin embargo, ya se había acostumbrado a la presencia de algo dentro de su cuerpo, las manos de Jason viajaban por todo su cuerpo, le mordía la oreja, le soplaba en el oído, le lamía el cuello, un pellizco en el pezón, una mano sujetando su cadera, algo que cubría su pene, y lo masturbaba. El roce en su espalda del torso de Jason, de su pubis, lo volvían loco. No sabía si era gay, bisexual, o un babuino, en aquel momento, le hubiese dado igual ser el mismísimo Voldemort, sólo era consciente del cuerpo tras él, del peso cálido que sentía en su interior, de las manos que lo acariciaban y masturbaban, de los labios que lo mordían, besaban y lamían. Y volvió al orgasmo, a la vez que Jason.

- Creo que voy a tener que ducharme de nuevo- comentó a la vez que salía de Harry, que se giró a mirarlo, apoyado sobre un codo, sonrió inspirado.

- Si quieres, te ayudo- sugirió, dirigiendo la vista a cierta parte del cuerpo de su amante.

- Vaya, aprendes rápido- y tendiéndole una mano, lo levantó del suelo.

FIN FLASHBACK

Abrió los ojos, volviendo a la realidad, parecía que hubiese pasado mucho más tiempo desde aquella tarde memorable, pero aún no hacía un año. Había cambiado tanto. Le costó mucho aceptar que se sentía atraído por Jason, después reconocer que no sólo era Jason, sino que había más hombres que le hacían sentir un cosquilleo en el estómago y una oleada de calor si se acercaban a él, y más tarde, aceptar que era para siempre, que no era algo que se le fuera a pasar, como un resfriado. Sabía que sentirse atraído por personas de su mismo sexo, y además del otro, no era malo, era un chico del siglo XXI, pero no podía evitar sentirse raro, y confuso. No se lo esperaba.

Hablar con Hermione fue una bendición. Le contó lo que le pasaba, lo que sentía, y ella lo escuchó en silencio, sin dar consejos ni teorizar sobre la situación, lo abrazó cuando lloró, le ayudó a ver lo que ya sabía, que no pasaba nada, que mejor para él, tenía acceso al 100% de la población mundial. Y con el paso de los días, y la convincente ayuda de Jason, aceptó el hecho con naturalidad y quizá no alegría, pero desde luego, no con arrepentimiento. No se sentía orgulloso, no era algo que hubiese escogido, al igual que no había escogido ser moreno ni tener los ojos verdes, pero no le sabía mal.

Cuando habló con Ron, estaba inmensamente nervioso, no sabía lo que pensaba el mundo mágico de aquello, nunca había oído nada sobre el tema, y temía perder a la primera persona que le importaba de aquel mundo, a su amigo del alma, su hermano. Pero Ron reaccionó bastante bien, no era algo que le hiciera feliz, al principio, le costó un poco de asimilar, y Harry sospechaba que a veces pensaba que estaba loco pero evitaba cualquier comentario, y cuidaba sus palabras. Si Hermione y él hablaban de ello, se quedaba callado o cambiaba de tema, pero poco a poco, descubrió que Harry seguía siendo el mismo, su amigo de siempre. Y aunque nunca lo dijo, no hizo falta, Harry sabía que siempre lo apoyaría, en todo lo que hiciese, y lo demostró con la mano puesta en el hombro en el momento justo, la sonrisa en el momento adecuado, y la broma oportuna. Quizá no fuera muy demostrativo, pero era el mejor amigo que se podía tener. La verdad es que tenía mucha suerte con sus amigos.

Los vio aparecer por el pasillo y se levantó del suelo, guardando la carta de Jason en el bolsillo de la túnica, y les sonrió, aligerando así la cara de preocupación que tenían. Se acercó a ellos y metió las manos en los bolsillos. Sabía que no debía haberse ido así del Gran Comedor, siempre se ponían muy nerviosos cuando se marchaba sin decir nada.

- ¿De quien era la carta, que te has ido tan deprisa?- preguntó Hermione ladeando la cabeza.

- De…Jason- contestó- Yo…Bueno…Siento haberme ido así, pero…

- No pasa nada, Harry, querías leerla solo, no importa. Pero la próxima vez, dínoslo, por favor- le dijo Ron con una sonrisa- Hey, ¿de quien es ese paquete?- cambió de tema, mientras Harry sonreía, complacido.

- De Remus- miró el remite- parece un libro, voy a ver qué es- rasgó el papel de envolver marrón para desvelar un libro muggle, de cubierta brillante, con una guitarra dibujada, el título rezaba: EL CANCIONERO, 140 LETRAS CON ACORDES.

- ¡Ostras!- exclamó Hermione quitándoselo de las manos- ¡Qué chulo!- lo abrió mirando todas las canciones- ¡Imagine! ¡The great pretender!, ¡Harry! Están todas las canciones.

La gente comenzó a llegar, era la hora de entrar a Encantamientos, el Profesor Flitwick, los esperaba encima de su montón de libros. Se sentaron donde siempre y comenzaron con los hechizos de animación, ya habían empezado el día anterior, iban a aprender a dar movimiento a ilustraciones, figuras, etc…, estaban siendo unas clases muy divertidas. El resto del día pasó sin pena ni gloria, hasta la hora de comer. Cómo acabaron pronto y hacía buen tiempo, decidieron salir fuera un rato, a tomar un poco el sol. Estaban tumbados en el césped, leyeron la carta de Remus, que les mandaba recuerdos a todos, comentaba cómo estaba, y les decía que no se preocuparan porque Snape les fuera a enseñar Defensa, que trabajarían duro, pero aprenderían mucho. Y que para cualquier duda, él estaba allí, también que no podía permitir que Harry tocara siempre la misma canción, y que por eso le mandaba un cancionero que había comprado en una tienda de discos muggles.

Hermione estaba apoyada en el tronco del árbol, y veía todo lo que pasaba a las espaldas de ellos, en el linde del Bosque Prohibido. De pronto, su boca se abrió de asombro. Harry y Ron se giraron, bastantes personas miraban en la misma dirección, y señalaban hacia una figura, la profesora Marx, que salía del bosque, acompañada de un león enorme, prácticamente blanco, con la melena incluso más clara que el cuerpo, se agachó a su lado y sacó una correa del enorme bolso de cáñamo que llevaba, y comenzó a hablarle:

- Kimya, Azmavet, a lazima valia ukanda. Majuto, mtoto, na-hakuna tamani haribu si mtu- el animal se negaba, e intentaba morder la cinta de cuero que la mujer quería ponerle- Faa, simba, tafadhali - el león hizo un ruido extraño, como un gruñido, pero suave, y se dejó poner la correa- Asante sana, Azmavet.

La gente rodeaba la escena asombrada, algunos más atrevidos, se acercaron y le pidieron a la profesora si les dejaba tocar al animal, a la media hora, casi todo el colegio había acariciado al león, llamado Azmavet, como si fuera un gatito más. Pero no pudieron demorarse mucho mimando al felino, tocó la campana, y tenían diez minutos para llegar a su primera clase de Defensa Contra las Artes Oscuras, la primera vez que la impartía Snape, y no podían llegar tarde.

Aquello parecía la cola del matadero, la gente que esperaba fuera de la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras resoplaba, gemía, apoyaba la cabeza en la pared cerrando los ojos con dolor. Los miembros del ED repasaban febrilmente lo que habían estado trabajando. Harry estaba realmente aterrado pero decidido, Snape no iba a poder con él, ese amargado de pelo grasiento no iba a hundirlo, era bueno, lo sabía, lo tenía clarísimo, se afirmaba a sí mismo frente a la puerta del aula. Pero cuando se abrió, fue como si se convirtiera en un postre de gelatina, tembloroso y transparente, toda su estoicidad y seguridad desaparecieron como una voluta de humo al ver el conocido y despreciado rostro cetrino de su profesor, que le sonreía siniestramente.

- Pasen- se hizo a un lado y los vio entrar como borregos, con paso autómata, asustados, y acongojados se sentaron en sus pupitres habituales. Harry rogaba al dios que fuese que no los cambiara de sitio, ya había tenido suficiente con la sorpresita de la Profesora Marx. Por suerte, se limitó a pasar lista, y mirar con desprecio absoluto a Harry, pero no le importó, a eso estaba acostumbrado.

- Bien, bien- murmuró mientras se paseaba entre los pupitres- Veamos cual es vuestro nivel en esta asignatura- unas hojas aparecieron boca abajo en sus pupitres, un gemido lastimero sonó al final del aula, un examen el primer día, aquello no era justo- Espero, fervientemente, que sea mejor que la última vez que nos vimos en este aula. Aunque…No sé por qué, lo dudo- llegó a su mesa y se sentó apoyando los codos encima, entrelazando las manos por delante de la cara- Tenéis una hora, cuando lo hayáis terminado, dejadlo encima de vuestro pupitre, junto con el ensayo que os encargó el Profesor Lupin para el verano.

Bueno, después de todo, hacer un examen tampoco era tan malo, aún no lo había humillado, y su ensayo era bueno, por no decir excelente, se había pasado semanas haciéndolo, investigando, y cuidando la redacción, no podía suspender, sabía que no podía suspender. Dio la vuelta a la hoja y leyó todas las preguntas. No eran fáciles, pero conocía las respuestas, sonrió para sí mismo, habían estado trabajando esas cuestiones en el ED. Con la seguridad que sentía, comenzó a contestar las preguntas en orden y con calma, casi no le importaba el ruido chirriante de los zapatos de Snape por toda la clase, ni cuando se inclinaba sobre su cuello para ver que era lo que escribía. Terminó el examen y aún quedaban quince minutos para el fin de la clase, así que releyó sus respuestas y su ensayo por encima. Lo dejó todo bocabajo en la mesa y se levantó para salir de allí y comenzar su ensayo de Transformaciones. Pero Snape lo llamó cuando estaba cerca de la puerta.

- Espere un momento, Potter- se dio media vuelta con fastidio y se acercó a su profesor- Quiero que sepa- bajó la voz, para que sólo él pudiese escucharlo- que me da igual lo bueno que sea en esta asignatura y las aptitudes que tenga para ella. No va a recibir un trato especial por mi parte. Es decir, que si puede usted más que cualquier otro, le exigiré más que a otro, y, si no llega a ese nivel- sacó el dedo pulgar, y lentamente, señaló con él hacia abajo- Suspenderá. ¿Está claro, Potter?

- Transparente, Profesor- tragó saliva, vaya, no lo iba a tener tan fácil como pensaba, Snape le iba a hacer sudar el aprobado.

- Puede marcharse- salió del aula con la cabeza gacha, desde luego, había cantado victoria muy pronto. Se sentó en una mesa apartada en la biblioteca, y sacó su libro de Transformaciones y comenzó a buscar la información que necesitaba para el trabajo de McGonagall: Proceso de transformación de un objeto inanimado en otro, trabajo que les había puesto, para refrescar la memoria, ya que en la primera clase, nadie, excepto Hermione, y Malfoy, habían conseguido transformar, satisfactoriamente, su calcetín en una taza de te. Estuvo trabajando allí hasta que llegó la hora de la cena. Estaba contento, había terminado el trabajo, había hecho bien un examen, y mañana era la primera clase del curso de Cuidado de Criaturas Mágicas, además, volvían a tener Magia Elemental, y a pesar, de que le ponía malo tener que sentarse junto al engominado, engreído e imbécil de Malfoy, se moría de curiosidad por aquella clase, igual les contaba cómo es que tenía un león por mascota.

Cuando se acostó, recordó la carta de Tía Petunia, que había quedado olvidada en el bolsillo de su túnica, abrió el sobre, leyó la cuidada y apretada letra de su tía, le daba las gracias por haber escrito diciendo que había llegado bien, que ella estaba bien, y de nuevo, que sentía mucho no haberlo tratado como se merecía, haberle negado un cariño al que tenía derecho, etc…. Cada vez su tía lo asombraba más, ¿qué le habría hecho cambiar de opinión? ¿Darse cuenta, quizás, de que si moría Harry, ya no tendría la oportunidad de reconciliarse con el recuerdo de su hermana? ¿Ahora, dieciocho años después de la muerte de su madre, sentía un arrepentimiento por no haber intentado llevarse mejor con ella? No entendía nada, pero en el fondo se alegraba, le fastidiaba que fuese tan tarde, y que nunca le hubiesen prestado atención de pequeño, pero en el fondo de su corazón, le alegraba saber que alguien de su sangre se preocupaba por él.

La semana pasó, sin ningún contratiempo, poco a poco, el otoño se cernía sobre el colegio, las hojas se tiñeron de amarillo y comenzaron a caer, los días se hicieron más cortos y fríos, y las clases más intensas. En Magia Elemental, estaban desarrollando sus poderes básicos, que para ser básicos, nunca habían visualizado ni practicado la proyección astral, que eran bastante difíciles de dominar, sobretodo la proyección, además de descubrir, no sin asombro, que la Profesora Marx era ¡muggle! ¿Cómo podía ser?

No lo parecía, lo sabía todo sobre el mundo mágico, hablaba con seguridad y conocimiento de hechizos, cartas astrales, transformaciones y pociones, cuando salían a colación de lo que estaban estudiando. Había sido en clase, estaba explicando técnicas para alterar la consciencia, y entonces, explicó que también podía conseguirse con un hechizo de varita, cosa que, los muggles, como ella, añadió, no podían hacer, y prosiguió la clase como si fuera tan normal que un profesor de Hogwarts, anunciara que no podía hacer magia, aun cuando la estuviese impartiendo. Exclamaciones de asombro pudieron escucharse por toda el aula, Harry miró a Malfoy, él odiaba a los muggles, ¿qué diría? ¿Algún comentario insultante? Para su sorpresa y, ligera decepción, no dijo nada, sino que continuó tomando apuntes con el mismo interés, cómo si para él no hubiese sido una revelación.

En Encantamientos, habían terminado con los hechizos de animación, y tras escribir un ensayo sobre ellos, habían comenzado a estudiar los encantamientos desmemorizantes. En Herbología, estaban aprendiendo las propiedades de los hongos venenosos, por lo que tenían que estar con los cinco sentidos en clase, no fueran a tocarlos sin protección, ya que sería fatal.

En Transformaciones, la Profesora McGonagall, les estaba enseñando a transformar objetos inanimados en animales, y había hablado con él, ya que al comenzar sexto, le había pedido que le enseñara a ser un animago. Por lo que, en breve, comenzaría las clases particulares. A Ron le daba terror, además, odiaba tener trabajo extra, así que no quiso y Hermione, al principio estaba tentada, pero luego, cuando comenzó a prepararse para sus EXTASIS, descubrió que ya estaba bastante ocupada con sus asignaturas normales, y se echó para atrás. Así que sólo quedó él. Ya había dado durante el curso anterior la teoría de la transformación, había leído los libros que le dio la profesora durante el verano y escrito sus ensayos, y ahora comenzaría con la práctica. Ya había decidido en que quería convertirse, en lobo. No podía decir por qué, pero era en el primer animal en el que había pensado para eso. También pensó en ciervo, como su padre, pero, su patronus ya era un ciervo, así que se sintió redundante, y poco original. La idea de en un perro, como Sirius, también le vino a la mente pero decidió reservar sus recuerdos sobre un perro a su padrino, también consideró la serpiente, el caballo, el águila, pero al final, el lobo siempre se imponía, así que…

En Cuidado de Criaturas Mágicas, habían visto los pegasos y los ents. Hagrid había mejorado mucho, después de la amenaza a ser despedido y de haberse librado de Grawp, que había escapado y vuelto con los suyos. En Defensa, las cosas no iban tan mal como Harry podría haber esperado en un principio. En la siguiente clase, les había devuelto el examen y el trabajo corregidos, sus notas habían sido una S en el examen y una E en el ensayo, al final, había resultado que Snape no era tan injusto. En una clase, contestó correctamente a una pregunta y con cara de asco le dio un punto para Gryffindor. No le acababa de gustar como daba clase, pero tenía que reconocer que el hombre realmente sabía mucho de la materia y que estaba aprendiendo un montón al tener que elaborar ellos mismos la teoría, y dedicar las clases a exponer los temas y ponerlos en práctica, enfrentándose a los compañeros, como en un duelo (N/A: Gracias Jika por la idea ;p), e incluso, con el mismo profesor.

El ED continuaba reuniéndose, todos los miércoles por la tarde en el aula que el año anterior el Profesor Dumbledore les había cedido. Al principio no sabían que iban a trabajar, habían dejado muy atrás el nivel que se impartía en la escuela, así que tras muchas dudas, pensó en entrenar más en serio, ir más allá de los límites. Habló con Remus y se lo comentó a Kingsley en una sesión de entrenamiento, a ambos les pareció correcto, le proporcionaron manuales y libros, que junto con la colección que le habían regalado Sirius y Remus, le sirvieron para preparar las clases. Iban a llevar a cabo el entrenamiento de un Auror. Era un proyecto ambicioso, pero sabía que podían lograrlo, Hermione se ocuparía de la parte teórica, y él de la práctica. No tendrían el título, pero sería tan válido como uno de ellos. Al final su ilusión no se había hundido para siempre en el fango.

Todo parecía estar bastante tranquilo, en Cuidado de Criaturas Mágicas, aún no se había producido ningún desagradable incidente. Harry casi se alegraba de que Malfoy estuviese sumido en su extraña depresión, o en lo que fuera que le pasase, porque no sabía cómo, pero cada comentario suyo, por tonto que fuese, hacía que Hagrid se pusiese malo de los nervios. Cosa que tampoco era de extrañar, ya que por sus "comentarios", desde que había comenzado a dar clase, cada año se había puesto en duda su capacidad. Un día, al comienzo de la clase, Hagrid les comunicó que iban a volver a trabajar los Hipogrifos, y comenzó con teoría. Cuando por fin, tras media hora de tomar apuntes, Hagrid fue a buscar a los animales, apareció con ellos y Malfoy exclamó:

- Este bastardo desgraciado quiere matarnos- su cínica sonrisa de medio lado volvió a aparecer- de nuevo- añadió venenosamente. A Harry se le subió la sangre a la cara, notando como le hervía en las venas, el muy maldito llevaba un mes sin apenas hablar, y se le ocurría hacerlo ahora, en la clase que Hagrid había temido desde tercero. Sintió ganas de callarlo a puñetazos, se le nubló la vista de rabia y debió de avanzar hacia él, porque notó como unas manos lo sujetaban de los hombros.

- Calma, Harry, no vale la pena- era la voz de Hermione- que diga lo que quiera.

Iba a contestar a su amiga, pero entonces, la Profesora Marx, que últimamente parecía estar en todas partes, se acercó a ellos, iba descalza, con un libro en la mano, que había estado leyendo bajo un árbol. Los saludó y habló con Hagrid sobe los animales, lo bonitos que eran, que nunca había visto uno al natural, y se acercó, resueltamente y sin titubear a uno completamente negro, con los ojos naranjas, de aspecto fiero y muy peligroso. Todos contuvieron la respiración, Hagrid intentó detenerla, pero estaba paralizado de pánico, los alumnos se miraban unos a otros aterrorizados. Hermione dejó escapar un grito ahogado. Marx alargó la mano, y lo toc

Cuando se levantó a la mañana siguiente, había decidido volver a interpretar el papel de Draco Malfoy, estaba tan cómodo en él. Era lo había estado haciendo toda la vida, de hecho, no tenía muy claro que parte de él era real y cual una máscara.

A veces hacía cosas, y no sabía por qué, intuía que era una costumbre, no era natural en él, antes de ir a Hogwarts, mucho antes, él no era así. La vida lo había hecho así. Siempre escondiéndose, incluso de sí mismo. Quizá por ello temía a los muggles, porque por ellos, debían ocultarse, vivir en un mundo paralelo al real. Y ese temor había derivado en un odio inmenso, y acérrimo, y de ahí, para no sentirse vulnerables, habían pasado a creer que eran superiores, y por tanto, los otros debían ser eliminados. Había oído a alguien hablar de que algo parecido había pasado entre los muggles, muchos años atrás, lo habían llamado genocidio.

Él odiaba esconderse, pero no tenía más remedio, si quería que cesasen las preguntas y los comentarios a su espalda, lo ponían enfermo. Sus amigos no sabían por qué se había ido de casa, Lucius no les habría dicho que había renunciado a su entrenamiento. No aún. Hasta Nochebuena, tenía tiempo de inventarse una excusa cuando él no apareciera. Pero a partir de entonces, ya no tendría que seguir fingiendo, no tanto al menos, porque había cosas de él que no podía saber nunca nadie. Como que cada noche se dormía con las lágrimas quemando en su garganta, que todos los días soñaba que hacía el amor con un hombre, que no podía comer, porque solo de pensar en lo que iba a soñar en cuanto se durmiera le daba ganas de vomitar, que no sabía que iba a ser de su vida, que estaba aterrorizado con lo que le deparaba el futuro, que se sentía frágil y vulnerable, que había días en los que quería morirse... Definitivamente, eso no lo podía saber nadie. Vale, quizá si tuviera que seguir fingiendo bastante, pero de todos modos, que sus compañeros supieran que no estaba con ellos, iba a ser un descanso importante.

Subió las escaleras y entró en la sala común. Sus amigos estaban reunidos en torno a una mesilla, se acercó a ellos:

- ¡Hey!- saludó- Espero que estéis maquinando algo- comentó intentando aparentar que no había pasado nada.

- ¡Draco! Por fin has resucitado, qué alegría que estés de nuevo entre los vivos- le dijo Millicent

- Bueno, sí ¿qué hacéis?- cambió de tema con rapidez, eso siempre se le había dado bien.

- Nada en especial- mintió Pansy, sabía cuando ella mentía, se lo veía en la cara, de algo había servido el haber estado saliendo con ella un año y medio, y aunque nunca hablaron mucho no era tonto, sabía cuando Pansy decía algo distinto de la realidad. Y ahora estaba hablando de él, lo tenía clarísimo- comentábamos el entrenamiento, ¿por qué te fuiste de casa, Draco?

- Pues…- vaya con Pansy, había olvidado lo directa que podía llegar a ser- eso son cosas mías Pansy, no os incumben a ninguno- vio pasar a Blaise hacia la salida de la sala común, y decidió escapar, no se iba a librar tan fácilmente de dar una explicación que no quería dar- Tengo que irme. Nos vemos luego chicos- salió de allí con paso tranquilo. Pero cuando llegó a la puerta, corrió hacia Blaise, que se alejaba rumbo al Gran Comedor- ¡Blaise! Espera- el chico moreno se paró al oír su nombre, y esperó a Draco- ¿Dónde vas?

-A desayunar- lo miró extrañado- es tarde, ¿y tú?- preguntó intentando analizar la cara del rubio.

-También- mintió, a la vez que un desagradable nudo se formaba en su garganta, comer, el momento más odiado del día, bueno, casi, el peor era sentir que se estaba durmiendo, intentar impedirlo y ser incapaz de ello- Vamos, ¿no?- caminaron en silencio, Blaise cohibido por la presencia de Draco, al fin y al cabo, hasta antes del verano, solo le había hablado dos veces en siete años, una, para decirle que Snape los había reunido a todos en la sala común, en primero, y la otra, para espetarle que se apartara de su camino, y que no se metiera donde no lo llamaban, en cuarto. Y Draco, apesadumbrado porque le había salido mal la jugada, había saltado de la sartén, la incómoda conversación con sus compañeros, para caer en el fuego, desayunar en el Gran Comedor, cuando más lleno estaba.

No intentó trabar conversación, realmente no sabía de que hablar con Blaise. No recordaba haber hablado nunca con él, había ido muy rápido con aquella "amistad", no es que se sintiera incómodo, y de verdad quería tener más relación con Blaise, pero pensaba que debería haberlo tomado con más calma, porque era una situación bastante artificial.

Sentado en la mesa, clavó la vista en su plato. Se había puesto un croissant, una loncha de jamón y otra de queso. Su taza de café con crema y azúcar y un vaso de zumo, estaban frente a él. ¿Por dónde empezaría? ¿Qué le daba menos asco en ese momento? El zumo, cogió el vaso, respiró hondo y tomó un sorbo. El líquido dulce se deslizó por su garganta, no se le revolvió el estómago, así que continuó con él, pero una vez dejó el vaso vacío encima de la mesa, se dio cuenta de que no podía con el resto, no podía comer con tanta gente delante. Así que se disculpó de Blaise y en el momento en que entraba el correo se levantó de la mesa y salió del Gran Comedor. En la puerta casi chocó con Potter, que salía como una exhalación cargado con un paquete y apretando en una mano un rollo de pergamino. Siguió su camino, delante de él escuchaba los pasos del Gryffindor resonando en las paredes, no es que lo estuviera siguiendo, se dijo, iban en la misma dirección.

Se metió en el baño, estaba vacío, abrió uno de los grifos, y se lavó la cara, intentando, que con el agua que le resbalaba por la piel, se fueran todas sus dudas y angustias. Pero no fue así. Había dormido poco, apenas comía, y además, no paraba un minuto, todo el día de aquí para allá, para mantener su mente ocupada y no pensar. Le dolía la cabeza, debería visitar a la Señora Pomfrey y que le diese algo, así no podía seguir. Consultó su reloj, solo faltaban dos minutos para Defensa, ahora no tenía tiempo, quizá fuera después. Avanzó por el pasillo, ansioso de recibir la primera clase de Defensa del profesor Snape, sería un curso muy interesante, ojalá lograra encontrare bien para acabar disfrutándolo.

Pasó por delante de Potter para ir a clase, tenía los ojos cerrados, y los labios curvados en una suave y satisfecha sonrisa, anduvo con cuidado y en silencio, no quería que se diese cuenta, no le apetecía ponerse a discutir de buena mañana. En su regazo había una carta, la letra era bonita, y el papel, como observó al fijarse mejor, caro. Sólo pudo leer la firma, "un beso fuerte: Jason" ¿Jason? ¿Quién era Jason? ¿De que le sonaba ese nombre? ¿Un beso fuerte? ¿Sería posible que Potter fuese…? No, sacudió la cabeza desechando la idea, imposible, no había más que verlo, el gran jugador de Quidditch, siempre con la pequeña Weasley cerca, posiblemente salieran juntos, con su aire desaliñado, no, Potter no era homosexual, el tal Jason sería un primo, o tío. ¿Por qué tenía que tener suerte en todo? Por un breve segundo, había tenido la fugaz esperanza de no estar solo en el mundo.

¿Por qué demonios estaba pensando en esas cosas? ¿Desde cuando Potter era alguien con quien compartir algo aunque fuera una desgracia? Se sentó en un pupitre en primera fila, y como venía siendo habitual, hundió la cabeza en los brazos. Era el segundo día del curso y ya no podía más, ¿qué iba a hacer para poder seguir adelante? El grupo de Slytherin entró por la puerta, y Pansy se acercó a él. No la veía, pero su perfume dulzón la delataba. Posó la mano en su hombro. Lo movió para quitársela de encima, odiaba que lo tocaran, sobretodo ahora, era algo que no podía soportar, se sentía invadido. Escuchó un chasquido de fastidio:

- Desde luego Draco, estás insoportable y ¿sabes una cosa?- se inclinó sobre él y bajó la voz- Tu conducta no es la adecuada, mi consejo es: vuelve a ser el de antes o lo pagarás caro. Ya no hace demasiada gracia que te fueras de casa. Espero que tengas una buena excusa.

- No te preocupes Pansy- así que ella había asumido el papel de líder. Al menos ya sabía a qué atenerse con ellos, a Pansy la conocía de verdad poca gente, y él no era uno de ellos, pero sabía más que la gran mayoría- Ya os lo he dicho antes, no os incumbe.

- Sólo mira por donde pisas- lo miró con ojo crítico, y torció la boca, en una mueca de desprecio- Ah, y yo que tú, me cuidaría un poco más Draco, estás empezando a darme asco- se sentó justo detrás de él, y sacó su pergamino. Draco tragó saliva, era una advertencia bastante clara. No había dejado lugar a dudas. La gente empezó a llenar la clase y el Profesor Snape tomó asiento, les indicó que dieran la vuelta a las hojas encima de la mesa y comenzaran a contestar el examen. Era bastante fácil, después de dos años y medio de entrenamiento como mortífago estaba bastante por encima del nivel del colegio, así que contestó con rapidez y seguridad, algo que no sentía desde que todo empezó a ir cuesta abajo. Al terminar, dejó su examen boca abajo y el trabajo que les había encargado Lupin. Salió del aula y sonrió tímidamente a su profesor, que le dirigió una mirada cómplice.

Ahora tenía Encantamientos, por suerte, el aula estaba cerca. Aún no había salido la clase anterior, era pronto, tardarían por lo menos veinte minutos. Se sentó en el suelo, detrás de una columna, de modo, que a no ser que alguien estuviera frente a él no podría verlo. Pansy había sido muy directa, tenía que intentar ser el de antes, pero era tan difícil, ahora que estaba empezando a aceptar los cambios en su vida, que en el fondo se sentía más liberado que nunca, mal, fatal, pero libre. Ahora que ya había cortado los hilos que lo mantenían actuando como una marioneta manejada por Lucius durante dieciséis años, ahora que podía pensar lo que quisiera, y no lo que querían que pensara. Ahora, tenía que volver a fingir, para no levantar más sospechas de las ya en pie. Suspiró, algún día su vida no sería una mentira, esperaba.

De nuevo, sintió las lágrimas quemándole en la garganta y luchando por salir. Tragó saliva, respiró hondo y pestañeó con fuerza. Ya estaba, una vez más, había pasado el peligro de desbordamiento, al menos por ahora. Por el pasillo se acercaban Vince, Greg, Morag, Millicent, Theodore y Pansy, no los veía, pero oía sus voces desagradables. Se levantó y les salió al paso.

- ¿Qué tal el examen?- preguntó fingiendo interés- Era bastante fácil, ¿no?

- Sí, muy fácil- Pansy lo miró satisfecha- lo hemos bordado, ¿verdad chicos?

- Imposible no hacerlo bien- comentó Millicent- Ya sabes…conocemos bastante la materia- rió, y todos la corearon, Draco fingió reír con ellos, aunque no le hacía demasiada gracia.

Estuvieron un rato hablando, más bien, malhablando de todo el mundo. Draco mantuvo su sonrisa cínica y dijo tres o cuatro frases venenosas que hicieron las delicias de sus amigos, la gente comenzaba a acumularse en las puertas de la clase, esperando para entrar. La puerta se abrió, y comenzó a salir la gente, vislumbró, sobrepasando ampliamente el resto de cabezas, el pelo rojo de Weasel. ¿Cuánto mediría ese chico? Más de un metro noventa seguro, ¿cómo podía alguien ser tan alto? Tuvieron que entrar en clase y se sentó junto a Blaise, antes siempre le tocaba a Morag, pero ahora que salía con Theodore, el que se quedaba descolgado era él, aunque la verdad es que lo prefería.

Les estaba empezando a tener miedo, ¿qué dirían si se enteraban de…? No quería ni pensarlo, podían hundirlo, aplastarlo como a una cucaracha, sabía que podían hacerlo. Los estaban preparando para ello. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, no podía seguir así, debía hablar cuanto antes con el profesor Snape, él podría ayudarlo, al menos, impedir que lo mataran tras el día de la iniciación. Sabía demasiado. Para sus compañeros suponía un peligro, no veían matices, era o blanco o negro, si no estabas con ellos, estabas en su contra. Un codazo suave en sus costillas lo devolvió a la realidad, se giró y miró a Blaise enfadado:

- ¿Qué?-susurró molesto.

- Que prestes atención, Flitwick ya te ha mirado tres veces- contestó entre dientes.

- Perdón- mojó en tinta su pluma y anotó lo que había escrito en la pizarra. El resto del día lo pasó tomando apuntes, trabajando y pensando en el entrenamiento de Quidditch de esa noche, el primero que tendrían. Era el capitán, lo habían nombrado el año anterior, al igual que a Potter, Montague no había quedado muy bien tras la broma de los Weasley. Ojalá consiguiera ganarle este año un partido. La copa le daba igual, pero un partido…, así podría sacar una de las espinitas que tenía clavadas.

Con el paso de las semanas, su vida fue volviendo a la normalidad, aunque estaba mucho más callado que de costumbre, y no buscaba pleitos con el Trío Maravilla, realmente no tenía ganas, ni fuerza ni valor, pero de cara al público seguía siendo Draco Malfoy: Heredero de una maravillosa fortuna, el príncipe de hielo, el rey de las serpientes, el espejo en el que todo Slytherin se miraba, la mentira que todos conocían. Sin embargo, la procesión iba por dentro, y cuanto más se crecía como Malfoy, más se derrumbaba como Draco, pero eso no lo sabría nadie. Nunca.

Al fin había ocurrido, la profesora Marx había dicho en clase que era muggle y bueno, la reacción por parte del grupo de Slytherin del que formaba parte, no se había hecho esperar, la sala común fue aquella noche un hervidero de críticas, enfados, exclamaciones de sorpresa y planes de boicot. Casi todas las lechuzas de los alumnos de la casa partieron rumbo a sus hogares. La gente se preguntaba cómo era posible que ese ser inmundo e inferior les diera clase. Era absolutamente sacrílego, como dijo Pansy frente a una taza de café a las doce de la noche en la sala común mientras esperaban las instrucciones. Él no debía haberlo oído, no le habían dicho que iban a reunirse, ahora en esas conversaciones, era persona non grata, pero había salido al lavabo y se sorprendió de no ver a la gente en la cama, así que se asomó, y allí estaban forjando un plan para destrozar a la pobre mujer.

Un cuco enorme llegó con un pergamino que Pansy abrió, "es del número uno" susurró y lo leyó en voz baja. No quería escucharlo, volvió al dormitorio y se acostó. Aquello iba en serio, el número uno, Lucius, era un mensaje de Lucius. No podía dejar de temblar, de pronto, un frío horrible se apoderó de él, un miedo irracional lo inundaba, estaba en Hogwarts, no podía pasarle nada pero, ¿y si le pasaba? Estaba perdiendo el control, Pansy se había dado cuenta, odiaba perder el control, se estaba desmoronando. No se conocía, todo en lo que creía haber creído desde pequeño, todas las paredes que había ido construyendo a su alrededor, estaban cayendo, una a una, y quebrándose en mil pedazos. Siempre había considerado a los muggles como seres inferiores a él, a los Sangre Sucia como algo despreciable, y de algún modo extraño, cuanto más intentaban meterle en la cabeza que eso era cierto, una verdad indiscutible, más dudaba como si el hecho de pretender que era cierto, lo hiciera falso. Tanto interés en que no dudara de ello, lo hacía sospechar.

Sus compañeros se habían convertido en máquinas, pensaban según estrategias, se movían por un odio acérrimo, por poder. Se habían metido en el círculo al que sus padres los habían empujado hasta el cuello. En el fondo, detrás de todo el miedo y asco que les tenía, le daban lástima. Estaban condenados en vida, porque vivir matando, era como estar realmente muerto. Además, no podía ser tan fácil, él lo había visto en casa, a Lucius preparándose para salir "de caza", como lo llamaban. Primero se emborrachaba, y luego salía. Al volver, no había quien lo aguantara, estaba de mal humor, rompía todo lo que se pusiera en su camino, gritaba, les había pegado palizas horribles después de alguna de sus sesiones. Y rompía a llorar, se encerraba durante horas en el baño, vomitando y lavándose con desesperación. No era fácil matar a alguien, y sin embargo lo hacía. Esa fue una de las razones que le impulsaron a decir: ¡Basta!, A decidirse a romper con todo, sabía que no sería capaz de matar, le aterrorizaba.

Le había llevado muchos años darse cuenta del estercolero pintado de oro en el que estaba metido. Su vida no era mejor que la de Weasel, tenía más cosas en un sentido, pero carecía de ellas en otro. Podía tener mucho dinero, pero nunca había tenido a nadie con quien jugar, o un padre al que contarle algo, que le diera buenos consejos. Nunca había cenado en la misma mesa que sus padres, siempre en las cocinas con los elfos domésticos, o con su madre en el saloncito, si Lucius no estaba en casa. La primera ley en su casa era, los niños son para verlos no para oírlos. ¿Cuántas horas había pasado dentro de túnicas incómodas en reuniones para tomar el té, sentado en una silla con la espalda recta? Así que podía haber tenido todo lo material que hubiera querido, pero no era suficiente. Lo que más rabia le daba de los Weasley, era que la envidia se lo comía por dentro cada vez que los veía con sus padres o hermanos. ¿Qué más daba tener la mejor escoba del mercado, la ropa más cara, si cuando le dices a tu padre que no quieres seguir con la vida que te han impuesto, que te quieres inventar la tuya propia, no tiene ni un ápice de misericordia y casi te mata de dolor?

No podía dejar que aquel sentimiento de rabia e impotencia se apoderara de él, no podía dejar las lágrimas correr, mientras pudiera contenerlas estaría a salvo, una vez que fueran vertidas, todo sería como un horrible torrente, sus secretos serían arrastrados desde lo más profundo de su corazón a la dura y cruel superficie. Nada volvería a ser lo mismo. Y sabía que algún día pasaría, era inevitable, pero, si podía retrasarlo, quizá no pasara nunca. Podía vivir sabiendo que iba a ser infeliz pero no podía vivir sabiendo que era la burla y hazmerreír de todo el mundo mágico. Para bien o para mal, continuaba siendo un Malfoy, hasta el fin de sus días.

Sin apenas darse cuenta, estaban a mitad de octubre, se acercaba la Navidad a pasos de gigante amenazadoramente. Después de Navidad la frágil mentira que había creado a su alrededor se rompería. Y tendría que dar la cara, explicar por qué no se había unido a los mortífagos, por qué había abandonado su casa, y volvería a quedarse solo. Había deseado volver a Hogwarts, por primera vez en su vida, porque odiaba estar solo, necesitaba a gente a su alrededor, que no lo molestaran, ni lo agobiaran, pero necesitaba verlos, hablar cuando le apeteciera, pero no había pensado que el curso solo sería un oasis en su vida. El verano había sido un ensayo general del resto de su vida, solo, deambulando sin rumbo, sin pertenecer a nada, sin un hogar al que volver cuando terminara el día, sin una persona que le diera las buenas noches, o le llevara el desayuno a la cama. Nunca tendría eso. Jamás.

Llegó una mañana ventosa, dieciocho de octubre, el cielo estaba increíblemente azul, el Bosque Prohibido parecía en llamas, las hojas teñidas de naranja, rojo y amarillo, el viento las arrastraba. El aire olía a hojas secas y tierra húmeda. Caminaba junto a Blaise, Vince, Greg y Morag hacia la clase de Cuidado de Criaturas Mágicas, bajo un árbol, estaba la profesora Marx, con un vestido rojo, descalza, leía un libro sobre sus rodillas, un león albino reposaba a sus pies, con la enorme cabeza entre las patas. Había oído algo sobre un león y la profesora, que había hablado en un idioma raro con el animal, como si fuera su mascota, que la gente lo había acariciado, no lo había creído, pero ahora podía ver que era cierto. Cuando pasaron por delante, ambos levantaron la cabeza para mirarlos, Draco no pudo evitar observar el inmenso parecido entre los ojos de ambos, y sonrió tímidamente, a modo de saludo, que ella con una amplia sonrisa, devolvió. Le caía bien aquella mujer.

Hipógrifos. Creyó morirse cuando Hagrid anunció que iban a tratar aquel día. Hipógrifos. Odiaba a esos bichos. Todavía tenía la cicatriz de hacía cuatro años en el brazo. Cierto que había exagerado el tiempo de recuperación para que su padre pudiera denunciar a Hagrid, y que se sintiese orgulloso de él, pero no lo pasó bien, creyó que iba a morir cuando aquel animal inmenso se le echó encima y le clavó la afilada garra, recordaba la sensación de la carne desgarrada, el dolor del hueso arañado. Y cuando se le infectó, que tuvieron que volver a abrirla y limpiarla por dentro con pociones desinfectantes, hubiera preferido morirse. Y encima no consiguió lo que pretendía, además del dolor del brazo, solo se llevó una buena reprimenda por parte de su madre, que se había asustado mucho, y una paliza por parte de Lucius por idiota y por no prestar atención en clase. De verdad, odiaba a los hipógrifos. No pensaba acercarse a ninguno.

Estuvieron dando teoría, casi albergaba la esperanza de no tener que ver a los monstruos odiosos. La teoría tampoco estaba tan mal, de donde habían salido, como se criaban, que les gustaba comer, como les gustaba ser acariciados, cuantos años vivían, por qué eran tan orgullosos. Podía decirse que estaba siendo una clase agradable, como las anteriores, habían visto los ents y los pegasos. Le encantaban los pegasos, trabajaban en silencio, la luz del sol caldeaba el frío aire del nordeste, manteniendo una temperatura agradable. Casi se estaba sintiendo a gusto, sentado en el mullido suelo de hojas secas, con la espalda apoyada en el tronco de un árbol. Pero como todo lo bueno, llegó a su fin, y Hagrid anunció que guardaran los apuntes, que iba a por los animales.

Se le cayó el alma a los pies cuando los vio llegar. Doce inmensos hipógrifos de diferentes colores. Escuchaba su respiración jadeante, el olor acre de sus cuerpos, el corazón le latía desbocado y comenzó a sudar. Tragó saliva, no debía dejar que lo dominara el pánico. Por primera vez, desde que dejó su casa, una frase mordaz e insultante se formó en su cerebro. No podía dejar pasar la oportunidad. Así mantendría la situación bajo control. Sí, era el único modo, sus compañeros de casa lo miraban expectantes, Vince casi lo animaba:

- Ese bastardo desgraciado quiere matarnos- salió de su boca con la voz más alta y clara hasta el momento, ¡había recordado como hacerlo!, sonrió, más tranquilo, Hagrid lo miraba, con desprecio y temor en los ojos, se creció- de nuevo- añadió venenosamente, mirándolo a los ojos. Un revuelo a su izquierda, lo hizo darse la vuelta. Potter estaba de pie, mirándolo, con las orejas rojas y toda la pinta de querer hacerle una cara nueva. Se levantó y trastabilló hacia atrás mientras la cara de Potter se contraía de rabia. Esperaba fervientemente que no le pegara, el Gryffindor tenía los puños cerrados y los nudillos blancos, estaba en muy clara inferioridad de condiciones. El moreno era de todo menos pequeño, y el brazo que tenía, proyectado en su cara, sumando a su fuerza, la ira que lo impulsaba, le iba a saltar todos los dientes de un solo sopapo. Granger lo sujetó por detrás, susurrándole algo al oído, Weasel estaba detrás, también con ganas de tumbarlo, pero Hagrid comenzó a acercarse para frenar el brote de pelea, y lo hizo aparte con un gesto de su enorme mano.

No obstante, no hizo falta que avanzara hasta sujetar a Potter, la profesora Marx se acercaba tras ellos, quizá por casualidad, aunque puede que con intención de apaciguar los ánimos. Y comenzó a preguntarle sobre los hipógrifos, que si eran muy bonitos, que nunca había visto uno al natural, sólo en libros, que eran unas criaturas muy interesantes. Y entonces se acercó a ellos, sin ningún temor, como si lo hubiese estado haciendo toda la vida. Avanzó con la cabeza erguida hacia uno totalmente negro, con los ojos naranjas como el fuego. Iba a morir, no podía salir ilesa de aquello. No podía apartar la mirada, no quería verlo, pero no podía dejar de mirar. De un momento a otro, la sangre salpicaría. Totalmente despreocupada, sin saber lo que se le venía encima, alargó la mano. Se escuchó como todos contuvieron la respiración al mismo tiempo. Ya estaba, le había llegado el final a su profesora. Lo tocó.

Podía oírse el piar de los pájaros, el silencio era absoluto. Esperaban el revuelo de garras plateadas como el acero, cortando la carne, desangrando, arrancando la cabeza de la profesora. Un bostezo aterrador del león albino tras ellos rompió el silencio. Ahora. Pero no pasó nada. El hipógrifo la miró. Granger dejó escapar un grito ahogado. Hincó las rodillas en el suelo e inclinó la cabeza cubierta de plumas, haciendo una profunda reverencia a aquella extraña mujer. Nadie era capaz de hablar. Mudos de asombro y alivio. ¿Pero quien era? ¿Seguro que era muggle? Ella se rió y le dijo:

-Asante, kipenzi. Ondoka, tafadhali. Mtu wa kuambilika- le dio unas palmaditas en la cabeza, y tras despedirse de ellos con una sonrisa, se alejó, hacia el león, diciendo:- Twende, Azmavet. El animal se levantó y caminaron internándose en el bosque. ¿Qué había dicho? ¿De dónde había salido? Con razón le había dicho Snape que era especial, ¡y tan especial! Y desde luego, si su propósito había sido apaciguar el altercado entre Potter y él, lo había conseguido. Porque cuando volvían hacia el castillo, sus miradas se habían cruzado, y el moreno parecía haberlo olvidado todo. Al menos sus ojos no mostraban enfado alguno, continuaban igual de bonitos que siempre. ¡Oh! ¡Por Merlín! Otra vez no. Potter no tiene los ojos bonitos. Pero su mirada lo persiguió durante todo el día.

Tranquilo, Azmavet, es necesario ponerte la correa. Lo siento, pequeño, no quiero que le hagas daño a nadie-Se bueno, león, por favor- Muchas gracias, Azmavet.

Gracias, cariño. Levántate, por favor. Me alegro de verte.

Vamos, Azmavet.

Bueno, muchas gracias a todos los que habéis dejado reviews, me han hecho mucha ilusión y me han dado ánimos para continuar escribiendo. Siento mucho no haber podido actualizar antes, pero bueno, entre los exámenes de junio y julio, luego me fui de viaje, luego estuve una semana sin ordenador, me fallaba la inspiración y tal, pues, no ha podido ser antes. Prometo intentar ir más deprisa para el siguiente capítulo. Ah! Paciencia, que en poco tiempo, Harry y Draco tendrán más acción conjunta, pero tampoco quiero precipitarlo, no quedaría natural.

Hyya tsukino: Hola! Me gustó mucho tu review, me preguntabas si podías emplear mi idea de Magia Elemental, siento contestarte tan tarde, pero si, por mi puedes emplearla sin ningún problema. Yo no la he inventado, es un mezcladillo de ideas de Naturismo, Magia Natural, antiguas doctrinas paganas (wicca) y un poco de mi cosecha, pero, ey! Es toda tuya. Me alegro de que te guste.