CAPÍTULO 11: TRAINING
No se lo podía creer, no podía ser cierto, ¿Malfoy iba a entrenarlo cómo mortífago? Sabía que Malfoy escondía algo tras la cara de infeliz amargado que venía arrastrando desde que lo vio en el Caldero Chorreante, pero esto... Frunció el ceño y lo miró. El Slytherin evitaba encararlo y mantenía la vista baja. Eso le desconcertaba, no era la actitud propia de él. Y no le gustaba que la gente no actuase como él tenía previsto, lo sacaba de sus casillas.
-¿Qué?- increpó con desdén- ¿Se te ha ocurrido a ti? ¿Pensabas que sería divertido?- Malfoy levantó al vista y lo miró a los ojos- ¿No vas a decir nada? Qué bien…Un entrenamiento silencioso…
- A mi me hace menos gracia que a ti, créeme Potter- la voz de Malfoy denotaba bastante desprecio, aunque había algo oculto que no lograba descifrar.
- Sabía que te estabas entrenando para mortífago… -murmuró- ¿Por qué lo dejaste?- no podía negar que tenía bastante curiosidad. No era un sorpresa que Malfoy hubiese estado entrenando para ser un mortífago, la sorpresa era que se hubiese puesto de su parte, aceptando incluso entrenarlo a él… ¿Significaba eso que Malfoy, quizá no fuera tan despreciable? ¿Qué en el fondo tenía principios? ¿O sentido común? ¿Qué había cambiado?
- No te importa y no tengo por qué darte explicaciones, Potter. - arqueó la ceja. Vale, no. No había cambiado, seguía siendo el maldito bastardo malcriado de siempre- ¿Vamos a demorarnos mucho más?
- Espero que no, cuanto antes empecemos, antes acabaremos con esto.
Malfoy respiró hondo y miró a su alrededor, Harry notó que evitaba a toda costa que sus ojos se posasen en él. El sudor continuaba corriéndole por la espalda. Estaba molesto y pegajoso, comenzaba a enfriarse.
- Mientras te lo piensas, ¿te parece que me de una duchita?- los ojos de Malfoy se abrieron con perplejidad- Esa pared… Detrás hay unas duchas… ¿Sabes lo que son?
- Por muy ineptos que sean tus amigos, y por mucho que te hayas acostumbrado a darlo todo masticado, sí. Sé lo que es una ducha, Potter.
- Aclarando información, que luego no haya malos entendidos, ¿eh?- se fue la ducha que hacía nada había aparecido. Entró y se quitó la ropa. Lanzó los pantalones fuera y abrió el grifo mirándose en el espejo- Explícame de que trata lo que me tienes que enseñar- la verdad es que se moría de la curiosidad, pensó mientras el agua cálida mojaba su pelo y la piel sudada. Comenzó a enjabonarse, mientras el olor fresco del gel iba inundándolo- Bueno… Estoy esperando…
- La paciencia no es uno de tus puntos fuertes, ¿eh Potter?- Incluso bajo el rumor del agua le llegó el tono sarcástico y acerado de las palabras de Malfoy, vio como su cara, reflejada en el espejo se contraía de rabia.
- Claro que lo es, Malfoy- imitó el tono de voz- sólo que su límite está mucho más cerca de lo que se suele creer.
- No hay mucho que explicar, Potter- había decidido comenzar y dejar el rollo personal para otro momento- Tengo que, según tu adorado director, entrenarte como lo han hecho conmigo durante casi tres años, para que puedas comprender como piensa en la batalla un mortífago.
- Ah- se sorprendió Harry- Yo creía que no pensaban, que erais todos como borregos siguiendo al pastor- sonrió para si mismo, a ver si, al final del todo, acababa disfrutando con esto. No es que le gustase ser cruel, pero es que Malfoy se lo estaba poniendo tan a huevo…
- Seguimos… Siguen- se corrigió Malfoy- órdenes del Señor Tenebroso, pero a la hora de la lucha, un mortífago está entrenado para pensar de una forma concreta, y aunque no es difícil de averiguar, no está de más saber cómo lo han entrenado para poder adelantarse a sus movimientos, ¿no?- Harry se asomó cubierto de jabón y miró a Malfoy, ligeramente asombrado, que tras el instante de sorpresa en el que clavó sus ojos en los de Harry, apartó la vista con lo que parecía turbación para sorpresa de Harry.
- ¿Y no serás un espía que quiere saber cómo soy y cómo me entrenan para luego venderme?- preguntó cínico sin dejar de mirarlo. Consiguió lo que quería, Draco volvió a mirarlo a los ojos, adoptando de nuevo la máscara gélida que siempre, hasta hacía pocos meses, había formado parte de su cara.
- Créeme que me siento tentado Potter, pero para tu desilusión y mi desgracia, no. Esa no es mi intención.- comenzó a pasear por la habitación, observando las mancuernas, las espalderas… El equipo de música- Tampoco lo es ayudarte, y ni por un instante pienses que esto lo hago por voluntad propia. No tengo más remedio.
- ¿Así que estamos obligados a entendernos?- Salió de la ducha con la toalla envuelta en torno a las caderas- ¿Y qué os enseñan a los mortifaguitos en ciernes?
- ¿Artes Oscuras?- ¿Por qué Malfoy evitaba mirarlo? ¿Le molestaba su desnudez? Sin saber por qué, ya que no sentía para nada respeto por lo incómodo que pudiese sentirse Malfoy ante su cuerpo desnudo, se metió de nuevo en la ducha para terminar de secarse y ponerse la ropa limpia que siempre le esperaba allí. Vaqueros y una sudadera negra. Salió sacudiendo la cabeza levemente mojada- ¿Tú que crees que nos enseñan? ¿A sumar?
- ¿Qué tipo de Artes Oscuras?- preguntó con interés- ¿Maldiciones, antiguos conjuros, nigromancia?
- Resistencia a Imperdonables, las Imperdonables, maldiciones de nueva generación, cómo utilizar hechizos normales y corrientes para torturar o asesinar, escudos de protección, resistencia mental a conjuros, pociones oscuras, hechizos de ataque, Oclumancia, Legilimancia…
- Vale, vale- interrumpió Harry asombrado, sin dejar que se notase- Me hago una idea, y se supone que tú vas a enseñarme todo eso, ¿no?
- Sí, aunque no creo que te haga falta ni la mitad- comentó con aspereza- Total, vas a tener a todo el mundo alrededor tuyo protegiéndote para que no te coja el Señor Oscuro, mientras Dumbledore se encarga de él.
- Oh sí, eso seguro. Teniendo en cuenta que si no lo mato yo nadie podrá hacerlo... - Draco abrió los ojos sin disimular su sorpresa- ¿Qué pasa? No me salgas ahora con que no os han dicho a todos lo de la puta profecía…
- ¿Profecía?- ¡No lo sabía, mierda! Había metido la pata hasta el fondo, no lo sabían ni Ron ni Hermione, y va y se lo decía a Malfoy, a veces pensaba que se le iba la fuerza por la boca, y la mayoría de esas veces, tenía razón.
- Es igual, déjalo- le quitó importancia con un gesto, sabiendo que era inútil, había dado una información que cambiaba todo aquello. Por un lado se sentía molesto, no le gustaba nada que Malfoy supiese algo por su boca que no había contado ni a sus mejores amigos, por otro lado, en el fondo de su alma estaba aliviado, al fin alguien más que Dumbledore sabía lo que pendía sobre él, la terrible espada de Damocles que era su destino. Se sentó en el suelo con un leve suspiro- ¿Con qué vamos a empezar?
Draco se sentó frente a él, con la espalda apoyada en un espejo con gesto cansado.
- No sé, ¿qué sabes hacer?
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Desde el momento en el que se cerró la puerta y se quedaron solos supo que no iba a ser fácil. Que todo lo que había estado planeando desde el momento en que supo que entrenaría a Potter no iba a servir para nada. Apenas era capaz de mantener su cara impasible, ¿cómo iba a hacerlo con su voz? Respiró hondo mientras escuchaba las increpaciones de Potter.
Nunca pensó que sería divertido, de hecho no podía imaginar peor tortura que estar con Potter a solas en una habitación, y menos con ese Potter sin camiseta que le recordaba inmisericorde que tipo de personas le atraían, contra su voluntad. Pero tampoco pensó que sería tan horrible. El Niño Dorado se metió en la ducha. Creyó que tenía unos minutos de tranquilidad y suspiró profundamente, pero alguien parecía haber dotado a Potter de verborrea incontenible, porque no podía estarse callado. Le estaba picando a propósito y lo sabía, y también sabía que no podía callarse, así que contestó con todo el desprecio que pudo. Potter se asomó, maldita fuera su suerte, dejando a la vista medio torso húmedo y enjabonado. Sin gafas, mirándolo fijamente. Se le cortó el aliento una fracción de segundo. La fracción de segundo en que sus ojos se encontraron directamente. Apartó la mirada, incapaz de sostenerla, temiendo ponerse rojo. Aquello no estaba bien. Si superaba esta noche, nada podría con él. El problema era que no tenía tan claro poder superarla.
Se paseó por la habitación evitando que sus ojos se posasen en ese maldito y perfecto cuerpo que estaba desnudo tan cerca de él. Era una maldita tortura. No podía evitar sentirse atraído por el cuerpo del chico, al fin y al cabo, era perfecto… Imposible resistirse a la atracción como tampoco podía evitar sangrar cuando se abría la piel… Pero eso no quitaba que se sentiera asqueado de si mismo por tal reacción. Sintiendo que cada vez estaba más lejos de lo que había sido, sintiendo como su frágil equilibrio temblaba, amenazando con quebrarse en mil pedazos. Años de autocontrol y empeño en ocultar cosas hicieron que por fuera pareciese el de siempre, al menos mucho más el de siempre que como estaba por dentro. Apretó los puños para que no le temblasen las manos.
-¿Y no serás un espía que quiere saber cómo soy y cómo me entrenan para luego venderme?- preguntó cínico. Draco lo miró con fijeza. Apretó los dientes y contó hasta diez mentalmente. No podía dejarse llevar. No podía demostrar que realmente le molestaba lo que Potter estaba diciendo, lo que hacía, cómo se movía, como respiraba. El asco que se daba a si mismo cuando recordaba como se había masturbado pensando en la persona que tenía delante, cómo había imaginado que estaba en el lugar de aquel otro chico, Jason. Respiró hondo antes de contestar, sabiendo que no valía la pena enfurecerse, eso solo le haría bajar la guardia. Y no ocurriría jamás.
- Créeme que me siento tentado Potter, pero para tu desilusión y mi desgracia, no. Esa no es mi intención- comenzó a pasear por la habitación, fingiendo interés en todo lo que había por allí, más de la mitad de las cosas no las había visto en su vida, pero tampoco le importaba. Lo único que quería era mantener su atención fija en otra cosa que no fuese el objeto de su desprecio- Tampoco lo es ayudarte, y ni por un instante pienses que esto lo hago por voluntad propia. No tengo más remedio- dejando claras posiciones. Que no pensase que él era un mártir o un santo. Si hacía eso, que supiese que era contra su voluntad. Si apenas soportaba al Potter borde, imaginarse el Potter agradecido y amable le hacía temblar de miedo. No quería sentirse cercano a nadie, no quería amigos, no podía permitirse bajar la guardia, y dados sus contradictorios sentimientos, Potter cuanto más lejos, mejor.
- ¿Así que estamos obligados a entendernos?- Salió de la ducha con la toalla envuelta en torno a las caderas… ¡Oh Sequana! ¿Por qué? Tragó saliva y sacudió la cabeza rogando a todo lo que quisiese escucharle que no se hubiese dado cuenta de su turbación- ¿Y qué os enseñan a los mortifaguitos en ciernes?
- ¿Artes Oscuras?- Contestó con acidez, por suerte para él, volvió a meterse en el cubículo de la ducha. Respiró profundamente varias veces para intentar recuperar su precario equilibrio- ¿Tú que crees que nos enseñan? ¿A sumar?- Gracias al cielo, salió de nuevo ya vestido.
- ¿Qué tipo de Artes Oscuras?- preguntó Potter con interés- ¿Maldiciones, antiguos conjuros, nigromancia?
- Resistencia a Imperdonables, las Imperdonables, maldiciones de nueva generación, cómo utilizar hechizos normales y corrientes para torturar o asesinar- comenzó a enumerar- escudos de protección, resistencia mental a conjuros, pociones oscuras, hechizos de ataque, Oclumancia, Legilimancia…
- Vale, vale- interrumpió Potter, lo miró con desprecio. Obviamente, la educación tampoco era su punto fuerte.
- Aunque no creo que te haga falta ni la mitad- comentó con aspereza, era el Niño Dorado, todos le llevarían entre algodones para que el nene no se hiciese pupa- Total, vas a tener a todo el mundo alrededor tuyo protegiéndote para que no te coja el Señor Tenebroso, mientras Dumbledore se encarga de él.
- Oh sí, eso seguro. Teniendo en cuenta que si no lo mato yo nadie podrá hacerlo- Draco abrió los ojos sin disimular su sorpresa. Ese era un dato nuevo, sabía que el Señor Tenebroso quería la cabeza de Potter y que era un plato reservado para él, pero pensaba que era porque le tenía manía por haberle rebotado el Avada cuando era pequeño… Y era porque únicamente él tenía el poder de matarlo. Ni se molestó en cerrar la boca- ¿Qué pasa? No me salgas ahora con que no os han dicho a todos lo de la puta profecía…
- ¿Profecía?- ¿Había una profecía? ¿Así que era eso lo que Lucius hacía en el Departamento de Misterios la noche que lo detuvieron? La información iba goteando por el cerebro de Draco, haciendo que todas las cosas encajasen mejor.
- Es igual, déjalo- le quitó importancia con un gesto. Cómo si no tuviese importancia. Claro, por eso todo el entrenamiento, por eso necesitaban que compartiese sus conocimientos con él. La magnitud de la tarea encomendada cobró un nuevo cariz para él. Evitó una sonrisa codiciosa. Potter "necesitaba" imperativamente ser entrenado. No era un simple capricho. Su menté se elevó de nuevo a la cálida y habitual sensación de poder. Potter se sentó en el suelo- ¿Con qué vamos a empezar?
Draco se sentó frente a él, con la espalda apoyada en un espejo. Estaba cansado, había sido un día muy largo y prometía no acabar pronto, pero se sentía bastante más contento y satisfecho de lo que había estado desde que comenzó todo aquello, cuatro años atrás.
- No se, ¿qué sabes hacer?
- Sé Oclumancia, bastantes maleficios tontos del rollo Piernas de Gelatina y estupideces de esas, un montón de hechizos de protección. Y no sé… Soy bueno en Defensa, pero en Artes Oscuras… Nunca me han llamado bastante la atención- Apenas se lo podía creer, ¿cómo era posible que a alguien no le llamasen la atención las Artes Oscuras? Vale, estaba claro que era Harry Potter, el paradigma de la Magia Blanca, pero… ¿Nunca había querido saber más.
-Entonces pasamos de practicar Oclumancia, la Legilimancia, no creo que te sirva de mucho- y una mierda le iba a enseñar Legilimancia, a saber de lo que se podía enterar si superaba sus barreras. Nunca nadie entraría en su mente, mientras él pudiese evitarlo. Quizá un duelo le serviría para ver el nivel de Potter y hacerse una idea de lo que ya sabía y del montón de cosas que le tenía que enseñar. Era muy bueno en los duelos, podía decirse que era lo único que había disfrutado de su entrenamiento.- Vamos a batirnos.
- ¿En duelo?- preguntó Potter mirándolo a los ojos- ¿Por qué?
- Para poder ver si eres capaz de defenderte de un simple aprendiz de mortífago como yo Potter- sonrió de medio lado y se levantó. Caminó hasta un extremo de la clase y se giró, el Gryffindor ya estaba en pié y con la varita preparada.
Se acercaron el uno al otro con las varitas levantadas y se saludaron- ¿Asustado Potter?- murmuró Draco con una sonrisa cínica.
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- Más quisieras- Bueno, eso ya era terreno conocido. Se dieron la espalda y contaron diez pasos cada uno. Media vuelta y se pusieron en posición de ataque.
- ¡ALARTE ASCENDERE!- exclamó Malfoy. Harry se concentró y gritó:
- ¡¡PROTEGO!- creando un campo de fuerza impenetrable que desvió el hechizo- ¡DEPULSO!
Malfoy se agachó, el rayo azulado le despeinó y se incorporó con las mejillas ligeramente enrojecidas apuntándolo con la varita
- ¡¡LANGLOCK!- apenas consiguió esquivar el hechizo, le pasó rozando por el hombro y se notó la lengua hormigueante, pero la mordió con fuerza hasta notar el sabor de la sangre- ¡¡¡RICTUSEMPRA!
- ¡¡¡IMPEDIMENTA!- el hechizo de Harry dio contra algo parecido a una pared de cristal erigida frente a Malfoy, emitiendo una nota vibrante y el rayo de energía estalló en numerosas chispas- ¡¡¡TRANSMOGRIFY!
Continuaron lanzándose hechizos durante un rato. Harry se sorprendió de la potencia y celeridad de los hechizos de Malfoy, y de su capacidad para sobreponerse cuando esquivaba físicamente un hechizo. No era algo que esperase de él, tampoco pensó que un duelo llegase a ser tan cansado. Generalmente sus duelos, tanto en el entrenamiento, el ED, o clase de Defensa, se limitaban a lanzarse hechizos y parar los del contrario, pero con Malfoy era diferente, era realmente un esfuerzo físico, no bastaba con Protego o Impedimenta, debía moverse, y rápido, si quería evitar el impacto. Comenzó a sudar de nuevo, a cada momento, su concentración debía ser mayor. Cada vez los hechizos eran más potentes y de consecuencias más retorcidas.
-¡¡¡DESMAIUS!- gritó con todas sus fuerzas. Estaba al borde del agotamiento, llevaba más de dos horas de entrenamiento físico y ahora, sin tiempo de descansar, esto. No podía más, el aire entraba hiriente en sus pulmones, la boca le sabía metálica, no sabía si de la sangre que había en ella por haberse mordido la lengua, o del cansancio. Notaba un pinchazo en el costado que le profetizaba un horrible flato.
- ¡¡¡LACARNUM INFLAMARAE!
- ¡¡EXPELLIARMUS!- ¿cómo no se le había ocurrido antes? Observó con sorpresa que Malfoy no intentaba esquivar el hechizo. Le dio de lleno en el pecho, pero en lugar de caer hacia atrás como solía ser habitual, abrió la mano y su varita cayó al suelo con un repiqueteo siniestro. Malfoy lo miró a los ojos. No podía descifrar su mirada. Tragó saliva, aquello no le gustaba nada. Lentamente, el rubio levantó el brazo con la mano extendida y exclamó:
- ¡¡Everte Statum!- cómo a cámara lenta Harry vio el torrente de energía avanzar hacia él. No había usado varita. Notó el impacto del hechizo en estómago. Se elevaba hacia el techo. No podía creer que Malfoy fuese capaz de hacer magia sin varita. Dio la vuelta en el aire y se encontró mirando el suelo. Estaba cayendo. Caía de cabeza. De pronto dejó de notar la sensación de vértigo. Su alrededor se desdibujó como fundiéndose en negro.
Sonrió satisfecho de si mismo cuando vio como el hechizo impactaba en Potter. Observó orgulloso de su dominio de magia sin varita cómo el Gryffindor describía un elegante arco en el aire y caía cabeza abajo. Con un crujido seco, su cuerpo cayó al suelo. Se cerraron los ojos verdes. ¿No le habría pasado nada, verdad? A ver si se había pasado de la raya y lo había matado… El corazón le latía con fuerza… ¿Y si lo había matado? A Harry Potter… La que se le iba a caer encima. No notaba que respirase desde donde estaba. Un escalofrío le recorrió la columna… El corazón le latía con velocidad. Estaba perdiendo el control… Comenzaron a sudarle las manos. Se acercó al cuerpo tendido en el suelo y se agachó junto a él.
Le temblaba la mano que adelantó para buscarle el pulso bajo la mandíbula. No podía estar muerto… Si no… Apretó dos dedos contra el cuello, ligeramente áspero de barba… Notó el pulso latir bajo sus dedos, era regular… Acercó la cara a la nariz de Potter y sintió el aire cálido expulsado rítmicamente por sus pulmones… Simplemente estaba inconsciente. No había de qué preocuparse. Soltó un suspiro de alivio y se sentó en el suelo, apoyándose en la pared.
Ahora que tenía un rato para sí mismo se dio cuenta de lo que había escuchado aquella noche… Potter tenía que matar al Señor Tenebroso… Él, un simple adolescente…un niñato no muy diferente a él que apenas había recibido preparación…No se lo podía creer, ¿de verdad la vida de todos estaba en sus manos? ¿Y si salía mal? Cosa bastante probable dado que el Señor Tenebroso había cobrado bastante fuerza últimamente, los mortífagos estaban bien preparados y había unos treinta neófitos, y dado que Potter no contaba con más entrenamiento que lo que había visto antes, y lo que tenía que enseñarle él… ¿Y ya está? ¿A nadie le preocupaba realmente que estuviese poco preparado? ¿Recaía en él toda la responsabilidad? Un peso nuevo se añadió a sus hombros… Si la cosa salía bien, él sería el que le había enseñado a Potter lo necesario para sobrevivir y matar a Quien-no-debe-ser-nombrado, pero si salía mal… Moriría, con toda certeza… Y si no lo hacía en la batalla, lo haría a manos de su padre.
Pensar en lo que sentiría su madre si Lucius lo mataba le acuchilló el alma, no podía permitirlo, no podía consentir que el riesgo que estaba corriendo Narcissa fuese en vano. Jamás se lo perdonaría.
Ojalá nunca se hubiese marchado de casa, ojalá hubiese agachado la cabeza y tragado con todo ¿por qué tenía que ser tan arrogante? Ahora estaba solo, sin más compañía que sus miserias, solo consigo mismo. Era algo que no podía soportar, recordar lo que había sido, el príncipe, el heredero, el chico en el que todo Slytherin querría convertirse, el ejemplo a seguir. Añoraba sentir la mirada de admiración de sus compañeros, el apoyo incondicional. Las lágrimas volvieron a acumularse en su garganta. No debería haberlos vendido así, porque quizá evitase que el Señor Tenebroso los pillase por sorpresa, pero ¿iba a evitar que ganasen la guerra? El sentimiento de culpa lo embargó, se mordió el labio con frustración. ¿Por qué era tan difícil ser él? ¿No le podía haber tocado estar en el bando de los buenos desde el principio?
No sabía que hacer, con Potter tendido en el suelo desmadejado frente a él. No había tenido elección, sabía de sobra que había hecho lo correcto, pero… ¿Por qué era tan difícil de soportar? La cara de su madre se dibujó con claridad frente a él sonriéndole… Todavía no había tenido noticias de ella, y hacía casi seis meses que se había marchado de casa. ¿Sería verdad que estaban mejor sin él? No, no podía pensar eso. Si su madre había sido tan valiente de asumir el cargo de topo, de pasar información a la Orden del Fénix, y su padre no la había descubierto, la había subestimado sin duda. El porte ausente y triste de su madre inducía a error, la bonita figura frágil y delicada de aire melancólico no era solo un bonito adorno. Por lo visto escondía una inteligencia brillante y una voluntad de hierro.
Los había engañado bien a todos, pensó orgulloso. Ella le dio fuerzas para respirar hondo y dejar de plantearse, de momento, su postura en esta guerra. Siempre había confiado en el criterio de Narcissa, si ella estaba con la Orden debía ser que era el lado correcto. Igual podía equivocarse en todo, pero no podía permitirse defraudar a su madre quedándose al margen. Haría lo que estuviese en su mano para que las cosas saliesen bien. Aunque lo que estuviese en su mano fuese entrenar a Potter como al mejor de los mortífagos. Por más asco que le diese, por más esfuerzo que le costase, lo haría. Por su orgullo, aunque no fuese por nada más.
La figura de Potter comenzó a removerse en el suelo. Respiró hondo por enésima vez durante la noche, esta vez para tratar de bajar las lágrimas de nuevo a donde fuera que se bajasen cuando las hacía retroceder. Podrían pasar muchas cosas, podría estar muriéndose, malherido, ya podrían faltarle partes de su cuerpo arrancadas brutalmente, ya podría estar retorciéndose de dolor, pero jamás, jamás permitiría que Potter le viese llorar. Estaba despertando… Al menos avisaba de cuando iba a hacerlo. Recompuso su cara y adoptó una postura aburrida. Como a desgana, los ojos de Potter se abrieron y se fijaron en él. Se incorporó con un gesto de dolor, frotándose la cabeza.
-¿Qué ha ocurrido?- preguntó desorientado, sabía que Malfoy le había alcanzado con un hechizo, y que por eso estaba en el suelo, pero ¿cómo había podido alcanzarle? Nadie tenía mejores reflejos que él…No lo comprendía. Miró a Malfoy con extrañeza. Recordaba haber visto el hechizo avanzando hacia él, ¿por qué no se había apartado?
- Te he derribado- comentó casualmente, con un deje de satisfacción.
- Ya lo sé, pero… ¿Cómo?- Cerró los ojos y sacudió la cabeza. Vio a Malfoy levantando la mano, y cómo de ella salía un chorro de energía directo a su estómago. Abrió la boca y lo miró sorprendido- No necesitas varita… - murmuró.
- Pues claro que no.
- ¿¡Cómo que pues claro que no?
- ¿Qué pasa? ¿Tú todavía la necesitas como los niños pequeños?
- Sin varita no puede hacerse…Deberías haberme avisado- recriminó.
- Yo que sé, te están entrenando para matar al mago más peligroso de la historia Potter, ¿de verdad pretendes que suponga que no te han enseñado a manejar tu magia sin necesidad de varita?
- ¡¡¡Es un Arte Oscura Malfoy!- exclamó exasperado- ¿Cómo quieres que me lo enseñen?
- ¡¡¡Por todos los dioses Potter! ¡¡Magia Oscura! Por favor…- se levantó del suelo con desgana- Parece mentira que tengas diecisiete años, de verdad… ¿Hasta cuando seguiréis con las estupideces de la magia oscura o magia blanca? A ver… ¿consideras acaso Transformaciones como magia oscura?
- No, claro que no, no soy idiota- frunció el entrecejo.
- Sí, seguro- murmuró por lo bajo Malfoy, lo oyó y le hubiese gustado darle una paliza allí mismo, pero respiró hondo tratando de calmarse, no tenía ningún sentido molerlo a palos allí mismo, le apetecía muchísimo, pero sabía que no valía la pena el esfuerzo, ni el sudor derramado- Entonces… ¿Transformar un trozo de carne en una piedra es válido?- Harry asintió- ¿Y si yo ahora te transformo el corazón en una piedra?
- No lo había pensado… - se sorprendió Harry. Tenía razón, quizá no todo era tan claro como él había pensado siempre…
- ¿Por qué no me sorprende?- sacudió la cabeza- Lo que quiero decir es… Por mucho que digan que poder hacer magia sin varita venga de dominar alguna arte oscura, es falso…. Nuestra magia está dentro de nosotros, corriendo por las venas, no es que forme parte de nosotros… Es que nosotros somos magia, por lo que no necesitamos la varita para poder hacerla, aunque es algo que hay que aprender.
- Y si es algo tan normal, ¿por qué está "mal visto"?- tenía verdadera curiosidad en esto, le interesaba profundamente y quería a aprender a hacerlo.
- A eso es a lo que iba- sonrió de medio lado y lo miró creando expectación- Está mal vista, o considerada como Arte Oscura porque es imposible de controlar externamente. Una persona que no necesite la varita para nada, es una persona totalmente libre, sin ningún tipo de traba a su poder, excepto su propia voluntad y su conocimiento. El núcleo que tienen las varitas no es más que un conductor mágico… Tú has ido a un colegio muggle, así que sabrás lo que es un cable y cómo funciona la electricidad- asintió- Bueno, pues… ¿Qué lleva tu varita?
- Pluma de fénix- se sentía como un niño pequeño al que se lo estaban explicando todo muy despacio para que fuese capaz de entenderlo. Intuía que debería molestarle, pero le interesaba demasiado lo que estaba escuchando, inclinó ligeramente la cabeza, inconscientemente, como hacía siempre que deseaba prestar una mayor atención.
- Pues la pluma de fénix es la sustancia que ofrece resistencia a tu magia, ralentizándola y desgastándola, para que no salga con tanta fuerza, además de canalizarla.
- No lo entiendo- todavía estaba un poco aturdido del golpe, y sentía un ligero malestar en la boca del estómago. Trató de respirar hondo para centrarse en lo que Malfoy estaba diciendo.
- Cuando un mago comienza a aprender a utilizar la magia, no sólo a hacer magia, sino a como conseguir cosas mediante ella, es alguien joven y resulta difícil focalizar la atención en algo y desear cambiarlo o moverlo, o lo que sea. Se empezaron a usar varitas para "enseñar" magia, y cuando esa persona maduraba y era capaz de mantener su concentración fija en lo que quería hacer, se les quitaban las varitas y se aprendía a hacer todos los hechizos sin ellas. Hasta que se dieron cuenta de que la sustancia que canalizaba la magia de una persona fuera del cuerpo también "frenaba" el torrente de poder. Así que, egoístamente, se comenzó a promocionar el uso de la varita en defecto de la enseñanza del dominio de hacer las cosas sin ella. Y fue quedando en el olvido.
- Una cosa es quedar en el olvido, y otra cosa es ser considerado como Arte Oscura, Malfoy.
- Sí, porque sólo aquellos magos con un poder extraordinario y ganas de plantearse las cosas aprendían a hacer magia sin varita. Eran magos a los que la gente temía y como la mayoría de ellos terminó metiéndose con las Artes Oscuras, o llamémoslas a partir de ahora Artes Mal vistas, asociaron la capacidad de no necesitar varita a una moral dudosamente respetable y honrada.
- Vaya… Dominas el tema, ¿eh, Malfoy?
- Me gusta saber que es lo que aprendo y por qué lo hago- Vaya con Malfoy, parecía que no hacía otra cosa que hacer lo que su padre le decía y mirarse al espejo, y ahí estaba, dándole lecciones de magia, política e historia. Había subestimado la educación de los sangre pura. Siempre había pensado, sobre todo por lo que había visto en casa de Ron, que los niños magos sangre pura antes de ir a Hogwarts recibían una educación en casa bastante escasa. Cómo no podían ir a un colegio muggle por miedo a que contasen cosas que pondrían en un compromiso su condición, en casa les enseñaban a leer, escribir y lo justito de matemáticas. Y ahora Malfoy salía con que sabía lo que era la electricidad y como funcionaba, y un montón de cosas más. Estaba muy sorprendido, y no desagradablemente. Y quería dominar eso, quería dominarlo ya. La verdad es que era bastante lógico, siempre había pensado y temido que si le quitaban las gafas y la varita estaba perdido. Definitivamente le atraía muchísimo la idea.
- Enséñame- ordenó Harry con una voz imperiosa que los sorprendió a ambos. Malfoy se guardó la mala cara y se quitó la túnica, doblándola pulcramente para después dejarla en el suelo. Su delgadez se hizo más evidente, llamando poderosamente la atención de Harry. Ahora que sabía que se había estado entrenando para mortífago y había abandonado el entrenamiento podía entender el parar apesadumbrado de Malfoy durante todo el curso, que estuviese solo en el Caldero Chorreante a finales de verano, que apenas hablase con nadie. El Slytherin se sentía solo y estaba asustado, por más que intentase disimularlo. Al fin y al cabo, había traicionado a su gente. Sus ojeras, delgadez y pose ligeramente encorvada lo delataban. Ahora ya tenía la explicación que había ansiado durante todo el curso, pero no era suficiente, algo le decía que Malfoy ocultaba algo, que le pasaba algo más que le impedía levantar la cabeza. Una espinita de preocupación se clavó en el corazón de Harry, puede que detestase a Malfoy pero no le gustaba verlo sufrir.
- No es fácil- continuaba esquivando su mirada inquisitiva- Te llevará tiempo, estás demasiado acostumbrado a la varita.
- No importa. ¿O es que no eres capaz de enseñarme?
- No digas estupideces Potter, logro todo lo que me propongo- sí, eso seguro, saltaba a la vista, pensó Harry con sarcasmo- Sólo expongo que será difícil. No es sencillo, hay que aprender a visualizar la magia, a sentirla, a ver como sale de tu cuerpo, medir la cantidad y la potencia, a la vez que tienes la voluntad fija en lo que quieres cambiar o mover, y cómo quieres hacerlo. Se necesita muchísima concentración para hacerlo las primeras veces, luego se mecaniza y sale solo, pero hasta ese momento es complicado. Supongo que es como aprender a volar, al principio estás más preocupado por cómo vas montado en la escoba que de volar realmente, aquí es lo mismo. Eso sí, una vez que se domina la varita sólo te parecerá un estorbo porque es mucho más natural no usarla, lo llevamos en la sangre y al no tener que pasar por esa sustancia que opone resistencia a la magia los hechizos son más potentes, y hay muchísima más probabilidad de éxito.
- ¿Qué tengo que hacer?- preguntó sinceramente interesado. Observó como Malfoy se arremangaba la camisa.
¿Cómo demonios le explicaba él a Potter cómo hacer magia sin varita? Hacía años, mucho antes de comenzar su entrenamiento, le había pedido a su madre que le enseñase a hacerlo, y Narcisa le había enseñado. Cerró los ojos para rememorar el momento en que comenzó a ser consciente de la magia que corría por sus venas, que impregnaba todas las células de su cuerpo. No sería fácil explicarlo, pero… No tenía otro remedio, ¿verdad? Suspiró hondo.
- Bien, siéntate en el suelo con las piernas cruzadas, como si fueses a meditar- para su sorpresa, Potter obedeció sin rechistar. Estuvo tentado a decirle que hiciese alguna burrada, a ver si picaba, pero se abstuvo, tampoco le apetecía un Potter cabreado con él, bastante poca gracia le había hecho verlo enfadado después de descubrir que Draco Malfoy le "podía"- Ahora cierra los ojos y concéntrate en las pulsaciones de tu corazón, intenta acompasarlas con la respiración- se sentó frente a él adoptando la misma posición y repitiendo lo que le había dicho que hiciese. Pasó un rato en el que el más absoluto silencio se apoderó de la habitación. Estaba tan concentrado en el interior de su alma que apenas recordaba que tenía que enseñar a Potter cómo conseguir dominar su magia sin necesidad de varita.
Si al menos las cosas que veía dentro de si mismo le hubiesen interesado, entonces quizá se hubiese sumido en una meditación más profunda, poniendo en práctica los ejercicios que les había enseñado la profesora Marx. Pero lo que veía dentro de si mismo le asustaba. Sabía que tarde o temprano debería enfrentarlo y escoger uno u otro camino, pero ahora… Ahora se sentía dentro del ojo de un huracán, todo girando a su alrededor sin parar, sin detenerse, con tanta fuerza que sentía como si se despegase del suelo por momentos y sin nada a lo que aferrarse.
- ¿Y ahora que tengo que hacer?- la voz de Potter lo sacó de su trance, mentalmente se lo agradeció, no le apetecía meterse tanto en si mismo, al menos de momento. Abrió los ojos.
- Vale- respiró hondo para centrarse de nuevo en la realidad- abre los brazos con las palmas de las manos enfrentadas- miró como Potter seguía sus instrucciones- hasta que queden separados por medio metro, más o menos. Ahora, concéntrate en el espacio que hay entre ellas, y ves acercando las manos muy despacio, siempre consciente del espacio que se va haciendo cada vez más pequeño.
- Y esta chorrada, ¿para qué sirve?- si las miradas matasen, Potter habría caído fulminado en ese momento.
- Para que compruebes, y acabes de creerte, ya que no te fías de mí- su voz goteaba sarcasmo y desprecio, le molestaba muchísimo que no se tomasen en serio las cosas que decía, siempre le había dado mucha rabia cuando de pequeño su padre lo escuchaba aparentemente serio y luego se reía de lo que había dicho, o le decía que sus problemas eran estupideces, sin prestar jamás atención a cómo se sentía, y a por qué se sentía así- que puedes sacar la magia de tu cuerpo sin necesidad de la varita. ¿Me vas a continuar interrumpiendo?
- ¿No?- lo miró levantando una ceja. Sacudió la cabeza para evitar maldecirlo allí mismo.
- Estupendo, ahora vuélvete a concentrar en tus manos y el espacio entre ellas que se va cerrando poco a poco- bajó la voz para que fuese más grave, eso le ayudaría a concentrarse mejor- Junta las manos, pero sin que se toquen del todo, solo las yemas de los dedos y la base de las palmas, dejando un hueco en medio. Respira hondo- se levantó para sentarse frente a él, más cerca y ver como le salía, ahora no contaba lo mal que le cayese, o lo que le despreciase, sólo contaba que tenía que enseñarle a hacer aquello y por su propio bien lo haría lo mejor posible- Ya conoces los chakras de clase de Magia Elemental, concéntrate en abrir los de las palmas de las manos.
- Ya sabes que no se me da bien…- murmuró Potter sin abrir los ojos. Era cierto, no había conseguido abrir un chakra todavía. Suspiró, tendría que ayudarlo.
- ¡Shhh! Vale, te guío. Visualiza los chakras como dos círculos en las palmas de tus manos. Ahora, nota tu magia corriendo por tus venas, imagínatela como un torrente que viaja por tu cuerpo- se quedó un rato en silencio. Era complicado explicar algo que ya tienes mecanizado, que desde hace tanto te sale solo sin pensar conscientemente en el proceso para hacerlo. Sabes que lo haces pero es tan rápido que ni siquera te das cuenta.- Acumula ese torrente detrás de los círculos que has visualizado como tus chakras. Una vez lo tengas, concéntrate en visualizar como la energía lo empuja y acaba por abrirlos. No hay más misterio.
Observó a Potter frunciendo el ceño, tratando de concentrarse y se mordió el labio para no reírse. Estaba realmente gracioso haciendo esfuerzos para concentrar su mente. Con el ceño fruncido y los ojos apretados. Había pasado bastante rato cuando un destello rojizo comenzó a aparecer entre sus manos tomando una forma esférica. Era el color de la magia de Potter, y de su aura.
- No abras los ojos ahora… Pero… Te ha salido- lo que quedaba era más sencillo, simplemente dirigir ese torrente de energía concentrado al objetivo- Ve separando lentamente las manos- conforme lo hacía, la esfera energética se convirtió en un cordón. Draco sonrió para sus adentros. Le había salido a la primera, era un excelente profesor… Quizá debería dedicarse a la docencia- De acuerdo… Puedes abrir los ojos, peor no pierdas la concentración- Potter abrió los ojos con lentitud y dio un respingo, perdiendo la concentración.
- ¡¡Me ha salido!- exclamó emocionado, sonriendo de oreja a oreja- ¡¡Me ha salido!
- ¿Pero ahora está la magia entre tus manos?
- No…
- No se trata de sacarla fuera, se trata de sacarla y mantenerla fuera el tiempo suficiente para hacer lo que tengas en mente con ella, y luego recuperarla. Vuelve a hacerlo.
- Era rojo, ¿verdad?- preguntó mirándolo, por primera vez en toda la noche con algo parecido al respeto.
- Sí. Es el color básico de tu aura- explicó. Y de la suya, se sorprendió. Su aura era roja, igual que la de Potter. No le gustaba nada coincidir en eso con él….
- Qué tópico, ¿no?
- ¿Tópico? No ¿por qué?- Tener un aura roja no estaba mal, ¿verdad? Bueno, tenía algunas connotaciones negativas, pero eso era normal. Aunque… ¿quería eso decir que era como Potter? Reprimió un escalofrío. Por muy mal que estuviese, no quería ser como Potter. Nunca.
- No sé… El Gryffindor con el aura roja- se burló- ¿No tendrá nada que ver?
- Lo dudo mucho, Potter- apoyó las manos en el suelo cambiando de tema- Ahora, hazlo otra vez- vio como Potter cerraba los ojos y volvía a concentrarse, repitiendo el ejercicio de las palmas de las manos. Observó como esta vez, mucho más rápido, Potter conseguía sacar la magia fuera, y sin necesidad de guiarle él, comenzó a abrir las manos, formando un cordón sostenido entre ambas palmas. Abrió los ojos lentamente para ver que lo había conseguido de nuevo, una sonrisa de satisfacción comenzó a formarse en la comisura de sus labios… Movió la cabeza para ahogar el recuerdo que le evocaba aquella sonrisa, el día anterior, en un callejón de Hogsmeade.
- Ahora sí que me ha salido- asintió, sin fuerzas para llevarle la contraria- ¿Cómo se hace ahora un hechizo?
- Vamos a empezar por algo fácil, lo primero que aprendimos cuando entramos en Hogwarts fue el Wingardium Leviosa, y no por nada, es el hechizo más fácil del mundo, apenas necesitas nada de voluntad.- se levantó y buscó algo que pudiese levitar… Había una botella de agua vacía tumbada en un rincón, la cogió y se la puso delante a Potter- Prueba con esto. Mira bien la botella para dibujarla en tu mente, luego cierra los ojos y visualízala en tu mente. Imagina como se levanta, tienes que verlo con muchísima claridad, extiende la mano y pronuncia el hechizo, o simplemente, para cosas así no hace falta ni que lo pronuncies. Si lo estás imaginando con fuerza que la botella se levante es tu máxima voluntad, así tu magia hará el trabajo.
Cerró los ojos y frunció el ceño… Estaba concentrado, había visto un montón de veces esa misma cara en los partidos de Quidditch, pero con los ojos abiertos concentrándose en buscar la snitch, o en los exámenes intentando hacer una poción. Se sentía muy raro sentado en el suelo mirándolo concentrarse, casi deseando que le saliese bien. No podía negar que estaba disfrutando con esto. Y sinceramente, esperaba que a Potter se le diese bien, porque si era cierto lo que había dicho, y por los cabos que él había ido atando a lo largo de toda la noche, era su única esperanza. Sin previo aviso, levantó la mano y la extendió. La botella entre ellos se movió, vacilante pero se elevó unos cuantos centímetros del suelo. Lo había conseguido, y a la primera… No había que temer que no fuese capaz de aprender deprisa….
- ¡¡¡LO HE CONSEGUIDO!- exclamó el Gryffindor manteniendo la botella en el aire, sonriendo abiertamente. Era la primera vez que Draco lo veía sonreír así, estando él delante. Una sonrisa de satisfacción, de orgullo, de alegría, sin estar ensombrecida por la tristeza, o la desgana, o el desprecio. Una sonrisa sin sorna. Y contuvo, con gran esfuerzo, sus propias comisuras de los labios para no imitarlo.
Una media hora después, Potter había conseguido levitar más alta la botella, hacerla dar círculos en el aire y en el suelo, atraerla hacia sí, desde distintas distancias y repelerla a distintas distancia, también. Draco estaba muy sorprendido, no podía imaginar alguien tan rápido asimilando conceptos y poniéndolos en práctica exitosamente con tanta premura. Alucinado era poco. Estaba haciendo verdaderos esfuerzos para no preguntarle cómo podía ser tan normalito en notas y aprender a esa velocidad. Puede que alguna vez lo hubiese dudado, ahora lo tenía más claro que el agua… Potter había nacido para la magia.
Se estiró en el suelo cuan largo era y resopló satisfecho. Le dolía todo el cuerpo, por el entrenamiento y el esfuerzo mental. De hecho, estaba exhausto pero feliz. Si alguna vez le hubieran dicho que estaría tan contento con Malfoy en la misma habitación se habría reído… Pero era verdad, y para su sorpresa ya no lamentaba las sesiones de entrenamiento con el Slytherin. Había aprendido mucho más en lo que hubiese durado aquello que en todo lo que llevaba de curso. Ahora lo que necesitaba era dormir, y a pierna suelta si podía elegir.
- Creo que ya es suficiente por hoy, ¿no?- se levantó de un salto y recogió la botella que había utilizado para practicar.
- ¿Por qué? ¿Acaso estás cansado, Potter?- preguntó Malfoy goteando sarcasmo.
- Pues mira, sí. Pero al menos yo no tengo cara de no haber pegado ojo en un mes- contestó seco. Cogió la mochila del rincón y se dio media vuelta para salir. Ya estaba en la puerta, a punto de abrirla, cuando le llegó la voz de Malfoy.
- ¿La semana que viene, misma hora, mismo lugar?
- No, tengo Quidditch y Kingsley vendrá después, ya me dirá Dumbledore cuando sea- abrió la puerta y salió. Sin girarse se despidió- Hasta mañana, Malfoy.
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Se quedó solo en la habitación. No había estado mal el entrenamiento, y no había sido tan complicado una vez roto el hielo. Tampoco había sido agradable, pero se había sentido importante, por primera vez en mucho tiempo volvía a sentirse más que Potter en algo. Y eso alimentaba su ego, casi tan famélico como él. Estaba cansado, muy cansado, le dolía ligeramente la cabeza, y se moría por tumbarse en la cama y cerrar los ojos… Dormirse no… No quería volver al lugar donde sus fantasías se volvían contra él.
Miró su reloj… Eran casi las doce de la noche. Pero no quería volver a la habitación, no después del día que había tenido, no después de haber delatado a sus compañeros….De nuevo el maldito sentimiento de culpa. Cerró la puerta con un movimiento de la mano y gritó de rabia. ¿Cuándo iba a dejar de mortificarse por haber hecho lo correcto? ¿Acaso prefería estar en su lado? ¿Tener que servir a alguien de por vida? ¿Temiendo a cada minuto fallar por terror a las consecuencias? No, no lo quería, de hecho, jamás lo había querido, pero siempre había sido demasiado cobarde como para rebelarse, se dejaba arrastrar, hasta que la corriente fue demasiado intensa como para seguirla sin hacerse daño, y se apartó…
Tenía varios motivos, unos más grandes que otros, y unos que deberían pesar más que otros por su importancia pero que no lo hacían… ¿Por qué era mucho peor sentirse atraído por los hombres que sentir que estaba traicionando a su propia sangre no pensando igual que su padre? Le preocupaba mucho más que sus compañeros descubriesen que le gustaban los chicos que descubrieran que los había vendido, al fin y al cabo, lo segundo lo hacía por supervivencia, por principios, aunque le odiasen y castigasen por ello, podrían comprenderlo mejor. O al menos no despreciarlo tanto… Porque sabía que lo verían como algo inmundo, como una enfermedad, algo que debía ser apartado. Podían admitir que hubiese gente que no compartiese las ideas del Señor Oscuro, pero no alguien que fuera, como ellos y por desgracia él también, pensaban, contra natura.
Estaba harto de comerse la cabeza, harto de darle vueltas a todo sin encontrar ninguna solución, y siempre sintiéndose peor. Ya estaba bien por hoy. No tenía ganas de continuar amargándose la noche. Echó un vistazo a su alrededor, buscando algo con lo que entretenerse y olvidarse de todo, aunque fuese solo por un rato. La verdad era que todo en aquella habitación le parecía muy extraño. En su vida había visto cosas así. ¿Qué sería todo aquello? ¿Cómo podría averiguarlo? Vio que sobre una caja metálica rara con botones y ruedecillas había un libro bastante grueso. Se acercó a cogerlo.
En la portada había un hombre asquerosamente musculoso, su nariz se arrugó involuntariamente. Vale, desde luego aquel hombre NO le atraía. Una vez superado el impacto del cuerpo hinchado, marcado y aceitoso, leyó el título: "Entrenamiento Físico: Método Muggle" abrió el libro y lo hojeó rápidamente. Allí explicaba con dibujos y fotografías todos los aparatos que había en la habitación. Las cosas metálicas ordenadas por tamaños eran mancuernas o pesas y servían para trabajar los músculos, aumentarlos y hacerlos más fuertes. Las espalderas, esa especie de barrotes adosados a una pared, servían para muchas cosas, entre otras, para hacer abdominales. Al final de libro había un apéndice en el que explicaba cómo conseguir recuperar la forma física y un aumento de la masa muscular y varias tablas de ejercicios. Comparó mentalmente su cuerpo con el de Potter. Sus costillas marcadas sobre la piel contra el abdomen cincelado del Gryffindor, sus escuálidos brazos y los bíceps marcados del otro… La diferencia era más que evidente, incluso le resultaba insultante. ¿Y si él hiciese todo aquello? Se preguntó ¿Recuperaría peso y su cuerpo volvería a ser al menos como antes?
Sabía que no bastaba con matarse a hacer ejercicio, tenía que comer… Aunque sólo fuera para conseguir energía para mantener su maquinaria en marcha, pero… Podía intentarlo. Y no tenía nada mejor que hacer.
Estudió el libro durante varios minutos, escogió una de las tablas para principiantes, la más suave de todas. Era orgulloso, pero conocía sus propias limitaciones. Tras leer bien las instrucciones se decidió a hacerlo o por lo menos, a probarlo. Cogió una de las mancuernas más pequeñas, asombrándose de que algo tan menudo pudiese pesar tanto. Se sentó en un banco, imitando al chico de la fotografía y apoyando el codo en la rodilla, cogiendo la pesa con la mano, flexionó el brazo hacia él. No era difícil, no costaba nada. Se había subestimado, pensó. Comenzó a hacer repeticiones.
Cuando llevaba veinticinco comenzó a arrepentirse… No se había subestimado, no. Todo lo contrario, se había sobreestimado. Su cuerpo no estaba preparado para el esfuerzo. No tenía energía suficiente para alimentar sus músculos y que pudiesen hacer el trabajo. Le dolía tanto el brazo que pensó que se le iba a caer. Pero no se rindió, había decidido hacer cincuenta, y las haría.
Treinta y nueve, cuarenta, cuarenta y una… Cerró los ojos, una gota de sudor resbaló de su frente y se coló entre sus pestañas… Cuarenta y dos, cuarenta y tres, cuarenta y cuatro, cuarenta y cinco… Apretó los dientes. Notaba como le temblaba el músculo al forzarlo y creía que se le iba a desgarrar. Gruñó entre dientes. Lo lograría. Podía hacerlo. Había soportado un entrenamiento de mortífago, era capaz de resistir al dolor. Cuarenta y seis, cuarenta y siete… Resopló, sólo le quedaban tres… Cuarenta… Y… Ocho… Venga, Draco, dos más y ya, se animó. Cuarenta y nueve…y cincuenta. Suspiró dejando caer la pesa al suelo.
Tenía ganas de llorar. Le dolía terriblemente el brazo, pero lo había conseguido. Por primera vez desde que su vida se había convertido en un suplicio, se sentía medianamente satisfecho de si mismo. Ahora sabía que podía lograr cosas, que si se esforzaba, podía conseguirlo.
El otro brazo no fue tan penoso, no porque no le doliese hasta hacerle gemir, no porque no luchase por contener las lágrimas, ni porque no sintiese que estaba a llegando a su límite, sino porque ahora sabía que podía hacerlo, que era capaz de superarse a si mismo.
Cuando dejó la pesa en su lugar y se enjugó el sudor de la frente, fue como si su autoestima subiese un par de escalones. Ahora ya no estaba en la planta baja, pensó con el ánimo un poco más ligero. Faltaba mucho todavía para llegar de nuevo a lo más alto de la más alta torre, pero el camino ya estaba empezado, y eso era lo importante. Sólo era cuestión de coger aire y continuar subiendo, sin prisa, pero sin pausa. Volvería allí cada día a entrenar. Pero por hoy ya tenía bastante. Se puso la túnica y con el libro bajo el brazo para tener oportunidad de leerlo siempre que quisiese, salió de allí.
Puede que estuviese cansado, que le doliesen los brazos hasta el punto de ser incapaz de estirarlos totalmente, pero hacía mucho tiempo que no se sentía tan orgulloso de si mismo. Quizá desde que hizo la prueba para entrar en el equipo de Quidditch y Flint le dijo que era el mejor buscador que había tenido nunca Slytherin.
Si mañana conseguía acabarse, por lo menos, el desayuno, habría dado un paso muy importante para volver a ser el de antes. Cuando llegó la Sala Común estaba en silencio, sólo el fuego crepitaba mortecinamente en la chimenea. En la habitación todos dormían y Draco sigilosamente escondió el libro en el fondo de su baúl. Se puso el pijama y se metió en la cama. Estaba a punto de dormirse cuando escuchó la voz de Blaise junto a él.
- ¿Dónde estabas? ¿Estás bien?- preguntó en voz baja, con un ligero tono de preocupación.
- Si, no te preocupes, estaba estudiando. Buenas noches Blaise- contestó. Escuchó el ruido de las sábanas de la cama contigua y se relajó sobre la almohada, con una pregunta rondando en la cabeza: Si sólo Potter podía acabar con el Señor Tenebroso… ¿Quién podía acabar con Potter?
Mientras caminaba hacia la torre de Gryffindor, se dio cuenta de cómo su mente intentaba asimilar todo lo que había pasado desde que había salido de allí para ir a la Sala de los Menesteres a su entrenamiento habitual con Kingsley. Sus esquemas mentales se reorganizaban para reestructurarse conforme la nueva información. Malfoy no era un mortífago, no tenía intención de serlo, les estaba ayudando pero… Sí había seguido un entrenamiento para formar parte de las filas de Voldemort. Y además, era capaz de hacer magia sin varita. Estaba desconcertado, alucinado, flipando en colores…
Y asustado, ligeramente, porque se había dado cuenta de que si Malfoy sabía hacer todas esas cosas y no tenía más que diecisiete años, y encima no había terminado el entrenamiento, ¿qué no sabría hacer un mortífago preparado, iniciado y con experiencia? ¿Alguien que no tuviese nada que perder? Estaban en una clarísima desventaja, y eso había que arreglarlo. No bastaba con saber un poco de Defensa, tenía que , por lo menos conocer, las Artes Oscuras, ya no para matar a Voldemort, un escalofrío le recorrió toda la espalda, sino para llegar vivo hasta él. Tragó saliva ¿le daría tiempo a aprender lo suficiente? Desde luego no dudaba, por lo que había visto esta noche, que Malfoy supiese explicar o que le fuese a enseñar mal a propósito.
No se habían dicho nada, al menos con palabras, peor ambos sabían que durante las sesiones de entrenamiento quedaba enterrada el hacha de guerra. Lo que se cocía fuera era mucho más importante que el desprecio que sentían el uno por el otro. Y ese acuerdo tácito había quedado de manifiesto cuando, tras ducharse, se habían sentado en el suelo y hablado de lo que le iba a enseñar. Malfoy podía ser un gilipollas, pero empezaba a creer que valía la pena tener alguien cómo él en su lado. Daba un punto de vista que hasta el momento, al menos él y todo el ED, habían estado pasando por alto. Y habían hecho mal en hacerlo… Se lamentó.
Otro esquema que se reestructuraba era la toma de conciencia de que le había dicho a Malfoy lo de la profecía…Algo que no sabían siquiera sus amigos, que no conocían la espada de Damocles que pendía sobre su cabeza, ansiosa porque la levantara y le cayese encima. Y se lo había dicho a un maldito mortífago, o bueno, se corrigió mentalmente, al hijo de uno de ellos. No había caído en la magnitud de lo que había hecho. ¿Qué tipo de relación tenían Malfoy y su padre? ¿Seguían hablando? Si lo hacían, Malfoy le contaría lo que averiguara… No, no lo creía, porque…
- Casa abarrotada- murmuró al retrato de la Señora Gorda, que se abrió con un chirrido, mientras la mujer vestida de rosa se tapaba la boca disimulando un bostezo. No, no lo creía, retomó el hilo de sus pensamientos, porque si la relación con sus padres fuese buena, después de renunciar a ser un mortífago no hubiese estado en el Caldero Chorreante en verano, o le hubieran acompañado como siempre a King's Cross a coger el tren del colegio, pero… Por otro lado… Si era tan mala, y lo habían echado de casa, ¿qué hacía en Hogwarts? ¿Le seguían pagando el colegio? ¿No tenía otro lugar al que ir?
Daba igual, sacudió la cabeza mientras subía a su habitación. Realmente, fuese cual fuese la relación que tenía Malfoy con su familia no era de su incumbencia, siempre y cuando no les pasase información de lo que ocurría en Hogwarts o con él, y sorprendentemente confiaba en Malfoy en ese sentido, algo le decía que jamás traicionaría la confianza que se había puesto en él. Que no lo vendería a Voldemort. Ahora le tocaba centrarse en aprender lo más rápido posible, cuanto más aprendiese, más les podría enseñar a los del ED, y más preparados estarían todos.
Se sentó en la cama y se quitó los zapatos. Sólo podía mejorar si practicaba por su cuenta. Ahora ya tenía cinco cosas que hacer antes de poder cerrar los ojos. Los ejercicios de proyección astral y visualización para Magia Elemental, practicar la transformación en lobo, porque aunque ya podía transformar las patas, debía dominar el cuerpo para el miércoles siguiente, y que la profesora McGonagall le dirigiese con la cabeza. Luego las técnicas de relajación y control de la ansiedad y el pánico que sentía ante "el momento", como había bautizado al momento en el que estuviese frente a Voldemort y tuviese que matarlo…no quería pensar en que aún no sabía cómo. Y ahora, ejercicios para dominar la magia sin varita, y para acabar, vaciar su mente de toda emoción, y cerrarla, para que ningún señor oscuro indeseable intentase colarse en ella y manipularlo.
Quizá si necesitase un giratiempo para poder abarcarlo todo.
Empezó por la transformación. Era lo más agotador, y lo que más tiempo le llevaba, si lo hacía lo último se dormía demasiado excitado y no descansaba bien. Prácticamente ya le salía bien todo, pero no le gustaba nada verse totalmente transformado en un lobo negro con su cabeza, era tan grotesco que le daban náuseas, se moría de ganas de que la profesora McGonagall le enseñase como podía transformar su cabeza también. De momento sólo podía hacerlo por partes, primero una pata delantera, luego la otra, luego una trasera, la otra y el cuerpo. Lo más difícil por el momento era hacer crecer el coxis, sentir como se alargaba, cómo se formaban los músculos del rabo.
Cuando terminó, le dolía todo el cuerpo pero estaba satisfecho, ahora podía hacerlo mucho más deprisa. Lo que al principio le costaba una hora, ahora en apenas veinte minutos estaba conseguido. Pero debía llegar a lograrlo en una fracción de segundo… Le quedaba mucho trabajo por hacer todavía. Continuó con los ejercicios que le había enseñado Malfoy par abrir sus chakras y sacar el poder fuera de su cuerpo. Quería cerrar las cortinas de su cama sin usar la varita.
Se relajó tumbado sobre la cama y comenzó a visualizar su poder. Podía ver el torrente de color rojo brillante recorriendo sus venas, acumulándose el las palmas de sus manos. Respiró pausadamente, notando un cosquilleo cálido en las manos y algo que crecía entre ellas, igual que había sentido unas dos horas atrás en la Sala de los Menesteres con Malfoy guiándole, aunque ahora no se sentía tan seguro y rehusó a abrir los ojos. No quería ver, con desilusión, como todo era producto únicamente de su imaginación.
Visualizó la cortina con fuerza, la veía con toda claridad en su mente, como si realmente tuviese los ojos abiertos y las gafas puestas. Imaginó cómo se movía para cerrarse. Se concentró en la imagen intensamente, sin abandonar la concentración para mantener el poder activo fuera de si. Extendió la mano y deseó con toda su voluntad:
- Ciérrate cortina- era consciente de que estaba apretando los ojos, y de que se había incorporado ligeramente haciendo fuerza y tensando estómago. Como muy lejos, le pareció escuchar el chirrido de los aros avanzando por la vara metálica que rodeaba su cama. Abrió un ojo temeroso…
¡¡¡Lo había conseguido! La cortina estaba cerrada en torno a la cama. Ahogó un grito de júbilo y triunfo contra la almohada y practicó algunos ejercicios más, atraer la varita, las gafas, levitarlas, repelerlas, romper las gafas, arreglarlas…
Se sentía genial, reventado, porque dudaba haber estado tan cansado alguna vez en su vida, pero eufórico. Ahora solo le quedaban los ejercicios para los viajes astrales de Marx, sus técnicas de dominio de la ansiedad y la Oclumancia…. Decidió pasar de los viajes astrales, ya había tenido mucho ejercicio de visualización hoy. Las técnicas de relajación quedaron relegadas al final de la sesión de antes de dormir. Primero la Oclumancia, que no serían más de cinco minutos.
Con un bostezo comenzó a vaciar su mente, a recordar cada emoción, empaquetarla y guardarla en su archivo de la caja fuerte. Se esforzó por acordarse de todo lo que le había ocurrido en el día y poco a poco, fue archivándolo todo en su habitación secreta, en la que nadie, por más que lo intentase, podría entrar. Para muchos la última fortaleza que se debía ganar era el corazón, para Harry era esa habitación, porque allí guardaba su corazón. Además, ahora era especialmente importante que sepultase toda información susceptible de interés por parte de Voldemort bajo todos los candados que su mente fuese capaz de crear, porque… ¿Y si Voldemort entraba en su mente y veía que Malfoy lo estaba entrenando?
Metería al Slytherin en un buen lío… Y no es que quisiese ayudarlo, se dijo mentalmente, ni que le cayese bien, pero no podía permitir que por su culpa se viese sometido a la ira de Lord Voldemort, la cual, de todos modos, estaría a punto de caer sobre él porque había renunciado a servirle, y seguro que decirle que no a Voldemort no era algo que te diese muchos puntos frente a él. Bueno, si los puntos eran para rifar un Avada Kedavra tras una larga retahíla de Cruciatus, entonces seguro que Malfoy ya había comprado todas las papeletas.
¡¡¡¡JODER! Se estaba obsesionando con Malfoy… ¿por qué se obsesionaba tan deprisa con la gente? ¿Por qué aunque alguien no le importase se sentía en la obligación de protegerlo? ¿Sería verdad que tenía complejo de héroe? Se estaba enfadando, y eso no era bueno para mantener su mente a salvo. Contó de cien a cero y trató de relajarse. Miró su reloj. Eran las tres y veinticinco de la mañana… Apenas le quedaban cuatro horas para levantarse. Debía dormir, no podía permitirse una noche sin dormir. Giró sobre la almohada y cerró los ojos, pensando que, pese a lo cansado que estaba, no lograría dormirse….
Pero debió de lograrlo, porque el ruido de sus compañeros levantándose le despertó. Abrió un ojo y corrió la cortina poniéndose las gafas. Miró a sus amigos en pijama. Ron sentado en la cama bostezando. Dean levantado y vestido, Seamus levantado, sin vestir, pero con su ropa en la mano y Neville rebuscando en su baúl tratando de encontrar la prenda perdida del día. Sonrió ligeramente, aunque algo la ensombreció. Un nuevo día había comenzado. Era un día menos para que todo llegase a su fin.
TBC
Notas de la autora: Por fin acabé el capítuloooo! Tenía muchas ganas ya, la verdad…desde luego, tardo en actualizar, pero no os quejaréis de capítulos cortitos, o poco densos…jajajaja. Espero que os guste, y también espero tardar menos en actualizar, porque me gustaría que el capítulo en el que sea Navidad en Hogwarts, sea en navidades. Muchas gracias por los comentarios que habéis mandado animándome a continuar. Besitos!
Todos los Hechizos del duelo, están sacados del lexicon de Harry Potter. Transmorgrify, por ejemplo, es un hechizo de tortura, que creo que en la peli 2 dice Lockhart que han usado con la Sra. Norris. Luego Alarte Ascendere, es el hechizo que emplea, también Lockhart, para "deshacerse" de la serpiente que conjura Draco en el Club de Duelo, es un hechizo de impulsar las cosas hacia arriba. Everte Statum, creo que es de HP & HBP, y sirve para derribar al enemigo…y no recuerdo si hay más hechizos nuevos. Creo que no…si tenéis dudas sobre algo…preguntad, que para eso estamos…Ciaoooo
