- Kamisama Kenshin -
Semana uno
-Día seis-
-Ven, por acá -Dijo Kaoru mientras encaminaba al pelirrojo cantante hacia su casa.
Las paredes temblaron cuando ella puso la llave en el cerrojo y tuvo que empujar la puerta con todo su cuerpo, porque el invierno hacía que las débiles maderas se hincharan. Kenshin agachó un poco la cabeza para entrar por la diminuta puerta y, con una expresión de asco, comenzó a caminar por el piso de tierra, pero cambió inmediatamente la cara cuando Kaoru le dirigió una mirada asesina.
Se podía sentir el olor a comida que provenía de la cocina, y de ella salió Gensai, con un delantal de cocina de "Kiss the Cook" y su infaltable sonrisa en la cara.
-¡Kaoru-chan! no te esperaba de vuelta tan pronto, hijita. Aún no he terminado nada... ¡Oh! ¿No es usted el chiquitito del papel higiénico? -Preguntó Gensai apuntando a Kenshin.
-Sí, padrino, el mismo -Replicó Kaoru, conteniendo la risa. Kenshin sólo miraba con una sonrisa falsa.
-Oooh, ¿Y qué le trae por acá? ¡Ah, pero qué descortés soy! ¡Tome asiento! y siéntase libre de mostrar la expresión facial que realmente siente. -Kenshin se dio cuenta de que el comentario aludía a su cínica sonrisa, y enrojeció violentamente al ver que lo habían descubierto. Era la primera vez que su "Súper-megabrillante-y-conquistadora-sonrisa-hiperplayboy-profesional-versión 1.0" realmente fallaba. Kaoru volvió a intentar aguantar la risa.
-¡Kaoru-neechan! ¡Kaoru-neechan!
Del fondo de un cuarto al final del pequeño pasillo de la casa, aparecieron corriendo dos pequeñas niñas, y se abrazaron a las piernas de Kaoru, quien, al igual que ellas, rió alegremente y les preguntaba con total naturalidad cómo se habían portado. Kenshin las observaba en silencio, mientras se sentía cada vez más fastidiado e incómodo. ¿Qué rayos estaba haciendo en una pocilga cursilona como ésa?
-¿Son tus hijas? -Preguntó él, nuevamente con una sonrisa fingida.
-¡Jajaja, claro que no! Son mis hermanas: Suzume y Ayame.
-Kaoru-neechan, ¿no es éste el que sale en el papel higiénico? -Preguntó Ayame apuntando a Kenshin con desconfianza. -Esa sonrisa me da miedo...
-Sí, el mismo. Qué feo es en vivo, ¿eh?
Kaoru lo miró de pies a cabeza de forma burlona, y fue entonces cuando el cantante se percató de que seguía disfrazado... un momento: ¿¿Cómo era posible que lo hubieran reconocido vestido así dos niñas y un anciano?? Además, ¿Cómo podía ser que ellos mismos se hayan percatado de su sonrisa falsa? Algo raro había en esa familia que no le gustaba. Es más, le asustaba saber que no podía fingir frente a ellos...
-Tengan cuidado, niñas. Éste feo es muy malo con la gente no-rica como nosotras...
Suzume le sacó la lengua. Él se agachó hasta su altura, se sacó la peluca, se limpió la cara del barro y el labial de payaso... y le dedicó a la niña la mueca más exagerada y prolongada, en respuesta a la que ella le había hecho. Cuando el cantante terminó de estirarse la cara, sacar la lengua, mostrar los dientes a lo vampiro, gruñir, gesticular obscenidades con las manos, hacer ruidos de demente y escupir a los pies de la niña, Suzume se echó a llorar. La siguió Ayame, y él, en pánico, intentaba hacerlas callar con las manos.
-¡Malo! ¡Malo! ¡¡Kaoru-neechaaaaaan buaaaaaa!!
Kaoru esta vez no pudo contener las carcajadas.
-¡Maldición! ¡No lloren por favor! ¡¡Por favor!! ¡Shhhhst, shhhhst! -Decía Kenshin desesperado, intentando callarlas.
-¿Qué pasa aquí? -Preguntó Gensai, saliendo de la cocina. Como nunca, puso una expresión de disgusto al ver que las niñas se escondían del joven. Esa era una mirada que Kaoru nunca había visto en él, y supuso que era serio. Kenshin se había puesto azul y estaba demasiado avergonzado para hablar. Pareciera que el anciano, aún cuando no estaba presente, lo había visto todo.
-Jejejejeje, no es nada, padrino, es sólo que... Himura-kun tenía una araña en la cabeza y tuvo que matarla con las manos. Ya sabes cómo le temen las niñas a esos bichos...
Kenshin miró a Kaoru incrédulo. Él jamás de los jamases habría hecho algo que no fuera delatarla para reírse de ella, si estuviera en su lugar. Gensai volvió a sonreír como si nada hubiera pasado.
-Aaah, ya veo, me había preocupado. -El anciano tomó a Kenshin de los hombros y le dijo al oído: -Vaya, sí que le debes una a mi ahijada, ¿eh? -y dicho esto, regresó a la cocina, aún sonriendo.
"Definitivamente hay algo extraño en esta familia", se dijo el pelirrojo.
Semana dos
-Día cinco-
Shinomori Aoshi, el gran guitarrista de la banda Nº 1 en todo Japón, se levantaba de la tina en la que se había mantenido sumergido los últimos 40 minutos, como era su costumbre. Aún le quedaba una hora antes de que empezara la sesión de fotos para promocionar el nuevo single del grupo, así que se tomó todo el tiempo que quiso en secarse y vestirse sin despertar a su gran gato negro de ojos celestes que se le había recostado sobre las piernas.
Se estiró para coger su camisa que estaba sobre el velador e hizo que Atila emitiera un grave maullido al caerse de sus piernas al piso ("Lo siento, Atila" le murmuró al gato, quien se fue molesto). Fue entonces cuando notó el papelito doblado junto al teléfono y recordó a la extrovertida y alegre chica que se lo había dado, con quien se veía cinco días a la semana en el Café Merveilles. Hoy era viernes, pero ella le había pedido que la llamara (supuestamente) para confirmar si se verían, puesto que ella no estaba segura de si tenía la tarde libre. Ya casi era una semana desde que la había conocido, y cada vez iba al Café Merveilles con más alegría cuando daban las seis de la tarde.
Esa chica emanaba un carisma, inocencia y pureza que él jamás había imaginado en una mujer. Todas las veces que se veían él notaba cómo hablaba de la gente, y se daba cuenta de que el único tipo de gente que le desagradaba eran los hipócritas que hacían distinciones de clase o cosas así (Aoshi pensó en su amigo Kenshin). Intentaba compararla con las mujeres que había conocido a lo largo de su carrera, pero todas esas eran iguales y no le agradaba ninguna, ni le hacía sentir la ternura que sentía por Misao.
Miró el reloj, y notó que sólo le quedaban quince minutos, así que, sorprendiéndose a sí mismo, tomó el teléfono apresurado y marcó el número escrito en el papel. Antes de darse cuenta ya estaba marcando a una casa desconocida. Recordó que él nunca hacía ese tipo de cosas, él casi nunca llamaba a nadie, y se fijó de cuán nervioso estaba al ver su rostro enrojecido en el reflejo de la ventana y al escuchar los latidos de su corazón como un resonante tambor.
Contestó una voz femenina. Aoshi enrojeció aún más y toda la capacidad de comunicación que había obtenido en las fiestas de celebridades se esfumó.
-¿Aló? ¿Diga...? ¿Aloooooo...? ¿¿HAY ALGUIEN AHÍ??
-Eeeh... s-sí, lo siento, Makimachi-san, soy Shinomori...
-¿Busca a Misao-chan? Lo siento, pero no está. Hoy no llegará hasta tarde.
Colgaron de inmediato, y Aoshi se quedó petrificado con el auricular en la oreja, sumido en la decepción. Luego de unos minutos se echó a reír, aún sin poder creer lo nervioso que se había puesto por una estupidez así.
-o-
Ya dentro del estudio, Aoshi probaba la entonación de su guitarra, aburrido de esperar a que los demás estuvieran listos. No entendía cómo podían demorarse tanto sus compañeros en ponerse un par de piezas del estúpido traje para las fotos. Uno a uno fueron entrando casi todos los miembros. Todos menos Shura, la baterista, quien aún después de veinte minutos luego de que los demás habían salido, no aparecía. Aoshi ya se había rendido y se había puesto a practicar, cuando oyó un sinnúmero de "¡Al fin", "¡Ya era hora!" o "¿Qué te demoró tanto?", y levantó la cabeza sin mucho interés para ver a su compañera, pero vio que no estaba sola: Una chica alegre y menuda de unos 18 años, de cabellos negros tomados por una larga trenza, ojos esmeralda y vestida con ropa muy abrigada iba con ella. Se reían y conversaban amenamente, inmunes a los gritos de los demás. ¿¿Qué hacía aquí ella?? Se preguntó Aoshi, quien sin darse cuenta había dado el acorde más desafinado de toda su vida con una guitarra.
Cuando había llegado el turno de las fotos individuales y Aoshi se encontraba en el centro de las cámaras, comenzó a Buscar a Misao con la mirada, a quien no había podido ubicar en todo ese lapso de tiempo. Al fin dio con la pequeña, que se encontraba curiosamente muy cerca de él. Una vez más, no estaba sola:
Misao se encontraba hablando con algunos fotógrafos y riéndose con mucha naturalidad, ellos incluso le acariciaban el pelo y le ofrecían cosas, y ella sólo seguía riéndose. Aoshi frunció el ceño. Luego de unos momentos la chica sacó un lápiz, anotó en un papel algo que parecía ser un número telefónico y lo arrojó al aire para que los hombres lo atajaran. Momentos más tarde se alejaba de ellos y se ponía a reír y coquetear con otro grupo de hombres. Aoshi pensó en el papelito con el número que ella le había dado. "¡Para que me llames!" había dicho ella guiñándole un ojo. Qué estúpido había sido al haberse sentido especial siguiera por unos instantes, y se avergonzó de lo nervioso que se había puesto al llamar a su casa. Tal parecía que aquella chica no era ni la mitad de ingenua y distinta de lo que él había pensado.
-Día siete-
Había pasado ya más de una semana desde que Kaoru había descubierto la verdadera cara del Battousai, y las visitas de éste a la casa de la prostituta ya se habían transformado en rutina. Al principio él venía con una mala cara hasta la puerta, para comenzar a fingir adentro, pero ya para la tercera visita se dio cuenta de que era totalmente inútil cambiar el semblante, puesto que en esta familia todos tenían una especie de sexto sentido que le impedía sacar su arma de cinismo y parecer un buen tipo, pues siempre lo descubrían, así que optó por actuar como realmente era, para variar.
Lo que no le quedaba claro aún era el por qué de aquellas invitaciones. Kaoru simplemente le obligaba a quedarse un rato y se iba prácticamente cuando quería, nada más, no le había pedido dinero, ni fama, ni estatus ni tampoco daba señal alguna de pretender decirle su secreto a nadie. Todo esto le hacía sentir inquieto. Para colmo, cada día estaba experimentando una extraña sensación de que no odiaba ni le desagradaba Kaoru, cosa que pasaba con todas las demás personas a su alrededor a excepción de Aoshi, el único amigo real que tenía (Los demás eran todos fingidos). Eso no impedía que él la tratara como trataba a todos los demás en sus pensamientos; siempre la llamaba Plebeya-dono, Pordiosera-dono o similares, a lo que ella respondía ordenándole a que lavara la ropa, limpiara el piso o recogiera la suciedad de los gatos. En esas ocasiones Kenshin volvía a odiarla a ella y a todo el mundo.
Kaoru para ese entonces ya se había rendido. Era imposible intentar cambiar a alguien como él: era la primera vez en su vida que conocía a alguien tan ególatra, cruel con todos los que no fueran él, burlesco de la desgracia ajena, egoísta, avaro, hipócrita y mal carácter, pero tan buen actor que había podido engañar a un país entero. Aún cuando él se largaba a reír las veces en que mostraban en el noticiario casos de niños minusválidos, hacía llorar por lo menos dos veces al día a Ayame y Suzume (y el repertorio de excusas de Kaoru para absolverlo se terminaba), se detenía en todas las superficies que podían servir de espejo mientras caminaba por la casa o se arrojaba como bestia al sofá cada vez que encontraba una moneda; a Kaoru le gustaba estar con él. Consideraba al joven como una persona tan única, particular y curiosa, que siempre conseguía hacerla reír, y aún se sentía mejor de saber que no era la única que ocultaba secretos gordos, así que le gustaba pensar en él como un cómplice.
Los dos grandes inconvenientes que le preocupaban de tener a un famoso artista en casa era que debía esconderlo cada vez que alguien iba de visita (sobretodo Misao, quien iba casi todos los días a hablar con ella y por su oficio de paparazzi NO DEBÍA enterarse de que Kenshin estaba ahí), pues quien fuera que viera al famosísimo Kenshin Himura en casa de alguien de clase media/baja armaría un escándalo. Por otro lado, le preocupaba a Kaoru los problemas que Kenshin pudiera tener con la productora por su culpa, pues había ocasiones en que se quedaba tardes enteras jugando con las niñas "El primero que llora pierde" (y desde entonces Kenshin traía un botiquín al venir a la casa) o compitiendo con Gensai y Kaoru a lo que fuera, o jugando Monopolio entre todos (Kenshin siempre conseguía las propiedades de todos a cualquier precio) y no se daban cuenta de cuándo daban las 9:30 de la noche, y Kenshin debía partir hecho un rayo a los ensayos que comenzaban a las 8:00.
Kaoru, que por naturaleza no podía ser egoísta (como "otros"), había decidido definitivamente que todo esto debía acabar. Cuando el pelirrojo llegó ese día a la hora acostumbrada (4:00 de la tarde). Kaoru estaba en su cuarto y salió para decírselo. Sin embargo se quedó viendo la escena que se estaba formando, para reírse un poco, agazapada en un rincón de la sala detrás de los floreros.
Kenshin había entrado sonriendo, con la cabeza alta y las cejas arqueadas con superioridad, cargando una bolsa en la mano repleta de golosinas, y se sentó en un sofá junto a las niñas.
-Ejem, ejem... -Carraspeó sonora y exageradamente.
Las niñas levantaron la cabeza, interrumpiendo su juego con las muñecas de trapo, y vieron cómo Kenshin tomaba un gran chocolate y lo levantaba con triunfo a la altura de su boca, con las cejas aún más arqueadas. Las niñas vieron con ojos de súplica el chocolate, pero Kaoru, intentando no ser vista por el Battousai, les hizo señas en el rincón, muerta de risa, para que no hicieran nada. Ellas se mordieron los labios y siguieron jugando. Kenshin se volteó a ver la cara que tendrían las niñas, y al ver la falta de interés, incrédulo, sacó una bolsa de papas fritas y las comenzó a abrir con lentitud, haciendo todo el ruido que podía hacer con la bolsa.
-¡EJEM, EJEM! -Volvió a carraspear.
Las niñas levantaron a penas la cabeza y volvieron a su juego casi de inmediato. Kenshin se veía aún más incrédulo. Se le hincharon las mejillas de rabia, se puso de pie, y dejó caer la bolsa en medio de los juguetes de las niñas, con desprecio.
-Bah, se me quitó el hambre. -Dijo con fastidio, y se sentó en el sillón más alejado de las niñas, que estaba junto a los floreros. Él pudo oír nítidamente la risa de la escondida Kaoru, que más tarde fueron carcajadas, seguidas de las de Gensai y las niñas (que ya tenían la boca llena). Kenshin se levantó abochornado y apuntó a Kaoru con aire acusador.
-¡T…TÚ! ¡Ya cállate! ¿¿De qué te ríes?? ¿¿Me ves cara de chiste??
-No es nadajajajaja... jejenseriojojojo... -Kenshin volvió a sentarse, con los brazos cruzados como un niño. -Jejejeje.. ehm... lo siento mucho, Battou-chan -Dijo ella secándose las lágrimas producto de las carcajadas.
-¡Deja de reírte...! ¡N… No sé ni para qué vengo! -Replicó Kenshin, quien siempre hacía alusión a esto en su cabeza para negar que en el fondo, el hecho de que estar en esa casa y ser él mismo para variar, le agradaba. Era para él un desahogo, pero nunca lo reconocería. -Aaaah, es cierto, es por TU culpa, chantajista...
-No tienes que hacerlo -Contestó Kaoru con total calma.
-Sí, lo sé, y luego todos se enteran de que...
-No te preocupes, no le diré a nadie tu secreto si tú guardas el mío. Sé que te estoy causando problemas al hacerte venir, y además ya no creo que pueda cambiarte, ni creo tampoco que debas hacerlo. Estás bien siendo tú mismo, ¿sabes? -Replicó Kaoru, sonriendo con ternura.
Kenshin enrojeció. Era la primera vez en su vida que alguien que conocía su otro yo no lo criticaba o despreciaba, y se sintió extraño.
-Ya no tienes que seguir viniendo, eres libre -Continuó Kaoru, quien volvió a sonreír.
-¿Hablas... en serio? Bueno... s-sí, tienes razón... es mucho problema... -Justo en ese momento sonó el celular de Kenshin. Era Chô, quien exigía la presencia del vocalista al menos en este ensayo de la banda. -En fin... me tengo que ir ya...
-Bueno, pues cuídate. -Kaoru le dio una palmada en la espalda. -Dudo que nos volvamos a ver pero de todas formas... ¡nos vemos!
-Sí, está bien... Adiós pordiosera, adiós mocosas, adiós viejo decrépito... -Kenshin se despidió de cada uno con un movimiento de la mano, al igual que ellos en respuesta.
Al llegar Kenshin al estudio, los de la banda se voltearon para verle el rostro con cara de sorpresa y preocupación.
-¡Amigo! ¿Qué te pasó? -Exclamó Chô golpeándole la espalda fuertemente, al ver al vocalista de la banda con la cabeza baja y los ojos perdidos, como sumido en una secreta tristeza.
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NdYune-ô: Hola de nuevo! muchísimas gracias a todos los que me enviaron reviews, estoy muy muy contenta por ello ;; ::lágrimas:: Lamento no poder respoderlos de nuevo, pero en 20 minutos más empieza la actividad de navidad de mi iglesia (si, voy a la iglesia, es más, soy hija del pastor, YYYYY??? XD), así q debo alistarme desde ya pq siempre llegamos tarde por mi culpa XD. En fin, gracias de nuevo, ojalá les haya gustado este capítulo y para aquellos q leen (si es que hay alguien) Aishiteruze Killer, les comunico q no sé si continuarlo realmente, a lo mejor lo continúo, pero como un proyecto personal, no para publicarlo por el simple hecho de que no lo lee nadie n.ñUUU
Adiós y feliz navidad atrasada!!
18:41 26-12-2004
