NdYune-ô: Anteayer publiqué un fic nuevo de AM, y realmente no me fue muy bien pero a la porra, esperaba que me fuera peor nñU. En fin, este capi creo que les va a saber a… "por qué no le dedicaste más tiempo". Léanlo y sabrán a qué me refiero (y lo explicaré en las notas finales de todas formas XD)
Kamisama Kenshin
Semana Cinco
-Día cinco-
Sólo quedaban seis horas para el concierto. Todos se mordían las uñas y hacían los últimos preparativos con temblor, mientras el director, Tomoe, Aoshi y todos los que conocían sus números llamaban frenéticamente por celular al pelirrojo sin obtener respuesta.
Se habían vendido todas las entradas en menos de una hora, y ya hasta estaban copados los cupos para verlos salir. Pero ¿Dónde estaba él? Por qué no contestaba las llamadas? Todos aguardaban expectantes, y algunos hasta desesperados, por que Battousai diera señales de vida. No se aparecía desde la noche anterior y aunque habían tratado de llamarlo a cada uno de sus cinco celulares unas mil veces, ninguno contestaba, por lo que todos temían lo peor.
Pero sin duda la más angustiada con todo esto era la joven de ojos tan negros y profundos como su cabello, quien se aferraba a su hermano menor buscando apoyo, sin siquiera imaginarse lo cambiadas que estarían las cosas en un poco tiempo más.
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Kaoru se despertó con el campanazo del antiguo reloj que marcaba las dos de la tarde. Había dormido mucho, y ya hasta a penas recordaba en dónde había estado. Sólo sabía que tenía frío, así que apartó el paño mojado y con sangre y se acurrucó más en la cama para... espera ¿Paño mojado?
Entonces recordó todo de golpe, y miró a todos lados buscando al Battousai, pues además se había dado cuenta de que estaba en la cama, como si se hubiera dormido sin darse cuenta de ello, y el pelirrojo no estaba a su lado.
Fue cuando lo vio sentado, apoyado en la pared del rincón de la pieza, con una frazada encima y una fija mirada extraña, como molesta o de niño con maña, acompañada de un leve rubor. En tanto sintió los ojos de la chica fijos en los suyos, desvió la mira con más enojo y también más rubor.
-Himura-kun, qué haces ahí? Por qué no me despertaste para que saliera de la cama? Te puedes enfermar más!
Kenshin no quiso responder, pues la razón de no haberla querido despertar era demasiado penosa para él. Seguía sin quererla mirar a los ojos, enfadado consigo mismo por sentir lo que sentía, y con ella por haberlo obligado a sentirlo.
-Aún tienes temperatura alta, Himura-kun? Déjame ver... -Kaoru se levantó y fue hacia él para poner su mano en la frente del joven. Pero en tanto la palpó, él apartó su mano con brusquedad, sin dirigirle la mirada y aún sonrojado.
-Ya hiciste suficiente, me voy a casa. Ya deben estar los preparativos para el concierto. -Kenshin se levantó ante la atónita Kaoru, que no entendía por qué de pronto el cantante parecía tan enojado. -Iré a vestirme. -Le dijo él mientras caminaba con dificultad.
Media hora más tarde, Kenshin salió de la casa de la anciana dando un portazo. No se despidió de nadie, y Kaoru miró la puerta largos minutos, sorprendida de sentir la preocupación y angustia exageradas que estaba experimentando. ¿Por qué estaba tan enfadado? Él siempre había sido un bobo, pero nunca lo había visto así... ¿Había ella hecho algo malo?
Semana Seis
-Día dos-
-No... no, no, no puede ser! -La chica frente al teléfono público buscaba y rebuscaba entre sus cosas con desesperación, mientras todos la miraban raro por el escándalo que hacía.
-Argh! Maldito papel inmundo! No encuentro nada en esta cosa! -Decía con ira, en tanto que vaciaba su mochila en el piso, dejando ver pinzas, toallas higiénicas, fotos comprometedoras y otros cachivaches esparcidos por el piso, sin sentir vergüenza alguna.
Al cabo de unos 20 minutos recogió sus cosas, se puso de pie, y suspiró mirando al cielo con frustración y al borde de la ira. Se estaba controlando para no patear al perro que tenía al lado y la miraba con cara de estúpido, sacudiendo la cola, jadeando con la lengua afuera y con hilillos de espesa saliva colgando de su barbilla (Oh, pero qué linda descripción XD). Ella volvió a suspirar un poco más calmada, y se acomodó la larga trenza negra para agacharse a acariciar al perro.
-Mm... Supongo que no es tu culpa tener esa cara...
Fue cuando sintió algo húmedo y extraordinariamente frío en su cuello, que la hizo moverse hacia el lado del espanto, cayendo al piso y con su mochila vacía nuevamente, mientras el perro le lamía la cara. Sus ojos esmeraldas veían cómo se reía de ella un hombre de sombrero, bufanda y lentes negros, mientras terminaba su helado.
-Jajaja, vaya escándalo haces, Makimachi... -Le dijo él calmadamente, viendo las cosas de la chica esparcidas por el piso.
-Mira lo que hiciste, pedazo de bestia, ahora debo recoger mis cosas de nuevo ¿Qué haces aquí? Viniste a fastidiarme, Shinomori? -Misao había vuelto a empezar su orden, mientras el joven miraba atentamente un objeto en particular.
-Sólo paseaba y aproveché de fastidiarte un rato... Eh? Quién es éste? -Dijo tomando la foto de un joven que se notada tomada hace varios años y que tenía rasgos de ser sacada constantemente de la billetera, pues estaba muy desdeñada. Misao miró la foto con espanto.
-Na... NADIE QUE TE IMPORTE! -Exclamó, quitándosela con brusquedad. Su cara se había vuelto muy roja, y Aoshi la quedó mirando estupefacto. Jamás habría esperado tal reacción.
-No era para que gritaras así... Sólo lo decía porque se me hace conocido. -Misao cambió su expresión de enojo avergonzado al de sorpresa. Sus ojos se desorbitaron, quedó su boca entreabierta, y se hizo el silencio un corto tiempo.
-DÓNDE! Dónde lo has visto? HABLAS EN SERIO? Tienes que decírmelo!
Misao se abalanzó sobre Aoshi, haciéndolo caer más por el desconcierto que por la fuerza de la chica, y él notó cómo sus esmeraldas ojos se tornaron vidriosos, pues se habían inundado de lágrimas luchando por salir. Él se puso de pie con calma mientras ella reflejaba una mirada suplicante, preguntándose, extrañado, qué tanto significaba para ella ese tipo, pues era la primera vez que la veía así. Sin darse cuenta se llenó de disgusto.
-Si realmente quieres saber, dime por qué y quién es.
"Y a ti que te importa", iba a ser la respuesta instintiva de la chica, que no permitía que nadie se atreviera siquiera a pensar en sus asuntos por un tiempo que considerara imprudente, cosa que podía adivinar sin fallo si la persona se encontraba frente a ella. Sin embargo, la oferta que él le hacía era tentadora: le diría en dónde lo había visto, a él, que no aparecía desde hacía ya tres años Era posible que lo conociera...? Podía ser que fuera un dato muy vago, pero era suficiente para encender un brillo de esperanza en ella aún con esa máscara de mujer inquebrantable que todos veían. Valía la pena arriesgarse. Mordió sus labios y comenzó a caminar, dándole la espalda a Aoshi.
-Bueno, creo que tienes razón. No tengo por qué enterarme de tus asuntos. -Dijo el joven con cierto despecho.
-La idea es que me sigas, aborigen tonto. -Replicó ella fastidiada, deteniéndolo en el rumbo contrario que ya había empezado a tomar él.
Comenzaron a caminar sin decir una palabra por las calles atestadas de gente. Muchas veces le preguntó él a dónde iban, pero ella no contestaba ni quitaba de su rostro la expresión seria y pensativa, contradicha por las numerosas zancadillas para el artista que casi lo hacen caer en más de una ocasión.
Una extraña relación tenían ellos dos a opinión de los observadores y hasta de ellos mismos; como habían descubierto las semanas pasadas, pues no paraban de hacerse bromas pesadas, tratarse mal y fingir odiarse, no obstante ambos estaban conscientes de la retorcida amistad que los unía. Ella tenía un carácter fuerte y un carisma que encantaba a todos, por lo que conocía a la mitad de la ciudad y la mayoría de los hombres caían "presa de su encanto". Y es que no era alguien común, según las conclusiones a las que Aoshi había llegado; y quién también estaba cayendo como los otros sin darse cuenta. Su primera impresión había sido la correcta, y había veces en las que se avergonzaba de haberla juzgado mal, aún cuando sabía que tampoco era una santa, pues aprovechaba siempre las oportunidades que se le presentaban.
A los ojos de la chica, él también era alguien extraño. No sólo por el hecho de que le devolvía (y había aguantado hasta el momento) las bromas que le hacía, sino también por que a su vez era muy educado y nunca le había faltado el respeto o insultado gravemente. Tenía, tras esa cortesía natural suya y que tanto impactaba a Misao, un espíritu juguetón e infantil que la hacían sentir muy a gusto, y se lo expresaba con más bromas y molestias que él le devolvía, para terminar siempre ambos compartiendo carcajadas.
Misao se detuvo, y sin siquiera voltear a ver al joven, abrió la puerta de una modesta pero acogedora casa con un gran jardín de rosas blancas. Aoshi no sabía si seguirla o esperar en la entrada, cosa que le fue respondida por el tirón del brazo que le dio Misao, al ver que se detenía.
Los recibieron dos niñas pequeñas que se aferraron a las piernas de la chica y un gran y peludo pastor inglés que lamía las manos del joven, oliendo el helado.
-Cómo están, Ayame, Suzume? -Preguntó ella, agachada para abrazarlas a su altura. A Aoshi le pareció graciosa la escena, pues al ser Misao tan pequeña y encontrarse en esa posición, parecía que estaba con sus pares.
-Co... con permiso, buenos días -Saludó Aoshi al pasar por la sala y encontrar a una joven mujer con aspecto de extranjera leyendo una novela. Ella no respondió, y a penas levantó la vista para examinar al artista, que más parecía vagabundo, y lanzar un resoplido despectivo.
Minutos más tarde Aoshi y Misao se encontraban en el cuarto de ésta última. Ella había estado buscando por todas partes algo que parecía ser el mismo papel que buscaba frente al teléfono público. Movía todos los muebles y vaciaba sus cajones frente a él, que intentaba mirar para otra parte, sonrojado, cuando a su lado caía la ropa interior de la chica, sin que ésta siquiera se diera por aludida. Esta operación duró mucho tiempo, hasta que la chica exclamó fuertemente, espantando al joven sentado sobre la cama que ya se estaba quedando dormido, un gran "AQUÍ ESTÁ!" Para luego saltar de alegría y gritar una y otra vez cosas como "lo encontré, soy genial, por fin, mira Shinomori, celebra conmigo" etc.
Cuando se calmó, tomó el teléfono que había quedado cubierto de ropa y llamó a un número desconocido. Nadie contestó, y repitió la acción unas tres veces. Suspiró con tristeza, y lanzó el papel arrugado y antiguo a la cara de Aoshi. "¡Para que me llames!", alcanzó a leer él, palabras que se le hicieron familiares.
-Me dijo que nunca iba a cambiarse de teléfono. -Susurró ella con voz inerte.
-Qué es él tuyo?
Misao lo miró con una gran sonrisa, como si hubiera pasado de la tristeza a la alegría en menos de un segundo. Se puso de pie, y comenzó a salir del cuarto sin decir una palabra. Aoshi quedó atónito, confundido, y sin tener idea de qué decir mientras la veía bajar las escaleras.
-Día seis-
Tomoe preparaba el desayuno para su prometido en la cocina de su casa, mientras sonreía y cantaba pasivamente y con gran felicidad. Su novio estaba enfermo, la neumonía la tenía muy avanzada, el terco no quería ir al hospital y se había retrasado el concierto, pero ella estaba feliz. No podía dejar de estarlo, pues salvo esos detalles, todo estaba como antes. Su Kenshin era el mismo ahora, había vuelto el atento y gentil hombre bajito del cual se había enamorado, y aunque había estado en cama estos días, atenderlo también la hacía feliz, pues él le agradecía todo lo que hacía, le decía que la quería, le pedía perdón por haber sido tan frío las últimas semanas, y la acariciaba como antes.
Ella dio una risita de felicidad, pues ya veía las frías semanas pasadas como sólo una larga pesadilla que gracias a Dios había terminado. Mientras buscaba el azúcar y pelaba frutas para su Kenshin, recordó que él aún salía por las noches a lugares desconocidos, y se detuvo en su labor un minuto. Pero con ello vino el recuerdo de las palabras que él le había dicho, que no podía decirle a dónde iba, que lo perdonara, pero que por favor confiara en él, pues no era nada malo y a su debido tiempo le explicaría todo.
La joven suspiró: debía confiar en él como se lo había prometido, se dijo, y se dirigió al cuarto que ambos compartían en donde su Kenshin, aunque muy enfermo, la esperaba con una gran sonrisa.
Ya había llegado la noche, y Kenshin se preparaba para ir, como siempre, hacia el lugar de trabajo de la prostituta. Lo extraordinario de esta ocasión, era que ahora estaba siendo ayudado por Tomoe, quien lo abrigaba y re-abrigaba, le daba sus medicinas y algo para comer en el camino y le acariciaba la roja cabeza con ternura, como una madre.
-Cuídate mucho, Ken, y no te desabrigues o me enfadaré contigo. Pienso llamarte aunque no quieras, entendido?
-Sí, sí, ya entendí mamá. -Respondió él para molestarla, sonriente.
-Jejeje, eres un tonto. -Tomoe lo besó en la mejilla y él partió en su auto (en donde se puso a escondidas la peluca, los lentes oscuros y la bufanda), y al verlo alejarse suspiró, aún feliz. Seguía sin poder creer del todo que las cosas estaban como antes...
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-Ah, por fin llegaste, Himura-kun!
-Sí.
-.¿Cómo te ha ido? Qué hiciste de interesante hoy?
-Nada.
-Aah... yo tampoco, he estado muy aburrida hoy, pues Gensai está donde su prima todavía así que...
-Disculpa, tengo sueño. Voy a dormir.
Kenshin dio media vuelta y se acostó en el futón que siempre traía y colocaba a los pies de la cama de Kaoru; en el piso; dándole la espalda a Kaoru, quien quedó muy sorprendida, aunque un poco menos, pues ésta era ya la tercera noche en que él actuaba de la misma manera desde lo del desmayo. Suspiró con tristeza.
-Himura-kun... estás enojado conmigo?
Kenshin guardó silencio por un instante, sin poder pensar bien debido a la fiebre.
-No. Tengo sueño.
-Oh...
No quedó convencida en lo absoluto, y aunque se llenó de angustia, sonrió ligeramente. ¿Por qué debía él darle un trato diferente al de cuando se habían conocido? Había ella hecho algo por él como para merecerlo? No es como si fueran amigos de infancia, del alma o algo parecido, y hasta donde Kaoru sabía, el haberla conocido no había significado más que problemas para él. Problemas con su novia, con la banda, con su privacidad... Era totalmente comprensible el que se hubiera hartado. Además, ella sabía lo ególatra y clasista que Himura era, lo tenía claro desde el principio (y hasta esa era una de las razones por lo que lo encontraba tan gracioso y particular), por lo que no podía permitirse amistades con prostitutas.
Él siempre sería un amigo para ella, uno de los mejores, incluso, pues había hecho cosas que nadie había hecho sólo para ayudarla, además era tan único y la había ayudado a no sentirse tan hipócrita... pero tenía que olvidarse de la idea de que era una amistad mutua, porque él era una estrella, y con todo lo mencionado anteriormente no sería lo lógico...
-Buenas noches, Himura-san. -Le dijo ella con tristeza..
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NdYune-ô: Ven? Les dije XD. La verdad era que pensaba hacer el capi más largo, iba a explicar por qué Ken actuaba así y quién era el de la foto y los monos que pintaba en la vida de Misao, pero hoy debo ir a un campamento largo y no alcanzaba a ponerlo todo, sorryyy…. Sé que quedó inconcluso y mula y patético, pero juajuajua, el próximo será mejor, y pondré una escritura un poco menos lineal (o intentaré hacerlo) porque hasta a mí me aburre lo que escribo, creo q estoy perdiendo toda la capacidad XS, si fuera escritora ni yo compraría mis libros…
Pero bueno, de nada sirve lamentarse, mejor hago algo al respecto, así q pueden esperar que el próximo capi sea mucho mejor.
Gracias por su apoyo, las quiero mucho, son un sol…
Yune-ô
13:28 22-07-2005
