NdYune: Hola again! El cap.15 al fin está arriba! Bendita sea la gripe que me mantuvo en cama escribiendo como nunca, ya hasta tengo el 16 casi terminado XD. Les aviso que en este capi tuve que retomar a las parejas que había dejado un poco a un lado, así que además de que está larguísimo (como me ha pasado últimamente), está dedicado al menos en un 65 por ciento a AoMisa y SanoMeg… sobretodo a la primera. Espero no les moleste, pero es que antes de terminar la historia tengo muchas cosas que aclarar x.x en todo caso, pueden saltárselas si encuentran las cosas muy largas…
NOTA: En este capítulo hay escenas superpuestas, que se diferencian con letra cursiva y letra normal. Además, si ven el TEXTO CENTRADO, es por que lo escrito ahí se aplica a las dos escenas.
Semana Dieciocho
-Día dos-
-Ehm... Kamiya? -Preguntó él con voz nerviosa, luego de tragar saliva muchas veces. Nadie podía saber que la llamaba, por lo que de vez en cuando miraba a los alrededores del comedor de su apartamento, temiendo que en cualquier momento la cabeza de Tomoe se asomaría por la puerta principal que daba justo frente a él, sin que él se diera cuenta. -Soy Kenshin -Prosiguió ante el silencio. Tanto de su propia casa como de la chica tras el auricular. -No he sabido nada de ti este último tiempo... -De pronto, las cejas del pelirrojo habían arqueado. - lo cual me tenía bastante aliviado, así me evitaba escuchar tu horrible voz...
Kenshin esperaba alguna reacción, pero ella sólo suspiró indiferentemente, como esperando que dijera de una vez qué quería. De seguro tenía sueño por llamarla tan de mañana, pensó él. O quiso hacerlo.
-Bueno, como sea... te llamo para despedirme. Es que me voy en unas horas más a la gira, iremos a Kyoto primero, y tardaremos unos cuantos meses en volver, sabes? Eso. Sólo me despedía, fea ingrata. -Cada vez se sentía más incómodo, pues Kaoru no decía nada. Parecía que algo no andaba bien. -Al menos dí algo, grandísima floja!
-Terminaste?
-Eh?
-Termina, por favor. Me das vergüenza ajena haciéndote el que nada ha pasado.
-De qué hablas? No tengo idea qué intentas decir.
-Que eres un desleal... ¿O sea que estabas tan molesto porque te rechacé que ni aún con mis disculpas fue suficiente para que mantuvieras tu promesa? No te quedes callado como si no supieras nada. Tú eres el único que tenías una razón para decirle a todos a qué me dedico.
-.¿¿Qué? .¿¿Lo saben?
-Kenshin Himura, eres un hipócrita. Querías separarme de Ensihi, admítelo. -Battousai quedó boquiabierto. Acaso insinuaba que... Enishi ya no estaba con ella?
-La verdad es que sí, sí quería, pero no así. ¿De qué me hubiera servido? Créeme, yo no he dicho nada.
-No te creo nada. Eres un inmaduro mentiroso. Y en realidad ¿Cómo tienes el criterio de pedirme que te crea? Recuerda que yo sé la clase de persona que eres, "Señor Correcto".
El joven enmudeció. Esas palabras lo habían abofeteado en el rostro cual mano de hierro. Kaoru era la última persona de la que hubiera esperado un comentario como ése. Jamás hubiera pensado que ella le restregaría el pasado en su cara. No su Kaoru. Trató de contenerse… pero, a fin de cuentas, estábamos tratando con Kenshin.
-Óyeme, chiquilla loca, yo no le dije nada a nadie, me importa un soberano huevo si me crees, pues aquí no soy el único mentiroso, que yo sepa. Y de todas formas ¿No crees que esto es también culpa tuya? Si no tuvieras nada malo que ocultar no habría nada malo de qué acusarte. Tú quisiste jugar a tener dinero fácil, no? Luego no culpes a los otros, si no puedes terminar el juego. -El cuerpo de Kaoru tembló en cólera, y sus puños se contrajeron de tal forma que, si hubiesen estado frente a frente, de seguro los habría usado para estrellarlos en la cara del pelirrojo.
-i¡No te atrevas a hablarme así! .i¿Qué sabes tú de mis razones? Eres un hipócrita mentiroso sin una vida real que mostrar ¡me das lástima!
-Ah sí? Pues tú no eres quién para hablar, zorra!
-Vete al infierno, cínico mal nacido!
-Tú primero!
Ambos colgaron con tanta fuerza, que el aparato cayó al piso. Patearon lo primero que tenían en frente para aminorar la ira, y se dirigieron a sus cuartos cojeando del mismo pie. Sentían que su cabeza iba a estallar, y la impotencia había tornado rojos sus rostros.
La noche arribó al fin. Dejaron caer sus cuerpos en las camas como por inercia. Él en los enormes aposentos aterciopelados del hotel de Kyoto especialmente reservado para ellos, casado del viaje en autobús (Chô no soportaba las alturas), y ella en su nuevo lugar de trabajo, un cuarto más pequeño que el anterior con una cama dura e incómoda de a penas plaza y media y paredes pintadas de un color tan oscuro como sus pensamientos, mínimamente iluminados por una pequeña lamparita sobre el velador. Había tenido otra horrenda jornada. Ninguno había abierto sus bocas para algo que no fuera beber agua o bostezar. En Kyoto, Tomoe se preocupaba, como siempre, un poco acostumbrada a la sensación, y él seguía sin poder asimilar que Kaoru hubiera reaccionado de una forma tan violenta, tan parecida a la suya, durante la discusión, aunque no podía evitar sentir que había ido demasiado lejos con sus palabras. En Tokio, los clientes se marchaban molestos por pagar tanto para obtener una amante tan silenciosa. Solos en sus cuartos, no estaban preparados para lo que estaban a punto de experimentar.
-Kenshin?
-Kaoru?
Oyeron, tras un golpe en la puerta. Vieron asomar al unísono los ojos de por quienes eran amados, pero sólo ella se emocionó. Nadie decía nada, y los hermanos compartían esa grave mirada dedicada al par de amigos. "Tenemos que hablar", dictaminaron al fin, rompiendo el silencio.
-Co… cómo llegaste aquí…?
-He estado pensando mucho en ti, Kaoru… en nosotros… y en todo lo que pasó hace dos semanas –Dijo él, ignorando su pregunta.
-Lo siento, Eni-kun! Yo no quería ocultártelo, pero tenía miedo de que no me perdo… -El joven puso un dedo en sus labios, para silenciarla.
-Como decía, he estado pensando… y quería decirte que lo siento. No debí juzgarte sin antes oír tu versión de los hechos. –Enishi la tomó de los hombros posesivamente, como queriendo retenerla siempre a su lado. –No pudo ser sólo por un sueldo, porque sabes que cuentas conmigo si te falta algo. Entonces ¿Por qué? Dime la razón, Kaoru, sé que tuviste una muy fuerte para llegar hasta este punto… Todo este tiempo, no podido dejar de…
-…preocuparme por ti, Ken. ¿Por qué nunca me dices qué es lo que te pasa? Actúas como si creyeras que no me doy cuenta de que sonríes para mantenerme tranquila. Has estado muy callado desde que partimos de Tokio… Kenshin, dime qué te pasa, por favor, sé que ocultas algo…
Los amigos observaban a quienes los amaban, pensativos y culpables. Pensando si romper o no de una vez el silencio que cubría sus secretos; culpables por haberse hecho amar sin dar nada a cambio. Su pasado retumbaba en sus gargantas, queriendo salir con frenesí.
Los hermanos escucharon atentamente los relatos, mientras los amigos abrían las bóvedas de su pasado como nunca antes lo habían hecho. Kenshin especificó y se detuvo en cada detalle de lo que sentía al ver a sus semejantes, su constante sed de dinero y su aparente indiferencia ante toda persona que no era él. Recordaba lo que su amigo le había planteado como únicas opciones, y estaba dispuesto a seguir la segunda, con una pequeña modificación. Borrón y cuenta nueva era lo que le hacía falta. Pediría perdón, pero no volvería con ella ni aún si lo obtenía. Sólo quería huir de todo y terminar de una vez con los problemas que le traían los sentimientos en general.
De igual forma, Kaoru procedió a relatar parte de lo acontecido en su vida antes de tomar el camino que estaba obligada a seguir: Qué era antes de ser prostituta, el error cometido del cual tanto se arrepentía, y cómo éste la había encadenado al BRB, y ahora, a ese hostal recóndito de Tokio que sólo algunos tenían el estómago y la necesidad de visitar. Sin embargo, su corazón no le permitió revelar todos los detalles ni profundizar en nada. Omitió muchas cosas por temor. No estaba lista aún.
-Ya lo sabía, Ken-kun… -Dijo Tomoe tiernamente una vez terminado el testimonio, y al borde de un sonriente llanto de comprensión y frustración escondida. – Todo lo que me has dicho… yo ya lo sabía. Siempre supe cómo eras realmente, Kenshin, y fue precisamente por esa forma de ser tan particular tuya, por esa originalidad y unicidad, por la que me enamoré de ti. Yo esperaba que algún día me lo dijeras por tu cuenta, cuando estuvieras listo… que algún día llegaras a quererme de verdad. –Kenshin la observó atónito, sin saber qué decir ni pensar. –Lamento que sea en realidad Kaoru-chan a quien quieres… ojalá pudiera ella corresponderte…
Los ojos de Tomoe no habían podido más, y habían estallado en lágrimas tranquilas y silenciosas, que cubrían esa angustiada sonrisa.
-No… Tomoe, no quise hacerte daño… yo quiero olvidarla… quizás tu podrías… ayudarme… yo creía que ella era la única que llegaría a aceptarme como soy, pero ahora tú dices… ¡Dios, si tan solo me lo hubieras…!
-…dicho antes! Yo te habría apoyado, Kaoru-chan.
-Es que no quería involucrarte, Eni-kun.
-Pues muy tarde. Yo estaba ya involucrado desde que accediste a estar conmigo. Está decidido: desde ahora… sólo yo seré tu cliente.
Los ojos de la chica se desorbitaron, para luego llenarse de lágrimas. Ésas palabras… ella pensaba que sólo Kenshin habría sido capaz de dar tanto por ella, pero ahora él decía…
Dos abrazos coronaron aquella noche, y asimismo dos comienzos. Ambas parejas esperaban el amanecer de una nueva etapa en sus vidas, diferente a cualquier otra que hubieran vivido, y de la cual aflorarían también muchas más.
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Aoshi golpeó la reja del domicilio con una pequeña piedra; su aire de casa campestre lo hizo sonreír. Hacía mucho tiempo que no recordaba su casa, pensó, aquella morada pequeña de muros de ladrillos, rodeada por nada más que un vasto campo, árboles y el mar. Había un olor particular en la casa frente a él en ese instante, como del que queda en la hierba tras una larga lluvia, que había desatado todos sus recuerdos de entonces, cuando aún debía levantar el cuello para ver el rostro de su padre, pues si lo veía de frente no vislumbraba nada más que sus rodillas. Era el quinto hijo de nueve, y el más callado de todos. Aunque para sus ojos de niño en realidad su familia era aún más grande, y no entendía por qué sus padres no reconocían también a los cabritos y demás animales con que él jugaba. Ellos eran sus verdaderos hermanos, pensaba él entonces, y no esos bichos bulliciosos e incomprensibles con que compartía el parentesco físico y el cuarto, que no hacían más que reír, gritar y golpearse entre sí. Ellos no se tranquilizaban al son de su guitarra, ni se acercaban a él cuando la oían. No entendían su idioma. No podía negar que le gustaba también la vida que actualmente vivía, pero no podía tampoco evitar pensar… ¿y qué si no se hubiera ganado esa beca de estudios? Y qué si nunca hubiera conocido a Kenshin y a Shishio?
-Ddiigha? –Preguntó una arrastrada voz que salía sepulcral de la boca de una joven desconocida con todo su claro cabello alborotado, como si aún no se despegase de la almohada, en pijama, y con los ojos tan reducidos por el sueño que no se podía distinguir bien su color. "Ha de ser muy hermosa totalmente despierta", pensó inevitablemente el joven, fijándose en sus delicados rasgos. De pronto, la chica abrió los ojos de par en par, como si hubiera visto a un fantasma. –Tú no eres…? DIOS MÍO! –Cerró la puerta al instante, y antes de que Aoshi pudiera procesar la información, apareció nuevamente peinada; bien vestida y perfumada. –Diga? –volvió a preguntar- Usted es el señor Aoshi 'Ice Man' Shinomori, no? –La chica pestañeaba repetidamente, y Aoshi tuvo que hacer un gran esfuerzo para contener las carcajadas.
-Ehm… sí. Se encontrará Misao Makimachi? –La joven cambió su sonrisa instantáneamente a una rabia caprichosa, mirándolo con odio.
-DE INMEDIATO –Exclamó con voz golpeada, como si fuera un insulto. Se alejó murmurando algo como "Por qué siempre Misao? Todo Misao!", y luego de unos 15 minutos apareció ella, casi en el mismo estado somnoliento en que la desconocida la primera vez, pero Misao no se inmutaba.
-Hola Aoshi… Eh? Qué haces todavía afuera?
-La otra chica no me abrió la puerta. Parecía enfadada.
-Ah, sí, ésa es Sayo, mi hermana gemela. Nunca le digas Sayo o te matará, le gusta que le digan Magdalia. –Comentó la fotógrafa abriéndole la reja e invitándole a pasar. Siguieron caminado, avanzando por la sencilla pero acogedora casa de la chica, que a él tanto le recordaba a la propia. Luego de llegar hasta el living (ni idea cómo le dirán en su país a la sala principal de una casa, donde se ponen los sofás), se sentaron en un cómodo sofá de un material semi-brillante que emitía ruidos con el roce.
-Tienes gemela? Nunca me hubiera imaginado siquiera que era tu hermana.
-Seh, no nos parecemos en nada. Además ella es del tipo modas y dietas… Oye, y ahora que lo pienso ¿qué rayos haces aquí a las siete de la mañana?
-Pues… despedirme, supongo. Me voy de gira ¿Recuerdas?
-Ah, era hoy?
-Pues por supuesto ¡Han estado anunciándolo en la televisión hace semanas!
-Ooh, disculpa, había olvidado lo pendiente que estoy de tu grupito bobo desde que me sacaron de todos los cargos importantes cuando se esparcieron los rumores sobre nosotros… creo que la editora de la revista era fan tuya.
-No te gusta el grupo? –Aoshi parecía sorprendido.
-Pues claro que no. La música no está tan mal, pero luego de espiarlos durante meses se me hace que Ken-san es un fingido, que Shura y Chô son perritos falderos de Shishio-sama y que tú… bueno, tú eres un "otros".
-Vaya, gracias… -El joven sonrió divertido ante la acertada percepción de la pequeña. -Vas a trabajar ahora?
-Seh…
-Y no te molesta estar tan pospuesta? Por qué no reclamas o algo así?
-Es que en realidad no he podido pensar mucho en eso últimamente, tengo otras cosas en mi cabeza…
-Como qué? –Preguntó él, preocupado. Misao no contestó y bajó la mirada. –Como qué? –Volvió a preguntar. Ella había fijado sus peculiares ojos en él, y sus mejillas estaban levemente sonrojadas.
-Como en nosotros…
El rostro de Aoshi se incendió. Sus ojos desorbitados no se despegaban de ella, su boca se había abierto sin saber qué decir, y sus manos, torpes y temblorosas, luchaban contra su mente para decidirse si acercarla a él o no.
-Je je je je… WA JA JA JA JA JA! QUÉ TIERNOJOJO… JA JA JA JA! –Misao había estallado en estruendosas carcajadas, que dejaron a Aoshi perplejo.
-Era… era una broma? –Exclamó, incrédulo. Ella seguía riendo, esta vez en menor cantidad y algo nerviosa. –Contéstame! Era una broma? –Misao paró progresivamente de reír, y en tanto lo hizo volvió a agachar la cabeza para esconderse de la mirada penetrante de su novio. Se hizo el silencio.
-Es… es en serio… perdón, es que no estoy acostumbrada… -Dijo con voz casi inaudible. El rostro de Aoshi volvió a incendiarse, esta vez con ternura, y su corazón latía a mil. Luego de un momento de lucha interna, levantó el rostro de la chica suavemente con una mano para besarla, sorprendiéndose a sí mismo. De pronto, la chica volvió a sonreír.
-Fu fu fu fu fu fu… jejejeje… ¡Jajajaja! Qué fácil eres de engañajajajajaja! WAJAJAJAJA…!
-Eso no es para nada gracioso, lo sabías? –Le reprochó él, avergonzado y molesto, ahogándola junto con su risa con un cojín del sofá. –Bien, creo que mejor me voy. Y tú deberías hacer lo mismo, faltan veinte minutos para las ocho.
-Oh! Es cierto! Estoy atrasada! Bueno, espero que te vaya muy bien en tu tonta gira, Ao-kun… -Misao se acercó y tiró de la camisa del enorme joven, para tenerlo a su altura. Besó suavemente su mejilla y se aproximó hasta su oído. –Si llegas a siquiera acercarte a menos de un metro de otra mujer voy a castrarte con mis tijeras de podar… y créeme, VOY A ENTERARME, así que ni lo intentes. Ok?
Volvió a besar su mejilla y se separó con naturalidad, pero Aoshi la detuvo, acercándola nuevamente por la cintura con su brazo gigantesco, para reducir su campo visual sólo a él.
-Realmente crees que lo haría? –Preguntó acercando sus labios a los de ella, quien tomó su rostro con una de sus manos, blancas y pequeñas, para acariciarlo lentamente. Al estar a milímetros de sentir el suave contacto con la boca de su novio y su mansa respiración en el rostro, Misao se ruborizó.
-Shinomori-san! Me da su autógrafo? –Los interrumpió Magdalia a sabiendas.
-Eh? Sí, claro. –Respondió Aoshi, algo atolondrado. Misao miraba a su hermana con odio, y ella le hizo una mueca burlona.
-"Para Magdalia con amor", porfis… Misao-chan, no deberías haberte ido ya? –Preguntó recogiendo la firma del guitarrista con triunfo.
-Eso no te incumbe, Sayo-chan. –La chica se alejó molesta, luego de tirar de la trenza de su hermana fuertemente.
-Bien, ahora sí me voy. –Dijo Aoshi dirigiéndose a la salida. Misao le acompañó hasta la reja, sin importar que los demás vieran su desaliñada apariencia.
-Cuídate mucho, Aoshi-kun.
Ambos se analizaban sin saber qué más hacer ni decir, indecisos de si continuar o no lo que habían dejado inconcluso. Al fin, Aoshi tomó con un impredecible movimiento la iniciativa, sellando los labios de la chica con los suyos y separándolos nuevamente con rapidez.
-Espérame, Misao. Y cuida a nuestro hijo. –Ordenó el joven junto al oído de la fotógrafa, recordando la próxima llegada de Seta.
-Sólo si tú recuerdas lo que te dije. –Repitió ella a modo de broma, imitando a una tijera con las manos y besando su mejilla nuevamente.
Luego de los adioses, lo vio alejarse sin entrar a la casa. Sólo al verlo partir en su auto, estacionado bastante lejos de la entrada de su hogar, suspiró la preocupación contenida. Por él, por su relación, por su hijo, por la llegada de Seta…
Dio un grito de horror al recordar lo tarde que era, y con una velocidad que a ella misma le sorprendió, salió vestida, lavada y con una tostada en la boca, para correr a la estación de metro más cercana. Como era tarde, no estaba tan lleno como otras veces, por lo que podía seguir corriendo sin reparos; esto hasta que llegó a la escalera, y uno de sus pies le jugó una pésima pasada.
Vio cómo se acercaba el piso a su rostro como si fuera en cámara lenta; su corazón latió de horror al pensar en su hijo, y se cubrió el vientre con ambos brazos. Prefería quebrarse algo antes que perderlo. No sería capaz de ver nunca más a Aoshi a la cara, y esto la hizo angustiarse aún más.
Sin embargo, algo sostuvo su cuerpo justo en el momento oportuno, y sintió cómo dos brazos masculinos la envolvieron y salvaron de esa fatal caída. "Aoshi!" Exclamó al ver su forma y notar la fuerza en los mismos, haciendo latir más fuerte su corazón, y una vez de pie, ayudada por él, la chica se volteó para encontrarse con los azules ojos de su novio.
Sin embargo, su boca se abrió de asombro al, en su lugar, notar frente a sí el rostro preocupado de Soujiro Seta, con sus ojos fijos en ella.
Semana Diecinueve
-Día cuatro-
Misao quitaba afanosamente los últimos trozos de papel que quedaban en su piso repleto de fotos arrugadas recién sacadas. Le había tomado horas desempapelar su habitación luego de que Aoshi llamara desde Kyoto a unos hombres mientras ella no estaba, para que cubrieran cada rincón y objeto de su habitación con fotos a todo color de la banda completa del joven de ojos azules. Estaban por todos lados, desde el techo hasta cada milímetro del piso, pasando por su cama, televisor y todos sus muebles, para terminar con una postal pequeñita en la entrada de su puerta, que llevaba escrita un "Para que pienses en mí", firmado por el guitarrista. Menuda broma le había jugado; y luego de llamarlo para gritarle todo su repertorio de insultos (a los cuales éste no respondió más que con risas), se había dedicado inmediatamente a sacar las impresiones con esmerado desprecio, pensando, con cada foto arrugada que caía al piso, parte de su venganza.
-Misao-chan ¿no debías salir hoy? –Preguntó Okina desde el primer piso.
-Dios mío! La cita!
Quince minutos más tarde, había por fin llegado al lugar de encuentro con la respiración agitada y preguntándose, al no verlo, si ya se habría ido. Esperó algunos minutos más sin mucha esperanza, hasta que divisó por fin en la lejanía la sonrisa de su amigo. Se enfadó un poco, pues siempre llegaba tarde a sus citas con ella desde que había regresado, aún cuando había sido él quien había puesto la hora.
Luego de las disculpas de Seta (similares a las que siempre le daba), los antiguos amigos conversaban alegremente mientras se dirigían hasta un café en el centro de la ciudad. Todos en Tokio caminaban velozmente salvo ellos, demasiado alegres de verse como para apresurar las cosas. Al menos así sentía ella, incrédula aún después de una semana de verse repetidas veces, de que realmente él había regresado, y caminaba junto a ella como antes.
Según lo que había conseguido sacarle, pues él no gustaba mucho de hablar de sí mismo, había llegado hacía ya dos semanas, pero tan solo llegar le había venido una avalancha de pacientes, lo que intentaba explicar el no haberse contactado con ella de inmediato. La joven debía morderse la lengua en varias ocasiones, pues ella quería saber todo sobre él, pero él nunca la había tenido como confidente. Era igual de reservado que cuando iban en la universidad, y eso a ella le entristecía entonces y ahora.
-Sentémonos por aquí –sugirió el médico señalando una mesita pequeña en el patio del café.
Aguardaron unos momentos, dejando que la brisa otoñal sacudiera suavemente sus rostros. Todo ocurría lento a su alrededor, como si una burbuja los envolviera, apartándolos de todo. O eso era lo que a Misao le gustaba imaginar, para que no vinieran a su mente pensamientos que la alejaban de su amigo. Pensamientos como los que respectaban a su hijo, y a el que había contribuido a la existencia de éste.
-Así que te saliste con la tuya, no Misao-chan? Pudiste seguir tu sueño de ser fotógrafa.
-Sí, aunque nunca imaginé que sería la clase de fotógrafa que soy ahora.
-Fotógrafa-filmadora de estrellas en momentos embarazosos?
-Sí! Algo así. –Ambos rieron ante el comentario, y Misao no podía recordar en presencia de quién se habían pronunciado palabras similares. –Y qué me dices de ti, Soujiro-kun? Que yo sepa, cuando te fuiste de Tokio no habías terminado aún tu carrera de medicina, y sin embargo... –Lo había hecho otra vez. Sabía que a él no le gustaba hablar de sí mismo, pero no había podido evitar preguntarle: en ocasiones como ésta las palabras simplemente se escapaban de su boca.
Él no contestó. Ella bajó la vista, avergonzada al darse cuenta de que él era el único que conseguía inclinar su altiva cabeza. Soujiro estudiaba el lugar de un lado a otro, como fijándose en cada uno de los detalles que antes había pasado por alto de esa gran ciudad, y luego la examinó a ella, notando los innumerables cambios favorables que la chica había experimentado en su rostro, cuerpo, gestos y voz desde que la había dejado a los 16 años hasta ahora. Era una mujer muy atractiva. Su corazón y su cuerpo dieron un inesperado brinco.
-Lo lamento, Misao-chan, -Dijo al fin- Es que no me gusta mucho hablar de ese tema.
-No! Yo lo siento, Soujiro-kun. No me corresponde meterme donde no me llaman… aunque suena un poco extraño proviniendo de los labios de una paparazzi, jeje.
-No te preocupes. Es sólo que… cuando pienso en eso me doy cuenta de las cosas que tenía a mi alrededor y no supe aprovechar… -De pronto la expresión del joven se tornó seria a pesar de su inquebrantable sonrisa, y fijó sus profundos ojos sobre la chica, haciéndola sonrojar tanto por el contacto visual como por sus palabras. –Es acaso muy tarde para enmendar mi error?
Misao volvió a bajar la vista, esta vez tan sorprendida y confusa que no se atrevía a mirarlo a la cara o no podría pensar con claridad. Era la hora de tomar una decisión. Aoshi… su hijo… el médico frente a ella no lo sabía, pero su corazón y su razón se enfrentaban de una forma tal que jamás había experimentado.
Comenzó a llover. Ella alzó el rostro a su amigo con los puños apretados y sin ninguna vacilación. Su decisión ya estaba tomada, y a punto de darse a conocer.
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No estaba asustado, ni nada que se le pareciera, cuando mostró la evidencia al oficial, y éste hizo caso omiso de los enormes hematomas en su joven y moreno rostro. Sabía que le pesaría el doble, pero luego de verla temblar aferrada a sus brazos cuando llegó ese canalla como la mayoría de las noches, cualquier cosa que tuviera que hacer se hacía poco comparada con el deseo de salvarla. Ese miserable de Hiko no la volvería a lastimar nunca más.
El oficial se espantó al ver el estado de la chica durante el acto y las cosas que ese hombre, conocido como el administrador de finanzas de la gran banda que ahora estaba en gira, la obligaba a hacer; y no quiso ver más, ni saber cómo ese chico que se hacía llamar el protector de la prostituta había conseguido esas tomas. De inmediato dio la orden de detención, y en un par de días en Kyoto ese hombre habría de estar tras las rejas, para luego dar lugar al juicio correspondiente (una justicia un poco utópica, realmente, pero bueh, soñar es gratis ¿no? XD). Tuvieron al chico bajo interrogatorio por varias horas, y al salir estaba tan exhausto que no sabía si volver al BRB a recibir su castigo. Pero Megumi estaría ahí, y tenerla cerca sería su único consuelo al recibirlo.
Sentía que su destino estaba escrito. Después de haber peleado nuevamente con Hiko tras ver la reacción de su amiga, y de salir victorioso por poco, Tooru se había encargado de, tal como la otra vez, enseñarle una lección por "incomodar a los clientes". No tenía pensado con detenimiento qué haría después de la que él pensaba sería su condena, pero algo se le ocurriría. Estaba satisfecho con lo que había hecho, y con suerte, considerando la situación económica del acusado, conseguiría una prohibición de acercamiento a la víctima, lo cual de momento era suficiente para dormir tranquilo. Luego vería cómo convencerla de una vez para sacarla de ahí.
La noche estaba tormentosa, por lo que casi no hubo clientes en el local. Gracias a eso el muchacho pudo aprovechar de velar el sueño de su amiga, sentado en su cama, mientras ésta reposaba tranquilamente sobre una de sus piernas.
-Día cinco-
El golpe de una enorme mano lo sacó de la suavidad de la cama y lo separó violentamente de su amiga, quien aún no sabía cómo reaccionar ante su amodorramiento. Sanosuke levantó la vista, atolondrado, y antes de poder distinguir bien a su dueño, esa misma mano perteneciente a su jefe lo levantó sin esfuerzo alguno, elevándolo a la altura de su rostro.
-Me enteré de lo que hiciste… ¿Qué te dije sobre incomodar a los clientes, Sagara-kun? –Tooru Imagashi había comenzado a acariciar la cabeza del chico, como un padre amonesta a su hijo. –Ves lo que me obligas a hacer, muchacho?
Sanosuke permanecía inmóvil y en silencio, como si ya hubiera vivido tantas veces la escena en su cabeza que ya nada le sorprendía. Salvo la congoja en el rostro de su amiga, que no atinaba a decir nada, por terror de su patrón. Luego de caminar hasta un poco más cerca de la entrada, el patrón aventó a su empleado hasta ésta, ladeando la cabeza. Él cayó duramente al piso, aún cansado por las golpizas anteriores, por lo que se le hacía difícil levantarse.
-Vete, hijo. Y por favor, no pongas otro pie en mi local. No quiero tener que lastimarte en serio.
Él se levantó tranquilamente, ya fuera del local. Todas las miradas de sus compañeros se posaron sobre él con tristeza, pero él sólo se volteó hacia ella, hacia su Megumi; mientras sentía sobre sí las últimas gotas de la lluvia vespertina y el abrazo de los cálidos rayos de sol de la mañana; y le sonrió, aún cuando ella lloraba. Su destino de todas formas estaba escrito, y ya se había preparado para enfrentarlo.
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¿Qué me está ocurriendo? Siento que algo no anda bien… lo he intentado, se los juro, pero no he podido conseguir darle una sola noche entera a mi Enishi. Siempre que el momento está más o menos propicio, algo sucede que nos interrumpe y se arruina la atmósfera, y por más que él intente reconstruirla, ya se quitaron las ganas. Pobre Eni-kun, ha de ser difícil soportarme… él no puede estar conmigo todas las noches por su trabajo, así que deja el dinero y se asegura de que nadie más me toque. Es aburridísimo estar aquí sin hacer nada, créanme, pero cualquier cosa es mejor que volver a atender desconocidos. Alguien se acerca… Kenshin?
Se sorprendió a sí misma recordando a su amigo por los pasos que se acercaban, y anuló sus pensamientos al instante, repitiéndose que no olvidara lo traidor mentiroso que era. Sintió la puerta abrirse. Como era de esperarse, no era el cantante, sino Enishi, a quien le habían pospuesto el turno y traía en su mano un gran ramo de jazmines y una caja de bombones.
-Y eso? –Preguntó ella, sonriente.
-Nada… es que la florería de por aquí estaba abierta y pensé en comprarte algo…
Kaoru se rió, conmovida. La florería más cercana no estaba sino en el centro de la ciudad, y bastante lejos del lugar de trabajo de ambos.
-Me alegra que vuelvas a ser el de antes, Kenshin. –Comentó Shishio en la larga mesa en que se encontraba cenando la banda entera y algunos otros miembros del staff. Tomoe sonrió. Su relación había estado floreciendo admirablemente esta semana.
-Sí, es todo un alivio verlos tan unidos a los dos! –Confirmó Hiko, con su enérgico acento de hombre de juerga. Kenshin sólo sonreía.
-Y pensar que todo se lo debemos a que te deshiciste al fin de esa tal Kamiya…-Agregó Shura. Kenshin paralizó su tenedor en la boca y dejó de masticar en tanto oyó ese nombre. Tanto Aoshi como Tomoe voltearon hacia el pelirrojo, preocupados.
Tras largos y suaves besos, comenzaron a despojarse de sus ropas con un cuidado casi de ritual, mientras sonreían tiernamente al abandonarse a sus sensaciones. Ya casi libres de sus vestiduras, se dejaron caer en la cama del estrecho cuarto oscuro, sin separar sus labios. Enishi la apartó lentamente con sus fuertes manos luego de unos momentos, sereno, para encontrarse con el rostro y los profundos ojos azules de su novia.
Pero la expresión de Kaoru se paralizó.
-Seh… -Prosiguió Chô- Bueno, aunque a mí nunca me engañó, es increíble que se hiciera la santa cuando en realidad sólo era una ramera asquerosa, y para colmo de males, manipuladora…
Todos guardaron silencio. Shishio pateó a Chô por debajo de la mesa, pero antes de que siquiera pudiera éste hacer un gesto de dolor, se vio en el piso tras recibir un descomunal golpe en la cara con el puño del pelirrojo.
-RETIRA LO QUE HAS DICHO! ANDA, RETRÁCTATE! NO TE ATREVAS A VOLVER A LLAMARLA ASÍ¿¿ME ESCUCHASTE?
Kaoru ahogó un grito de horror y se levantó de la cama de un salto, cubriéndose con una sábana y con el rostro enardecido. Enishi la observaba desconcertado, y por más que preguntara qué ocurría, no obtenía respuesta alguna.
El vocalista volvió al momento. De pronto sostenía a Chô por la camisa, viendo cómo éste sangraba por los labios, y todas las miradas estaban fijas en él. Todas menos la de Tomoe, que tras una excusa tonta se alejó con la angustia clavada en sus ojos. Las manos de Kenshin habían comenzado a temblar, y soltaban al rubio joven lentamente.
El llanto se apoderó de los ojos de Kaoru, y asimismo el pánico, aún con la expresión paralizada. No siendo suficientes los besos, las flores, las caricias, su aroma y su voz… al separar sus labios de los de él, no había visto frente a ella el rostro de su novio.
Era el rostro de Kenshin.
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NdYune-ô: Yay! Espero les haya gustado. Leí sus comentarios y he atendido a sus peticiones, acortando la historia (para lo cual tuve que recortar algunas cosillas por aquí, cambiar otras por acá, eliminar ciertas escenas, etc), volviendo al estilo de comedia romántica al que las tenía acostumbradas (aunque aún no consigo hacerlo tan comedia como antes, pero de todas formas intenté hacer este capi lo menos denso posible, así como haré con los próximos). Sorry si las incomodé con el drama, pero siempre ha sido mi estilo algo como esto: Comedia circunstancial con tensión de romance --- Desvelamiento de misterios, drama y clímax argumental --- Resolución de los problemas y desenlace; puede ser en tono drama o comedia, dependiendo de la historia. Así que como verán, siempre tuve pensado capis con tensión para Kamisama Kenshin, porque no me gustan mucho las cosas demasiado "irreales" (dentro de lo posible si consideramos que es un fic sobre cantantes y prostitutas XD), y en la vida (sobre todo en la artística) suceden cosas tanto graciosas a morir como dramáticas a la depre, y era precisamente esa fidelidad humana la que quería plantear (supongo que no me salió XD).
Bueh, whatever. En general no me desagradaron los resultados de los cambios que tuve que hacer, y ahora que mis padres me sacaron del preuniversitario desde el viernes pasado (yay!) porque estaba bajando mis notas (buu u..u), tengo todo un peso de encima menos y puedo pensar con más claridad.
La historia ha quedado al final con 17 capítulos (los próximos serán más largos, though) y un epílogo de un tiempo después de finalizada la trama. Va dedicado a todas las que me han apoyado desde el principio, y realmente espero que les guste. Así que atentas, que el próximo será el penúltimo capítulo de la historia, y así como voy estará como para dos semanas más (esta vez es en serio!) porque ya tengo escrita más de la mitad y sólo debo salir de esta horrenda semana de trabajos para tener tiempito libre. :3
Au Revoir! Como siempre, las críticas son bienvenidas, así como las dudas, cosas que no hayan entendido o comentarios en general.
Read and Review plz
Yune-ô (Hestiaseve)
10:48 01-09-2006
