NdYune-o: Vaya! Este es el último capítulo. Actualicé antes de lo esperado porque después no tendré tiempo, y perdonen si ha sido el capítulo más romántico y dramático que he escrito en mi vida. La verdad es q como que me avergüenza un poco; pensar (a los que me conocen) en que cosas como esa saldrían de mi cabeza es un poco tirado de las mechas... Espero que no piensen que el pasado de Kaoru ya es un poquito demasiado, pero es lo que tenía planificado desde hacía tiempo. Quizás sea lo más cebollento del capítulo, sorry, pero Kaoru tiene un pasado bastante oscuro nnU

En fin, están advertidas.

Semana Veinte

-Día Siete-

-.¿Kaoru? .¿Estás ahí? Abre la puerta! -Exclamó mientras golpeaba fuertemente la entrada de la desdeñada casa.

Kaoru reconoció esa voz tras el umbral, y sintió cómo se puso abruptamente nerviosa, emocionada, feliz y asustada, y todo su cuerpo comenzó a temblar. Había llegado la hora decisiva.

Su voz se atascó y no podía pronunciar palabra, presa del desconcierto. El vasito y el cepillo que llevaba en las manos cayeron al piso, aún húmedos por el reciente uso, a causa de la voz del pelirrojo.

Semana Veintiuno

-Día uno-

Las doce de la noche. ¿Por qué tenía que llegar ahora? Aún no estaba lista para enfrentarlo, y en su casi único día libre lo que menos quería hacer era luchar contra sí misma. Toda la semana pensando y meditando el asunto, ruborizándose al sorprenderse imaginando futuros alternativos con uno o con otro, hundiendo su cabeza entre las rodillas para no tener que seguir deambulando por sus recuerdos; todo eso para que aún no tuviera seguro lo que sentía. Y ahora él venía, y por el tono de su voz sus intenciones no parecían diferir de una obligación a que tomara una decisión.

-Kaoru! Sé que estás ahí, contesta! –Volvió a gritar su amigo, privándola de sus meditaciones.

-Qu… qué haces aquí? –Preguntó cuando pudo al fin liberar su voz.

-Abre la puerta!

-Vete a casa, Kenshin. –Rogó ella en un tono tan indiferente que le dolía.

-Abre la bendita puerta! Es verdad que tú rompiste con Yukishiro aún cuando habían vuelto?

-Pero cómo supiste…?

-Ábreme! Ábreme de una vez! No me iré sin ver tu horrible cara!

Kaoru se preocupó. Kenshin estaba haciendo un escándalo y ya era pasada la medianoche; si seguía así los vecinos se asomarían y lo descubrirían en una casa como la suya. Mordiéndose los labios, entreabrió la puerta sólo lo suficiente para distinguir su rostro: tal como se lo imaginó, su amigo no llevaba puesto su disfraz. El pelirrojo empujó la puerta sin mucha delicadeza, haciendo que se abriera de par en par y entrando sin ninguna consternación.

-Oye, esto es propiedad privada, animal! –Gruñó Kaoru, esperando iniciar una discusión que desviase el tema. El joven, con dos pasos inclementes, se acercó a ella a peligrosa distancia. El corazón de la prostituta dio un brinco: nunca había reparado en el enorme atractivo de su amigo.

-.¿Por qué terminaste con Yukishiro? –El tono corrosivo en la voz del cantante la hizo estremecerse por completo. Sus ojos desorbitados luchaban por zafarse, huir, liberarse de su mirada violeta que la acechaba, alcanzándola y atravesándola como una espada. Permanecía muda, logrando al fin desligarse de esos cristales violetas para desviar su mirada al piso. –Fue por mí¿verdad?

La chica levantó el rostro una vez más, destemplada, ruborizada, volviendo a caer involuntariamente en la trampa de sus pupilas, escuchando una y otra vez en su cabeza esa conclusión que flotaba aún en el aire y marcaba territorio en cada rincón de su cuerpo. Se sintió vulnerable, derrotada, rendida, pero a la vez anhelando que tal sentimiento no cesara. Y reaccionó, pavorizada. No podía ser. No así, ni tan pronto.

-Claro que no. Yo tenía mis propias razones. –Declaró cortante, con una firme expresión, y no obstante un inevitable y traicionero rubor. Kenshin suspiró, fatigado.

-Ja, a mí no me vengas con ésas. He mentido suficientes veces como para especializarme en detectar mentiras. Tú también me amas.

Ella apretó los ojos sin levantar el rostro, negando con la cabeza y cubriendo sus oídos para dejar de escuchar esas palabras que la hacían sentirse desnuda.

-Admítelo! –Voceó el pelirrojo, perdiendo ya su poca paciencia. –.¡Admite que yo soy ese "sentimiento por aclarar"! No es así? Deja de negarlo! –Ella desobedecía, aún meneando la cabeza, y él comenzó a enfadarse. Le ofendía la insistencia con que ella repelía todo posible sentimiento hacia él. –Ya basta! Admite que también me amas, cobarde! Vamos, dilo! Dilo! Dilo! –Gritó mientras la sacudía por los hombros.

-Está bien, está bien! Lo admito! Deja ya de zamarrearme, grandísimo enfermo! Sí… siento algo por ti… ¡Pero no estoy segura de nada! Sé que quiero mucho a Eni-kun, pero al tenerte en frente… y esa noche en que estaba con él y te vi en sus ojos… -La chica se tapó la boca al instante: había hablado demasiado. Kenshin se sonrojó.

Él retiró la blanca mano que cubría la boca de Kaoru, y se aproximó para cubrirla con sus labios. Saberse amado por ella le había desarraigado la timidez que le impedía tomar la iniciativa, y ahora podía hacerlo libremente. Kaoru se percató del acercamiento con anticipación, y al sentir la caricia de aquella suave y continua exhalación en su rostro, su propia respiración se agitó.

-E… espera… -Clamó con voz débil, deteniéndolo con una mano.

-No quiero esperar.

Fue un beso suave, tímido, como si aún no creyeran lo que ocurría y quisiesen perpetuar cada instante en que percibían la piel del otro tan precisa y cercana; cada sensación que les significaba el roce de sus labios tibios que, ahora sabían, anhelaban desde la primera vez que los vieron. A penas sí fue un beso, no obstante sacudió sus sentidos como una violenta marejada, y a ambos se les dificultaba controlar sus respiraciones. Pronto la atmósfera del enlace se hizo más profunda. Sin separarse, ella hundía sus manos en los mechones rojizos; él acariciaba su rostro y espalda con lentitud. Su entrega y la intensidad de la caricia de sus labios alejó al cantante de toda duda: ella lo amaba.

Cuando abrieron los ojos, se sorprendieron en una misma expresión de pasiva felicidad. Ella lo abrazó, abandonándose, y al sentir que él correspondía con intensidad similar, su corazón se sabía tan tranquilo que el cuerpo ardiente de su amigo le hizo olvidar por un momento todo lo demás vivido hasta ahora.

Entonces se incorporó, y sintió temor al verse tan abruptamente aprisionada al anhelo de sentirlo cerca. ¿Cómo había podido cambiar tan de pronto todos sus sentimientos?. ¿Cómo podía ser que ahora era sólo Kenshin, su raro y mejor amigo Kenshin, el único que ocupaba espacio en su corazón? Quería protegerse; temerosa de cometer un error; no caer tan fácilmente, convencerse a sí misma de que la confusión seguía ahí, de que no lo amaba, no de tal forma…

-Creo que ya deberías irte. –Dictaminó Kaoru con firmeza, haciendo un esfuerzo por no ceder ante la corta distancia que los separaba. Aunque en realidad esas palabras no eran una orden, sino un ruego.

-De verdad quieres que me vaya? –Preguntó sagazmente, limitando la distancia entre ellos a unos escasos centímetros.

La piel de ambos efervescía ante la cercanía de la del otro, haciendo que el aire se atascara en la garganta de la joven, y su corazón se disparó en un frenético galope. Apretó los puños. No caería en su trampa, se decidió rozando el masoquismo.

-Ya deja de jugar, Kenshin Himura. Sabes bien que aún estoy demasiado confundida como para que te quedes. –Dijo apartándose.

Él se limitó a sostener su azul mirada unos momentos, como indagando dentro de ella para obligarla a decir la verdad, que ella tan esforzadamente trataba de encerrar. Dio una leve risa sin abrir la boca y, tal como ella hacía unos instantes, ladeó la cabeza para dirigirse a la puerta principal, fastidiado y algo decepcionado.

-Eres una cobarde –Declaró mientras aún caminaba.

-Oye, no me juzgues así! Para mí no es fácil ni es mi culpa todo esto, no tienes razón para llamarme cobarde.

-Pero lo eres… -Sentenció con una sonrisa de resignación, sin detener su recorrido hacia la salida.

Kaoru se llevó una mano a la cara al ver cómo se alejaba. No sabía a quién engañaba, pues él no le creía ni una sola palabra y ella estaba consciente de que no eran ciertas. ¿Qué estaba haciendo? Huía. Tal como una cobarde. "¡Maldición!", dijo para sus adentros, mordiéndose los labios.

-Con que cobarde¿eh? –Exclamó ella, alcanzándolo y deteniéndolo para invadir sus labios con su boca.

El contacto húmedo y tibio de los labios de Kaoru sobre los de Kenshin lo tomó tan de sorpresa, que de pronto volvió aquella timidez que se apoderaba de él cuando estaba con la prostituta, y toda la sangre se le fue a la cara. Ella sonrió al darse cuenta, ya más segura, y presionó gentil su cuerpo contra el del joven, acariciándole la espalda y la cabeza, enternecida. Kenshin era como un niño, pensó. Aún en el umbral de la puerta, él pronto volvió a su seguridad usual, y emprendió un viaje desde aquella boca de mujer hasta su cuello, sus hombros, sus mejillas, y de nuevo a su boca, saboreándola, conociéndola con desesperación.

-o-

Calígine aposento acogió el momento en que Kenshin la exploró, recorriendo su piel de seda, sacudido por el huracán de sus sentidos, buscándola en la urgencia de su delirio. La atraía hacia él en un abrazo absoluto, uniendo su ser al de ella, acunándola entre sus brazos y perdiéndose en sus laberintos, como temiendo pronto despertar y no encontrarla a su lado.

Seguro de haber vivido hasta entonces sólo para hundirse en ella en esa noche prodigiosa, se apartó un instante para verla en plenitud; la perfección de sus curvas, el tono de su rizada intimidad, su torso montañoso, la impalpable pelusa que adornaba sus llanuras. Y entonces trazó sobre ella caminos con sus labios, descubrió sus túneles, escaló sus collados, recorrió sus valles, cruzó sus bosques; hasta memorizar cada detalle de su geografía. Suspiró enajenado, comprendiendo al fin la noción de su espera, la respuesta a sus angustias, la resurrección a las partes que habían muerto dentro de sí al verla con Yukishiro. Ahora era suya; ella le pertenecía. Cada palmo. Y él también le pertenecía a ella. Embriagado de su aroma, su sabor, su voz, no dudó ningún minuto sobre ésta realidad, que en otros tiempos le hubiese parecido inaceptable.

Era la primera vez que Kaoru amaba de esa forma. Muchas manos habían registrado su cuerpo, pero nadie consiguió ocasionar tal quiebre dentro de sí como Kenshin. Alborozada, comenzó su incursión al cuerpo de su amigo, que se presentaba ante ella como todo un horizonte de rincones por disfrutar y explorar. Aspiró su aroma, palpando y besando centímetro a centímetro, deleitándose en todo lo que él tenía para ofrecerle. Hundió el rostro en su pecho firme, perlado de una imperceptible neblina, permitiéndole habitar en ella, dándole la bienvenida al placer. No conocía esa urgencia, esa desesperada necesidad de adherirse a él, lo llamaba una y otra vez, clemente, y él le respondía con sus ardientes caricias, sus ósculos indulgentes, llenándola por completo y volviéndola a apartar. Lo colmó de caricias recién inventadas, mientras ambos sentían a esta unión como si fuera la primera, ajenos a tal entrega, reciprocidad, deleite, felicidad; seguros el uno del otro, sin temores, barreras o dudas.

Suspiraron satisfechos, muriendo lentamente al saberse hechos uno solo con el otro, aún unidos en un tranquilo reposo, incrédulos al sentir entre las tinieblas de la noche el calor de aquel por el que habían esperado desde el principio sin saberlo: su amigo, su amado, su hermano, su amante, su compañero, su Kenshin, su Kaoru.

El artista despertó cuando la luz de la mañana se coló por la ventana de su gran departamento, luego de toda una noche de amarse sin descanso. Contempló el rostro apacible de su Kaoru, aún convenciéndose de lo ocurrido, aquella noche que había esperado por tanto tiempo en silencio. Se veía hermosa. Más de lo que jamás había notado antes, y la posición de sus brazos, que se juntaban y ocultaban bajo una de sus mejillas, como pequeñas almohadas, le daban un aspecto infantil que lo enternecía.

Besó su frente intentando no despertarla, sorprendiéndose de cómo su amor por ella no hacía más que aumentar desde que la conoció, y de cuánto lo había cambiado a él aquel sentimiento desde ese día.

-Te amo, Kenshin.

Le oyó decir, y su corazón dio un brinco. Hacía algún tiempo, estaba convencido de que nunca llegaría a escuchar esas palabras de su boca, y apartó sus labios de la frente de su amada para encontrarse con su azul mirada que reposaba sonriente y tierna sobre la de él.

-Te amo, Kaoru. –Dijo también él, besándola una vez más. Momentos después ella volvió a dormirse, exhausta, y él permaneció largo rato a su lado, velando su sueño.

-Día cinco-

Aoshi despertó, con la cara hundida en la almohada para huir de la luz, al sonar continuo e irritante del despertador, y sólo recordó hacerlo callar cuando sintió el quejido sordo del aparato cuando lo arrojó al piso con desprecio. Sonido que era como un golpe de hacha en su cabeza, y cada movimiento que hacía sólo aumentaba el dolor. Giró un poco su rostro, lo más lentamente posible, para mirar la hora, y sus mejillas dificultaron la faena con el roce que su barba puntiaguda y descuidada de días atrás provocaba con la tela de su cama.

Sintió al gato, Atila, caminar por su espalda y detenerse al llegar a su cabeza, pero no lo movió a pesar del olor acre a caja de arena desaseada que emanaba directamente a su nariz, incapaz de realizar ningún levantamiento brusco en el estado en que se encontraba. Estiró la mano pesadamente para ver si hallaba algún trago, pero sólo encontró la docena de botellas vacías de la noche anterior. Estos días libres habían sido su perdición. Le habían privado del consuelo de la distracción que sólo obtenía en el trabajo, dejándolo solo con la frustración y el desengaño. Se sentó dificultosamente en la cama. Al menos hoy volvía a su rutina y podría desviar sus oscuros pensamientos.

-Aoshi? Estás ahí? –Llamó Kenshin, encontrando la puerta abierta.

Tan sólo dar un paso dentro del hogar de su amigo hizo retroceder al pelirrojo, impulsado por la fetidez de una casa abandonada del aseo desde hace días. Mike, el perro, lo saludó con euforia y sólo cuando Kenshin notó algunos residuos del animal esparcidos por la casa, y la cantidad de cigarros y botellas vacías en bolsas y ceniceros, comprendió la gravedad de la situación. Aoshi era una de las personas más pulcras con su higiene que conocía, y desde ya mucho tiempo había dejado de beber y fumar. Aún así, notó que no todo estaba perdido, porque a pesar de todo no había colillas de cigarros por la alfombra recién puesta, ni botellas fuera de sus bolsas, y los residuos de perro parecían ser solamente de la noche anterior. Parte de su orgullo seguía en pie después de todo.

-Qué haces aquí? –Preguntó el guitarrista sin mirarlo cuando el cantante entró a su pieza, llevándose una mano a la cabeza para aminorar el dolor de su borrachera nocturna.

-Y tú qué pretendes quedándote así? Supe lo de Makimachi.

-Hurra por ti.

-Sí, y también por ti. Me enorgullece la fuerza con que afrontas la situación.

-Te recuerdo que tu estado no era tan diferente al mío cuando viniste a mi casa la vez en que visitaste a Kaoru al hospital.

-Te recuerdo que yo al menos nunca dejé de oler bien. Ya basta de pretextos. No permitiré que te postergues de esa forma sólo por lo que te hizo Makimachi. Si no está contigo ahora es porque nunca debió estarlo. Sabes que eres fuerte, deja de estar dando lástima.

Esa frase llegó a oídos de Aoshi como un golpe en la nuca. Dar lástima era lo último de su humillación. Sintió su barba desatendida, su cabello disparejo y sucio, su boca amarga por las borracheras, el monte de cigarros que yacían en el cenicero, y comprendió que estaba a un paso de tocar el fondo, y no estaba dispuesto a hacerlo. Levantó el rostro y dio a su amigo una mirada de determinación. Éste sonrió, y golpeteó bruscamente su hombro un par de veces.

-Ve a ducharte. Te prepararé un café y luego limpiaremos tu casa.

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-Cómo te fue con tu amigo? –Preguntó Kaoru luego de ir a buscar a su ahora novio Kenshin en el estudio al anochecer.

-Muy bien. Le dolió bastante lo que le hizo tu amiga, pero ya está recuperándose. Va a estar bien.

-Qué bueno. Estoy segura de que Misao-chan no tenía malas intenciones, es sólo que de repente no piensa bien las cosas antes de hacerlas… y ahora ella también paga las consecuencias.

-Seh, pero será mejor que Aoshi no se entere, al menos de momento. Saber lo que ese tipo le hizo a tu amiga puede que lo confunda.

-Estoy de acuerdo. Bueno, ya me tengo que ir. No te preocupes, Kenshin, Enishi me pagó varios meses por adelantado así que no tienes que preocuparte.

A Kenshin se le erizaron de ira los cabellos cuando oyó ese nombre, y la forma casual con que ella lo había mencionado. La joven le besó en los labios y se alejó tranquilamente. Aún no conseguía hacer que le dijera en dónde trabajaba. Pero mañana, aunque tuviera que amarrarla a la casa, no la dejaría ir sin lograrlo.

-Día seis-

El celular del guitarrista dio su quinta campanada cuando se decidió al fin a contestar, fastidiado y absorto en su faena de inventar tres nuevos solos para las canciones que Kenshin y Tomoe habían grabado.

-Diga? –El tono del joven estaba exento de todo ánimo.

-Shinomori-kun, Habla Okina, el abuelo de Misao-chan.

-Sí, lo recuerdo. ¿Qué desea? –Preguntó, algo confundido.

-Quería hablarte sobre Misao-chan… no sé si supiste, pero Seta volvió a abandonarla hace unos días. Se fue de Tokio de nuevo, sin decirle nada, justo el día en que ella le confesó que estaba embarazada.

-Qué…?

-Puede que intente ocultarlo, pero ha quedado destrozada después de eso…

-Pero no entiendo… ¿Por qué me dice todo esto?

-Hijo, Misao-chan está sufriendo mucho, aunque ella lo niegue, lo que menos necesita en estos momentos es estar sola, y Kaoru-chan pocas veces puede venir a verla… Por favor, tú eres el único hombre al que se ha dejado ver tal cual es, estoy seguro de que le hará bien tu compañía.

-Lo lamento, Okina-san, pero yo no tengo mucho que hacer en su casa. Además no es a mí a quien querrá ver, se lo aseguro, y yo debo continuar mi vida.

-Shinomori-kun, deja de fingir que no te importa lo que pase con ella. A fin de cuentas, ella espera un hijo tuyo y no dejaré que abandones tu responsabilidad sólo por orgullo. Sabes muy bien que el estado emocional de la madre afecta al hijo y, Shinomori-kun, hazlo al menos por el tiempo en que te considerabas su amigo. –El joven guardó silencio unos instantes, pensativo, organizando el caos existente en su cabeza.

-Está bien. Iré en unas cuantas horas. –Decidió, sin creer en lo absoluto que todo esto sería de provecho.

-o-

Tocó el timbre sin estar del todo seguro de lo que hacía. Al instante el anciano salió a recibirlo con su acostumbrada sonrisa, y lo encaminó hacia adentro de la casa.

-Misao-chan! Tienes visitas!

AL instante la chica se asomó por la entrada de la cocina, sin mostrar ninguna sorpresa ni emoción al ver a Aoshi. "No sé para qué vine", se repitió el artista tras esta indiferente reacción.

-Hola Aoshi-kun. –Saludó con una sonrisa cortés.

-Bueno! Yo me iré al segundo piso a… hacer… algo. Ahí veo. Los dejo solos! –Rió Okina, alejándose emocionado.

-Me imaginé que vendrías. –Misao volvió a entrar en la cocina. –Era cuestión de tiempo para que Okina te viniera con el cuento. De seguro te dijo que prácticamente estaba al borde del suicidio, no? Je, je… -Hizo una pausa. –Viste el periódico hoy?

-No –Misao se lo entregó al instante, abriendo una página en especial.

"Aumento en los Incidentes de tráfico de Droga en la Capital

Más de 500 Kg. De heroína fueron encontradas esta mañana en un vehículo particular con rumbo desde Tokio a Osaka, ocultas en diversas partes del mismo. Sus conductores, identificados como Gohei Hiruma y Seta Soujiro, fueron inmediatamente detenidos y su condena podría oscilar entre los 15 y 25 años de prisión. El Comandante de la 3º División de Policía, a cargo del caso, nos declara: "Estos incidentes van siendo cada vez más frecuentes desde…"

Aoshi miró a la fotógrafa estupefacto, fijándose en la presencia del nombre del que solía ser su amigo, y más recientemente, su ex-novio.

-Ven, acompáñame a hacer la comida.

Él accedió un tanto incómodo, y de inmediato ella le pasó unos vegetales y un cuchillo.

-Pero… ¿y estás bien? -Preguntó mientras picaba las verduras.

-Claro que sí. Seta es un imbécil, pero Okina es un exagerado. No le hagas caso. –Respondió sonriente. Por alguna razón, Aoshi no estaba del todo convencido.

-Segura que estás bien? –Volvió a preguntar momentos más tarde.

-Sí, mono tonto, te digo que estoy bien. –Repitió ella, con una sonrisa un tanto más apagada.

-Makimachi…

Ella no contestó, y volvió a su labor de cortar la carne, sin voltearse hacia él. Aoshi la obligó a hacerlo, girándola con las manos en sus hombros, sin mucha delicadeza. Fue entonces cuando el joven notó sus lágrimas y la angustia en sus verdes ojos. Con un sollozo adolorido, lo abrazó fuertemente y lloró toda su congoja, pidiéndole al ausente Seta que le devolviera el tiempo que malgastó amándolo, las ilusiones que se había hecho, los años enteros de angustia al no saber su paradero, su orgullo, su adolescencia, tantas cosas, maldito seas Seta, cómo me hiciste esto, no mereces que nadie te llore, devuélveme mis memorias, cobarde, devuélvemelas… No supo cuánto más dijo hundida en el torso de Aoshi, humedeciendo su vientre plano y musculoso con aquellas amargas lágrimas.

Él la llevó a un sillón sin soltarla, y la dejó llorar hasta que lentamente fue tranquilizándose. No supieron cuanto tiempo pasaron así, abrazados, y él apretaba los puños, en el clímax de su odio por ese hombre que la había hecho sufrir así. Maldijo al darse cuenta de cuán difícil le sería olvidarla, más aún sintiendo su pequeño cuerpo tan cercano al de él. Pero ella no necesitaba un novio o un amante, sino a un amigo incondicional que le ayudara a sanar. Y él estaba dispuesto a desarraigar su amor por la pequeña con tal de ser ese amigo. Lo haría por ella.

Misao se apartó al fin entre sollozos entrecortados, con los ojos hinchados y la nariz roja. "Perdón", le dijo con una risa pequeña, refiriéndose al pequeño charco que le había dejado en su camisa. Él también rió, divertido ante el semblante de la muchacha, que con su cara en ese estado y esa sonrisa no se veía precisamente atractiva. Quizás hasta tierna, pero nada seductora.

-Tienes cara de payaso. –Le dijo sin ningún tino, y ella, sorprendida, estalló en carcajadas mientras lo golpeaba con un cojín.

Aoshi se quedó almorzando con la familia, riendo y conversando con cada uno de ellos, siendo víctima de burlas de Misao y acosos de su hermana, y victimizando de igual forma a su amiga en venganza. Cuando la cena acabó, Magdalia y Okina huyeron al darse cuenta de que alguien debería limpiar la mesa y lavar los platos, dejando nuevamente a Aoshi y Misao en completa soledad.

-Bien, ayúdame a retirar los platos –Ordenó la chica levantándose, y Aoshi se percató de su vientre, que estaba recién comenzando a abultarse. Aún tenían un tema que aclarar.

-Makimachi, acerca de nuestro hijo –Replicó dejando el último plato en la cocina. Misao se dirigió al living y se sentó en un sillón, haciendo un ademán con la mano para que él se sentara en el contiguo.

-Sí, tenemos que hablar sobre esto.

-Bueno, tú ya sabes que no voy a dejarte criarlo sola, un bebé necesita de ambos padres para crecer completamente sano.

Ella no dijo nada por un instante, pensativa, como reflexionando profundamente en sus palabras.

-Estoy de acuerdo. –Dijo al fin, para sorpresa de Aoshi. –Por favor no pienses que quiero aprovecharme de tu situación económica y tu generosidad, porque por mí estaría dispuesta a criarlo sola para no molestarte. Pero creo que tienes razón. El bebé necesitará a su padre… y por otro lado creo que tú también lo necesitarás a él, no? –Misao lo empujaba con el codo, sólo para molestarlo. Él sonrió. –Creo que… sería buena idea que viviéramos juntos, y que cuando el niño estuviera cerca pretendiéramos ser una familia normal… Ambos pagaríamos renta, eso sí. No te alces.

Aoshi se sonrojó, sorprendido ante la propuesta y sin saber qué responder, pero luego notó el casual tono en la voz de la chica, y comprendió sus inocentes intenciones, que no tenían nada que ver con algo extraño. Ella prácticamente lo veía como a un hermano.

-O no sé, por último te quedas aquí en la pieza de invitados algunas noches a la semana si crees que vivir juntos ya sería mucho… ah, no sé en realidad, creo que no estoy pensando mucho en tus comodidades sino en las mías, lo siento –Rió arrepentida de lo dicho –Creo que no pensé en la de complicaciones que tendrías si vivieras conmigo y después encontraras una novia o incluso una esposa… -Ella sólo hablaba por él, pues luego de lo ocurrido sentía su corazón como un hielo. No tenía siquiera pensado en revivir su vida amorosa, pues se sentía despojada de la capacidad, la fuerza, siquiera el interés de hacerlo. Su hijo sería su todo desde ahora.

-No, creo que ese plan está bien, de momento. Si se da la situación de una novia para mí o uno para ti lo resolveremos en el momento. –Respondió, incapaz siquiera de imaginarse con alguien que no fuera ella. –O también podría servir que simplemente le dijésemos la verdad –Sugirió en tono irónico.

-Nooo, no, no. Quizás algún día, pero después. Quiero que crezca con el concepto de familia tradicional, así que de momento deja de llamarme "Makimachi" y llámame por mi nombre, tiene que parecer real, pues el plan vigente es el de pretender ser una familia normal.

Aoshi miró al piso, pensativo, meditando sobre las cosas que podrían pasarle a ese bebé si algo salía mal.

-Ojalá algún día nuestro hijo tenga una familia normal de verdad… -Murmuró para sí sin percatarse de que lo había oído, y sin tener ningún significado adverso ni intención oculta. Sin embargo, Misao se sorprendió, y rió levemente ladeando la cabeza.

La chica se puso de pie y se dispuso a lavar la loza, aún sonriendo. Se volteó a él con expresión juguetona antes de entrar.

-Bueno, Aoshi-kun, eso tendremos que averiguarlo con el tiempo, no? –Dijo, y se perdió entre las paredes del cuarto de cocina que tenía en frente.

Aoshi se ruborizó.

-Día siete-

Amanecía, y Kaoru despertó sintiendo su cuerpo pesado y su mente tan desorientada que no estaba segura de cuánto había dormido. Se encontraba en el lujoso departamento de Kenshin, quien le había obligado esa noche a quedarse con él y no ir a su trabajo, porque necesitaba hablar con ella. Y lo que menos hicieron fue hablar, por lo que ahora ella sonreía deleitándose en el recuerdo, sintiendo todo demasiado perfecto.

Quizás fue cuando le ofreció su ayuda en el BRB, o cuando empezó a quedarse en su casa. O quizás aquel día en que él la besó por primera vez (Véase Cap. 9), no importaba, pero ahora se daba cuenta de que su amor por Kenshin no había sido algo abrupto como pensaban al principio. Fue algo que comenzó desde mucho antes, y que crecía dentro de ella sin que se diera cuenta, como una quemadura interna que ella intentaba cubrir con el amor de Enishi, quien sólo era un amigo muy querido para ella que desde ya mucho tiempo había dejado de amar, aún cuando trataba de convencerse de lo contrario, confundida y culpable.

Ahora no cabían dudas. Amaba a Kenshin y su beso de hace algunas noches atrás se transformó en el detonante que dejó libre todos esos sentimientos que cargaba encerrados. Sintió un cosquilleo al recordar el rostro de su amado cuando le dijo estas palabras y le describió este nuevo descubrimiento, haciendo que se ruborizara, se llenara de dicha y la cubriera de caricias hasta saberse en el estado en que estaba ahora, serenamente recostada a su lado.

Se volteó para palpar el pecho terso y musculoso que tanto le gustaba de su pelirrojo, y se sorprendió de no encontrar a nadie a su lado.

-Ken? –Llamó sin obtener respuesta.

Lo encontró en el comedor, luego de darse muchas vueltas por la casa, poniendo la mesa para el desayuno. Al igual que ella, él vestía sólo una bata, y la esperaba sonriente.

-Tenemos que hablar. –Le dijo, sentándose en una silla. Kaoru vio la hora, las 13:35, y se alarmó.

-Ken-kun, debo ir a pagar mi… -Se cubrió la boca antes de decir "deuda", pues él aún no lo sabía, y se sintió culpable.

-Precisamente es de esos silencios de lo que necesito que hablemos, Kaoru. Quiero que me digas lo que me has ocultado hasta ahora. Recuerdo haberte dicho una vez que tu pasado no importaba, pero ahora quiero ayudarte y necesito que me lo digas.

Las manos de Kaoru temblaron. Él se acercó a ella y la abrazó reconfortándola y esperando a que su respiración se normalizara. Kaoru supo que ya no podía seguir ocultándolo, y aunque esto significara involucrarlo en gran manera, sabía que le hacía daño con sus silencios de aparente desconfianza, y se lo diría porque lo amaba. Tomó aire, decidida a desvelar la parte de sí que a nadie revelaba hasta ahora, y que también omitió en su relato ante Ensihi.

-Antes de Conocer a Tooru Imagashi… –Comenzó con voz temblorosa – Antes siquiera de venirme a vivir a Tokio, hice cosas terribles, Kenshin… Tenía trece años cuando mi cuarto padre murió. Mi madre me quería mucho, pero ante su debilidad debía estar constantemente con distintos hombres. Cuando cumplí catorce nació mi hermana Ayame, hija de un hombre tan perdido como mi madre que la dejó en tanto ella nació. Luego vino otro, uno muy avaro que siempre pensaba en formas de ganar dinero. Cuando mi madre murió al nacer Suzume, hija de una aventura, él me presentó a Yumi Komagata para que me ofreciera un trabajo. Yo acepté dejar la escuela para trabajar porque quería librarme de él, irme de la casa con mis hermanas e independizarme…

El trabajo era simple: La pondrían en una escuela diferente cada semestre con un nombre falso, y su tarea consistía en ofrecer o comentar a las amigas que hiciera sobre la agencia de modelos para la que Yumi trabajaba, y convencerlas de presentarse a postular. La chica desde el principio sospechó algo, pero sus dudas se disiparon en tanto vio en sus manos el dinero de la primera paga, y decidió hacerse la desentendida.

Rápidamente, la chica de los ojos azules fue conocida por todos los que trabajaban en la agencia. Todos comenzaron a tenerla en estima, en especial Saito Hajime, el cabecilla de la "compañía". Solían pasar mucho tiempo conversando de muchas cosas, llegando a ver en él por fin la figura paternal genuina y estable que tanto necesitaba. Él también la trataba como una hija, dándole muchos privilegios y confiándole cosas que a nadie más decía. Fue gracias a él que se enteró lo que realmente hacía en la "agencia", y a dónde iban a parar las niñas luego de llevarlas a ese lugar.

-…Pero a esa edad yo era una niña egoísta e inmadura. Sólo pensaba en mí y en mis hermanas, así que mientras nada de lo que vivían las niñas nos pasara a nosotras, la prostitución y venta a la que eran sometidas no me importaba en lo absoluto –Reconoció con amargura, mientras su vista se nublaba y llenaba de dolorosas cascadas. –Ellas eran mis amigas, y aún así yo…

El llanto de la chica se agudizó. Se hundió en sollozos entre las manos que cubrían su rostro, y él la abrazó, reconfortándola, besando su cabeza una y otra vez, susurrándole al oído palabras de consuelo. Ya más tranquila, la joven prosiguió el relato sin levantar su rostro del cuello del pelirrojo.

-Siempre supe que Saito-sama me tenía como una de sus favoritas. Me pagaba más que a todas y me llevaba a lugares costosos en los que me trataba como a una reina. Cuando le conté sobre mi padrastro y la forma en que vivíamos, nos llevó a vivir a mis hermanas y a mí con él, cuidándonos y mimándonos como si él mismo nos hubiese engendrado. Creo que llegué a amarlo con todas mis fuerzas, como al padre que nunca pude tener. Él era mi padre ahora…

A causa de los crecientes lazos de afecto que se daban entre la chiquilla y el cabecilla de la compañía, terminó ganándose también el odio de muchas mujeres que trabajaban para él desde tiempos inmemorables. Entre ellas, Yumi fue la que más le hizo daño, aprovechándose de su frágil corazón de niña. Aunque ahora que lo pensaba, esa mujer había sido también la que la había liberado.

Luego de un tiempo, la mujer le pidió a Kaoru a sabiendas que buscara a uno de sus compañeros que se encontraba "examinando" a las chicas al final del pasillo tras el salón, aún cuando Saito le tenía prohibido a todo el personal permitir que la pequeña se acercara a esos lugares. Ella obedeció, por supuesto, y lo que vería ahí sería decisivo para su destino.

De pronto, el cuerpo de la prostituta había vuelto a temblar, y de sus ojos volvieron a aflorar lágrimas.

Al entrar en aquel amplio salón, su sangre se congeló. Caminaba lentamente, incrédula al ver cómo todas esas mujeres, a quienes había conocido y tenido la oportunidad de compartir tardes enteras, días enteros con ellas, gritaban clamando con desesperación al verse obligadas a despojarse de sus ropas, golpeadas por desconocidos, heridas en su orgullo y dignidad, algunas hasta violadas ahí mismo con un salvajismo que hizo que cada músculo en el cuerpo de Kaoru se tensara de horror. No pudo cruzar el pasillo para llegar hasta su colega, espantada ante la visión que presenció en una de las puertas abiertas, en donde Omasu, quien había sido una de sus amigas más cercanas, estaba siendo violada por tres hombres a la vez, golpeándola brutalmente, mientras bramaba por la ayuda de Kaoru al verla tras la puerta y reconocerla.

No pudo permanecer allí. Tuvo que salir, sin reparar en la velocidad de sus piernas, huir de todo eso, que era su culpa, ella era la causante de lo que le hacían a Omasu y a las demás. Era partícipe, cómplice, partidaria. Al verla correr, llorando con desconsuelo, Yumi sonrió satisfecha.

Incapaz de soportarlo, esa noche aprovechó un descuido de los encargados del lugar para dejar ir a Omasu, aún en su precario estado, y a algunas más que aún podían sostenerse sobre sus pies. Esa misma noche tomó a sus hermanas, todos sus ahorros y algunas pertenencias, y partió a Tokio con una de sus identidades falsas. Se quedó en casa de su antigua amiga Misao, a quien conocía desde que era pequeña y que se mudó a Tokio el día de la muerte de su madre, pero el temor de involucrarla a ella y a su familia, y la desesperación de sentirse observada terminaron por cansarla. Consiguió una casa pequeña y económica, en donde vivía ahora, y se ocultó ahí viviendo de lo que quedaba del dinero obtenido de su trabajo infame.

No pasó mucho tiempo antes de que la encontraran. Saito mismo fue a buscarla, justo el día en que ella cumplía los 16. Fue entonces cuando su espíritu se desmoronó por completo, y comenzó sus años de odio contra sí misma, y de vergüenza, y de silencio. Ése hombre la había golpeado y humillado, violándola con sus palabras y su cuerpo, profanando cada parte de su orgullo hasta reducirla a nivel de objeto, de ser inservible, destrozando la imagen de padre que ella tanto había llegado a amar. Él, a quien reconoció alguna vez como su verdadero padre, se encargó de quebrar cada pieza de su espíritu a esa edad tan sensible, restregándole sus actos y burlándose de su arrepentimiento, desgarrando su dignidad como mujer, como niña, como persona.

Kaoru estalló en lágrimas silenciosas para no despertar a sus hermanas, y luego ya no lloró más, inestable y traspasada. No supo cuántas veces Saito entró en su cuerpo con esa brutalidad desgarradora con que había entrado en su mente, ni sintió dolor con sus golpes o con el filo de la ardiente espada que atravesaba su intimidad de niña, entre medio de reproches sobre el dinero que a causa de ella perdió, de lo que había tenido que soportar de su único superior por su culpa y de amenazas que le advertían que él le haría devolver hasta el último yen.

Sólo la soltó cuando sus manos temblaron, cansadas de sostener el frío, pálido e inmóvil cuerpo de la niña, que cayó duramente al suelo con la vista humedecida, mirando a la nada. Nunca supo por qué, pero él permaneció allí, en la sala de su casa, fumándose un cigarro tras otro hasta que ella recobró el conocimiento. Sus senos pequeños aún palpitaban adoloridos ante el brutal contacto, al igual que cada parte de su cuerpo. Despertó sólo para llorar, y hubiese deseado nunca haberlo hecho. Por un momento, deseó que su vida terminara allí, para no tener que enfrentar todo lo que tendría que vivir después.

-Fue él quien te mandó con Tooru Imagashi? –Preguntó el pelirrojo, sin darse cuenta de que, frente a él, la joven comenzó a tornarse más y más pálida, luego de asentir dificultosamente con la cabeza.

Creía ya haber superado esos recuerdos, que volvían dolorosos y dañinos hacia ella, obligándola a sentir detalle a detalle todo horror vivido ese día. Los ojos de la joven se transformaron en los mismos que los presentes después de aquel infierno, humedecidos y perdidos mientras se abrazaba a sí misma.

Alarmado, Kenshin trató de acurrucarla en sus brazos, pero tan sólo poner una mano sobre ella la hizo encogerse en posición fetal, tras emitir un gemido de pavor. Se sintió culpable y miserable por haberla obligado a recordar.

Le pidió perdón tratando de no tocarla, arrepentido y acongojado al verla así, susurrándole palabras para calmarla, diciéndole cuánto la amaba, prometiéndole ayudarla. Aunque no entendía bien su significado ante la neblina de sus pensamientos, las palabras de Kenshin fueron para ella un bálsamo que la acurrucó hasta sumergirla en un estado de pasiva somnolencia. Se apoyó en él inconscientemente, permitiéndole abrazarla, apretarla contra sí, besar su cabeza con tristeza, contrito y mortificándose por romper la promesa que se había hecho a sí mismo, de no volver jamás a hacerla llorar. El resto de la historia pudo intuirla, y ya no era necesario atormentarla más con esos recuerdos.

-o-

Kaoru despertó sintiendo la cercanía de Kenshin, que dormitaba a su lado y al mismo tiempo la abrazaba con una firmeza imposible. No recordaba bien lo ocurrido, salvo momentos fugaces como cuando escuchó su voz hasta dormirse, o cuando le hizo un rechazo al intentar acercársele. Se sintió culpable de todo esto, y comprendió el por qué ahora él la aprisionaba de tal forma. Trató de levantarse, pero él emitió un gruñido y la apretó más contra su cuerpo.

-Kenshin? –Llamó, sin obtener respuesta. –Ken, debo ir al baño… Kenshin! –Pero él no despertaba. Entonces tuvo una idea, y se acercó ligeramente a su oreja. –Kenshin… qué cara tan fea tienes…

-TU ABUELA SERÁ FEA…! Eh… hola, Kaoru… -La saludó despertándose con un gran bostezo.

-Jejeje, déjame salir, debo ir al baño –Replicó ella conteniendo la risa.

-Es cierto, estás bien? Lo s… siento, no quise hacerte recordar, pero... –Aún le costaba pedir disculpas, por lo que Kaoru, conmovida, lo calló sorpresivamente con sus labios. Trataría de no volver a preocuparlo así; intentaría sepultar su pasado: ahora él estaba con ella, y sentía que podría lograrlo.

-Estoy bien, tonto, no te preocupes.

Él la vio alejarse sonriente, no comprendiendo cómo alguien como ella podía juzgarse a sí misma de egoísta por algo ocurrido hace tanto y de lo cual estaba tan arrepentida. Se sintió afortunado de tenerla, y se propuso como meta no descansar hasta hacerla olvidar y perdonarse su pasado. No dejaría que volviera a llorar así (Dios mío, qué cursi XD).

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Salieron juntos del callejón con muchas puertas, y suspiraron aliviados. Tomando el dinero que Enishi le había dado a Kaoru, y prácticamente vaciando su cuenta bancaria, Kenshin se dispuso a terminar de una vez con esta deuda. Sabía que, si Kaoru seguía pagando de forma mensual, jamás la dejarían ir, así que él mismo le pondría fin, no importa cuánto le pidieran por hacerlo. Sintió cómo ella le tomó la mano, dirigiéndola una melancólica sonrisa a su rostro disfrazado –puesto que ella se negó a decirle en dónde era todo si no se lo ponía-. Aún no pasaba lo más difícil. Él besó su frente, en señal de apoyo.

Tooru Imagashi, Hajime Saito, Yumi Komagata; fueron los nombres que denunciaron a las autoridades como los involucrados en el tráfico de blancas. Kaoru quería agregar como caso aparte a Seijuro Hiko por maltratar a Megumi, pero Kenshin le hizo saber que actualmente ya estaba siendo procesado por la justicia.

Ambos sabían a lo que se enfrentaban al hacer esas acusaciones, sabían que todo podría ser usado en contra de la chica, haciéndola caer junto con ellos. No obstante, estaban dispuestos a enfrentar todo lo que pudiese venir. Él contrataría a los mejores abogados y pagaría lo que tuviera que pagar con tal de liberarla de un destino desagradable, y la protegería con su vida y hasta su último aliento si alguien pensaba atentar contra la vida de Kaoru. Habían decidido ocultar su relación ante las cámaras para que nadie la reconociera. Esa misma noche volvió a practicar con su espada, y descubrió que sus habilidades no habían disminuido en lo absoluto. El futuro era incierto, pero le harían frente con la cabeza en alto.

Semana Veintidós

-Día dos-

La nieve caía tierna sobre sus cabezas desde un cielo negro, mientras el desfile de luces y adornos navideños coronaban su caminata hasta la casa de su amiga Misao (NdYune: Sí, si sé que olvidé mencionar que estaban en esas fechas, pero bueh, ahora lo saben XD). Junto a ella y su pelirrojo caminaban Sanosuke y Megumi tomados de la mano, invitados por ella con la autorización de su amiga: "Mientras más seamos, mejor!" le había dicho con su alegría característica.

Ya habían pasado dos días desde la denuncia, y nada había cambiado ni en su entorno ni dentro de ella. El temor continuo seguía ahí, y no parecía querer abandonarla.

-Hola! Bienvenidos, pase pasen!

Saludó un enérgico Okina mientras entraban a la casa hermosamente decorada. Frente a ellos lucía un suculento pavo en medio de un gran banquete en la mesa del comedor de tamaño descomunal utilizada sólo para ocasiones especiales.

La cena estuvo hermosa. Todos los que apreciaba estaban allí: Misao, Aoshi, Okina, Gensai, Magdalia, Ayame, Suzume, Megumi, Sanosuke. Sólo faltaban Enishi y Tomoe, que Misao había preferido no invitar por razones obvias. Todos reían y comían, contribuyendo a la alegría colectiva, y aún cuando a ella le decepcionó notar que su amiga no bromeaba cuando había dicho que su corazón estaba congelado, Kaoru no podría estar más feliz. Comprendía al fin que no estaba sola, y que, pasase lo que pasase, siempre Kenshin y sus demás seres queridos estarían ahí, preparados para vivirlo junto a ella.

Apoyó su cabeza al hombro de su amado, y éste la abrazó sonriente, adivinando sus pensamientos.

- o – o – o –

Kamisama Kenshin, Fin.

NdYune-ô (Creo que escribí mucho o.O): Sii, sí, ya sé que eso de los 200 reviews no era más que por satisfacción personal, dejen de regañarme XD. Pero es que escribir fics no es fácil, pensar en cada situación, incidente y sentimiento de los personajes no es una cosa que te salga de un minuto a otro (la inspiración puede que sí, la idea general también, pero pensar toda la historia siempre lleva tiempo), por lo que creo que todos los autores merecen al menos una compensación, y qué mejor compensación que sentir el apoyo de aquellos para los que va escrita la historia, no?

En todo caso, la verdad estoy un poco deprimida en estos momentos, pues ahora, en el momento en que me despido de mi historia más larga, me doy cuenta de que he tenido que recurrir a una suerte de chantaje, y bueh… pero bueno, ya no me haré expectativas. Me contento con que haya personas ahí que me han apoyado desde el principio (o desde que descubrieron la historia), de los cuales, sin sus palabras alentadoras, no estaría publicando este último capítulo.

Por otro lado, no sé si considerar la escena en que Ken y Kao… uds saben, como un LEMON en toda su ley. ¿Qué opinan ustedes? Creo que fue a O.o Kaoru-chan o.O a la que le confesé que me da un poco de asquito hacer ese tipo de escenas, y que cuando las hago no puedo (simplemente NO PUEDO) hacerlas físicamente descriptivas, sorry, pero que creo que lo que importa en esa situación es el hecho, lo que significó, las emociones que desataron en ambos, no la pose con la que comenzaron, en dónde y en dónde no puso el dedo el Fulanito, la descripción catedrática de los gemidos y fluidos de ambos… eso a quién rayos le importa? Creo que es ya estar reparando en detalles innecesarios, no dejan nada para la imaginación, dejen a los pobres protagonistas un poco de intimidad… XD

En fin, como prometí, (y antes de seguirme alargando XD), he aquí la explicación:

Explicaciones sobre las estupideces de las mojojas:

Megumi: De seguro detestaron a la pobre prostituta cuando le dijo a Sanosuke que no volviera más al BRB, pero con esto no quiso decir que no quería volver a verlo en lo absoluto, como podrán haber notado en este capítulo, en que iban a casa de Misa tomados de la mano. Sólo se refería a que no quería verlo correr riesgos en el BRB, no excluyó las visitas a su casa o que se juntaran en alguna otra parte, así que Meg no es estúpida, sólo no se sabe expresar XD.

Kaoru: Buf! Ésta es una de esas en que tendría que escribir explicaciones para un 90 por ciento de sus actos, así que me enfocaré en el más reciente. Se preguntarán por qué la hice dudar tanto acerca de mostrar sus sentimientos hacia Kenshin, pues bueno, eso tiene varias razones: 1)Me pidieron que hiciera sufrir a Ken antes de conseguir lo que quisiera XD 2)Dios sabe que disfruto haciéndolo ):D 3)Al verse tan opuesta a lo que sentía de una forma tan inesperada, y temiendo dentro de su orgullo e inseguridad en que después se arrepentiría, o que la creerían fácil (cosa que suena raro viniendo de una prostituta n.nU), o quizás hasta voluble, se defendió con la negación de todo sentimiento hacia él. Puede que no se vea todos los días, pero para alguien con una vida y personalidad como la suya, es posible.

En realidad, Kaoru es muy insegura, como podrán haber notado alrededor de todo el fic, y casi todas sus decisiones estúpidas giran en torno a esta inseguridad.

Misao: Creo que la decisión estúpida por excelencia de esta monga fue cuando rompió con Aoshi para quedarse con Seta. Pero bueno, creo que expliqué mis razones en el capítulo anterior, y es que ella simplemente se enamoró de la persona equivocada sin saberlo. Y por mucho que intentó olvidarlo, pues no le salió. Y luego de un desengaño como el que ese bruto le hizo, su decepción fue tal que su corazón se congeló. Recuerden que ella se guardaba para él, lo esperó sin descanso, fue el único que significó algo en su vida de amoríos vacíos. No la culpen n..ñU (a mí sí que pueden culparme XD).

En fin, eso fue todo. Gracias por su apoyo, por darme ánimos para seguir y por exigirme que lo hiciera, lo que me animó a no dejar la historia tirada. Sé que no soy tan buena escritora como otras que escriben verdaderas obras de arte, pero de todas formas intenté dar lo mejor de mí dentro de un género para el que soy NULA. Au revoir a todas, esperen el epílogo, que les contará cómo les van las cosas a todos algunos años después, y concluirá cualquier cosilla que haya quedado pendiente dentro de este final.

Si tienen otras decisiones estúpidas que quisieran que les explicara, si les gustó el fic, si no les gustó y lo leyeron por castigo, si quieren reclamar sobre algo, opinar sobre el cuasi-lemon, qué se yo, ya saben a dónde enviarlo n.n Cualquier pregunta que tengan será respondida en el epílogo.

Au Revoir!

Yune-ô

14:10 22-09-2006