[One-shot]

El diablo se puede disculpar

—Dōma & Kotoha—

Lo único que le entretenía de ella era saber cómo luciría sin toda esa ropa encima. Bueno, tal vez solo con la falda.

Disclaimer:

Kimetsu no Yaiba © Koyoharu Gotōge

El diablo se puede disculpar © Adilay Fanficker

Advertencias: WHAT IF—Semi UA. / Un poco de OOC. / Presencia de insinuaciones sexuales.

Aclaración: Este fic participa en el FLUFFTOBER 2022 realizado por la página en Facebook: "Es de fanfics".

Día 20: Disculpas.

Notas:

Otro relato de esta bonita pareja, espero les guste.


NO PLAGIEN, NO RESUBAN Y TAMPOCO TRADUZCAN SI YO NO LO HE AUTORIZADO. —Gracias.



Cuando su señor, el gran rey de los cabrones inmortales, permitió que sus lunas superiores tomasen caminos divididos con la finalidad de buscar el paradero de su más grande obsesión, lo primero que Dōma hizo fue exiliarse en un viejo templo abandonado y alimentarse con la carne de bellas mujeres cada cierto tiempo.

Tal como llegó, su gula, desapareció.

Ahora sólo comía para hacerse más fuerte y para mantenerse vivo; ya no le encontraba gusto a ningún tipo de platillo; ni siquiera cuando se trataba de su favorito: hermosas damas jóvenes.

Digamos que después de más de 400 años viviendo de carne humana, recibir órdenes del rey cabrón en cuestión y riñas entre demonios por tomar su puesto como la luna superior dos, él ya estaba algo cansado y aburrido.

Ya le daba igual lo que pasase con los demonios, su rey y los cazadores de demonios. Todos (incluyéndose) podían irse al infierno… claro, si es que este existía.

Y él podría dar por fin su propia vida, pero si algo le mantenía en ese camino era la esperanza de que algo cambiase y le diese algo de la emoción que había perdido.

Esa noche, como todas las demás, él caminaba por la montaña que habitaba, sin ningún tipo de preocupación.

La excusa que le tenía en esa montaña era que la tierra de la zona era muy fértil con muchos tipos de flores.

»Déjeme habitar la montaña un año, mi señor; si el lirio crece ahí, lo hallaré.

El lirio araña azul.

¿De verdad existiría o era algo inventado por la locura de un anciano de más de 1,000 años?

Fuese como fuese, de ese año le quedaban 6 meses. Entonces tendría que seguir buscando por otros sitios.

Sería una pena dejar este lugar. A él le agradaba el cómodo silencio.

De pronto, Dōma sintió algo a sus espaldas. Del interior de su haori negro, sacó dos abanicos de oro, extremadamente filosos y resistentes. Eludió con éxito el ataque de una katana nichirin y miró a su nuevo contrincante.

¿Qué hacían los cazadores por aquí?

—Vaya, vaya, miren esto —musitó luego de caer delicadamente sobre el suelo. A diferencia de quien le había atacado, que tardó en recuperar el equilibrio.

Enfrente de él, la figura de una mujer curvilínea de cabello negro y puntas azules, de no más de 25 años, sujetaba una katana. Firme, y sin dudas… al menos no tantas.

—Entiendo que quieras parecer amenazante, pero ese lindo rostro y ese apetecible cuerpo, no te ayudan en nada —se rio ocultando su sonrisa burlona con su abanico.

A pesar de la distancia, ella al parecer leyó los kanjis en sus ojos, porque, como otros cazadores que ya lo habían enfrentado, se paralizó sobre sus pies y al parecer se percató de que iba a morir.

—Eres… la segunda luna superior… —aún con el potente miedo recorriéndola de pies a cabeza, ella no salió huyendo—. No puede ser.

—¿Y por qué no puede ser? —inhalando el suave y delicioso perfume que ella emitía y a él le sorprendía no haberla olido a distancia, Dōma preparó sus abanicos, aceptando su patético desafío—. Déjame adivinar. Ni siquiera eres un pilar, ¿verdad? ¿Y aun así te atreviste a atacarme? No eres muy lista, tampoco, pobrecita.

—¡Cállate! —espetó aferrándose a ese ridículo valor.

Dōma no tuvo necesidad de usar ninguna de sus técnicas demoniacas. Bastó con esquivar y tenerla lo suficientemente cerca para darle un codazo en su estómago, alejándola algunos metros, estampándola contra un árbol, el cual se rompió atrás de ella.

—¿En serio fue todo? —musitó él, sorprendido; ladeando la cabeza—. Es la que menos ha durado hasta ahora.

Se acercó a ella.

Parpadeó sin ninguna emoción en su rostro al acercarse al cuerpo femenino tendido bocarriba.

«Aún sostiene la katana» no perdió detalle en eso.

Pero no se preocupó demasiado.

Sorprendiéndose de no sentir el deseo de comérsela, Dōma miró sus esbeltas piernas apenas cubiertas por calcetines negros que se agarraban hasta casi llegar a sus bragas, negras también. La falda que era muy corta, estaba ahora completamente arriba, apenas cubriendo su abdomen. La chaqueta negra le apretaba mucho de los senos, los cuales, con descaro, admitió que quiso tocar.

Después de ponerse en cuclillas y guardar sus abanicos en su haori, masajeó su seno derecho y le dio un suave apretón al izquierdo. Luego, deslizó sus uñas sobre la ropa y fue abriendo la chaqueta, botón por botón hasta que sus grandes atributos parecieron agradecerle, mostrándose más grandes que antes.

Iba a seguir con su inspección cuando, con la mano que tenía libre, Dōma sujetó sin esfuerzo ni dolor el filo de la katana. La punta ni siquiera logró llegar a 10cm de su cara.

Dōma no sintió ningún esfuerzo, pero por los temblores de ella, supo que además de no tener muchas luces en su cabeza, tampoco era lo suficientemente fuerte para siquiera servirle de juguete temporal. Torturarla tampoco sería divertido.

—¡Deja de tocarme! ¡Degenerado! —exclamó enfurecida.

Él claramente no obedeció. Es más, le dio otro apretón a su seno derecho a modo de burla.

Sus ojos la miraron a la cara; ella visiblemente tenía miedo, ¿asco también?

Y a pesar de que su dulce cara se veía igual de linda con esa expresión de enfado y temor, Dōma seguía sin sentir deseos de comerla hasta los huesos. Sólo quería seguirla manoseando, y quizás hacer algo más.

Lo único que le entretenía de ella era saber cómo luciría sin toda esa ropa encima. Bueno, tal vez solo con la falda.

¿Cuándo fue la última vez que tuvo una erección?

«No me refería a esto cuando pensaba en buscar algo que me interesase. Pero no me quejaré» pensó subiendo su mirada a los árboles.

Si quería saciar este tipo de hambre con esta humana, no le costaría nada conseguirlo.

Podría matarla y usar su cuerpo hasta cansarse; pero ni siquiera él era fan de hacer ese tipo de cosas. Comía mujeres, pero no le encontraba chiste a violarlas vivas, cuanto menos muertas. Aquello jamás le había llamado la atención.

Además, no quería ganarse aún más el odio del joven Akaza, quién ya de por sí era muy susceptible con el tema de comer mujeres. Y Dōma quería ser su amigo.

—¿Cómo te llamas? —preguntó, volviendo a ver abajo, dándose cuenta de que ella había estado tratando con todas sus fuerzas desprenderse de su agarre. Su lindo rostro pálido ya había cambiado a rojo.

—¿Por qué habría de decírtelo? —dijo entre dientes, sin rendirse.

Él casi podría respetar eso.

—Estoy pensando —musitó sonriendo ante una idea—. ¿Quieres saber en qué estoy pensando?

—¡No!

—No es como si tuvieses otra opción —se rio, percatándose de que ella ya se estaba quedando sin fuerzas—. Escucha atentamente, ¿sí? Podríamos beneficiarnos.

—¿Qué?

Dōma reprimió sus ganas de morderle una mejilla por la ternura que le generó esa expresión de consternación, ya que si lo hacía, podría arrancársela.

—¿Tienes algo por lo que vivir? —preguntó entrecerrando sus ojos sobre ella. Su sangre, ya comenzaba a caer a gotas sobre esos pechos apenas cubiertos con una camisa blanca cuyos botones hacían un esfuerzo extra para no salir disparados—. ¿Alguien que te espere en casa?

Ella entrecerró sus ojos también, apretando sus labios, como queriendo decirle que no iba a responderle sus preguntas.

—Mmm, ¿entonces prefieres que te mate ahora? —susurró paseando su mano libre sobre su vientre, haciendo círculos con sus uñas, causándole temblores—. Si no me respondes, voy a enterrar mi mano aquí… luego acá… —su toque ascendió hasta en medio de sus pechos, haciendo una ligera presión con sus uñas—, y al final…

Presionó su cuello, sintiendo como ella tragaba saliva pesadamente. Además de que sudaba, ¿por los nervios, tal vez?

—Kotoha —susurró desviando su mirada al lado opuesto al suyo—. Mi nombre es Kotoha Hashibira. Y sí, tengo algo por lo que pelear.

—Mmm, ¿y qué buscabas aquí, Kotoha Hashibira? —bisbiseó su nombre como si fuese una serpiente—, ¿a un demonio débil?

—Sí —respondió dejando de hacer presión con su arma, la cual, Dōma le pudo quitar y lanzar lejos.

Una vez libres de armas, él usó una velocidad que superaría hasta un pilar y se las arregló para posicionarse entre sus piernas, sujetando sus muñecas.

—Si vas a matarme… hazlo ya.

—No, no buscaba eso —se rio—, resulta que matar y comer a cazadores tan débiles llega a ser muy aburrido. De hecho, ya casi todo lo que me divertía al principio, me aburre. Incluso devorar lentamente cada parte de una mujer tan bonita como tú, Kotoha Hashibira.

Acercó su rostro al de ella en busca de una reacción favorable de su parte.

Ella tembló, pero lo hizo con miedo.

No. No había ninguna reacción favorable… al menos, no ahora.

Dōma le sonrió, manteniéndose a una distancia prudente.

Lo bueno de vivir tanto, era que tenías tiempo de desarrollar la paciencia. A menos que fueses Akaza, entonces no habría caso.

—Realmente ansío morder cada parte de ti —confesó—, pero no encuentro divertido hacerlo ahora que estás muriéndote de miedo. Y tienes motivos para hacerlo —se rio.

—¿Qué quieres? —gruñó ella, aferrándose estúpidamente a una valentía que no le quedaba—. ¿Hacerme un demonio también? —preguntó temerosa, ya no tan desafiante.

—No —se rio—, cielos no. ¿O qué? ¿Quieres serlo?

—¡No!

Encontrando divertida esta interacción, Dōma respiró profundo el aroma de Kotoha Hashibira, prometiéndose recordarlo.

—Te dejaré ir.

En la cara de ella se hizo presente la consternación.

—Si no intentas atacarme… no me arrepentiré de mi decisión. Pero…

Kotoha parpadeó confundida al ser liberada del agarre de Dōma, quien se había levantado y alejado de ella, viéndola desde arriba.

—La próxima vez que nos veamos, promete que tendremos una charla más amena —le sonrió, soportando por primera vez en toda su existencia, las ganas de actuar conforme a sus instintos más primitivos—. Quién sabe, quizás y nos podamos agradar. Nos veremos. Y… —miró por breves segundos su abdomen antes de pasar de vuelta a su rostro. Esos ojos verdes eran hermosos también—, perdona por el golpe, pero tú me trataste de matar. No vuelvas a hacerlo, ¿de acuerdo?

Dejándola boquiabierta, la dejó ahí; se alejó, perdiéndose de su vista, pero no lo suficiente para que ella escapase de la suya.

Hasta que el sol salió, no paró de seguirla entre las sombras en un intento de saber hacia dónde se dirigía.

La pobre tambaleaba, tendría que fortalecer más su cuerpo.

Pero, en definitiva, la próxima vez que se viesen, él probaría un poco de esa suave piel… y lo haría como un hombre humano, no como un demonio.

Jamás había ansiado tanto algo como ahora.

—FIN—


¡Espero que les haya gustado y gracias por leer!


Reviews?


Si quieres saber más de este y/u otros fics, eres cordialmente invitado(a) a seguirme en mi página oficial de Facebook: "Adilay Ackatery" (link en mi perfil). Información sobre las próximas actualizaciones, memes, vídeos usando mi voz y mi poca carisma y muchas otras cosas más. ;)