Disclaimer: Black Clover y sus personajes pertenecen a Yūki Tabata
-Progreso-
I. Encuentro
Cuando Yami descubrió los sentimientos que Charlotte tenía por él, su primera reacción fue no creerlo. Tenía tantas razones para no hacerlo que casi no podía enumerarlas o tal vez ni siquiera quería detenerse a pensarlas, así que decidió que lo mejor que podía hacer era encararla para que ella misma pudiera confirmárselo.
En ese punto de su vida, no podía afirmar que estuviera enamorado de Charlotte. Era cierto que su carácter frío pero vergonzoso le atraía, que su fortaleza y su arrojo le gustaban y que consideraba que era preciosa —como cualquier ciudadano del reino, realmente—, pero no podía engañarse a sí mismo ni tampoco quería hacerlo con ella. No veía justo aprovecharse de la situación y acercarse sin corresponder completamente a sus sentimientos. Sin embargo, sí era cierto que quería que fuera ella quien le dijera lo que sentía, porque extrañamente imaginárselo le proporcionaba una calidez inusual que no lograba comprender del todo bien.
En ese momento en el que todo había vuelto a su lugar, en el que no quedaban más batallas que librar, en el que por fin podía preocuparse de aquel asunto que tanto había rondado por su cabeza, pero que no había podido atajar por la guerra inesperada y repentina que tuvieron que afrontar, se convenció de que debía hablar con ella por fin.
Así que una mañana gélida de invierno, se dirigió hacia la base de las Rosas Azules. Podría haber esperado a que se vieran en una reunión de capitanes, en cualquier pasillo del Palacio Real o en algún evento oficial del reino, pero tenía mucha impaciencia por oír directamente de sus labios que lo amaba.
Yami sabía que no podía corresponderla firmemente, pero quería ser un poco egoísta. Y eso no significaba darle falsas esperanzas, simplemente quería reafirmarlo, sentirse amado por una mujer por primera vez en su vida. Podría parecer que era una persona muy apática con respecto a sus sentimientos o a cómo percibía a los demás, pero siempre había sido consciente de que, al fin y al cabo, era un simple ser humano más. Daba igual lo que los demás pensaran sobre él; sabía que sentía, que los demás le importaban, que también sabía querer a la gente que le mostraba afecto.
Llegó a la base de las Rosas Azules más rápido de lo que pensaba. Se quedó quieto al menos dos minutos completos frente a la puerta. No podía decir que estuviera nervioso, pero sí algo inquieto. Se fumó un cigarro con velocidad, porque sabía que Charlotte no lo dejaría hacerlo una vez entrara al edificio, y tocó a la puerta en un par de ocasiones al terminar.
Una integrante de la orden lo recibió y lo acompañó hasta la puerta del despacho de Charlotte de forma muy agradable, algo que ya no le sorprendía tanto. La vio pidiéndole permiso a su capitana para entrar. Simplemente le dijo que había alguien que quería verla entre sonrisas traviesas.
—Que pase, pero estoy ocupada, así que la visita no será demasiado larga —escuchó desde dentro de la habitación y solo le salió sonreír de forma irremediable por su infinita intransigencia cuando de trabajo se trataba.
Entró con la sonrisa en los labios, vio a la chica marchándose y se apoyó en la puerta mientras se cruzaba de brazos. Los ojos de Charlotte pasaron de no mostrar nada a vibrar de emoción. Se levantó de la silla y se alejó del escritorio, pero sin llegar a acercarse del todo a él.
—Yami… yo… no sabía que vendrías.
—Hola, Reina de las Espinas. Perdona por no avisarte. Quería que fuera una sorpresa.
La vio mirando hacia el suelo. Estaba algo nerviosa, aunque ni siquiera era consciente de que sabía que se le había confesado cuando estuvo a punto de morir. Sin embargo, era cierto que llevaba más de un año rehuyéndolo sin cesar y que esa era la primera conversación de más de dos palabras encadenadas que tenían en todo ese tiempo.
—¿Te apetece tomar té? Puedes sentarte donde quieras.
—No te preocupes, estoy bien así —aseguró y después se apartó de la puerta para aproximarse hacia ella.
Se fijó en sus dedos, que descansaban cerca de sus piernas. Le temblaban ligeramente y en su rostro ya no veía la indiferencia del pasado, sino vulnerabilidad. Y le encantaba. No solo porque era la prueba de que Charlotte podría llegar a mostrarle sus emociones algún día de forma genuina y completa, sino porque parecía que por fin quería dejar de fingir para siempre.
—¿Necesitas algo? —preguntó ella en tono de voz algo tímido.
—Quería hacerte una pregunta.
Ante sus palabras, notó que sus labios se apretaban ligeramente en una delgada línea. Su ki tuvo un sobresalto fuerte, justo como cuando se había dado cuenta de que su visitante era él. Pero cuando se calmó, notó una calidez procedente de su ki impresionante y ahí lo supo por fin; Charlotte lo amaba con una genuinidad desbordante.
—¿Es sobre algún informe? Estaba terminando el último.
Yami se rio estruendosamente. La Capitana de las Rosas Azules siempre sería alguien comprometida por completo con su trabajo y formal hasta no poder más, pero eso no iba con él. Era curioso que fuesen tan diferentes y que, aun así, se hubiesen fijado el uno en el otro.
—Claro que no. Parece que no me conoces.
—Cierto. ¿Entonces?
Suspiró profundamente, incluso cerrando los ojos por un breve instante. La miró de forma intensa y sus ojos azules parecieron temblar.
—Antes de que toda esta locura empezara, Finral me contó que te me confesaste aquella vez que casi muero en la batalla contra Lucifero. Sinceramente, no me lo creí, porque como siempre intentas…
—Es verdad —sostuvo firmemente, interrumpiéndolo. Lo miró con decisión, aunque sabía que estaba tan nerviosa que no podía comprender que no hubiese titubeado lo más mínimo—. Estoy enamorada de ti, Yami.
Charlotte no tenía escapatoria esta vez, así que Yami supuso que por eso fue tan clara. No hubo sonrojos exacerbados ni palabras temblorosas ni siquiera se le achantó la mirada; solo hubo una terrible explosión de su ki que le confirmaba que su interior estaba siendo arrasado por los nervios y el miedo.
—Me encantaría decirte que me siento igual que tú, Charlotte… pero no puedo.
La mirada azul de Charlotte se ensombreció. Miró hacia el suelo un ínfimo instante y después pareció sonreírle. Pero Yami sabía que esa mueca era falsa, era solo una coraza para disimular su tristeza, su impotencia.
—Entiendo. No te preocupes, no me debes nada.
—Lo sé, pero no voy a dejar escapar esta oportunidad. Me gustas mucho, Charlotte. No me siento de la misma forma que tú, eso es verdad, pero también lo es que me encantaría que nos conociéramos mejor. Así que, ¿qué te parece si te invito a cenar el viernes?
Charlotte lo miró perpleja. Notó que le costó un poco procesar toda esa información y después asentir tímidamente, pero lo hizo.
—E-está bien.
—Te llevaré a un sitio que me gusta mucho.
—Gracias —dijo con algo de incertidumbre, pero siguió hablando—. Yami… yo tampoco voy a dejar escapar esta oportunidad.
Yami afirmó con la cabeza y, justo antes de marcharse, se prometió a sí mismo que la próxima vez que la viera sonreír sería un gesto nacido del seno de la más pura verdad y que sería gracias a él.
Continuará...
Nota de la autora:
Hoy es el cumpleaños de una amiga, así que aprovecho para escribir yamichar porque cualquier excusa es buena.
Esta idea me surgió el otro día pensando que es muy posible que Yami no ame a Charlotte, sino que simplemente le parezca guapa y que le guste su personalidad, así que he decidido contar un poquito cómo puede transformarse eso en amor.
La historia va a ser muy cortita, tendrá entre tres y cuatro capítulos y serán de unas 1.5k palabras de media, pero espero que disfrutéis muuucho leyendo.
¡Hasta la próxima!
