-Progreso-

III. Designio


Jamás pensó que decirle que quería ir a un lugar que ella eligiera produciría aquella reacción. Cuando estuvieron hablando en su despacho, Yami se juró que la próxima vez que sonriera sería por su causa y lo había logrado. No imaginaba que lo haría tan pronto, pero verla allí con el ki vibrando con calidez por sus ganas y su nerviosismo, levemente sonrojada, haciendo que sus ojos brillaran con fulgor, y sujetando su vestido para intentar paliar su estado mientras sonreía hizo que su cuerpo se moviera solo.

No quería dar pasos en falso. Durante toda la cena, había ido despacio, tratándola delicadamente, y realmente no esperaba por nada del mundo finalizar de forma distinta aquella noche.

Verla con ese vestido fue un deleite para sus sentidos. Charlotte era alguien hermosa, siempre lo había sido y él siempre había sido completamente consciente, pero no recordaba haberla visto tan bella en todos los días de su vida. Se emocionó mucho al saber que había puesto tanto empeño en su indumentaria solo para ir a cenar con él.

La noche había sido tranquila, liviana, relajante… pero verla sonreír con pureza a causa de algo tan nimio como proponerle que fueran donde ella quisiera había hecho que sus instintos tomaran las riendas de sus actos, que se olvidara de que quería ir despacio y simplemente se acercó a ella para colocar un mechón de su precioso pelo dorado detrás de su oreja y acariciarle la mejilla con suavidad. No supo cómo ni por qué, pero instintivamente juntó sus frentes para sentirla cerca, para experimentar la calidez de su respiración a centímetros de su piel. Y le gustó. Le gustó tanto que no podía parar de pensar en besar sus labios, en cómo sería el tacto de su boca, en sentirla acariciándole el cuello o simplemente abrazándolo mientras suspiraba aliviada.

—No puedes hacerte una idea de las ganas que tengo de besarte… —dijo casi sin pensarlo.

Uno de sus dedos se movió hasta sus labios, porque necesitaba al menos tocarlos y con una urgencia que nunca antes había sentido. Eran suaves, delicados, delgados. Quería sentirlos contra los suyos, pero la frase que ella pronunció lo devolvió a la realidad, haciendo que sus planes se detuvieran.

—¿Y qué es lo que te impide hacerlo? —preguntó ella con seguridad.

«La culpa», le contestó su mente.

Yami quería estar seguro de reciprocar los sentimientos de Charlotte antes de dar un paso tan grande como aquel. No quería herirla, no podía soportar la idea de que sufriera por su culpa, así que, cuando vio que movía su rostro para que el beso fuera real, su raciocinio actuó y se movió para evitarlo.

Ella lo miró. Parecía confusa, desilusionada. Así que, odiando aquel momento como ninguno que había experimentado anteriormente, concretó la próxima cita y esperó a que entrara en el edificio tras desearle buenas noches.

Decidió que se iría caminado para que el frío de la noche le reafirmara que aquel rechazo era lo correcto, pero, mientras se fumaba uno de los pocos cigarrillos que le quedaban, su subconsciente le gritó con desespero que le encantaría volver el tiempo atrás para finalmente besarla.


Justo antes de salir de la base, Mirai la detuvo para hablar con ella. Había estado toda la semana muy ocupada, pero con la mente anclada en el momento de su casi beso, casi acercamiento con Yami, y con la expectativa puesta en la próxima cita.

Había sido algo difícil elegir un lugar, porque realmente quería que a Yami le gustara el que escogiera, pero finalmente se había decidido. Esa mañana le informó a su vicecapitana de que no estaría en la base, aunque había dejado todo el trabajo adelantado para no tener que preocuparse de lastrar a sus chicas.

Se levantó muy temprano, justo cuando el sol despertó. Estaba mucho menos nerviosa, así que se sentó en su despacho mientras tomaba una taza de té. Se bañó y se vistió, eligiendo un atuendo más sencillo; se puso una blusa negra y una falda larga azul. Se dejó el pelo suelto, porque había notado que Yami se quedaba mirándolo en muchas ocasiones. Se ocupó de algunos informes que tenía que acabar y finalmente decidió salir a la puerta para ver a Yami, aunque suponía que no estaría allí aún porque la puntualidad no era una de sus virtudes. Pero allí estaba Mirai, así que la atendería rápidamente y después saldría.

—Perdona que te moleste, capitana.

—Para nada. Dime.

—Voy a llevar los informes de las últimas misiones a la oficina del Rey Mago.

—Perfecto. Están todos encima del escritorio de mi despacho.

—Bien. Gracias —dijo la chica, pero la conversación no acabó ahí—. ¿Qué tal fue la cita con el Capitán de los Toros Negros?

—Bien… creo.

—¿Crees? —preguntó mientras arqueaba una ceja ante la ambigüedad de su respuesta.

—Fue bien. Es solo que… esperaba algo más, supongo.

—Si esperabas algo más, tal vez seas tú la que tenga que dar el siguiente paso —aconsejó mientras se daba la vuelta para ir con dirección al despacho—. ¡Buena suerte!

Charlotte suspiró mientras se sonrojaba ligeramente, pero admitió mentalmente que no era mala idea. No podía dejárselo todo a él, debía ser ella quien aportara también, quien actuara.

Para su sorpresa, al salir, Yami estaba allí, esperándola. Le daba la espalda, pero vio claramente que estaba fumando. Se dio la vuelta y tiró el cigarro al suelo para acercarse a ella y saludarla, gesto que correspondió rápidamente.

Comenzaron a andar por el camino que Charlotte indicaba mientras conversaban. El ambiente era mucho más ameno, más calmado y cómplice que en la cita anterior, y sabía bien que se debía a que estaba mucho más relajada.

—Oye, ¿dónde me llevas?

—A la playa.

—¿A la playa? —cuestionó Yami con algo de sorpresa, ya que no esperaba para nada ese destino.

—Sí. Me encanta el mar.

Vio a Yami sonriéndole. Tardaron poco tiempo más en llegar y se pusieron simplemente a pasear a orillas del mar.

—No sabía que te gustara el mar.

—Sí, desde que soy pequeña. Es relajante.

—Lo es —admitió él—. ¿Sabes pescar?

—¿Pescar? No.

—Puedo enseñarte algún día si te apetece.

—¿Es muy difícil? Nunca lo he hecho.

—No. Una vez que aprendes, es algo sencillo.

Charlotte asintió mientras lo miraba. Ser parte de su vida implicaba hacer cosas que le gustaran y le hacía mucha ilusión que él la incluyera en esas actividades cotidianas que para ella eran completamente inusuales.

—Siento haberte traído a un sitio tan… aburrido. El que elegiste tú era mejor.

—No digas eso. A mí también me gusta la playa. El único reproche que tengo que hacerte es que me tendrías que haber traído en verano. —Vio a Yami acercándose para susurrarle la última frase al oído mientras sonreía con sorna; seguramente no quería perderse su reacción por nada del mundo—. Así te habría visto con menos ropa encima.

Charlotte se sonrojó con furia ante su comentario. Aceleró el paso para que no la viera, pero ya era tarde. Yami la alcanzó enseguida mientras se reía de forma burlona y divertida.

—Vamos, no te enfades. ¿Quieres que vayamos a comer? Yo invito.

Lo miró de soslayo porque aún el sonrojo no se había marchado completamente de su rostro y asintió tímidamente.

Cuando terminaron de comer, Yami la acompañó de nuevo hasta su base, pero Charlotte insistió esta vez para que entrara a acompañarla al jardín. Le ofreció té y él, aunque nunca lo había probado según le dijo —al menos, no el del Reino del Trébol—, lo aceptó.

—La próxima vez podrías venir a mi base. Será interesante.

—Me gustaría.

—¿Ah, sí? Después no te arrepientas.

—No lo haré.

—Bien. ¿El jueves? Le diré a Charmy que prepare algo de comer.

—Claro, allí estaré.

Yami se quedó mirando las plantas que adornaban el jardín. Seguramente, la vida en la base de los Toros Negros era completamente distinta. La decoración sería mucho más minimalista y el ambiente más caótico. Pero tenía muchas ganas de conocerlos a todos, porque eso significaba que seguiría adentrándose más en su vida.

—Será mejor que me vaya.

—¿Ya? Es temprano —susurró con un tono parecido al de una súplica.

—Sí, ya te he interrumpido por demasiado tiempo.

Charlotte compuso una mueca extraña en su rostro, pero lo dejó estar. Lo acompañó hasta la puerta del jardín para llevarlo hacia la salida. Sin embargo, mientras observaba su espalda, se acordó de las palabras que Mirai le había dicho esa misma mañana. Si esperaba más, tenía que ser ella quien diera el siguiente paso. Y lo haría. Porque no quería quedarse con las ganas de nuevo.

—Yami, espera.

Ante sus palabras, se detuvo. Se dio la vuelta y Charlotte se quedó quieta, enfrente de él. Sin mediar más palabra, alzó sus pies brevemente y lo besó con un simple roce de labios que no fue correspondido.

—Charlotte, yo…

—Me dijiste que te gustaba mucho, ¿no?

—Y es así, pero tú…

—Olvídate de eso —interrumpió de nuevo—. Olvídate de mis sentimientos. Tú también me gustas, Yami. Me gustas muchísimo. Solo somos dos personas que se gustan.

Yami la miró sin decir nada más. Pensaba que la iba a rechazar otra vez. Que le diría que no podía apresurar las cosas, que quería que la situación fuera más despacio, pero se equivocó, porque él simplemente sujetó su cintura, la apoyó contra una pared cercana y la besó con fiereza. Sintió sus manos viajando desde su cintura hasta su espalda, apretando su cuerpo con anhelo contra el suyo, y lo abrazó mientras sentía sus labios sobre los suyos sin cesar, sobre sus mejillas, sobre su cuello.

Era cierto; cuando se espera más de una situación, solo hay que actuar. Así que, a partir de ese momento, haría todo lo que su corazón le dictaminara.


Continuará...


Nota de la autora:

Aquí os dejo el tercer capítulo. Al final sí hubo besito, pero bueno, era de esperar porque el próximo es el último. Veremos qué pasa en esa visita de Charlotte a la base de los Toros Negros. Supongo que el último capítulo estará listo para la semana que viene.

Y nada más. Espero que os haya gustado.

¡Hasta la próxima!