Es hora de compartir un nuevo oneshot con ustedes. Esta vez, es un diálogo con un personaje de culto en los comics. Es considerado uno de los más complejos y poderosos en general, pero eso es otro tema.
Sin más que decir, espero lo disfruten.
En otra dimensión, cuya materia oscura (y por ende, el color del espacio) era levemente más azulada que la del universo conocido, era muy común la existencia de gigantescos soles de un brillante color verde, con una radiación tan potente que era imposible la existencia de objetos sólidos en los sistemas solares donde pertenecían. Solo planetas con la suficiente lejanía (básicamente, la distancia entre nuestro sol y el ya no considerado planeta Plutón) podía gozar de cierta solidez, lo que daba posibilidad de albergar grotescas formas de vida, en el sentido que la armonía de la naturaleza no existían.
Sin embargo, en uno de los tantos soles verdes, a un millón de kilómetros de su centro, se mantenía flotando un ser humanoide que emitía un brillo celeste, con las piernas cruzadas y sus manos apoyadas en sus rodillas, como sentado en el suelo emulando una posición de yoga. Se trataba de un ser proveniente de otra dimensión, de enorme musculatura, unas manchas en sus ojos que asemejaban ser ojeras, calvo y en su frente poseía un símbolo que recordaba un átomo. Ese ser, el cual no era afectado ni por las adversas condiciones del sol ni las del espacio, estaba meditando con sus ojos cerrados. Aquel ser tenía mucho en que pensar: en algún punto, fue un mortal común y corriente en su vida anterior, pero por un experimento fallido, su cuerpo sufrió una transmutación tal que terminó en la conversión de un ente prácticamente invencible. Su transformación no se debió únicamente al experimento, fue fruto de una combinación de factores que solo se dio en ese instante. Recibió un don de la naturaleza, obtuvo poderes fuera de toda comprensión: era capaz de transformar la materia a su voluntad, teletransportarse años luz de distancia en cosa de segundos y, en aquel momento, a otras dimensiones.
Aquel ser fue llamado, en su zona natal, como el Doctor Manhattan(*).
Se había dado cuenta que sus semejantes, la sociedad donde perteneció alguna vez, no eran capaces de comprender las cosas de la manera en que él lo hacía. Era tal su aparente omnipotencia, que era considerado prácticamente como un dios. Decidió alejarse de ellos y desde entonces, ha deambulado en zonas recónditas que ninguna otra criatura ha recorrido antes.
Por ello, después de tanto tiempo, se llevó una enorme sorpresa (aunque imperceptible a la vista), al sentir la presencia de otro ente tan cerca de él. En esa vasta dimensión, de miles de millones de galaxias, se tuvo que encontrar precisamente en ese lugar, con ese ser tan familiar.
—Reconocería esa aura donde sea…
El Doctor Manhattan, habiendo hablado con serenidad e indiferencia, abrió sus ojos sin pupilas y giró su cabeza a la izquierda.
»… Bill Cipher.
Rápidamente, la forma de un triángulo dorado, de un solo ojo y sombrero de copa negro, se hizo visible.
—¡Doctor Manhattan! —dijo Bill, el triángulo—. ¡Que sorpresa verte por acá! ¡Creí que no tenías el poder de trasladarte a otras dimensiones!
—He estudiado los agujeros negros y su capacidad de producir agujeros de gusano. Descubrí la manera de crearlos, usando solo mis poderes.
—Vaya que eres sorprendente —dijo Bill, ocultando su envidia por ese joven dios, que había hecho avances extraordinarios en el manejo de su ilimitado poder—. El Doctor Manhattan, un mortal beneficiado por las circunstancias del destino, que terminó por convertirse en uno de nosotros.
El triángulo con sombrero se ganó tranquilamente a mirar el sol.
—Existe alguna causa por la que estés merodeando en esta dimensión? —dijo el Doctor.
—Nada en específico. Solo tuve las ganas de recorrer esta zona desierta, que no vale la pena destruir.
El ser azulado miró con algo de curiosidad al astral triangulo.
—No pareces animado, tu aura se siente mermada.
—Es algo difícil de pensar. Cuando crees tener todo bajo control y sientes que tu meta está al alcance de tu mano, algo cambia abruptamente y te derrumba como un castillo de naipes.
—No importa todo el poder que tengamos —dijo el ser azulado—, hay condiciones que se escapan de nuestro alcance. Lo supe al comprobar los horrores que conlleva el comportamiento del ser humano.
—Curioso que lo digas tú, siendo que alguna vez fuiste uno de ellos.
—Sí, alguna vez.
—Lo mío fue más específico. Engañé durante años a un iluso, que tenía el conocimiento suficiente para hacerme ingresar a su dimensión. Antes de concretarlo, el tipo abrió los ojos y se dio cuenta de mis intenciones. Esa rata se sacrificó al entrar a mi dimensión, pero ha sido lo suficientemente astuto como para evadirme hasta ahora... ¡Y eso me frustra aún más, maldita sea!
Bill cambio el tradicional color amarillo de su forma visible a un rojo intenso. El Doctor Manhattan solo observo con indiferencia, hasta el momento que se calmó y volvió a su forma normal.
—No es ingenuo —dijo el ser de luz azul—. Tú te mueves de acuerdo a tus caprichos. Te dejas llevar por tus emociones más básicas, como el placer, y tornas tu poder a tus propios intereses. Es evidente que no confiará en ti.
Bill miro al doctor con molestia.
—¿Ah, sí? ¿Y desde cuando te importa lo que hago yo?
—No se trata de intereses. Es que para ser un dios, posees una personalidad predecible e infantil.
—¿Qué dijiste?
Bill volvió a cambiar a color rojo. En tanto, Manhattan salió de su posición de meditación, irguiéndose para prepararse a una batalla. Ambos se miraron fijamente, estudiando sus posibilidades. Sin embargo, no pasaron ni 15 segundos para que ambos se relajaran, había una condición que impedía que ambos se dañasen.
»Ah… no tiene caso —dijo Bill—, no estamos en un mismo plano de la creación. No nos tocaríamos ni para acariciarnos.
Bill Cipher solo podía transitar en el plano astral, no poseía la habilidad de cambiar al plano físico a placer y la única forma de comunicación con los mortales era a través de sus sueños. El caso del doctor Manhattan era todo lo contrario: su forma solo podía permanecer en el plano físico, debiendo obedecer las leyes físicas de la dimensión que estuviese en el momento, aunque tenía la facultad de modificarla y romperla a voluntad. No tenía la habilidad de viajar al plano astral y su poder no tenía alcance en aquel plano.
El hombre de brillo azul volvió a su pose de meditación. En tanto, Bill suspiró amargamente mientras miraba el verdusco sol.
—¿Sabes, Manhattan? La vida es complicada. Si somos dioses...
—Tú te haces llamar dios. Yo solo sufrí un accidente que me otorgó poderes, jamás me he sentido por sobre otras vidas.
—Ok, ok. Pero tú mismo lo dijiste: somos limitados a pesar de estar sobre los mortales. Ahora mismo, ninguno de los 2 puede interactuar directamente en el plano del otro. Hay eventos que no podemos cambiar, tenemos limitaciones a pesar de todo.
Manhattan, quien no mostraba realmente ganas de oír a ese demiurgo, recordó eventos en su natal planeta. Muy a pesar de su considerable poder, jamás fue capaz de cambiar el pensamiento humano, el que estuvo a punto de autodestruirse. La única forma de asegurar su supervivencia fue alimentando una mentira, una que costó una gran cantidad de vidas para hacerla lo más creíble posible.
»¿No has sentido la necesidad de tener más poder del que ya tienes? Personalmente, me gustaría hacer lo que más quisiera: abarcar todo sitio en el multiverso y los planos de la creación, cambiar las decisiones de vida de los demás a mi antojo, decidir la vida o la muerte hasta de la más insignificante criatura… pero no poseo el poder suficiente. Siéndote muy sincero, querido colega, yo deseo tu poder, así como posiblemente tú desees el mío. Sería excelente para aumentar el alcance de nuestro poder y ser una fuerza dominante.
El Doctor Manhattan, luego de pensar un poco, miró a Bill y dijo:
—No me convencerás de unirme a ti, si es lo que pretendes.
—¿Qué? —Exclamó el demiurgo con molestia—. ¡Por supuesto que no la quiero! Por primera vez en mucho tiempo me estoy sincerando, y vienes con que hablo con doble intención.
Bill miro un instante al doctor, para luego suspirar nuevamente con amargura. Sabía bien que Manhattan no lo tomaría en cuenta y no era para menos: su historial de engaños, que datan desde milenios, era suficiente motivo para que desconfiara de su presencia. Resignado, solo buscó cortar el dialogo.
»De acuerdo… Oye, si no te importa, estaré al otro lado del sol. Al igual que tú, tengo mucho en que pensar.
—Adelante. Mientras no interrumpas mi concentración.
Obedeciendo a sus palabras, Bill se teletransportó al otro lado de la enorme esfera de plasma verde. Quedó en posición de estar sentado en el suelo, con los pies estirados hacia el frente y llevando sus negros y delgados brazos hacia atrás, como si se estuviese sosteniendo de un piso imaginario. Ambos estuvieron en sus respectivas posiciones durante un día completo, ambos pensando en sus problemas, en las acciones que cometieron y en las consecuencias que acarrearon para llegar a su estado actual. Bill Cipher fue el primero en abandonar la dimensión, con rumbo hacia su hogar, el Reino de las Pesadillas. En tanto, el Doctor Manhattan salió de su posición de meditación y comenzó a vagar en ese lugar, con la esperanza de buscar algún evento físico, que le devolviese el sentimiento de asombro, aquel que había perdido cuando dejó de ser un mortal.
NOTAS
*El Doctor Manhattan es un conocido personaje de los comics de Watchmen, de DC comics.
