Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.


Recomiendo: Matter – BAILE (feat. Felicia Douglass)

Capítulo beteado por Melina Aragón: Beta del grupo Élite Fanfiction.

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Capítulo 6:

Estallido

"Deseo…

Deseo…

Deseo…

(…) No, no es lo que me dices

Es solo lo que necesito…"

Su rabia me resultaba intimidante, pero atractiva.

Mierda. ¿Qué me estaba pasando?

Me separé de Jasper con lentitud, sacudiéndome el cabello ante su mirada expectante.

—Vaya —musitó.

Su voz era grotescamente profunda, como si sacara su demonio interior.

—Qué sorpresa —añadió, lamiéndose el labio inferior—. No pensé que estaba acompañada.

Suspiré y caminé hacia mi escritorio, pero aún sin sentarme.

—¿Necesitaba algo? —inquirí—. Estaba ocupada.

—Lo sé.

Miró a Jasper con los ojos entrecerrados, mientras mi amigo alternaba la mirada entre él y yo, sin saber qué ocurría.

—Me parece increíble ver estas escenas en la oficina —escupió.

—¿Escenas? ¿De qué habla? Usted esperaba que tuviera un buen día y ya ve, tengo una compañía que lo ha mejorado completamente. —Me crucé de brazos y una de mis piernas, parada delante de él. Era mucho más alto que yo, quizá uno noventa, lo que para mi metro sesenta era impresionante, pero aun así no me dejé amilanar.

Seguía analizando a Jasper de reojo, muy enojado y tenso.

—Buenos días. Soy el senador Edward Cullen —saludó, tendiéndole la mano de manera muy recta—. Y parte de la dirección de la compañía.

—Sé quién es usted —afirmó mi amigo, pasando de su mano enguantada—. Pero no me gusta la política.

La mandíbula del senador se tensó de tal manera que podía sentir el roce de sus dientes. Parecía que quería romperle el cuello y destrozarlo delante de mis ojos.

—Jasper, ¿puedes dejarnos a solas?

Él estaba inquieto pero asintió y se marchó de mi oficina. Cuando Edward y yo nos quedamos a solas, sus pasos siguieron a los míos hasta estar muy cerca.

—Vaya manera de dar un ejemplo a los demás.

—¿De qué habla?

—¿Qué planea trayendo a su amante a la oficina? ¿Usted sabe las repercusiones de eso? Es una total desfachatez.

Estaba rojo de furia.

—¿Qué ha dicho? —inquirí, molestándome.

—Los romances aquí están prohibidos, ¿espera dar un buen ejemplo a quienes planea liderar?

Comencé a reírme en su cara, dando un giro hacia la ventana para ignorar aquella muestra de total estupidez. ¿Estaba diciéndome que no debía traer a un amante a mi oficina? ¿Por qué? ¿Por el ejemplo que debía darle a todos los que trabajaban para la compañía? ¿De qué demonios me estaba hablando?

—Usted no me dará órdenes, si quiero puedo traer a cientos de hombres aquí para una orgía y nadie va a apuntarme con el dedo, menos usted —bramé.

—¿Qué ha dicho?

Sonreí con malicia.

—Lo que ha escuchado.

Su mandíbula seguía estando tensa, apenas y podía hablar.

—Además, no veo cuál es su problema, nadie más me vio abrazar a un hombre.

—¿Es su novio?

—¿Y a usted qué le importa? —gruñí.

—No, tiene razón, no me importa —dijo con los dientes apretados.

—Váyase y déjeme en paz. Verá muy seguido a Jasper aquí, porque yo lo digo y lo estipulo, ¿escuchó? Si no le gusta, puede largarse y ya.

—¿Está amenazándome? —inquirió, casi tocando mi nariz con la suya.

Ese aroma, ese perfume… ese calor.

—Tómelo como guste.

—Tenga cuidado.

Por poco y cerré mis ojos.

—No le tengo miedo.

—Debería.

—¿Por qué? ¿Qué haría?

Con su barbilla arriba y su manzana moviéndose mientras tragaba con dificultad, solo hizo que quisiera lamer la extensión de aquel cuello masculino. Cuando noté lo que estaba pensando, tuve que alejarme. No podía estar disfrutando de lo que significaba un bastardo como él.

—No le teme a nada —susurró, justo detrás de mí.

Me pregunté qué significaban sus palabras.

—No, menos a usted —mentí.

Porque sí, estaba aterrada, pero de sus efectos.

—No ha pasado ni un mes desde que mi padre ha muerto, no puedo creer que traiga a más amantes a su maldito despacho.

Aquello me enfureció de sobremanera.

—Déjeme en paz.

No respondió, simplemente lo escuché cerrar la puerta. Al girarme hacia ella, me vi a solas, lo que solo sirvió para preguntarme qué carajos estaba pasando conmigo.

—No con él, Bella, no con él.

.

Edward POV

Cerré mis ojos, pensando en lo que había sucedido hacía apenas un rato, con ambas manos en el escritorio. Tenía que respirar hondo o acabaría bufando como los animales.

—¿Quién era él? —me pregunté, apretando la mandíbula.

¡No!

Sacudí la cabeza y me senté, mirando al vacío mientras recordaba a Isabella Swan.

—Insolente —musité, pasándome los dedos por los labios.

Entonces recordé su olor.

—Fresas… Dulce… Apetitoso.

Cerré mis ojos y boté el aire.

Parecía que había sido ayer cuando apareció en el funeral de mi padre, la oculta amante de Carlisle. Nunca había visto una fotografía, pero sabía de su maldita existencia. Aquella primera vez que me encontré con esa menuda mujer de apenas veinte años, vistiendo de esa forma, usando esos tacones… No entendía de qué manera había logrado mantenerme unido a sus pasos hasta que noté cuán prendado había quedado de su semblante. Quería tomarla del brazo y sacarla del funeral, de paso acariciar su piel… Tenerla cerca era un martirio. ¿Qué clase de jovenzuela era ella para hablarme así? Tomarla y exigirle que respetara al senador Cullen era lo que brotaba de mi cuerpo, de mi interior… Pero esos labios carnosos, carmesí y tan femeninos, ese cabello que le caía en la cara, ese ser impulsivo, con ansias de venganza, hacían que todo fuera aún más fuerte para mí.

—Isabella —murmuré.

Cuando la prenda cayó por sus hombros, noté cuán pequeños y frágiles eran. Quise gruñir y olerla, para identificar qué otro aroma expelía de ella. ¿Qué demonios me pasaba? ¿Qué carajos estaba creando mi mente?

—Por Dios, Edward, fue la amante de tu padre —me dije.

Una amante preciosa, con una boca filosa, con unos cabellos impresionantes, una silueta…

Tragué.

Debía recordar mi promesa, que era destruirla por haber destruido la vida de mi propia madre. ¡Debía hacerlo, carajo!

Moví mi cuello de un lado al otro para liberar las tensiones y abrí mi libro para contrarrestar el estrés que me generaba esa mujer. Repasar un poco de mitología de Hades, mi favorita, podría servir un poco para calmarme.

A medida que repasaba la vida del dios del Inframundo, envuelto en la obsesión por Perséfone, inmediatamente boté el aire.

Perséfone… La inocente doncella envuelta en la oscuridad de Hades. Y con él, se convertía en la Reina de Hierro. Hermosa, inigualable… dulce y temible a la vez.

Ah…

—Isabella —pensé en voz alta.

Me volví a levantar de la silla y tomé mi abrigo para marcharme, necesitaba tomar algo de aire y alejarme de la idea de cuán molesto me ponía ver a esa mujer con aquel tipo…

Gruñí y cerré la puerta con furia, cruzándome entre los demás, que no se atrevían a dirigirme la palabra.

—¿Ya se va, señor Cullen? —inquirió Jessica, siguiéndome.

Cerré los ojos para no gritarle, pero poco o nada funcionó.

—¡Sí! ¡Necesito que me dejen a solas! —espeté.

Me metí al ascensor, mirando directamente hacia la oficina de Isabella, sabiendo que estaba encerrada con ese maldito…

Los números comenzaron a disminuir y el ascensor bajaba, lo que me llevó a recordar la noche de aquella reunión. ¿Cómo se había atrevido a levantarme la voz? Era una total entrometida. Este era mi mundo, todos estaban controlados por mí, ¡y mi padre había decidido cederle la maldita presidencia! De tan solo encontrarla a solas, queriendo fingir que todo estaba bajo control luego de humillarme ante todos los que eran mis empleados, no tuve más remedio que acercarme, hipnotizado con mis ganas de poseer aquel pequeño cuerpo femenino, que escondía una pasión y una furia excitante. Ver sus ojos grandes, achocolatados y sus mejillas rojas, solo incentivaron mis deseos por tomarla y sentirla. Estaba volviéndome loco. Alejarme fue la mejor decisión, mirar sus labios era un camino incorrecto. Pero entonces, encontrarla en el ascensor provocó que aquel calor dulce y apetitoso fuera aún más intenso. No quería mirar, pero sus piernas descubiertas eran un imán para mis ojos.

Mis palmas quemaban, lo hacían de verdad porque moría por hacerlas chocar con sus muslos y su culo, apretarlo, sostenerlo con fuerza, marcarla…

Me perdí en mis pensamientos, mirando hacia el horizonte mientras mi cabeza me llevaba a diferentes lugares, unos que deseaba poder conocer.

"Tomé su quijada y la sostuve delante de mis ojos, sintiendo el calor de su respiración.

Olía su excitación.

Isabella estaba desnuda, restregándose entre las sábanas, con sus cabellos largos de diosa griega, ocultando parte de su anatomía. Era frágil, dulce y por momentos inocente. Todo cambiaba cuando me contemplaba y veía el deseo de luchar, fingiendo que no existía tal placer en su expresión.

En un segundo sonrió, levantando el tronco con la ayuda de sus codos. Fui preso de su olor y hundí mi rostro en sus senos, sacándole un intenso grito de placer. Busqué el manojo de nervios entre sus piernas y hundí mis dedos, a la vez que succionaba parte de su piel y entereza, viva y angelical.

Pensé en Perséfone, poseída por Hades.

Bienvenida a mi infierno —susurré, mirándola a los ojos.

Sonrió y se mordió el labio inferior.

Tomé sus muslos, la acerqué cuanto pude y la nalgueé, dispuesto a marcarla para mí."

Escuché la campanilla de llegada a la primera planta. No me había dado cuenta del sueño vívido que había experimentado… Tampoco del tirón en mi pantalón debido a los efectos eróticos de mi imaginación.

Salí del ascensor con la respiración agitada y me metí al coche, dispuesto a manejar rápidamente a cualquiera que fuera el lugar. Sabía que tenía una importante reunión con los asesores del partido, pero no me importaba, necesitaba quitarme a Isabella y a ese imbécil de la cabeza, ese imbécil que la tocaba… ese imbécil que…

Mierda.

—¿Y cree que así seguirá manchando la imagen de mi padre? —me pregunté, apretando el volante con todas mis fuerzas.

Rememoraba su forma de abrazarlo, cómo la falda se le había subido y los tacones levantaban aquel maravilloso culo. Se me hacía agua la boca, quería morder todo a mi paso y lamer lo que escondían sus nalgas.

—Maldición —gruñí, temblando de desesperación.

Recibí la llamada de mi guardaespaldas, pero dejé que esta siguiera su curso.

—Señor Cullen —habló Tanya desde mi teléfono.

—No estoy disponible ahora, Tanya —respondí, dispuesto a callarla.

—Estoy esperándolo donde usted sabe.

Enarqué una ceja, tamborileando en el volante.

—Perfecto. Había olvidado nuestra reunión.

Aceleré cuanto pude, evadiendo diferentes coches para llegar al hotel. A medida que lo hacía, mi mente seguía recordando a aquella mujer, a la misteriosa Isabella Swan. Había llegado a arrebatar mi poder, a intentar un complot que le costaría muy caro, porque aquella pequeña intrusa no sabía con quién se estaba metiendo.

—Lo pagarás muy caro, Isabella.

Al llegar al hotel, vi a Tanya esperándome en el privado del bar. Cuando me vio, cruzó una de sus piernas, mostrándome el tajo de su vestido.

—Senador —dijo, tendiéndome su mano.

Era preciosa, atrevida, capaz de todo para darme lo que necesitaba.

—Tanya —dije.

Venía con el legajo en las manos, completamente vacío.

—Creí que podríamos charlar de negocios como antaño.

Enarqué una ceja.

—¿De qué hablas?

—¿Champagne?

Levantó la mano para llamar al encargado de la mesa, que ya venía con una cubeta y la botella dentro.

—Quería información de la viuda —susurró, esperando mientras el hombre nos servía dos copas.

—¿Qué tienes?

Sonrió de forma queda.

—Es difícil dar con ella. Parece un misterio hecho mujer.

Apreté las manos, volviendo a sentir lo mismo de hacía unos minutos.

—Sabes que necesito lo correcto para quitarla de la compañía —bramé—. Vas a dar con algo, ¿de acuerdo? Hazlo… Tanya.

Su sonrisa se amplió.

—¿No confía en mí? —inquirió, corriéndose el cabello del hombro.

Su movimiento hizo que recordara los de Isabella. Deseé que fuera ella.

Carajo.

—No confío ni en mi sombra.

Rio por lo bajo.

—Lo sé, señor.

Cruzó una de sus piernas otra vez, rozándome con el tacón.

—Deme tiempo y tendré suficiente para destruirla.

Asentí y tragué el champagne, esperando que así fuera. Isabella era una enemiga, se había metido donde no debía y con la persona incorrecta.

Si tan solo no fuera…

Seguía estando en mi cabeza, aún con su olor clavándose en mí. Me temblaban las manos por tocarla.

—Quiero recordar viejos tiempos, señor Cullen.

Levanté la mirada.

—Renté la habitación.

Mi respiración seguía agitada, no por ella, sino por Isabella. Estaba irritado por haberla visto abrazar a aquel tipo, por sus palabras insolentes y por ese culo que se movía de tal forma cuando llevaba sus trajes y vestidos.

Sentí la fuerza de mi entrepierna, dispuesta a seguir endureciéndose ante los recuerdos de aquella mujer.

Iba a enloquecer.

.

Tanya chocó con la pared y yo cerré la puerta tan rápido como pude.

—Hacía tanto tiempo que usted y yo no…

Hice que se callara, poniendo mi mano en sus labios.

Sí, hacía mucho tiempo había prometido no volver a inmiscuirme con la Denali favorita del diputado Eleazer. Su búsqueda por más no era correcta ni me importaba. Sin embargo, en estos momentos estaba preso de emociones y sensaciones que quería alejar, porque Isabella seguía en mi mente, comiéndome los sesos.

—Sabes que no me interesan las palabras —musité, rozando mi nariz con la suya.

Buscó mis labios mientras sujetaba sus muñecas y yo le alejé el rostro, tomándola desde la quijada.

—No besos, recuérdalo.

Su respiración estaba agitada, tal como la mía.

Miré a sus ojos, inquieto al ver el azul y no el chocolate, luego su cabello rubio, que no se asemejaba al marrón de… Isabella.

—Había deseado poder ser suya una vez más, señor Cullen.

Le tomé las mejillas con una de mis manos y seguí observándola, analizando sus expresiones en la búsqueda de placer. Su sumisión era todo lo que necesitaba. Pero pensaba en Isabella, sin quererlo, imaginándola en lugar de Tanya Denali, a la defensiva, impulsiva, incapaz de contener las palabras…

Ah, demonios.

Me quité el cinturón y amarré sus muñecas con él, volviendo a apegarla a la pared.

—Sin hablar, ¿me has escuchado?

—Sí, señor Cullen.

Cerré mis ojos, dispuesto a seguir besando su cuello e inconscientemente buscando el aroma inconfundible de Isabella Swan. Sin embargo, no era… definitivamente no.

No pude seguir, porque no necesitaba a Tanya, necesitaba a Isabella.

.

Isabella POV

—¿Crees que te adaptes al lugar? —le pregunté a Jasper, que miraba el cuadro que había colgado en mi despacho.

—Ariadna —susurró.

—¿Qué?

Caminé hasta su lado.

—Recuerdo cuánto te gustaba leerlo.

Sonreí.

—Me trae recuerdos de mi adolescencia. Siempre fue uno de mis favoritos. —Acerqué mi mano al cuadro—. Herbet James Draper lo pintó.

—Sé que me adaptaré, quiero quedarme contigo y ser en quien confíes —afirmó, girándose a mirarme.

—Estoy feliz de escucharlo. Comenzarás mañana.

—Vaya, estoy muy ansioso.

—¿Qué te parece si nos vamos a celebrar ahora? Nos haría bien. Te invito a mi departamento.

Su sonrisa seguía ahí.

—Me haría bien disfrutar un poco. Puedo cocinarte algo como en los viejos tiempos, ¿qué dices?

—¡Eso sería estupendo!

Lo invité a venir conmigo en el coche; se veía un poco nervioso al notar que tenía mi propio chofer.

—¿Contrariado?

—Nunca pensé que tuviera uno —susurró.

—Yo tampoco pensé que lo tendría, la verdad.

—¿A su hogar, señorita?

—Sí. Gracias.

El viaje en coche estuvo repleto de risotadas. Volver a revivir los mejores momentos con mi mejor amigo era lo que necesitaba. Ni siquiera me di cuenta cuando ya estábamos en mi hogar.

—Por Dios, este lugar es impresionante —afirmó él, mirando la imponencia del edificio.

Iba a responderle, pero de reojo vi un coche oscuro, a una calle más allá, como si estuviera espiándonos. Cuando iba a centrar mi atención completa en él, intentando averiguar de qué periodista podía tratarse, este se marchó a máxima velocidad, haciendo un suave ronroneo.

—¿Qué pasa, Calabacita? —preguntó Jasper.

—N… nada —respondí, quitándole importancia a la máquina que acababa de marcharse.

Mientras digitaba el código para ir a mi piso, Jasper me comentaba de los grandes logros de su pequeña de tres años. Había sido un padre joven y hasta el momento no veía a la madre de la nena desde que ella había cumplido los seis meses.

—Rita —dijo.

—Es un nombre muy lindo. Recuerdo que querías llamar así a tu primera hija.

Se rio.

—Cumplí con mi promesa.

Cuando abrí la puerta y le mostré el lugar, Jasper abrió la boca ante la inmensa sorpresa. No lo culpaba, la primera vez que lo vi actué de la misma manera.

—Es un lugar… fantástico —afirmó.

—Lo es.

—Ese hombre debía quererte mucho.

Me mordí el labio inferior, porque sabía lo que estaba pensando, que él me había dado todo en honor al amor de un hombre a una mujer, que comenzamos siendo amantes…

Era mi mejor amigo, contarle mis secretos era todo lo que deseaba, pero en esta ocasión todo debía quedar oculto.

—Lo hacía —respondí de forma queda.

Él notó que estaba un poco tensa; para mí no era fácil ocultarle mis emociones.

Miré a mi alrededor, buscando a Serafín. Entonces encontré una hoja doblada en la mesa principal del vestíbulo. Era de él.

"He ido a comprar un par de cosas necesarias.

No tardaré.

La veo en la noche.

Serafín"

—¿Qué quieres para comer? —me preguntó.

Reí.

—¿Recuerdas esa receta de tu madre? Creo que era…

—¡Oh sí! La carbonara de la casa.

—¡Me encantaría volver a probarla!

—Entonces eso será.

—Te llevo a la cocina. Me daré una ducha rápida y me cambiaré, espero no te moleste.

—En absoluto, jefa —respondió.

—Una vez puertas afuera, te prohíbo que me llames así. —Lo apunté con mi dedo.

—Está bien, está bien. No te diré jefa a menos que estemos rodeados de todos los demás, en especial cuando se trata de ese tipo.

Lo contemplé.

—El senador.

Boté el aire al recordar nuestra discusión.

—Mmm… —Fue lo único que dije.

—¿Pasa algo entre él y…?

—Solo le quité lo que más quería —respondí—. Iré a darme una ducha.

Frunció el ceño y simplemente asintió.

Gracias al cielo, un poco de agua caliente fue suficiente para quitarme la tensión del cuerpo. Era lo que más necesitaba luego de tantas cosas sucedidas en apenas un día, el que, por cierto, aún no terminaba. Al salir me puse un pijama fresco, era de seda roja, con tiras en los hombros y de pantaloncillos cortos. Antes de salir, me puse una bata delgada encima. Jasper y yo teníamos la confianza de dos hermanos, por lo que no tuve reparos en vestir lo más cómoda posible sin temor a mostrar más piel de lo normal.

Cuando me acerqué a la cocina, lo vi moviéndose muy cómodo en el lugar, aprovechando de mover el espagueti con la salsa carbonara.

—Huele divino —afirmé—. Creo que esto amerita un vino.

—Pues bienvenido sea —aseguró.

Saqué uno desde el gabinete y me dispuse a abrirlo, esperando a que Jasper fuera a gustarle. Antes de poder ofrecerle una copa, escuché el timbre.

«De seguro Serafín ha llegado».

Fui a abrir, dando una sonrisa de bienvenida para él. Sin embargo, fue grande mi sorpresa al encontrarme a Edward Cullen en la puerta.

Jadeé.

Él estaba apoyado en ella, mirándome a los ojos con esa fuerza que me estremecía.

—Buenas tardes —susurró.

¿Qué demonios estaba haciendo aquí? ¿A qué había venido?

—Senador.

—¿Puedo entrar? —inquirió.

Respiré hondo, sin saber qué carajos responder.

—S… sí.

Le di el camino libre para meterse a mi departamento, aún sin saber para qué y por qué lo había hecho.

—¿Qué desea? —Miré su espalda ancha mientras mi corazón enloquecía.

De pronto, recordé el coche oscuro que estaba parado cerca de mi departamento. ¿Se trataba de…?

—Vine a entregarle algo… importante —aseguró, dándose la vuelta.

Mirarlo a los ojos era algo que costaba. Intimidaba, me estremecía y ni hablar del profundo color de su iris. Sin embargo, esta vez él parecía más descolocado, como si ya estuviera perdiendo el control. ¿De qué? No tenía la menor idea.

—¿Puedo saber qué es? —Me crucé de brazos, cerrándome la bata.

Él miraba mi cuerpo, una y otra vez, y aunque quería quitar la atención de este, al parecer le estaba costando.

—Es… respecto a las firmas…

Su voz se perdió.

—¿Está seguro de que es eso? —inquirí, recelosa.

¿Había enviado a alguien a investigarme? Sí… Por esa razón había venido, porque probablemente quería asegurarse de algo en especial.

Tragué.

No podía confiar en él, así como en ningún Cullen, ¡en nadie!

—¿Dónde están los papeles? No puedo firmar sin aquello.

Puso los labios en línea recta, como si estuviera pensando qué más decir.

—Eh… Bella —exclamó Jasper, viniendo con el paño de cocina y una cuchara de madera.

Cuando se dio cuenta de que ya no estaba sola, sino con Edward, su expresión cambió por completo. Aun así, la del senador era todavía más notoria, la furia en él al ver a mi mejor amigo era tan intensa que lo creí capaz de correr hasta él y apretarle el cuello con sus propias manos.

—No está sola —susurró con un gruñido.

—Evidentemente no —afirmé.

—Lamento interrumpir el momento —añadió.

Seguíamos mirándonos a los ojos.

—De hecho, Bells… Quería pedirte perdón.

Fruncí el ceño.

—Tengo que irme. Mi hija está algo inquieta y la niñera cree que me necesita.

—Oh. Claro, ve.

—De verdad, perdóname, quería estar más tiempo contigo…

Parecía muy reacio a irse. Miraba a Edward constantemente, como si temiera dejarme a solas con él.

—No pasa nada, puedes irte. Te llamaré luego.

—¿Estás segura? —inquirió.

Asentí.

—Está bien.

Se quitó el paño y dejó la cuchara a un lado. Me tomó desde los brazos y me besó la frente, para luego alejarse. En un momento, él y Edward chocaron de tal forma que mi mejor amigo parecía dispuesto a enfrentarlo si me hacía o decía algo incorrecto, lo que para el senador era una total muestra de desautoridad, porque él manejaba el mundo y el control era todo lo que le gustaba… Jasper no iba a permitirlo.

Escuchar la puerta cerrarse hizo que me recordara mi mayor temor: estábamos completamente solos.

—No sabía que seguía acompañada de él —aseguró.

—¿De verdad? ¿Qué quiere hacer aquí? No ha venido para que firme nada, usted ha enviado a alguien para que me espíe, ¿no es así?

Estaba alterada y asustada. Sabía que debía tener cuidado con los Cullen, Serafín me lo dijo. Éramos enemigos naturales desde que Esme aseguró que yo era la amante de su exmarido. Aquella mujer era capaz de todo para destruirme, incluso con la ayuda de sus hijos.

—¿Espiarla? ¿De qué está hablando?

Temblé.

—¿Qué cree que estoy haciendo? —preguntó, acercándose a mí.

—Usted es mi enemigo, no voy a confiar en nada de lo que haga. Vi un coche… Envió a alguien para que me espiara, ¿no es así?

Tensó la mandíbula.

—Isabella…

—¿Qué? ¿Va a fingir que no es así? —inquirí—. ¿Va a decirme que no es su intención destruirme? Usted lo dijo.

Su respiración estaba agitada, espesa, dura y apasionada. Tuve que alejarme por completo de él para no seguir distraída por el calor de su cuerpo. Fui hasta el vino y le puse un poco a la copa, deseando poder calmarme con un poco de alcohol. Caminé con ella, sujetándola desde el fuste y mirando a la ventana, sin saber de qué forma enfrentar lo que me estaba pasando con Edward y mi miedo irresoluto al daño que podía provocarme junto a su familia, quienes harían lo posible por quedarse con lo que Carlisle dejó al morir.

Hubo silencio, todo era tensión. Sentía su oscuridad, cuán densa era su aura, desequilibrante, retorcida… divina. Al querer comprobar qué hacía luego de los minutos pasados, simplemente vi a un demonio acechante y magnífico que parecía alimentarse de la excitación que brotaba de mí. Mi bata se había abierto y parte de mi cuerpo estaba ante su completa atención. El vino en mi boca jamás había sabido tan bien.

De pronto, Edward lanzó su abrigo al suelo, respirando como un toro furioso. Dio zancadas hasta mí, tomó el fuste de mi copa y la alejó de mis labios, mirándolos, aún cubiertos por el brebaje. Me encarceló con la mano libre, cada vez más cerca.

—¿Cree que la seguí para destruirla? —me preguntó, jadeante.

Tragué.

—Es capaz de eso y más.

—Sí —susurró, llevando sus dedos a mi mejilla.

Iba a acariciarla, pero se contuvo. Cerré mis ojos, frustrada de no sentir el calor de su tacto.

—Soy capaz de eso y más por el bien de mi familia. Pero no la seguí por eso —musitó.

Arqueé las cejas, inquieta e imposibilitada de contener la excitación y el deseo de besarlo.

—¿Qué está diciendo?

Sonrió con malicia, pero luego rozó mi barbilla, mirando mis labios, cada vez más cerca.

Cerré mis ojos, dispuesta a desatar la locura.


Buenos días, les traigo un nuevo capítulo de esta historia. Muy pronto se viene el siguiente capítulo, cada vez más bomba, pero el que sigue de verdad es una tormenta de pasión. Estaré pendiente de su entusiasmo, ya lo saben¿Qué les ha parecido esta nueva visión de Edward? Vaya que sus pensamientos son difíciles de plasmar, pero me encanta hacerlo. Lo que piensa de Bella es turbulento y ni hablar de lo sucedido con Jasper. ¿Qué creen que pase ahora que este hombre cada vez está más desatado en cuanto al deseo irrefenable que siente por Bella? Y ella, vaya que tiene un aguante de aquellos, lo que no quiere decir que esté a punto de soltar la bomba interna, queriendo estallar con el Bastardo. ¿Qué creen que pase con este acercamiento? ¿Quieren más puntos de vista de Edward? ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas

Agradezco los comentarios de lunadragneel15, Nat Cullen, Nitha Cross, Viviana Vega, Desi 81, Celtapotter, Ange, Fernanda javiera, Gan, isbella cullen's swan, miop, wensalv99, Aidee Bells, LicetSalvatore, Merce, valem00, Gaby Mar Cullen, sheep0294, Srita Cullen brandon, sool21, GabySS501, Alexa Nash, Veronica, almacullenmasen, MassielOliva, Laraa23, beakis, liduvina, Jocelyn, AstridCP, Damaris14, Fallen Dark Angel, Eni-Cullen-Masen, Salve-el-atun, NoeLiia, Johanna22, May, Fer Rbago, Sandoval Violeta, vanex, Marxtin, Bella-Nympha, bbluelilas, Laliscg, Esal, Vero, KRISS95, viridianahernandez1656, Raque, Valentina Paez, Elizabeth Marie Cullen, bbwinnie13, Adrianacarrera, MariaL8, somas, paramoreandmore, danyy18, Iza, Lu40, FlorVillu, Vanina Iliana, Alejandra Va, Tata XOXO, Valentina, Cris, valeeecu, Fer, Naara Selene, Olga Javier Hdez, Yoliki, Heart on winter, Crepusculo-Total, Rocio, Ana, Anahi, Diana Hurtarte, Celos, carlita16, Flor Santana, dana masen cullen, Miryluz, Andre22-twi, Marken01, Brenda naser, ELIZABETH, Brenda Cullenn, jroblesgaravito96, magic love ice 123, esme575, Ruth Lezcano, jackierys, A Karina s g, NarMaVeg, Paliia Love, joabruno, Nati98, debynoe12, Pameva, Dominic Muoz Leiva, nataliastewart, Ady denice, BellsCullen8, DanitLuna, llucena928, TheYos16, Elmi, piligm, dayana ramirez, kathlenayala, tulgarita, Kamile Pattz-Cullen, Santa, LuAnKa, Majo, morales13roxy, alyssag19, Diana, barbya95, Mari, rosycanul10, natuchis2011b, morenita88, claribelcabrera585, Isis Janet, LoreVab, Elena, LoreVab, Rero96, ovejaenamorada, Rose Hernndez, Gladys Nilda, nikyta, Ivette marmolejo, Vero Morales, Anita4261, maribel hernandez cullen, Coni, Liz Vidal, Ceci Machin, luisita, fernyyuki , rjnavajas, twilightter, viridianaconticruz, ELLIana11, Tereyasha Mooz, Nadsanwi, Anghye Taisho, krisr0405, saraipineda44, sollpz1305, patymdn, CCar, Lore562, Chiqui Covet, freedom2604, JMMA, Kriss21, Diana2GT, camilitha cullen, BreezeCullenSwan, AnabellaCS, PielKnela, Bell Cullen Hall, Jeli, cavendano13, SeguidoradeChile, Guiselle, valentinadelafuente, Valevalverde57, Drumimon, Noriitha, Milacaceres11039, ManitoIzquierdaxd, catableu, Belli swan dwyer, MakarenaL, LadyRedScarlet, Robaddict18, TattusC13, Liliana Macias, CelyJoe, stella mio, calia19, ale173, Pam Malfoy Black, CazaDragones, Smedina, Pancardo, Rosana y Guest, espero volver a leerlas a todas nuevamente, cada gracias que ustedes me dejan es invaluable para mí, no tienen idea del impacto que tiene su entusiasmo, su cariño y todo lo lindo que tienen por decir, de verdad gracias

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