—Eh… ¡¿Qué?! ¡¿Sobreviví?!...Ja… Ja Ja… ¡Ja ja ja ja ja! ¡Sobreviví! ¡Sobreviví! ¡En sus caras, malditos Pines!
Bill Cipher, el triángulo iluminado, destructor de mundos, nacido en conjunto con el universo mismo, fue derrotado. Derrotado por unos mortales, seres cuya vida en el universo era percibida como la breve flama de una vela. Los encargados de semejante hazaña fueron la familia humana de los Pines, en conjunto con muchos habitantes del humilde pueblo llamado Gravity Falls, quienes unieron fuerzas para confrontar a la terrible amenaza que cernía sobre la humanidad.
Para la desgracia de los terrícolas, no eran fuerza suficiente para hacerle frente al llamado «rey de reyes», quien logró someterlos, aunque con gran dificultad. La única manera de vencerlo estuvo en el sacrificio de uno de los suyos, con tal de eliminan de una vez por todas al demonio triangular
»Qué manera tan ingeniosa de deshacerse de mí… ¡qué lástima! La única forma de acabar conmigo definitivamente, es usando el circulo de invocación, con los 10 elegidos.
Bill había caído en una dimensión oscura, donde era imposible apreciar algo. El triángulo estaba en calma al seguir con vida, no era para menos: ya creía que su final estaba cerca. Ahora tenía una nueva oportunidad de rearmarse y dejar estragos, en la forma que siempre lo ha hecho desde el inicio de los tiempos.
Bill, como ya era su hábito, levantó su brazo sobre la altura de su ojo e hizo un chasquido de dedos, con la intención de encender una luz en esa aburrida dimensión. Sin embargo…
»¿Ah?... ¿Pero qué…?
Nada ocurrió. Miró a todos lados, con tal de ver si su chasquido produjo algún efecto, como era costumbre. Pero nada…
»¡No, no!... ¡No puede ser!
Volvió a hacer su chasquido de dedos y no sucedió nada en aquella dimensión. Insistió con desesperación y en ello, se dio cuenta que no podía ver su brazo en la oscuridad. Bill siempre fue un ser de luz, donde estuviese, él siempre era capaz de verse a sí mismo. Pero comenzó a examinarse y descubrió que su propia luz había esfumado. Fue ahí cuando se dio cuenta.
»¡No puede ser! ¡No tengo dominio sobre esta dimensión!
Hizo de todo para producir algún efecto dentro de aquel lugar. Sin embargo, su esfuerzo fue inútil. Por ello, descargó su frustración hacia la nada:
»¡Los maldigo a todos! ¡Maldigo a los Pines, maldigo a los humanos, a los mortales! ¡LOS MALDIGO A TODOS, MALDITOS, MALDITOS! ¡MALDITOS!
Luego de la ira, sintió un creciente miedo, uno que no había sentido desde hace millones de años. La sensación de sentirse impotente, solo, desamparado…
Por primera vez en su eterna vida, pasó por su mente el deseo de abandonar su existencia.
