Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.


Recomiendo: Tethered – Rationale

Capítulo 13:

Mea Culpa

"Deberías saber que juntos permanecemos mejor

(…) Cariño, estoy atado cuando estoy contigo

(…) Das vueltas y vueltas en mi mente

(…) Nunca he necesitado a nadie

Nadie más a tú…"

Veía la rabia en sus cuencas. Estaba acabado. Sabía algo que iba a destruirlo, situación que ocuparía a mi favor sin poner en riesgo a Demian. No podía ocupar al pequeño para mis propósitos, la idea me hacía daño de solo pensarlo.

—¿No dirá algo al respecto? —inquirí, mirando la piel de su pecho.

Tenía la boca semiabierta y las manos aferradas a los brazos de la silla a la que había caído.

—Estás dispuesta a jugar con fuego, Isabella.

—¿No estoy ya en el infierno?

Tragó.

—¿De dónde sacaste esa información?

Reí.

—¿Espera que le diga cuáles son mis contactos? Eso jamás sucederá, Edward Cullen. Sé que usted quiere destruirme, pero yo ya avancé varios pasos antes de que se atreva a hacerlo.

Hundí mi uña en su muslo, llevándola hasta su rodilla.

—Las garras de Isabella son peores que las suyas. Las diosas no permitimos que no hagan nuestro querer y deseo. Usted se ha atrevido a negarme mis peticiones, ahora es su turno de entender mis requerimientos a costa de su propio bienestar —susurré.

Nuestros alientos se cruzaban, mientras que su mirada subía y bajaba por mi cuerpo.

—¿Estás dispuesta a enfrentarme?

—¿No estoy haciéndolo ya?

Hice un sonido de negación con mi boca, chasqueando la lengua mientras veía su ánimo de venganza ante mi deseo de torturarlo.

—Isabella, no tienes idea con quién estás jugando.

Sonreí.

—Usted tampoco. Sé que me quiere acabada y yo quiero lo mismo con usted… Salvo que haga lo que yo le pido.

—Eso jamás —bramó, tomándome la mandíbula.

Hice que me soltara.

—Ni siquiera sabe lo que pido.

—Cualquier petición tuya es suficiente para negártela.

—¿Está seguro?

Miró mis labios una vez más y sin siquiera permitirme pensar, Edward agarró mi mandíbula para sostenerme con fuerza y besarme de forma demandante, metiendo su lengua en mi boca para sacarme un fuerte suspiro.

—Estás ante un hombre que solo hace lo que él quiere —jadeó, lamiéndome los labios.

—Pues estoy segura de que acabarás haciendo lo que yo quiero —musité, alejándolo de mí.

Se mordió el labio inferior mientras entrecerraba sus ojos.

—Mueres por algo más —afirmé, volviendo a hundir mis uñas en su muslo.

—Tú también.

Tragué tal como él y nos fundimos en un nuevo beso que nos desató en mil locuras a la vez. Me sentó en sus piernas y me las apretó con esos dedos enguantados.

—Me debes un orgasmo, Isabella —me dijo al oído.

—No volveríamos a esto.

—A la mierda —gruñó, bajando con besos por mi hombro.

—A la mierda —gemí, apretando su quijada para continuar con esos besos que tanto deseábamos.

—Debería enviarte al carajo por intentar jugar conmigo, por meterte con mi familia, por ser… la viuda de mi padre. —Jadeó, metiendo las manos por debajo de mi vestido rojo—. Pero no puedo, ni siquiera cuando me amenazas. Sé que quiero destruirte, pero también quiero probarte hasta saciarme de ti.

Le respiré en la boca, buscando la manera correcta de continuar con mis principios y deseos en su contra mientras él buscaba la tira de mi hilo dental, hundiendo sus dedos en mis pliegues, siempre tan curioso de mi anatomía.

—¿Me extrañaste? —le pregunté al oído—. Viniste antes.

Apretó la mandíbula ante la rabia acumulada por mi suposición y me agarró las mejillas con una sola mano.

—Te haré mía cuantas veces lo quiera, tú lo deseas, yo también, a pesar de los malditos pecados en los que nos hemos inmerso, a pesar de que le debo un favor a mi familia sacándote de nuestra vida y destruyendo cada cosa que has logrado. —Me lamió los labios y luego la garganta—. Y a pesar de que te has atrevido a indagar parte de mí. Qué valentía… —Me respiró, hambriento como un depredador—. Son cosas que me hacen querer odiarte, pero me pones duro, muy duro.

Me solté de su agarre y le sonreí, juntando mis labios con los suyos.

—Me ha extrañado, senador. Diez días eran demasiado sin verme, ¿no lo cree?

Cada vez que lo afirmaba, veía más rabia en él, lo que me hacía poderosa. Esa era mi mayor ventaja.

—Me debes un orgasmo —insistió.

Me abrazó desde la cintura, apegándome más a su cuerpo. Un quejido salió de mi boca, haciéndole sonreír.

—Pudo acariciarse pensando en mí —susurré, pasando mis uñas por su quijada.

—Quise quitarte de mi mente. Me obligué a no hacerlo.

—¿Y? No ha funcionado.

Gruñó y me abrió el vestido, botón tras botón, pasando su nariz por el canal de mis senos.

—De la misma manera en que tú tampoco pudiste hacerlo —ronroneó, despojando a mis senos del sujetador.

Mordió mis pezones, robándome un quejido.

—Estaba ocupada buscando información sobre ti.

—Crees que vas un paso adelante. —Apretó mis pezones una vez más, haciéndome gemir—. Ten cuidado.

Agarró mis muñecas y las llevó hacia atrás.

—Te atreviste a jugar con Edward Cullen.

Mi respiración estaba errática.

—Y recuerda: me debes un orgasmo.

—No te debo nada.

Me sentó sobre la mesa, misma en la que todos estuvimos hacía un rato para la junta.

—¿Eso crees?

—Sí.

Me abrió las piernas con fuerza y besó mi sexo sobre la ropa interior. Puse los ojos en blanco, imaginando esa lengua deliciosa dentro de mí.

—Debo reconocer, Isabella, que el rojo te queda fenomenal —decía mientras besaba mi ingle, bajando por la zona interior de mis muslos.

—Disfrútalo mientras puedas.

—No necesitas decirlo.

Tomó mi tobillo y saboreó mi piel a la vez que miraba el tacón aguja con los ojos posesos. Quise desabotonar su ropa, pero él no me lo permitió, sujetándome la muñeca para llevarla a la altura de mi cabeza.

—No te atrevas —me gruñó en la boca.

Jadeé.

—Es una orden.

Mis mejillas se enrojecieron al escucharle. ¿Cómo negarme a la excitación que me generaba aquella dominación cuando se trataba de estos momentos? No podía entenderme, por lo que quería dedicarme a disfrutar.

—Voy a cogerte con tacones. Me fascinan, y en ti, creo que son un sueño —musitaba, mordiendo y besando parte de mi piel.

Se desabotonó la camisa y luego bajó sus pantalones, mostrándome su erección y la falta de ropa interior.

—Parecías preparado —susurré, enarcando una ceja.

—Estuve pensando en ti.

Me mordí una uña mientras miraba su miembro apuntando al cielo.

—¿Y?

—Estaba tan duro por ti que no quería aumentar el dolor de no poseerte.

Cuando me hablaba de aquella manera, tan sucia, adulta y deliciosa, lograba sacar mi lado más joven, ese en el que no conocía más allá de lo que me habían dado un par de amantes. Edward me ruborizaba, pero me hacía querer más, descubriendo las bondades de lo que dos cuerpos podían provocarse. Sin embargo, demostrarle aquel lado frágil, vulnerable y juvenil de mí era algo que no podía permitir.

—Quiero tocarte —dije, pasando mi tacón por su pecho.

Me regaló una sonrisa ladeada, viéndose tan guapo. Era un bastardo en toda la extensión de la palabra.

—Muero por hacerlo —añadí.

Nos miramos mientras nuestras narices se rozaban. Metí mis manos por su pecho, buscando esos pequeños tatuajes y el arete en su pezón. Tiré de él con mis dientes, provocándolo y vulnerándolo en medio de la excitación.

—Hey, cuidado —gruñó, más enfurecido por no seguir sus malditas órdenes.

Me encarceló en la mesa, me dobló las piernas y me rompió las bragas en mi propia cara.

—Hijo de…

Me calló con un beso húmedo y riquísimo. Cerré los ojos al instante.

—Dame las manos —espetó.

Lo hice, volviendo a jugar con el tacón en su pecho. Me las amarró con las bragas rotas y me mantuvo en una posición, con ambos brazos estirados a la altura de mi cabeza, expuesta para él.

—Ahora este botón precioso es mío. —Sopló en mi sexo, sacándome un nuevo quejido.

—¿Qué hace que sea tuyo, Bastardo Arrogante?

—Esto.

Me lamió las paredes, el periné y mi clítoris, haciendo un sonido delicioso con esa boca fabulosa que tenía. Parecía disfrutar de un plato de ostras fresco. Me excitaba tanto. Quería darle una patada, pero sus caricias eran más importantes en este momento y mi boca soltaba gemidos tortuosos sin siquiera esperar una aprobación de mi cerebro. Estaba descontrolada.

—¿Lo ves? —inquirió, depositando más lamidas por mi monte y abdomen.

Verlo hundido entre mis piernas era una de las imágenes más eróticas que alguna vez me habían regalado. ¿Cómo negarme? ¿Cómo siquiera controlar cada sensación que me provocaba?

—Mío —jadeó en mi boca y luego mordió mi labio inferior.

Iba a responderle, pero hundió un dedo en mi interior. Me arqueé.

—Quieras o no, Isabella, ¿alguien te había hecho sentir así? —me preguntó al oído a la vez que hundía otro dedo, penetrándome sin descanso.

La oficina de reuniones, amplia e insonorizada, tenía vidrios polarizados por toda la extensión de las paredes, por lo que se podía ver lo que los demás hacían, excepto ellos con nosotros, ignorantes por completo de lo que ocurría entre los dos.

—No voy a responder —gemí contra su boca.

Sus movimientos se hicieron mucho más rápidos, por lo que el placer era insostenible. Sentía la yema de sus dedos índice y medio chocando con mi pelvis, provocándome una sensación extraña y a la vez divina.

—¿Estás segura? —inquirió en voz baja.

Había una opresión en mi vejiga, una necesidad abrumante de liberación. Me arqueaba mientras veía el movimiento de sus largos dedos enguantados, desde donde mi propia humedad recorría el cuero sin temor.

—Mírate, Isabella. —Me besó el monte—. Este coño perfecto, mojado… delicioso. ¿Cómo no ser mío? ¿Eh?

Grité cuando me hizo llegar a aquella liberación súbita, donde mi vejiga y mi clítoris lograron un equilibrio, un equilibrio maravilloso del que no pude controlarme, simplemente me dejé llevar, explotando en la cara de Edward, donde mi crema saltaba hacia todos los sitios posibles. Jamás me había sucedido algo similar y acabé avergonzada, sintiendo que había hecho algo indecoroso y poco adecuado… acabando con la sensualidad.

—Riquísimo —musitó él, lamiendo mis muslos mojados.

Por un segundo vio mis ojos y mi rostro, comprendiendo que, en definitiva, era algo que no me había pasado con anterioridad.

—Ha sido fantástico —masculló, ofreciéndome su boca para besarme mientras, quizá inconscientemente, me acariciaba la mejilla.

Fue una sensación tan placentera que acabé besándolo tal como ansiaba, buscando más de él. El sabor de mi sexo en sus labios fue más de lo que pude tolerar y tomé sus nalgas, buscando que se hundiera en mí.

—Aunque no lo creas, estos labios, este cuerpo y esto que tengo aquí —busqué su miembro, pasando mi pulgar por la punta—. También son míos.

Jadeó, mirándome los senos y el rostro, alternándose con adoración.

—¿Eso crees?

Lo abracé con mis piernas, apretando su pelvis.

—Quieres mis besos, no puedes sostenerlo, viniste antes, me querías para ti. —Le respiré en los labios y me sonrió de forma ladeada.

Mi corazón latía sin parar. Cada palabra que salía de mi boca eran las de una Isabella completamente diferente, una que llevaba en mi interior, tan adentro que era muy difícil sacarla. Edward me instaba a ser esa mujer libre, llena de locura, de sexualidad y erotismo, me guiaba a un infierno al que jamás había entrado.

—¿Qué te hace pensar eso? —Agarró mis mejillas con una mano.

—La manera en la que me miras.

Frunció el ceño, riéndose de forma ácida, pero finalmente cediendo a mis caricias.

—No quiero que tengas el poder —musitó.

—¿Le temes?

Tragó y me subió las manos, aún amarradas con mis bragas.

—No voy a responderte.

Buscó mi sexo con su miembro endurecido, rozándome de esa manera demencial que a ambos nos fascinaba. Subí mis manos amarradas y las pasé por detrás de su cuello, acercándolo a mí. Juntó su frente con la mía y se hundió en mi interior, mientras yo apretaba su erección con mis paredes.

—Ah, mierda, Isabella —gruñó, mordiéndome el hombro.

Lo estrangulaba, estrecha y hostil por hacerlo mío, a la vez que clavaba mis largas y filudas uñas en su piel.

—Voy a marcarte —susurré y le mordí un labio.

Arañarlo era todo lo que deseaba y lo hice, deshaciéndome rápidamente del amarre de mi ropa interior. Clavé mis uñas por debajo de su camisa semiabierta mientras tiraba del arete de su pezón con mis dientes, provocándole gruñidos animales y excitados.

—Tenemos compañía —gimió, tomándome la mandíbula para que mirara a la ventana—. Lástima que ellos no saben lo que estamos haciendo.

Y efectivamente, estaba todo el concejo y parte de las directivas de los centros del país, charlando como si nada pasara tras las paredes de la sala de juntas. Me excitó tanto que acabé queriendo más, mirando cómo nuestros cuerpos chocaban a la vez que esos ojos lo ignoraban por completo.

—¿Te gustaría que nos vieran? ¿Qué vieran cómo te cojo? —me preguntó al oído.

—No estoy segura si usted quisiera que vieran cómo cae a los pies de su peor enemiga —gemí, arañando su pecho.

—Eres tan… Imposible.

Me mordió el cuello, succionando parte de él.

—Solo digo lo que es verdad. —Me agarré de su cabello y Edward me abrazó, acostándome en la mesa para penetrarme con mayor profundidad.

—Quisiera que todos vieran cómo te cojo… cómo te hago mía… —jadeaba, entrando y saliendo de forma repetida y constante.

Cerré mis ojos, ya llorosos y desequilibrados. Estaba enloqueciéndome, como siempre.

—Descuide, senador, la idea de que todas esas mujeres me vean disfrutarlo es más de lo que puedo explicar… Es… Ah… —Me arqueé, terminando de clavar mis uñas en sus nalgas—. Fascinante.

Rio y me besó, mordiéndome una vez más. Y finalmente, un orgasmo infinito vino para rematar un momento impresionante. Mis piernas vibraron, así como mi sexo, mi pecho y mi cerebro. Quería lanzar alaridos, pero su boca servía de impedimento para llamar la atención de los demás.

—Definitivamente, estamos en el averno. —Soltó el aire en mi boca semiabierta—. Te traje para no regresarte. Debo suponer que… recibiré un castigo de los dioses supremos.

Su simiente cayó en mis senos, dejando una estela brillante y semitransparente y quise probar en cuanto la sentí en mi piel.

Edward se dejó caer a mi lado de la mesa, respirando con dificultad mientras sus fluidos corrían por sus piernas. Me apoyé con el codo, mirándolo de lado, queriendo tocar ese cuerpo precioso, incluso sabiendo que iba a recibir una negativa ante su hermetismo por las caricias.

—¿Por qué mierda eres tan hermosa incluso luego de coger? —gruñó, como si eso realmente le molestara más de lo que podía tolerar.

Agarró mi culo y me acercó a él.

—Lo dices como si las mujeres dejáramos de serlo luego de acostarse contigo —murmuré.

Resopló y me besó, hambriento. Su respiración continuaba agitada.

—No me refiero a eso.

—Entonces, ¿a qué? —exigí saber.

No respondió, alejándose. Puso uno de sus brazos debajo de su cabeza, mirando al techo. En cambio, yo repasé cada detalle de su cuerpo arañado por mí, disfrutando de los dibujos enrojecidos. Tomó mi muñeca, impidiéndome que siguiera y me miró a los ojos.

—Quieras o no, sigo siendo hermosa ante tus ojos —musité.

Mea Culpa —respondió, contemplándome con más profundidad de la que podía tolerar.

Me solté y lamí la argolla en su pezón, provocando que su cuerpo comenzara a necesitar más.

—Gracias por el orgasmo, Edward Cullen.

Clavé una última uña en sus testículos, jugando con ellos. Él gruñó, queriendo más de mí y dispuesto a otra ronda mientras mi mano rozaba su delicada piel.

—Ahora, o me haces entrar a tu proyecto tan famoso. —Besé su cuello—. O te destruyo, masificando los negocios sucios de tu madre a cada medio que exista, destruyendo tu carrera de senador hasta las cenizas.

Frunció el ceño, comprendiendo la veracidad de cada una de mis palabras. Me levanté de la mesa de juntas y me vestí delante de sus atónitos ojos, subiéndome el vestido de forma lenta y sensual.

—¿Qué dices? —inquirí.

Entrecerró sus brillantes ojos.

—Descuida, te daré tiempo para pensarlo. Tienes mucho en juego. —Reí y le lancé mis bragas rotas a la cara—. Esta vez te las regalo.

Me di la vuelta, sonriendo triunfal ante la deliciosa sesión, pero también ante la victoria de cada uno de mis actos. Al fin había dejado al senador sin palabras, incapaz de contenerme ni de asestar una última punzada de su veneno en mí.

Lo único que lamentaba eran mis bragas rotas.

—Señorita —llamó Jasper, intentando mirar a través de la puerta de la sala de juntas.

Me puse en medio, nerviosa de que haya notado algo.

—¿Qué ocurre? —inquirí.

—Estaba preocupado. ¿Ocurrió algo más con el senador? Todos estamos atónitos de que haya llegado antes, su viaje estaba previsto para tres días posteriores…

—No lo sé, de seguro quería tener todo bajo control nuevamente —murmuré.

Se acercó a mi oído.

—¿Estás segura?

Lo miré a los ojos.

—Claro que sí. Ahora, tenemos que volver a lo nuestro.

Me solté, algo inquieta de que mi mejor amigo sospechara de lo que ocurría entre Edward y yo. Sí, era un juego sucio del que ya habíamos intentado deshacernos, pero al menos, si ya no podíamos terminar, que solo quedara en secreto mientras intentábamos destruirnos.

Edward POV

Me levanté de la mesa de juntas para ir tras ella, enrabiado ante su soltura. Sin embargo, me contuve cuando vi a Jasper queriendo entrar. ¿Qué demonios le importaba lo que ocurría con ella? ¿Por qué tenía que estar pendiente de lo que pasaba entre los dos?

Me vestí con rapidez, pensando en una solución racional para erradicar esa idea de Isabella. Darle el beneficio de entrar en un proyecto de tal envergadura era algo que no cedería por nada del mundo, pero tampoco podía permitir que el mundo supiera mis deplorables inicios, aunque estos hayan sido en contra de mi voluntad.

Esperé a que ese imbécil se fuera, pero finalmente caminaron juntos hacia la oficina de la presidencia. Apreté los puños, comenzando a actuar de forma impulsiva ante lo que veía.

Todavía tenía sus bragas rotas, por lo que las olí, preso del deseo furioso que me consumía.

—Increíble cómo te has atrevido.

Me metí a mi oficina y tecleé el número de Irina, dispuesto a dar el último paso para comenzar el plan que, sin duda, nos llevaría a conocer más de ella y sí, destruirla.

—No debiste meterte en esto —musité, a pesar de que, de alguna manera, la idea de hacerle daño comenzaba a… incomodarme.

.

Cuando vi a Demian sosteniendo su biberón mientras escuchaba la música clásica que había grabado para él, somnoliento y en solitario, mientras la ama de llaves terminaba de preparar su baño, sentí culpa. Fue desastroso verlo y sentir que era el peor padre que le había tocado a un pequeño que ya había sufrido suficiente.

—Hola, DeDe —dije, llamando su atención.

Demian abrió sus ojos, dejó el biberón a un lado y corrió con torpeza a mis brazos. Cuando nos sostuvimos, hundí mi nariz en su cabeza, queriendo quedarme a su lado más tiempo del que podíamos y realmente necesitábamos.

—Antes —susurró.

—Sí. Llegué antes.

Tomé sus mejillas con suavidad y luego acaricié sus labios rosados.

—Te extrañé mucho —dije con toda sinceridad.

Se subió a mi cuerpo y se quedó ahí, como si quisiera entrar en mi pecho y corazón.

Cerré los ojos, recordando la primera vez que él y yo nos miramos. Tan solo tenía un día de nacido, abandonado por su madre, incapaz de criarlo dado su contexto de vida. No pude negarme y no había día en el que me arrepintiera de ello, salvo que… solo quería que mi vida me permitiera darle el tiempo que no pudieron darle sus padres biológicos.

—¿Violín? —inquirí.

Asintió.

Escuché los pasos de nuestra ama de llaves, Grace. Cuando me encontró en la sala, de inmediato se sorprendió y se lamentó por no saber que había llegado.

—Le habría preparado algo especial —dijo, muy nerviosa.

—Descuida. Era un viaje sorpresa. —Sostuve a Demian en mis brazos—. Esta vez yo le daré el baño.

Pestañeó y asintió, algo contrariada. No solía hacerlo… por el tiempo.

—¿Tú bañas, papi? —inquirió Demian, muy emocionado.

Sonreí.

—Sí. Yo.

Cuando lo sumergí en la bañera, llevé un poco de agua a su cabello con el receptáculo de pato, su favorito. Se tocaba el vientre abombado y se miraba el ombligo mientras sacaba la lengua al sentir el agua por su rostro. A ratos, me preguntaba cuántas veces había hecho esto con él y la respuesta siempre era la misma, la que de alguna manera me deprimía.

—Hey —lo llamé, restregando sus pequeños hombros.

Se giró a mirarme y me mostró una sonrisa, regalando uno de sus hoyuelos.

—Papi.

Jugué con su nariz y luego con su barbilla.

—¿Me extrañaste?

Asintió.

—¿Idte?

—No quiero volver a hacerlo —susurré—. Sabes que papá te ama, ¿no?

Siguió jugando con los dinosaurios que flotaban en el agua.

—Si lo hago es porque trabajo para que a ti no te falte nada —musité.

Me contempló con sus ojos grandes y expresivos.

—Contigo… Quiedo.

—Sé que quieres estar conmigo. —Suspiré, cerrando los ojos un momento—. Pero también tienes a tía Alice mientras estoy lejos, haciendo lo posible por acompañarte.

Cuando le nombraba a Alice, veía la tranquilidad que ella le provocaba. No le confiaba mi hijo a nadie más.

—¿Estuvieron bien juntos? ¿Comieron helado?

Asintió.

—B… Bella —susurró, para luego hacer un gorgoreo con el agua.

Me quedé un segundo preguntándome si había escuchado bien.

—¿Qué?

Se giró a mirarme.

—Bella… Tía Adice —musitó—. Juegan juntas.

Pestañeé.

—Bonita.

Seguí pestañeando.

—¿Estuviste con ella? ¿Te hizo algo? —inquirí.

Demian continuaba mirándome, sin entenderme. La verdad, yo tampoco lo hacía, de todas las cosas posibles, la que menos imaginaba era la de ella haciéndole daño a un pequeño.

Me aclaré la garganta.

—¿Qué hicieron? —pregunté con la voz ronca.

—D… Domí —respondió.

Aquello me sacó una carcajada algo contrariada.

—¿Dormir?

—Bella —insistió—. Olod.

—¿Te gusta su olor?

Asintió nuevamente.

Me quedé en silencio, sin siquiera saber qué más decirle a mi hijo. De alguna forma, me había provocado una incapacidad para pensar realmente en una respuesta coherente, en especial por las palabras que había ocupado para describir la situación con ella.

—Entonces, te hizo dormir.

Sonrió con los ojos iluminados. Esa era una respuesta demasiado entusiasta viniendo de él cuando se trataba de una desconocida.

Tragué, sometiéndome a un miedo que me carcomió la garganta. ¿Y si ella estaba buscando la forma de dañarlo? ¡¿Por qué Alice permitió que se acercara?!

«Siempre tan rebelde».

Pero… ¿Por qué mi mente insistía en decirme que aquella mujer no sería capaz de hacer algo como eso? ¿Estaba cayendo en alguna manipulación de la que no me daba cuenta? ¿De verdad? ¿Luego de su amenaza de esta tarde?

Putísima madre.

Acaricié la pequeña espalda de Demian y besé sus cabellos, temeroso del único tesoro que tenía junto a mí. Todo se había convertido en un doloroso y tortuoso camino de frialdad que era iluminado por él desde que había llegado a mi vida.

Todavía era difícil para mí comprender el camino de mis errores, en especial aquel que me sepultó por severos años de mi vida. Continuar luego de aquel episodio de dolor me aterraba y sin Demian las cosas habrían sido mucho más complejas. Ninguna de ellas lo amó, desde su madre biológica a aquella que, de alguna forma, impuse como una sin pensar siquiera en las consecuencias. Éramos él y yo, estábamos absolutamente solos desde un inicio, especialmente Demian, que… no tenía una madre.

Se quedó dormido más rápido con el baño y lo vestí en silencio, con Vivaldi de fondo, sintiendo una especial necesidad por protegerlo. La situación con Isabella no dejaba de darme vueltas.

Miré por la ventana de la terraza luego de acomodar a mi hijo en mi cama, porque esta noche dormiríamos juntos. Una vez que vi a los guardaespaldas, cuatro custodiando la entrada del lugar, pude respirar un poco mejor.

Contemplé la vista a la ciudad, apoyando mis manos en el vidrio. Cuando me quité la camisa y vi el reflejo de las uñas de Isabella en mi piel, sentí emociones contradictorias, tan arbitrarias que me sentí un demente. Irina ahora estaba trabajando para mí, tal como lo hacía su hermana, todo con el fin de darle algo sustentable a mi madre, a quien le debía la venganza por lo sucedido con mi padre. Pero incluso así, sonreí, rememorando el momento juntos como si el dolor de las llagas me llevase al placer.

—Isabella —musité, frunciendo el ceño.

.

Hoy era la cena familiar, la que desde el funeral de nuestro padre no se llevaba a cabo. Demian me acompañaba, de alguna forma, no quería dejarlo, al menos no por unos días. Me abrazaba desde su silla especial, mirándome de vez en cuando.

—P… papi —llamó.

Sonreí y le besé la frente.

—¿T… tía Adice?

Asentí.

—Estará aquí.

Cuando llegamos, el chofer nos abrió la puerta para salir, ya dentro de la mansión. El coche de mi madre permanecía en su lugar, lo que significaba que ella estaría presente, algo que no hacía desde hacía muchísimo tiempo.

—¡Edward! —exclamó Alice, saliendo de la casa para saludar.

Me mantuve distante, recordando sus acciones, acercando a Demian al peligro de Isabella. Ella lo notó, pero no pudo preguntar porque Rosalie venía con nuestra madre. Mi hermana se veía incómoda, lo noté también por el llanto marcado en sus mejillas.

—Hijo —dijo madre, acercándose para abrazarme.

Recibí la cruz en mi frente, gesto que hacía cada vez que nos veíamos.

—Qué sorpresa verte aquí.

—Lo sé. —Suspiró—. Quería asegurarme de que mis hijos continuaban viéndose como antes, sé que ha habido diferencias en la manera de actuar desde lo sucedido con lo de Carlisle y… esa mujer. —Miró a Alice, quien tembló, actuando como lo que era, la menor de todas, siempre recibiendo la misma severidad de nuestra madre—. Pero no quiero hablar de eso, quiero pasar tiempo con ustedes. Pedí al servicio hacer su plato favorito y abrir el mejor vino para hoy.

—Vaya —musité, sosteniendo a Demian entre mis brazos—. Entonces comencemos. Muero de hambre.

Madre nos condujo por el pasillo, desde donde contemplé cada recuerdo de mi infancia con evidente resquemor y rencor, sintiéndome, una vez más, contrariado de lo que estaba sucediendo desde que las cosas cambiaron con la muerte de mi padre y la llegada de Isabella Swan.

—Iré a pedir que apresuren la llegada de los platos. Rose, ve a terminar lo que planeamos juntas —ordenó con severidad.

—Sí, madre —respondió ella, sin darme tiempo de preguntar qué había ocurrido.

Estaba preocupado desde lo que vi en Washington.

Alice y yo nos quedamos a solas, por lo que aproveché de dejar que Demian fuera a la sala a jugar un poco.

—¿Por qué lo acercaste a ella? —pregunté con severidad.

—Edward…

—Sabes que…

—¡Basta! Es solo una chica.

—¿De qué hablas? —gruñí, mirando hacia los rincones para que nuestra madre no fuera a escuchar.

Puso los ojos en blanco, actuando de esa manera que tanto odiaba. Representaba muy bien sus veinte años.

—¡Es solo una chica con un montón de responsabilidad! Jamás le haría daño a Demian.

—Eso es lo que crees, maldita sea. ¿Desde cuándo la conoces tan bien? ¡No quiero que se acerque a mi hijo!

Dio un paso adelante.

—Desde que me pongo en su lugar —gimió—. ¿No dimensionas el daño que puede estar recibiendo de los demás para que además ustedes comiencen con sus mierdas?

Me quedé en silencio.

—Odio ser una Cullen —afirmó con rabia—. Odio todo lo que significa y lo que hacen para dañar a alguien que no sería capaz de poner siquiera un dedo sobre alguien…

—Eso es lo que piensas…

—Ella jamás haría las cosas que haría nuestra madre.

—Alice.

—Como obligarme a casarme con alguien a quien no amo, ¡así como hizo contigo! —gruñó.

Me quedé en silencio, frunciendo el ceño ante la sensación dolorosa de aquellos años.

—Lo siento —dijo luego de unos segundos—. De verdad, lo siento mucho.

Boté el aire y la abracé, algo que no hacía con ella desde hacía mucho. Alice me recibió, cobijándose como cuando apenas tenía tres años.

—No entiendo por qué hacen tanto daño —musitó, alejándose de mí—. A veces, pienso que mamá te ha transformado tanto que has dejado de ser mi hermano.

Tragué al escucharla.

—Quiero ser amiga de Bella, tiene mi edad, es solo una chica con sueños y… ustedes solo quieren dañarla. Demian durmió en sus brazos, ¿sabes con cuántas personas él siente la confianza de hacerlo? —gimió.

Eso era precisamente lo que más me aterraba, porque sí, claro que lo hacía.

—Sabes que el hecho de que Demian se sienta así me da la razón. Tus planes con la familia acabarán con ella y lo asumes. Solo espero que no te arrepientas —afirmó.

Me quedé en silencio, siendo incapaz de responder.

—Acabé la relación con él —susurró luego—. No le digas a nuestra madre, no hoy.

Asentí y continué abrazándola.

No, no quería que se casara con un hombre al cual no amaba, realmente esperaba que no cometiera el mismo error que yo.

Escuchamos los pasos de nuestra madre, por lo que nos separamos. Nos llevó a la mesa, donde aguardaba un banquete. Demian se quedó pendiente de las caras estatuas de la casa, lo que llamó la atención de ella.

—Cariño, ahí no, puedes romperlas y son muy exclusivas —dijo, elevando la voz de tal forma que Demian se alejó.

—Madre, no necesitas hacer eso —expresé.

—Lo hice contigo y funcionó. Mira quién eres ahora.

No respondí a ello, de pronto, las palabras de Alice resonaron en mi cabeza.

—Bueno, Rosalie hoy no podrá acompañarnos porque debe remediar un par de cosas en la empresa. —La miró, esperando a que ella se levantara de la mesa sin comer.

Fruncí el ceño mientras la veía hacerlo, cabeza gacha, sumisa y capaz de hacer cada decisión de nuestra madre. Iba a protestar, pero recibí el llamado de Irina, por lo cual me disculpé y fui hasta el pasillo para contestar.

—Estoy en una reunión familiar —espeté.

—Pues tengo una idea. Sé la manera de llegar a la zorra de Isabella —respondió de forma rápida—. Te prometí destruirla y yo cumplo.

Entonces, me quedé a escucharla, sintiendo un resquemor extraño en mi cabeza.

Isabella POV

Suspiré y dejé los portafolios a un lado, así como los correos electrónicos de las diferentes centrales en el país. Para todo debía una réplica, y por alguna razón, mi cabeza no respondía.

Pensar en mi última amenaza a Edward me llevaba a un sinfín de emociones, desde la necesidad por una respuesta hasta lo que habíamos hecho luego de ello. Dejé de respirar un segundo ante el peligro de cada suceso que ocurría entre nosotros.

Abrí la caja fuerte en el fondo de los cajones de mi escritorio y vi la nueva información delicada que mi investigador había logrado recabar respecto a los malos pasos de Esme para conseguir la llegada de Edward a la política, cuando este apenas tenía veinticuatro años. Si cada una de estas imágenes, correos y conversaciones llegaba a la prensa, Edward estaría comenzando el declive de su propia imagen intachable frente a la prensa y al país. Esto iba a dañarlo, iba a hacerlo de verdad… ¿Por qué era una instancia que no quería tocar? Él también estaba dispuesto a hacerlo, pero mi mente se bloqueaba cuando imaginaba lo mucho que esto podía afectarle.

—Es lo único que tengo para comenzar a llegar a ti, Dahlia —susurré, apretando los ojos.

Tocaron a mi puerta y de inmediato vi a Jasper, sosteniendo un café para mí y para él.

Sonreí.

—Te acordaste —dije, enseñándole la silla.

—Con canela.

—Fantástico.

Nos bebimos el café juntos, disfrutando un momento de nuestra amistad.

—Hey, quería preguntarte algo.

Me alejé el café de los labios, levantando las cejas ante su expresión tímida.

—Claro.

Se aclaró la garganta.

—Ella… Esa chica… La del otro día, es una Cullen, ¿no?

Fruncí el ceño.

—Se llama Alice.

—Ya. No parece una Cullen.

—Es lo que creo, pero lo es. Supongo que todas las familias tienen una oveja negra, yo fui una, ¿lo recuerdas?

Se veía muy interesado por saber de ella, pero de pronto, tenía las mejillas algo enrojecidas por mostrarse así. Iba a preguntarle qué ocurría, pero escuché un fuerte ruido viniendo de la entrada. Era la voz de Rosalie Cullen, regañando a alguien, haciendo un fuerte escándalo. Salí de mi oficina y la vi con el teléfono, aferrada a él mientras pedía explicaciones.

—¡Necesito una solución ahora! —exclamó, temblando—. ¡Debes arreglar esto o juro que voy a despedirte!

Cuando cortó y me vio, se calló y se marchó hacia una de las oficinas, comenzando a sollozar de manera desesperada. Me sentí tan angustiada al verla, que fui tras ella para saber qué ocurría. Entré rápidamente y me acerqué, guiada por el llanto. Estaba en uno de los baños, justo en la oficina de Edward. Abrí la puerta por una rendija, temerosa de ser demasiado entrometida, recordando que además era Rosalie y me odiaba. Ella estaba sentada en el retrete, sosteniendo su bolso con los ojos fijos en el fondo de la habitación. Había dejado de llorar de forma inesperada y tan pronto como algo parecía pasar por su cabeza, sacó una navaja de entre sus cosas.

Tragué.

La contempló por unos segundos y el llanto volvió, mientras la apretaba, nuevamente temblorosa. En el instante en el que sus ojos brillaron, como si una idea recóndita pasara por su cabeza, la vi acercarse el filo a sus brazos, dispuesta a cortarse desde el inicio de la muñeca hasta el codo.

Quería terminar con su vida.


Buenas tardes, les traigo un nuevo capítulo de esta historia. Qué cosas han pasado con estos dos, cada vez más intensos y duros consigo mismos, pero ¿cuándo comenzarán a darse cosas... diferentes? Les puedo jurar que un pequeño pondrá las cosas patas arriba para estas dos personas, porque bien dicen que la inocencia hace que todo lo negativo quede destruido. Edward intenta componerse de odio, pero cada vez es más difícil, al igual que para Bella. ¿Se imaginan lo que se viene ahora? Rose tomará más razón aquí... Y Emmett pronto aparecerá. ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas

Agradezco los comentarios de Seguidoradechile, CelyJoe, cazadragones, pam Malfoy Black, coni, cavendano13, MariaL8, teresita mooz, kriss21, isis Janet, Brenda Naser, salve el atun, JMMA, AnabellaCS, yoliki, iliana11, liz vidal, Freedom2604, krisr0405, fernyyuki, bell cullen hall, ale173, jupy, llucena828, patymdn, makarena L, dana masen cullen, rose hernandez, anita4261, esme575 , vero morales, calia19, Danitluna, kamile pattz cullen, lolitanabo, Valevalverde57, ruth lezcano, rero96, santa, pancardo, belli swan dwyer, Pameva, renovadas, vaninailiana, yiruma san, Stella mino, diana0426a, alyssag19, Twilightter, maribel hernandez cullen, olga javie hdez, jakare orta tilip, ccar, elli masen, beakis, majo, kathlen ayala, claribel cabrera 585, noritha, miop, ady denise, gibel, paliia love, valentina delafuente, almacullenmasen, mapi nati98, dominic muoz leiva, Robaddict18, bellscullen8, lunadragneel15, Gabs frape, veronica, gladys Nilda, elmi, ana Karina, diana, ariyasy, nally, valentina paez, barbya95, natuchis2011b, anghye taisho, milacaceres11039, Elizabeth lore562, conilizzy, liliana macias, mime herondale, KRISS95, joabruno, Elizabeth marie cullen, viridianaconticruz, sollpz 1305, ceci machin, NarMaVeg, rosy canul 10, liduvina, bbluelilas, adriu, anabellas , bitah, johanna22, smedina, nitah cross, toyprincess, saraipineda44, LuAnKa, catableu, lorevab, jocelyn, naaraselene92, tataxoxo, damaris Bustamante, sool21, adrianacarrera, pielknela, viridiana hernandez 1656, jackie rys, jeli, melany, manitoizquierdaxd, ari Kimi, noeLiia, jrobles garavito 96, dan lp, luisita, Andre22twi, somas, esal, valem00, LauryME, aidee bells, sullyYM, flor santana, iza, carlita16, morenita88, andreaSL, gabySS501, jenni98isa, gan, roscada, gina101528, markeniris, Mar91, srita cullen Brandon, tabys, diana fer, marce, mayraargo25, JIJIC, elizabethpm, alejandra va, luana, camilita cullen, only rob patti, ivette marmolejo, krisr0405 y Guest, espero volver a leerlas nuevamente, cada gracias que ustedes me dan es invaluable para mí, no tienen idea del impacto que tienen sus palabras y el entusiasmo que muestran en cada capítulo, de verdad gracias

Recuerden que quienes dejen su review recibirá un adelanto exclusivo del próximo capítulo vía mensaje privado, y si no tienen cuenta, solo deben dejar su correo, palabra por palabra separada, de lo contrario no se verá

Pueden unirse a mi grupo de facebook que se llama "Baisers Ardents - Escritora", en donde encontrarán a los personajes, sus atuendos, lugares, encuestas, entre otros, solo deben responder las preguntas y podrán ingresar

Cariños para todas

Baisers!