Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES 18.
Capítulo 17:
El guardaespaldas
¿Mi nuevo jefe de seguridad?
Él volvió a sonreír, de seguro por mi incredulidad.
—Es un honor para mí ser parte de esto —añadió.
Todavía estaba en silencio, sin saber qué responder. Nunca imaginé que iba a tener a una persona que cuidara de mí, velando por mi seguridad.
Emmett seguía mirándome, suficiente y satisfecho de lo que era capaz de hacer, lo veía en su mirada.
—Siéntese, señorita, por favor —pidió Serafín, enseñándome la silla.
Cuando lo hice, los dos lo hicieron también, manteniéndose a la espera de que fuera a decir algo.
—Es un agrado conocerlo —musité, analizando sus expresiones.
—El agrado es mío, señorita. Ser parte de la seguridad de una mujer tan importante como usted es algo que todo profesional como yo ansía.
Emmett sostenía una mirada demasiado cálida para ser una persona que protegía a los demás. Si bien tenía un aspecto duro que gritaba "no te metas conmigo", sus ojos oscuros no decían lo mismo.
—El señor Emmett McCarty fue el guardaespaldas de distintas celebridades, señorita —contó Serafín, manteniéndose con la espalda recta y la mirada seria—. Pero también del vicepresidente del país el pasado periodo, sin contar a varios gobernadores y diputados del distrito.
Lo contemplé.
—Eres demasiado joven para tamaña experiencia —susurré.
Él sonrió. Dos hoyuelos aparecieron en sus mejillas. Me resultó muy simpático.
—Nunca había recibido tamaño cumplido. —Se acercó un poco más a mí—. La verdad, ya tengo treinta años y usted está apenas conociendo la vida, digamos que ya tengo una vasta experiencia. Sé del bien y del mal, y he visto más de lo que cree.
Mi sonrisa también apareció.
—No tengo dudas respecto a tu historial —afirmé.
Serafín hizo un gesto de aprobación, uno que solo yo pude percibir. Él difícilmente se equivocaba con las personas.
—El señor McCarty liderará su seguridad —dijo, poniendo sus manos sobre la mesa—. Hay dos hombres más que estarán acompañándola, pero no los verá a menos que el jefe del equipo necesite revelarlos. Él, en cambio, estará con usted como el hombre directo, salvaguardándola de todos quienes intenten dañarla.
Eso significaba que tendría tres hombres protegiéndome y solo uno estaría dispuesto a dar la cara para los demás, siendo el blanco principal. Eso era… terrible, pero confiaba en Serafín… y en ese hombre que me contemplaba, con sus ojos entrecerrados y una sonrisa suficiente, sabiendo que era uno de los mejores en su rubro.
—Eso es… fantástico —afirmé—. Quiero sentirme más segura.
—Conmigo lo estará, señorita —respondió Emmett, sin siquiera dudarlo—. Daré mi vida por usted si es necesario.
Miré mis manos, preguntándome cómo debía sentirme respecto a que un hombre diera la vida por mí. En mi mente, solo el amor era capaz de eso, pero sabía que, de alguna manera, nunca encontraría a alguien que tuviera siquiera una cuota de amor por mí, no como el que soñaba cuando era apenas una adolescente.
—Debe volver a su trabajo, mi señorita —señaló Serafín—. Hemos quitado suficiente de su tiempo.
Los dos hombres se levantaron antes de que yo pudiera hacerlo y Emmett fue quien me ofreció su mano, dispuesto a llevarme con él.
Pestañeé.
—Ahora seré su sombra —me susurró.
Sonreí.
Serafín se acercó también y me pidió un momento para hablar a solas.
—Además de ser un excelente guardaespaldas, él es un buen hombre —aseguró—. Sentía que era importante que estuviera cerca de un hombre con el que se sintiera segura. ¿Estoy en lo correcto?
—Sí. Lo estás. Gracias por todo, Serafín.
—Haría lo que fuera por usted. Así podré respirar tranquilo sabiendo que está con alguien de confianza, siendo capaz de protegerla como corresponde. Ahora, debo irme, con más sosiego de lo que imagina.
Nos abrazamos y nos dimos un adiós, sabiendo que luego nos veríamos en el departamento. Cuando llegó el momento de enfrentar a mi nuevo guardaespaldas, lo vi de brazos cruzados mientras sonreía, mirándome de una forma… distinta.
—Es normal sentir desconfianza de una persona que estará tan cerca de usted —susurró—, pero puedo asegurarle que no quiero hacerle daño.
Suspiré.
—Debo parecer muy asustada, ¿no?
—Si le soy sincero, así es.
Me instó a caminar y salimos del restaurante, donde ya me esperaba el chofer. Antes de que diera un paso adelante, él se mantuvo mirando alrededor del perímetro, como si fuera un cazador dispuesto a disparar. Para cuando finalmente todo estuvo en orden, me permitió seguir avanzando hasta el coche, abriéndome la puerta en el minuto.
—Es realmente un privilegio trabajar para usted, señorita Swan —dijo, muy cerca de mí.
Tragué y sonreí.
—Espero lo siga siendo para cuando conozca más mi mundo.
Rio.
—Eso espero.
Cerró la puerta, pero aprovechó de apoyarse en la ventana abierta, asomándose hacia adentro.
—Todo el lugar está protegido para usted, señorita. La rotonda en la que esté se encontrará segura y nadie volverá a hacerle daño —afirmó.
A medida que decía aquellas palabras, recordaba perfectamente lo que Edward me dijo en aquel momento… Él me prometió que nadie me haría daño. Lo que sentía cuando recordaba su voz en ese momento, no se asemejaba en nada a lo que Emmett podía hacerme sentir al respecto. Lo de este último era su trabajo, algo que me prometería bajo un buen sueldo, algo que… sin duda debía hacer. Edward, en cambio… Dios, las palabras del senador hacían que mi estómago se estremeciera de una forma tan difícil de controlar. ¿Por qué lo había dicho? ¿No dimensionaba la importancia de sus palabras?
Bufé ofuscada una vez que Emmett se marchó hacia su coche, uno negro como la noche a un par de metros de distancia. Edward me desestabilizaba. Ya no quería que tuviera esos efectos en mí.
De camino a la empresa, mi mente seguía revuelta en él, como si estuviera pateando desde dentro con tal de que mi cabeza se centrara en su existencia. ¿Qué sentido tenía ahondar en sus acciones en medio de aquel episodio tan difícil? Después de eso, Edward afirmó que simplemente había sido… cortés, solo eso, nada más, entonces, ¿por qué seguía dándole vueltas a su abrazo?
Entré a la planta y caminé directamente hacia mi oficina, sin querer mirar a nadie más. De pronto, estaba de mal humor. Sin embargo, en medio de mi carrera, sentí la voz de Edward detrás de su puerta. Frené tan rápido que por poco choco con ella.
—No te atrevas a seguir con el asunto, Tanya Denali —dijo de forma seria.
Se me revolvió el estómago ante tamaña severidad.
—Edward… ¿Por qué ella…?
—¡Que no ahondes, carajo! —bramó, haciéndome temblar—. Creí que ibas a estar afuera de mi oficina en cuanto volviera de mi reunión. ¿Qué pretendes?
—¡Que me digas por qué no quieres que me acerque a Isabella! —insistió Tanya, esta vez más ruda, como si dejara las cadenas que Edward había impuesto en ella.
Hubo silencio, uno duro, uno… difícil. No supe de qué manera sostenerme en pie luego de escuchar mi nombre.
—Ya sabes que no tengo por qué darte explicaciones. Trabajas para mí, ten eso claro.
El jadeo detrás de la garganta de la mujer se oía hasta mi lugar.
—Entonces no te importa que busque la manera de hacerle daño, tal como me lo pediste, ¿no, Edward?
Tragué, sintiendo un nudo en mi garganta.
¿Tal como le había pedido?
—Querías que buscara la manera de destruirla, ¿no es así? Pues estoy a su merced, señor Cullen, mi familia está dispuesta a sacarla del camino, por el bien del legado Cullen, su élite y lo que significa cada sacrificio que ha hecho para que su apellido sea el que es hoy en día. Le prometí que nadie iba a robar lo que era suyo, señor, y estoy dispuesta a hacer lo que sea para sacar a la ladrona de su vida. Todo por su familia, ya lo sabe, pero por usted… doy hasta mi vida —susurró, como si estuviera acercándose a su cuerpo y su rostro—. Isabella Swan se arrepentirá de haber llegado a entrometerse. Usted ordena, usted es poder… Yo haré lo que sea para que eso siga siendo así.
No pude seguir escuchando, las náuseas me impedían continuar. Caminé hacia atrás, impedida, asqueada… queriendo huir de tamaña locura.
Él… Él era el causante de todo y no había alguna duda.
Llegué hasta mi despacho y me apoyé del escritorio, intentando respirar de forma adecuada.
No, no era la primera vez que asumía que Edward me odiaba, no era la primera vez que me enfrentaba a la idea de que quería dañarme, pero ¿por qué comenzaba a doler? Me llevé una mano al pecho y cerré mis ojos con fuerza, contrariada con la dureza que sentía dentro de mi garganta. ¿De verdad creí que él y su abrazo eran… reales? ¿De verdad pensé, por un momento, que no iba a hacerme este nivel de daño? ¿Qué clase de tonta era?
Apreté la mordida y cerré mis ojos, sin saber de qué manera eludirlo, de qué manera… alejarme del hombre que más quería dañarme en el mundo. ¿E incluso así caí en sus redes, acostándome con él? Edward ni siquiera me veía como una mujer, no como yo merecía ser vista. Vaya que era crédula, pensando que todos tenemos maneras de… no ser completa oscuridad.
Edward había enviado a esos hombres a dañarme o… a matarme. Edward usó el momento a su favor para hacerme creer que era capaz de protegerme. Edward… Edward era un bastardo que no iba a descansar hasta sacarme de su camino. Llevarme a la cama era la manera más sucia para manipularme, porque, sin duda, sus efectos en mí eran más de lo que yo podía asumir.
—No puedes volver a él, no puedes —afirmé, aguantándome un llanto que extrañamente quería salir.
Tocaron a mi puerta y yo rápidamente respiré hondo para no demostrar mis sentimientos.
—¿Hola? ¿Molesto? —inquirió Alice, abriendo la puerta con lentitud.
Cambié mi expresión otra vez, queriendo actuar con naturalidad.
—Creo que sí —afirmó, haciendo una expresión de incomodidad.
—No, claro que no —susurré.
—¿Te ha sucedido algo? —volvió a preguntar—. Oh, no, qué va, seguramente no quieres ahondar en eso.
Me miré las manos, sintiendo la presión intensa de no poder sincerarme.
—Solo estoy cansada —mentí.
Alice iba a decir algo más, pero la voz de Demian hizo que centráramos la atención en él. Saber que estaba aquí hacía que mi corazón brincara de forma enloquecida dentro de mi pecho. Al encontrarnos y mirarnos a los ojos, sentí que necesitaba irremediablemente un abrazo suyo, como si ese pequeño de apenas tres años al que recién conocía, fuera un sostén para mi ya dañado corazón.
—Demian —susurré, agachándome para esperarlo, sin querer, con mis brazos abiertos.
Él sonrió y corrió para saludarme, moviéndose con esa dulzura que le hacía brincar de alegría. Al sentir su olor, cerré mis ojos y respiré hondo, mezclándome con tan adorable pequeño.
— Miga —afirmó.
—Así que Bella es tu amiga —respondió Alice con alegría.
—Y él es el mío —aseguré, dándole un suave pellizco en la nariz.
— Mida. —Llamó mi atención, mostrándome su peluche de oso; llevaba el mismo traje que él.
Se veía tan feliz.
—Oh, pero qué hermoso.
—Pa… Papi regalo —contó.
Al recordar a Edward, dejé caer los hombros. Todo había venido de golpe nuevamente.
Me costaba dimensionar lo que había oído viniendo de esa conversación y lo peor era que dolía. Quería arrancarme el corazón del pecho y aplastarlo con una piedra para no sentir, para… quitarme cualquier significancia que Edward podría tener para mí. ¡No tenía sentido! ¡No! ¡No lo tenía! Esa creencia de nosotras las mujeres de que todos podían… tener algún grado de sentimiento, uno que… nos permitiera ver la bondad en ellos. Edward no estaba dentro de ese plano, había querido hacerme daño, había querido que… dejara de existir. Era peligro, era alguien que no me quería viviendo a su alrededor, un hombre que buscó la manera de llevarme a la cama y…
Boté el aire.
—Cariño, mientras esperamos a tu papi, ¿qué tal si te pones a jugar con el violín? —inquirió Alice, mirándome preocupada.
El pequeño Demian asintió con obediencia y fue con su violín hacia una de las sillas, arrinconado con entusiasmo en su mundo.
—Bella, sé que debes desconfiar de mí por ser una Cullen, lo que entiendo, claro, mi familia te ha hecho mucho daño desde que llegaste a nuestras vidas, pero… quiero asegurarme de que estás bien —añadió, sentándose frente a mi escritorio y palpándome la silla libre—. Te ves tan triste y abatida… No quiero creer que fue por…
—¿Por qué? —interrumpí, elevando mi mirada.
—Los medios lo han contado esta mañana. Intentaron atacarte. ¿Es eso cierto? —me preguntó con los ojos brillantes.
Tragué el nudo en mi garganta.
—Yo…
Se llevó una mano al pecho y luego a los labios.
—Es cierto, ¿no es así? Dios mío, no puedo creerlo.
Vi genuina preocupación en su rostro, pero incluso así, no era siquiera la mínima parte de la preocupación que su hermano me mostró el día del ataque. ¿Cómo podía fingirlo tan bien? ¿Alice era tan buena actriz como él?
—Sé que probablemente pensarás que soy parte de esto —susurró con la voz quebrada—, pero te puedo jurar que no es así.
Se sentó a mi lado y tomó mi mano, manteniendo los ojos llorosos.
—No quiero hacerte daño, Bella, eres la única persona que me hace recordar los momentos felices de papá —gimió.
Cerré los ojos unos segundos.
—Te puedo jurar que no quiero hacerlo y que quiero ser tu amiga —afirmó con convicción—. Pero entenderé si no quieres estar cerca de mí, es un estigma, pero sé que es válido.
La miré a la cara y vi su genuina necesidad por acompañarme. Parecía tan sincera, tan real…
—Alice —susurré—. ¿Por qué quisieron hacerme daño? Yo solo…
—Este mundo es una mierda, Bella, yo solo quisiera no estar aquí, no ser una Cullen… —Suspiró con la mirada todavía llorosa—. He querido huir tantas veces, salir de las cadenas que mi apellido significa. Ni siquiera sé cómo mi hermano pudo ser senador… —Apretó los labios—. Sé que no quieres saber de él.
Tragué.
—Lo dices como si él nunca hubiera querido…
—Mi madre —gimió—. Ella… Papá siempre quiso que se dedicara a… —Negó—. Lo siento, hablar de mi hermano contigo debe ser incómodo, sé que ha sido el peor contigo y que de seguro lo odias.
Se soltó el cárdigan que llevaba, mostrando parte de sus brazos desnudos. En cuanto vi una marca de tres dedos en su piel, fui yo quien se preocupó de ella.
—Alice —chillé, queriendo asegurarme de que lo que estaba viendo era real.
Se tapó rápidamente, mientras buscaba a Demian, asegurándose de que él no estaba escuchando.
—¿Qué ocurre? ¿Quién te hizo eso? —inquirí, teniendo mil conjeturas en mi cabeza.
Apretó los labios.
—Mi hermano no puede saberlo o va a volverse loco —me dijo con la voz contenida.
No supe qué decir.
—Si él se entera va a matarlo, Bella, lo destruiría.
—Alice, ¿qué ocurre? —Me estaba asustando.
—Lo hizo mi exnovio cuando lo dejé.
—Alice, por Dios.
—Solo mi madre lo sabe.
—¿Te ha apoyado?
No supo qué responder, pero para mí no fue necesario que lo hiciera.
—Tu hermano no sabe lo que ha ocurrido.
Negó.
—Si eso llegara a pasar, lo destruye en pedazos, Bella. Mi hermano no permitiría que alguien me hiciera daño, él… siempre ha querido protegerme.
Recordé a ese Edward protector, el que en un segundo me pareció más atractivo que nunca.
—¿Y realmente quieres protegerlo, Alice?
—No quiero protegerlo a él, Bella, quiero evitar que la familia Denali haga algo en contra de mi familia.
Fruncí el ceño.
—Él es…
—Sí. Es el hermano menor de los hijos Denali.
Dios mío. Esas personas estaban enredadas en esta mierda. Escuchar de su existencia me desesperaba. Era insufrible. Todos eran un asqueroso y ruin intento de seres humanos, capaces de cualquier cosa con tal de tener el poder que significaba ser un Cullen.
—Si mi hermano sabe lo que ocurrió, te aseguro que no quedaría nada de él. Sé que siempre quiere protegerme, pero esta vez quiero hacerlo yo —insistió Alice.
—¿Por qué lo dices?
Me miró de forma desesperada.
—Porque mi madre se volvería loca si Edward es capaz de hacer algo en contra de los negocios que tenemos al llevar lazos con los Denali.
Tragué mientras volvía a fruncir el ceño, esta vez de una forma más marcada y… preocupada.
—¿Qué le haría a tu hermano? —me atreví a preguntar.
Ella iba a responderme, pero llamaron a mi puerta.
—Señorita Swan —dijo Jasper, asomándose desde el otro lado.
Alice se levantó de manera rápida y se cerró con más prisa el cárdigan, preocupada de que él la hubiera visto.
—Oh, señorita Cullen. —Se contemplaron y ella sostuvo un sonrojo muy llamativo. No había percibido que se veía tan apagada hasta que brilló al mirarlo—. No sabía que se encontraba precisamente aquí.
—Sí, sí —respondió, divagando.
—El señor Cullen la busca —añadió.
—¡Papi! —exclamó Demian, levantándose de su silla.
Alice iba a avanzar, pero Jasper bloqueaba su paso. Se seguían mirando; podía apostar a que él se había dado cuenta de la tristeza que embargaba el rostro de ella. Por un segundo, me sentí fuera de lugar.
—Estás aquí —exclamó Edward, buscando a su hermana y a su hijo.
Al encontrarse conmigo, su mirada se volvió mucho más intensa. Pero yo recordé lo que había escuchado y quise huir de él, temerosa de la idea de que quisiera seguir haciéndome el daño que no pudo en aquella ocasión. Miré hacia otra dirección, tornándome todo lo dura que debía y necesitaba ser.
Edward era mi enemigo.
—Señorita Swan —susurró a modo de saludo.
No respondí.
—Papi, quiedo…
Demian daba brincos para estar sobre sus brazos y él sonrió, aun cuando aquel gesto no llegó a sus ojos. Parecía que algo ocupaba su concentración de tal manera que ya no funcionaba su cara de póker. Me pregunté qué sucedía y si era la conversación con esa mujer la que lo tenía así.
—Estaba buscándote —señaló Alice, saliendo de su trance—, tal como habíamos acordado. Estabas en una reunión privada, por eso no quise molestar.
Edward carraspeó y bajó la mirada. Era la primera vez que lo veía así.
Jasper notó nuestra tensión y fue inevitable para él, quizá, acercarse a mí.
—¿Necesitas algo? ¿Quizá hablar? —inquirió, comenzando a preocuparse de verdad.
No supe qué responder, especialmente porque Edward veía cómo Jasper tomaba mi mano y me acercaba a él. En sus ojos relucían las llamas, unas que me comían el interior, como si quisiera cogerme desde las nalgas para comerme la humanidad a lamidas y besos. En cuanto internalicé el rumbo de mis pensamientos intrusivos, simplemente miré hacia Jasper, buscando la manera de alejarme de él.
No más.
« Por Dios, Isabella, ¡ese hombre llevó el peligro a ti! ¡Ese hombre quiso deshacerse de tu vida!».
Todavía costaba pensarlo, siquiera asumir una parte de ello. No creí que la manipulación de Edward podía ser tal para que yo, inconscientemente, fuera capaz de pensar que él no iba a hacerme daño, no cuando me dijo lo que le provocaba en su momento. Me odiaba, ¿por qué esto me tomaba tan… sorprendida? ¿Era porque creí que… se había preocupado por mí?
Alice también miraba mi cercanía con Jasper y luego dirigió su atención hacia otra dirección, tragando en el instante. Tampoco pude interpretarlo.
—Señor Cullen, la señorita Tanya Denali quiere despedirse de usted —le avisó su asistente.
La mandíbula de Edward se mantuvo tensa.
—Creí haber dicho que ella debía irse —respondió Edward, gélido y distante.
—Sí, señor, pero…
—Señor Cullen —destacó la mujer, llamando la atención de todos. En cuanto me vio, sus ojos se volvieron más oscuros—. Oh, qué sorpresa, veo que interrumpo.
No respondí, por más que quise, no pude. La conversación que había escuchado seguía rondando mi cabeza, parecía un parásito comiéndose mi autocontrol, seguridad y sosiego.
—¿Necesita algo, señorita? —inquirí, entrecerrando mis ojos.
Ella sonrió de forma pedante.
—Solo despedirme. Fue una buena charla, señor Cullen. Espero verlo pronto.
Edward contuvo el aliento, de pronto tan furioso que lo vi al borde del estallido. Él no se despidió, tampoco Alice y yo ni hablar, Jasper lo hizo únicamente por cortesía, sin entender realmente lo que estaba sucediendo.
—Necesito un momento a solas —señalé con frialdad, especialmente dirigida hacia Edward.
Él asintió y apretó la mandíbula, sosteniendo a su hijo, que quería despedirse de mí.
Con el dolor de mi corazón lo hice, pero no de la forma que quería, pero sí que debía. Demian era el hijo del hombre que más quería dañarme y eso era un nexo que podía destruirme. Él no tenía la culpa de lo sucedido, pero… debía alejarme de todo. Por eso, solo pude despedirme con un gesto de manos y sonreír, a pesar de que moría por darle un abrazo y sentirlo, porque, además, ese pequeño me tranquilizaba de una manera difícil de explicar.
Ambos hermanos se mantuvieron mirando el acercamiento que hubo entre Jasper y yo, pero no quise darle importancia, especialmente por Edward. Una vez que estuvimos a solas, mi amigo tiró de mi barbilla, buscando la manera de saber de mí.
—¿Qué pasa, Calabacita? —inquirió.
Conocía perfectamente a Jasper, lo suficiente como para saber que él comprendía por qué podía estar de esta manera.
—Viste el periódico y los noticieros —susurré.
—Bella, entonces ¿es cierto?
Me tapé el rostro y comencé a llorar. Se sentía como una bomba dolorosa que escapaba al primer intento de huida. Jasper enseguida me abrazó, esta vez con más ímpetu que nunca.
—Lo vi esta mañana. No quise ahondar, aunque moría de ganas. ¿Estás bien? —Parecía muy preocupado—. ¿Te alcanzaron a hacer daño?
Negué.
—No, no físico.
Suspiró y se quedó en silencio; sabía que en estos momentos no era necesario que me dijera algo al respecto.
—No vas a ir por ahí sola nunca más, voy a cuidarte…
—No, Jasper, tú más que nadie necesita estar lejos del escrutinio público —señalé.
—Bella…
—Estoy hablando en serio. Tienes una hija pequeña que te necesita, aléjate de esta mierda.
Jasper no iba a entenderlo. Provenía del lugar del que yo también lo hacía, uno normal, común, donde nuestros problemas eran duros, pero nuestra vida se mantenía en una constante sin variaciones, donde… pasábamos desapercibidos. Para él, un chico normal, enfrentar a cualquier idiota que molesta y acosa jamás iba a compararse al nivel de peligro al que iba a verme afrontada, y eso no lo había asumido hasta que me había ocurrido, sabiendo que ya no era la chica normal que tanto deseaba seguir siendo.
—Estoy inmersa hasta el cuello en esto. Es mi nueva vida.
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
—¿Y quién carajos va a protegerte? —insistió—. Sé que intentas pretender que todo es difícil para mí, pero quiero hacerlo, eres mi mejor amiga…
—La única manera que tienes para ayudarme es quedarte aquí, a mi lado.
Suspiró y continuó abrazándome.
—Dime que alguien está protegiéndote.
—Tengo nuevo equipo de seguridad.
Levantó las cejas.
—Vaya, eso es estupendo. —Su alegría genuina, pero también tranquilidad, me inundó de paz—. Gracias al cielo.
—Solo te necesito conmigo, Jasper, eres quien me conecta a quien soy.
—Claro que sí. Contigo siempre.
A pesar del silencio que podía ser cómodo, veía en Jasper una necesidad imperante por saber algo que pasaba por su cabeza.
—¿Qué ocurre? —inquirí.
Hizo un mohín, como si le costara dar con sus ideas.
—¿Qué sucede con el senador Cullen, Bells?
Tragué.
—¿A qué te refieres?
Mi corazón brincaba dentro de mi pecho.
—No lo sé… —Apretó los labios—. No me hagas caso, ¿bueno?
Pude insistir en averiguar qué cruzaba su mente, pero no quise hacerlo, porque temía que dijera que sospechaba… algo respecto a nosotros.
Finalmente, tuvo que devolverse a su trabajo y yo al mío, aunque a decir verdad, concentrarme no era fácil. A medida que iba repasando los acontecimientos asociados al ataque, todo se convertía en Edward Cullen.
Cerca de las cuatro de la tarde, recibí una llamada directa a mi oficina que me impidió respirar por unos segundos.
—Irina Denali —susurré.
Se oyó un suspiro.
—Hola, Isabella Swan.
No supe qué decir y aunque moría por reírme de esto que estaba sucediendo, no lo hice.
¿Qué planeaba esta mujer?
—Te preguntarás porqué llamo —insistió.
—La verdad, sí. De todas las llamadas que podría recibir, ninguna tendría tu nombre.
La escuché reír detrás del aparato.
—Lo sé, tienes razones suficientes para ello. Pero… me gustaría que nos viéramos.
Fruncí el ceño.
—Vernos… ¿De verdad?
—Te han atacado, eso también lo sé, es de lo que más hablan en los medios, pero puedo asegurarte de que yo no quiero hacerte daño.
Sonreí de incredulidad.
¿Esperaba que le creyera?
—Tengo cosas que pueden ayudarte.
Entrecerré mis ojos.
¿Qué planeaban los Denali? ¿Qué esperaban hacer? ¿Qué órdenes le había dado Edward?
—Podemos ir a un lugar público, uno en el que te sientas segura.
A pesar de que estaba aterrada de exponerme, sabía que ir con Irina podía ayudarme a enredarlas todavía más y sacar información útil… para quitarlas de mi camino. De alguna forma, haber sido atacada debía ser un apremiante para quedarme en mi sitio y no luchar por temor, pero no podía hacerlo, ¡esa era la razón principal para haberme atacado! Mantenerme asustada e impedir que actuara.
—Está bien. Solo serán unos minutos.
—Perfecto. Te enviaré coordenadas.
.
Sí, era un lugar bastante más público de lo que pensé.
Irina estaba sentada en una de las mesas, sosteniendo una copa de alcohol.
Miré hacia atrás, donde Emmett esperaba desde el coche de seguridad. No habíamos tenido momento para hablar.
—Isabella, qué gusto —señaló, invitándome a sentarme.
Lo hice de forma pausada, recelosa y suave.
—Tienes todo el derecho a desconfiar de mí, lo sé. Yo también lo haría. Ese fue mi primer impedimento para intentar comunicarme contigo.
—¿Qué es lo que quieres Irina Denali? No me des explicaciones.
Asintió y juntó sus manos frente a la mesa.
—Quiero darte mi apoyo.
Me quedé un momento en silencio.
—¿Tu apoyo? —Reí por un segundo—. ¿Qué quieres decir?
—Quiero apoyarte, es tan simple como eso.
—¿Y planeas que te crea?
Jamás iba a hacerlo.
Suspiró, buscando la forma de ser convincente, pero yo no era tonta. Algo planeaba. La pregunta era ¿qué?
—Quizá nunca vas a creerme, pero luego de lo que vi que intentaron hacerte, lo único que planeo es ayudarte, especialmente porque ya no quiero estar a la sombra de los Cullen. Tengo mucha información que podría ayudarte, y si tu plan es atentar en contra del más poderoso de esa familia, entonces voy a darte todas las herramientas para que puedas ganar esta batalla.
Entrecerré mis ojos.
¿Atentar en contra del más poderoso? Quise reír. Ella jamás permitiría que le hiciera daño a Edward Cullen.
—Quieres que actúe en contra de Edward Cullen —susurré.
—Es la única manera de que consigas tu lugar como mereces. Sé que él está implicado en el ataque de ayer, no tengo ninguna duda.
Sentí furia. ¿Cómo se atrevía a actuar de esta manera? ¿Qué plan había detrás de todo esto? ¿Edward lo sabía? Oh, por favor, claro que lo sabía. Nada sucedía sin su autorización. Era… un demonio acechante.
—Y sé que buscará la manera de seguir haciéndote daño. Por favor, permíteme ayudarte y… de poder demostrarte que puedes confiar en mí.
Claro que no iba a permitir que me ayudara, pero… actuar como si fuera una tonta sí.
—Esme Cullen también está esperando que caigas, Isabella, y lo que más deseo es que esa mujer deje de tener poder… Es tu momento, quiero que tú lideres lo que te pertenece —finalizó.
Esme Cullen, ¿eh? Por supuesto, ella dirigía el peor de los cultos en mi contra.
—Me sorprendes —dije, fingiendo credulidad—. Nunca creí que estuvieras de mi parte.
—Siempre lo he estado, pero no me había atrevido a dar el primer paso.
Entrecerré mis ojos.
—¿Cómo vas a demostrarme que estás de mi lado?
—Dándote toda la información que requieras.
¿Confiar en Irina Denali? No, no era tan estúpida para hacerlo. ¿Permitir que creyera que iba a aceptar? Claro que sí.
—Perfecto. Espero tener novedades tuyas pronto.
Sonrió.
—Claro que así será. Gracias por confiar en mí, Isabella, prometo que te ayudaré a derrocar a los Cullen.
No le respondí. Simplemente me levanté de la silla y seguí mi camino, sonriendo de incredulidad. ¿De verdad pensaba que yo podía ser tan tonta? ¿Qué demonios planeaba hacer Edward Cullen enviándome a esta maldita estúpida a decirme cuánta cosa creaba su mente? Sentí odio, uno tan grande que no tardé un momento en marcarle a Jasper para que me agendara inmediatamente una reunión con el senador.
—Jugaste muy sucio. Ya no más, Edward Cullen, no más —afirmé, apretando los dientes.
Crucé la calzada y me metí al coche, que en cuanto avanzó, tuvo a tres más siguiendo mis rastros. Ese era mi equipo de seguridad.
Edward Cullen iba a pagar cada movimiento que estaba haciendo en mi contra, ya no iba a permitir que siguiera jugando conmigo.
.
Emmett McCarty salió del coche para abrirme la puerta.
—Gracias —musité.
—¿Se siente bien? —inquirió.
Negué.
—Puedo ayudarle.
—No, no es necesario.
Seguí mi camino, pero los pensamientos intrusivos de rabia y odio en contra de Edward me impedían estar tranquila. No dejaba de pensar en que, por un momento, le creí a ese hombre, aunque no tuviera razones… simplemente, le creí.
Sentí frío en mis brazos al extrañar los suyos cuando… me sostuvo en aquel momento. Me avergonzaba de mí misma al pensar en ello, al haber sido crédula respecto a él, al pensar que… había algo genuino en sus actos. Como si no supiera que era el rey de lo oscuro, de aquel submundo que manejaba al revés y al derecho.
—Permítame. —Emmett se interpuso en mi camino y me sonrió—. No creo que deba volver a la empresa si se siente así.
Fruncí el ceño por un segundo y luego asentí, porque tenía razón.
—Al menos, si no quiere que la vean débil —susurró—. Aunque, claro, sentirse agotada y triste no es ser débil, en el mundo de los poderosos no se lo puede permitir, ¿no es así?
Sonreí en medio de mi desazón.
—Lo sabe muy bien.
Chasqueó la lengua y me abrió la puerta de su coche de seguridad.
—Pasé mucho tiempo rodeado de estas personas, créame que sé distinguir entre la frialdad y de alguien que muere por sentir. La invito a despejarse, puedo ser un buen amigo y un guardaespaldas dispuesto a todo para que se sienta segura.
Suspiré.
—¿Siempre eres tan amistoso con las personas con las que trabajas? —inquirí, entrando al asiento trasero.
Se sentó y me miró por el espejo.
—No. La verdad es que es primera vez que lo soy, ya sabe, siendo yo mismo.
—¿Y eso por qué?
—Pues… Sé que usted es la jefa más diferente que he tenido en mi vida profesional.
Me reí.
—Y créame que esa sola sonrisa y carcajada son suficientes para notarlo.
Me quedé sonriendo de forma genuina al igual que él.
—¿Y a dónde quieres llevarme?
—Al lugar más cómodo de la ciudad, Central Park.
—¿De verdad?
—Hay tantas personas, que usted pasará desapercibida, no como mujer, claro está.
—¿Y eso por qué lo dices?
Negó y continuó sonriendo, para luego encender el coche y seguir hacia adelante. No demoramos mucho en llegar al parque, este estaba con varias personas disfrutando de él de distintas maneras, y tal como afirmó Emmett, nadie se giró a mirarme. Se sintió tan bien.
—Tenga —dijo, tendiéndome un frappuccino de Starbucks.
—Gracias —respondí, sorprendida y contenta.
Él le dio la vuelta a la banca y me palpó el lado.
—¿Gusta?
—Claro.
Me acomodé a su lado y disfruté del paisaje, de la normalidad, de… lo que tanto quería ante mis ojos. Nunca me gustaron las comodidades, lo fácil… lo que no era ordinario. A veces, necesitaba poder sentirme yo misma, gozando de lo que los simples mortales veíamos de la vida.
—Al parecer, no disfrutaba de las cosas simples hacía mucho tiempo —destacó, apoyando sus fuertes brazos en sus muslos.
Bajé la mirada.
—No, no lo disfrutaba hacía mucho —musité—. Me lleva a mi verdadera identidad, el ver lo simple, lo banal… Lo que otros contemplan como aburrido. Extraño poder ser desconocida.
Chocó su frappé con el mío y me contempló a los ojos.
—Pues conmigo puede sentirse normal. Yo también lo soy.
Sonreí.
—Vaya, tiene una sonrisa muy bonita.
Me sonrojé.
—¿Lo crees?
—Si me permite ser sincero, pues sí.
—Gracias por alegrarme un poco. Sentirme tan normal es… —Suspiré—. No tengo palabras para describirlo.
—Me alegra haber llegado a su vida entonces, señorita Swan.
Tragué, pensando en lo mucho que necesitaba esto. ¿Cuándo iba a volver a repetirse? Quería usar mis jeans, mis Keds y correr por el césped mientras disfrutaba de un helado, escuchando algo de música pop mientras pensaba en estudiar para un examen de la universidad. Todo eso parecía tan lejano. Era irónico que mi jefe de seguridad pudiera darme, aunque fuera una pizca, de ello.
—Estoy un poco melancólica. Todo es extraño desde que me atacaron.
Los ojos de Emmett, desde cerca, relucían de un fuerte pero oscuro color azul.
—Voy a protegerla, señorita Swan.
—Oh, Emmett —gemí, tragando el nudo en mi garganta.
Esa palabra… proteger. Nadie lo había hecho, no cuando me sentía tan débil, tan… sola. Cuando vivía con mi madre y el pastor, nadie lo hizo porque papá se había ido, cuando me embaracé nadie lo hizo tampoco, hasta que Carlisle y Elizabeth me apoyaron, cuando Carlisle murió nadie lo hizo… hasta que Serafín me cuidó… Cuando me atacaron solo Emmett era capaz de protegerme, e incluso así, nada se comparaba a los brazos de Edward Cullen. ¿Por qué? Simplemente ¿por qué?
Miré al suelo por un segundo y luego levanté mis ojos hacia el horizonte, sin darme cuenta, hasta ese momento, de que Edward estaba frente a nosotros, observándonos y escuchando quién sabe qué cosa, con sus ojos reluciendo de un dolor difícil de explicar y por el cual solo pude contener el aliento.
Buenos días, les traigo un nuevo capítulo de esta historia. Espero me hayan tenido paciencia, sé que he estado demorando, pero ya estoy con horarios más establecidos para ustedes, de hecho, estoy actualizando desde el trabajo, así que para no demorar, aquí tienen más de esta pareja. Emmett vendrá a revolucionar todo, ¿qué piensan que ocurrirá ahora con Edward y la imagen que tuvo en frente? ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlasAgradezco los comentarios de Kriss21, AnabellaCS, lolitanabo, Elizabethpm, Pancardo, ale173, dana masen cullen, Vanina iliana, saraipineda44, Liliana Macias, Pam Malfoy Black, Mime Herondale, ELLIana11, LOQUIBELL, BreezeCullenSwan, Annie, esme575, alyssag19, Rommyev, SeguidoradeChile, Diana, sollpz1305, Brenda naser, Toy Princes, Valeeecu, Freedom2604, caritofornasier, Jeli, EloRicardes, Yoliki, Eli mMsen, Mili, MakarenaL, NarMaVeg, calia19, DanitLuna, Veronica, rosycanul10, CCar, Fallen Dark Angel 07, Belli swan dwyer, Isis Janet, DiAnA FeR, ELIZABETH, cavendano13, Majo, Liz Vidal, Ady, Paliia Love, twilightter, CelyJoe, TheYos16, magic love ice 123, joabruno, Valevalverde57, Adriu, Rero96, JMMA, ConiLizzy, maribel hernandez cullen, dan-lp, Salve-el-atun, esme575, LadyRedScarlet, Tata XOXO, barbya95, catableu, Anita4261, Noriitha, Kamile Pattz-Cullen, diana0426a, krisr0405, PielKnela, Elmi, DannyVasquezP, valem00, natuchis2011b, BellsCullen8, Hanna, Olga Javier Hdez, MariaL8, Rose Hernandez, miriarvi23, Tereyasha Mooz, Brenda Cullenn, Ceci Machin, Santa, Vero Morales, chiquimore06, Maria Ds, Rocio, viridianahernandez1656, Maria Ds, Dominic Muoz Leiva, almacullenmasen, Sandoval Violeta, patymdn, valentinadelafuente, patymdn, Elizabeth Marie Cullen, Flor Santana, KRISS95, Ana Karina, Pameva, LizMaratzza, nadsart, bbluelilas, lovelyfaith, CazaDragones, Valentina Paez, kpherrerasandoval, Sther Evans, Ana, Ivette marmolejo, Bitah, Jade HSos, Jocelyn, Bobby Nat, Stella mino, Coni, Natimendoza98, rjnavajas, lunadragneel15, morenita88, Naara Selene, Gibel, Johanna22, Lore562, nydiac10, Melany, Alejandra Va, Mapi, llucena928, Ruth Lezcano, jupy, luisita, monik, SaraGVergara, NoeLiia, beakis, Mentafrescaa, Claribel Cabrera, Esal, Markeniris, LuAnKa, Damaris14, kathlenayala, liduvina, Andre22-twi, jackierys, AndreaSL, ariyasy, reva4, Adrianacarrera, miop, carlita16, gina101528, ari kimi, sool21, Ella Rose McCarty, gesykag, Smedina, Amaya cullen, Jimena, jroblesgaravito96, Aidee Bells, Michistgi, Gan, Mar91, Yese, Bell Cullen Hall, PRISGPE, GabySS501 y Guest, espero volver a leerlas nuevamente, cada gracias que ustedes me dejan es invaluable para mí, no tienen idea del impacto que tienen sus comentarios, su entusiasmo y el cariño, de verdad graciasRecuerden que quienes dejen su review recibirán un adelanto exclusivo del próximo capítulo vía mensaje privado, y si no tienen cuenta, solo deben dejar su correo, palabra por palabra separada, de lo contrario no se veráPueden unirse a mi grupo de facebook que se llama "Baisers Ardents - Escritora", en dónde encontrarán a los personajes, sus atuendos, lugares, encuestas, entre otros, solo deben responder las preguntas y podrán ingresarCariños para todas
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