Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.


Capítulo en edición

Recomiendo: Guilty – Paloma Faith

Capítulo 39:

El poder y su precio

"He sido una criminal, he cometido un error

(…) Pensé que la alternativa era clara como el cristal

Estoy ahogada en aguas turbias

Y estoy viviendo mis peores miedos

Rogándote de vuelta entre lágrimas

Tenías esa imagen de mí

Y ahora he destrozado tus sueños

(…) Sí, soy culpable

No te acerques a mí

(…) Cariño, soy culpable

Estoy convirtiendo el dulce amor en veneno

(…) Cariño, soy culpable como el infierno…"

"Sabía que era un gran error que un hombre como yo se enamorara"

-Jay Gatsby

Fue tan profundo mi silencio que recibí varios intentos de Serafín por saber si estaba ahí.

—Señorita Isabella —insistió.

—Estoy aquí —susurré.

—Es muy grave. Cuando él se entere…

Apreté mis ojos y dejé de escucharlo. No quería ni pensarlo. Me desgarraba.

—Es cosa de tiempo, Serafín, ¡qué carajos vamos a hacer! —gemí.

Solo escuché su suspiro y luego silencio. Claro, no había nada que pudiéramos hacer.

—Esa información la tenía en mi poder, ¿cómo es posible…?

—Tranquila, señorita, lo importante ahora es sostener la inmensa furia y dolor que sentirá el Sr. Cullen. Será terrible.

Sentí ganas de llorar, pero las sostuve y levanté la barbilla.

—Juro que nada de eso salió de mí.

—Estoy seguro de ello, señorita. Guarde la calma, intentaré saber quién carajos se ha entrometido en algo tan delicado. Sé que antes lo buscó para tener su poder y que usted nunca pudo haber actuado de esa manera, en especial cuando lo que más quería era tenerlo en control.

—Gracias… Serafín —respondí con un nudo en la garganta.

—Confíe en mí, en algún momento, no puedo asegurarle que será ahora, pero llegaré al meollo del asunto.

—Gracias. Iré pronto a casa, pero necesito despejarme, esto es… —Me puse la mano en la frente, temblando.

—Estaré ahí, como siempre.

Cuando corté y vi mi comida no pude sentir deseos de comer, se me había revuelto el estómago. En ese mismo momento giré la cabeza hacia la televisión que había y nadie prestaba atención, porque además el local estaba vacío. Y ahí estaba todo.

Es bastante impresionante la noticia del senador Cullen y su hijo. No tenemos más información respecto a ello, hemos intentado comunicarnos con alguien de su confianza o con él, pero sabemos que es imposible dado su hermetismo. No sabemos si la adopción de Demian Cullen fue hecha en el momento de su ex matrimonio. Al menos nos hemos logrado comunicar con la exesposa, quien dará una entrevista exclusiva…

Apreté los párpados mientras seguía escuchando.

Revisemos el reporte de nuestro maestro de las tendencias, Tom Davidson.

Tenemos la exclusiva de que fuentes cercanas afirman que el niño fue adoptado cuando era un bebé y que el senador usó su poder para acelerar los procesos legales. Podríamos estar hablando de un caso de corrupción bastante grande, lo que pondría en peligro su imagen política, que ha sido tan reservada —comunicó el inescrupuloso periodista del programa amarillista y de espectáculos.

Miré a Emmett y él asintió, como si comprendiera todo. Salí del lugar lo más tranquila posible y él me abrió la puerta del coche, manteniéndose en silencio, como siempre.

—¿Necesita que la lleve a algún lado? —inquirió en voz baja.

—Sí, por favor, llévame a casa.

Asintió, mirándome por el espejo retrovisor con preocupación.

Los demás siguieron el curso del auto y seguí manteniéndome en silencio, recordando lo sucedido anoche y hoy en la mañana, imaginándome la paz de Edward que ahora probablemente debía estar rota.

Me rompía el corazón.

Cuando llegamos había cientos de periodistas esperando a entrar al exclusivo lugar cerrado y oculto en el que se encontraba el departamento. Querían acercar el micrófono a como diera lugar, pero no miré hacia ningún lado, manteniendo la cabeza en alto y sin demostrar emoción alguna, algo que había tenido que aprender ante las vivencias tóxicas de este mundo.

«Todo sea por tu hija. Eso es lo único que importa».

Cuando logramos entrar, las puertas se cerraron en su totalidad y pude respirar.

—Todo estará bien, señorita Swan.

Asentí.

Ni siquiera me atreví a mirar mi teléfono.

Cerré los párpados una vez que entré al departamento y enseguida vino Serafín a por mí.

—¿Necesita algo?

—Una cerveza —respondí.

Frunció el ceño.

—Necesito quitarme esta mierda llamada ser la puta viuda —gemí, furiosa—. Quiero ser la desconocida joven que bebe cerveza luego de una extenuante tarde, ¡necesito sacarme esta mierda!

—Claro, señorita —respondió con preocupación.

Él sabía cuánto me gustaba la cerveza y lo que le pedí en más de una ocasión: darme la normalidad que necesitaba.

—Mi señora —musitó, acercándose a mí y sentándose a mi lado con la cerveza helada en una copa.

—Gracias.

—Usted es sinigual. Una chica como usted, tarde o temprano, resaltaría en el lugar que se encontrara.

Lo miré con los ojos llorosos.

—Sé que su familia y lo que acabó generando especulaciones respecto a cómo llegó a conocer al señor Cullen han mermado en su idea de lo que es la normalidad, quizás esto no es lo que esperaba, que lo hace por su pequeña, pero no tiene idea de lo inteligente que es. ¿Qué es la normalidad para usted? Porque nunca lo ha sido ni lo será. Si no estuviera aquí, en este mundo tan cruel y duro como lo es la política, seguiría, en cualquier ambiente, brillando de una manera envidiable. ¿No se ha dado cuenta de lo inteligente que es? No porque tenga veinte años significa que mentalmente los tenga. Es madura, es consciente, su fuerza es implacable y lo que es capaz de hacer con su inteligencia es demencial, mi señora. —Tomó una de mis manos y la besó mientras yo sonreía—. Y eso no significa que usted deba ocultar sus emociones, sé bien que es sensible, pero ahora ha tocado un fuego que puede romperle el…

—Estoy enamorada de Edward, Serafín —confesé, rompiendo en llanto.

Se quedó en silencio y mientras me abrazaba, lo sentí tragar.

—Llore todo lo que quiera, mi señora —fue lo único que dijo.

—¿Cómo puedo ser fuerte si he roto la peor regla? No estaba en el camino, todo es más difícil, ahora no puedo dejar de sentir que llegará un peor tormento. ¿Por qué no pude enamorarme de un hombre…?

—¿Normal? —inquirió, separándose de mí con los ojos llorosos.

No supe qué responder. Aún me daba vueltas el concepto, la realidad de ello.

—¿Usted cree que alguien como usted, que admira la belleza interna, que se regocijaba cuando el Señor Cullen la llevaba al museo y le mostraba sus libros, que siempre admiraba su semblante, que contaba con una inteligencia extraordinaria cuando hablaba con el expresidente, como si tuvieran la misma edad?

Aquello me resonó de una manera escandalosa.

—Usted sabe que el senador Cullen es mucho más que eso. Si él supiera lo mucho que su padre hablaba conmigo de lo mucho que lo admiraba y le ilusionaba verlo nuevamente en su verdadera realidad…

—El violín y la pintura —susurré.

Sonrió.

—Él se lo ha mostrado. —Parecía muy sorprendido.

—Sí —dije.

—No se pregunte por qué se enamoró de él si sabe por qué.

Suspiré y volví a llorar. Serafín me abrazó y me besó los cabellos, acurrucándome como un padre.

—No voy a mentirle, es demasiado peligroso, pero sería grotesco de mi parte decirle que se aleje de él. ¿Cómo hacerlo? Usted sabe mi historia, sé lo que duele amar atado a un alambre de púas. Solo… por favor, recuerde que usted es capaz de todo y más, lo que no significa que no pueda sentir. Sé que esta sociedad nos dice qué hacer y cómo debemos vivir la vida, especialmente por cómo nos han criado, pero ¿usted no se ha dado cuenta de que a sus veinte años ha hecho cosas inigualables? No me diga que debía enamorarse de un hombre de su edad o… alguien inmaduro, quizá demasiado joven, sin su mentalidad. No me malinterprete, pero aunque tenga veinte años, esa mentecilla es increíble. Usted se enamoró de la persona que buscaba, quiera o no, eso nos sucede, nos enamoramos de lo que el corazón necesita y nos alimenta. —Se separó una vez más de mí y me tomó los brazos con suavidad—. No se limite, viva esto, por favor, no encuentre la palabra normalidad, no tiene significado, no significa tomar una cerveza o ir a por comida rápida, eso es su sencillez, y puedo imaginar que el senador…

—Siempre buscaba hacerme sentir…

—Normal —me interrumpió.

Tragué.

—Ustedes son más parecidos de lo que creen —susurró, aclarándose la garganta mientras fruncía el ceño, mirando al suelo. Se veía mucho más sorprendido que antes—. Es increíble, pero recuerdo cómo le dije, una y otra vez, que la normalidad era una palabra sin definición correcta y que… lo que en realidad buscaban era la sencillez. Nadie es normal en este mundo, ¿por qué serlo? Los humanos tienen el potencial de ser… increíbles.

Me quedé en silencio, con las lágrimas agrupadas en mis ojos, obligadas a caer por mi cara producto de la gravedad.

—Me comen los brazos por cobijarlo, Serafín, por decirle que todo estará bien aunque… su ira le coma el interior. Quisiera ser quien lo contenga en los momentos difíciles, endulzar su corazón en este momento horrible. ¡Es la intimidad de un niño! —gemí—. Cuando lo supe no pensé en utilizarlo a mi favor, ¡nunca…!

—Sé que remecerá al senador, pero… tiene que esperar. Esto es difícil, no puedo imaginar quién pudo haber hecho esta barbaridad. Sé que no pudo salir de los Cullen, aunque Esme es una mujer vil, no pondría en juego la confianza de su hijo, eso sería una desventaja inmensa para ella misma. —Suspiró—. Él lo que menos querría es hacer que su hijo sea un tema nacional que implique un efecto en él, sea cual sea este. —Me sujetó la barbilla con dulzura—. No se apresure con ese amor, mi señorita, no quiero que la dañe.

—Lo sé —musité—. Es Edward Cullen, ¿no?

No me respondió.

—Beba. Pero recuerde lo que hemos hablado.

Asentí.

—Tengo que saber más de esto. Me parte la cabeza no saber qué carajos está sucediendo —gruñó.

Serafín no solía enojarse con frecuencia, pero ahora lo estaba, muchísimo. A pesar de estar conmigo en todo momento conmigo, sabía perfectamente el cariño que sentía por Edward, el que no había mermado, aun cuando este había cortado todo lazo con él por la traición que sentía hacia su familia, después de años de servicio como mayordomo de la familia.

—Por favor, ten cuidado, ¿sí?

—Lo tendré, mi señorita, volveré en la noche, ¿de acuerdo?

—Claro.

Cuando se marchó a paso rápido, sentí la inmensa soledad en medio de un lugar vacío.

No dejaba de pensar en Edward, en su estado y en sus emociones. Y sí, solo quería abrazarlo y cobijarlo cuanto pudiera, porque sí, lamentablemente… lo amaba con fervor.

.

Edward POV

Me sostuve del escritorio con fuerza, mirando el periódico de esta mañana.

—Demian —susurré, apretando los dientes.

Comencé a temblar y a sentir el calor iracundo moviendo mis músculos.

—Edward —exclamó Charlotte, entrando a mi oficina, sin aliento.

—¿Por qué carajos has entrado así? —le pregunté, manteniendo la voz baja.

—Lo siento, necesitaba ahorrarme todo este maldito protocolo. Es necesario que hablemos, lo que ha pasado es muy grave…

—¡Claro que lo es! —bramé—. ¡Están hablando de mi hijo, carajo!

—Lo sé —respondió—. Pero estoy haciendo todo lo que puedo para que esto no se masifique, menos en lo que estamos centrados, que es tu posición…

—Qué puta mierda me importa mi posición en mi carrera, ¡me importa mi hijo!

Charlotte suspiró.

—Lo sé.

—Quiero saber quién fue, ¡quiero saber quién hizo esto! Necesito encontrar a mis abogados —bramé, tomando mi teléfono para llamar.

—Edward, deberías calmarte, por favor. Sé que es algo muy privado para ti y que lo usen los medios es insoportable, pero no puedes actuar de manera impulsiva.

—No sabes lo que es mi hijo, no sabes lo que he pasado y lo que significa realmente para mí. Muy pocas personas sabían de esto ¡y no voy a permitir que quede impune! Se han metido con lo más preciado para mí, Charlotte, ¡lo más preciado!

—Lo siento —dijo—, yo tampoco sabía y me ha impactado mucho. Sé que no soportas un abrazo de mi parte, que no te gustan, pero… puedes contar conmigo.

La miré mientras contenía el aliento.

—Por favor, descubre algo de la prensa, te lo suplico —susurré.

Asintió.

—Lo haré. Recuerda que haría todo lo posible por ti.

No le respondí y solo la vi marcharse.

Me sacudí el cabello y miré hacia la ventana por unos segundos, intentando tragar la rabia, la desesperación y la agonía de saber que mi hijo era asunto público. Me desgarraba. Necesitaba saber quién había sido, porque a destruirlo hasta que se arrepintiera de haber nacido.

.

Me esperaban los periodistas a la salida, lo que me exasperó de una manera desesperante. Necesitaba contenerme, no podía ver a mi hijo ante la explosión que estaba por suceder ante mis emociones.

Cuando salí del coche, recibí la llamada de Alice, a la que contesté enseguida mientras eludía a los periodistas y mis guardaespaldas contenían la situación.

Rachel me esperaba dentro del privado recinto, mostrando una expresión triste y alarmada. Me senté y puse mis manos en mi cabello, escondiendo la cabeza y mirando a la mesa.

—Edward —me llamó.

—Esto no estaba en mis planes. ¿Quién mierda lo ha hecho? ¿Quién más sabe de esto? —espeté mirándola.

—Sé que es difícil, los enemigos están al acecho, tú lo sabes…

—Pero es mi hijo —gruñí con los dientes apretados—. Todo este tiempo luché por mantenerlo seguro, por impedir que se acercaran siquiera un paso más a él, tú sabes lo que sucedió.

Asintió.

—Desde que inicié el proyecto para que la policía comenzara la búsqueda de proxenetas y pedófilos en la zona del Bronx, no había nada mejor que meterse con mi hijo, ¿no? —susurré.

—Ahora parece algo muy personal, Edward —masculló Rachel, acercándose a mí—. Estoy desconcertada. ¿Qué carajos está sucediendo? ¿Crees que se trate de las mismas personas?

Negué.

—Quieren romper mi imagen ante toda la ciudadanía que votó por mí. Sé que dejé llevarme por la corrupción en algunas ocasiones, pero prometí hacer lo mejor por los niños que vinieron a este mundo de la misma manera que mi hijo. Solo quiero que él esté lejos de toda esta mierda. Charlotte buscará información de prensa y…

Suspiró.

—Charlotte. —Miró hacia un lado, muy molesta—. Otra vez esa mujer.

—Lo sé, pero necesito de ella cuando se trata de las personas que más me importan —aclaré.

—Ella no me gusta, lo sabes bien, y lo digo porque eres mi mejor amigo. No voy a cambiar de opinión al respecto, pero sé que en tus peores momentos te usó para sus gustos extraños y esa necesidad por demostrar que era completamente tuya, como si se tratara de un juguete.

Tragué.

—No necesitas recordarlo.

—Solo quería que supieras que no lo he olvidado, porque tú me importas.

—Sabes quién soy ahora, Rachel.

—Sí, es momento de destruir a quien se ha entrometido con el pequeño Demian.

Noté su rostro incómodo, algo que siguió alarmándome.

—¿Qué ocurre? —inquirí.

—Tu madre…

Fruncí el ceño.

—¿Has hablado con ella?

Negué mientras fruncía el ceño.

—¿Demian sigue estando a un costado de ella?

—Sí. No lo pondría en peligro, no como lo hizo conmigo.

Sus ojos se tornaron llorosos.

De pronto, noté que en unas mesas más allá, el silencio entorpeció con las palabrerías de la prensa, aquella que llevaba hablando de mi hijo. El odio creció en mí de tal forma que exploté, cegándome por completo. Perdí toda noción de la realidad y me levanté de mi silla, llegando hasta el encargado de mi restaurante.

—Señor Cullen…

—¡Edward! —gritó Rachel, corriendo hacia mí.

—¡Quita esa maldita asquerosidad! —espeté.

—Lo siento, señor Cullen, no sabía que saldría…

—¡Que lo quites! ¡Es una orden!

Asintió con rapidez, callando esas malditas voces.

—¡No quiero volver a saber que eso está aquí transmitiéndose! ¡¿Está claro?! —insistí, apretando los puños—. Sabes que puedo despedirte en este mismo instante.

—¡De verdad lo siento, señor Cullen!

Los demás trabajadores miraban, podía sentir todos esos ojos acechantes.

—Edward, por favor, necesitas calmarte —me suplicó Rachel, sosteniéndome los hombros.

Me solté.

—¡Sabes que no me gusta que me…!

—¡Lo sé, maldita sea! ¡Pero estás perdiendo el control! ¡Eres un senador de esta república y no puedes actuar de esta manera! ¡Debes controlarte! ¡Por tu hijo!

Me puse las manos enguantadas en la frente, intentando respirar, pero nada me calmaba.

—Dime de qué forma puedes calmarte, por Dios, tienes que ir con tu hijo y sé que no quieres que te vea así.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, pensando en la única persona que podía hacerlo.

Ella.

Tomé el teléfono y di el aviso de salida a mis guardaespaldas.

—¿Qué haces?

—Necesito hacer eso, calmarme, Rachel.

Bajó los hombros y suspiró.

—Dime, por favor, que estarás bien.

No le respondí y salí por la puerta trasera, cercana a la cocina. Era un callejón en el que estaba el cubículo de la basura. Ahí me esperaba Félix, manejando uno de los coches que ocupaba cuando necesitaba que nadie supiera de mí. Cuando entré, él me miró a través del espejo retrovisor y esperó la orden.

—Al departamento de Isabella. Ahora.

Asintió.

—Usaremos la zona de seguridad.

No volví a emitir palabra, tragando el nudo en mi garganta.

No quería que mi hijo pasara lo mismo que yo, prometí protegerlo cuando lo vi en el abandono, que nunca le haría daño. Busqué toda instancia por dar con las personas que lo habían dejado en medio del frío, pero todo había sido en vano. Y claro que lo decidí, no pude nada más que asumir su cuidado, inscribiéndolo con rapidez como mi hijo. Quería darle todo, pero había fallado, ¿no?

—Isabella —murmuré.

En aquel momento, recibí la llamada de Alice, a quien respondí de inmediato, notando que tenía cientos de llamada de mi madre y de Rosalie.

—Alice —dije con un nudo en la garganta.

—Dios mío, necesitaba que respondieras. Sé que todo está descontrolado. Él está conmigo…

—¿Está bien? ¿No han acechado?

—No, claro que no. Pasarían sobre mi cadáver.

—Tampoco permitiré que tú estés rodeada de esto.

—Pero es mi sobrino y voy a protegerlo, lo sabes bien. Él quiere verte, piensa que volverás cerca de la cena, no puedes descontrolarte a su lado, eres a quien más ama.

—Lo sé. —Mi voz parecía un débil murmullo—. Buscaré la forma de calmarme. Mis abogados están advertidos por mi representante y la prensa pagará por esto, incluida la persona que se encargó de hacerle esto.

—¿Crees que se trate por la fundación?

—¿Qué?

Hubo silencio.

—El robo de recién nacidos y el abandono de niños tiene razones, Edward, sabes lo que sucedió cuando lograste hacer algo increíble, que fue dar difusión de lo que sucedía en aquel barrio con niñas inocentes.

—Hoy volverán a saber quién soy. Usaré todo mi poder y cada herramienta para llegar a ellos si es necesario. No van a amedrentarme, por Demian y todos los niños que han tenido que vivir esto sin el privilegio de tener una familia que los proteja.

—Quiero que tú también estés a salvo, ¿bueno?

—Lo estaré, Alice, ya han tocado a mi hijo, solo queda un poco para que logren destruir todo mi autocontrol. Tú sabes de lo que soy capaz, no soy una buena persona…

—Eso es mentira, soy tu hermana y sé perfectamente que no es así.

—No voy a discutir de eso contigo. Cuida de mi hijo, volveré a la cena, prometo que estaré bien.

—Bueno. Envíame un mensaje, ¿sí? Madre me tiene enferma de cólera ante su insistencia, quiere novedades. —Rio con acidez.

Apreté los párpados de cansancio. Madre cada día estaba logrando que… sintiera asco de su presencia.

—Lo haré. Gracias por cuidar de Demian.

—Siempre lo haré. Te quiero.

Fruncí el ceño, sin saber cómo responder a esas palabras. Nunca podía mencionarlas, excepto con mi hijo, pues sentía que me hacían débil; no podía emitir nada de eso, a pesar de que adoraba a mi hermana.

—Te llamaré.

Cuando corté, vi que nos acercábamos al departamento, lo que aumentó el ritmo de mi corazón, aquel que aún quedaba.

—Bella —mascullé.

.

Isabella POV

Tenía el legajo con la información de Edward, aquella que el investigador me entregó cuando lo que más deseaba era tener al senador en mis manos.

Mi corazón estaba desbocado, la soledad no servía cuando esta venía desde mi interior. No dejaba de preguntarme cómo estaba, cómo debía sentirse y qué estaba pensando al ver todo lo que estaba ocurriendo. No me atrevía siquiera a encender la televisión o ver cómo abundaba la información por redes sociales o en páginas de divulgación "noticiosa". Era una mierda, no eran capaces de respetar a un niño… y a su padre.

En un segundo tocaron a mi puerta y dejé a un lado el legajo, levantándome con algo de recelo del sofá. Cuando abrí y lo vi, con el rostro compungido y las manos enguantas muy apretadas, dejé caer los hombros.

—Edward —musité.

No respondió, solo se acercó a mí, abrazándome con fuerza y cerrando la puerta enseguida. Yo le correspondí, rodeándolo desde la cintura y poniendo mi rostro en su pecho.

—Aquí estoy —fue lo único que pude decir.

Sentía su respiración sofocada, su rabia y su dolor.

—Aquí estás —fue lo que respondió.

Buscó mis labios y me besó con desesperación, quitándome el aire de un solo suspiro. Subí mis brazos hasta su cuello y permití que, al separarnos, pusiera su rostro en mi cuello.

—Te necesitaba —añadió.

—No dejaba de pensarte al ver todo lo que estaba ocurriendo —respondí con el llanto en la garganta.

—No podía calmarme, no podía…

—Lo sé y si no puedes hacerlo, estás en tu derecho, lo que ha ocurrido me ha roto en pedazos y sé que para ti debe ser peor. No tienes que hacerlo, de verdad, no conmigo.

Se separó de mi cuello y me tomó la barbilla con suavidad, mirándome a través de esos ojos verdes llenos de lágrimas, sus cejas estaban arqueadas y su labio inferior temblaba.

—Tú eres la única que puede calmarme, Bella.

Toqué su rostro con cuidado y cerró sus párpados, respirando con suavidad.

—Aquí estoy yo, para ti, haré todo lo que necesites para que estés tranquilo ante esto.

Continué abrazándolo, mientras rodeaba mi cintura con sus fuertes brazos. Me sobrecogía, quería que me diera su dolor para poder hacerlo más llevadero, cubrir su corazón de cariño y ternura, aunque probablemente no era lo que buscaba.

Aún recordaba las palabras de Serafín.

—Haré lo que sea que te mantenga en paz, puedes contar conmigo.

Me abrazó con más fuerza y yo apreté los párpados.

—Bella —murmuró—. Tu corazón… Es tan calmo, tu voz… —Tragó—. Eres mi aliciente. —Se separó de mí una vez más—. Solo sé que te necesito.

Tomé su mano y lo llevé hasta la sala, pidiéndole que se sentara. Estaba temblando. Cuando lo hizo en una de los sofás individuales, quise alejarme para prepararle algo, pero me lo impidió, él esta vez tomando una de mis manos para que me sentara en sus piernas.

—No te alejes de mí —suplicó.

Su vulnerabilidad me resultaba muy dolorosa, pero era lo suficientemente fuerte para abrazarla y no permitir que esta lo envolviera hasta la desesperación.

—No lo haré, de verdad que no.

Acariciaba mi muslo descubierto; solo llevaba mi bata y debajo el pijama de satín.

—Soy tu lugar seguro, siempre puedes contar conmigo —confesé.

Toqué sus cabellos, deslizando mis dedos hebra por hebra, disfrutando de su suavidad y sedosidad, y sí, de darle la paz que necesitaba.

Quería decirle que lo amaba, que ese amor era difícil de borrar, que eso solo me hacía querer cuidarlo, protegerlo y calmarlo, sea el instante que sea. Pero no, no me atrevía, de verdad no podía hacerlo.

—¿Qué poder tienes, Bella, que cada vez que te miro el mundo parece mejor? —sostuvo, llevando su otra mano a mi mejilla.

—El mismo que tú —respondí.

No podíamos dejar de mirarnos, era tan hipnótico.

—¿Qué puedo hacer para que nazca la sonrisa que sorpresivamente me has dado? Esa de verdad, esa sincera que pocos han podido presenciar. ¿Quizá me visto de payaso si gustas?

Rio.

—No necesitas hacerlo.

—¿O prefieres un monólogo de lo ridículos que son los políticos?

Su risa fue en aumento.

—La verdad, me gustaría ver eso.

—No soy muy buena improvisando, pero puedo comenzar diciendo que son muy gruñones, como tú. —Toqué su nariz de forma traviesa y su sonrisa apareció, esa, la que tanto me gustaba—. ¿Siempre son tan serios? —Hice un mohín—. Porque frente a mí tengo a un gruñón muy serio, demasiado.

Tomó mi mano y la besó mientras mantenía su sonrisa.

—Pero estoy seguro que ninguno es mejor que yo —respondió.

—Qué modesto es usted, senador Cullen, ¿acaso quiere convencerme de algo más?

La suavidad con la que tocaba mi rostro era tal que mi estómago estaba retorcido de placer y nervios.

—Quizá de llevarte a algún lado a bebernos un helado. Tengo una fascinación por los de McDonald's, ¿sabes?

—Un McFlurry de Oreo estaría bien, senador.

—Ese es efectivamente mi favorito.

—¿Quién lo pensaría? Yo imaginaba un tiramisú hecho por las mejores manos.

—¿Sabes hacerlo? —inquirió.

Reí yo esta vez. Edward miró mi gesto con tanta intensidad que me cohibió.

—Sí —respondí—. Aunque no sé si son las mejores manos…

—Estoy seguro que sí.

—Bueno, parece que los políticos no son aburridos —bromeé—, ¿has visto cómo conquistan a las mujeres? Qué malditos, tienen la mejor forma de hacernos sentir especiales.

—Porque tú lo eres.

Me mordí los labios.

—No tiene que adularme para hacerlo, ustedes son muy mentirosos, a que sí —susurré.

—Bastante —contestó—, pero con usted, señorita Swan, soy el político más sincero del mundo.

Apreté mis labios, sintiendo el temblor en mi corazón.

—¿Lo ves? Realmente tienen la manera de convencer a una masa prolífera de lo grandísimos que son. —Me reí.

Me levanté.

—¿Qué haces? —inquirió.

—¿Qué tal si hago un tiramisú? En la nevera es un perfecto helado. Pero no olvide que esta crédula mujer, desea ferozmente un helado de aquellos.

—¿Y dónde lo quisiera?

Respiré hondo.

—En un lugar silencioso, donde solo pueda sentir su respiración, senador Cullen.

Sonrió.

—Puedo cumplirlo.

Me reí mientras negaba, separándome para ir a la cocina. En medio de aquello, escuché que algo se cayó al suelo.

—Hey, se han desparramado todas las hojas —comentó.

Me di la vuelta para ver qué ocurría y entonces me di cuenta de que él estaba ordenándolas una a una, hasta que se mantuvo quieto cuando una de ellas llamó su atención.

Oh, no.

—Edward, no necesitas ayudarme, pásamelos y los guardaré, no tienen importancia…

—¿Por qué está el nombre de mi hijo? —inquirió en voz muy baja.

Mi boca comenzó a secarse.

—Fue algo que sucedió hace tiempo, cuando tú y yo…

—Tú lo sabías —dijo.

Cerré los ojos, tratando de digerir sus palabras.

—Lo siento, pero necesitaba toda la información posible para…

—¿Para dañarme? —preguntó, levantando poco a poco la voz.

Sus ojos volvieron a tornarse llorosos y el dolor que vi fue indescriptible.

—Nunca quise hacer esa bajeza…

—¡Sabías la verdad de mi hijo! ¿Quién te entregó esto?

—Contraté a un investigador, necesitaba algo de ti, ¡sabías lo que ocurría en aquel momento! Usé lo que hizo tu madre para impulsar tu carrera como político…

—¿Y la información de mi hijo para difundirla? —Su voz estaba muy quebrada—. ¿Acaso tú lo hiciste?

Aquella acusación me dolió hasta la médula.

—¡Claro que no! —gemí—. ¡Nunca podía hacerle eso a Demian!

—¡Entonces qué es esto! —gruñó, mostrándome los papeles, arrugándolos en el intertanto.

—¡Nunca lo usé a mi favor!

—¡Pues ahora todo está en boca de la maldita prensa! ¡¿De verdad no lo hiciste?! —gritó.

Me llevé una mano al pecho.

—¿Cómo puedes creer que he sido capaz de algo así?

—Sabías todo y no me lo dijiste, ¿cómo te atreves a preguntarme si creo o no de lo que has sido capaz de hacer? —inquirió con los dientes apretados.

El llanto fue insostenible, pero con la misma rapidez que llegó me limpié.

—¿De nada sirvió todo lo que me has conocido? ¿De verdad crees que soy capaz de hacer algo así? No puedo creerlo.

Frunció el ceño.

—No actúes de esa manera, sabes perfectamente todo lo que siento al respecto.

Tragué.

—Has enviado toda la confianza que teníamos por esto. No eres capaz de creerme —gemí, volviendo a sollozar.

Miró hacia otro lado.

—¿Qué es la confianza, Isabella? Creo que nunca debí…

—¿Qué? —Me reí—. Para tu tranquilidad, Edward, no lo hice, si me crees o no, pues es tu decisión, pero definitivamente… no puedo entender por qué has roto con tanta facilidad todo lo que te he dicho.

Se acomodó la mandíbula.

—No debí confiar en ti —musitó—. Finalmente, ¿no es eso lo que dijiste desde el inicio? Siempre repetiste que ibas a dañarme de cualquier manera.

—No desde que…

—¿Qué?

Me miró. Sus ojos eran distintos, como aquel hombre que acababa de conocer.

Negué y volví a limpiarme las lágrimas.

—Sé que es difícil creerme para ti, pero yo no soy como las mujeres que has conocido —espeté—, pero veo que sí soy igual a todas para ti.

Cerró los ojos unos segundos y se mantuvo rígido.

—Ya veo. ¿Eso necesitabas? ¿Usarme para tu tranquilidad? Pues espero que entiendas y recuerdes que yo, la Bella que conoces, nunca haría algo así. Yo no voy a cargar con tus traumas, Edward, busqué toda forma de llegar a ti, aun cuando tenía miedo, pero no puedo lidiar con la desconfianza que te sumerge en la maldita mierda.

Seguía sin decirme algo al respecto. Estaba tan frío, como si su escudo hubiera transformado todo su ser.

—No, no voy a cargar con tus traumas. Lamento no haberte dicho que ya lo sabía, pero puedo jurarte que nunca he difundido algo así. Pero veo que para ti todo lo que mostré fue absolutamente nada. —Volví a limpiarme y tomé mi bolso, aun cuando llevaba pijama.

Busqué mis tacones ante su atenta mirada y me los puse.

—Isabella…

—¡Isabella nada! —grité.

—No tienes que cargar con nada —afirmó—, sé que mi realidad es una carga.

Arqueé las cejas.

—Todo fue una mentira. Y no, no voy a cargar con los miedos de un hombre que no puede creerle a la mujer que se abrió a él.

Su rostro se crispó.

—Quédate en este maldito lugar, a fin de cuentas, es de tu padre, ¿no? ¡Y yo sigo siendo su viuda de mierda!

Me di la vuelta y cerré la puerta en su cara, corriendo rápidamente hasta el ascensor. No vi hacia atrás y apreté los botones, bajando con rapidez hasta la salida. Corrí por la recepción mientras intentaba calmar la rabia y la desilusión, a pesar de que en algún lugar de mí sentía que era mi culpa.

Pero no, yo no estaba hecha para cargar con los traumas de un hombre, aun cuando a ese hombre realmente lo amaba.

—¡Señorita Swan! —gritó Emmett.

Me di la vuelta y salí como pude del lugar, atravesando los coches, sin rumbo fijo. Sentía el corazón desgarrado. ¿Cómo pudo desconfiar de mí al primer instante? ¡¿Cómo?!

Iba a atravesar la siguiente calle mientras sentía que alguien me seguía y cuando puse un pie en ella, vi que frente a mí estaba un hombre que reconocía perfectamente.

—¡Papá! —grité—. Oh, Dios mío… ¡Papá!

Troté hacia él, sintiendo unas inmensas ganas de refugiarme en él para llorar sin descanso alguno.

Estaba destruida.

.

.

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FIN

PRIMERA PARTE


Buenas tardes, traigo un nuevo capítulo de esta historia, y no cualquier capítulo, sino el final de la primera parte. Lleno de tensión es poco decir y ante el miedo irresoluto a confiar y querer, tenemos resultados dolorosos. Saber que somos vulnerables a muchos nos hace decir cosas de las que no tenemos certeza y luego nos llena de culpa, ¿cuál será la respuesta luego? ¿Cuáles serán las consecuencias de todo esto? ¿Quién divulgó una verdad tan dolorosa como esta? Es un sinfín de emociones. ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas

Agradezco los comentarios de Lolitanabo, SeguidoradeChile, Wenday14, Cinthyavillalobo, CelyJoe, rosycanul10, Pancardo, Elizabethpm, Belli swan swyer, cavendano13, Liliana Macias, saraipineda44, DiAnA FeR, luisita, almacullenmasen, Iva Angulo, ELLIana11, Elizabeth Marie Cullen, Pam Malfoy Black, robertsten22, Tata XOXO, Angelus285, Ana Karina, patymdn, saku112, OnlyRobPatti, twilightter, Jade HSos, Mime Herondale, krisr0405, miop, Mapi13, miriarvi23, SanBurz, BreezeCullenSwan, Lu40, Anita4261, Angeles Mendez, bbwinnie13, KRISS95, Jen1072, angeladel, Teresita Mooz, joabruno, calia19, beakis, MakarenaL, lolapppb, AnabellaCS, Kathlenayala, Lore562, CeciMachin, Noriitha, morenita88, Rero96, Yiruma san, natuchis2011b, CCar, ELIZABETH, MarielCullen, NaNYs SANZ, Eli mMsen, merodeadores1996, Angel Twilighter, Fleur50, gabomm, Jocelyn, EloRicardes, Veronica, Naara Selene, Dani Valencia, diana0426a, Santa, Freedom2604, nydiac10, Adriu, Franciscab25, barbya95, JMMA, ari kimi, Celina fic, Gan, Ady denice, Fallen Dark Angel 07, seiriscarvajal, terewee, PRISGPE, alyssag19, sool21, liduvina, terewee, DanitLuna, AndreaSL, Valentina Paez, valem0089, somas, 1304, Quiero saber mas, Agradecida, jupy, Jimena, Paperetta y Guest, espero volver a leerlas nuevamente, cada gracias que ustedes me dejan es invaluable para mí, sus comentarios, su entusiasmo y su cariño me instan a seguir, de verdad gracias

Ahora más que nunca es importante su apoyo y su entusiasmo en la historia, ¡porque se acerca la segunda parte y mientras más entusiastas, pues más rápido estará!

Espero me sigan en lo que viene, porque este amor intenso tiene mucho más que contar

Recuerda que si dejas tu review recibirás un adelanto exclusivo del próximo capítulo vía mensaje privado, y si no tienen cuenta, solo deben poner su correo, palabra por palabra separada, de lo contrario no se verá

Pueden unirse a mi grupo de facebook que se llama "Baisers Ardents - Escritora", en donde encontrarán a los personajes, sus atuendos, lugares, encuestas, entre otros, solo deben responder las preguntas y podrán ingresar

Cariños para todas

Baisers!