Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.


Recomiendo: Dangerous Game - Klergy (feat. BEGINNERS)

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LA CONDENA DEL PODER:

PECADOS

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Capítulo 1:

Lúgubre

"Eras tú

Dejaste tus secretos

Todas las mentiras que no puedes ocultar

Es un juego peligroso

(...) Es jugar con fuego

(...) Veo la oscuridad arrastrándose

Veo tus guerras, es el final..."

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"Por amor, sostendré tus pecados

¿Y por justicia?

Por justicia, te mostraré los míos…"

La ausencia era un mal incontrolable, porque era eso, ausencia. ¿Qué quedaba por hacer? Solo vivir con ello, con la incapacidad de estar con quien deseas a tu lado. Quizá era más difícil cuando la muerte nos lo ha arrebatado, pero el martirio de que tal ausencia se debía a que el otro no creía en ti… era demoledor.

Abrí los ojos al tenerlo, al saber que había llegado. Le necesitaba, todo dolía tanto que solo de verlo sentía, al menos, un analgésico para mi desgarrado corazón.

Papá.

Llegué hasta aquel hombre, buscando abrazarle y decirle cuánto le amaba y cuánto lo había esperado, pero en cuanto se dio la vuelta, supe que lo había confundido.

Mi barbilla tembló. Di unos pasos hacia atrás y caí al suelo, sintiendo una fuerte soledad, una que se agregaba al imperante desespero de saber que Edward…

—¡Papá! —grité.

Cuando abrí los ojos y miré a mi alrededor, suspiré de alivio. Seguía llorando y mi respiración estaba errática.

—Bella, amor —dijo esa voz que por años soñé escuchar.

Volví a suspirar al verlo. Estaba más mayor que la última vez que lo vi, pero seguía siendo papá.

—Papá —susurré, buscándolo entre la tenue oscuridad.

Sonrió y se sentó a un lado de la cama. Me acarició la mejilla y luego el cabello, tal como cuando era una niña. Sentí nostalgia y nuevamente… No podía creerlo. Era él. En cuanto pude tenerlo en frente, supe que papá estaba aquí, el hombre que más esperaba.

—¿Un mal sueño? —preguntó.

Mis ojos se llenaron de lágrimas.

—Solo creí que todo había sido una confusión y que tú nunca habías llegado.

Arqueó las cejas.

—Pero estoy aquí, cariño, aquí está papá.

Me abrazó y nuevamente me eché a llorar.

—Nunca pensé que en realidad querías verme. No quería acercarme por temor a que me rechazaras o que tu madre te hubiera dicho cosas que no son ciertas de mí.

—No, papá, siempre quise estar contigo. Si tan solo hubiera seguido tus pasos… —Suspiré—. Nunca supe cómo buscarte, parecía que te había tragado la tierra. Cuando tuve los medios… todo me consumió y estaba aterrada de ir más allá.

—Tranquila. —Me besó la frente—. Sé que tenemos mucho que contarnos, pero estuve intentando mejorarme luego de la enfermedad… —Tragó—. Temía que te sintieras avergonzada de mí. Cuando te vi en los medios… Por Dios, cariño, te veías tan hermosa. —Sonreí—. Pero me controlé, no quise venir por ti porque una persona como yo…

—Papá, no digas eso. —Me reincorporé para abrazarlo—. Eres mi única familia.

Me besó la frente una vez más y me arropó.

—Ya estoy aquí y no me iré.

—No, jamás lo hagas. Te daré todo lo que mereces y lo que diste por mí cuando estabas en los peores momentos.

—Dime que esto no te dañará, cariño.

Miré hacia otro lado por unos segundos.

—No puedo decirte que eso no sucederá, papá, hay mucho que debo contarte y este mundo es desolador, daña y mucho, pero sé que soy fuerte para superarlo —aseguré—, ya verás.

Volví a mirar a mi alrededor, retornando a mi nueva realidad. Estaba en un pueblo cercano a

Nueva Jersey, lugar en el que mi padre había estado intentando volver a vivir como antes. El hecho de poder tenerlo conmigo era lo que más necesitaba en estos momentos, sobre todo luego de aquello que había… sucedido.

—Estoy seguro de que eres capaz de tomar tus propias decisiones. —Apretó los labios—. Es solo que… eres mi niña.

Sonreí.

—Sé que te lo he dicho toda esta semana que hemos estado juntos, pero te extrañé mucho —dije.

—Yo también, cariño. —Su voz se quebró y tan pronto como aquello ocurrió comenzó a llorar—. Me arrepiento tanto… Creí que tú no querías…

—Ya pasó todo ello, papá, ahora estás conmigo y has decidido venir a mí.

Dio unas últimas caricias en mi frente.

—Agradezco que aquella persona me haya buscado para que pudiera estar contigo.

Estaba segura que Serafín lo había buscado y hasta el momento no había querido atender ninguna llamada de él. Sabía que debía, pero… la realidad de aquel mundo la quería olvidar por algunos días, quizá… meses. Dios, no sabía cómo enfrentarme a todo eso otra vez, los periódicos, los medios de televisión, y en realidad, todo medio masivo de comunicación hablaba del escándalo de Edward y eso me llevaba a recordar todo lo que dijo. Aún dolía, incluso más que antes.

—Nos hizo un gran favor y estaré siempre agradecida —respondí.

—Ahora debes dormir, mañana hablaremos de más, ¿de acuerdo?

Asentí.

—Ten buenas noches, cariño, espero no vuelvas a soñar esas cosas, porque estoy aquí y no me iré de tu lado.

—Buenas noches, papá.

—Te quiero.

—Yo también.

Cuando finalmente se fue, intenté mantenerme tranquila, reordenando mi cabeza. Papá estaba aquí, no iba a irse; era mi cable a tierra, a la realidad de Isabella Swan de veinte años. Sin embargo, como cada noche desde que todo aquello sucedió, tomé mi teléfono y busqué las dos llamadas perdidas que tenía de Edward, las únicas que había hecho en estos siete días, después de ello, no había sabido más de él. Claro, no iba a ofenderme por aquello, finalmente ¿en qué nos habíamos inmiscuido? Quizá habíamos compartido algunas cosas… íntimas, pero nada suponía una obligación de él, siquiera moral, para saber qué había sido de mí. Aun así, no sabía por qué no había eliminado su número.

Respiré hondo y me acurruqué en la cama.

Luego de aguantar el aliento, apreté el botón borrar y su número se fue al tacho de la basura, así como el historial que significaba su existencia, al menos, desde mi teléfono. Estaba claro que no iba a llamarle ni esperaba hacerlo por el resto de mis días.

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El olor a huevo y tomate me hizo despertar con mucha hambre. Mi estómago rugía de ansiedad por darle un poco de eso, así que abrí mis ojos y me los restregué. Cuando me levanté y me miré al espejo, noté las bolsas e hinchazón de mis ojos; no era nada nuevo, de hecho, pero cada vez se hacía menos frecuente. Me obligaba a callar las emociones de aquel suceso, aunque algunas veces lloraba por… él, y esta noche no había estado exenta de eso.

Suspiré hondo y me fui hasta el baño para meterme a la ducha y cantar con tal de que ningún pensamiento sobre Edward me revolviera la cabeza.

Y como cada día me repetía lo obvio, que no era justo para mí y que debía enviarlo al carajo. Pero no era tan fácil, por supuesto. Si tuviera todas las herramientas, probablemente… sería lo primero que haría.

Salí con el cabello mojado y un conjunto sencillo que había aprovechado de comprar en una tienda de segunda mano, ocultándome lo posible para que no me reconocieran, aunque en este pueblo era realmente muy difícil.

—¡Cariño! —exclamó papá, pidiéndome que me acercara a la mesa.

Había huevo con tomate y tostadas. El olor a té chai me devolvió al placer.

—Se ve increíble, papá. Buenos días.

—Pues buenos días.

Cuando me senté, noté que estaba revisando el periódico de esta mañana, lo que me mantuvo algo… incómoda.

—¿Qué ocurre, nena? —preguntó, dejándolo a un lado.

—Ya sabes, no es muy fácil para mí ser esta mujer frente a tus ojos.

Suspiró y me acarició la barbilla.

—Tú siempre serás mi pequeña genio.

Sonreí.

—Solo… hay cosas que no entiendo. Pero me sorprendí gratamente al saber que liderarías tantas cosas a la vez y que eso sería gracias al lazo que tuviste con un hombre tan importante como el expresidente Cullen.

Bajé la mirada.

—Sé que no lo hiciste por ser su amante y que no te atreverías a hacer eso jamás, eres mi hija y te conozco como a la palma de mi mano. —Me tomó la barbilla para que lo contemplara—. Sé que buscar algo y habrá tiempo para que puedas decírmelo. Solo quiero que sepas que esa viuda de la que todos hablan, no es mi hija, porque yo sé quién eres y que tu bondad va más allá de lo que los demás, sobre todo en ese mundo, puedan entender.

Mis ojos se llenaron de lágrimas.

—Es un mundo tan falso, papá, el señor Carlisle me dio el cariño de un padre, el que siempre extrañé de ti.

—Me lo imaginaba. Tú no aceptarías una relación de esa manera y ese hombre… es un expresidente y un expresidente de tal bondad no puede hacer ese tipo de cosas.

—Pero tengo que vivirlo, es importante para mí. Hoy tengo todo un poder que no imaginé almacenar. Si hago un movimiento rápido con mis dedos, todo aparece como arte de magia, pero tengo un solo propósito, uno que debo contarte, pero hoy no puedo.

—Lo harás cuando te sientas capaz, hija mía.

—Si tan solo no se presentaran tantos baches dolorosos en mi camino…

—Sé que algo te ha pasado, cariño, lo veo en tus ojitos de color chocolate —musitó con ternura—. No me digas que esa mirada triste es por alejarte de tu día a día o que el llanto se debe únicamente a esos sueños en los que yo desaparezco, porque no es así.

Tragué.

—Dime, cariño, ¿quién es el tipo que le ha hecho daño a mi niñita?

Me quedé estupefacta y no supe qué gesto siquiera hacer.

—Papá, no ocurre nada. —Intenté alejarme, pero él se mantenía muy receloso.

—Bella, te conozco como a la palma de mi mano, a pesar de todo el tiempo que hemos estado sin vernos. —Suspiró—. Quizá no quieras decirme, pero alguien te ha roto y sé que a ese alguien lo odio. Tú no mereces esto, eres aún muy joven y de seguro ese chiquillo no tiene idea de la mujer que se ha perdido…

—De verdad, papá, dejemos eso a un lado y enfoquémonos en nosotros. —Tomé su mano—. En tenernos y, aunque no podamos devolver el tiempo, sí podemos recuperar algo de ello y no volver a separarnos.

Sonrió, dándome esa inmensa alegría que sentía de niña. Siempre me transmitía tanta paz, una sensación de seguridad inmensa y esa alegría familiar que siempre me gustó de él. Papá era un hombre bueno, no merecía todo lo que había tenido que pasar.

—Y cuéntame, ¿cómo ha ido todo? —inquirí mientras ponía un poco de huevo y tomate en la tostada.

—Bastante… turbulento. Me ha costado bastante dar con un buen empleo. He querido ir hacia distintos lugares, pero consideran que no soy apto por mis experiencias académicas y… —Suspiró—. ¿Puedes imaginarlo? No puedo trabajar en una secundaria o algo parecido porque tengo más aptitudes, lo que simplemente es una estupidez.

—Una verdadera estupidez es que no estés en una buena universidad dando cátedras, papá, hiciste muchas especialidades, las que me transmitiste con mucho cariño.

—Ser un maestro de artes tampoco es que sea necesario…

—Papá, siempre tan tozudo, como siempre.

Rio.

—Sacaste eso de mí, no puedes negarlo.

Me uní a sus carcajadas y el ambiente se volvió aún más cómodo.

—Ya sabes, tener que trabajar en la tienda de repuestos al menos me ha dado para comer.

Toqué su mano y él besó la mía, mientras contemplaba sus ojos tristes.

La casa que papá rentaba era tremendamente pequeña y eso fue lo único que pudo conseguir con su salario, además de haber vendido todos los libros que tenía. Pero incluso con esa realidad, papá había hecho de este lugar muy acogedor y bonito. Claramente podía ver las paredes rotas y revejecidas, así como el suelo chirriante y nada lustroso. Quería sacarlo de aquí.

—¿Me contarás todo algún día? —preguntó.

Asentí.

—Lo haré.

Luego de comer nos sentamos en el sofá a beber más té, mientras me relataba el cuento que siempre me contaba de niña. Era increíble lo bien que lo recordaba.

—Te extrañé tanto, papá —susurré.

—Y yo a ti, cariño. Eres mis ojos, mi razón de existir y mi pequeñita, tengas la edad que tengas.

Me acomodé en su pecho y me contuvo como cuando era un bebé.

—Solo contigo soy inmensamente feliz. Al no tenerte lloré todos los malditos días y dejé de hacerlo cuando supe que me buscabas. Ese hombre que me encontró y me ofreció llevarme podría haber sido un psicópata, pero confié y fui a buscarte; temía que pudieras rechazarme, que tu madre… —Tragó—. Pero fui lo más valiente que pude y tomé el avión para encontrarte.

—Nunca voy a alejarme de ti, papá. Nunca.

Me besó la frente y se dispuso a relatarme otra vez ese lindo cuento, no obstante, una llamada quebró la paz de nuestro momento y, como siempre, tomé el teléfono, mirando a la pantalla con resquemor. A veces imaginaba que ese sonido podía venir de Edward, pero… claro que no, eso era imposible. En realidad era Serafín, como siempre, quien llevaba llamándome por días.

—¿Por qué no contestas, hija? Lo necesitas, ahora eres responsable de muchas cosas, lo sabes —dijo papá.

Respiré hondo y consideré cuánta razón tenía. Serafín no merecía esto y sí, tenía asuntos que atender.

—Hola —saludé.

—¡Señorita! ¡Mi señora! —exclamó Serafín, atragantado—. Creí que le había sucedido algo, que…

—Perdóname, de verdad.

Intentó tranquilizarse, pero todavía respiraba de forma desesperada.

—Dígame dónde está, iré a por usted…

—No, no lo hagas.

—Señorita, por Dios… Es por él, ¿no?

Apreté los labios.

—Es más que eso, no voy a darle la importancia a… tú sabes quién.

—Al menos dígame que regresará. Todo es un caos sin usted, los medios pronto hablarán de su desaparición y eso sería garrafal. Mi señora…

—Estoy con mi padre.

Hubo silencio.

—Pensé que lo imaginabas. Bueno, debería agradecerte por encontrarlo y pedirle que viniera a por mí, ha sido maravilloso y…

—¿Su padre? —inquirió, muy extrañado.

—Claro, tú…

Me quedé en silencio, sin saber qué decir en realidad.

—Señorita —insistió.

Miré a papá, que intentaba no preocuparse pese a la que debía ser mi expresión inquieta. Me pregunté de inmediato si era el momento de darle todo lo que me dio con su amor, si sacarlo de aquí era buena idea y acercarlo a mí, quizá de manera egoísta, pues bien sabía que Nueva York no era su lugar favorito, sino algo que le trajera paz, pero…

—Serafín, sé que debo volver, pero voy a pedirte dos cosas, ¿de acuerdo?

—Claro, mi señora.

—Te llamaré más tarde, ¿de acuerdo?

—Prométame que lo hará.

Respiré hondo.

—Lo haré.

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Papá miraba su casa revejecida con una expresión de nostalgia, pero su sonrisa no dejaba de existir. Dejar el lugar parecía una nueva aventura para él, sobre todo porque vendría conmigo.

—¿Estás seguro? —le pregunté por centésima vez.

—Estoy completamente seguro —respondió.

Nos subimos al avión y nos mantuvimos juntos, mirando el paisaje. Papá parecía contento y entendía que era porque vendría conmigo. Yo solo esperaba que estuviera conforme y que, desde ahora, tuviera la vida que merecía.

Cuando llegamos al aeropuerto en la zona privada, nos esperaba Emmett, quien de inmediato sonrió.

—Papá, te presento a Emmett McCarty, el jefe de mis guardaespaldas —dije.

—Es un gusto conocerlo, señor Swan.

Papá estaba algo incómodo dado todo esto que era, bueno, nuevo para él, pero lo entendía.

—El gusto es mío, señor McCarty.

Nos llevaron las maletas hasta la van negra y una vez dentro, Charlie Swan, ese padre que amaba, miraba por la ventana como un niño.

—¿Y a dónde me llevarás? No pensarás que voy a quitarte la intimidad de tu hogar, ya eres una adulta…

—Tranquilo, papá. —Reí—. Te tengo una sorpresa.

Mientras rondábamos Manhattan, atravesamos Brooklyn para llegar hasta un tranquilo y acomodado barrio de aspecto maravilloso. Las casas tenían una fachada de película y los escalones estaban decorados con muchísimas flores. Cuando paramos en la que tenía el más amplio jardín, le pedí que saliéramos para que conociéramos el nuevo lugar.

—¡Pero qué hermoso! —exclamó papá, sonriendo con esa continua expresión de niño.

—¿Eso crees?

—¡Claro que sí!

Suspiré.

—Pues es tuya —respondí.

Pestañeó y se giró a mirarme con el ceño fruncido.

—Es cierto. Es tuya.

Iba a hablar, pero lo interrumpí.

—Sé lo que vas a decir y no, por supuesto que no voy a aceptar que digas que no debí tomarme la molestia ni que no tenía que hacer algo similar por ti, pero es lo que quiero, porque eres mi padre y creí que nunca volvería a verte —aclaré.

Los ojos de mi padre se llenaron de lágrimas y me abrazó.

—Bella, no, no…

—Shh…

—Y debería ser yo quien te deba dar un regalo en un mes —dijo.

Me reí.

Sí, en un mes sería mi cumpleaños, algo extraño, la verdad, por cómo había pasado el tiempo, por cómo las cosas habían dado un cambio tan repentino… Pero iba a ser mi cumpleaños. Al menos tenía a papá y a Jasper, quienes conectaban con una gran parte de mí: la humanidad.

—Mi mayor regalo es que estés tú, papá.

—¿De verdad esta…?

—Es tuya, completamente, y te ayudaré a que encuentres un trabajo en el que te

Suspiró y me besó la frente.

—Cariño, quiero hacerlo por mi cuenta, no es mi deseo sonar como un malagradecido, pero cuando se trata de mi trabajo, prefiero ser yo quien lo logre por mis propios medios.

Sonreí.

—Está bien, papá, no puedo obligarte, pero quiero que estés cómodo y este es tu nuevo hogar, por supuesto que tienes todo lo que necesitas y, con lo que logres ir comprando con tu dinero, puedes seguir decorando tu nuevo hogar. Solo quiero que seas feliz, papá.

Sus lágrimas se hicieron evidentes y siguió abrazándome, agradeciéndome todo lo que estaba haciendo por él.

—Todos mis intentos por llegar a ti terminaron cuando las negativas de tu madre, amenazándome y maltratándome, nunca creí que realmente querías verme. Pero sé que fui un tonto, no tenía la valentía…

—Papá, estabas muy enfermo —interrumpí.

Asintió.

—Pero debí dar mi vida por encontrarte, no importando lo que podía sucederme. Eres mi hija.

—Y yo te quiero, papá, te quiero conmigo siempre.

—Eso haré, cariño, y cuidaré de ti en esto que, si bien es muy extraño, este mundo de la política y las empresas… —Botó el aire de golpe—. Sé que tienes una muy buena razón para estar aquí y que, además, tu inteligencia te llevará aún más lejos.

Continuamos abrazados y luego nos metimos a la casa, para ver la maravilla decoración que tendría la casa de papá, con el espacio suficiente para que él le diera su toque especial.

Me sentía satisfecha, tenía a papá, había podido darle lo que merecía y seguiría siendo así. Sentía una enorme satisfacción, pero luego recordaba, sin querer, que en algún momento, no sabía cuándo, debía ver a Edward y eso significaba volver a sentir las emociones que escondía y reprimía, porque ¿para qué engañarse? Sí, estaba enamorada de Edward Cullen, pero ¿qué futuro había en ello? No podía rebajarme a aceptar que un hombre al que le mostré parte de mis sentimientos y emociones más sinceras, con temor e incertidumbre, desconfiara de mí, porque había enviado todo por la borda, todo en absoluto.

En ese momento me tragué las ganas de llorar y me dediqué a preparar mis siguientes pasos, porque mi propósito no había sido venir aquí y enamorarme de Edward, y aunque una parte de mí ardía de ese mismo amor que me envolvía de pies a cabeza y temía encontrarlo porque las emociones florecerían de una manera incontrolable, estaba aquí por otra razón… y el dolor de aquella desconfianza quedaría en mi corazón como una profunda cicatriz.

.

Dejé el periódico y me bebí el café mientras la exclusiva estilista terminaba por darle el toque a mis ondas castañas oscuras. Había cortado un poco y dado más belleza a la forma de mi cabello. Luego de la hidratación y del baño de brillo, la verdad era que me veía más radiante, aunque por dentro estaba algo… angustiada.

Cada medio que veía aún hablaba de la situación vivida con Edward y la verdad me dolía. No quería pensar en las repercusiones, porque él debía estar destruido. Pero ese pequeño… Demian. Si tan solo fuera capaz de enterrarlo en mis brazos y decirle que todo estaría bien y que este mundo de mierda nunca le haría daño.

Suspiré.

Lo último que supe fue que, al menos, Edward había demandado a todos los medios que habían hecho comentarios tan asquerosos como el origen de Demian y mostrado su rostro sin autorización. Eran más de cuatro abogados y tenía el apoyo de la gran mayoría de los demócratas que habían votado por él, así como del partido político que su propio padre fundó.

Pero ¿cómo estaba él?

Sonreí con tristeza mientras la estilista me mostraba mi nuevo flequillo largo y perfectamente ondulado para darle mayor finura a mi rostro y el resto de mi cabello, radiante y espectacular. Por dentro estaba segundo a segundo sosteniéndome a mil emociones de lucha, la principal era para no pensar en… él, y por otro lado, estaba mejorando aún más mi aspecto para ir a esa maldita realidad y actuar como si nada sucediera. Qué graciosos éramos los seres humanos.

—Se ven tan hermosa, mi señora —dijo Serafín, quien nuevamente me dio un abrazo.

Sí, nos habíamos extrañado mucho y más que hablar de todo lo que había sucedido, le pedí que solo nos enfocáramos en la felicidad de saber que papá estaba cerca de mí y que debíamos volver a lo que siempre nos trajo hasta aquí.

—¿Está la mudanza en orden? —pregunté.

—Más que lista. Dejaremos ese departamento sin renta ni venta, es parte del señor como usted ordenó. El nuevo y que ha elegido, está protegido y cercano a los sitios más hermosos de Manhattan, alejado del alboroto de la ciudad, ya está todo listo.

Sonreí.

—Al fin tengo algo que realmente es mío… tal como siempre he sido —susurré.

Y sí, era un departamento muy privado en el que apenas vivían diez personas, todas de carácter reservado, pero lo mejor era que, sin duda, era increíblemente sencillo, con mucha luz, vegetales, flores y… Suspiré. La decoración era todo lo que alguna vez soñé tener.

Emmett nos esperaba en el coche junto al equipo de seguridad, quienes de inmediato me llevaron a entrar.

—Se ve muy guapa, señorita Swan —comentó.

—Gracias —respondí.

Nos dirigíamos a la fundación, lugar en el que un grupo representativo que no quiso identificarse como asociación de algo en específico, pidió mi permiso para una reunión. Habían insistido… y yo en cuanto escuché que eran mujeres jóvenes, entendí, por instinto, que debía estar ahí.

Llegué temprano y todos se acercaron a saludarme y a pedirme que llamara a Elizabeth tan pronto como pudiera, pues había estado intentando comunicarse conmigo.

—¡Señorita! —exclamó mi asistente, más emocionada de verme de lo que imaginaba.

—Buenas tardes —dije con una sonrisa.

—La están esperando hace poco. Si quiere le entrego el portafolio de las actividades que se hicieron…

—Descuida —interrumpí—. Necesito ponerme al día con algo más que el portafolio. Veré los papeles que han dejado de los nuevos donativos y las fundaciones pares para crear lazos de ayuda. Solo diles que me demoraré diez minutos, lo prometo.

Asintió y se fue tan rápido como había llegado.

Entré al despacho y miré a mi alrededor, pensando en cuántas mejoras necesitaba este lugar. Era tan…

—Lo siento, Carlisle, pero me cediste tu lugar y, como tal, quiero sentirlo mío y no seguir más reglas impuestas por este maldito mundo —susurré.

Caminé hasta el escritorio, me apoyé un poco en él y luego le di una llamada a Serafín para que contactara a los diseñadores de interiores. Mientras le describía lo que quería, mi asistente tocó la puerta y yo le cedí la entrada. Venía con una taza humeante.

—Tengo que cortar —le dije—. Te hablaré luego.

Me volví hacia ella y cuando puso la taza de cristal sobre el escritorio y olí el inconfundible chai, solo pude suspirar, porque me traía recuerdos muy… recientes.

—Yo no he pedido esto…

—El señor pensó que podía querer uno…

—¿Qué señor? —inquirí con el corazón en mi boca.

—El señor Cullen.

Antes de que siquiera pudiera dar una bocanada de aire, lo vi en la entrada de mi puerta, vistiendo un lustroso, ajustado y perfecto traje negro. Como acostumbraba, no llevaba corbata y solo podía ver la lustrosa camisa blanca. Su cabello, que era una perdición, seguía pareciéndome tan atractivo como siempre, tanto que recordaba la textura en mis dedos. Pero luego lo miré a los y mis piernas temblaron a pesar de mis intentos por cerrarme a mí misma, egoísta en mis propósitos y jamás dejarme llevar por lo que había ocurrido entre nosotros… Pero ahí seguía, causándome fuertes escalofríos irresistibles, movimientos en mi vientre y provocándome el desequilibrio.

—Creí que quería volver con un té chai, su favorito —exclamó.

Tambaleé y tragué.


Buenos días, les traigo un nuevo capítulo, esta vez de la segunda parte de la historia, titulada "PECADOS". Me entusiasma mucho traer esta versión un poco más oscura, más erótica y con las verdades a flor de piel, pero no solo eso, sino la desencadenante explosión de un amor que infundirá todos sus sentidos, con una intensidad tremenda. Espero me sigan acompañando en esto, apenas comienza y vendrán sorpresas tras sorpresas, ahora ¿qué sucederá en esta primera impresión de los dos? ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas

Agradezco los comentarios de Claryflynn98, somas, Liduvina, Mentafrescaa, Elmi, quequeta2007, SolitariaCullen, lolpppb, Sofi Bianciotti, almacullenmasen, LittleVampireSexy, AndreaSL, JMMA, nydiac10, Yiruma San, Laliscg, joabruno, Maribel hernandez Cullen, Fallen Dark Angel 07, claribel cabrera, Prisgpe, Felur50, NaNYs SANZ, Rero96, dana masen Cullen, Gan, Angel twilighter, bbwinnie13, KRISS95, natuchis2011b, MakarenaL, Jen1072, Alexa124, miop, MarielCullen, mi frase favorit, zary65, Jocelyn, beakis, Valentina Paez, krisr0405, alyssag19, Ceci Machin, terewee, Noriitha, SeguidoradeChile, ari Kimi, Santa, Naara Selene, Franciscab25, SanBurz, Valevalverde57, Liliana Macias, angelus285, valem0089, Ady denice, Jade HSos, merodeadores 1996, jupy, Jimena, Elizabeth Marie Cullen, cavendano13, Eli mMsen, AnabellaCS, Paperetta, NarMaVeg, Teresita Mooz, Karensiux, chivarogs, veritolove96, Iva Angulo, angelaldel, Anabelle Canchola, barbye95, CCar, Mime Herondale, Ivi, Anita4261, diana0426a, Pam Malfoy Black, calia19, CelyJoe, Pancardo, Mapi13, kathlenayala, Rosana, saraipineda44, sollpz1305, luisita, Tata XOXO, patymdn, ELLIana11, morenita88, Belli swan dwyer, Yesenia tovar 17, Elizabethpm, Ana Karina, Wenday 14, Celina fic, sool21, Lore562, miriarvi23, Cinthyavillalobo y Guest, espero volver a leerlas nuevamente, cada gracias que ustedes me dejan es invaluable para mí, sus comentarios, su entusiasmo y su cariño me instan a seguir, de verdad gracias

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