Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.


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Capítulo 3:

Obligación

"¿Sientes cómo me siento?

A veces pienso que sabes todo de mí

¿Alguna vez sentiste lo mismo que yo?

Porque tengo estos pensamientos que no sé cómo decir

Y, cariño, mi amor

Eso dice mucho

¿Somos los mismos entonces?

El tiempo ha cambiado las personas que fuimos

¿Realmente somos los mismos...?"

Charlotte comenzó a reírse y yo la seguía hasta los asientos. Me esperaba con un bourbon y un cigarrillo, mientras la elegante fuente era nuestro mejor paisaje junto a la noche.

—¿Ha ido todo bien en casa? —inquirió con suavidad.

—Eso espero —respondí de forma estoica, acomodándome en la silla.

Tomé el bourbon y le di un buen trago, mientras Charlotte me miraba tras el humo del tabaco encendido.

La contemplé con más detenimiento. No era digno de una persona decente mentir respecto a su atuendo, pues era despampanante. El vestido rojo brillaba con suavidad y solo se sostenía desde su pecho, mostrando el canal de estos. Estaba muy ajustado a su cintura y piernas, acabando de forma suave hasta sus tacones del mismo color. Llevaba su castaño cabello en lo alto de su cabeza y movía sus largas pestañas mientras sostenía una mueca de suficiencia.

—Extrañaba a mi gruñón favorito —dijo, mientras miraba mis guantes.

—Y yo tu buen humor —señalé, quitándole el cigarrillo para darle una bocanada.

Sonreí con suavidad, mientras Charlotte contemplaba mis ojos.

—¿Y tu madre está contenta con lo de nosotros?

Dejé ir el humo mientras tenía mi pulgar en mi barbilla y dos de mis dedos en el cigarrillo.

—¿Qué crees tú?

Suspiró y miró su vaso con hielos y bourbon.

—Probablemente piensa que se trata de Victoria.

Solté una pequeña carcajada cítrica, pero entonces noté el dejo de melancolía en sus ojos.

Puse los labios en línea recta.

—Por supuesto que asumió su existencia en mi vida otra vez.

Puso sus manos debajo de su barbilla, volviendo a sonreír.

—¿Qué crees que piense ahora que estoy junto a ti? —inquirió, quitándome el cigarrillo de los labios.

—Como la primera vez, Charlotte.

Tragó y acomodó los hombros.

—Sé lo que piensa de mí y, siendo franca, no me da pánico su existencia, sabe que puedo hundirla sin ponerte en riesgo, Edward.

Sostuve su mentón y nos miramos.

—Lo sé perfectamente. Esta vez es en eso en lo que más he pensado.

Su sonrisa se volvió maliciosa.

—Y quien me importa hoy eres tú y voy a protegerte de todo, tal como te lo prometí.

Los dos miramos de reojo hacia el lente que parecía enfocarse en nosotros, en unas mesas más allá. Su dueño sostenía su teléfono con las manos temblorosas mientras le repetía algo a sus amigos, quienes, al parecer, lo que más esperaban era que siguieran tomándonos fotografías.

—Por eso me tienes aquí… junto a ti.

Los ojos de Charlotte relucieron como la primera vez que estuvimos juntos, lo que esta vez me generó un temblor en algún lugar dentro de mí.

¿Esto era lo correcto? ¿Era la manera de que funcionara y…?

Suspiré.

—Y tú a mí —respondió.

La besé, recibiendo su sabor a bourbon, cigarro y el dulce labial que llevaba.

Una imagen volvió a mi cabeza y sentí el estremecer de mis entrañas.

Sabíamos que estaban sacando fotografías, lo que agradecí.

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DeDe dormía profundamente en mi pecho, con ambos brazos caídos a cada lado de mí.

Suspiré.

Desde lo sucedido con mi hijo, no dejaba de preguntarme más cosas respecto a mi desempeño como padre y sí, de revivir viejas imágenes. Ver a Demian era un constante hundimiento en monólogos en los cuales yo, como padre y hombre, era el peor.

Sentía que no era suficiente para mi hijo, que lo había expuesto a la peor de las situaciones y que esto se trataba de mí, solo de mí…

Sacudí la cabeza, negándome a pensar en eso. No quería sentirme culpable de algo en lo cual no había participado, no respecto a mi hijo. Pero entonces pensaba en Bella y lo que había dicho.

Boté el aire de un solo soplido.

Ardía el pecho desde el primer día en que supe que se había marchado del departamento; culpa, culpa y más culpa. Pero no se trataba de aquel banal sentimiento humano que solemos presentar hacia cualquiera a quien habíamos dañado, esta vez se trataba de… ella, de la misma Isabella a la que le había mostrado parte de mi intimidad. Y entonces pensaba, si no sentía confianza en ella, ¿por qué lo hice?, ¿por qué mi instinto fue huir por temor a que…?

Fruncí el ceño.

Claro que sí. Tenía temor a continuar sintiendo…

Bella.

De pronto sentí un quejido y luego vi unos imponentes ojos redondos y grandes que contemplaban mi existir.

Sonreí.

—Hola, dormilón.

Sacudí su cabello castaño y en cuanto se restregó los ojos con sus manos regordetas, suspiré.

—¿Qué pasa? —inquirí, notando que estaba de mal humor.

Se quejó e hizo movimientos bruscos, lanzándose a un lado de mí, cayendo a la cama.

—Be —gimió, respirando hondo.

Tragué.

—¿Qué pasa con ella?

—Be… ¿Dónde? —sollozó mientras movía los brazos en aleteo.

Lo tomé entre mis brazos y me paré, paseándolo para que viera a la ventana o a sus juguetes.

—Be… ¿Dó…? ¿Dónde? —tartamudeó—. Aquí —chilló.

—¿Soñaste con ella? —le pregunté con un hilo de voz.

—Ajá —respondió.

Volví a tragar, pero me sentía atragantado.

—Hey, tranquilo —susurré.

—¿Dónde, papi?

Claro que me lo estaba preguntando, Demian no sabía de Bella desde lo sucedido.

—Ella… —Bufé—. ¿Quieres el biberón? De seguro tienes hambre.

—No, pa… papi.

Lo saqué de la habitación y lo continué cargando mientras Anna se acercaba a nosotros.

—¿Qué ocurre, señor Cullen? —me preguntó.

—Está… triste.

—¿Be? Quiero a Be —insistió.

Demian volvía a soñar con ella de la misma manera en que yo lo había hecho cada día. Era la primera mujer con la cual soñaba con la misma frecuencia que las olas bañaban la arena en los lugares más hermosos del planeta. Era paradójico, no acostumbraba a bañar mis sueños en nadie más que mi hijo, pero continuaba convocando mis deseos, esas emociones incontrolables y… sabía que despertar era angustia y dolor.

No toleraba esto.

—Pronto, ¿sí? —susurré.

Asintió mientras respiraba hondo y se limpiaba la nariz.

Lo abracé y besé, cerrando mis ojos mientras buscaba la forma de hacerle olvidarla…

¿Cómo? Demian había abierto su corazón para Isabella y yo estaba enloquecido de pensar que ella había hecho aquel daño.

Tensé la mandíbula con fuerza.

—¿Quieres que juguemos un poco? Te daré tu biberón, ¿tienes hambre? —exclamó Anna, ofreciéndole los brazos a Demian.

Se lo entregué con suavidad y vi cómo él asentía y se olvidaba de aquel sueño que tanto añoraba.

Cuando desaparecieron, me mantuve mirando al vacío, como si nada más existiera en mi cabeza.

Estaba cansado.

Me senté en uno de los sofás por un rato, intentando controlar mi respiración.

Me sentía tan miserable.

La vibración de mi móvil logró quitarme todo de la cabeza. Cuando lo tomé y vi que se trataba de Alice, fruncí el ceño y contesté.

—Edward —dijo de inmediato—. Estoy esperando a que acepten mi llegada a tu departamento.

—¿Qué ocurre?

—Sabes que necesitamos hablar.

Suspiré.

—Alice…

—¡Dame la aprobación del ingreso ya! —insistió.

—¿Me estás hablando…?

—Sí, senador Cullen, y sabes muy bien que tu autoridad no va conmigo. Abre ya, no soy una niña y no me intimidas como acostumbras con los demás.

Tensé la mandíbula, colgando con la furia en la garganta. Di unos pasos hacia la pantalla para ingresar el código y aceptar la llegada de mi intransigente hermana menor.

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Alice se deshizo el nudo de su pañuelo púrpura y se acomodó en el sofá con los brazos cruzados, mirándome con rabia.

Mida —dijo Demian, mostrándole sus Legos.

Mi hermana le dio una sonrisa y le respondió con voz infantil, tomándolos y enseñándole a ponerlos para armar un robot.

—¿Te parece si vamos a jugar en un momento? Espérame a que acabe de molestar a papá y correré a por ti. —Le acarició las mejillas y luego se dieron un abrazo, mientras Anna esperaba a mi hijo para irse a jugar mientras esperaba a mi hermana.

Alice suspiró y yo me mantuve impertérrito, masticando su mirada maternal, dispuesta a regañarme.

—¿Planeas decir algo? —inquirí.

Levantó las cejas y suspiró.

—Edward, estoy cansada de esta mierda. ¡No confías en mí! —gruñó.

—Alice, tú sabes que…

—No, no lo sé. ¿Acaso crees que no lo noto? Acabo de saber que madre no logra sacarse de la cabeza que Bella es la causante de todo este maldito alboroto causado por Demian —susurró furiosa.

Me tensé en el segundo.

—No debes tomar en cuenta a madre…

—Edward, por Dios, ¿es que no has sido capaz de parar su obsesión con esa mujer?

Bufé y me pasé las manos por el rostro.

—No necesito tus sermones, Alice, sabes que no tolero siquiera los de nuestra…

—Basta, ¿bien? Puede que no toleres sus sermones, pero has invalidado tus propias emociones por mantenerte fuerte y aguantar su existencia, ¡haces todo lo que tengas en tus manos para callarla, pero te has convertido en un maldito imbécil sin sentimientos, ¡incapaz de expresarse como un ser humano, el que yo sí conocí y de pronto se esfumó! ¡Y sí! —Se le escapó un gemido y las lágrimas corrían por sus mejillas—. Porque no eres ese hombre que tienes ahí afuera, pero por ella lo haces, para escapar y no permitir que te siga dañando.

Mis ojos escocieron; sus palabras habían quebrado una parte de mí que no sabía que seguía existiendo… Hasta ahora. Estaba conteniéndome más de lo que podía aguantar.

—Sabes que Isabella no sería capaz de eso —añadió.

—¿Qué?

—Sabes que ella no dañaría a Demian.

Bajé la mirada hacia el suelo.

Era un maldito cobarde.

—Sí, claro que lo sabes. Le pregunté a DeDe sobre ella, no pude quedarme con la intriga desde aquella vez en la que él habló de Bella con sus ojos brillantes y… —Apreté los labios—. Me atrevería a decir que era una mirada que solo la veo cuando te mira a ti.

Mis ojos amenazaron con las lágrimas otra vez.

—Si solo lo meditaras, sabrías que ella no sería capaz de hacerle daño a mi sobrino.

—Alice…

—Eso fue lo que hiciste —murmuró.

Me miraba con sus ojos azules, intimidando ese lado de mí que no quería escapar de mis propias jaulas.

—Por eso ella… —Tragó—. La vi ayer. Fui a la oficina de pasada y la encontré frente a mí, pero ella no me notó. ¿Sabes lo que vi? A una mujer que luchaba con la tristeza, fingiéndose, sí, a sí misma, que no sentía esa misma tristeza. No pude saludarla, solo me fui y sentía que debía decírtelo.

No me salían las palabras, estaban sencillamente atoradas en mi pecho.

—Porque lo sé —exclamó—. Sé que ustedes estuvieron juntos.

Sentí una corriente fría en mi columna.

—Sabes que tengo ojos en todos lados y eso me ha permitido sobrevivir en esta vida junto a nuestra madre. Y sí, sé que estuvieron juntos o que fueron amantes… —Suspiró—. Y sé que no ha sido cualquier cosa, Edward.

Se pasó las manos por el rostro y noté cómo su mirada se volvía tremendamente triste.

—¿Por qué haces eso contigo? Sabes que ella no dañaría a Demian…

—Fue lo primero que se me pasó por la cabeza cuando vi que tenía esa información en su poder, justo en ese momento en el que vi a mi hijo en todos los medios de televisión —susurré.

—¡¿Por qué actúas así?! —gimió—. Edward, he tenido que soportar que crearas esa maldita coraza y ahora… veo que has perdido por temor a que los demás te anulen como lo hace nuestra madre.

—Deja de decir que he perdido —gruñí, mirando hacia otro lado—. No soy el tipo de persona que cree en perder.

No quería asumir que esa palabra podría estar presente en realidad.

—¡Pero eso sucedió! ¡Perdiste! Eres mi hermano y sé que ella… —Frunció el ceño y apretó los labios.

—¿Ella qué? —inquirí, frunciendo el ceño.

—No merecía ese trato, Edward. Y no, no vas a conseguir engañarme diciendo que ella solo fue una amante, porque te veo y sé que no es así.

Dejó caer el abrigo al sofá.

—Pensé que volvía a tomar realidad el…

—Sí, el que esa mujer iba a buscar la forma de dañarnos, a nosotros, que somos una tremenda familia de mierda —exclamó y luego se mordió el labio inferior—. ¿Sigues creyendo que nuestra madre sabe lo que en realidad es una familia? Nuestro honor no existe, somos seres humanos como cualquiera y papá sabía lo que hacía. Lo que ustedes tuvieron no debió repercutir. Pero la has acusado, ¿cierto? —gimió—. Sigues permitiendo que ella controle lo que sientes…

—¡No es así! —bramé.

Se calló ante el susto.

—Sé lo que hice —agregué—, no debí dudar de ella, no podría, mi hijo no sentiría ganas de ver a una persona si no fuera alguien como Isabella. Pero por la misma situación, aprovechando todo esto que he ocasionado, he logrado mantenerla lejos, o nuestra madre me obligará a lo que no podré.

Alice arqueó las cejas y se acercó.

—No serías capaz de destruirla, ¿no es así?

—No —le respondí—. Ya no.

—Pero no es justo…

—Si me mantengo así, madre quedará en paz, yo seguiré las riendas de esto, quitándole esa maldita idea de destruirla de una buena vez.

Entonces, Alice comenzó a llorar en silencio.

—Basta ya, ella no es la dueña de tu vida. Te convirtió en alguien que no eres y no logras quitarte eso de encima, maldita sea. —Se puso el dorso de la mano entre la nariz y la boca mientras intentaba controlar los gemidos—. ¿Dónde está mi hermano? Te extraño, lo haga cada día, pero sigues sin aparecer, solo eres el que fabricó nuestra madre.

Tomó su abrigo y se alejó de mí, metiéndose a la habitación de Demian.

Tragué y me mantuve apoyado en el umbral, para luego alejarme e ir a mi habitación.

Sus palabras habían corroído gran parte de mi cuerpo.

Antes de continuar en mi soledad, la vibración de mi teléfono volvió a llamar mi atención.

Tanya.

Respiré hondo, sabiendo que planeaba, me lo había dicho de forma directa unos días después de que Isabella desapareció de la faz de la tierra.

—¿Qué quieres? —bramé.

—Solo vengo a recordarte que voy a buscar pruebas de que estás con esa mujer —aseguró.

Levanté el mentón y respiré hondo para no enloquecer.

Ella lo sospechaba… De alguna forma, la idea de que Bella y yo éramos amantes era una total realidad. ¿Cómo lo había concluido? Esa era mi principal pregunta.

—Deja de hablar estupideces. ¿Te das cuenta de lo que estás diciendo? Estás demente.

Hubo silencio.

—¿Quieres perder la confianza de mi madre al decir mentiras? Yo no me relaciono con… —Respiré hondo—. Con esa mujer.

Jadeó.

—Sé que ocultas algo con ella, ¡lo sé!

—Continúa haciendo esto y verás cómo te destruyo. No tengo nada que ver con esa mujer, ¿crees que voy a hacer semejante disparate sabiendo que es una de las sospechosas de dañar a mi hijo? Además… es la exesposa de mi padre.

Me sentía miserable. Mentir no era un problema para mí, había cimentado mi camino de esa manera, pero cuando se trataba de Isabella, el hacerlo me provocaba náuseas.

—¡La defiendes! ¡Por eso no has vuelto a verme! Desde que esa mujer entró a nuestras vidas nunca más…

—¿A nuestras vidas? —Rei—. Somos adultos, Tanya Denali, sabías que solo estábamos pasando algunos momentos y nada más. Y no vuelvas a poner a Isabella en esto, no tengo nada que ver con esa mujer.

—Sé que estás con una mujer, estás diferente… lo veo. Estoy segura que es ella y te juro que haré lo posible para que tu madre lo sepa y destruya a esa mujer, y sabes que voy a disfrutar siendo su cómplice.

Cortó, impidiéndome la palabra.

Lancé el teléfono a la cama, furioso y frustrado.

—Por eso hago esto, Isabella, necesito que estés lejos de esta locura —murmuré.

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Isabella POV

Nunca pensé que esta mujer estaría frente a mí. ¿Cómo osaba? Verle la mueca de suficiencia mientras se sujetaba las caderas, pensando que podía avasallarme, me asqueaba.

—¿Qué quieres? —espeté—. No deseo tus visitas, vete de aquí.

Iba a cerrarle, pero puso sus asquerosos tacones negros de gamuza para impedir que lo hiciera.

—Vas a escucharme, quieras o no —aseguró.

Fruncí el ceño.

—Llamaré a seguridad…

—Descuida, vengo de pasada, no espero que me invites un café. —Sonrió, mostrándome sus perfectos dientes blancos y los labios rellenos y grandes con labial rojo furia.

Me miró con soberbia, pero enseguida sonreí, contemplando su miseria.

Las personas como ella me provocaban lástima; ¿de qué servía una apariencia cuidada, querer ser el centro de atención o simular que era superior al resto, cuando estaba podrida por dentro? ¿Pensaba que podía intimidarme o hacerme sentir inferior a ella? Subestimaban tanto de mí que, a fin de cuentas, se estaba convirtiendo en mi principal ventaja.

Ya no tenía paciencia ni toleraba la manera déspota y asquienta con la que me trataban. Había soportado suficiente.

—No me interesa escucharte, no eres bienvenida aquí, nadie que te rodee, francamente.

Entrecerró sus ojos azules. Parecía contener la rabia.

—¿De verdad lo crees? No sabes con quienes te has entrometido, Isabella Swan.

Dejé escapar una carcajada frente a su rostro altanero.

—Tú y todos los de tu tipo no me asustan, tus deseos de destruirme por causar una buena impresión en tu familia y en los Cullen son patéticos. ¿Crees que tus padres tomarán en cuenta tus acciones mientras compites con tu hermano, el favorito?

Apretó la mandíbula con fuerza.

Claro, había llegado a una de las razones correctas. No costaba leerla y menos al saber quiénes eran parte de su podrida familia, los mayores accionistas de empresas con corruptas acciones que habían favorecido a su inmunda estirpe.

—Estás jugando con fuego, eres una simple empleada que ha llegado sin saber realmente lo que significa nuestra realidad. No creas que una criada en suburbios pueda tener poder solo porque se acostó con un expresidente solitario y débil ante una puta como tú.

Levanté las cejas y me crucé de brazos.

No iba a ofenderme porque sabía la clase de mujer que era.

—Puede que tengas razón, Tanya, quizá soy una puta, pero a diferencia de ti, no me arrastraría como un gusano por conquistar a un hombre que apenas me mira, ¿o crees que no sé lo que ocurre con el flamante senador?

Tragó y levantó la barbilla.

Sonreí.

—Pues bien, por eso he venido —gruñó, acercándose a mí de forma intimidante.

No flaqueé y me mantuve en mi posición.

—Crees que puedes navegar en esto, pero hay una tormenta que te espera. Solo eres una mujercita de veinte creyendo que puede manejar esto, pero eres insignificante. Y sí, te quiero lejos de Edward, ¿te ha quedado claro?

Me hice la desentendida.

—¿Por qué tendría que hacerlo? ¿Crees que me interesa verle la cara?

Enseguida tragué el inesperado nudo en mi garganta cuando aquello salió de mi boca. La angustia me nubló en un segundo.

—Sé que fueron amantes.

Me mantuve con serenidad mientras buscaba la manera de controlar la sorpresa ante lo que acababa de decirme.

—No me cabe ninguna duda de que estuvieron viéndose. ¿Crees que iba a pasar desapercibido para mí?

Continué sin hacer muecas.

—Estás enferma —espeté—, no encuentras razones para destruirme ¿y ahora vienes con esto? Eres patética.

—Veo que estás muy molesta, ¿acaso pensabas que ibas a salir inmune de tus asquerosas reuniones con Edward? Por Dios, no tienes moral alguna, no ha pasado siquiera un año desde que Carlisle ha muerto y ya te revolcaste con su hijo.

—Nadie podría creer esa estupidez —respondí con firmeza—. Nadie.

—Voy a buscar las pruebas necesarias para mostrárselo a todo el mundo, sabes de lo que soy capaz.

—No vas a encontrarlas porque no tengo nada que ver con ese hombre.

Contuve el aliento por unos segundos.

—Sé que él está disfrutando contigo, cayendo en tus redes como lo hiciste con su padre. ¿No te bastó con destruir su matrimonio? Ya veo que quieres continuar dañando a los Cullen, pero te equivocas, Isabella, no voy a permitir más, Edward, además, jamás sentiría algo por ti, solo eres una escapada de camas…

—Esa eres tú —la interrumpí.

Sonrió.

—Tú eres esa mujer con la que él se acuesta y voy a encontrar las pruebas suficientes para quitarte del medio.

—¿Y planeas destruir a Edward en el camino?

—No —susurró con malicia—, planeo destruirte a ti. No vuelvas a acercarte a él o haré que todo el mundo sepa de tu asquerosidad. Los hombres son débiles y tú te has aprovechado de eso. Pero con Edward te equivocas, solo eres una más. Él es mío, te guste o no, y voy a luchar por estar a su lado, sea por las buenas… o por las malas.

Aquella desfachatez y locura parecía inverosímil, pero estaba siendo honesta. Tanya estaba enloquecida por apoderarse de él, aun cuando sabía que solo era una más.

—Solo seguirás siendo una amante, Tanya Denali, y no, los hombres no son débiles, ellos toman sus propias decisiones. Es una pena que veas así a tu propio género.

Rio.

—Ah, claro que lo eres, una jovencita que cree en el mundo moderno y esas barbaridades. —Suspiró—. Todas tus acciones te explotarán en la cara y tus ideales, tu utopía, no sirve aquí. Te has entrometido en un juego de ajedrez y tanto nosotros como Esme haremos Jaque Mate. No vas a cambiar las reglas del juego, aquí el más débil se arrepentirá de todos sus intentos por figurar en nuestro círculo, y esa eres tú.

—No me asustas, no encontrarás pruebas, solo hablas barbaridades que no surtirán efecto, no sé de qué hablas y te aseguro, otra vez, que no me interesa siquiera tocar un cabello de ese maldito senador.

Era doloroso, más de lo que pensé. Quería arrancarme el corazón para dejar de estar enamorada de ese hombre y sentir el vacío que significaba no disfrutar de sus besos, sus caricias, su voz y su mirada, lo que intentaba esconder para que se esfumara de una buena vez.

—Ya verás, Isabella. —Se apretó a su bolso de piel y se ajustó los caros pantalones de seda—. Es mío y haré todo por él, aunque no me quiera y solo sea su satisfacción, es únicamente mío.

Tragué.

—Me causas lástima. Y sí, para ti puedo ser una puta, pero nunca seré el juguete de un hombre. Ahora vete.

Enarcó una ceja y se dio la vuelta, saliendo del departamento con la altanería que le caracterizaba. Una vez que cerré, me quedé un momento con las manos en la puerta, tratando de digerir todo lo que había sucedido.

No, no tenía pruebas, pero sus sospechas eran suficientes. ¿Cómo? ¿Qué había visto? ¿O acaso notó algo en nuestra relación?

Suspiré y me devolví a la sala, busqué la granada de cristal y al sostenerla solté un suave llanto que llevaba conteniendo por semanas.

La situación ya era un peligro, no pensaba en dar un paso atrás, volver a lo que sea que habíamos tenido, por más que los recuerdos continuaran haciéndome llorar, por el dolor de su desconfianza, por extrañarlo y mi constante ímpetu por olvidarlo e ignorar el amor que sentía por él. Sin embargo, eso significaba también olvidar a Demian, esconder los recuerdos que había cobijado a su lado. A veces quería abrazarlo y mirar sus ojos, sentir su piel suave, contemplar la inocencia que demostraba… Todo.

Lo extrañaba tanto que no tenía adjetivos para describir lo mucho que dolía asimilar que, haciendo esto con Edward, Demian no volvería a estar entre mis brazos.

Respiré hondo y me acomodé en la soledad, concentrando mis fuerzas para dar un vuelco a mis torpezas y comenzar a liderar con tal de vengarme de Esme, pero especialmente para encontrar a mi hija… y el lugar en el dejaron el cuerpo de mi pequeña fallecida.

No había tiempo para darle vueltas a Edward, y aunque me costara parte del corazón, tenía que enfocarme en todo… menos en él.

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Crucé el umbral del ascensor para entrar a la zona gerencial mientras sostenía con suficiencia mis jeans apretados que combinaban perfecto con mi blusa de fondo blanco y flores anaranjadas, cubierta con un abrigo largo del mismo color. Caminé con una sonrisa mientras me saludaban y yo respondía con alegría, trazando mis pasos con mis tenis blancas. No reparé mucho en las miradas extrañadas, pues no parecía (ni pretendía hacerlo) la viuda de un expresidente que, además, me había dejado parte de su imperio empresarial, el cual dejó en manos de Edward cuando él tomó la presidencia de la nación.

—Bella —exclamó Jasper, rompiendo la distancia que nos separaba para darme un fuerte abrazo mientras entrábamos a mi oficina—. Qué bueno verte. Te ves preciosa así, es como… no sé explicarlo.

—He decidido dejar de inventar lo que no puedo ser. Esta soy yo, lo que no significa que perderé la elegancia cuando sea necesario. —Me reí mientras Jasper continuaba haciéndolo—. Estos estereotipos me hacían ver más adulta, ¿no crees?

Hizo un mohín y negó.

—Para nada. De hecho, no has perdido la elegancia, solo creo que estás siendo más tú.

Suspiré.

—Eso es en realidad.

—Estaba revisando las redes y en una revista rosa te han puesto como… —Sacó la tableta y agrandó la nota—. Aquí está. Dice que puedes contribuir a la moda sustentable y… que tu gesto con diseñadoras independientes ha incrementado su popularidad. Vaya, eres toda una pionera, ahora más que nunca.

Iba a responderle, pero como la puerta estaba abierta, vi que Edward saludó con sequedad a los demás, dispuesto a entrar a su oficina.

Aunque quería evitarlo, mis ojos lo recorrían sin remedio, repasando el cuerpo que conocía perfectamente, pero sobre todo, aquella mirada verde que, de pronto, parecía desgarrada en su propio dolor interior.

Tragué el nudo en mi garganta, en especial cuando él notó que yo estaba mirándolo.

Edward me miró de pies a cabeza, como siempre, pero esta vez al enfrentarse a mi rostro, vi con mayor intensidad un dolor desgarrador que entró en mí como una puñalada.

—Quizá en otro lado de la red salgas de... —Jasper se quedó callado mientras miraba a la pantalla con el ceño fruncido-. Creo que...

Él finalmente dejó ir las palabras en el aire, en especial cuando vio que Edward y yo nos mirábamos.

—Voy a guardar esto —dijo, aludiendo a la tableta.

Sin embargo, cuando iba a hacerlo, vi una imagen de portada de un reconocido medio digital que se robó toda mi atención. Tomé el aparato con las manos temblorosas, aun sabiendo que podía lanzarlo al suelo ante la debilidad en mis manos, y miré con detenimiento lo que tenía ante mis ojos.

No podía ser verdad.

Bajé la página con el dedo y aparecieron más imágenes, las que mostraban con certeza cómo Edward sujetaba la barbilla de Charlotte mientras la besaba, estando ambos en un fino restaurante.

Algo dentro de mí se desgarró.


Buenos días, ya estamos ante un nuevo capítulo, uno que sentí como el cambio total de los sentimientos que ya tenían los personas por unos más intensos, en especial por la manera en la que el sentido común lucha con lo que dicen los verdaderos sentimientos. La situación con Charlotte da un cambio radical a la forma en la que el mundo vea a Edward y con ello, Bella queda descartada del escarmiento público que podría generar las sospechas de Tanya. Bella ante la lucha de sus propias emociones anula sus sinceros sentimientos y, con ello, la necesidad de abrirse al mundo que le rodea, solo le queda aferrarse a los que considera sus cercanos, ¿funcionará? ¿Edward explotará con la cantidad de emociones que no puede controlar ni describir al ver a Isabella? ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas

Agradezco los comentarios de terewee, Gibelu, mcalderona2, AnnieVal11, valem0089, kathlen ayala, AndreaSL, JMMA, alyssag19, PRSGPE, Paperettla, Fallen Dark Angel 07, sool21, Angel twilighter, miop, diana0426a, Gan, MarielCullen, merodeadores 1996, Pancardo, Anita4261, Claryflynn98, Teresita Mooz, liduvina, C Car, KRISS95, Claribel cabrera, Ivii roo, angelaldel, morenita88, paramoreandmore, Makarena L, Celina Rojas, Noriitha, ariyasy, Torrespera172, NarMaVeg, Valentina Paez, Karensiux, Ari kimi, Fleur50, calia19, Veronica, Elizabeth Marie Cullen, almacullenmasen, Joselyn, Teresita Mooz, chivarogs, Pam Malfoy Black, Naara Selene, Jimena, Marken01, gabomm, CelyJose, Belli swan dwyer, Eli mMsen, Mapi13, Ceci Machin, Liliana Macias, Wenday 14, Jen1072, barbya95, patymdn, saraipineda44, quequeta2007, joabruno, Rero96, beakis, ELLIana 11, jupy, Tata XOXO, ORP, ElizabhelSwan23, Angelus285, NaNYs SANZ, Ana karina, SeguidoradeChile, SanBurz, luisita, miriarvi23, AnabellaCS, Cinthyavillalobo, robertsten 22, Santa, Valevalverde57, cavendano13, Elizabethpm, seiriscarvajal, sollpz 1305, Iva Angulo, Adriu, Jade HSos y Guest, espero volver a leerlas nuevamente, cada gracias que ustedes me dejan es invaluable para mí, sus comentarios, su entusiasmo y su cariño me instan a seguir, de verdad gracias

Ahora más que nunca es importante su apoyo y su entusiasmo en la historia, ¡se acerca la explosión!

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