Poco a poco las tierras del reino se fueron recuperando, algunas manadas volvían a las praderas de a poco, pero esto era una buena señal. Nadia se había recuperado casi por completo, ya podía mover su brazo sin apenas sentir dolor. Y Scar, bueno, su estado está mejorando a buen ritmo pero su humor no tanto. Por suerte para Nadia, el león le dejaba revisar sus heridas cuando el mandril no estaba, cosa que a Nadia le fascinaba ya que esto es para ella una práctica que le servirá mucho.

–Las heridas están casi curadas. ¿Ya no te duelen las quemaduras, no? – preguntó en caso de que tenga que aplicar el ungüento que Rafiki le enseñó a preparar. Entrecerró los ojos –. El pelaje está empezando a crecer, por suerte, así no se verán las nuevas cicatrices.

–Ay, Maravilloso. Y no, no me duelen.

–¿Seguro?

–Seguro y... –Scar soltó un pequeño jadeo ante el toque de Nadia.

Nadia había tocado "parcialmente" una de sus cicatrices, provocando a su vez una corriente dolorosa recorrerle la espalda a Scar. Giró, entornando los ojos molesto. Ella simplemente se encogió de hombros con una mirada de suficiencia. Al parecer Scar es más orgulloso de lo que parecía, y no quería aceptar que casi pasa a la otra vida, mucho menos aceptar frente a una humana que si sentía algo de dolor. Nadia miro el baobab, no muy lejos de ahí. No hace mucho Scar se sintió lo suficientemente bien como para ya estar por su cuenta, pero Rafiki le explicó que necesitaba que se le revisaran los vendajes y su avance; ella se ofreció a hacerlo porque, en teoría, no debía alejarse de él ya que lo ayudaría a "redimirse". Además, ya quería sentir la tierra firme bajo sus pies y no sentir vértigo cada cinco minutos.

–Eres un mentiroso –afirmó, chasqueando la lengua–. Y un mal paciente, por cierto.

Scar se recostó de nuevo, ignorándola.

El león buscaba hablar lo menor posible con ella pese a que estaba pegada como una garrapata. Nadia admite que es algo molesto e irritante, pero lo comprende un poco. Además, a veces actuaba de forma intensa; preguntándole sobre su pasado, gustos, disgustos y anécdotas pasadas. Siendo él su personaje favorito, no podía evitar fangirlear un poco, mucho menos cuando la sedosa voz de Carlos Petrel acariciaba sus oídos cual dulce melodía.

–Asante sana squash banana wewe nugu mimi hapana –escucho Nadia cantar a lo lejos, sonrió, sabe muy bien de quién se trata.

Trotó hasta el baobab antes de que Rafiki ingresara a su hogar, se vio de buen humor, y Nadia preguntó que noticia la había causado. Al llegar le preguntó:

–¿Nuevas noticias que contarme, Rafiki? ¿Zira aún sigue causando problemas entre las leonas?

Zira es o era la compañera o ¿amiga? de Scar. Aún no sabía cómo clasificar su relación pero tiene constancia de que Nuka es hijo de Scar, más no sabía de Vitani y Kovu, Scar no quiso decir mucho ni le interesa hacerlo. Aunque Rafiki le explicó después que Kovu fue adoptado al ser encontrado cerca de su moribunda madre y, desde ese momento, fue tomado bajo el cuidado de Zira y posteriormente fue nombrado el sucesor de Scar. Apenas tiene poco tiempo de nacido al igual que Vitani.

–Si Zira sigue por el camino del odio, solo hallará dolor y miseria para aquellos que la siguen –musitó Rafiki, sentándose y adoptando una postura de meditación. Pero luego saltó efusivamente, riendo con alegría –. La reina Nala está esperando su primer cachorro.

Nadia chilló emocionada, amaba a los cachorros.

–Awww, lo que daría por verla.

–Así que, la bola de pelos será padre, ¡que novedad! –el sarcasmo de Scar es tan palpable en el aire que Nadia juraba que podía tocarla. Scar ya no cojeaba casi nada, al menos su recuperación física está siendo un éxito.

–Solo espero que Zira no haga una tontería –comentó Nadia–. Al parecer las cosas están tensas entre las leonas. Y tu ferviente novia, seguidora o lo que sea, no esta aceptando el nuevo cambio en la monarquía –junto sus cejas, preocupada–. Los cachorros sufrirán las consecuencias por sus actos.

Scar le mostró los dientes en advertencia.

Pero eso a ella poco le intimidaba.

–Guarda esos dientes –ordenó.

–Cuida tus palabras –refutó Scar–. Zira no haría nada estúpido como enfrentarse a Simba.

–Oh, ¿enserio? –Nadia imito su mismo tono–. Será exiliada a las lejanías, Scar, por su actitud. Ya lo verás. Quizá sea hoy o mañana o pasado mañana; pero será exiliada con toda su familia. ¡Incluyendo a tus hijos!

–¡Suficiente! –rugió Scar ante la mención de sus hijos, Nadia no se inmuto ante su arrebato, siempre buscaba pincharlo de alguna forma para ver cuál será su reacción–. Simba no sería así de impulsivo. No desterrara a un grupo de leonas y menos con cachorros.

–A menos que Zira haga algo estúpido y provoque su ira. Tengo entendido que es una fanática muy ferviente.

Mientras ambos se miraban como si quisieran saltar en la yugular del otro, Zazú volaba en dirección al baobab lo más rápido que sus alas le permitían, debían encontrar a Rafiki ¡algo terrible había pasado! Desde que Zira había vuelto de la partida de caza, junto a sus leonas, se encontró con su rey destronado y un nuevo monarca en el trono. Esto no le había sentado nada bien a la leona ni a sus partidarias.

Simba estaba hablando con su madre, buscando consejo de la ex reina. Algunas manadas estaban empezando a volver la vida estaba prosperando y Nala estaba esperando un cachorro. Las cosas estaban marchando bien, las leonas estaban contentas y Timón y Pumba también lo estaban ayudando como de costumbre.

Un rugido furioso llamó la atención del joven rey.

Zira se acercaba a ellos con los dientes expuestos y sus leonas tras de ella. Simba se enteró por Nala y su madre que Zira y su grupo eran un pequeño grupo de pícaras, al principio, iban a quedarse por un tiempo pero Zira se volvió compañera de Scar y el resto es historia. El odio en la mirada roja de Zira iba dirigida hacia Simba. Sarabi se tensó con certeza ante la presencia de Zira, nunca se llevó bien.

Simba se plantó ante ella, diciendo:

–¿Qué haces aquí, Zira? La ultima vez, te advertí de lo que pasaría si vuelves a cruzar la línea.

Los ojos rojos como la sangre de Zira miraron al joven rey con odio. Mirando de arriba a abajo al asesino de Scar. De haber estado ahí nada de esto habría pasado, las cosas siguieron su curso y su hijo sucedería a Scar como debería ser. Nuka, su hijo mayor, se encogió ante la mirada de su madre pese a que no estaba dirigida hacia él. Simba noto al pequeño, pero nunca se atrevió a acercarse no solo por su madre sino porque aún no se sintió como o preparado, después de todo es hijo de Scar.

–Lo dice el asesino del verdadero rey –rugió Zira mostrando los dientes. Sarabi se tenso al igual que las otras leonas, quienes estaban listas para intervenir por si Zira intentaba algo –. Estas tierras le pertenecen a Scar. A mi hijo, Kovu, su sucesor.

Simba miró a los seguidores de la leona. El rencor de sus miradas no presagiaba nada bueno, nunca tendrán paz a menos que decidan dejar el pasado atrás, pero Zira parecía empeñada en odiarlo y volverlo las veces que sean necesarias. Sabía que; si peleaba lo harían las demás leonas provocando una pelea sangrienta que no beneficiaba a nadie.

–Te lo advierto –siseó Simba–, no te enfrentarás a las consecuencias.

–Vete con tus cachorros, Zira –Sarabi se plantó frente a ella, airada. Ellas nunca se llevaron bien.

Simba no sabía lo que paso luego de eso, pero de algo si estaba seguro, y es que ahora se estaba formando una pelea entre su madre y Zira y debería detenerlas. Se involucró en la pelea lanzando zarpazos y mordidas hacia Zira. Nuka veía la pelea no muy lejos, temblando de miedo, las otras seguidoras de Zira intentaron atacar a Simba pero las otras leonas le impidieron el paso. Luego, reinó el silencio, Simba respiraba de forma pesada, cansada; estaba en medio entre su madre y Zira. Nala no tardó en llegar junto a Timón y Pumba, la joven reina jadeó al ver a Sarabi.

–Zazú, ve por Rafiki ¡rápido! –ordenó Nala acercándose a su suegra.

–¡Si, si! –dijo, saliendo volando rápidamente mientras murmuraba y farfullaba que necesitaban ayuda.

Simba rugió furiosamente, provocando que todos lo miraran atentamente.

–No solo te atreviste a atacarme, sino atacar a mi madre –habló duramente, mirando brevemente a su madre por el rabillo del ojo, siendo ayudada por Nala, Timón y Pumba –. Por esto, serás duramente castigada ¡tú y tus seguidores!

–Simba, espera... –intento Nala intervenir, pero Simba no la estaba escuchando.

–¡Exilio! ¡Serás exiliada a las lejanías y no volverás a pisar estas tierras nunca más! –sentenció él.

Lo que no sabía Simba es que el rencor de Zira es inmenso, tanto que, al incorporarse con una gota de sangre deslizándose de su frente le juro:

–Esto es la guerra, Simba. Volveré, y no lo haré sola. Todos lo pagarán –rio maliciosamente antes de agarrar bruscamente a Nuka, lastimandolo en el proceso, buscaría a sus otros hijos para marcharse.

Al perderla de vista, Simba se acerca a su madre, preocupado. Zira le había atacado la cara, esta estaba llena de rasguños y su respiración es irregular. Acarició a su madre para darle algo de confort, esperaba que Rafiki llegara rápido.

Zazú se fue acercando al baobab a gran velocidad. Para cuando llegó, Rafiki estaba haciendo una de sus posiciones extrañas, meditando.

–¡Rafiki, oh por los grandes reyes del pasado! –suspiro aliviado, aterrizó –. ¡Paso algo horrible! ¡algo terrible! hubo una pelea, Zira y Sarabi estuvieron involucradas. Sarabi esta muy mal herida.

Nadia escuchaba el intercambio, oculta tras el gran tronco, cubrió su boca evitando soltar un jadeo sorprendido. Hizo el ademán de salir y ofrecer su ayuda, pero Scar la sujeto de su chaqueta amarrada por la cintura obligándola a permanecer en su lugar. Giró a verlo, molesta. Scar simplemente le dedico una mirada cargada en advertencia, de esas que le dedicaba a Simba y los otros cachorros cuando los cuidaba advirtiendoles que si hacían una travesura serían castigados.

–Te dije que algo así pasaría –le susurró, enfurruñada.

Deseaba ayudar. Pero sabía que no podía presentarse ante Simba ahora, no es el momento adecuado. Al no escucharlos supuso que ya se habían marchado. Scar olfateo el aire y le dijo que ya era seguro salir.

–Si Sarabi muere...

–Eso no pasara –cortó Scar, caminando hacia la sombra de un árbol.

–¿Porque tan seguro? –inquirió, caminado junto a él –. Lo más seguro es que ya cabreo a Simba y la ha exiliado junto a sus seguidoras a las lejanías.

Scar suspiro pesadamente, procurando en no pensar en esa posibilidad, pero es una realidad a la que debía enfrentarse aunque no le pareciera. Zira será exiliada y con ella, sus hijos.

–¿No dirás nada? ¿me ignoraras como siempre? Mmh... ¿Acaso te importaron alguna vez? ¿Zira, tus hijos, tu padre y madre? ¿Mufasa, acaso? ¿no hubo un momento en el que si los quisistes? –terminó por preguntar, llenándose de frustración por su frialdad.

–¿No que lo sabías todo de mi? ¿porque preguntas si lo sabes todo? –le respondió con otra pregunta, recostandose.

Nadia había presumido saber un poco el cómo se hizo la cicatriz, el cambio de su nombre, la guardia y una pequeña teoría sobre su relación con sus padres. No le agradaba sus preguntas invasivas, mucho menos que buscará conversar con él como si fueran amigos, aunque, debía admitir que es muy cuidadosa a la hora de tratar heridas; la mayoría de las veces.

–Solo lo superficial –admitió Nadia, aprovechando que le estaba hablando –. Pero quiero saber más allá de lo que veo.

Scar hizo una mueca divertida al oírla usar una frase de Rafiki.

–Oh, qué conmovedor. Pero no me interesa contarte de mi vida como si fuera una biografía, no mereces conocerla.

Dicho esto, se recostó dándole la espalda.

Nadia gruñó sonoramente. ¡Era tan molesto cuando hace eso! pero no se iba a rendir, ya no más respetar su espacio, ¿cree que es una molestia? ¡pues será una molestia!

Se sentó tras él. Cerca, muy cerca; y con sus dedos empezó a juguetear con su melena oscura como la brea, provocando que él león apretara los labios molesto. Nadia buscaba apaciguar a Scar como a cualquier gato arisco, con mimos. Nadia pudo escuchar algunos ronroneos, sonrió ante eso. Scar es como cualquier gato, solo necesita algo de amor.

Al menos no la estaba atacando.

Algo bueno, a decir verdad.

–¿Que haces? –preguntó con fastidio.

–No me digas que al gran gato le molesta los mimos –rascó entre las orejas con osadía –. Esto es como una terapia, te ayudará con los dolores de cabeza, y de paso te desenredo la melena. Sin contar que no tengo nada más que hacer.

Terminó con un intento de sonrisa que más bien es una mueca.

Estaba ansiosa. Quería ayudar a Rafiki y, siempre que se ponia asi, acariciaba a sus perros o algún otro animal que tuviese cerca; eso siempre la relajaba de alguna forma. Pero al parecer no era la única, Scar se había relajado gradualmente dejando la tensión salir de su cuerpo. Nadia se preguntó si estaba preocupado por el destino de Zira o el de sus cachorros o de todos ellos.

Uno de sus dedos rozaron su cicatriz, la que le atravesaba el ojo, Scar se estremeció alejándose bruscamente.

–Lo siento –se disculpó rápidamente –, ¿aun te duele?

–Un poco –respondió al cabo de un rato.

–Debió ser feo ser atacado por un... por un ¿que? ¿búfalo, cierto?

–Era joven y estupido. Cometí un error, un error que no se volvió a repetir.

Nadia asintió, ya sabía la historia pero esta vez Scar estaba hablando un poco de ello.

–¿Pero porque cambiar tu nombre? –preguntó otra vez –. Digo, sí, fue una experiencia horrible pero no creo que debias...

–¿Sabes lo que significa Taka en nuestra lengua? –le cuestiono, sabiendo que ella no tenía ni idea al respecto. Soltó un pequeño bufido, mirándola con suficiencia –. Significa desperdicio, basura. Eso es lo que significaba mi anterior nombre.

Se levantó dispuesto a irse, pero la voz de Nadia lo detuvo:

–Creí que significaba querer –no volteo a mirarla –. Ya sabes, por Kutaka, por eso creí que lo abreviaron a Taka para que no fuese muy largo.

–Pues te equivocastes.

Nadia lo vio alejarse con su leve cojera, suspiró.

No sabía si esto era bueno o malo. Esta vez tocó botones sensibles con la diferencia de que, esta vez, tuvo reacción. Aunque ya llevaba un tiempo tocando todos lo botones que conocía desde Zira, sus padres, hermano, Simba e incluso sus hijos; no había respondido ante esto hasta hoy. Ya le estaba colmando la paciencia.

–No se si estoy a la altura de esto, Mufasa –dijo, mirando el cielo con algo de preocupación –. Al parecer Scar es demasiado complejo y muy difícil como para acercarme a él –ladeó una sonrisa –. Por suerte, yo aún no conozco la palabra rendirse. No está en mi vocabulario.

La brisa movió suavemente su cabello y creyó escuchar un "gracias" pero quizá eso fue su imaginación.