Obviamente Nadia resultó ser más insistente de lo que Scar pudo anticipar, creyó que se rendiria en algún momento, como su hermano lo hizo, pero no lo hizo y eso es algo que lo tiene intrigado. ¿Porque no creía que era una causa perdida? ¿porque simplemente no se resignaba y se alejaba? No importaba que malas miradas, comentarios filosos le dedicara siempre buscaba acercarse. Sabía que es por su "misión". Que solo quería volver a su hogar y, por lo tanto, su supuesto acercamiento con buenas intenciones era solo eso, una misión, un truco.

Scar estaba agachando, entre la grama, cazando a un pequeño grupo de cebras. Ya podía cazar de nuevo, sus heridas ya están curadas por completo, gracias a Rafiki y a... Nadia.

Nadia no estaba muy lejos, casi nunca lo está.

Se encontraba sentada bajo un árbol, cansada. Desde hace unos días ha estado cansándose más de lo normal hasta el punto de perder el equilibrio; vivir en áfrica no es fácil ni es para los débiles. Rafiki le proporcionaba las frutas y el agua, y, algunas veces ella misma lograba pescar su cena, pero por desgracia aún no había perfeccionado el hacer fuego por su cuenta, por lo que alguna veces se arriesgaba a ir al cementerio de elefantes donde los cráteres con agua evaporada le ayudaba a cocer al vapor su comida. Pero no iba frecuentemente. No pondría a prueba la promesa de Shenzi.

Su mirada avellana viajó hacia el sonido de un cuerpo caer.

Scar logró derribar una cebra.

Apartó la vista, con escuchar como los huesos del cuello del animal crujían es más que suficiente. Por un momento se preguntó cómo estaba Nuka, el hijo de Zira y Scar. Una vez decidió ir a las lejanías para ver cómo estaban los cachorros, era suicida, pero no se arrepentía de haberlo hecho. Estaban bien, dentro de lo que caben.

"Cuanto falta para el encuentro de Kovu y Kiara", se preguntó, "Los pequeños ya nacieron. No me esperaba que Kiara tuviera un mellizo llamado Kopa".

Las praderas ya recuperaron su antigua gloria.

Nadia dejó caer su cabeza hacia atrás, quizá duerma un rato, sí, un sueño reparador le ayudará a sentirse mejor.

Scar se fue acercando con la presa a rastras. La ocultaría entre los árboles para evitar llamar la atención de invitados no deseados, un truco que adoptó de los leopardos. Al ver a Nadia recostada en un tronco aparentemente dormida no le habría importado, pero el color extraño en su piel le alertó que algo no andaba bien con la humana, estaba pálida.

Rodó los ojos.

"Por favor que no haya comido loma de nuevo", rogó para sus adentros.

La loma es una fruta venenosa de color verde y amarillo, tóxica para cualquiera que la consuma, Nadia la había comido en su búsqueda de experimentación con nuevos sabores. Casi ni la cuenta esa vez. Dejó la cebra a un lado, debía asegurarse de que al menos estuviera viva para así evitarse el regaño de Rafiki por no cuidarla, gruño suavemente, ella no le hizo caso esa vez y por eso permitió que se metiera esos frutos a la boca; al menos ella aprendió a escucharlo un poco después de eso.

–Ugh, no puedo creer que esté haciendo esto –con su pata palmeo un poco su rostro, no despertó, bufó.

Que su pecho se mueva es buena señal, pero su piel pálida no significaba nada bueno.

–Nadia, despierta –un gemido bajo salió de sus labios, pero aun no abría los ojos –. Vamonos, Nadia, te ves terrible.

Pero seguía sin abrir los ojos.

Rodó los ojos de nuevo. Masculló un par de maldiciones mientras se acercaba a ella, la tomó de su camisa moviendola y, con un movimiento rápido logro acomodarla en su lomo, luego, con su pata logró por fin acomodarla para que cuando camine hacia el baobab no se caiga ni se lastime. En el proceso Nadia soltaba pequeños gemidos en queja por los movimientos.

–Déjame tranquila, gato malagradecido –murmuró por lo bajo.

–Veo que no estás tan enferma –aludió Scar, dando una última mirada al escondite donde dejó la cebra –, aun puedes decir tonterías.

Rafiki movía su bastón sobre Nadia, las dos frutas colgadas sobre este sonaba de forma suave. Scar no estaba muy lejos, le daba curiosidad por saber lo que tiene. Rafiki negó antes de levantar la mirada y ver a Scar, preocupado.

–Y bien, ¿qué es lo que tiene? Ha estado apagada últimamente.

–Ah, es bueno que te preocupe, Scar –señaló Rafiki, preparando un cuenco con líquido color naranja –. No ha estado comiendo bien. Le está afectando. No puede vivir solo de fruta y jugo, pero no es buena cazadora, si hasta le da cosa comerse un pez.

–Es curiosidad –corrigió Scar –. No sabía que se estaba matando de hambre.

–¿Crees poder compartir de tu comida? ella come carne también, eso seguramente le ayudará. Pero por ahora, cuando despierte, le daré esto para que recupere fuerzas –explicó, levantando el cuenco.

Scar entrecerró su mirada en dirección a Nadia, pudo dejarla allí, a merced de cualquier animal que podría atacarla pero no lo hizo.

–No creo que le guste, pero no veo problema por ahora.

Antes de que Scar desapareciera, la voz de Rafiki lo detuvo:

–Que no se aleje mucho, Scar. Hay rumores y Simba los ha escuchado, esta preocupado –enfatizó –. No se podrá aplazar lo inevitable.

Scar arrugó la nariz, lo sabía desde hace un tiempo, no necesitaba que el mandril se lo recordara.

–Oh, ansio ver su cara de sorpresa al ver que sigo vivo.

Luego de eso, se alejó sin dar otra mirada.

Simba caminaba de un lado al otro en un vano intento por encontrar una solución ante los rumores. Según Zazú, el mayordomo real, ha escuchado por otros animales de un humano en los alrededores de las praderas, solo. Aunque esto ciertamente no calmó a su madre. Sarabi le recordó lo importante de cumplir la ley respecto al humano y lo peligrosos que son; Simba nunca ha visto a un humano de cerca ni de lejos, los creía una leyenda, un cuento que le contaba su tío para asustarlo por las noches. Unas risitas cortaron con sus pensamientos.

Kiara corria rapidamente y tras ella estaba Kopa.

Ambos son cachorros llenos de energía y hambre de aventura, o bueno, Kiara al menos. Nala siempre afirmó que se parecía mucho a él cuando eran cachorros.

–¡Más lento, Kiara! –pidió Kopa, en un intento por atrapar a su hermana.

–¡Pues se más rápido, Kopa! –aconsejo la futura reina.

–Wow, cuidado, hija –con su pata, Simba piso la cola de Kiara suavemente haciendo que cayera graciosamente –. Ve más despacio, puedes...

–Puedes lastimarte, lo sé –completo Kiara con hastío.

–Hola, papá –saludó Kopa llegando hasta él con una sonrisa.

Simba con su pata acarició la cabeza de su hijo a modo de saludo.

Ambos hermanos se sentaron juntos, mirándolo fijamente. Simba enarco una ceja, sabía lo que significaba, seguramente le pedirán permiso para salir a jugar o a explorar las praderas como cada día. Pero últimamente no les había permitido salir por los rumores del humano. No iba a arriesgar a sus hijos.

–Ya sé lo que quieren y no...

–Pero, por favor –rogaron ambos al unísono, interrumpiendolo.

Simba por un instante se preguntó si él también era así de pequeño, aunque creía que no fue tan travieso como sus hijos; pero obviamente Sarabi, Timon, Pumba, ¡hasta incluso Nala! podrían refutar aquello.

–No veo el problema –dijo otra voz a sus espaldas.

Giró a ver a Nala, su reina, su amante y mejor amiga desde que eran cachorros.

–Pero, Nala... –Nala lo miró a los ojos, transmitiendo su mensaje, suspiro –. Esta bien.

Accedió finalmente. Kiara y Kopa empezaron a correr y a saltar entre risas y gritos de triunfo, pero su padre agregó:

–Y Zazú irá con ustedes, en el camino que les indique. ¡Y tengan mucho cuidado!

Simba frunció los labios al ver a sus hijos alejarse, Nala rió suavemente ante la escena.

–Oh, Simba, ¿esto no te recuerda a alguien? –inquirió con gracia.

–Eh, ah, ¿quien?

–Tú –respondió Nala –. Eras exactamente igual que ellos a tu edad.

–Exacto. Estuvimos en peligro muchas veces.

Nala con sus patas empujo a Simba al suelo para acto seguido acariciar su rostro con amor, mientras decía:

–Si, en peligros que tu nos metías –enfatizó –. Estarán bien.

Dicho esto, se adentro a la cueva dándole una mirada a Simba antes de entrar.

–Hey, Timon, Pumba, vengan a aca –llamó a sus mejores amigos o más bien familia.

–Mande, mon capitán –dijo Timón encima de la cabeza de Pumba.

–Se que ordene que Zazú cuidara a los niños, pero ellos pueden engañarlo, así que quiero que ustedes también los vigilen, ¿entendido? –indico por lo bajo, no quería que Nala lo escuchara –. ¿Puedo contar con ustedes?

–¡Si, señor! –asintieron ambos al unísono.

–Muy bien, chicos. Confio en ustedes –dijo Simba antes de adentrarse a la cueva.

Zazú volaba tranquilamente sobre los cachorros cuidando de no perderlos de vista. Pero lo que no sabía, era que los pequeños tenían un plan para poder escapar de su atenta mirada.