Mientras tanto, Nadia caminaba enfurruñada tras Scar mirando el cielo con mucha pero mucha molestia. Solo faltaba que haya arruinado las cosas. Scar no parecía estar de mejor humor que ella no le dirigía la mirada ni le hablaba, algo que no es nuevo, pero esta vez es diferente; está en verdad molesto con ella y eso es algo aterrador. Nunca se había molestado con ella, al menos, no a esta escala.
–Uf... Scar, ¿estás molesto? –quiso golpearse por sonar como una niñita asustada, atrapada en pelo acto de travesura, no respondió.
No sabía cómo sentirse al respecto, ni siquiera le dedicó una mirada. Solo siguió caminando con su andar aparentemente despreocupado. Resopló.
Entendía que esta molesto; lo desobedeció, se alejo mucho más allá de los límites pero no era su culpa. Su sentido de la orientación es deplorable. Además, tarde o temprano se encontraría con Simba, solo era cuestión de tiempo y, gracias a ella, ese tiempo se acaba de terminar. Ahora solo quedará ver lo que sucedería a continuación. Miro por detrás de su hombro, esperando que en cualquier momento Simba o algunas de las leonas les diera caza, pero no había nadie. Solo la hermosa sabana. Tranquila.
–Se que debe estar molesto –continuó pese a que podía sentir la mirada asesina que Scar quería dedicarle, pero al parecer estaba tomando todo su autocontrol para no ir contra ella–. Yo no planee esto. No fue mi...
–No termina esa frase –aseveró él con voz decepcionada, aún sin mirarla–. Pudiste morir. Hasta que pude morir. ¿Sabes lo imprudente que ha sido?
–Pero yo...
Scar giró, encarándola. Nadia se detuvo de golpe impidiendo chocar con el león de pelaje marrón, retrocedió un par de pasos, procurando no encogerse ante la mirada llena de reproche por parte del león. Ese verde esmeralda mirándola como su padre cuando está molesto o decepcionado le caló muy hondo en la boca del estómago. Nadia quería decir que no pretendía que esto pasara, en serio no lo pensó.
–Lo siento –murmuró, cabizbaja.
Hace ya rato que el sol se ocultó, cediendo el protagonismo a la luna y las estrellas.
Cicatriz suspirada. Se sentó sobre sus patas, quizás fue muy duro con ella, pero Nadia debió entender que su imprudencia podría llevarla a una situación de la cual no podría liberarse fácilmente, al menos, no sin alguna consecuencia de por medio. Debía ser cautelosa. Cuidadosa. Es inteligente, solo que se deja llevar por sus emociones. Miró por unos instantes las estrellas, grabando las pocas veces que las vio junto a su padre, Ahadi, y Mufasa; pero eso ya fue desde hace mucho tanto así que le pareció una época lejana.
Se preguntó por un instante si su hermano estaría allí, entre los grandes reyes del pasado. Seguro que sí.
–Las estrellas están hermosas esta noche –murmuró, casi con el mismo tono desinteresado. Nadia levantó un poco la mirada, con su pata dijo una constelación –. Esa de ahí, ¿la ves? Tiene forma de león. Y esa de ahí, es la de un hombre...
–Orión –completado ella. Scar encarnó una ceja, impresionado –. Yo también conozco algunas. Pero en donde vivo las estrellas no se ven mucho. Normalmente, viajo con algunos familiares o amigos al campo para apreciarlas y alejarnos del bullicio –explicó en un encogimiento de hombros.
–Interesante.
Ambos se quedaron en un silencio incomodo, hasta que Nadia decidió volver a hablar:
–¿Quién te enseñó las constelaciones?
Una mueca tiro de los labios de Scar: –. Ahadi hace mucho tiempo, también mi madre, la reina Uru, de pequeños mirábamos las estrellas como parte de nuestras lecciones.
La mención de su madre fue mucho más cálida en comparación con la de su padre.
–¿Conoces esa? –Nadia dijo, frotando uno de sus brazos debido al frío–. La conozco, pero siempre se me escapa el nombre.
–Es la de un cisne –asintió Scar, mirando de reojo como Nadia se frotaba los brazos en busca de calor.
No debería importarle que se esté congelando, pero hoy a sido un día agotador no solo para él sino también para ella. Además, aún está algo débil, podría enfermarse y otra vez tener que escuchar las estupideces de Rafiki junto con su excéntrica manera de actuar.
–Adelante –dijo Scar–, puedes acurrucarte en busca de calor.
–¿Estás siendo amable?
–Te estoy dando la opción de no sucumbir al frío. Pero, sino quieres, no im...
No pudo terminar la frase debido a que Nadia se acurruco junto a él, ocultando un poco su rostro en su melena negra, esta acción le sacó algunos recuerdos ocultos; como cuando Simba lo hacía de pequeño o Nuka y, posteriormente, Vitani. Se preguntó cómo estaban y cómo los está criando Zira. Quizá vaya y los vea desde lejos.
–¿Qué otra constelación vez? –le preguntó Nadia mucho más animada.
Sin que ellos lo supieran, Rafiki (y a lo lejos Zazu) los observaba en una rama no tan cercana pero sí lo suficiente cerca como para admirar la escena. Una gran sonrisa se curvo en su colorida cara. No sabía cómo, pero por alguna extraña razón, el plan de Mufasa puede que sí tenga éxito. Pronto se dirigió hacia su hogar, Simba querría respuestas. Le puede ocurrir, pero no se intervendrá mucho, solo si es necesario o si Nadia se ve superada por las adversidades; estará allí para darle un empujoncito.
Una vez en su baobab, escuchó el llamado de Simba, descendió con la agilidad que le caracterizó encontrándose con el rostro contrariado del joven rey.
–Ah, ¿qué lo trae por aquí, majestad! Es una linda noche –saludó jovialmente como si no supiera la razón por la que estaba ahí–. ¿Cómo está Nala y el futuro cachorro?
–Rafiki... –Simba suspiró un poco antes de continuar:–. ¿Acaso sabías que Scar sigue con vida, y no solo eso, sino que tiene una humana a su lado? Pero eso ya lo sabía, ¿no?
Más que una pregunta era una afirmación.
Rafiki no se inmuto a la mirada acusadora que le dedicó Simba, pero tampoco podía culparlo, debió de informarle de lo que encontró esa noche pero Mufasa no lo quiso de esa forma.
–Rafiki –insistió el rey.
–La conociste, ¿no? ¿Qué te pareció? A mi me tomó por sorpresa cuando la encontré. Ella y Scar estaban heridos, de los dos, Scar era el que estaba peor; no creí que sobreviviría. De hecho, hasta pensé que ella tampoco lo haria.
–¿Qué quieres decir? ¿Acaso ella lo salvo? –Rafiki solo asintió–. ¿Porque?
El mandril se encogió de hombros.
–¿Y qué harás con ella? Con respecto a la ley. ¿La expulsaras o...?
Dejó la frase al aire. Simba desvió la mirada debido a la sensación desagradable en la boca de su estómago, hasta ahora ella no ha hecho nada malo, pero la ley le obligaba a actuar. Ojalá su padre estuviera aquí, él sabría qué hacer con seguridad. Si ella se negó a irse tendrá que usar la otra alternativa, tragó, sus hijos se molestaran con él; ellos alegaron que ella no es mala que más bien es muy amable y cómica.
–Su nombre es Nadia, ¿no? – preguntó, recordando probablemente que Scar la llamó por su nombre. Rafiki asintió –. ¿Tú que opinas de ella? ¿Qué harías en mi lugar?
–Hay Simba, haz lo que creas correcto. Lo que tu corazón dice –intentó darle con el bastón, pero Simba lo esquivo–. ¡Lo ves! Si que aprendiste.
–Esa lección no se olvida fácilmente –buscó por los alrededores–. ¿Dónde está?
–Ambos están...
–¡Hola, Simba! –El saludo de Nadia hizo que ambos voltearon a verla y, junto a ella, se encontraron con una dura Scar.
Los ojos verdes de Scar fulminaron a Simba apenas lo vio, esto no era una visita casual. Pero para Nadia significó otra oportunidad de limar asperezas con el rey y ver por completo en lo que se estaba metiendo, aunque igual debería hacerlo si quería volver a casa, por lo que cumplira con su misión con la mejor de las actitudes como cuando debes hacer tu tesis universitaria y presentarla con una sonrisa sacada de un comercial de ventas.
–¿Qué haces aquí? –Scar increpó a Simba, usando su tono de voz aburrido–. ¿Acaso vienes a terminar lo que las hienas no pueden? ¿O a expulsarnos a ambos?
–¿Ambos? –los ojos de Nadia se abrieron alarmados–. ¡Pero si yo no hice nada!
–No vine a hablar contigo Scar. Vine a tomar una decisión con respecto a ella. Nadia, ¿no? –Preguntó hacia la chica de cabellos alborotados y actitud desconcertante.
–Aja –asintió–. Conozco la ley. Scar me habló de ella al igual que Rafiki.
–Y sabes lo que tengo que hacer, ¿verdad?
Scar rió ligeramente.
–Oh Simba, dudo mucho que tengas las agallas para matarla –su cola se deslizó por por la mejilla de Nadia, como dando un punto–. Mírala, parece una cría de impala. Delicada pero muy ruidosa. ¡Uy!
Nadia jaló de su cola, mirándolo con cara de pocos amigos.
–Gracias, por la introducción, Scar –soltó su cola antes de entrecerrar sus ojos en Simba–. Entonces, ¿qué vas a hacer? No pienso irme, y ciertamente dudo al igual que tu tío que quieras matarme sin ningún motivo.
–Es cierto –asintió el rey solemnemente–. No te mataré, no tengo motivos para hacerlo. Pero no puedes quedarte, a no ser...
–A no ser, ¿que? –preguntaron a Nadia y Scar al unísono.
Rafiki se encarnó una ceja, interesado.
¿En qué estará pensado Simba?
–Si quieres quedarte, debes vigilarlo a él. No puede quedarse en estas tierras sin supervisión –Scar apretó los dientes, ofendido. Simba parecía complacido por eso –. ¿No te agrada, Scar? Dime, ¿prefieres el exilio, acaso? Te permito quedarte en las praderas junto a la humana pese a tu crimen. Considéralo un acto de piedad que no mereces.
–Entonces, ¿porque...?
–Por ella –simplificó Simba casi en un encogimiento de hombros, luego, enfocó su mirada en Nadia–. ¿Qué dices?
Nadia miro a Scar buscando algún consejo, pero el león estaba más ocupado en sus garras mientras farfullaba maldiciones dirigidas a su sobrino. No había mucho que pensar, ciertamente, igual debe quedarse para cumplir su misión pero si esos dos seguían así su trabajo sería demasiado complicado para su gusto; quitó la mano de su barbilla y perforó la mano hacia el rey.
–Dame tu pata, así sellaremos el trato –explicó.
Esto tomó a Simba por sorpresa, parpadeo un par de veces antes de alzar su pata y dejar que Nadia la tomara, sus manos son suaves, muy delicadas.
–¡No puedo creer que Simba haya permitido que me quede! ¡Los dos, mejor dicho!
Murmuraba Nadia muy feliz mientras intentaba replicar unos humbuentos que Rafiki le había enseñado. Solo esperaba redimir a Scar y BOOM, volvería casa con una buena historia para sus futuros nietos, luego de viajar por el mundo y ayudar a los animales, claro. Scar la miró con su habitual desagrado, ha estado de amargado desde esa noche, le pareció insultante que Simba le haya asignado una niñera como método de humillación hacía él.
–Si. Perdoname sino saltó de alegría, me duele la espalda –comentó con fastidio.
Los labios de Nadia se curvaron hacia arriba, en una sonrisa gatuna y dijo:
–Oh, no me digas que estás molesto. Igual debe permanecer a tu lado. No hace mucha diferencia –sacudió sus manos quitándose los restos de mezcla antes de levantarse–. Iré a caminar un rato –explicó antes de que Scar hiciera la pregunta.
–Hay días en los que te pierdes por horas. Y no solo eso, sino que llegas con un olor vagamente familiar –señaló en un ronroneo.
Nadia sintió como sus manos transpiraban, ¿será que sospecha?
"¡Pero que tonta! Claro que sospecha", no debe subestimar su intuición.
–Solo camino por ahí.
Apresurada, empezó a alejarse pero la voz de Scar la paralizó:
–Saluda a Nuka de mi parte.
Hace algún tiempo que le hace visitas a Nuka.
Fue poco después de asegurarse de que Scar estaba fuera de peligro y ya no deberá ser vigilado constantemente, en ese entonces, Nadia tenía la necesidad de conocer la tierra en la que se encontró y alejarse un poco del león; ya que este último es un terrible paciente que acababa con su poca paciencia. Sino se alejaba terminaría por culminar el trabajo de las hienas. Cuando sus pies la llevaron casi a las lejanías no lo pensaron mucho, después de todo, estaba explorando y necesitaba saber moverse en cualquier entorno.
Con esto en mente; se adentro al lugar pese a las advertencias de su cabeza. Sabía que entraba a terrenos peligrosos, pero la curiosidad pudo más que su raciocinio. Las lejanías se conformaban con tierras áridas y poco sustentables para el crecimiento de las plantas, también notó la falta de cuerpos de agua. La única fuente de agua marcaba los límites entre las praderas y las lejanías, eso, sin contar que estaba establecida por los cocodrilos; una trampa mortal que los animales estaban dispuestos a tomar con tal de no morir de sed.
Grande fue su sorpresa al escuchar unos sollozos provenientes de una gran roca.
Otra cosa que la apareció al acercarse, fue encontrar a un pequeño cachorro tan delgado y frágil que Nadia temió que se rompería cual cristal al chocar contra el suelo, pero el pelaje marrón y ese mechón negro casi imperceptible en su cabeza fue lo que hizo que Nadia lo reconoce.
"Porque estas aquí, Nuka", pisó una rama seca haciendo que el pequeño se sobresaltara cayendo sobre su espalda.
Sus ojitos rojos estaban llenos de lágrimas, pero ahora, estaba asustado al verla.
–Tranquilo, pequeño –Nadia se agachó para estar a su altura y que la no viera como una amenaza, su voz suave–. No llores, no te haré daño, pequeño. Mi nombre es Nadia. ¿Cual es tu nombre?
–Nu... Nuka.
Y desde ese momento sacaron las visitas ocasionales.
