Nadia siguió las marcas que ha dejado para no perderse. Su sentido de la orientación da mucho que desear, hasta Scar se rindió con ella en este aspecto, no importa cuánto tiempo ha pasado nunca pudo aprender en dónde era el norte, sur, este o oeste; con suerte sabía donde se encontraba parada.

El sol abrasador sobre su cabeza, los huesos de varios animales desafortunados y las tierras áridas carentes de vida fue lo primero que ve; para Nadia es increíble que algunos animales podrían prosperar en estas condiciones.

–¡Por fin! comencé a creer que no vendrías –saludó Nuka corriendo hacía ella para abrazarla, Nadia lo sostuvo en el aire devolviendole el abrazo. Es tan ligero. Al terminar el abrazo, agregó:–. Adivina, Nadia, mamá nos enseñó a cazar y dice que debemos perfeccionar el arte de matar. Luego nos enseñara a luchar.

–Con razón estos rasguños –señaló, preocupada –. Ten más cuidado, Nuka. Sabes que no puedo curarte todo el tiempo. ¿Y tus hermanos como están?

La sonrisa de Nuka se desvaneció, formando una mueca.

Nuka es un león pequeño, delgado, como su padre, pero con los ojos rojos como la sangre de su madre. De seguro fue una decepción para Scar que su hijo fuera pequeño y débil, por eso, Scar denominó a Kovu como su sucesor poco antes de ser derrocado; quitando a Nuka de su derecho de primogenitura. Su corazón ya se estaba llenando de rencor. Nadia procuraba recatar un poco de esa inocencia que ya estaba perdiendo.

–Hueles diferente –cambió de tema, olfateando en el aire. Frunció el ceño –. Hueles muy familiar.

Nadia contuvo el aliento uno, dos, tres latidos. Rápidamente compuso su semblante y sonrió con júbilo.

"Por suerte, no es tan listo como su padre", suspiró acariciando un mechón de su cabeza.

–Siempre huelo diferente –aclaró –, no me cambies de tema, pequeño Nuka –presionó.

–Vitani será fuerte y de mente aguda, eso dice mamá. Y Kovu... pues, él será el futuro rey –hubo algo de rencor ahí. Nadia se preguntó si debía intervenir un poco más.

–Que bueno. Por cierto, mi amigo te manda saludos –le dijo, en un intento por cambiar el tema. Nuka ladeó la cabeza, confundido –. Vivo con un león algo malhumorado, ¿lo recuerdas? Te lo conté no hace mucho. Me dijo que te saludara.

–Creí que nadie puede saber de nuestros encuentros.

–Para mi desgracia, Taka es muy listo y no lo pude burlar por más tiempo.

Quizás deba decirle que su padre está vivo. Quizás debería llevarlo con ella para que no sufriera más de los abusos verbales y posiblemente físicos por parte de Zira. Pero apenas si Simba aceptó que ella y Scar se quedaran en sus tierras, tentar a la suerte ahora sería demasiado imprudente -como diría Scar- sería jugar con fuego y él no estaba dispuesto a quemarse, pero ella sí.

–¿Y si pasas un día entero conmigo en las praderas? –preguntó. El pequeño abrió los ojos, emocionado e incrédulo.

–¿De verdad?

–De verdad –confirmó, contagiándose de su emoción –. Pero tiene que ser un secreto, solo tu y yo, ¿entendido? –condiciona. Sería una visita rápida. Un reencuentro entre padre e hijo; algo que ayude a que el Corazón de Scar se derrita un poco –. Será un día diferente y divertido.

–¿Lo prometes?

–Lo prometo.

Al volver a las praderas, a lo lejos, Nadia pudo apreciar a Simba ir directamente hacia el cañón. Sus cejas se juntaron, "¿Qué estará haciendo por esos lares?", se preguntó siguiendo al rey.

¿Porque ir a donde inició sus traumas?

¿Será alguna especie de autocastigo por no haber podido salvar a su padre?

Nadia se deslizó con cuidado en las rocas, descendiendo de a poco. Lo último que necesitaba era fisurar o romper un hueso. Simba ya estaba justo en el árbol donde aterrizó Mufasa. Podía escuchar algunos sollozos y lamentos, pero no podía conectar las palabras del león por completo, apenas si podía identificar un: "Lo siento", "Te dejo aquí..." y otras frases incoherentes que no pudo escuchar debido a la distancia.

–¿Qué haces aquí? –tanto Nadia como Simba saltaron ante la voz de Scar. Este miraba a su sobrino con hastío antes de mirar a Nadia colgando como un mono en una roca –. Mejor dicho; ¿qué hacen los dos aquí? No pongas tu pie ahí si quieres bajar de forma digna –le indicó a la humana.

Simba, confundido, volteó a ver como Nadia bajaba de forma poco halagadora cayendo sobre su trasero en un sonido sordo seguido de un gemido de dolor.

Simba hizo una mueca ante su caída, luego giró para encarar a Scar furiosamente.

–¿Y tú qué haces aquí? ¿Viniste a...?

–Él no está aquí –interrumpió Scar, mirando el árbol muerto en su lugar.

–¿Qué?

–Que él no está aquí –volvió afirmar Scar, retornando su mirada en Simba –. Tú padre, él no se encuentra aquí. Solo te estés lamentando en un lugar vacío.

Nadia caminó hacia los leones mientras frotaba su adolorido trasero ¡menos mal que no era muy alto! Por una vez quiso tener más trasero, al menos, así no le dolería tanto.

–¿Qué quieres decir? –Simba se odio por escucharse como una cachorro confundido y asustado.

Scar suspiró con cierto fastidio ante las preguntas de Simba, seguramente las consideraba tontas o simplemente detestaba entablar conversación con él; Nadia no podía asegurarlo con certeza pero quería creer que al menos Scar estaba haciéndole una especie de favor a Simba. A su manera, claro.

–Ven –Scar ordenó, al notar que Simba no lo estaba siguiendo –. Si quieres verlo será mejor que me sigas.

–¿Como se que no es una trampa? –preguntó, su voz desconfiada.

–No creo que sea una trampa –aseguró Nadia, carraspeó un poco ante la mirada desconfiada de Simba y agregó:–. Él no hará nada, confío en que no lo hará. ¿Verdad, Scar? No harás nada malo, ¿cierto?

Se posiciono a su lado y palmeó su lomo con gracia.

–Como si tuviera la energía para eso.

Simba no parecía muy convencido por esto, pero tenia curiosidad sobre el lugar de descanso final de su padre, si no lo dejaron aquí ¿en dónde está? Le gustara o no, su tío es el que tiene la respuesta de esa incógnita. Aparte de eso, Nadia parecía segura de sus palabras, confiaba en él. Pobrecilla. ¿La habrá engañado a ella también al igual que él? Mientras salían del cañón un silencio incómodo se instaló en el ambiente y los únicos incómodos con esto son: Simba y Nadia.

–Entonces... –empezó ella, su voz vacilante pero amable. Acomodó un mechón negro tras su oreja en un claro signo de incomodidad y nerviosismo –, ¿cómo está Nala? ¿Ya falta poco para que nazca, verdad?

–Pronto nacerá, en cualquier momento –respondió, imitando su tono –. Escuche por ahí que eres sanadora, ¿es eso cierto?

–Fue Rafiki, ¿verdad?

–Sí, sí –asintió –. Fue Rafiki.

Scar escuchaba el lamentable intercambio entre ambos. Por una parte, quería mofarse de lo penoso que se ven, pero, por otra parte, se le antojaba extraño que Nadia actuará con desenvoltura con él y que apenas sepa dirigirse a Simba; cuidando sus palabras como si temiera meter la pata, más de lo que hace, seguramente.

Por una vez, sintió algo de compasión por esos dos:

–Llegamos –anunció, finalmente.

Nadia frunció el ceño, este lugar no es tan especial como esperaba. Se encontraban en un claro donde, en medio del lugar, había un arbusto leñoso de no más de un metro de alto que no pudo identificar; de tallos marrones acompañado de exuberantes hojas de gran tamaño con formas onduladas, su flor de un diámetro considerable con grandes pétalos en punta de colores blancos, rosados e incluso amarillos.

–¿Qué es este lugar? –preguntó Simba mirando el lugar con desconfianza.

Scar suspiró:–Aquí es donde descansa tu padre, Simba. Junto a los otros...

–Reyes del pasado –completaron Simba y Nadia al unísono.

Por fin, Nadia noto los otros arbustos y la realización la golpeó: "Es un cementerio", reflexionó.

Estaban en un cementerio que daba vista al abobad y, desde luego, a la roca del Rey.

– ¿Entonces, no...?

– ¿Cómo crees que se hubiera si yo, el hermano y tío doliente, dejará el cuerpo de su hermano sin digna sepultura? Me habrían acribillado esas leonas. Debía actuar como se esperaba –explicó.

Nadia palmeó su frente; de todas las cosas que pudo decir ¿tuvo que decir eso?

"Bueno. Al menos fue honesto",ironizó para sus adentros.

Simba le dedicó una sucia mirada. Por supuesto, era demasiado obvio que a Scar no le hubiera importado dejar el cuerpo de su hermano a la hienas o cualquier otro animal, pero debía guardar las apariencias por el bien de su imagen y un entierro digno a su hermano y antecesor es la estrategia perfecta.

–Te dejaremos a solas para que hables con papi –musitó pasando junto a Simba –. Vamonos, Nadia, no tenemos nada que hacer aquí.

Nadia se despidió de Simba con una ligera caricia a su melena antes de ir tras Scar.

– ¿No te han dicho lo que es el tacto? ¡fuiste demasiado honesto! –exclamó en un susurro, no quería que simba los escuchara. No sabía cómo sentirse. Estaba molesta y un poco... ¿feliz? porque haya sido honesto con Simba pero, ¿hasta qué punto?

–Te quejas de que soy un mentiroso y, cuando no lo soy, te molestas porque soy honesto. ¿Quién te entiende, humana? ¿No es esto lo que quieres, acaso? ¿no quieres volver a tu hogar lo más rápido posible?

–Quiero que seas honesto, pero no porque yo te obligo, tiene que venir de tu interior –aclaró. minutos después chasqueó la lengua, asqueada –. ¡Uy! Estoy usando las frases de Rafiki ¡qué horror! ¡Debí sonar igual como toda una hippie!

–Un poco –declaró, divertido a costa de ella.

–Oye, ¿y dónde están tus padres? ¿cuales son sus arbustos? –Nadia intentó diferenciar los arbustos, pero todos parecían tener forma, aroma y color propio. Notó cómo el cuerpo de Scar se tensó ante su pregunta, ¿acaso es un tema sensible? seguramente –. No hablas mucho de ellos. Mejor dicho, no hablas nunca de nadie. Ni de tu niñez, ni adolescencia, ni cuando fuiste rey; nunca me dices nada excepto frases cortas o algún relato que solo me genera más preguntas que respuestas.

–No hay mucho que hablar al respecto –dijo a la defensiva, su voz lo suficientemente tajante para dar por finalizado el asunto.

Giró. Estaba a punto de irse, pero la voz de Nadia lo detuvo:

–Perdi a mi madre en un accidente, por mi culpa –Scar giró a verla, los ojos avellanas de Nadia estaban opacos, apagados. Su cabeza en alto pero con labios temblorosos, prosiguió:–. Fue mi culpa. Estábamos discutiendo esa vez, no recuerdo de qué o la razón de ella, pero debió ser fuerte, eso es seguro. Tenía diecisiete. Era una adolescente tonta e impulsiva –rió amargamente –. Sigo siéndolo algunas veces. ¿Sabes lo último que le dije antes de que todo se fuera al carajo? Le dije que ya estaba loca por empezar la universidad e irme lejos de su lado porque me asfixiaba y ya no la soportaba.

Su voz se quebró con esto último.

Tomó varias bocanadas de aire antes de proseguir:

–Cuando desperté, los médicos me comunicaron la noticia en vez de papá; ellos no endulzaron la noticia fueron crudos y crueles pero honestos. Papá lo hubiera endulzado por mi bien, siempre protegiéndome –su voz volvió a fallar, un nudo en su garganta se formaba. Scar quiso decirle que se detuviera pero no tuvo valor para interrumpirla –. Debía odiarme, debería hacerlo. Yo maté aquello que amaba. Ni siquiera estuve allí cuando se le dio su último adiós, no estaba consciente cuando se despidieron de ella, no pude despedirme de ella. Y ahora tengo que vivir, y recordar, lo último que le dije cuando aún vivía en el mundo terrenal.

Nadia no supo porque le dijo aquello a Scar pero se sentía bien soltar un poco aquello que pesaba sobre sus hombros, se sentía libre. Liviana. Muchos le dijeron que no fue su culpa, lo sabía, pero una parte de ella se negaba a creerlo y la culpa buscaba hundirla al menor resquicio de duda cada vez que recordaba lo acontecido o en su madre.

Pese a todo, siempre recordaría a su madre sonriente por muchos motivos su trabajo, su esposo y sus hijos; aunque algunas veces discreparan en sus opiniones.

Solo esperaba que, en donde sea que este, esté orgullosa de ella.

–Es ese de allá –señaló Scar con la cabeza hacia un arbusto lleno de flores rosadas oscuras casi magenta. Nadia le sonrió levemente, Scar solo desvió la mirada –. Es el de mi madre. Me sorprende que se haya recuperado, hace mucho que no florece.

–Por desgracia, no conozco mucho de plantas, pero son flores muy bonitas.

Mientras tanto, Simba se encontraba mirando el lugar de descanso de su padre con sentimientos encontrados. La ira y la culpa eran los protagonistas pese a que Simba sabe que no fue su culpa, pero aun así debió sospechar, debió intuir de alguna forma pero ¿cómo podría? era su tío, familia, alguien de confianza. Nunca se imagino una traición por parte de él. Le admiraba mucho de cachorro.

"Padre, oh padre. Como desearía que estuvieras aquí. A veces me siento perdido algunas veces y necesito de tu consejo" una brisa suave movió un poco su melena, sonrió levemente.

–Yo también te extraño, padre –otra brisa, más fuerte e insistente casi lo despeina, rió –. A ti tambien te extraño, madre. A los dos –agregó, dio una última mirada antes de alejarse de los arbustos.

Simba frunció el ceño al ver a Nadia con una expresión casi tirando las lágrimas, sus ojos estaban brillosos pero sus labios formaron una sonrisa conmovida, miró a Scar en busca de alguna explicación por su estado. Seguramente le hizo algo.

–No me culpes por esto –se adelantó Scar al sentir la acusación implícita en la mirada de Simba, una mueca tirando de sus labios acompañada de una mirada indescifrable –. Es demasiado emocional, solo eso. Se emociona con facilidad.

–Ah, me estás comenzando a querer –dijo ella encantada.

–Dudo que haya querido a alguien en su vida –replicó Simba duramente.

Scar solo rodó los ojos.

Nadia miró al rey y preguntó:

– ¿Y cómo...?

– ¡Señor, gracias al cielo que lo encuentro! –interrumpió Zazu aterrizando con casi nada de cuidado. Su voz aliviada, agitaba sus alas y luego hizo una pequeña reverencia –. Majestad, la reina Nala ella... uf... entró a labor de parto.

Silencio. Tres, dos, uno. Simba salió corriendo, Zazu tomó vuelo y Nadia no tardó en seguirlo pero Scar se interpuso en su camino, Nadia frenó abruptamente para evitar chocar y caer, miro a Scar con exasperación.

–Voy a ayudar. ¡Siempre quise atender el parto de un gran felino! –levantó ambos brazos, su voz segura y firme, no dejaría pasar esta oportunidad.

–¿Qué te hace creer que te permitirán ayudar o acercarte a la roca del rey? –replicó, usando el mismo tono superior que usaba con las hienas –. Si vas, lo harás sola. No estaré ahí para protegerte.

–Simba estará ahí –le recordó –, no dejará que nada me pase –acarició su melena para tranquilizarlo un poco, luego se fue corriendo lo más rápido que pudo –. ¡Volveré pronto, no te preocupes!

Scar la vio irse sin pena ni gloria. Suspiró.

–No estoy preocupado –murmuró, pero no sabía sí para sí mismo o para ella.

Giro, dándole la espalda al cementerio y a la roca del rey. Tenía una visita que hacer. Pero, antes de irse por completo, miro los arbustos de Uru y Mufasa. Fue breve, algo corto, pero significativo o al menos así se vio reflejado en un capullo del arbusto de Mufasa; la cual floreció revelando una flor blanca con toques rojas.