Y yo…
Yo los quiero aquí más que a nadie
Sobre todo a ti, Fred
Por favor, no me dejen sola en este lugar
De repente, antes de que pudiera seguir dándole vuelta a sus pensamientos, el sonido de una lechuza golpeando la ventana le hizo regresar a la realidad.
La joven enseguida reconoció a Errol, la lechuza de la familia Weasley. En su pico llevaba nada más y nada menos que:
¿Una vociferadora?
Ay no, esto no podía ser nada bueno.
—Ay no, no no no, eso sí que no —dijo Fred mientras sacudía la cabeza —. Es tu turno de escucharla George. La de la última vez casi me deja sordo, no quiero imaginar cómo será esta.
George rodó los ojos, pero no parecía tener algún problema respecto a lo que decía su hermano.
—Vale, pero la próxima será tu turno, ¿entendido?
—Esperen un momento —intervino Hermione sin comprender —, ¿acaso te piensas ir así sin más?
—Eso mismo —respondió Fred mientras se encaminaba hacia la puerta. Lo peor es que ni siquiera se atrevía a mirarla a los ojos —, creo que si escucho otra de esas me volveré loco, ¡así que nos vemos!
—¡Fred, espera!
Pero no hubo caso, en menos de un segundo el joven abrió la puerta y se fue dejándola con las palabras en la boca.
Hermione parpadeó varias veces, procesando lo que acababa de pasar.
Fred Weasley acababa de irse sin dirigirle la palabra, apenas y le miró al momento de irse… ¿Tan molesto estaba que ni siquiera podía decirle adiós? ¿Así sería cuando terminara el año? ¿Él se iría y no volvería a verlo más?
De repente, sintió una extraña sensación de pesar en su pecho, como si la realidad la hubiera golpeado de la nada; la simple idea le parecía horrible.
Pero antes de que pudiera darle más vueltas al asunto escuchó a George soltar un suspiro, sacándola de sus pensamientos.
Oh, había olvidado por completo que George tenía una vociferadora en sus manos.
—¿Vas a abrirla? —preguntó Hermione acercándose y sentándose a su lado.
Él asintió con amargura. Lo cierto es que nada bueno podía salir de dicha carta.
—Veamos que tal. Esperemos que no sea tan mala como la anterior.
Con cuidado y mucha lentitud, George abrió la vociferadora.
Y por supuesto, los gritos no se hicieron esperar:
¿QUÉ DEMONIOS FUE LO QUE HICIERON?
¿HASTA CUANDO CON USTEDES DOS? SIEMPRE LO MISMO, APENAS Y PODÍA LEVANTAR LA MIRADA DE LA VERGÜENZA AL ENTERARME ¿CUÁNDO VAN A PENSAR EN SU POBRE MADRE? ¿CUÁNDO APRENDERÁN? TODOS SUS HERMANOS HAN SIDO EXCELENTES ESTUDIANTES, EXCELENTES MAGOS. PODRÍAN HACER LO MISMO POR UNA VEZ, EN LUGAR DE DECEPCIONARME FRENTE A TODOS...
Y la vociferadora siguió y siguió por quién sabe cuánto...
Sobra decir que Hermione perdió la cuenta de cuantas veces la Señora Weasley llamó a los gemelos una decepción o los comparaba con sus hermanos sin escrúpulos.
Y pensar que ella se quejaba de sus padres… Tal vez fueran demasiado estrictos y un poco sobre protectores, pero ellos jamás habían hecho algo como esto. Sin duda, esto era mucho peor.
Los minutos pasaron, y para alivio de ambos, la vociferadora terminó de gritar. Eso sí, después de aquello quedó un silencio incómodo. Ninguno sabía qué decir precisamente.
—Yo… —trató de decir Hermione.
—Vaya, esta duró más que la anterior —comentó George como si nada.
Hermione le miró sorprendida, ¿cómo que esta era más corta?
—¿Siempre reciben vociferadoras cómo está?
—Cada vez que hacemos una que otra fechoría, así que sí. Podríamos decir que sí —admitió George encogiéndose de hombros —. A mamá no le gusta guardarse nada, como pudiste ver.
Hermione procesó lo que acababa de escuchar.
Siempre había supuesto que la señora Weasley era una madre estricta, pero esto ya era demasiado, incluso para ella. Tenía que existir un límite; las palabras también podían herir. Ella lo sabía mejor que nadie.
¿Fred y George siempre pasaban por esto?
Si antes se sentía mal por haberles gritado, ahora se sentía mil veces peor.
—George, yo… Lo siento, no debí-
—Está bien.
—No, no lo está —repuso Hermione —. Jamás pensé que- No debí ser tan dura con ustedes, creo que me excedí.
—Tú… ¿Te sientes mal?
Ahora George le miraba con genuina sorpresa y curiosidad.
—Si es cierto que se les fue la mano y que deben ser más cuidadosos, no lo voy a negar —admitió ella con firmeza —, pero lo que hicieron fue un accidente. Por otra parte… Aún recuerdo como Tim estaba llorando anoche. Sólo ustedes lograron calmarlo, estoy segura de que él sabe que fue accidente y no les guarda rencor.
Sólo ustedes lograron hacerlo sonreír, lo mismo hicieron conmigo…
Las sonrisas que ustedes traen son más valiosas que cualquier castigo
—¿De verdad crees eso?
—Por supuesto —comentó Hermione mientras posaba su mirada en la vociferadora que George tenía en sus manos —. Ahora sé que ustedes nunca harían algo como eso a propósito. Lástima... Que no todos puedan verlo.
Hermione se agachó la mirada.
Sus palabras eran sinceras. Realmente era una lástima que no todos pudiera ver lo maravillosos que eran Fred y George. Sus personalidades iban mucho más allá de ser unos simples bromistas.
—Gracias, aunque de todas formas no pasa nada —respondió George amablemente —. Supongo que tenemos experiencia en esa área.
—Eso puedo verlo. De todas formas… No debe ser fácil recibir este tipo de vociferadoras a cada rato.
—Bueno, supongo que para mí es normal, creo que ya me he acostumbrado. Pero Fred… Fred siempre ha sido más delicado respecto al tema de mamá.
Hermione le miró sorprendida.
Fred Weasley, el alma de cualquier expedición, quien iluminaba cualquier habitación apenas entraba, ¿era el más sensible respecto a ese tema?
—¿Es en serio?
George asintió.
—Tal vez por eso se esfuerza tanto en aparentar lo contrario. Pero no te dejes engañar, es más sensible de lo que parece, no soporta ver una cara triste.
Una cara triste…
¿Es por eso que Fred parecía tan triste cuando ella le gritó?
¿Es por eso que Fred ni siquiera se había atrevido a mirarla al momento de irse?
¿Estaría decepcionado de ella ahora?
—Oh, eso también puedo verlo —respondió ella sonriendo tristemente —. Por eso ustedes siempre me han parecido tan increíbles.
George no supo qué responder ante esto.
Durante todo este tiempo, Hermione había estado junto a ellos sin saber exactamente por qué. Su hermano se preocupaba por ella y creía en ella, pero George siempre había pensado que Hermione hacía esto por alguna clase de favor, no porque de verdad los valorara.
De hecho, George jamás habría pensado que Hermione realmente creería en ellos. Pero ahora veía que estaba equivocado.
Tal vez era momento de quitarse algunas preguntas del pecho.
—Hermione. Una pregunta… ¿Por qué ahora estás ayudándonos? Quiero decir, me caes bien y es divertido estar contigo, pero es algo… Raro.
—¿Qué fue lo que te dijo Fred?
George meditó su respuesta por un instante.
—Pues… Fred me dijo que eras mucho más de lo que parecías, y que quería darte una oportunidad. Quería que yo creyera en ti.
Creer en ella…
Fred quería que George creyera en ella, al igual que quería que creyera en sí misma.
Durante todo este tiempo, Fred jamás había dejado de creer en ella. Ni una sola vez.
De repente, Hermione sintió como una sensación cálida inundaba su pecho; como si sus propias emociones fueran demasiado para ella. No podía ser posible, ¿cómo alguien podría creer tanto en ella sin pedir algo a cambio?
No tenía sentido y si algo le molestaba a Hermione era las cosas que no podía comprender.
En fin, ya luego podría pensar en eso.
—¿De verdad? —respondió Hermione sorprendida.
George asintió.
—Pues supongo que es cierto —admitió finalmente ella.
—¿Cómo?
—Aunque no lo parezca, ustedes, simplemente siendo ustedes, me han ayudado mucho más de lo que creerían —dijo Hermione, sintiendo que ya era momento de ser honesta con George. Después de todo, él también era su amigo —. Siempre he querido escribir historias, mis propias historias, pero desde hacía años mi mente no podía pasar de la primera línea.
George le miró por un segundo.
Todo este tiempo había tenido curiosidad respecto a Hermione. Quería saber por qué su hermano estaba tan interesado por ella y su secreto. Al inicio le había parecido extraño, pero después de varias semanas se terminó acostumbrando. Al punto de haberlo olvidado por completo.
Ahora todo tenía mucho más sentido.
—¿Es por eso que siempre arrugabas papeles? Creí que se trataba de un problema del manejo de la ira —comentó George.
—Ush, mejor ni me lo recuerdes. Era complicado para mí, pero Fred quiso ayudarme. Pasar tiempo con ustedes me ayudó a escribir otra vez.
—Así que de eso se trataba... Y pensar que Fred estuvo semanas obsesionado con descubrir tu secreto.
Hermione apartó la mirada, sintiendo vergüenza de sí misma.
La idea de que Fred estuviera semanas empeñado en saber más sobre ella alteraba sus ideas, no sabía cómo más explicarlo.
—No es nada del otro mundo —repuso ella.
—Tal vez —respondió George chasqueando la lengua —. Pero me gusta. Es algo que queda contigo.
Hermione sonrió levemente al escuchar esto.
Algo que quedaba con ella… Le gustaba que las personas pensaran eso. Poco a poco hacia un progreso en cambiar para mejor.
—Qué curioso, eso mismo dijo tu hermano —comentó ella tranquilamente. De una u otra forma siempre terminaba pensando en Fred —. ¿Qué puedo decir? Creo que ustedes se han vuelto una inspiración para mí.
Ahora era el turno de George para sonreír.
—Aaaww, me siento halagado. ¿Eso significa que podría ser el protagonista de alguna de tus historias?
Hermione rodó los ojos. Por supuesto que George no perdería la oportunidad para hacer una broma, siempre había sido el más dramático.
—Tampoco dejes que se te suba la cabeza.
—Pues que decepción —repuso George cruzándose de brazos —, ¿acaso se te olvida que soy el gemelo más guapo? Podría ser de gran ayuda.
Hermione no pudo evitarlo. Al escuchar semejante tontería una risa se escapó de sus labios, después de tanto alboroto era agradable ver que aún podía reír con naturalidad.
Sobra decir que ahora George le miraba con la boca abierta.
—Te estás riendo —comentó él sorprendido.
—Pues sí, ¿qué tiene?
—Creí que sólo Fred podía lograr eso.
Hermione apartó la mirada, sintiendo como el calor subía a su rostro nuevamente.
¿Por qué todo tenía que girar en torno a Fred por el amor a Merlín?
—No seas tonto —dijo ella frunciendo el ceño —. Tú también puedes hacerlo perfectamente. Eres mi amigo, ¿no?
Al escuchar esto, una sonrisa se dibujó nuevamente en los labios de George.
—Por supuesto.
Después de todo lo que había pasado, Hermione finalmente comenzaba a sentirse algo mejor.
Sí, era cierto. Había exagerado con su reacción, y no había sido del todo justa, pero a pesar de todo seguían siendo amigos. Lo que sea que hubiera pasado se podía solucionar, sólo tenía que dar el primer paso. Justo como estaba haciendo en ese momento.
Y ahora, el siguiente paso era disculparse con Fred.
Aunque siendo honesta, no sabía si estaba lista para hacerlo. Aún no olvidaba la expresión de Fred al momento de irse. Jamás lo había visto tan frustrado.
—George… ¿Crees que Fred esté molesto conmigo?
—Lo dudo muchísimo, la verdad.
—¿Y tú cómo puedes estar tan seguro de eso?
George simplemente se encogió de hombros.
Muy en el fondo sospechaba de la razón, pero no podía delatar a su hermano hasta que él mismo se diera cuenta. Aún tenía algo de honor.
—Porque lo sé, así de sencillo. Puedes llamarlo una corazonada si quieres, pero no te preocupes, sé que no podría estar molesto contigo.
—Eres un tonto —respondió ella frunciendo el ceño, al mismo tiempo que George sonrió.
—El mayor de los tontos, querida Hermione.
Justo en ese instante Hermione decidió que era buena idea darle un codazo que le sacara todo el aire.
—¡Ouch, oye!
Pero Hermione no le prestó la más mínima atención. En su mente sólo había un pensamiento: hacer las paces con Fred lo más antes posible.
No había tiempo que perder.
—Tienes razón —respondió Hermione sonriendo —. Ahora si me disculpas, tengo algo que hacer.
Y sin decir más, Hermione se fue.
Fred quería estar solo.
Una parte de él no sabía exactamente que estaba haciendo, simplemente estaba molesto y quería despejar su mente, así fuese lanzando piedras a un estúpido lago en silencio.
No era usual para él sentirse así, ¿pero qué más podía hacer?
El incidente de Tim, el desastre en el salón de pociones y la pelea con Hermione; todos estos asuntos le molestaban. Especialmente la jodida vociferadora de su madre. No la había escuchado, pero sabía muy bien que debían traer las mismas palabras de siempre.
Todo había salido mal.
Por su culpa Tim ahora estaba en la enfermería, el muchacho que se supone habían querido defender, y no sólo eso, otros alumnos estaban en la misma situación. Por supuesto que había sido un accidente, ¿pero y qué?
Siendo honesto, que Snape estuviera enfermo no le importaba en lo más mínimo, era un ser despreciable y se merecía un castigo, pero a Hermione sí le importaba, y lo que menos quería es que ella estuviera molesta con él; aunque aún no sabía descifrar porque.
Fred soltó un amargo suspiro.
Hacía unos días había consolado a Hermione en este mismo lugar y ahora se encontraba solo lanzando piedras al lago. No se podía decir que estuviera siendo un buen ejemplo, para nada.
De repente Fred escuchó unos pasos acercarse. No tenía que ser un genio para adivinar de quien se trataba, sólo alguien que conocía corría de forma tan apresurada y decidida.
—Fred —dijo Hermione sacándolo de sus pensamientos.
Enseguida el pelirrojo detuvo lo que estaba haciendo y se volteó a verla.
—Hermione —respondió él sin más. Su voz no denotaba ninguna emoción.
Ambos se miraron por un instante.
Un instante que se sintió por una eternidad.
En el fondo lo que había querido durante todo este rato era hablar con ella otra vez, hacer las paces como los amigos que eran. Eso era lo que mejor sabía hacer, pero… Ahora no sabía qué decir.
Qué extraño, era la primera vez en su vida que le pasaba esto. No encontrar las palabras… ¿Así se sentían los introvertidos todo el tiempo? Qué fastidio debía ser.
Al final, fue Hermione quien decidió romper el silencio.
—Yo… Escuché que Pomfrey dijo que el gas no es nada del otro mundo y que para la noche los afectos habrán desaparecido.
—¿De verdad? —respondió Fred sorprendido.
Hermione asintió.
—Los afectados sólo necesitan descansar.
Fred apartó la mirada.
Sin duda, era un alivio saberlo. Lo que más le preocupaba eran los inocentes que habían sido afectados, ellos no tenían nada que ver con esto y no merecían sufrir por su culpa.
—¿Y Tim? —preguntó Fred.
—Está bastante bien. Madame Pomfrey me dijo que la mayoría de los chicos están felices de tener una excusa para faltar a clases.
Fred sonrió levemente al escuchar esto. Por supuesto que los más pequeños lograrían sacarle el lado bueno al asunto, por eso amaba tanto a los de primer año.
—Eso… Eso es un alivio.
—¿Has pensado en ir a verlo?
—Aún no.
Fred soltó un suspiro. Ahora no se sentía molesto ni triste, simplemente… Frustrado.
Hermione agachó la mirada, sintiéndose cada vez más culpable. Lo que menos quería era ver a Fred de esta forma. Fred Weasley era un joven que iluminaba cualquier habitación apenas entraba, no esto.
Con cuidado, la joven dio un paso al frente.
—Yo… Lamento haberte gritado. Me dejé llevar por la ira, y por mi sentido del deber, y creí que fui demasiado dura con ustedes.
—¿Ah si?
Ella asintió con la cabeza.
—En el fondo buscabas justicia para un niño que no podía defenderse a sí mismo. Eso no es malo.
—¿A pesar de que me gané dos semanas de detención y causé un desastre?
Hermione asintió nuevamente.
Ella era conocida por ser demasiado estricta, y seguir las normas al pie de la letra, ¿pero a quién le importaba cuando al final todo había sido un accidente? El asunto de Snape era otro tema aparte, y realmente no le importaba ya.
—A pesar de que te ganes todas las detenciones del mundo —respondió ella acercándose a él —. Admito que no me gustan muchos tus métodos, y que debes tener más cuidado con tus planes, pero yo… No fui justa contigo tampoco. Lo que pasó fue un accidente y yo- yo-
—Hermione, está bien.
Pero Hermione no le escuchaba, estaba demasiado metida en sus pensamientos para salir de ellos ahora.
Lo único que quería era hacer las paces con Fred.
—No pensé antes de hablar y antes de darme cuenta había sido cruel.
—No hay problema —replicó nuevamente él.
—Y sé que no- Un momento, tú… ¿Estás bien?
Fred asintió, al mismo tiempo que ella abría la boca sorprendida.
¿Acaso acababa de escuchar lo acababa de escuchar?
No podía ser posible. Ella le había dicho tantas cosas y les había gritado sin razón, tenía todo el derecho a estar molesto por un rato, y ahora él… él…
¿Por qué Fred le estaba sonriendo? ¿Acaso le estaba gastando una broma?
De repente, Hermione sintió como el calor subía a sus mejillas.
—No podría estar molesto contigo —respondió él sonriendo levemente —. Al menos no por más de cinco minutos.
Hermione apartó la mirada, sin saber qué decir. Su rostro seguía sintiéndose más caliente de lo usual, seguro se debía a la molestia que sentía.
¿Por qué Fred decía algo como eso con tanta naturalidad? Todo esto… La hacía sentir extraña, fuera de lugar incluso en sus propios pensamientos. Ni siquiera su pecho parecía contener sus emociones correctamente al escuchar esas palabras.
—Igual lo siento —repuso Hermione retomando su típica seriedad.
—Está bien —respondió él tranquilamente —. Si te sirve de algo, estaba más molesto por la llegada de vociferadora que otra cosa. George y yo hemos recibido como veinte de esas en lo que va del año. Por eso nos turnamos para escucharlas, es mejor así.
Hermione asintió, era entendible.
De todo esta experiencia la vociferadora sin duda había sido lo más desagradable. No quería imaginar que sería recibir tantas en tan poco tiempo.
—Supongo que lo entiendo —respondió ella —. No es muy lindo que se diga…
—¿La escuchaste?
—Era casi imposible no hacerlo. Lamento si me entrometí.
Fred negó con la cabeza.
—Más entrometido que yo no puedes ser —comentó Fred como si nada —, así que tranquila, no pasa nada.
Hermione le miró detenidamente.
No podía negar que estaba feliz de estar así; hablando casualmente como si nada hubiera pasado. Era lo que más quería en el mundo y gracias a Merlín no lo había perdido.
Asimismo, poco a poco el rostro de Fred parecía cobrar un poco más de vida. Aunque… Seguía viéndose un poco cansado, algo no le terminaba de cuadrar.
—Fred, ¿te encuentras bien? —preguntó Hermione de la nada.
—¿Por qué lo dices? —respondió él frunciendo el ceño.
Hermione se mordió el labio.
Se notaba por todos lados que algo seguía afectándole. Lo cierto es que no era justo que él cargara con esa carga por sí solo. Al parecer ni siquiera con su gemelo se atrevía a abrirse sobre el tema.
Era justo como había dicho George: Fred era mucho más sensible de lo que parecía, aunque no le gustara admitirlo. Y justo ahora...
No pareces el mismo de siempre.
Por favor, vuelve a sonreír.
Sólo quería tratar de ayudarlo.
—Pues tú mismo lo dijiste —dijo Hermione mirándole a los ojos —. Es la veinteava carta que recibes en el año y no… No es muy lindo que se diga. Sólo quería saber si estás bien.
Fred soltó un amargo suspiro.
—Déjame adivinar. George te hablo sobre mí, ¿no es así?
—Ammm…
—Lo sabía —le interrumpió Fred molesto —. Por supuesto que mi hermano no podría mantener su boca callada.
Hermione frunció el ceño.
¿Qué tenía que ver una cosa con la otra? Se notaba de lejos que algo estaba mal. No necesitaba las palabras de George para verlo.
Por eso, y sin decir nada, ella agarró toda la seguridad que necesitaba y colocó su mano sobre la suya; esperando transmitir con su tacto lo que sus palabras no podían expresar.
¿Qué estoy haciendo?
—Eso no cambia el hecho de que estoy preocupada por ti.
Fred le miró detenidamente, ignorando lo extraño pero cómodo que se sentía la sensación mano sobre la suya; aunque rápidamente Hermione la apartó.
Poco a poco, y como si fuera por arte de magia, algo de claridad empezó a llegar a su mente; como un suspiro que no sabía que estaba guardando.
No podía seguirlo ocultando; estaba cansado, y un poco molesto también. Siempre era lo mismo respecto al asunto de su madre, y si bien trataba de poner buena cara, lo cierto es que sí le irritaba bastante su desaprobación.
Estaba molesto con su madre y el mundo por ser tan duros y llevarles la contraria en todo, pero no estaba molesto con Hermione. Nunca podría estarlo.
¿Por qué? Pues porque ella… Era Hermione.
Metiche, perfeccionista, y algo intensa; no le importaba. Desde hacía semanas había descubierto que tenía un cierto punto débil por ella, así que jamás podría estar molesto, mucho menos por algo como esto.
Tal vez era momento de dejar ir todo, así sea una vez.
—¿Sabes la razón por la que George y yo somos lo que somos ahora? —preguntó Fred de repente —. ¿Por qué somos unos bromistas incansables que nunca se cansan de intentar algo nuevo?
Por supuesto que no lo sabría.
Nadie podría hacerlo, ¿por qué tendría que haber una razón? Era tonto, todos asumían que era un talento o un gusto con el que nacieron y ya. Fred y George lo sabían mejor que nadie.
Esto se podía notar en el rostro de Hermione, quien ahora le miraba confundida.
—Ammm, ¿por qué les gusta? —trató de adivinar ella.
—No —respondió él tajantemente —. Porque queríamos hacer feliz a mamá.
La joven parpadeó varias veces, procesando lo que acababa de escuchar.
—¿Cómo? —preguntó ella sin comprender.
—Es tan absurdo, ni siquiera tiene sentido —respondió Fred más para sí mismo que otra cosa.
Fred se llevó las manos a su rostro, soltando un suspiro de frustración en el proceso.
¿Cómo había terminado en esta situación?
Se suponía que él era Fred Weasley, bromista imparable y un soñador idealista. Un miembro del mejor dúo dinámico que Hogwarts había visto. Él quería hacer reír a las personas, era lo que siempre había querido hacer.
Pero al parecer no podía hacer feliz ni siquiera a su madre.
Fred reprimió la frustración. Él era Fred Weasley, no podía estar triste.
No podía permitirse estar triste.
—Todo empezó por ella y ahora no podemos recibir una carta sin que se queje de algo —soltó él sin más.
—Así que todo comenzó… ¿Por ella?
Fred asintió, al mismo tiempo que posaba su mirada en el cielo.
Nunca había hablado sobre este asunto precisamente. Al menos no con nadie que no fuera George. No era algo fácil, realmente esperaba no meter la pata.
Él siempre había estado ahí para Hermione, mostrándose seguro y optimista; así se mostraba siempre ante todos. Así quería verse siempre, ¿qué pensaría ella ahora que se veía tan débil?
Ni siquiera sabía por dónde empezar.
—Sé que suena absurdo, pero… Es así —admitió Fred soltando un amargo suspiro —. Mamá siempre había sido la persona más importante para nosotros cuando éramos niños. George y yo lo único que queremos, lo único que siempre hemos querido, es que las personas a nuestro alrededor sean felices. Especialmente mamá.
—Pero entonces por qué… ¿Por qué?
Fred se encogió de hombros.
Él se había hecho esa pregunta incontables veces y aún no encontraba respuestas. Así de misteriosa e irónica era su vida, no sabía si reír o llorar.
—Bueno… Cuando éramos pequeños éramos pobres, quiero decir, sé que hoy en día seguimos siendo de una situación económica, eeeh, limitada por así decirlo. Pero en nuestra infancia fue mucho, mucho peor. No había dinero para objetos de necesidad básica y a veces faltaba la comida…
Fred agachó la mirada.
Hablar sobre esto no era tan fácil como parecía. Los recuerdos no le afectaban tanto como hacía unos años, pero aun así… Seguía doliendo un poco, como un arma de doble filo.
—¿Sabes? Para un niño es difícil comprender que simplemente no hay dinero para ropa o juguetes. El concepto del dinero es algo que se escapaba de nuestra comprensión, aun así… Tratábamos de sacar lo mejor del asunto.
Fred titubeó por un instante. No estaba seguro de si era buena idea continuar con el relato o no. Era un asunto demasiado antiguo de todas formas, Ron y Ginny ni siquiera habían nacido en aquel entonces.
Aun así, no lograba olvidarlo. Tal vez jamás podría hacerlo.
—Mamá la pasaba especialmente mal —continuó diciendo Fred —. A veces peleaba con papá, y más de una vez George y yo la encontramos llorando apartada en algún lugar. Era miserable. Por eso, hacíamos lo posible por hacerla feliz. Hacíamos obras de teatro, pequeños hechizos con nuestras varitas de juguetes, le llevábamos flores… Todo con tal de verla sonreír.
Al recordar esto, una sonrisa triste se dibujó en los labios de Fred.
¿Cuántas cosas no ingeniaron George y él con tal de distraer a su madre de su vida miserable? Cada hechizo, cada idea, todo lo habían hecho por ella, y ahora…
Ahora su vida había dado un giro completamente contrario.
—Y funcionaba —continuó Fred agachando la mirada —. Aunque no lo creas, más de una vez mamá detenía lo que estaba haciendo para vernos y sonreír, así sea un minuto. Para nosotros, unos niños sin nada… Eso era más que suficiente.
Hermione le miró detenidamente, parecía estar procesando todo lo que acababa de escuchar.
Todo este tiempo había pensado que Fred y George hacían lo que hacían porque sí, porque era su forma de ser y les gustaba. Jamás habría imaginado que había algo más detrás de toda esa fachada.
De repente, sintió el impulso de abrazar a Fred con todas sus fuerzas, como si eso pudiera sanar cualquier herida. Pero se contuvo, no le correspondía hacerlo.
—Todo este tiempo, ¿ustedes empezaron a hacer bromas por ella?
—Y ahora no pasa una semana sin que se queje de nosotros —soltó Fred con amargura —. Es tan molesto por el amor a Merlín. No lo entiendo, solo queremos hacer felices a las personas, justo como hicimos con ella, ¿acaso eso es tan malo?
—Claro que no.
—¿Entonces por qué, Hermione? —preguntó él con frustración.
¿Por qué nadie parecía apoyarles?
¿Por qué siempre se encontraba con obstáculos?
¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Él sólo quería comprender, maldita sea.
Nadie parecía darle respuestas, nadie parecía comprender, nadie con excepción de...
—Porque no lo entiende —respondió Hermione con pesar —, porque va en contra de lo que cree...
Nadie con excepción de Hermione.
Fred agachó la mirada, ignorando el revoltijo de emociones que sentía en su pecho. Hablar sobre algo tan complejo junto a Hermione no era bueno para su mente. Cada vez que hablaba con ella sus pensamientos se volvían difusos.
Mientras tanto, Hermione aún buscaba las palabras correctas.
No podía creer lo que acababa de escuchar. Tenía que decir algo, lo que sea con tal de animarlo.
—Esa es la realidad, pero… Pero no te desmotives por ello. Haces felices a muchas personas todos los días con lo que haces.
Me haces feliz a mí, más que nadie en este mundo...
—Eso no es nada —repuso Fred apartando la mirada.
—Claro que lo es —respondió Hermione sintiendo como sus mejillas enrojecían de la rabia —. Sólo basta con ver a Tim. George y tú fueron los únicos que lograron animarlo ese día. Hicieron sonreír a un niño que necesitaba consuelo.
—¡Y por mi culpa ahora está en la enfermería! ¿Acaso no lo ves? Sólo estoy pretendiendo ser una buena persona.
Hermione no podía creérselo.
¿Pretendiendo ser una buena persona?
Fred podía ser muchas cosas: un impulsivo, dramático, metiche, insensato y demás. Sí, él tenía muchos defectos, al igual que ella; pero precisamente esos defectos, junto a sus virtudes, lo hacían brillar como persona.
De hecho, Hermione nunca había visto brillar tanto a alguien como a Fred, ¿cómo alguien así podría ser una mala persona?
No, era imposible. Pasase lo que pasase, no podía permitir que él pensara eso.
—No te atrevas a decir eso —repuso Hermione con una mezcla de firmeza y amabilidad a la vez —. George y tú no están pretendiendo ser buenas personas. Tú… Tú eres genuinamente una buena persona. Una de las mejores personas que he conocido. Eres mi amigo, me regalaste una caja musical para iluminar mis noches, me hiciste creer en mí. Eso… Eso es lo más valioso que alguien ha podido darme.
Hermione dijo esto último con todo el aprecio del mundo, sin ninguna clase de titubeo en su voz. De hecho, jamás se había sentido tan segura de algo en su vida.
Y Fred… Fred no supo qué decir.
¿Él era una buena persona?
Después de tantas cosas que había hecho… ¿Alguien lo consideraba una buena persona?
Aquellas palabras resonaron fuertemente en su interior, una y otra vez. Y sin darse cuenta, sus ojos empezaron a humedecerse un poco; sólo un poco.
—¿Qué te pasa, Hermione? —respondió él apartando la mirada. No quería que ella lo viera así —. ¿Ves lo que acabas de hacer? Perdí toda mi dignidad por tu culpa.
Hermione sonrió, ignorando las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos.
Sí, sus ojos también estaban húmedos. A fin de cuentas, ella siempre había sido una sentimental, pero no importaba. No le importaba perder su dignidad si eso significaba ayudar a Fred a sonreír.
Lo cierto es que lo haría una y otra vez; haría todo con tal de verlo sonreír. Era algo de lo que jamás se cansaría.
Tu sonrisa es muy valiosa para mí...
—Eres de verdad alguien increíble, Fred Weasley —dijo Hermione alegremente —. Por favor, jamás pienses lo contrario.
Fred sonrió levemente, mientras ignoraba la calidez que crecía en su pecho cada vez más y más. No era el momento para desviar su mente a otras cosas.
A pesar de todo, alguien creía en él. Y esa persona era Hermione Granger. Pasara lo que pasara no podía defraudarla, tenía que seguir adelante. Sus pensamientos negativos no podían ganarle.
De repente, Fred sintió una sensación de alivio recorrer su cuerpo.
Todo estaría bien...
De esta forma, pasaron los minutos. Ninguno dijo nada, simplemente se quedaron mirando la superficie del lago. Era lo menos que podían hacer después de un día tan alocado; despejar sus mentes.
O al menos así fue por un rato, hasta que Hermione se dio cuenta de lo oscuro que se veía el cielo.
—Oh no. Fred, ¿qué hora es?
Fred ni siquiera se atrevió a mirar su reloj. Su mirada fue más que suficiente para hacerle comprender que estaban pasados de la hora.
—No creo que te guste saberlo.
—No puede ser, ¿cómo se hizo tan tarde? —preguntó Hermione con horror.
—Vaya, el tiempo vuela cuando hablas, ¿no crees? —respondió él sonriendo.
Y como si nada, Fred había vuelto a ser el mismo de siempre.
Lo cierto es que Hermione estaba feliz de verlo de vuelta, aunque la situación seguía siendo bastante complicada, ¿ahora que iban a hacer?
—No es gracioso Fred, ¡mira en la situación que estamos! ¡Nos van a castigar!
—Meh, ya yo estoy castigado de todas formas —repuso Fred.
—¡Fred!
—Bueno bueeeno, parece que sólo nos queda una opción.
—¿Usar algún pasadillo secreto o algo así? —preguntó esperanzada Hermione.
—Nope —respondió él negando con la cabeza —. Correr. ¡Correr y no mirar atrás!
Hermione abrió la boca sorprendida.
—¿Qué?
—Ya me oíste.
—¡Fred no!
—¡Sígueme el paso!
Y sin decir más, Fred tomó su mano y la jaló para que ambos empezaran a correr hacía el castillo. No había tiempo que perder, era todo o nada, y él no pensaba dejarla atrás.
Al inicio Hermione apenas podía seguirle el paso, Fred era demasiado rápido y la situación era tan absurda, pero… Fred seguía sin soltarla, impulsándola a seguir adelante.
Sigue adelante…
No te detengas
¡Vamos, sigue adelante!
Poco a poco Hermione sintió un impulso recorrer sus piernas. Y antes de darse cuenta, ambos habían empezado una competencia para ver quién llegaba primero al castillo.
No se podía negar que era muy divertido.
—¡Hey, espérame! —exclamó Fred al ver que Hermione soltaba su mano y empezaba a rebasarlo.
—¡No es mi culpa que seas tan lento! —respondió ella sonriendo —, ¡vamos, apresúrate!
La verdad es que ella no podía imaginarse un mejor escenario que esté: corriendo y riendo como si nada importara en el mundo junto a su amigo Fred Weasley.
Hermione sonrió aún más, sintiendo como un peso se quitaba de sus hombros con cada paso.
¿Así se siente la libertad?
Porque de ser así, no había otras cosa que amara más que la libertad.
Aaaaawww, al fin terminé este capitulo, quiero llorarsh ;_;
¿Qué les puedo decir? Sólo quiero decir que espero que les haya gustado tanto como a mí. Quise retomar otra vez el punto de vista de Fred y contar parte de su historia/motivaciones. En los libros ambos son conocidos por ser unos chicos graciosos y ya, ¿pero de donde viene eso? a ellos siempre se les muestra como unos muchachos muy preocupados por su mamá, así que me quise agarrar de ahí. Ojalá me haya quedado bien ;')
Btw, al fin me empecé a meterle al romance, y ya no pienso parar muajajaja Fred siempre está ayudando y apoyando a Hermione, creo que ya era momento de que la cosa cambiara un poco.
En fin, ¿algo interesante que decir? bueno o malo, todo cuenta y me motiva a escribir.
¡Nos vemooos!
