Nota de Autor: Me hacía mucha ilusión acercarme a este momento de la historia. Este capítulo es el porqué este fanfic fue escrito de la forma en que lo han leído y nos prepara por fin para acercarnos a un cierre. (Sepan que el desenlace de CH ya estaba decidido desde hace como un año y medio, pero ha sido fascinante ver cómo se ha ido desarrollando todo desde entonces)
¡Siéntanse libres de comentar y compartirme su experiencia!
Frozen, Tangled y demás personajes pertenecen a Disney. Esta es una obra de ficción y no es una historia apta para niños.
...
Un corazón helado
por Berelince
19 El lobo del sol
...
Rapunzel tomó asiento en una de las sillas que Elsa tenía dispuestas frente a su escritorio cuando la rubia le indicó con un gesto amable que podía hacerlo. Elena se mantuvo vigilante de su princesa, si bien había decidido apostarse en un rincón apartado cercano a la puerta. La Reina carraspeó ligeramente desde su posición anfitriona.
Aguardó de pie por un momento, así como estaba, con el cuerpo ligeramente inclinado hacia adelante, las manos tamborilearon nerviosamente la superficie de madera mientras su mirada cobalto estudiaba con intensidad el libro recubierto de cuero que yacía ahí, terriblemente intrigante en su misterio. Hilos gruesos mantenían unidas las amarillentas páginas a su encuadernación. El emblema de la casa Frei adornaba la portada. El lobo rampante sobre el escudo partido de color plata y azul. La combinación de aquellas tinturas se extendía por todas las figuras, el yelmo de la cima y las hojas de olivo que lo enmarcaban.
Elsa lo había recorrido levemente con las puntas de los dedos cuando lo depositaron en sus manos. No hacía falta que el lema se leyera ya que aquella heráldica lo representaba perfectamente.
"El triunfo del que vive sin tiempo y en libertad." se recordó a sí misma, con la voz entrecortada por el nudo que se le había formado en la garganta.
—No entiendo, princesa —dijo Elsa enarcando una ceja en su extrañeza—. ¿Por qué Kyla Frei le encomendaría a usted esta tarea?
—Ella no me solicitó nada —confesó la castaña con una sonrisa culpable—, pero cuando Elena me informó que esa joven quería hacerle llegar este libro, tuve que inmiscuirme y asegurarme que todo saliera como Frei lo deseaba. Es lo menos que podía hacer por ella.
El rostro de la Reina expresaba bastante confusión, Rapunzel sonrió ligeramente mientras se palpaba las puntas de su corta cabellera.
—Digamos que entiendo lo que ha experimentado, majestad. Al igual que usted, tuve una vida que se vio afectada por contar con un don mágico —la miró con significado mientras Elsa enarcaba las cejas—. También podría decirse que cursé por un evento de gran magnitud que cambió por completo mi historia. La familia real de Corona tiene por ello una deuda muy grande con los Frei. Le debo toda mi felicidad a Kyla, la sabia blanca.
Elsa abrió la boca sin podérselo creer. ¿Rapunzel era mágica como ella? No podía imaginarse tal cosa. La princesa era tan menuda y alegre que nada en su apariencia sugería que algo raro estuviese ocurriendo con ella, razonó al tomar de ejemplos su propia cabellera platinada y la mirada violeta de Kyla. La Reina lo meditó mejor. Aunque el estilo de su cabello era muy peculiar. No parecía ser el adecuado para una joven de la realeza, ¿Y qué tenía que ver Kyla en todo aquello?, se pensó de pronto. ¿Tendría que ver eso con esa frase que solía decirle? ¿Que la magia siempre hallaba los medios para encontrarse? La monarca exhaló, recuperando un poco la compostura, consciente de que había barrido groseramente a su invitada con la vista en aquel tren de pensamiento suyo; amagó un gesto de noble disculpa antes de optar por sentarse finalmente. La heredera de Corona le obsequió una sonrisa, librándola de cualquier ofensa.
—Yo nací con una cabellera dorada que resplandecía con la magia y las propiedades de la flor solar —explicó la germana, adivinándole el pensamiento—. Con ella era capaz de curar cualquier enfermedad o daño, incluso podía deshacer los efectos del tiempo y retrasar la muerte. Era un don tan maravilloso como puede sonar.
Elsa frunció el entrecejo al procesarlo. Una magia de ese tipo podría haber hecho mucho por Kyla en aquel momento que enfrentaba el desahucio. La Reina se mordió el labio mientras estudiaba la melena castaña de la princesa que se veía de lo más ordinaria.
—Lamentablemente perdí tal habilidad cuando mi cabello fue cortado durante mi rescate-explicó de manera apenada. Rapunzel se tanteó los dedos, tratando de ordenar sus ideas—. Jenell Frei, era la sabia mayor cuando yo estaba por nacer. Ella tenía...
—Una mirada violeta que le proporcionaba una poderosa intuición—. completó Elsa de manera ensimismada. Parecía repasar tales ideas por si misma.
—Así es, exacto —confirmó la princesa animadamente—, por supuesto que lo sabe si conoció a su nieta Kyla —se dijo reprochándose la distracción—. Jenell nos salvó a mi madre y a mi de morir la noche de mi nacimiento. Ella usó su habilidad para encontrar la flor solar y así curar a la Reina de un misterioso mal que la aquejaba. Nadie se imaginó que yo nacería conservando las propiedades de dicha planta, pero al parecer alguien sí lo descubrió. Una vanidosa y terrible hechicera me raptó siendo yo apenas una bebé de brazos y me escondió en un sitio que se mantenía oculto por medio de la magia. Viví encerrada en una torre en lo profundo del bosque por dieciocho largos años.
Elsa se cubrió los labios en su impresión. Rapunzel se encorvó de forma insegura, como si se debatiera internamente sobre algo.
—Creí durante mucho tiempo que aquella mujer que me cepillaba la cabellera dulcemente y que me protegía tanto era mi madre —pronunció con tristeza—. En mi encierro, no me resultaba extraño que ella me visitara constantemente para recuperar su juventud. En mi inocencia, no la cuestionaba por su decisión de aislarnos del mundo. En mi gratitud por su amor enfermizo hacia mi, la obedecí siempre sin reprochar.
Elsa observó el gesto doliente de la noble castaña y por un momento sintió pena por ella. No podía imaginar lo terrible y confuso de aquella situación. Le parecía muy distinto vivir una mentira por elección a hacerlo por un desconocimiento semejante.
—Lamento que tuviera que pasar por eso, princesa —pronunció honestamente la Reina.
Rapunzel le dedicó un leve asentimiento y una nostálgica sonrisa.
—Fueron una serie de eventos muy extraños —comenzó la castaña de forma pensativa—. Eugene Fritzherbert es mi prometido ahora, pero por aquel tiempo era un ladronzuelo que se hacía llamar Flynn Rider —explicó con una mueca entretenida ante el gesto de apuro de la Reina que no supo reaccionarle a ese escandaloso detalle.
Era curioso, que hablaran con normalidad sobre los poderes mágicos de ambas, y fueran los prejuicios mundanos los que tomaran relevancia. Elsa se reprochó mentalmente ese descuido, aquella castaña estaba siendo muy honesta admitiendo esa relación inapropiada cuando ella no se sentía remotamente capaz de hacer lo mismo por la suya.
—Eugene había dado el gran golpe esa mañana —continuó Rapunzel alegremente—. No sólo había logrado hacerse de las joyas de la princesa que se suponía estaba perdida, sino que estafó a sus socios y ya se había salido con la suya, emprendiendo la huida por el bosque. Por supuesto que me asusté muchísimo cuando lo vi entrar por la ventana de mi torre que se suponía estaba oculta; pero parecía haber sido obra del destino que un forajido apareciera justo cuando yo por fin me había armado de valor para salir. Ese día cumplía dieciocho años y me sentía especialmente determinada a lograr mi voluntad. No dudé en coaxionarlo para que fungiera como mi guardaespaldas guiándome hasta donde se soltaban las luces que brillaban siempre el veintiuno de Junio, y por supuesto que él solo quería deshacerse de mi para gastar la fortuna que ganaría con su botín.
Rapunzel esbozó una sonrisa como si el recuerdo se mantuviera fresco en su memoria.
—Pasamos mucho durante el viaje, en realidad cualquiera pensaría que fue todo muy breve; pero no sabría explicar por qué se sentía tan correcto —la muchacha suspiró, pasándose los dedos por el cabello—. Para cuando logré mi objetivo... Ya todos nuestros planes habían cambiado.
Elsa le sonrió en entendimiento.
Rapunzel se avergonzó brevemente y continuó el relato. Le contó a Elsa con detalle cómo concluyó esa andanza creyéndose engañada, para posteriormente descubrir la verdad de su origen y enfrentar a su captora. La Reina se impresionó mucho al enterarse cómo Eugene, herido de muerte, había optado por cortar la cabellera de su amada y perder la oportunidad de ser sanado, con tal de que la princesa se librara del control de aquella hechicera.
—¿Cómo supo que podría traerlo de nuevo a la vida? —susurró Elsa estupefacta.
—No lo sabía —contesto Rapunzel, encogiéndose de hombros—, sólo estaba segura que no iba a dejarlo ir sin intentarlo todo.
—Es increíble —confesó Elsa concediéndole toda su admiración.
—Pero eso no es todo, majestad —prosiguió la princesa meneando la cabeza levemente en gesto negativo—. Lo verdaderamente increíble ocurrió después, al presentarme en el palacio y solicitar ver al Rey.
Elsa arqueó una ceja. La princesa se inclinó hacia adelante, entrelazando los dedos sobre el escritorio.
—Cuando me reuní con mis padres al fin, fueron ellos los que me hablaron de la völva que había vaticinado mi regreso al reino y de su increíble hazaña —explicó Rapunzel de manera misteriosa—. Me contaron cómo fue que desde mucho tiempo antes, ellos debieron seguir paso por paso las instrucciones de las cartas que la nieta de la famosa Jenell les hizo llegar desde algún sitio lejano.
Elsa desvió la vista hacia el libro, extendió la mano como si pretendiera abrirlo en aquel instante, pero se detuvo. La princesa castaña se encogió de hombros sin percatarse, sumida como estaba en sus propios pensamientos.
—Una joven errante de extraños ojos que podían leer el tiempo —exclamó Rapunzel con un dejo de ironía—. Al principio no pude creer que una cosa así fuera posible hasta que las leí por mí misma —pronunció con los ojos muy abiertos—. Pero estaba todo allí.
La forma en la que atrajeron a Eugene al castillo exhibiendo mi tiara como una especie de tesoro incalculable —comenzó a enumerar alzando uno a uno los dedos de su mano—. El día y hora exactos en los que la guardia debía sustituirse por un grupo de novatos inexpertos. La lista de nombres de delincuentes menores que debían liberarse unos días antes de los festejos y que terminé conociendo en una taberna del camino. Otra misiva hacía una selección de los hombres que debían ir tras las personas que robaran el tesoro... Era tan específica que hasta se enumeraban los nombres de los caballos y la persona que debía comandarlos —la castaña exhaló haciendo una seña de completa perplejidad.
Elsa pasó saliva, reconocía perfectamente ese modo de operar.
—Había otra carta —dijo la princesa casi en un susurro—. Una que mi padre no pudo leer sino hasta el día que regresé a mi hogar. En ella se relataba todo lo que había pasado, parte por parte. La torre en la que viví, los actos de la persona que me había alejado de ellos, mi visita al reino hacia mi propio festejo sin saberlo, el escape de Eugene, su sacrificio por mí y la forma en la que la magia me abandonó el cuerpo para acabar con esa agobiante situación —los ojos verdes de la castaña irradiaban intensidad mientras el recuerdo parecía apoderarse de su pequeña figura—. La última parte especificaba que en el balcón de la torre poniente aguardarían conocerle un joven forajido buscado por la ley y una muchacha de corta cabellera de color castaño que no llevaría zapatos en los pies, que esa moza se trataría de su hija perdida Rapunzel.
La princesa alzó las comisuras de sus labios en una sonrisa cavilante. Acunó sus manos a la altura de su pecho.
—Él lo supo en cuanto abrió las puertas y nos encontró ahí, aguardando.
Que después de dieciocho años de espera había ocurrido un milagro.
Elsa contuvo el aliento mientras su corazón se aceleraba vertiginosamente. No cabía la menor duda de que Kyla había echado mano de su poder para encontrar a su propia princesa perdida manipulando las fuerzas de la causalidad para reunir a esa familia real de forma muy indirecta. La Reina torció las cejas en su razonamiento al percatarse que Kyla no se adjudicó algún mérito por ello. La reaparición de la princesa Rapunzel había sido la gran noticia tres años atrás, pero la hazaña se transmitió al mundo de otra manera.
Elsa había leído los libros donde figuraba el nombre de la sabia y no existía en ellos ningún hecho sobresaliente. Las actividades de la germana rayaban en la mediocridad y la negligencia, casi como si fuera propósito de la morena mantenerse oculta y en el olvido para que nadie conociera su luz.
La Reina se mordió los labios, las ideas se le agolpaban en la mente ante su propia ofuscación.
¿Porqué Kyla Frei parecía siempre actuar de esa manera?
—Durante años me pregunté por qué si contaba ella con semejante magia había permitido que mi cautiverio se prolongara tanto —soltó Rapunzel, sacando a Elsa de su ensimismamiento—. Le di tantas vueltas como podría imaginarse. Incluso llegué a pensar en reclamárselo el día que retornara al Reino y pudiera verla a la cara —recordó la muchacha al tiempo que meneaba la cabeza como si le avergonzara admitir aquel rasgo rencoroso—. Elena me había carteado sobre la situación de esa sabia errante y le otorgué todos los permisos necesarios para que esa académica sobreviviera el invierno en el extranjero —explicó Rapunzel cuando Elsa le arqueó las cejas en demanda de información sobre lo ocurrido. La castaña se encogió de hombros-. No negaré que le guardé resentimiento por sus misteriosas acciones, pero me debatía por dentro porque también ansiaba mucho conocerla. Debe haberle parecido muy extraño que la familia real se encontrase en el muelle aguardando por su embarcación cuando los días en Corona se volvieron más soleados.
La princesa guardó silencio como si de pronto el recuerdo de aquel suceso la mortificara. Elsa respetó cortésmente esa pausa, le ofreció un vaso de agua a esa castaña que se negó sin pronunciar palabra. Finalmente suspiró decidida a proseguir el relato.
—No se parecía en nada a lo que había escuchado sobre ella —pronunció sombríamente—. Por lo que sabía era una muchacha más joven que yo, rebelde y sumamente aguerrida, pero la persona que había desembarcado se veía tan frágil y enferma que la verdad es que no supe cómo reaccionar.
Las cejas de la Reina se fruncieron al escuchar aquello. Recordaba lo mal que se encontraba Kyla cuando abandonó las fronteras de Arendelle al final del otoño. Le venía a la mente también lo mucho que se había sorprendido Elena cuando se reencontró con ella en Arendelle unos meses antes. Al parecer algo en el aspecto físico de la morena resultaba demasiado evidente para los demás, aunque ella no lo notaba. Pensó en el jöttun que había visto emerger de dentro del cuerpo de su sabia en ese trance accidental que tuvo durante las fiestas del Júl.
—No tuve el corazón para pronunciar otra cosa que mi profundo agradecimiento. No pude evitar llorar al conocerla. No encontré las palabras correctas para dedicarle a su familia. Me sentí tan estúpida...
—Princesa, por favor no diga eso -susurró Elsa dulcemente—. Estoy segura que Kyla comprendió a la perfección sus sentimientos. Ella siempre ha sido así.
Rapunzel pareció turbarse por aquellas palabras, sujetó con dedos temblorosos las heladas manos de la Reina que se tensó por el repentino agarre. Pasaría mucho tiempo antes que Elsa se acostumbrara a ese tipo de gestos.
—Intenté curarla —le dijo de manera apenada—. Lo intenté con todas mis fuerzas —añadió con la mirada verde titilante por el sentimiento, casi como si se encontrara pidiéndole perdón—, pero el fulgor de la flor dorada ya no brillaba dentro de mí. Si tan sólo lo hubiese sabido, yo...
La joven se reclinó en su silla y suspiró, pasándose los dedos entre los mechones cortos de su cabellera. Una lágrima se abrió camino por la mejilla de la joven que parecía muy mortificada. Elsa no pudo dejar de pensar que aquella joven se culpaba la incapacidad de retornarle el favor a Kyla. Ella así lo habría hecho de haberse encontrado en su lugar.
—No se logra nada recriminándose así —le dijo Elsa de manera comprensiva—. Era imposible para usted imaginarse que algo así ocurriría.
—Pero si hubiese pensado que mi cabello podía hacer mucho más que devolverle la juventud a mi... captora... Si no hubiese sido tan cobarde y egoísta, habría podido hacer algo. No solo pienso en Kyla Frei ahora, sino en tantos otros que ya no podrán ser salvados.
Elsa se mordió el labio, le asintió levemente a Rapunzel en comprensión a sus palabras. Aquella sería la carga que la princesa llevaría a cuestas hasta que encontrara la manera de enmendarse.
—Me pesaba tanto que nadie supiera la verdad, pero ella lo solicitó de tal forma... Sé que guarda una gran amistad por ella y espero que pueda comprender que las acciones de Kyla Frei, aunque son impredecibles guardan intenciones nobles y poderosas. Estoy segura que ella intervino por usted en los eventos que acontecieron estos días aquí en Arendelle.
Elsa le dedicó una sonrisa amable a la castaña.
—Yo también lo creo así, princesa —le contestó plenamente convencida.
Elena avanzó hacia ellas, del interior de su capa se sacó un sobre lacrado con el emblema de los Frei, y de la mano izquierda se retiró un anillo plateado decorado con una piedra de color amatista. Depositó ambos artículos sobre el escritorio frente a la Reina que se quedó observándolos con curiosidad.
—Kyla escribía todo el tiempo en ese libro —dijo la sabia roja, mirando de reojo el compendio cerrado—. Nunca la vi trabajar tan incansablemente en otra cosa. Llenaba de pergaminos el sitio en el que estuviera y se la pasaba estudiándolos como si comparara sus contenidos antes de incorporarlos en él.
Elsa lo observó con reverencia.
—¿Tienes idea de lo que contiene? —le preguntó con sumo interés.
Elena negó con la cabeza.
—Lo que sea que la hermana Frei quería comunicarle, se las ingenió para mantenerlo inédito hasta el día de hoy. Solo puedo imaginar que tal vez Kyla quería brindarle algunas respuestas... Bueno, anticipando lo que ocurriría con ella... —concluyó la sabia incómodamente, señalando los tres artículos dispuestos ante la Reina.
Elsa suspiró, pero terminó por asentirle. Extendió la mano hacia el sobre cerrado, rompiendo el sello de manera elegante, casi disimuló perfectamente la ansiedad que la acción le produjo. Contuvo la respiración, tratando de ignorar el hecho de que estaba haciendo aquello frente a esas extranjeras. Desdobló el pergamino para encontrarse de frente con la caligrafía firme y angulosa que había leído durante toda su vida.
"Für meine geliebter Elsa / (A mi amada Elsa)
Todo relato tiene su comienzo. Así debe ser para que una historia pueda nombrarse como tal. Como sabia escriba y lectora empedernida, supongo que tomé por costumbre aplicar esa regla desde una edad muy inocente y por eso aprendí a notar cómo es que existen tantas contándose a nuestro alrededor.
¿No te parece que eso tiene bastante sentido?"
Elsa se sonrió ligeramente, podía escuchar en su mente la voz de aquella germana hablándole de esa forma tan particular que tenía con ella, como si fueran cómplices del mismo pensar.
"Ellas forman parte del día a día y el tiempo que ocupamos en este mundo. A cada momento surgen y terminan como lo hacen nuestras vidas. Se vuelven tediosas o fascinantes cuando el libre albedrío se combina con lo circunstancial, y creo que de ese sinfín de posibilidades es que radica todo su encanto.
Puede parecer complicado, pero es garantía que Urd siempre trabajará de la misma forma cuando las nornas insertan hilos nuevos en el gran telar, si bien, muchas veces me pregunté cuál sería el capricho que siguieron para atarnos como lo hicieron."
Elsa miró de reojo el anillo plateado. La piedra purpúrea centelleó al reflejar un ligero haz de luz sobre su superficie.
"Sé muy bien que postergué esto durante mucho tiempo. No tengo muy claro lo que será de mí para cuando sostengas este libro entre tus manos, ni que tan bien librada salga de tu juicio luego de leerlo, pero todas mis dudas se contraponen ante el pensamiento lejano de salir triunfante.
De lograr salirme con la mía incluso al final; aunque no me encuentre ya en este mundo para celebrarlo contigo."
Las cejas de Elsa se torcieron, sus ojos brillaron de manera cristalina mientras la Reina se concentraba en la tarea de terminar de leer aquello. La cabeza la sentía llena de preguntas que no sabría cómo formular o si serían algún día contestadas. Acababa de pensar aquello cuando tuvo que separar los labios al saltar al párrafo siguiente.
"Estas páginas fueron llenadas para presentarte toda mi verdad, porque este compendio narra mi propia historia, y por fin ha llegado el día en que puedes conocer hasta qué grado logró entrelazarse con la tuya."
Para aquel punto ya sentía Elsa que las manos le temblaban, no tenía muy claro el motivo, pero las emociones la estaban sobrepasando.
"Quiero asegurarte de antemano que no me arrepiento, Elsa. Incluso si este viaje dista mucho de ser perfecto, yo volvería a hacerlo todas las veces que hicieran falta siempre y cuando proviniera de ti tal encomienda, aún si a la fecha no comprendo este sentimiento y me mantengo incapaz de reunir la voluntad para alejarme de tu lado o desafiar las reglas del tiempo como tan fácilmente ignoré las de los dioses.
Inbrünstig glaube ich in dir, mein schatz, und das ist alles, was zählt / (Creo fervientemente en ti, mi amor, y eso es lo único que importa.)
Kyla Wendaline Frei
-31 de Octubre de 1839-"
Elsa sintió cómo el corazón se le caía a los pies. Probablemente esa nota fue lo último que le escribió su sabia antes de que el sauce se ensombreciera, arrastrándola a ese estado decadente que debía estar soportando muy lejos de ahí. A la monarca se le hizo un nudo en la garganta imaginando que Kyla conocía el riesgo de las acciones que emprendía y que de todas formas llevó a cabo. No le cabía en la cabeza cómo esa mujer había llegado a tanto.
¿Cómo era siquiera posible actuar así?
Elsa aspiró profundamente. Levantó la vista para encarar a las germanas que la estudiaban silenciosamente en nerviosa aprehensión. La Reina no pudo hacer nada para ocultar las lágrimas que le humedecían las mejillas y era consciente del panorama que debía estarles presentando con su afectada postura y el repentino descenso de la temperatura tan evidente en el vaho de sus respiraciones.
—Gracias, alteza... —susurró con voz temblorosa mirando a Rapunzel con los ojos brillantes—. También a ti, Elena. Disculpen si debo pedirles que me dejen sola... Yo...
—Tiene mucho que leer, su majestad, lo comprendemos —completó Rapunzel al ponerse de pie y dedicarle una apresurada inclinación de cabeza—. Con su permiso, Reina Elsa. Espero que esto le traiga la tranquilidad que necesita.
Elsa asintió en conformidad, las siguió con la vista, mientras aquellas visitantes se enfilaban a la salida. Elena la observó por sobre el hombro, le ofreció un gesto de apoyo antes de cerrar la puerta tras de sí.
Casi de inmediato la Reina pareció salir de su turbación. Atrancó la entrada a su despacho con las manos temblorosas y el corazón palpitándole en la garganta. Se fue a servir una copa de brandy, vaciándola de un solo trago. Se quedó exhalando un rato con las manos apoyadas sobre su escritorio observando fijamente el libro cerrado. Una ligera brizna helada sacudió las cortinas de las ventanas, cuando finalmente logró tomar asiento y liberó el broche plateado que le dio acceso a la primera página de aquel compendio. La escritura de su querida sabia se encontraba ahí para recibirla.
"Querida Elsa:
Estas páginas se supone que deben revelar tantos secretos, si bien no tengo muy en claro por dónde debería comenzar. Nos escribimos desde pequeñas y llegué a conocerte tanto leyendo tus textos, que continuamente me pesa haberte ocultado tanto sobre mí.
Pero algunas cosas a veces son demasiado complejas cuando esperamos el momento correcto para resolverlas.
Espero que como buena amiga lo comprendas y puedas disculparme por esta falta. No solo me atemoriza que llegues a conocerme tal como soy, en mi esplendorosa imperfección, sino que ignoro del todo los efectos de confesarme contigo de esta forma, tan impersonal, que igualmente me expone, vulnerable. La sola idea me sobrepasa, pero estoy consciente de que dadas las circunstancias...
Es lo justo.
No acostumbro a hablar mucho sobre mí, por eso es que escribo. Prefiero ser observadora, ingeniosa, hacerme la tonta si las risas me ayudan a desviar el tema de la conversación... Soy toda una experta en esa treta. Me resulta incómodo tener que decir lo que pienso cuando yo no necesito preguntar nada a nadie para enterarme de lo que sucede. Es un poco vergonzoso, pero en el papel, las palabras eluden mi torpeza habitual y es como creo que puedo superar esa barrera de tener que comunicarme con otros. Lo he hecho siempre. Incluso para charlar. Tengo que inventarme líneas que repaso en la mente antes de pronunciarlas, lo que seguro me hace ver bastante estúpida; pero, ¡hey!, te aseguro que he sido mucho peor.
No tienes idea de la cantidad de cosas que acontecen a mi alrededor a cada momento. Me resulta sumamente difícil concentrarme y cuando lo logro, soy consciente de que no me explico cómo debería.
Me enerva muchísimo. Sé que parece una mala excusa, pero de verdad me tomó años comprender que yo era la que tenía un problema.
Esto es en realidad bastante nuevo para mí, pero trataré de hacerlo lo mejor que pueda, Elsa, te prometo documentarlo todo, tal y como me lo pediste. Seré tus ojos y llegaré hasta donde tus deseos decidan enviarme...
Siempre."
Elsa acarició la página apreciando la textura del pergamino. Imaginó a Kyla en algún sitio lejano declarándole aquello.
"Soy un espíritu errante por elección. Una sabia de mirada interesante que se viste de blanco porque no soportaría que el carmesí que me arropara proviniera de otras manos que no se trataran de las tuyas... Mi mente se deja llevar con esa ilusión, porque estoy segura que ningún mandato sonaría imperativo si se expresara con tu voz. Mi conocida rebeldía sólo sucumbiría ante ti. Los propósitos y anhelos que me estremecen podría ocultarlos por siempre bajo tu sombra de ser necesario. Eso y más lo aceptaría con gusto si me concedieran a cambio el derecho de rondar en tu cercanía, me daría por bien servida; aún si con eso estuviera ya pidiéndole demasiado a esta vida que le he prometido al conocimiento en este falso juramento que me esfuerzo por cumplir.
Pues soy una mujer que en contra de todo lo establecido y lo que podría esperarse, decidió amarte profundamente.
Me apena un poco expresarlo tan burdamente, pero es lo único que se acerca a lo que creo sentir. A lo que puedo ver en ti.
Espero de verdad que no te lo tomes a mal, soy consciente de que nunca incitaste algo como esto, que para ti solo puede representar un molesto escándalo no solicitado. Estoy al tanto de la distancia abismal que nos separa, no sólo en cuanto a geografía sino en estatus social, ¿pero de qué otro modo podría explicarte mis acciones? ¿Qué otro motivo impulsaría a alguien como yo a buscar entre la oscuridad con la que vino al mundo si no es para preservar esa luz con la que pudo conocer algo mejor?
Esta necedad será la cruz con la que me entierren, pero he de asegurarte que habrá de ser también tu buena suerte."
Elsa torció las cejas procesando aquello. Eso debía haber sido escrito muchísimo antes de que se confesaran sus sentimientos y su amor conociera el calor del verano. El temor del rechazo en Kyla y su resignación eran palpables. La Reina se lamentó por los años que tuvo que pasar su morena deplorándose aquel indebido sentir.
"Herman Melville aseguraba que los ojos son la ventana del alma y tal vez con esa frase sea adecuado abrir esta caja de Pandora. Pues los míos, así de intrigantes como podrían resultar en su colorido, no tienen nada qué mostrar; a pesar de ser tan diestros para atisbar en otras mentes, entre el tiempo, e incluso en otros mundos con tal de hacerse de la absoluta verdad. No importa que por sí mismos representen un engaño.
Que yo sea esta farsa tan bien montada.
Es por estos ojos... Tal parece que nací para ser una völva que lo ve todo y en mi cobardía he sido incapaz de revelártelo. Había querido hacerlo antes, pero temo arrastrarte a lo que ellos tengan que revelarte. Sé que estoy maldita por la magia que contienen. A cada instante caigo en cuenta de ello. El desgaste que le producen a mi cuerpo no se siente como un regalo sino como una carga. Una maldición. No es para nada parecido al invierno que puedes manifestar maravillosamente con tus manos y es una expresión tan tuya. Al contrario. Mi poder es invasivo e insidioso. Parasitario. Manipulador. Uso a otras personas para alcanzar mis objetivos. Me valgo de quien sea si eso me lleva a ver más, saber más, lograr más. Tejo redes de engaños y mentiras con tal de volverlas realidad. No es algo que me guste aceptar y mucho menos me causa orgullo; pero nunca logré ver los caminos por mi cuenta.
¿Será que mi existencia en esta vida no tiene ninguna justificación?"
Elsa torció las cejas en su extrañeza.
"Para mí, este mundo que transito me parece una especie de limbo. Un hildring que se compone de momentos infinitos que, como piezas de rompecabezas, encajan en algún sitio ideal. Sombras de otros tiempos y otros mundos son perfectamente evidentes para mí y me han beneficiado tanto como han podido atormentarme.
No sé muy bien lo que soy, Elsa. Tampoco si estoy viva o si sólo morí y me olvidé de dejar este mundo. Tal vez siempre he existido en esta calidad de espectro y nunca fui capaz de aceptarlo. Porque esta vida que llevo no se siente enteramente mía. Esa chispa vital que me adorna las pupilas, oculta muy bien el hecho de que vagar por el mundo de los espíritus me parezca tan conocido y reconfortante en su silencio. Una especie de melancolía me arrastra todas las noches ahí, en donde me parece que me he dejado algo perdido. Mi mente es dispersa y mis recuerdos difusos, pero los sueños son tan claros, que es cuando despierto tras terribles visiones que me pregunto y mortifico por el estado de mi alma.
Aún en mi cinismo puedo darme el lujo de pensar ese tipo de cosas.
Constantemente me veo enfrascada en la desidia, como si mi propio juicio no fuera uno confiable y la inacción pudiera librarme de ejercer mi libre albedrío. ¿Cómo podría hacerlo si desconozco por completo mi razón de ser y mi destino? En alguna especie de ironía soy incapaz de saber algo sobre mí misma. Mi reflejo me devuelve una mirada cargada de resentimiento que sólo me causa dudas que no sé cómo ni dónde debería aclarar. Reniego mi suerte y tanto más, que no es de extrañar que parezca que nada me importa; pero lo cierto es que me siento abrumadoramente pequeña, e insignificante.
Aberrante. Indigna. Temerosa.
Me siento sola."
La Reina suspiró. Ya antes le había dado la impresión de que Kyla era lejana, que se perdía en algún sitio cuando la seriedad ensombrecía su semblante; creía comprenderlo un poco debido a que ambas compartían una naturaleza mágica, pero de cierta forma, el miedo con el que ella había tenido que batallar era diferente a esa negatividad alienante que la morena había aprendido a disfrazar tan efectivamente.
"El aislamiento físico es muy distinto al que se experimenta dentro de la mente. Las ideas pueden ser sumamente traicioneras y lograr que la mejor celebración carezca por completo de todo su encanto. Los momentos que pueden ser maravillosos no puedo disfrutarlos como lo hacen los demás.
La verdad es que no me siento feliz y tampoco siento que merezca serlo.
No pasa un día sin que esta sensación de desconsuelo me siga de cerca tornando mis pasos pesados. Las mañanas las comienzo por inercia, con desánimo. Como si una nube de tristeza se alzara conmigo cada vez que despierto y me mostrara la vida de esta forma pesarosa. Me siento muy cansada, pero procurarme el sueño me parece un asunto todavía más complicado. Mis noches son largas y angustiantes. Los días se convierten rápidamente en semanas, meses, años han sido ya en lo que repito el mismo ciclo desgastante.
El vacío me empuja por un camino tortuoso sembrado de perdición que he recorrido cosechando pecados. La culpa me abruma constantemente cuando lo pienso, y me es casi imposible dejar de hacerlo.
Lo dejaría ir todo si pudiera liberarme de este yugo, pero temo que ni siquiera eso bastaría para salvarme."
Elsa se acarició la sien con los dedos, negando con la cabeza para sí misma. No tenía idea de que Kyla estuviera pasando por todo aquello. Siempre se veía tan alegre, con energía para hacer cualquier cosa, tan dispuesta para los demás. Ella era tan optimista y despreocupada, que simplemente no era capaz de relacionarlo. Jamás hubiera imaginado Elsa que su morena albergara semejante desesperanza consigo, ni que pensara tan pobremente sobre sí misma. Se puso a hacer memoria, tratando de localizar esa verdad en sus palabras o sus gestos, muchas actitudes de la sabia parecieron cobrar más sentido bajo esa perspectiva depresiva.
La Reina suspiró lamentándolo. Esperaba de todo corazón haber hecho sentir mejor a su amada en la manera de lo posible, aún si Kyla le admitía padecer ese delirio melancólico que aparentemente le enfermaba la mente desde hacía tanto.
"Me encuentro de camino a Creta por segunda vuelta. La carga en mi corazón en este punto de mi viaje es inmensa, pero es mayor este propósito que extrañamente me brinda la fuerza que necesito para seguir adelante.
La razón por la que vivo, siempre fuiste tú, Elsa...
...Desde hace tanto...Has sido mi motivación desde que recuerdo poseer tal virtud.
Desde que pude ver mi futuro en tus ojos aquella primera vez bajo el sauce siendo tan solo unas niñas. Supe que tú me salvarías de ser quien soy.
Que tu podrías liberarme."
La Reina abrió los ojos como platos, repasando aquellas líneas. ¿Acaso eso quería decir que ella le había mostrado algo importante cuando crías? ¿Aún sin saberlo? ¿Que el día que se conocieron no fue amor lo que se le grabó en el pecho a esa germana, sino algún tipo de fe ciega? ¿Una esperanza de la que no podía tener certeza alguna?
Elsa apretó los dientes, flexionó los dedos que se cerraron en temblorosos puños.
Kyla estaba muriendo por haberlo creído así. ¿Cómo rayos había podido?...
"Comprendo que pueda ser atemorizante para ti, que no está bien endilgarle a otra persona la felicidad que deberíamos prodigarnos por cuenta propia, pero tuve que aferrarme a eso. Fue lo único que siempre tuve claro desde el día que nos conocimos.
Lo que sea que me depare el destino, eso que le dará sentido a mi paso por este mundo, sé que tendrá que ver contigo. Tengo hasta el día de tu coronación para averiguarlo."
Elsa contuvo el aliento, imaginándose el rumbo que tomaría aquel texto.
"He pasado casi toda mi vida estudiando las posibilidades de este día. He barajado las cartas en tantas combinaciones distintas como puedas imaginar. Tantas como me lo ha permitido el tiempo con el que contaba para lograrlo y mi cuerpo ha sido capaz de resistirlo.
Lo que he hecho desde que supe que ocurriría, ha sido intentar salvarte de la profecía que algún día entonaron esos infames seres que habrían de condenarte."
Elsa miró por sobre su hombro, las montañas que se veían por su ventana, ocultaban el camino rumbo al valle de las piedras rodantes.
"Leer el tiempo es un asunto delicado. Existen incontables realidades desprendiéndose de sucesos infinitos a cada instante y no es algo que se debería hacer a la ligera. Una profecía no es más que una de esas sendas siendo interpretada por algún ser con la capacidad de verlas y que luego cobra forma al darse a conocer. Cuando se pone por escrito y es leída, aunque sea por una persona, se convierte en algo predestinado. Lo que es terrible si ese vidente tiene un don muy limitado... O las capacidades interpretativas de una creatura estúpida del folclor."
La Reina contuvo el aliento. La profecía de Arendelle había sido anunciada por los trolls, Elsa lo sabía. La familia real conocía el camino para llegar a ellos y los favores mágicos que podían brindarles. Fueron ellos los que borraron de la mente de Anna todo rastro de su magia, y sus advertencias hacia el Rey, las que la condenaron al confinamiento.
Kyla regularmente los juzgaba con rudeza y más de una vez declaró no confiar en ellos. Ahora veía la razón. En su imprudencia habían causado todo en primer lugar. Elsa se mordió el labio.
Quién sabe cómo habría sido su vida sin poderes ni profecía. ¿Kyla y ella se habrían conocido? ¿Se habrían enamorado como lo hicieron? Esas preguntas y otras más se fueron agolpando en su cabeza conforme más lo sopesaba.
"Como tu magia tiene un origen poderoso, la profecía se tornó un asunto de deidades. Naciste con tu helado toque porque así tenía que suceder, creo que sabiendo eso podrás deducir su procedencia..."
Elsa se observó las manos con nerviosismo repasando esas ideas en su mente al tiempo que trataba de hallarle sentido. Inhaló repentinamente al caer en cuenta.
No podía ser posible...
"Claro que las mismas reglas que se aplican al declarar la llegada de alguien habrán de intervenir también en su partida.
Es así como llegamos al escabroso tema de hablar sobre tu muerte."
Elsa pasó saliva tensándose en su silla. Un incómodo escalofrió le subió por la espalda, clavándosele en la nuca.
"Tu muerte...
Te vi morir tantas veces que no puedo ni siquiera contabilizarlas. Presencié el mismo desenlace una y otra vez sin importar cuánto intentase alterarlo, porque era algo escrito. Cimentado. Inamovible. Fue terriblemente frustrante y tan agotador que casi me hizo perder la cordura. No sé en cuántas ocasiones se me partió el corazón atestiguando cómo lo que creía que eran planes perfectos conducían al mismo resultado. Cuántas veces las derrotas me mostraban tu expresión aterrada y sin vida, atravesada por esa espada infernal. Los portadores cambiaban, pero siempre por algún motivo terminaban haciéndolo.
Llegué a ver a Anna, destrozada tomando la decisión de ejecutarte. Te vi a ti misma tomando el camino del suicidio y también exterminando a todos en realidades más angustiantes. Cada posibilidad parecía ser peor que la anterior.
Llevo en mi mundo que florece todos los mundos que han fracasado, si bien, los fantasmas de esos versos jamás volverán para atormentarte.
No fue nada fácil. Viajé tanto con mi magia, que más de una vez sobrepasé todos sus límites, temo que estoy por acabarme esta vista que se extingue por momentos cuando vuelvo a abusar de ella, solo los dioses saben si algún día la perderé del todo; y aunque sería lamentable, espero que no ocurra antes de que pueda reunirme contigo nuevamente para comprobar si eres tan bella como te he visto siempre en mis sueños.
Me encantaría poder hacerlo antes de que todo esto termine."
Elsa negó con la cabeza. Recordaba haber visto eso cuando su morena la llevó al mundo espiritual a reunirse con sus padres, Kyla había perdido la vista temporalmente entre temblores sudorosos al retornar de aquel increíble viaje.
"Sé que me obsesioné por salir triunfante. Que lo hice hasta niveles insospechados y me apena que todo esto pueda leerse de mala manera, pero si han pasado tres días desde tu coronación, y tú te encuentras a salvo, en tu castillo, luciendo un hermoso atavío congelado... entonces sabré que fui capaz de reescribir el destino, así como pude dar con el paradero de Rapunzel, mi princesa perdida.
Pero sin duda de eso ya te has enterado, ¿no es así?"
Elsa se estremeció un poco en su silla. Siempre le causaba inquietud la forma en la que Kyla hacía ese tipo de cosas.
"Imaginaba que indagarías de todas formas por tu cuenta. Mis registros en la academia no están escritos bajo mi nombre, sino bajo el de Adolph Heller. ¿Te suena familiar?"
La monarca se mordió el labio haciendo memoria de cuando había revuelto en los registros de Ozur. Heller era un sabio errante como la morena. Un alquimista prodigioso que se desplazaba como una sombra y peleaba como un monstruo. Lo apodaban "el lobo del sol" y en Corona era alguna especie de héroe nacional por sus servicios a la corona, aunque no se especificaban los motivos.
"He tenido que intercambiar la fama por un perfil bajo que me permitiera hacer mi trabajo. Fue cosa de mi abuela, realmente; pero la amnistía que me garantizaron me dio carta blanca para enlodar mi nombre en el trayecto como es debido. ¿Te imaginas lo lejos que habría llegado con un mote como el de la loba?
Una viajera semivagabunda resultaba más adecuada y yo tenía mucho por hacer."
Elsa abrió los ojos como platos, casi como si pudiera ver frente a ella a esa cansada morena de alegre semblante, dedicándole una media sonrisa suficiente. Comenzó a pasar las páginas irasciblemente en su estupor, estaban llenas de datos. Lugares. Fechas. Mapas...Todo estaba ahí. Miró los dibujos de los templos profanados. La solución de los laberintos imposibles. La transcripción de las runas del galdrabook y una página arrancada. Elsa se estiró velozmente a su cajón revolviendo dentro hasta que dio con un pergamino doblado que colocó sobre el libro con las manos temblorosas, encajaban perfectamente. La Reina comprendió que de esa forma había obtenido Kai el hechizo con el que ella bordó sus cabellos en la capa blanca de Kyla cuando su enfermedad había amenazado su vida meses atrás... pero, ¿por qué?, ¿qué sentido tenía todo aquello?
La Reina se reprendió a sí misma y trató de serenarse. Regresó las páginas del libro hasta el punto en el que se había interrumpido.
Tenía que leer el texto en orden para comprenderlo y debía partir desde el inicio.
"Vivir carecía de sentido en el vacío, pero lo hacía. Es difícil describirlo. Como un silencio incómodo que se prolonga por demasiado tiempo en una conversación pero que no tienes idea de cómo llenar y que de cualquier forma termina provocando cierta inquietud. Me sentía tan ajena e impersonal. Comprendía una gran gama de emociones que conocía por teoría, pero no las entendía, su razonamiento me era útil para hacerme de conclusiones, más no me tocaban el interior. Ahora que lo pienso, debí asemejar a alguna especie de muñeco que podía moverse por voluntad propia y era capaz de razonar, como si de alguna forma, en alguna parte pudiera encontrar el alma que tenía perdida si es que la buscaba lo suficiente, así de aterrador como puede sonar. Los días de mi infancia transcurrieron entre sueños presagiosos y esa constante frialdad que me entumecía el cuerpo y que no podía abrigar por más que lo intentaba.
Porque desde que recuerdo, he padecido el infortunio de tener un corazón helado latiendo dentro de mi pecho."
Elsa hizo una pausa, se colocó la mano a la altura de su propio corazón. Recordaba lo duro que había sido ver a Kyla de esa forma.
"Mi padre sentía un temor reverente ante ese hecho y expresaba constantemente su preocupación por un desarrollo de mi parte que le parecía antinatural, si bien mi madre siempre fue cariñosa y comprensiva."
Elsa pudo relacionarse con eso, la situación le resultaba parecida a la suya, aunque no podía imaginar la terrible perspectiva de ser capaz de leer los pensamientos de sus padres o percibir lo que sentían en verdad por ella. No se creía capaz de haber podido soportarlo, y justamente eso había tenido que hacer aquella pequeña germana.
"De niña todo era muy ruidoso para mí. Demasiado confuso. Había tantas imágenes y sonidos, que era ciertamente muy difícil ignorarlos. Mi percepción era como una herida abierta que ardía al menor toque, así que fue complicado para todos tener que lidiar con alguien como yo.
Muchas cosas me parecían detestables o me estresaban, el resto era simplemente indescifrable y por si fuera poco, no sabía comunicarme bien, por lo que nadie comprendía porqué actuaba como una subnormal. Claro, hacer rabietas y causar destrozos me aseguraba un poco de atención, pero también me sobrevino en infinidad de reproches. La verdad, no sé cómo mis padres pudieron soportarme. Tal vez porque mi abuela siempre se mantuvo tan cerca de mi para controlarme cuando era incapaz de hacerlo por mi cuenta. Ella me enseñó a silenciar las voces y a mantener la vista en el presente en la mayoría de lo posible, ignorando fantasmas y posibilidades. De otra manera, una pequeña como yo podría haber perdido el sentido de la realidad con mucha facilidad. Aún ahora mi mente se va a otros sitios cuando mis ojos se desvían del camino; pero al menos ahora puedo controlarlo y proteger mi cuerpo, cosas que no pude hacer en el pasado."
Las marcas en su piel. Razonó la Reina. Las magulladuras que lucía Kyla en el trigueño cuerpo que guardaba encarecidamente se habían originado de aquella sobrenatural forma. Ella se lo había confesado en el lecho entre caricias y estremecimientos.
"Mi madre fue institutriz, así que se dio a la tarea de enseñarme las normas sociales suficientes para pasar por alguien normal. Me entrenó como a un perro para ser capaz de acompañar mis palabras con señales físicas y expresiones... y esa es la única razón por la que nuestro primer encuentro de niñas no fue tan desastroso cómo pudo haberlo sido."
Elsa esbozó una ligera sonrisa al recordarlo.
Esa tarde veraniega bajo el sauce cuando se vieron por primera vez. En efecto, Kyla le había parecido un tanto peculiar, con esa forma tan extraña que tenía de enredarse las manos en lo que fuera y de esquivar la mirada mientras decía cosas demasiado interesantes; pero le causó la suficiente curiosidad como para averiguar su nombre y lugar de procedencia.
No se arrepentía de haberlo hecho.
"No es de extrañar que, por esos motivos, mi infancia la pasara encerrada entre los míos y careciera de amigos. No los quería y no los necesitaba de todas formas.
Me refugié en la vida natural para compensarlo. Los animales y las plantas nunca se preguntaban si mi manera de ser era extraña. Tampoco les intimidaba mi nombre o el color de mis ojos, como me ocurrió tan a menudo otras tantas ocasiones. Creo que has sido la única persona que lo ha considerado como un rasgo bello, ya que mis experiencias, más de una vez se vieron nubladas por prejuicios e ideas supersticiosas."
Elsa se mordió el labio. Ella misma podía considerarse culpable de ser una de esas necias que le estudiaba la mirada a la morena en cualquier oportunidad, pero no podía evitarlo, algo en ella le había fascinado desde el primer momento. Era como si la Reina también hubiese sido víctima del mismo embrujo que había enamorado a Kyla cuando la magia de ambas colapsó el día que se conocieron.
"Aun así, pocas cosas se comparaban con mis sueños. Cuando cerraba los ojos, la magia me llevaba a algún sitio extraño cubierto de nieve. Las cosas que vi fueron terribles para una niña pequeña y fue sólo cuestión de tiempo que mis extraviados pasos terminaron por ponerme delante del gigante."
Elsa miró un dibujo que la sabia había dejado en la página. Era de su conocimiento que Kyla diseñaba en papel sus construcciones antes de manufacturarlas, pero fue una sorpresa descubrir que la morena poseía bastante habilidad en el manejo del grafito y las sanguinas. Apreció con fascinación aquel descubrimiento, recorriendo con la vista los trazos de aquel monstruo de piel azulada escarchada con colmillos y cuernos prominentes como de demonio. Su larga figura se doblaba en una especie de postura amenazante. La larga mata de pelo blanco le caía desgreñadamente sobre el anguloso rostro. La mirada salvaje refulgía con una ira terrible, si bien su expresión estaba cargada de pesar. La Reina se mordió el labio. Ese ser era idéntico a la bestia en la que Kyla se había transformado en ese trance que recordaba haber presenciado en las fiestas del Júl. Elsa sabía ya a esas alturas que la morena y el jöttun eran casi una misma entidad compuesta de dos seres que coexistían en algún tipo de conflicto.
"A medida que crecí, fui comprendiendo que la bestia me llamaba, arrastrándome al Jöttunheim en alguna especie de sufrimiento compartido. A los dos nos hacía falta algo, pero desconocíamos el motivo de ese vacío que de alguna forma nos enlazaba."
Elsa pasó las páginas estudiando las imágenes y las notas de la morena. Había una especie de mapa del reino prisión con la ubicación del gigante de hielo marcada. Diagramas de la bestia especificaban las fortalezas y debilidades de su cuerpo. Palabras sueltas le indicaban a la Reina que Kyla pensaba constantemente en hallar la manera más efectiva de darle muerte. Otras líneas hablaban sobre la orografía del lugar y lo difícil que resultaba moverse por el grosor de la nieve, o lo sencillo que podría ser perder el camino sin contar con una guía. Fue entonces que Elsa vio el dibujo del lobo de lomo negro y mirada cerúlea en su porte vigilante. Kyla había escrito debajo "Mein fylgja" (mi espíritu guardián.), en letra pequeña, la sabia había apuntado: ¿Qué tanto puede alejarse de su amo?
"Yo tendría unos cuatro años cuando la mujer blanca comenzó a darme caza. Ella no me hablaba, pero me ponía el cabello de punta presentir su presencia porque era espeluznante. Era un cadáver caminante que me acechaba en cuanto entraba en trance. Deambulaba por el bosque nevado buscándome como si supiera que no debía estar ahí. Saber que me seguía los pasos me asustaba lo suficiente como para hallar la manera de despertarme a como diera lugar. Sus largas extremidades se contorsionaban de forma grotesca cuando intentaba agarrarme. Sonidos incomprensibles escapaban de los labios de aquel desfigurado rostro que me causó tantas pesadillas en la oscuridad.
Me daba mucho miedo notar que el púrpura de sus ojos era tan parecido al de los míos.
Me pasaba todo el tiempo que estaba despierta pensando en ella. Le daba mil vueltas a la idea, haciéndome conjeturas, tratando de encontrarle explicación. Una que negara la posibilidad de que esa mujer fuera lo que quedara de mi al final; porque éramos muy distintas. Ella era enorme y lo que quedaba de sus ropas no era algo propio de Corona. Me aferré a eso hasta que la vi un día paseando por mi casa. A esa joven altísima de larga cabellera negra y ojos violetas vestida con ropas extranjeras blancas y que tenía las mismas manías que yo. Fue terriblemente descorazonador vernos a los ojos y comprenderlo."
Elsa observó el dibujo de la página. Ahí estaba esa mujer espectral, encogida en sí misma como recordaba haberla visto también en sus trances. La piel escarchada y pegada a los huesos. El gesto doliente y los miembros encadenados. El hielo se formaba bajo sus pies descalzos. A su lado se apreciaba el busto de un retrato de la Kyla viajera, con el semblante serio y cansado, los ojos fijos en la lejanía enmarcados por esas cejas gruesas que le daban tanto carácter. El cabello negro se ondulaba en varias direcciones, un largo y rebelde mechón le caía justo en la punta de la recta nariz, se veía tal como la monarca la había visto desde que desembarcara en Arendelle a finales del Ostara.
La Reina cambió la página y otra ilustración le mostró a una Kyla muy diferente. Era un autorretrato de la germana en el que se veía pequeña y menuda vistiendo ropajes blancos inmaculados. La capa que portaba se veía nueva. La fecha al pie decía ser 1834, por lo que esa debía de ser la primera vez que se calzaba esas prendas. El rostro era el de una joven menor que Anna y bastante delgada. Elsa torció las cejas sin poder dejar de notar lo niña que se veía a pesar de las marcas oscuras bajo los ojos, a esas alturas se imaginaba que siempre las había tenido si era una persona que dormía poco desde chica. La expresión que retrataba era muy intensa, decidida. Los orbes violetas se le veían enormes en su pálido semblante. La cabellera negra estaba peinada y recortada a la altura de sus hombros. Los finos dedos, tan diferentes a los de la sabia que conocía, sujetaban el emblema del sol dorado que le pendía de la cadena que llevaba al cuello.
Elsa pasó saliva recorriendo la imagen cuidadosamente con dedos nerviosos.
—Así que esta eras tú... —se dijo la Reina en voz baja estudiándole las facciones, mientras sonreía y la mirada se le llenaba de lágrimas—. Luces tan distinta...
"Conforme fui creciendo se fue haciendo evidente que nada podría aliviar la apatía que me embargaba. El vacío en el que me desarrollaba era confuso, aterrador, aletargante...
...Era seguro.
Mi poder era enorme, pero mi motivación para dominarlo jamás afloró en mi desinterés, me importaba en realidad muy poco lo que ocurriera a mi alrededor, sin embargo, eso no era lo adecuado para alguien con mi nombre. Mucho menos si la madrina de mi bautizo era alguien como Jenell Frei.
Ella estaba empecinada en que hiciera el viaje junto a mi padre en el que terminé encontrándome contigo, y no dudo que se guardara otras intenciones con eso, pues conocerte marcó algo en lo más profundo de mi ser, casi aseguraría que me convirtió en otra persona.
Atisbar en tu mágica presencia me transformó por completo. Fue como si el hielo me hubiese quemado, encendiendo un fuego dentro de mí en toda su poética ironía.
Fue como despertar de un largo sueño."
Elsa lo sabía, Kyla se lo había dicho, en parte, que algo había ocurrido con ella aquel día. Se preguntaba con frecuencia si el amor de su sabia no se encontraba influido por la magia.
"De pronto me sentí tan viva como nunca antes. Necesitaba ver más, saber más, hacer más, sentir más. No existían límites para esa especie de euforia que me invadía. Nada era lo suficientemente arriesgado como para que no lo intentase y ninguna empresa, por más descabellada, podía equipararse con una fuerza de voluntad recién descubierta y que sentía por las nubes.
Para el alivio de mis padres, desarrollé sensibilidad y talentos creativos que fui encauzando conforme el tiempo seguía pasando y la pasión se iba haciendo cada vez más parte de mi personalidad justo cuando estaba alcanzando una edad de cambios y sensaciones inquietantes.
Fue cuando Jenell se puso dura conmigo.
Mi abuela siempre fue ambiciosa. Fue la primer sabia que como mujer, se posicionó en un puesto tan importante, integrando el concejo del Rey. Era muy famosa y prestigiada. Su orgullo fue trastocado duramente porque el rapto de la princesa Rapunzel ocurrió justo en sus narices el día de mi nacimiento.
Los primeros recuerdos que guardo en la memoria, además de los de mi madre, son los suyos. Su voz entonando una canción de cuna para mí, sus manos delicadas acariciándome el cabello. Esos ojos violetas que no hacían más que mirarme con profunda aflicción. Por algún motivo, algo en mí siempre le causó mucha tristeza desde el principio. Tal vez porque había visto en mi cara las formas en las que terminaría por decepcionarla...
Así que cuando mi vista comenzó a perderse en los caminos del futuro, y mejor aún, demostrar la capacidad de manipularlos. Hice todo lo posible por agradarle, quise hacer cuanto pude por resolver el misterio del paradero de Rapunzel.
Aunque fuera algo peligroso y prohibido. La abuela me enseñó a vislumbrar y cimentar posibilidades en el tiempo. Aprendí mucho bajo su tutela. A los doce años yo ya sabía más que cualquier aprendiz de la ciudadela y mi futuro comenzaba a discutirse entre los eruditos de la región que no tardaron en proyectarme como sabia; todo mundo se lo esperaba; aunque en lo personal, mi atención por ese tiempo se hallaba muy comprometida. En mi cabeza, la profecía de Arendelle consumía cada vez más mis ideas. Todos mis esfuerzos los dedicaba a probar líneas temporales. A verte morir una y otra vez en realidades que nunca serían. Fue tan duro, que por primera vez comencé a perder el sentido de la realidad. Salía de los trances bañada en lágrimas y con el corazón destrozado, deseando no haber intentado nunca aquello. La frustración me sobrepasaba lo suficiente como para que comenzara a afectarme de forma visible.
Mi devoción por ti estaba descontrolándose, al igual que mis impulsos y mis deseos. Te añoraba y te sufría tanto que mi cuerpo era incapaz de resistirlo, ya no digamos mi mente que no era capaz de abandonarte. Fue cuando mi abuela me hizo saber que me tenía reservada una plaza en la Academia, aún y con todas las protestas que desplegó mi padre al respecto. Yo no lo comprendí, pero acepté de buena gana, pues si mi abuela lo quería, tenía que ser por mi bien.
Ingresé a la plaza del sol con sentimientos encontrados. Me emocionaba mucho lo que podría aprender en aquel sitio, pero al mismo tiempo me incomodaba. Yo seguía siendo muy extraña en mi poca experiencia fuera de casa y me sentía muy presionada porque todos excedían sus expectativas en lo que concernía a la nieta de Jenell Frei. No era Kyla. En ese lugar, me convertí en su sombra."
Elsa comenzó a pasar las páginas. Había transcripciones de textos que enumeraban los logros de Jenell Frei. Dibujos de bustos o estatuas que se habían hecho en su honor. Un bosquejo de página entera mostraba lo imponente que lucía el despacho de esa académica que fungía como la directora de tal plantel. Otros dibujos ilustraban los sitios que debían contarse entre los favoritos de la morena. La academia del sol hacía gala de la luz que se filtraba por sus bien pensadas construcciones y contribuían a generar ese ambiente renacentista inspirado en Italia, sin alejarse del estilo gótico que caracterizaba a ese imperio germano.
"Me afectó mucho ese cambio, de pronto me percibía como un patito feo y torpe que por alguna razón había nacido con un nombre importante. Claro que eso no les importó a los sabios que me veían como una de esas oportunidades que pocas veces se presentan en la vida. Se enfocaron arduamente en la tarea de exprimir todo mi potencial. Llevé un régimen brutal que pretendía acreditarme como sabia en tres años para continuar mi formación como errante. Eso no lo intentaban muchos porque era simplemente insoportable. Más de uno intentó quebrarme, y más de uno casi lo logró. Fue meramente por orgullo que lo aguanté todo. Ni siquiera tenía idea de ese rasgo en mi personalidad; pero era como si no pudiera ignorarlo. No iba a ser una más en la academia. Iba a ser la mejor que hubiese pisado alguna vez esa sede.
Se me metió en la cabeza que tenía que hacer historia.
Estaba tan determinada a triunfar que me volví irascible y difícil de tratar. Si alguien no me aportaba algo útil, lo desechaba. Mi lengua se convirtió en una espada afilada que no dudaba en desenvainar cada que se me importunaba, mis modos levantaron un muro impenetrable a mi alrededor que repelía a cualquiera que intentara acercarse demasiado. No tenía tiempo ni cabida para nada que no estuviera relacionado con alcanzar mis objetivos. Solo tú eras la única que lograba alcanzarme por medio de tus cartas. Eran la prueba que necesitaba para ubicarme en aquella realidad que estaba viviendo. Tenía que recordarme porqué había escogido meterme en aquel infierno."
Los dibujos de esas páginas mostraban los rostros y los nombres de quienes fueran por aquel tiempo sus profesores. Kyla había escrito las asignaturas que le impartieron debajo de sus retratos y después de eso, toda una explicación del por qué había llegado a odiarlos con el alma.
Todos y cada uno le hicieron la vida imposible a su modo y a cada uno les había reservado Kyla un deseo funesto. La Reina se pensó que tendría que averiguar lo que habría sido de todos ellos.
"Las visitas a mis padres las hacía una vez al mes, pese a encontrarme instalada en la misma ciudad. Mis compañeros, si no me odiaban, me admiraban tanto que me temían. Y sentía tanto por ti encontrándote tan lejos que me parecía demasiado injusto. Habían pasado casi diez años desde tu encierro y de alguna forma llegar a ti se había convertido en un deseo cada vez más inalcanzable; si seguías manteniendo la puerta cerrada para tu propia hermana, ¿Qué podía esperar una moza como yo?
La soledad la percibí abrumadora en ese ambiente de encierro. ¿A dónde se habían ido mis brillantes resoluciones? Solo quedábamos los libros y yo. Las ideas de pensadores muertos que escribían sobre una vida y un mundo que no se parecían para nada a lo que hubiese hecho hasta aquel momento porque me había dedicado a creer en una fantasía poco probable.
Los románticos morían por amor y yo por amor me había rehusado a vivir."
Diversos textos sobre la melancolía se leían por las orillas. Canciones de amores imposibles y corazones rotos, paisajes sombríos y naturaleza muerta. Aquella era toda una colección ensamblada para entristecerse.
Elsa tuvo que tomar aire antes de girar la página. Tenía una vaga idea de lo que encontraría después de eso.
Un dibujo de Elena le devolvió la mirada desde el pergamino en el que se leía su nombre. Se veía muy bella con la iluminación que Kyla había utilizado para plasmarla. La muchacha parecía estar argumentando algo de manera apasionada en el exterior, seguramente la pieza había sido dibujada mientras se llevaba a cabo algún tipo de debate grupal que la morena estuviera ignorando por completo.
"Elena Von Schneider fue asignada como mi compañera de habitación cuando me enrolé en la academia. Ella era tres años mayor que yo y provenía de una familia de clase baja de Dortmund. Eso no me importaba mucho porque era educada y muy limpia. Tenía que corregirla a veces cuando se le escapaban los modismos que le delataban la procedencia, pero por lo demás era una vecina de cama considerada y bastante servicial. Estudiaba para ser diplomática, lo cual yo consideraba una verdadera tontería, pero no hablábamos mucho. La pobrecilla admiraba fervorosamente a mi abuela y seguro, para su tremenda decepción, esperaba que yo fuera alguien interesante.
Todas sus opiniones, para mi sorpresa, tuve que preguntárselas directamente, pues nunca pude leerle el pensamiento ni ver su historia dentro de sus ojos por más que quise intentarlo. Recuerdo que esa anomalía casi logró desquiciarme varias veces. Debí parecerle una lunática; pero seguro comprendes que para una persona que llevaba varios años fraguando un plan a ejecutarse con total precisión, alguien como Elena simplemente no debía de existir. Un cabo suelto semejante, si bien podía carecer de importancia, también podía terminar arruinándomelo todo.
Creo que fue la primera vez que experimenté el pánico que puede provocar sentir incertidumbre y aunque fue algo novedoso, no me gustó para nada."
Elsa frunció el entrecejo. Aquello sí que le resultaba extraño. Elena no parecía alguien sobrenatural, y se leía como una persona bastante común, por lo que tampoco podía explicarse ese raro capricho que parecía protegerla del escrutinio de Kyla.
"Investigué mucho en textos viejos y trabajé aún más para aumentar los alcances de mi vista. La presionaba todos los días hasta que la sangre me brotaba por la nariz y la cabeza me daba vueltas por el esfuerzo. No conseguí otra cosa más que ocasionarme migrañas que me ponían todavía más huraña.
No estaba segura, pero podía sentirlo. Algo en mi cuerpo comenzaba a reaccionar. El humo helado que me cosquilleaba en las palmas bien podía ser un indicio de ello.
Entonces comencé a escuchar esa voz que pensaba como yo.
Sonaba lejana, como al fondo de mi mente, tenía la cualidad de pronunciar las cosas que no me atrevía a decir porque eran demasiado perversas. Contenían un odio y un resentimiento que yo no era capaz de expresar, pero que sentía. Era como un veneno que me calentaba la sangre y me enervaba sin razón aparente. Quemaba tanto por dentro, más me dejaba helada como el hielo. Me asustó mucho. Creí que de nuevo estaba perdiéndome dentro de lo que ocurría en mis visiones del gigante.
Sé que debí haber recurrido a mi abuela, pero comencé a desarrollar una especie de hostilidad por ella, algún tipo de aversión fisiológica. No sabría explicarlo. Mi cuerpo se resistía a estar ante su presencia, me hacía sentir por algún motivo muy enferma y furiosa. Comencé a evitarla relacionándola con esos efectos negativos. Seguramente ella se imaginaba que algo estaba pasando conmigo, pero yo era solo una adolescente sobrellevando sus cambios, así que el comportamiento debió pasarle desapercibido al alinearse con esas condiciones."
Elsa arrugó el ceño. Eso le pareció un dato bastante extraño. Que el cuerpo de Kyla reaccionara distinto al de su mente, como si se encontrara advirtiéndole sobre algo. La Reina se estremeció ante la idea. Le causaba cierta ansiedad imaginarse ese tipo de sensación.
"Llegué al punto en el que ya no fui capaz de disimularlo. Interrumpía el sueño de Elena por las madrugadas cuando yo parecía despertar violentamente de alguna pesadilla, y en realidad me hallaba saliendo de un trance al que había sido arrastrada sin saberlo. Aquello me dejaba confusa y vulnerable. Recobraba la conciencia con los ojos nublados, temblorosa y cubierta de un sudor frío que me paralizaba de los pies a la cabeza. Mi compañera me confortaba, pero nunca me cuestionó, si bien mis terrores nocturnos demandaban alguna explicación. Ella me daba el espacio suficiente para reponerme por mi cuenta y yo eso lo agradecía de todo corazón.
Tuve muchas ocasiones similares para ir contando mi historia de a poco, así que lo hice. Elena escuchaba atentamente y tenía la gentileza de llenar los silencios contándome la suya. Supongo que en esa soledad que sentíamos, aprendimos a hacernos compañía hasta que logramos entendernos.
No me percaté de cuándo nuestras barreras se fueron derrumbando; pero con el tiempo, eso pasó.
No sé exactamente lo que encontré con ella, más era apacible. Su presencia me brindaba un silencio que hacía mucho tiempo no lograba experimentar por mi cuenta. En medio del caos que me atormentaba en esos momentos, fue como aferrarme a una balsa en medio de un mar que me azotara embravecido.
Aquello no se condicionó de ninguna manera y las dos lo aceptamos así.
Fue la primera vez que actué de acuerdo a esa inquietud que siempre había sentido latente en mi, aún en la torpeza de la inexperiencia pude pensarlo: -Así que esta soy yo después de todo... -Los sentimientos que te profesaba comenzaron a cobrar mucho sentido, y por supuesto; me aterraron. La idea me hizo pensar que definitivamente debía mantenerme alejada de ti. Ignoraba tus posturas al respecto y de cierta forma me atemorizaba llegar a perderte, aún si solo nos carteábamos en calidad de amigas.
Preferí conservarte de esa forma e intentar hacer algo con lo que tenía en frente y sobre lo que no existían dudas; pero ciertamente me fue imposible al final. Explorar esta naturaleza a mi antojo y aceptarme de esa forma me hizo sentir poderosa y al mismo tiempo muy culpable, fue una cosa más a agregar en mi lista de los desencadenantes que lograban estresarme.
Mi corazón no se llenaba de esa plenitud que se me había prometido. Me sentía peor que nunca. Yo estaba por graduarme, a casi nada de enfrentarme por primera vez con el mundo. Mi abuela me presionaba con más ahínco, exigiéndome encontrar a mi princesa antes de que me marchase de errante. Fue ahí cuando comenzamos a pelear. Estaba empezando a sentirme utilizada. En los trances que me obligaba a tener vi cosas con las que estaba comenzando a sentirme conflictuada. Necesitaba irme lejos, ya no creía ser capaz de soportar más de aquello. Yo necesitaba respuestas y sabía que Jenell no me las iba a proporcionar.
Los sueños, me mostraron que se trataban de mis propios recuerdos. Que de algún modo yo estaba ahí en el Jöttunheim todo el tiempo, prisionera como todos los demás. Que alguien me había puesto ahí sin preguntarme, que no era para nada natural lo que estaba pasando conmigo. Elena no pudo comprender mi enojo, sé que apelaba a mi razón, pero yo no podía escucharla. Esa voz de la que nunca le hablé era mucho más convincente y era la mía. Me mantuvo con la cabeza fría el tiempo necesario para hacer los arreglos pertinentes. Partiría rumbo a París en la primera oportunidad, apenas y me entregaran mi cadena. Tenía toda mi ruta trazada. Lo único que precisaba era que se me otorgaran los permisos y me abrieran las puertas para poder dejarlo todo atrás."
La Reina negó con la cabeza. Sabía que a Kyla, muy en el fondo debía haberle pesado mucho eso.
"No fue fácil abandonar el nido Frei. Mis padres sabían que como académica tendría que partir el día que me vistiera de blanco y llevara una cadena de oro en el cuello, pero les debió parecer que había ocurrido todo demasiado pronto. Los sentimientos de mi padre se debatieron entre el orgullo y la aprehensión; al final decidió exteriorizarlo todo en una serie de consejos para sobrellevar mi nueva faceta de sabia errante. Mi madre fue más honesta. Ella simplemente lloró, encomendando mi bienestar a los dioses al tiempo que me encargaba la tarea de enviarle cucharas y postales desde cualquier ciudad que visitara. Me arropó con la capa blanca que me hiciste llegar unos días antes y me entregó el bastón de la abuela, con el que confiaba podría defenderme bien. Jenell no estuvo ahí para despedirme por obvias razones. Las últimas palabras que intercambiamos fueron reclamos que no hicieron más que herirnos a ambas. En esa hostilidad silenciosa que declaraba su ausencia, nuestros orgullos evitaron confrontarse mientras yo ponía tierra de por medio. Me seguía sintiendo herida, pero el enojo se había disipado luego de mi graduación. Como si la cadena de mi cuello me centrara y me comandara a comportarme como debía hacerlo un sabio.
No quise partir de esa forma, pero así dio comienzo mi viaje fuera de casa. Miles de sendas se extendían bajo mis plantas y lo que más deseaba en ese momento determinante, era que al menos una sola me condujera hasta ti."
Lo siguiente que vio Elsa fueron láminas con bocetos de los paisajes que Kyla había ido encontrando por el camino. Algún estudio de una planta interesante, la descripción de su primera comida e incluso su primera anécdota de posada. La Reina elevó las comisuras de sus labios, captando perfectamente su entusiasmo. Así registró la morena una semana, entre notas y bosquejos hasta que se decidió por dejar una entrada más extensa.
"Cuando alcancé por fin los límites del reino, mi atención se desvío hacia el primer hecho curioso que vería repetirse durante todo mi viaje.
Un pequeño felino me aguardaba en los lindes del bosque, era brillante y etéreo, un Fylgja separado de su amo. Era blanco con motas grisáceas y cola anillada, petulante y silencioso, caminaba delante mío como marcándome un camino que parecía conocer mejor que el que me había trazado yo misma en mis mapas. Mi propio Fylgja era un lobo gigantesco y el de Jenell era alguna creatura evasiva que nunca fui capaz de visualizar, por lo que me hice a la idea de que ese animalejo espiritual podría tratarse de su pequeño espía. Recuerdo haberme enfadado en su momento al pensarlo, pero decidí averiguar cuánto tiempo y distancia podía librar aquel bicho lejos de su alma gemela, después de todo, el camino a Francia aún era muy largo y de esa forma yo me sentía acompañada."
Elsa sonrió para sí misma. Seguramente de ahí había tomado Kyla la idea para hacer que el lobo la acompañara durante los desafortunados eventos de su coronación. En la imagen se veía una silueta gatuna brillante, girando la cabeza hacia la sabia como si se encontrara guiándola.
Elsa pasó notas menores y algunos textos anecdóticos de los lugares que conoció antes de arribar a su destino. Pasó una gráfica con conversiones de las monedas germanas a otras denominaciones, así como una lista de cosas de las que necesitaba abastecerse en el próximo poblado antes de arribar a la capital francesa.
"Me impresionó mucho la Academia de la Luz de París. Su construcción era fascinante en su evidente pretensión, más no decepcionaba para nada, una vez asimilando su hermoso exterior, lo que se podía aprender ahí era el discurso más liberal que había visto desde que los románticos comenzaron a hacerse visibles en Corona. La timidez de los germanos palidecía ante la audacia de los galos iluminados. No había sabios rojos en Versalles y tampoco en la sobrepoblada capital. Los rojos se habían infiltrado en la corte de los milagros de Les Halles. Estaban con los eruditos, la clase media, con la prensa. Andaban en campaña con Napoleón. Aconsejaban a los aliados y a sus enemigos moviendo los hilos tras bambalinas de la guerra entre la república y la monarquía que tras décadas de lucha no había terminado por definirse del todo.
Era la cosa más grande que había visto hacer a los académicos o quizá es que por primera vez era consciente de cómo es que funcionan la Orden y la política en general. Me sentí sumamente avergonzada por haber sido tan indiferente respecto a estos temas en el pasado. No pude hacerme un juicio absoluto sobre el mejor camino a seguir; aunque es un hecho que mis convicciones fueron firmemente sacudidas y tendrán que verse replanteadas.
Sin duda alguna la voz de Francia se convertirá en un eco que resonará por todo el mundo y solo aprendiendo de los errores que allí se cometieron es que podría evitarse replicar las mismas tragedias en algún otro escenario.
La ciudad desbordaba descontento. Transpiraba rebeldía. Resultaba imposible ignorar el clamor de las ideas nuevas y los gritos de un pueblo pensador que vivió durante tantos años inconforme. Ese fuego tiene un origen tan universal, que pude simpatizar con él. Hacía tan solo un par de décadas que estas tierras vivieron el despertar que estalló en los levantamientos revolucionarios. No pude evitar escurrirme a la Bastilla o subir a Notre Dame para presenciarlo todo con mis ojos. El clamor, la lucha, la inequidad. La persecución de los subversivos, la guillotina por la que rodaron las cabezas de absolutistas y libres pensadores. En las calles vi la desesperación, el enfado, la miseria... La Marsellesa sonaba de fondo de manera clandestina alebrestando la sublevación nacional. La utopía del Imperio era sacudida como un castillo de arena azotado por las olas del mar, arrastrando consigo a esos monarcas derrocados y caídos en desgracia y que antes hubiesen sido casi dioses. La historia será quien se encargue de juzgarlos y sólo el tiempo dirá si en efecto, la luz seguirá iluminando París"
Elsa pasó las hojas con ilustraciones, había edificios, retratos de pensadores leyendo panfletería política y gente de la calle siendo arrestada, sus respectivos nombres y crímenes estaban escritos también. Había desde condenados desertores del ejército, hasta miserables que por hambre robaban un trozo de pan. El boceto de un niño y un perro flaco observando un grupo de ratas en una callejuela, la hizo menear la cabeza por la pena. Un dibujo del Sena enumeraba la cantidad de suciedad que había vertida en él. En una página se leía un poema sobre sueños rotos que Kyla escribió haberle escuchado a una de las tantas jóvenes que se dedicaban a la prostitución en las cada vez más proliferantes maisons closes. Elsa no quiso ahondar mucho en la idea de si la morena lo había registrado como una cronista o como una cliente satisfecha; aunque a esas alturas, ya daba igual lo que la germana hubiese hecho al respecto.
La Reina recorrió con la vista los preceptos que buscaban mejores condiciones de vida para los esclavos negros, la protección de la niñez y la igualdad de derechos para la mujer, que Kyla ponía haber transcrito de una serie de ensayos de una temeraria activista burguesa quién fuera ejecutada por su apasionado proceder y Elsa se crispó en su indignación, encontrando un reflejo de sus pensamientos en las ideas de aquella mártir olvidada.
La monarca se mordió el labio con pesadumbre. Se separó del escritorio y caminó hacia su ventana para tomar un poco de aire mientras imaginaba todo aquel escenario tan lamentable.
Podía entenderla ahora. Elsa ahora podía ver lo que Kyla le había expresado sobre la desigualdad social.
Ella había conocido la soledad, pero la vivió siempre en su jaula de oro. Nunca había experimentado la angustia de no poderse llevar un trozo de pan a la boca o a los suyos. Jamás podría sentir el frío ni la desesperación que asolaba los corazones de quienes habían visto la crudeza de la guerra tan de cerca. Que su voz no fuese ignorada por el simple hecho de haber nacido mujer cuando se encontraba al mando de una nación...
El sonido de una llave liberando el mecanismo de la puerta puso a Elsa sobre alerta. Gerda se asomó mansamente llevando consigo una charola con té y panecillos.
—Mi Reina, lamento importunarla de esta forma, ¿pero está todo bien? —le dijo con preocupación, avanzó hacia el escritorio cuando Elsa le hizo una seña concediéndole la entrada. La matrona comenzó a servir los bocadillos y a preparar la bebida caliente de la monarca, observando por el rabillo del ojo, el libro de cuero que la muchacha había dejado abierto.
—¿Gerda, tú crees que la vida en Arendelle es justa? —soltó Elsa sin volverse.
La matrona carraspeó su incomodidad. No pudo disimular que la pregunta la había tomado por sorpresa. No le gustaba tocar temas delicados como ese, no se consideraba una experta y por otra parte se trataba del trabajo de su señora sobre el que se le pedía la opinión.
—Creo que usted es una mujer justa y que sus padres lo fueron también— contestó resueltamente.
Elsa esbozó una sonrisa divertida, congratuló mentalmente la astucia de su vieja nana.
—Estaba leyendo sobre los conflictos de Francia —comentó la Reina al sentarse en su silla, dio un sorbo de té, estudiando a su ama de llaves—, tal parece que una revuelta como esta no se termina solo al quitarse de encima al enemigo. Hay muchos otros factores a tomar en cuenta.
—Lo mismo opinaba su abuelo y por eso teníamos encima a los daneses, y luego del incidente de la niebla del bosque norteño, su padre siempre pensó que Arendelle debía de pactar la independencia de forma pacífica por medio de las alianzas adecuadas.
—Sí, pero aliarnos con Francia nos costó mucho por la revolución. Ahora son los suecos los que rondan en círculos por sobre el valle —respondió Elsa gesticulando con la mano—. No se podría garantizar la justicia en el reino hasta legitimar el poder de nuestra corona. No se pueden efectuar cambios de raíz si vamos a encontrar obstáculos en el camino.
—Pues eso me parece muy bien —convino la matrona girando los ojos—, pero los ideales de ese tipo siempre se pierden en el camino, su majestad. Debe pensar muy bien qué tipo de espíritu patriótico desea despertar en su gente; después de todo, es nuestro deber seguirla.
Elsa le devolvió la sonrisa a su nana, la despidió con un movimiento de cabeza antes de proseguir con la lectura.
"Me escabullí como una rata tratando de mantener un perfil bajo. Yo era una germana salida de Prusia merodeando por la recién formada Bélgica. Quizá esos brutos tendrían a un austriaco por gobernante, pero los belgas no podían diferenciar a un invasor de un aliado.
El sentimiento nacionalista había sacado lo peor de mucha gente. Bastaba con que escucharan un acento remotamente extranjero para alebrestarse, y mi forma gutural de pronunciar su lengua, me temo que fue bastante discordante para su gusto.
Me negaron la posada y el servicio en varios establecimientos. Los que me recibían, lo hicieron de mala manera y me acomodaron con las bestias en los establos para no enfadar a algún compatriota ofuscado. Me gritaron en las calles, me provocaron a empujones, me lanzaron cosas mientras me exigían me devolviera a mi país de usurpadores y asesinos, y eso cuando la suerte estuvo de mi lado y no les dio por asaltarme o alguna cosa mucho peor.
No tuve la paciencia suficiente para tolerarlo. Como una savateuse tuve más de algún encuentro callejero usando lo que aprendí en los puertos de Marsella para defenderme. Algunos encuentros los gané, otros tuve que negociarlos. Mis ahorros disminuidos y un par de huesos rotos fueron el saldo que me llevé de ese problemático lugar.
Compadezco sinceramente a todo aquel que opta por odiar lo que desconoce, pues irremediablemente es una condena a mantenerse ignorante."
Elsa se cruzó de brazos. Sí que se avecinaba una tarea difícil. Necesitaban lograr su independencia, pero debían hacerlo con un espíritu distinto. La Reina se quedó pensando en las malas experiencias que vivía un extranjero en una tierra hostil. Aquello tampoco podía ser. Un trato justo debía ser garantizado para todas las personas que cruzaran por sus fronteras.
"Enfilé mi rumbo hacia los Países Bajos para conseguirte un buen regalo de cumpleaños, como me sentía desmotivada y maltrecha, decidí quedarme estacionada una temporada en Amsterdam para sanar adecuadamente mis lesiones y trazar una nueva ruta de viaje.
Fue todo un descanso poder hablar en mi idioma con tranquilidad y sin temor a represalias. Tuve que aprender a conducirme con más humildad y terminado por aceptar que no resultaba tan malo como lo creí al principio. Medir mis palabras, si bien, fue un acto preservativo que comencé a desarrollar empíricamente en vista de la desventaja de mi físico que no se encontraba empatado con alguna otra virtud que poseyera, esperaba que se volviera una herramienta útil dadas mis limitadas habilidades de socialización."
Ahí podía imaginarse Elsa que el carácter de Kyla se había vuelto más pensante y menos imprudente a como se había descrito en sus tiempos de académica. Los golpes de la vida que había experimentado de manera literal la habían forzado a ello.
"Anna llevaba tiempo escribiéndome, expresando preocupación por ti en sus misivas, y francamente también me hizo sentir algo nerviosa. Fue lo que me hizo comenzar a desarrollar la costumbre de buscarte recuerdos y curiosidades en mis paradas para remitírtelas, esperando que eso pudiera alegrarte los días ensombrecidos por el encierro y el tedio que te empujaban a la desesperación.
Yo por mi parte, pasaba gran parte de mi tiempo documentándome con los sabios del lugar, intercambiando información, tomando notas sobre otros puntos del globo que tendría que visitar posteriormente.
Uno nunca le gana la carrera al conocimiento ya que este siempre se expande para volverse infinito."
Elsa se sonrió al recordar la alegría que sentía al desenvolver los paquetes que Kyla le enviaba desde sitios lejanos, justo cuando ella se sentía tan atrapada y miserable. Atesoraba cada uno de ellos como si fuesen valiosos tesoros.
"¿Te preguntaste alguna vez cómo solventa un sabio su peregrinaje por el mundo? La mayoría tenemos cuentas bancarias en las academias y podemos disponer de las cantidades que necesitemos siempre y cuando dispongamos de los fondos. Si fueras una sabia snob como yo, tendrías padres que se encarguen regularmente de eso, aunque a veces es necesario un monto extra para caprichos y emergencias. Es por el capital que nos volvemos artistas, alquimistas, adivinos, curanderos, escribas, guardaespaldas, apostadores, timadores, lo que sea que nos garantice continuar en movimiento hasta conseguir algún mecenas que crea en la causa.
Justo me vi metida en un predicamento monetario cuando me disponía a viajar rumbo a Escocia. Me había emocionado mucho con mis compras y terminé por arruinarme el presupuesto adquiriendo un mapamundi muy completo y que estaba bellamente ilustrado. Me costó bastantes monedas, pero como en mi mente ya le había encontrado hasta el sitio ideal en mi habitación en la casa Frei, no hubo manera de disuadirme, por lo que tuve que jugarme el boleto de mi barco apostando en un juego de cartas; (ya imaginarás que las jugadas parecían beneficiarme en cada ronda). Eso no les gustó nada a mis contrincantes, aunque se les debe de reconocer que fueron rufianes de palabra.
Así fue como con un hermoso y costoso mapa cuidadosamente embalado, me subí a una nave inglesa que zarpó a todo vapor con la promesa de atracar en Edimburgo."
La monarca torció las cejas al imaginarse aquel estilo de vida tan impredecible. por un momento pensó que Kyla había hecho mucho por ella.
Elsa pasó la página y se encontró con diagramas del barco en el que Kyla había viajado, observó los dibujos de aquella máquina y jadeó maravillada. La sabia debía haberse metido en recovecos complicados con tal de lograr captar las entrañas de la embarcación. La Reina se frotó las manos, estudiándolo todo, fascinada. Había información técnica como los materiales que lo componían, cuánto combustible necesitaba para abarcar ciertas distancias, qué velocidades era capaz de alcanzar. Cuáles eran las rutas habituales...
Eran apuntes bastante interesantes. Había también historias de la gente a bordo, personas con las que Kyla había hecho buenas migas o que seguían una línea temporal inusual.
Eso le parecía a Elsa lo mejor de las habilidades de Kyla, esa capacidad de conocer tanto en tan poco tiempo, de proyectar las vidas de otros hacia un sin fin de posibilidades...
—Aunque ella no puede ver su propia historia —se recordó Elsa, sujetándose el mentón con la mano—, y tampoco podía leer a Elena... —rememoró con cierta intriga. Ese sería un tema a resolver definitivamente... ¿por qué primero ir a Edimburgo y no a Londres?
La Reina pasó las páginas. Kyla debía haber trazado su ruta de esa forma por alguna razón.
Tenía que haber algo de valor en la Academia de los vientos para saltarse la de la Estrella Blanca.
"La Atenas del Norte era el sobrenombre con el que se conocía a la Isla, y con justa razón. Ofrecía una vista bastante pintoresca y clásica, con su castillo en la cima y pequeños edificios que van formando estrechas veredas por las que corre libremente el aire salino. Casi toda la ciudad había tenido que reconstruirse nuevamente diez años antes a causa de un incendio terrible que engulló buena parte de las estructuras, lo cual terminó ofreciendo esa curiosa combinación de estilos arquitectónicos. Ciertamente los encontré dignos de apreciarse.
Por más que intentaron seducirme los jardines de Princes Street, y la famosa Universidad de la ciudad, no pude quedarme mucho, si bien, no pude evitar detenerme en una posada para comprobar lo que se decía de la cerveza escocesa. Aún debía moverme hacia Glasgow y adentrarme todavía más al norte para llegar hasta la academia de los vientos establecida en Skye. Sólo los dioses sabrían por qué los antiguos sabios escogieron dicho sitio para levantar el fuerte, pero los textos indicaban que debía ser por la cercanía que guardaba con los puntos sagrados que los celtas veneraron en el pasado.
La sede de los vientos la habían adaptado usando uno de los tantos castillos conquistados que quedaron abandonados tras las luchas contra los británicos. Teniendo ese detalle histórico presente, me hacía un poco la tonta antes de abrir la boca y hablar en un idioma que no fuese bien recibido. Para algunos transeúntes, era preferible intentar comprender mi gutural germánico, al inglés que tanto parecía enfadarles.
Llegué al castillo de DunBroch más por obra de mi fylgja gatuno amigo que por alguna indicación concisa de los lugareños. Mientras más al norte me movía, menos gente me encontraba. Los pobladores eran desconfiados, descendientes de clanes orgullosos que llevaban vidas sencillas y no se fiaban de los extraños. Comprendía perfectamente que se condujeran de esa manera, por lo que traté de no meterme con ellos."
Elsa chistó enarcando las cejas en su sorpresa. Eso no era lo que decían los libros con su nombre...
"Ya estando con los míos, comencé a hacer preguntas, pero no me las respondían. Algunos me expresaban que no me comprendían, pero sabía que fingían no hablar ninguna lengua común. La situación me enervaba. No era posible que sólo se comunicaran en ese endemoniado gaélico viejo. Me di a la tarea de intentar comprenderlo por mi cuenta, pero sabía que me tomaría bastante tiempo. No tuve más remedio que intentar hacerme a los modos de esa gente. Agradarles. Necesitaba ganarme su confianza para que accedieran a ayudarme, pero eran tan cabezas duras que por poco me di por vencida y daba por perdida esa parada"
La Reina cambió la página y se encontró con la reproducción de un intrincado diseño céltico. Parecía contar la historia de dos mujeres nobles y un oso.
"Había pasado ya varias semanas en la academia de los vientos y todo lo que tenía hasta ese punto eran las imágenes de un viejo tapiz y una leyenda que se repetía como un cuento para niños pequeños. Quise pensar que el mito guardaba algo de verdad y que, de ser cierto, la Reina Merida DunBroch habría logrado cambiar de alguna forma su destino cuando joven, sin embargo, no podía traducir del todo los textos y sabía que estaba perdiéndome de algo...
No podía dejarme huecos antes de seguir adelante."
Elsa bajó la vista hacía donde Kyla había plasmado una flama de color azul, en su base una inscripción la describía como "fuego fatuo".
La Reina torció las cejas y le dio vuelta a la página. Las hojas estaban maltratadas como si las hubieran estrujado, y exhibían manchas de salpicaduras que bien podían tratarse de lágrimas.
"Todos los días me propinaban palizas. Mi juventud, complexión y carácter parecía irritar a los académicos del viento. Les complacía mucho verme fallar físicamente a las pruebas de valor a las que me sometían constantemente. Me castigaban tanto y eran tan injustos que hubo días en los que la rabia me hacía vomitar el líquido amarillento que sentía bullirme en las entrañas.
No tenía idea si era todo parte de alguna iniciación o si realmente me detestaban, pero tenía que encontrar la manera de superar el obstáculo de comprenderles la jerga a esos cretinos y conseguir lo que había ido expresamente a buscar a aquel sitio. Así tuviera que recurrir a lo que fuera.
Encerrada en mi celda, me aplicaba ungüentos y bebía infusiones para aliviar el dolor de mi cuerpo. Me sumergía en agua helada para que no se me notaran cardenales, pues prefería sobrellevar la fiebre a mostrar marcas humillantes en la piel. Me sentía tan desmoralizada que hasta el fylgja felino parecía sentir lástima por mí, se encaramaba sobre mi pecho y ronroneaba hasta arrullarme por las noches. Su pequeño cuerpo era ligero y casi imperceptible, pero le apreciaba la intención.
Pensaba mucho en ti, Elsa. Así, como me sentía de maltrecha y solitaria. Me asaltaba constantemente el recuerdo de cuando comencé a verte.
Yo tendría unos diez años, pero aún lo sentía tan vívido como en aquella ocasión. Cuando me di cuenta que estabas llamándome desde el futuro, uno que sólo podía ser nuestro porque no había otra forma en la que fuera posible.
No había manera en la que pudieras hacerlo por ti misma..."
Elsa tuvo que encender una vela para alumbrarse la lectura. El sol ya estaba ocultándose tras las montañas. En el libro, una imagen suya le devolvió una mirada sorprendida. Llevaba un camisón ligero y toda ella parecía ser traslúcida como un fantasma, a juzgar por el jardín y el estanque que podían apreciarse a su espalda. La Reina contuvo el aliento al revivir aquel momento. Había visto a Kyla cuando niña en un trance, sus padres habían estado discutiendo sobre sus poderes sin saber que su hija los escuchaba. La pequeña Kyla le había dicho algo similar, que eso sólo podía tratarse de un suceso futuro conjurado por su causa.
—"Y que ahora forma parte de mi pasado" —repitió la monarca, frunciendo el entrecejo al rememorarlo.
"Me había sentido observada las ocasiones que me daba mis remojones de agua helada, pero lo atribuí a que simplemente yo ya no podía controlar el estado de mis nervios. El asunto estaba saliéndose de mis manos y me parecía humillante tener que encarar mi fracaso así, en paños menores, debajo del agua. Sopesando la idea de ahogarme ahí y terminar por fin con todo.
Pero fue ella la que vino hacia mí. Esa hija de clan que hablaba en una lengua conocida y que me enseñó todo lo que yo necesitaba saber. Pasó mucho tiempo conmigo y cuando al fin un buen día me besó, no fue difícil imaginar lo que esperaba obtener al final de todo eso. Su plan había sido embriagarnos en el bosque y dar rienda suelta a las pasiones que ansiaba explorar antes de matrimoniarse. Me había elegido para eso en mi calidad de extranjera, pero la abandoné apenas el licor le cerró los ojos sin llegar a ponerle un dedo encima. Lo último que pretendía era faltar a las costumbres de las tierras altas. Yo la dejé por el camino con sus peligrosas pretensiones y me interné en lo más profundo de la floresta, vagué por semanas hasta que mis hambrientos pasos me condujeron a la puerta de una bruja que tallaba madera."
Elsa recordaba esa anécdota. Kyla había terminado mascando corteza de árbol por el hambre. Le había dado mucha pena que se lo contara, así como si no hubiese sido lo más triste que le hubiese pasado. Las imágenes mostraban el interior de una pequeña casita atiborrada de figuras de osos, junto con la encorvada figura de la anciana que las manufacturaba.
"Esa mujer tenía conocimiento de lo que yo estaba buscando, y como buena hechicera, me mostró el camino a seguir. Cuando salí de su cabaña, yo ya me encontraba en el sitio que debía explorar. Ahí me reuní con el fantasma de la Reina Valiente que intentó disuadirme de la empresa que me había propuesto al considerarla imposible; sin embargo, de alguna forma su opinión cambió y se decantó por ayudarme."
La Reina Mérida, se veía adusta e imponente en la imagen que la morena le había dedicado. Su melena de león se agitaba con el viento, así como estaba a lomos de un gigantesco caballo negro y con un oso a sus espaldas.
"Los fuegos fatuos eran las chispas divinas que se creía podían conducirlo a uno hasta su verdadero destino. Por eso me extrañó que me llevaran a un círculo de piedras negras monumentales. Ese era Craigh na Dun, un punto marcado por la magia en donde se celebraban los ritos paganos de aquella región. Era un lugar sumamente importante y al principio no comprendí del todo por qué había ido a parar ahí hasta que ella se hizo presente ante mí."
Elsa le dio un vistazo al dibujo que la morena había plasmado en la página vecina. El monumento conformado por bloques oscuros enterrados en la tierra delineaba un círculo perfecto. Un pilar yacía partido a la mitad y desprendía alguna especie de fulgor desde su centro. Una silueta oscura podía distinguirse detrás. Una mujer muy hermosa vestida toda de negro que Elsa creía recordar haber visto en un trance.
"Al principio me pareció lógico verla a ella. La diosa de la muerte era muy adecuada para abordar el tema de lo predestinado, pues imaginé que al final siempre tendríamos que encontrarnos con su helado rostro; pero resultó que yo me trataba de un caso sumamente especial.
Mi vida le había sido ofrendada siendo apenas yo una cría y solo a ella le pertenecía mi destino. Mis ojos, mi magia, mi melancolía. Todo se lo debía a haber sido tocada por su mano. Me explicó que dentro de mi yacían dormidos los poderes de un gigante, y que, si realmente quería ser capaz de verlo todo, tendría que despertarlo y averiguar si podía imponer mi voluntad sobre la suya.
Recuerdo haberme paralizado sin atreverme a contestarle, pero para Hela yo era más que un libro abierto. Yo era su obra, estaba ahí delante suyo y había recorrido un largo trecho buscando ser terminada.
Fue aterrador. Me pareció que cuando Hela me arrancaba la cadena, el jöttun de mis pesadillas se liberaba. Me sentí destrozarme. Un dolor terrible me recorrió de pies a cabeza hasta que perdí el conocimiento. No estoy segura de lo que ocurrió, ni cuánto tiempo pasó desde entonces, pero mis pies y manos se volvieron enormes con dedos delgados como arañas, mi cuerpo cambió de ser escuálido a fibroso y muscular, pasé de una altura por debajo del promedio a medir casi los dos metros, todas mis extremidades se estiraron y las sentía largas y aberrantes, mi cabello creció al punto de volverse una melena salvaje que pendía hasta la cintura de un torso muy largo que no podía mantener erguido.
No quería creerlo, no me moví de ese lugar por el temor de tener que corroborar con otros mi nuevo aspecto. Esperaba que todo se tratara de un sueño y que cuando despertara nada en mi hubiese cambiado."
Elsa se cubrió la boca con los dedos. Eso había pasado. Así había sido como la morena había cambiado tanto. La Reina se movió rápidamente a la siguiente entrada en el libro.
"Pasé días dando vueltas por ese bosque, muy a mi pesar tuve por aceptar que lo que viví no había sido una pesadilla. Fue duro enfrentarme a mi nuevo yo. Me sentí tan extraña y confundida. Mi cuerpo ya no me pertenecía, casi no pude reconocerme cuando me vi reflejada en el agua. No quise hacerlo. Lloré mi amor propio sobre aquellas piedras negras como si se tratasen de mi propia tumba. Lo que fui alguna vez se quedó ahí sepultado y ya no podría acompañarme. Ahí fue donde morí. Me sentí ultrajada. Despojada de lo que creía conservar de humanidad. Mis ojos estaban tan abiertos que casi no podía soportarlo. Las necesidades que por años se mantuvieron durmientes en mi interior ya no tenían atadura alguna y me torturaban. Me aterraba pensar en terminar siendo arrastrada por ellas porque eran demasiadas y más fuertes que mi voluntad.
Sin embargo, no podía derrumbarme en ese punto. Había conseguido más tiempo después de todo y mi vista se extendía con un poder que no tenía limite, eso era lo que había buscado en primer lugar y tenía que aprovecharlo. Si aquel era el precio a pagar por contar con la capacidad de cambiar el destino, lo aceptaría hasta sus últimas consecuencias.
La visión de los caminos era tan clara, que pude trazar rutas complejas a años de distancia. Por fin sabía lo que tenía que hacer para liberarte de la profecía, para encontrar a mi princesa perdida. Ya nada era descabellado o imposible. Lo escribí todo y carteé a mi Rey, en la redacción cimenté un hecho determinante para que el plebeyo cortara la cabellera dorada de Rapunzel y así ambos consiguieran el final que merecían."
—Fue tal y como lo había contado Rapunzel —se pensó la Reina, encajando las piezas. Elsa recordó la tirada del tarot que la sabia leyó para sí misma. A eso debió referirse la carta de la fuerza. A que tenía que mantener a raya la voluntad animal de aquella bestia que podía dominarla apelando a sus instintos más básicos—. Quizá por eso se mantenía comiendo todo el tiempo —razonó la monarca sacando conclusiones—. Cuando eso no bastaba, bebía, y cuando el alcohol no era suficiente...
Las páginas siguientes estaban manchadas de sangre seca y barro. La letra era difícil de leer. No había sido escrita con tinta y pluma, sino con grafito, o algún material semejante, de manera burda y presurosa.
"Sé que esto constará en mis archivos, pero debo aclarar que el motivo de mi huida de la Academia de los Vientos se debió al lío que se armó a raíz del incidente que tuve por agraviar a la hija del clan Hunter.
No pienso negar a estas alturas que me involucré con ella, eso sí pasó, fue cierto. Te sorprendería saber lo impetuosas que pueden ser algunas doncellas cuando deciden convertirte en el objeto de sus caprichos. Ella no pudo tenerme en el bosque bajo sus términos, pero cuando retorné de Craigh na Dun, haciendo gala de mis nuevas proporciones fue como si el diablo se hubiese apoderado de ella, algo en mi despertaba en otros alguna especie de fascinación que sólo puedo atribuirle a la magia, el deseo que le brillaba en la mirada no era natural, y tampoco me lo pareció el hambre que de pronto me mantuvo receptiva a sus avances, ajena a todo pensamiento racional o prudencia.
Eso que se había despertado en mi en las ruinas era primitivo, demasiado salvaje para poderlo controlar.
El estómago me dolía continuamente exigiéndome alimento, la garganta la sentía seca, ávida de un licor que ni siquiera toleraba, casi no podía razonar por lo mucho que necesitaba satisfacer las necesidades de mi cuerpo y en ese instante, esa fue mi perdición.
Me llevé a esa joven a un sitio oculto y la hice mía sin pensar en que ella era una hija de clan, o en lo que pudiera suceder. No me importó lo que ella sintiera siempre y cuando yo pudiera desahogarme. La ignoré enceguecida cuando su impetuosidad se fue convirtiendo en miedo. No me detuve cuando me pidió hacerlo, ni cuando le dio por gritar pidiendo que alguien la ayudase porque en mi interior bullía un deseo incontrolable por probar su sangre... Gracias a los dioses pudieron detenerme, pero aquello marcó mi libro con el crimen cometido en Skye. Me siento terrible por haberlo intentado. Yo... Debí haber muerto antes de convertirme en eso...
Fueron esas terribles acusaciones las que días más tarde me llevarían a encontrarme atada como un animal en la ciudadela de la academia, a la vista de todos. Corrí con la suerte de que las leyes de los sabios se antepusieran a cualquier otra, porque el castigo usual para mi naturaleza era la ejecución inmediata, y ningún académico en la tierra se habría atrevido a decapitar a la nieta de Jenell Frei.
No... En su lugar, me enjuiciaron por la religión y los cargos que se me imputaron y yo no me defendí. No pude hacerlo. La academia solo pudo protegerme de aquellas costumbres encargándose de asignar la penitencia, fue así como terminé con la espalda abierta a punta de latigazos."
—Pudieron haberla matado —jadeó Elsa imaginando con horror ese panorama. Recorrió los dedos por los manchones marrones que fueran años atrás la sangre de su morena herida. Era demasiada, le dio la impresión de que se encontraba muy lastimada al documentar aquello.
"Incapacitada por los azotes, me llevaron casi a rastras a Inglaterra, siendo necesario retirarme de territorio escocés cuanto antes. Mis acompañantes me contaron que mientras recibía mi castigo, perdí brevemente la conciencia y que por un momento no obtuvieron reacción alguna de mí parte, hasta que repentinamente enderecé la cabeza, como poseída por algún demonio y rompí mis ataduras como si nada exclamando en germano para después comenzar a moler a golpes a mis agresores. Aseguraron que fueron necesarios siete hombres corpulentos para volver a someterme, pero yo creo que fue una exageración de su parte.
Me dijeron entre risas que incluso al sacerdote alcancé a partirle la cara para cuando volvieron a sujetarme.
Yo no sonreí junto con ellos, aunque me insistían que el cuerpo es capaz de obrar de formas misteriosas cuando enfrentamos un peligro mortal.
No... Preferí guardar silencio porque solamente yo conocía la verdad. Ninguno de esos viajantes me dirigiría una sonrisa y me atravesarían en cambio con sus espadas si supieran lo que era yo en realidad.
Aquel despliegue resistiéndome a la justicia, por supuesto que me hizo ganarme otra tanda de azotes con flagelos que se llevaron consigo buenas partes de mi carne. Las heridas fueron tan severas que no creo poder recuperarme del todo. Si habré de conservarlas como una clase de estigma, serán el recordatorio de las consecuencias que debo afrontar siempre por mis actos.
Mi actitud durante la penitencia se ganó la compasión de algunos hermanos sabios e irónicamente fue así como obtuve finalmente su respeto. Ellos me ayudaron, sacándome de aquel territorio como lo harían con algún proscrito fiel a la causa. Me llevaron hacia el este, rumbo a la academia de la estrella. Estoy consciente que para cuándo llegue a Londres, la noticia estará más que extendida. Ya tenía la reputación de ser un problema por mi carácter, aunque esto será sin duda mucho peor. Aún si mi escandalosa desviación no quedó registrada en los libros con mi nombre, y sólo se escribió sobre mis terribles arranques de ira, mi verdadero crimen es un secreto a voces en aquellas Tierras Altas."
Elsa se cubrió los labios recordando la magullada espalda de su morena. Con frecuencia Kyla había hecho bromas sobre lo mucho que tuvieron que disciplinarla, pero hasta ese momento entendía lo que había implicado.
—Qué cosa tan terrible... ¡Dioses!... ¡Maldita sea!
La Reina cerró el libro con un movimiento ofuscado. Ya no soportaba seguir con eso. Se fue a los sillones que tenía dispuestos en la pared lateral de su despacho y se echó en uno, apretándose las sienes. Se sentía tan furiosa y dolida pero no pudo hacer otra cosa más que eso. Se quedó dormida un par de horas, cuando el reloj de pared indicó con sus campanadas que eran casi las tres de la madrugada. Se incorporó y caminó dando de tumbos hasta que logró afianzarse a su escritorio y tomó asiento ante él nuevamente. Cambió la vela, que estaba por terminarse y abrió el compendio, pasando las páginas hasta dar con el punto en el que se había interrumpido. La escritura seguía siendo un poco irregular, pero ya estaba hecha con tinta, la ausencia de sangre en el pergamino le indicó que al menos las heridas de la sabia ya habían sido limpiadas.
"Londres me recibió entre la agitación de una capital industrial y un cielo grisáceo cargado de hollín. Las últimas noticias informaban sobre la increíble reunión de Rapunzel con sus soberanos padres. Apenas tuve tiempo de alegrarme por eso.
Sucumbí finalmente en la academia de la estrella blanca con las heridas infectadas. El maestre alquimista de esa sede me metió un discurso que habría sido digno de mi padre, y aunque suene raro, de cierta forma logró confortarme. Me sentía tan caliente y cansada. Cerraba los ojos de tanto en tanto entre curaciones y heridas abiertas que necesitaban mantenerse ventiladas. No tengo idea de cuánto tiempo pasé así, durmiente sobre sábanas que tintaba con sangre de manera perpetua.
Elsa pasó varias páginas que estaban en blanco. Un par de ellas estaban manchadas de tinta o se veían maltratadas. Elsa frunció el entrecejo. La fecha de la entrada indicaba que había transcurrido casi una semana desde la llegada de la morena a Londres y parecía encontrarse todavía convaleciente en esa capital.
"En mi delirio afiebrado, reponiéndome como estaba en la academia, creí soñar que desafiaba a los dioses en el mar. Y luego te vi. Tenías esos pensamientos tan inquietantes y tu condición era tan precaria, sumida como estabas en la tristeza, dejándote morir, que tuve que hacer algo. Nunca había intentado alguna cosa semejante. Ni siquiera me sentía capaz, pero llegué hasta ti de alguna forma. Recuerdo haberme sentado a tu lado para escuchar tus penas. Tomé tu mano y te pedí que te quedaras pese a que tu no lo deseabas así. No te solté porque no era así como debías marcharte, no iba a permitir que ella te llevase, aunque terminases conmigo. Me incliné para besarte con la promesa de velarte y fue así como me llevé tu muerte. Yo no podía morir por lo que Hela había hecho conmigo, así que fue casi como cobrarle el favor."
Elsa lo tenía bien presente. Durante mucho tiempo creyó haberlo soñado, pero aquel instante sobrenatural entre ambas había acontecido realmente.
"Al salir de mi trance, por supuesto que ella ya me estaba aguardando. Hela estaba furiosa, no dejó de exclamar que yo era la más problemática de todas las que había tenido.
Quiso cobrarse en ese instante mi alma, pero no fue capaz de tocarme. Sus dedos no pudieron atravesarme la carne, como si algo me protegiera de su tacto. Por un momento la vi temerosa de lo que había pasado, pero entonces me sonrió y me dijo que, si no le temía a la muerte, aprendería la ironía de añorarla.
Y fue así que comenzó el dolor... Dioses... Nunca había sentido tanto dolor en la vida. Mi cuerpo se estremecía como si el simple roce de las telas sobre mi piel lo quemaran. Gritaba como una lunática que parecía encontrarse padeciendo gravemente el dolor de sus terribles heridas abiertas que no sanaban. Los sabios creían que las lesiones de mi espalda podían estar ocultando un problema más grave, así que me arrastraron a la casa de un viejo curandero que resultó ser un traficante de opio, en mi desesperación me orilló a consumir enervantes por primera vez.
Nunca había consumido drogas. Ni siquiera sabía cómo fumar tabaco común; pero esa primera vez, abriéndome paso entre una profunda oscuridad, fue que te vi... Estabas tan perfecta y libre que no pude contenerme en mi alegría. Recuerdo haberme postrado a tus pies completamente agradecida con los dioses. No pude dejar de mirarte, aunque tu gesto expresaba una profunda aflicción. Tú te disculpaste aunque yo no podía comprender el motivo. No tenía sentido preguntarlo. Estabas conmigo y eso era lo que importaba. Me mostraste las maravillas de tu magia y me hablaste del cazador. Me indicaste que tendría que profanar templos olvidados en el Mediterráneo para encontrarlo, pero que en el cementerio de los dioses yo descubriría toda la verdad."
Elsa fijó la vista en el pergamino. Kyla la había plasmado en la página, tal y como se veía en ese momento. Con un vestido de hielo y su trenzado congelado. A su espalda se podía distinguir el viejo sauce del jardín real. La Reina se turbó al notarlo.
Un toquido en su puerta la devolvió a la realidad. Elsa miró los alrededores, percatándose de que ya había amanecido. Gerda la riñó ceñuda entre reclamos, tuvo que llevársela casi a empujones hasta su alcoba para que la Reina tomara un baño e intentara dormir un poco. A regañadientes, la monarca accedió. Solo cuando su cabeza tocó la almohada, fue que se dio cuenta de lo agotada que se sentía. No había descansado decentemente desde su coronación y la suavidad de su colchón se lo había recordado.
Alrededor del mediodía, Anna entró a la habitación llevando una charola de comida. Elsa le agradeció la atención y puso a su hermana al tanto de lo que había pasado con Rapunzel y Elena la tarde anterior.
—¿Entonces Ky te dejó un libro que no debía leerse hasta el día de hoy? —inquirió la pelirroja arqueándole las cejas. Se inclinó hacia ella sin reprimir su curiosidad—. ¿Y qué cosa dice?
Elsa lo pensó un poco antes de dar una mordida a su tostada.
—Es como un registro de lo que Kyla hizo estos años en sus viajes —contestó de manera vaga.
—¿Es como un diario? —le soltó emocionada.
—Bueno... Sí.
—¿Y te confiesa su amor y eso?
—Ah... De cierta forma... —la rubia miró severamente a su hermana antes de caer en cuenta de lo que estaba haciendo—. No es un juego, Anna... Kyla pasó por mucho.
—¿Y por qué hasta ahora es que te cuenta todo? ¿Crees que lo que pasó en tu coronación fue parecido a lo que hizo con la princesa Rapunzel?
—Es lo que pienso —contestó Elsa resueltamente—, pero, siento que la profecía implicó otra clase de obstáculos... No estoy muy segura... Supongo que necesito seguir leyendo para enterarme de toda la historia.
La pelirroja asintió, mientras la Reina materializaba mágicamente su atuendo. Las hermanas caminaron juntas por el pasillo hasta que Anna se detuvo ante la escalinata.
—Voy a salir con Kristoff y Sven. ¿Quieres que traiga algo para que amenices tu lectura? —ofreció la muchacha de forma comprensiva.
—No, gracias —respondió la Reina con amabilidad—. Ustedes diviértanse.
Elsa se sonrió, se dirigió de nueva cuenta a su despacho y al libro de Kyla. Lo abrió, extendiéndolo en la página que había dejado separada.
"Deseaba tanto verte, que repetí esa experiencia más de una vez. Sin percatarme fui perdiéndome de a poco, presa de dos adicciones distintas que al final repercutían en mi cuerpo y juicio.
Supongo que así fue como inició mi descenso a los bajos mundos.
Jamás había soltado el control de mi mente de esa forma. Todo lo hice siempre de manera metódica, estudiada y solamente si era apegándome a una minuciosa planificación y de pronto... Ya no había nada... El opio... Me hacía dejarme llevar, no pensaba en posibilidades ni consecuencias, aunque estas de todas formas existiesen. Era de cierto modo liberador, a la vez que angustiante. Descubrí bastante sobre mí misma, aunque luego me pesara. La hierba me ayudaba a tolerar el dolor, pero mis ojos se cerraban a lo que era razonable y entonces todo lo que quedaba eran mis deseos más profundos.
Todas las verdades que intentaba negar, afloraban en la frustración que me provocaba no poder llevarlas a cabo. Fue un periodo muy oscuro para mí. Tuve que aceptar las debilidades que poseía para dejar de caer por ellas... Realicé un montón de actos cuestionables. Me perdí en un mundo plagado de placeres y malas decisiones. Podría asegurar que toqué el fondo de un abismo tan profundo, que, si no me hubiesen sacado a la fuerza, me habría quedado ahí atrapada para siempre.
Fue el arribo inesperado de mi abuela lo que me hizo entrar finalmente en mis cabales, tuve que pasar el mal trago de aquella situación humillante, que Jenell Frei se plantara ante mi cara, para levantarme de mi inmundicia y abandonar de una vez por todas esa capital industrial que me mantuvo cautiva más de lo planeado.
Tuve que enderezarme de entre los escombros que quedaban de mi nombre, pero a pesar de todo, tal eventualidad no logró desanimarme. En medio de las crisis siempre puede surgir la oportunidad. Hay un proverbio de mi país que dice que: Cuando tu reputación está arruinada, nada más la puede afectar; así que encontré la forma de utilizar todo lo que se pensaba de mí, para sacarle provecho.
Una sabia descarriada como yo podía deambular por cualquier sitio sin levantar sospecha alguna porque siempre se esperarían lo peor."
Elsa torció los labios otorgándole la razón con eso.
"Viajé hacia el sureste, recorriendo el Mediterráneo hasta que llegué a Egipto. De ahí me trasladé hacia el norte, rumbo a el Cairo en donde se encuentra la ciudad de Alejandría. Esa fue la cuna que vio nacer a los primeros Frei y quise conectarme con eso. Indagar sobre mi propia historia, aunque tuviera que ser de formas indirectas como esa. Me tomó tiempo cogerle el truco, pero tal idea me fue útil en más de una ocasión.
Se dice que, para vaticinar el futuro, se deben estudiar primero los hechos del pasado. Creo que estoy comprendiendo el significado de la frase."
Elsa abrió la boca en su asombro, admirando las imágenes que la sabia había plasmado con sumo detalle. Había pirámides, jeroglíficos, esfinges hechas con bloques de piedra gigantescos. Figuras de dioses viejos con cabezas de animales que contaban historias fascinantes. El tema pareció interesarle mucho a Kyla porque varias páginas se enfocaban en eso mismo. Era como un mapa mental que quizá para la morena tuviera bastante sentido. Por fin, más adelante, los desiertos fueron sustituidos por verdes campiñas de climas soleados.
"En Creta me encontré con la llave para asegurarme la entrada a los templos minoicos. Grecia tal vez se encontrara bajo control egipcio, pero bien podía servir de algo un príncipe salido de un Reino olvidado con una misión demasiado grande para él."
Un retrato de Titus sonreía de manera bobalicona junto al texto que lo describía. La leyenda (el idiota de los palacios) se leía debajo.
"El noble cretense me entretenía en su compañía y viajando a su lado fue que llegué a apreciarlo. Había pensado no involucrarme en su historia, pero al final cambié de opinión. Afortunadamente, él parecía ser diferente al resto de su familia. Titus nunca pensó que su padre lo había enviado a buscar hombres para meterlo en un laberinto del que no esperaba verlo regresar. Lo comprendí en cuanto vi las intenciones en el gesto que tenía el Rey Argus al recibirnos. Supongo que por eso decidí mostrarle al griego que mi cuerpo era indestructible cuando nos atacó la bestia. Lo necesitaba fuerte para que pudiera oponerse un día a su desalmado padre. Titus estaba muy desmoralizado cuando recién lo conocí, pero nuestros caminos tuvieron la gracia de cruzarse y a mí ya se me había antojado escribirle otro final. Él no se perdería como su hermana Galatea lo hizo en el pasado por la enfermiza influencia del Rey. Jamás vería el mismo fin. Tenía un año para prepararlo antes de que debiera poner en marcha todo. Si las cosas me salían bien, no sólo se haría justicia. Yo ganaría un hermano."
Elsa asintió como encontrándole sentido a la actitud que aquel príncipe cretense tenía con la sabia.
La Reina pasó las páginas que contenían pasajes anecdóticos entre ambos. A esas alturas de la lectura, Elsa había aprendido a distinguir las entradas que la morena parecía particularmente interesada en mostrarle en primera instancia. Sólo se detuvo un momento por la curiosidad que le provocó lo que había pasado cuando se apuntaron a un concurso en el que debían comerse un cerdo entero... La monarca negó con la cabeza, exhalando un bufido entretenido. Esos dos formaban un par desastroso, pero parecían complementarse muy bien. Siguió pasando las hojas del libro hasta que el viaje de la sabia volvió a ser en solitario y se encontró arribando en Suecia.
"Si en algún sitio fueron prolíficos los vikingos, ese lugar debió ser Suecia. No solo porque sus expediciones los llevaron más al este que cualquiera, sino porque esa tierra vio nacer a las runas. El regalo que Odín dejó para los hombres.
Los textos decían que en Västergötland podría encontrarme con la piedra Fyrunga, que relata el origen divino que tienen estos símbolos. Eso me hacía preguntarme si es que con mis ojos podría ser capaz de presenciar ese evento, aunque un temor reverente me advirtió de abstenerme de intentar tal cosa. En la Academia del Rayo encontré mucho material que podía servirme si es que sufriera algún problema al momento de traducir. Contaba con que el origen germánico que compartían nuestras tribus, no me dificultara demasiado la tarea."
Elsa recorrió las páginas con textos escritos en rúnico, estudiando los dibujos que los acompañaban. Parecía que Kyla se la había pasado recorriendo aquel país, recopilando toda la información pertinente sobre los círculos de poder y los usos que tuvieron los caracteres cuando se les llegaba a relacionar con la magia. Compiló una gran serie de creencias populares, pero no se leía muy convencida con lo que había obtenido. Por primera vez la morena hizo mención de encontrarse interesada en consultar sus dudas en el galdrabook. Lo que la obligó a trasladarse por el Báltico hasta Dinamarca, que era donde se rumoraba podía encontrarlo. Ahí la morena continuó su viaje por diversos monolitos rúnicos, moviéndose entre las islas y usando como sede principal la Academia de la Ola. Ahí logró desentrañar por fin el contenido del grimorium y fue de ese modo que terminó vertiendo en su manuscrito los talismanes protectores, que se sumaron a otros hechizos y rituales, tanto blancos como de sangre.
La monarca concluyó que el territorio danés mantuvo a la sabia bastante ocupada. Leyó con fascinación un pasaje en el que un antiguo asentamiento militar del medioevo cobraba vida ante sus ojos, y con angustia la entrada en la que relataba lo ocurrido cuando se encontró con el príncipe Hans. Aquella fue la primera vez que Kyla escribió abiertamente haber acabado con la vida de alguien, cuando tuvo que defenderse de un asesino contratado que la había emboscado en su posada; sin embargo, aquel incidente no se trató de un evento aislado. Si bien, esos territorios eran hostiles para los sabios, Elsa leyó con preocupación como Kyla también sentía un temor constante ante la facilidad con la que podía llegar a mancharse las manos con sangre.
Finalmente, ya con los dieciocho años cumplidos, Kyla regresó a Creta, en donde se reunió con Titus en la capital de Cnosos para completar la tarea que había dejado pendiente. Lo hizo justo durante el equinoccio vernal. Cuando el Ostara comenzaba.
Elsa se detuvo en la lectura. Recordaba eso. Así había comenzado todo.
"Soñé contigo. Lo había hecho antes en otras ocasiones. No podría presumir que esta ha sido mi primera vez, tú nunca me abandonas el pensamiento... y sin embargo... jamás te había sentido tan cerca y palpable como ahora. Tus palabras se quedaron grabadas en mi mente y en mi corazón. Y si se tratasen de la expresión de un sentimiento verdadero... Dioses, no sé si lograría resistirlo.
Necesito saber si ha sido real o si acaso es un rayo de luz que me brinde esperanza. Quiero creer. De verdad quiero creer que todo en este mundo podría ser posible."
Elsa curvó los labios en una sonrisa melancólica. Ella también se había sentido muy confundida y a la vez esperanzada. Le parecían muy lejanos esos días en los que su mente invadía dentro de los pensamientos de la morena y la acompañó durante sus andanzas en Grecia. Cuando se preguntaba sobre las emociones que sentía por ella. Cuando perdió el aliento al observarla etéreamente mientras la germana le entonaba una canción noruega de verano, danzando sobre la muralla de un castillo lejano azotado por las olas del mar.
Cuando se dio cuenta que se había enamorado perdidamente, casi como ella.
Elsa retornó la atención hacia la escritura. Kyla parecía mortificada por el hecho de que el cementerio de los dioses se hallara en un templo que yacía hundido bajo el mar. La morena pensaba que su ofensa hacia Ran podría ocasionarle inconvenientes. Si Hela y ella se dividían las muertes según sus circunstancias no le apetecía averiguar lo que representaría para ella morir en el agua y tener que pertenecerle a ambas; pero estaba decidida. De cierta forma confiaba en la resolución de sus mapas y en las precauciones que había tomado instruyendo a Titus.
"Cuando miré en lo profundo de esa cámara hundida y leí el mapa astral, pude ver a los pies de la estatua de Selene una figura brillante que me parecía familiar, tuve que entornar muy bien los ojos y contener mis emociones porque necesitaba conservar mi concentración; pero ahí estaba, tan claro como siempre lo vi siguiéndote los pasos, siempre a tu lado, guardándote cuando éramos niñas.
Era un irbis albino que me estudiaba con fascinación, tu fylgja.
No lo entendí al principio, pero luego caí en cuenta que debía tratarse del mismo felino que me estuvo siguiendo todos estos años. Su presencia era una proyección muy tenue del que se había quedado ahí, aguardando. Casi como si lo hubiese conjurado. Ese gato brillante salió de mis espaldas y se reunió con el irbis hasta que se hicieron uno.
El animal me devolvió un gesto de profundo entendimiento que me hizo comprender lo que ocurría en realidad. Me di cuenta que mi empresa se había vuelto mucho más grande de lo que había imaginado, que tu papel en mi viaje era sumamente importante."
Elsa enarcó las cejas sin comprender lo que había leído, quiso saber más, pero sabía lo que se leería inmediatamente luego de eso, el derrumbe del templo y la hazaña de Titus, devolviendo a Kyla a la vida. Lo que siguió a eso fueron días de calma que duraron poco pues la sabia había recibido correspondencia de una preocupada regente que ansiaba respuestas a preguntas demasiado difíciles de formular.
"Me ahogué en el templo de Mykenai y casi que no viví para contarlo. Ojalá que Ran me dé por muerta el tiempo suficiente como para darme oportunidad de navegar. No dejé de releer tu carta, ni de formularme preguntas con eso. Fue completamente extraño para mi ignorar las posibilidades que se puedan desprender de este suceso, pero jamás podría dudar de tus intenciones, así que decidí responder a tu llamado. No puedo creer que luego de diez años, por fin zarparé nuevamente hacia Arendelle. El corazón lo siento rebosante, cargado de una emoción que no sentía desde niña."
Elsa recorrió las páginas presenciando las imágenes y los textos que Kyla capturó arribando a los fiordos noruegos. Había notas del terreno en donde anotó nombres de barcos y las naciones a las que pertenecían. Sus ubicaciones exactas se encontraban marcadas. La Reina cayó en cuenta que esas naves se encontrarían hundidas y emergerían justo bajo sus pies meses más tarde.
La monarca desdobló un pergamino largo adherido a esa parte del libro. La ruta hacia la montaña del norte estaba perfectamente trazada. Cada vereda, cada árbol, cada cofre enterrado que Elsa usó para mantener el ritmo de su ascenso. Todo estaba ahí. La Reina pensó en todas las ocasiones que la morena se escapó de expedición sin consultarla. Seguro había estado trabajando en eso.
Había en otra página una lista de artículos a comprar y la cantidad de oro necesario para cubrir el monto. Todos eran de primera necesidad durante el invierno y para excursionar. Una nota añadida decía: dejar completamente sin reservas la cabaña de Oaken (que también es sauna... ¿Cómo pudo tener esa idea genial?)
Elsa se sonrió, siguió pasando las hojas. Nombres, fechas, cantidades, rostros... Más que nunca, la Reina encontró información completamente detallada... Y al mismo tiempo muy austera en cuanto al pensamiento de la morena. Parecía que una vez estando en Arendelle, tan cercana a su presencia, la germana se había tornado totalmente introspectiva. Más de una vez Elsa la vio perdida en sus pensamientos, preguntándose las ideas que meditaba durante esos silencios en los que parecía tan seria y agotada.
Elsa pasó dibujos de los muelles y el halling durante los festivales de Mayo. Una ilustración la captaba a ella misma perfectamente con su vestido de fiesta y el cabello trenzado sonriendo con timidez. La Reina se estremeció avergonzada. Su gesto habría sido muy distinto de haber sabido que la morena la inmortalizaría de esa forma.
"Probar tus labios y sentir que un beso tuyo podría arrancarme del Helheim para llevarme al cielo en un suspiro...
Que Freyja bendiga siempre esa boca tuya que me da la vida. Reina mía, le pido a los dioses que nunca dejes de besarme."
Los labios de la monarca cosquillearon en reacción a esas palabras. La joven los rozó con las puntas de los dedos, percibiendo un repentino vacío que le sacudió el estómago.
Extrañaba tanto sentirla de esa forma...
Seguidamente, se ilustraban las cartas del tarot que la sabia había leído para ambas. Bajo cada arcano se encontraba su significado y lo que habían querido decir en su conjunto.
Elsa frunció el entrecejo al leer el sombrío destino que se le auguraba a la sabia blanca, con el añadido de la carta del colgado.
Junto a esa entrada estaban escritas diversas cantidades medidas en gramos que parecían administrar una suma total. La Reina dedujo que aquello tenía que ser el opio que Kyla hubiera llevado consigo. Por el número de intentos que la joven leía en el pergamino, la morena debía sentirse nerviosa porque los aumentos en las dosis amenazaban acabar con su provisión con demasiada rapidez. Hacerse de más hierba no parecía una buena opción. La germana marcaba al ama de llaves del castillo y al director de la academia de la luna como vigías ciertamente peligrosos.
El dibujo de un lobo negro echado en un montículo nevado se apreciaba a continuación. Un irbis blanco y moteado, estaba acurrucado a su lado, haciéndole compañía.
"No podría comparar nada de lo que he experimentado en este mundo o en cualquier otro con la sensación cálida que me produce por las noches tu cuerpo durmiente aferrando al mío, incluso en su helado roce, el sentimiento que emana de tu interior, me conforta justo cuando más lo necesito. Me siento curiosamente protegida yaciendo así entre tus brazos. No recuerdo cuándo fue la última vez que pude dormir más de unas cuantas horas. La muerte me sigue recordando la deuda que tengo con ella en mis sueños, pero contigo me siento tranquila.
Como si hubiera regresado a mi hogar, de donde nunca debí haber partido."
Las páginas siguientes estaban llenas de frases con proverbios germanos y los preceptos que juraba seguir todo sabio encadenado. Kyla los había escrito una y otra vez como si hubiera necesitado escribirlos de esa forma para recordarlos. La caligrafía se iba volviendo más temblorosa por los renglones inferiores. La tinta se había chorreado en la última frase que se leía inconclusa.
"Creí que podría manejarlo, pero mi fuerza de voluntad dejó de bastarme. Los sentidos me traicionan diariamente exigiéndome la droga. Soy consciente que debo mantenerme despierta en tu cercanía, pero tal cosa se vuelve más difícil a cada instante que debo vivir soportando la abstinencia.
La fuerza de la bestia se contrapone a mi debilidad. Padezco un hambre que no logro saciar con nada, me agobia una urgencia repugnante de sentir sangre caliente entre los dedos. Asesinar algo, destrozarlo y comer su carne. Dioses, ese deseo bestial me consume y me asquea en esa necesidad tan insoportable. Me estremezco como un animal en celo buscando un alivio sexual que me sobrepasa y que me niego a satisfacer contigo de esa forma, aunque casi ni puedo pensar de lo mucho que necesito desbordarme. Es evidente que el jöttun trata de prescindir de mí y es sumamente doloroso. Comencé a padecer un dolor angustiante y terrible. Decidí aumentar las dosis de opio y rezar porque los dioses me ayuden a resistirlo."
Nuevamente se veían los cálculos en gramos enlistados. Las cifras eran esta vez más altas, por lo que se dividía en menos partes. Los proverbios germanos y los preceptos académicos volvían a hacer acto de presencia.
"No recuerdo muy bien lo que pasó estos días. Se está volviendo algo común en mi últimamente. Por lo que pude comprender del interrogatorio de Ozur, he comenzado a perder el control. No he podido frenar el deseo de la sangre y casi he vuelto a matar. No puedo caer de nuevo en eso.
¡No puedo!
Jamás me sentí tan avergonzada como lo hice al ver tu expresión decepcionada. Voy a dejarlo, tengo que dejarlo. Sé que puedo hacerlo. No consumiré más. Freyja, por favor, ayúdame a ser fuerte y soportarlo. Por favor...
Ayúdame..."
Elsa torció las cejas en su aflicción, mientras recorría con la mirada cobalto un calendario con los días tachados. Cifras de dosis bajas en opio y altas en tabaco se proporcionaban en distintas listas. Su morena había sufrido mucho ese periodo de abstinencia . Fue difícil sobrellevarlo; pero tenía claro que no quería dejarla sola pasando por eso. Tiempo después se pronunciaron promesas, tomadas de las manos antes de dejarse llevar hasta el lecho y entregarse la una a la otra por vez primera.
"Siento el pecho retumbante ante el recuerdo de lo que sucedió anoche en estos aposentos. No pude dejar de conmoverme, aún sí es porque mi cuerpo no estaba preparado para soportar tanta dicha... Si se trató de un sueño, espero no despertar en mucho tiempo, y si ocurrió todo estando despierta, espero que me impidan dormir...
No soy una persona digna, nunca me he considerado así, ni siquiera cuando intenté ocultar mis debilidades bajo una actitud soberbia en el pasado, siempre temí que este sentimiento que idolatro tanto no pudiera alcanzarme de verdad, y, sin embargo, ha logrado atravesarme por completo...
Jamás creí que algo como esto pasaría. Para mí ya sólo quedaba la resignación, pero sigues siendo mi luz en esta penumbra desesperante. Siempre tú, mein Schatz.
Te amo tanto, Elsa Arnadarl. Lo hago con cada fibra de mi ser. Y es con todo el dolor de mi corazón que le suplico a los dioses me permitan quedarme."
Elsa recorrió las páginas siguientes, había textos ilegibles salpicados de tinta y tachonados que se mezclaban con una caligrafía más comprensible, aunque seguía sin parecerse a la escritura normal de Kyla, varias páginas exhibían rayones perturbadores que parecían sacados de alguna pesadilla. La rubia arrugó el entrecejo, estudiando con fijeza las partes que podían decirle algo entre aquel caos. Enfocando la vista, movió los labios al intentar leer diversas líneas en germano.
"Der Jäger wußte alles... (El cazador lo sabía todo...)
Warum?... (¿por qué?...)
Warum musst du mich so bestrafen? (¿Por qué tiene que castigarme así?)
Ich kann nicht so viel Schmerz ertragen. (Ya no puedo soportar tanto dolor.)
Meine Zeit läuft ab. (Mi tiempo se está terminando.)"
La página arrancada con la transcripción de las runas protectoras de galdrabok iría justo ahí según los vestigios de las roturas que se exhibían en la encuadernación.
Kyla había ganado más tiempo gracias a los cabellos que Elsa bordó sobre su capa de sabia. Por un momento la Reina creyó que eso bastaría para mantener a la morena a su lado. Pero la llegada del otoño les demostró lo contrario.
"Siempre he pensado en la muerte. No por temerla, sino por fascinarme, porque es inevitable, aunque para mí se convirtiera en un estado inalcanzable, para alguien como yo que fue despojada desde infante de la capacidad de dejar este mundo, vivir se convirtió en una especie de sueño del que sabía que tarde o temprano inevitablemente despertaría.
¿Moriría hoy? ¿Lo haría mañana? Podría pasarme horas en mi morbosidad pensando en cómo sería, cuándo, si me daría cuenta o si simplemente en alguna ocasión abusaría de mi don inmortal y ya no me levantaría. Desde que vi a Hela y me supe con los días contados, cada paso en el camino lo he dado como si fuese el último, como si jugara constantemente con un revólver en la mano, esperando por la bala en mi sien que le ponga fin a todo.
He vivido años angustiosos, sopesando las decisiones que he tomado y en la responsabilidad de ser consciente de los alcances de cada una de ellas, del descaro de cargar encima tantos crímenes y pretender salir bien librada de eso. Constantemente me vi atormentada por la idea de que la suciedad de mi alma mancillara la tuya y te arrastrase conmigo al infierno, donde habré de congelarme. Me desconsoló hasta el alma que la runa que bordaste en mi capa te expusiera a tal peligro del que no tuve más opción que liberarte, justo cuando tú me cobijabas con el amor y el entendimiento más sincero, aun siendo consciente del gigante contenido en mi cuerpo y de mi pertenencia a la señora del Helheim.
No pienso en si Hela será justa o no al llevarme, sino en todas las formas en las que se ha conducido con piedad en la naturaleza y en quienes no han tenido que cargar con una deuda suya. A veces me pregunto si de haber sido obediente y dócil ante ella habrían sido diferentes las cosas o es que mi egoísmo estuvo plenamente justificado.
Pienso en quienes a pesar de todo han llegado a amarme y lamentarán mi destino. Mis padres, mis amigos, tú... En si lo que sea que quede de mi al final será suficiente para extrañarse o si sería mucho más sencillo renegarlo. En si seré recordada o quedaré en el olvido. Si mi existencia será la mía o se perderá en la gloria de hazañas que ni siquiera se enlisten bajo mi nombre.
Y tengo miedo de marcharme así. En silencio, en la oscuridad que me aterra tanto, unirme a esas sombras que inician y acaban en ella. Volverme una de los suyos, una pesadilla helada que atormente a quienes deban arrastrarse hasta su reino. Tengo miedo de morir así, pero temo más al hecho de hacerlo con miedo. De pasar al otro lado sabiendo que le temí tanto a equivocarme en la vida y no ser capaz de apreciarla como el instante efímero y valioso que hay que aprovechar sin arrepentimientos.
¿Cómo pudo una muerta en vida conocer el amor y llegar a pertenecerte de esta forma? Es un misterio que aun cuando cargue con grilletes en el infierno, me encontraré sopesando.
Porque cuando mi voz deje de escucharse, cuando muera, mi corazón probablemente te seguirá buscando a través del tiempo..."
Los ojos cobaltos de la Reina se llenaron de lágrimas. Casi pudo sentir las manos de la morena, rodeándole los hombros en un intento por confortarla.
"Lo siento mucho, amor. Por todo.
Sé lo mucho que te afectó que yo callara, la intranquilidad que te arrebató el sueño. Las dudas que ensombrecieron tu corazón; pero esta carga habría de ser sólo mía, es con la que un ser maldito como yo tiene que lidiar.
El silencio es el precio a pagar por el conocimiento. Enterarse de los pormenores de un suceso vaticinado puede ocasionar que este cambie. Y era tu vida la que los dioses se jugaban en el tablero del destino. No iba a correr semejante riesgo teniendo una apuesta tan importante sobre la mesa.
Me pareció una verdadera locura cuando lo pensé por primera vez. Esto es demente, Elsa, pero al parecer dio resultado porque lo hice sin titubear. ¿Comprendes eso? Vas a tener que convencerme muy bien. Levantar castillos de hielo en el cielo, desplegar tu libertad. Asegurar que conoces el paradero del matagigantes. Lo que sea que tengas que hacer para que la idea se fije en mi mente.
Necesito creer."
Los ojos de Elsa se dilataron como los de un gato. Contuvo la respiración leyendo con sumo cuidado las últimas palabras de aquel compendio que ya estaba llegando a su final.
"Debes hacerlo todo al pie de la letra sin importar lo que conlleve. Las cosas deben acontecer tal y como la primera vez. Elsa, es esencial que sea de esta forma. No importa lo mucho que te veas tentada.
Solo tenemos una oportunidad.
Confía en mí, amor. Sé que yo así habré de hacerlo."
Elsa se enderezó en un movimiento y salió del despacho hecha una exhalación. Llevaba el libro semiabierto mientras bajaba a toda prisa por las escaleras. Se detuvo en el vestíbulo para recuperar el aliento.
"Ve a nuestro sauce, busca nuestra marca grabada en su cuerpo. Pálpala con tus manos. Procura pensar en mi mientras lo haces."
El árbol del jardín real se mantenía en penumbras, nada parecía haber cambiado en él desde que se secara la madrugada en que Kyla dejó de ser ella misma.
Elsa lo había congelado todo como si aquello debiera respetarse. Le había construido un mausoleo helado para que el árbol se preservara por siempre.
La Reina hizo una floritura con la mano y el hielo se recogió en sí mismo hasta que se desintegró por completo en el aire. La monarca revisó ansiosamente la madera, buscaba esas tres espirales que representaban la eternidad del amor.
Sus dedos temblorosos se crisparon en el aire al encontrar la marca tallada en un nudo rugoso
"Und so, meine Liebe, wie Sie es geschafft, Ihr Ziel zu ändern (Y fue así, amada mía, como logramos cambiar el destino)
Todo está por terminar, mein Schatz.
Pero debes iniciarlo."
Elsa se estremeció conmovida.
—Debí juzgarla por sus actos y no por sus palabras...
Elsa colocó la palma de su mano sobre el tronco del sauce congelado, cerrando los ojos. Tomó aire, a la vez que centraba sus pensamientos y los enfocaba en su sabia.
Una luz blanquecina iluminó la silueta del árbol que se estremeció con un crujir de ramas y hojas. El sauce parecía revivir a cada segundo mientras el tiempo daba marcha atrás. Aquella refulgencia dentro de la madera se desparramó sobre el piso y se agitó buscando cobrar forma a los pies de la Reina.
Los ojos cobaltos de Elsa se dilataron cuando vio ante ella al leopardo de las nieves materializándose en su enigmática y silenciosa contemplación.
—Eres mi fylgja —susurró Elsa, frunciendo el entrecejo de manera desconcertada—. Estuviste todo este tiempo aquí...
El animal resplandeciente golpeó gentilmente con la cabeza la mano que Elsa había mantenido abierta en su estupor.
—No —se contestó mirando al lobo de lomo negro que la vigilaba a la distancia—. Estuviste conmigo hasta que debiste irte con Kyla... Ella te vio durante sus viajes, escribió sobre ti. Tu parecías saberlo todo...
...Como yo lo sé todo ahora.
El ambiente se oscureció de pronto mientras una gran cantidad de líneas luminiscentes se trazaron cubriéndolo todo.
Una corriente gélida se desprendió del cuerpo de Elsa, perdiéndose en aquel extraño vacío.
Una figura lejana se acercaba a trote veloz para encontrarla entre la inmensa oscuridad que se cernía, sobre todo. Sus pisadas se iluminaban tenuemente antes de ser devoradas nuevamente por las sombras, pero ella seguía avanzando como si no se diera cuenta del camino o más bien no le importara. Elsa la distinguió mejor, era una joven mucho más alta que ella, de miembros delgados, ropas rojas, amplia sonrisa y ojos chispeantes color púrpura, los cuales se perdían por momentos debajo de esa larga melena color azabache que se agitaba con el viento helado. El medallón dorado que le pendía del cuello emitía un suave tintinear en su sobresalto. Elsa no pudo evitar mirarla con el más profundo de los afectos.
Aquella era la Kyla Frei de cuatro años atrás. La que probablemente recién estaba iniciando su viaje para salvarla. Elsa contuvo los deseos de arroparla entre sus brazos. Se veía tan joven en sus dieciséis otoños cumplidos. Resultaba chocante para la monarca darse cuenta que en ese momento ella tenía veintiún años, se sentía libre y orgullosa de sus poderes haciendo ese despliegue mágico y estaba vestida de una forma que ni Kyla ni nadie le había visto nunca. La muchacha germana no dejaba de admirar a Elsa en su asombro y emoción y eso ocasionó que, en la Reina, el corazón se le agitara por el mismo sentimiento, porque para ella también resultaba muy emotivo ser capaz de estar ahí y mirar a su audaz morena de esa forma.
Finalmente, Kyla se desplomó ante ella, clavando una rodilla sobre la tierra. Su semblante reflejaba una sensación de profundo alivio y emotividad.
—Mi Reina —exhaló Kyla al alzar la vista para contemplarla con los ojos llenos de lágrimas—. Eres tú...
Elsa le asintió cariñosamente, sonriéndole con benevolencia.
—¡Estás viva! —exclamó la morena debatiéndose entre la risa y el llanto—. ¡Dioses!, por un momento creí que ella...
—Shhh... todo está bien —la acalló la Reina al inclinarse para confortarla. Le acarició la mejilla humedecida, sonriéndole con gratitud—. Gracias a ti —añadió en un susurro.
Y fue entonces que Elsa lo comprendió todo.
Había sido ella quién había enviado a Kyla a cimentar los caminos —pensó en su estupefacción— Fue ella la que, en ese momento, con los conocimientos del libro que la sabia logró escribir en el presente, encontró las respuestas y la mandó de esa manera a buscarlas en el pasado. El corazón le martilleaba en el pecho a Elsa mientras más sentido cobraba ese razonamiento en su mente.
Habían creado de alguna forma un momento cíclico en el tiempo, pero que se volvió determinante para sortear la profecía y alcanzar su fin.
No cabía duda que eso era la magia más increíble que había presenciado Elsa hasta el momento, era casi como contar con una segunda oportunidad.
Era un milagro.
Uno verdaderamente costoso que fue pagado con la sangre y el cuerpo de Kyla, se horrorizó Elsa al sopesarlo. Eso quería decir que había sido ella misma la que la hizo correr esos peligros y exponer la vida tantas veces, cometer esos actos violentos, las manipulaciones, los desméritos, las omisiones, soportar el dolor y los reclamos por la críptica forma en la que tuvo que manejar las cosas en bien del futuro que estaban construyéndose entre las dos aunque Elsa no lo supiera sino hasta ese día, Kyla tuvo que padecerla a ella en sus peores momentos, tuvo que pasar por tanto aun cuando su cuerpo y mente estaban ya tan desgarrados y su espíritu consumido.
Lo había hecho todo porque creyó siempre en ella. En que ese trance le revelaba su victoria.
Elsa sintió que la garganta se le hacía un nudo.
No entendía cómo era posible una cosa semejante. Trató de penetrar en la cabeza de esa muchacha enamorada. Kyla lo hizo todo sin dudarlo ni por un momento, con toda la fe puesta en que aquel instante sucedería, todo con tal de que Elsa tuviera la información precisa en el momento justo, retirándose de su lado solamente cuando todas las piezas estuvieron puestas en su sitio y pudieran comenzar a jugarse. El sentimiento se le clavó a Elsa en el pecho tan solo de imaginar lo que aún le aguardaba a esa inocente muchacha que la miraba con profundo anhelo, expectante de sus comandos.
—Siento mucho haberte puesto esta carga encima —susurró Elsa en su lamentación, disculpándose con la sabia del pasado que cuatro años más tarde se encontraría agonizante en algún lugar lejano—. Haberte causado tanto daño...
Kyla meneó la cabeza y le sonrió a Elsa con la mirada brillante. La Reina era consciente que esa sabia era capaz de ir y volver desde el infierno si es que ella por capricho le pidiera poder ver más de cerca las llamas de dicho lugar. Pero en ese momento en específico, esa morena necesitaba recibir una misión importante. Elsa la tomó de la mano para ayudarla a levantarse. Respiró profundamente antes de hablarle.
Sabía qué era lo que tenía que decirle.
Y entonces la Reina le contó todo tal y como lo había leído. Alzó su castillo de hielo hasta las nubes, mostrándole a la sabia el amanecer. La llevó hasta un bosque congelado en donde le advirtió sobre la bestia y la encomendó a buscar a quién sería capaz de matarla.
El viento arreciaba a sus espaldas, cuando el irbis luminoso se frotó contra el costado de su dueña.
—Ve con ella —respondió la Reina, acariciándole el grueso cuello—. Guíala tal y como fue escrito.
Cuídala bien.
Kyla extendió la mano cuando la corriente nevada la alzó por los aires.
—Elsa, ¿volveré a verte alguna vez? —le gritó entre la agitación de vientos silbantes.
—Siempre —contestó la Reina, alzando la mirada—. Aunque llegue el momento en el que tengas que lamentarlo.
—¡Eso nunca! —replicó la morena, agitando la cabeza—. ¡Todo lo que deseo es vivir y morir a tu lado, Elsa!
—Entonces vive, sabia —le dijo con la mirada brillante—. Tienes que vivir —le soltó como un comando. El cuerpo le temblaba de rabia—. Debes resistir y esperarme.
Hazlo por mí.
Kyla jadeó y desapareció con una corriente que debió arrastrarla de vuelta a su tiempo.
Elsa inhaló profundamente cuando abrió los ojos y retornó a la realidad. Se aferró al tronco del sauce y entonces lloró. Se lamentó sobrecogida por la magia y por lo que había hecho. Ahora comprendía que aquello había funcionado porque Kyla ignoraba lo que pasaría luego de dejarle la última pista ahí.
Porque las indicaciones de la Reina solo cobrarían sentido para Kyla hasta el momento de llevarlas a cabo y Elsa las ignoró todo el tiempo hasta ese día.
Era tan astuto, pero tan difícil...
Anna salió corriendo al encuentro de su hermana, la rodeó con los brazos completamente sorprendida de ver intacto al viejo sauce. Estrechó con fuerza a la rubia, mientras ella sollozaba sobre su hombro.
—Elsa, ¿qué te ocurre? ¿Qué ha pasado aquí?
—La he matado yo, Anna —susurró la monarca, afligida—. Dioses... No puedo creerlo...
—¿Pero qué cosas dices, Elsa? —soltó nerviosamente la muchacha.
—Kyla... Ella... Dios mío... Debo hacerle saber que recibí su mensaje, que todo salió como ella... Y yo... No puedo seguir aquí sabiendo todo esto. No puedo dejarla sola ¡Tengo que hacer algo!
—Entonces hazlo —respondió con lógica la pelirroja—. Eres la Reina, Elsa, nadie puede interponerse en tu camino.
La monarca se quedó resoplando un minuto doblada sobre las rodillas. Se observó las pálidas manos que cerró decididamente en puños que exhalaron una corriente gélida a su alrededor.
Elsa alzó la vista. Los cabellos y las prendas de las hermanas se agitaban con el viento helado que soplaba y silbaba perdiéndose en el mar.
—Anna —pronunció la Reina por sobre su hombro—, necesito que busques a Kristoff y le informes que debe preparar y aprovisionar el trineo lo más rápido que pueda. No importa si necesita más bestias además de Sven.
—¿A Kristoff? —barbotó la pelirroja, confundida.
Elsa acarició la marca grabada en el árbol y asintió, girándose para encararla
—Parto ya mismo hacia Corona.
