Hola a todos, aquí SilentDrago. Gente, a diferencia de muchos otros autores, no soy de los que escribe capítulos especiales basados en fechas importantes, pero el día de hoy vamos a romper la tendencia con un especial de Navidad. Ojalá sea de su agrado. Sin más dilación, los dejo para que lean y nos vemos abajo con más.
Navidad estilo Otonokizaka
Era la víspera de Navidad en la región de Otonokizaka. En la mayoría de las casas, personas y Pokémon se reunían para compartir un momento de alegría y optimismo. Por supuesto, las celebridades locales no se quedaron ajenas a los acontecimientos; todas en distintos lugares de la región preparaban copiosas cenas y los últimos regalos para sus seres queridos.
Ciudad Nyanya
El gimnasio local estaba cerrado para los retadores. Sin embargo, las instalaciones no estaban vacías.
Rin y Hanayo, líderes de gimnasio de Nyanya y Tasukete respectivamente, colocaban los últimos platos en una mesa ubicada en la parte trasera. Los Pokémon de ambas las ayudaban cargando las copas, los vasos y las botellas. Había mucho movimiento de parte de todos, incluso el Scraggy de la pelinaranja estuvo a punto de resbalarse con su propia piel suelta y causar un desastre. Afortunadamente para él, la intervención del Quilladin de la castaña impidió que la celebración se arruinara antes de empezar.
Minutos después, la mesa de Navidad relucía con luz propia, producto de toda la comida y las decoraciones que tenía encima. Los Pokémon no pudieron evitar lanzar ruidos de admiración.
—¿No se ve hermosa nuestra mesa, Kayo-chin? ¡Tendremos una cena exquisita, nya!
—Sí, tiene un aspecto muy lindo, Rin-chan.
—Entonces, ¿nos sentamos? Tengo hambre, nya.
—Hagámoslo.
Las chicas se ubicaron una frente a la otra. Cerca de ellas, sus Pokémon aguardaban para degustar sus comidas especiales.
—¿Quieres un trago de cola de Mankey, Kayo-chin?
—¡Mankey! —exclamó el Mono Cerdo de Rin.
—No, tranquilo, Mankey, es una bebida. ¿Kayo-chin?
—Dame una copa, por favor.
La ojilimón tomó una botella y le sirvió un poco a Hanayo.
—Gracias, Rin-chan.
—Lo que sea por mi novia, nya.
La castaña se sonrojó.
—Ahora que estamos prontas a cenar, quiero decir unas palabras. Kayo-chin, este último tiempo ha sido de locos. Hicimos el intercambio…
—¡Quilladin!
—¡Shroomish!
—…, conocimos a una retadora que pasó a ser una amiga para nosotras y aceptamos nuestros sentimientos. —Sonrió con delicadeza—. Estoy muy feliz de que me dijeras que sí y eligieras ser mi compañera de vida. Prometo que, aunque vivamos en ciudades diferentes, me esforzaré por verte cuanto pueda y hacerte feliz hasta que Arceus nos reciba.
—Rin-chan… —Hanayo se veía emocionada—. Yo también prometo hacerte feliz mientras viva y ser una buena novia contigo.
Los Pokémon de las chicas celebraban.
—¡Salud!
La pareja hizo chocar sus copas y bebió su cola de Mankey de una sola vez. El grupo de Pokémon, por su parte, brindó ya fuera levantando los vasos con agua que tenían o un puñado de su comida.
—¡Ractus! —El Maractus de la líder tipo planta señaló al techo; sobre la cabeza de Rin había una rama de muérdago.
—Mira, Kayo-chin… ¿Sabes lo que eso significa?
—Rin-chan, soy especialista en vegetales. Por supuesto que lo sé.
Se acercaron lentamente y se besaron en los labios con suavidad. Tardaron unos cuantos segundos en separarse, tras lo cual se rieron como las jóvenes enamoradas que eran.
—… Ahora ¿empecemos a cenar? —preguntó la líder tipo lucha.
—Empecemos. No podemos dejar que la comida se enfríe.
Se sentaron y comenzaron su esperada cena. Para ellas, la víspera de la Navidad no podía ser más perfecta.
Ciudad Harasho
En la helada ciudad Harasho, Eli y Nozomi caminaban tomadas de la mano en dirección a la plaza local. La nieve caía en finos copos a esa hora, dándole a las calles un aspecto blanco inmaculado, casi como el de un sueño.
—Agradezco que te hayas tomado un tiempo para venir a verme, Nozomi.
—No podía dejar a mi novia sola en Navidad. Considérame tu regalo adelantado.
La rubia se sonrojó. Su bufanda la ayudó a ocultar en parte ese color rojo.
Varios niños con sus padres caminaban por ahí. Unos cuantos corrían emocionados por llegar a casa y abrir pronto sus regalos. Eli y Nozomi, en cambio, avanzaban a su ritmo; querían aprovechar el tiempo juntas lo más posible.
—Por cierto, ¿cómo crees que le esté yendo a Alisa-chan? ¿Alguna noticia de ella?
—Habló conmigo hace poco y me dijo que tuvo su primera competencia oficial en un concurso. Lamentablemente perdió.
—Qué lástima… Pero ella es una chica muy hábil. Sé que será una gran coordinadora en el futuro.
—Sí…, lo será.
Cuando las chicas llegaron a la plaza, se encontraron con varias personas. Algunas las reconocieron y saludaron, gesto al que correspondieron. Todas ansiaban ver lo mismo que ellas: el árbol de Navidad gigante encendido en el centro.
—¡Mira, Elicchi, ya prendieron las luces!
—De eso me doy cuenta. Ven, busquemos un sitio donde podamos ver mejor el espectáculo.
Alrededor del árbol, un grupo de Clefairy con gorros de duende bailaba en círculos, aumentando el atractivo del conjunto. Se escucharon sonidos de admiración de los presentes, incluyendo las dos líderes de gimnasio.
—Es hermoso…
—No tanto como tú, Nozomi.
La pelimorada fue sorprendida con la guardia baja; ella era la que estaba acostumbrada a provocar los sonrojos.
—Pero… Elicchi es más hermosa.
Eli la besó en la mejilla.
—Ojalá podamos pasar muchas más Navidades juntas.
—Yo espero lo mismo, Elicchi. Ahora…, ¿puedes darme otro beso? Pero esta vez que no sea en la mejilla.
Ni corta ni perezosa, la rubia tomó el rostro de su novia y la besó en los labios con todo el amor que pudo transmitirle. No le importaba que alguien la viera; su relación era algo de conocimiento público en la ciudad.
—Qué efusiva. —Nozomi sonrió pícara.
—Una chica como tú se merece todo lo que pueda darle.
—Y… ahora que ya vimos el árbol, ¿qué tal si regresamos al gimnasio para la cena?
—Me parece bien.
—¿Nos vamos caminando o le pedimos a Al-kun que nos teletransporte?
Eli lo pensó un poco.
—Vayamos caminando. Quiero tenerte un rato más solo para mí.
Ciudad Nanisore
—Va a venir… Va a venir… ¡Santa-san va a venir a traerme mis regalos!
—¡Por favor, Maki-chan, deja de hacer tanto escándalo! Además, él solo les trae regalos a los niños. Tú ya hace mucho que no lo eres.
La pelirroja hizo un puchero.
Debido a las fechas, las familias de ambas líderes de gimnasio se juntaron para celebrar en grande. Hacía poco, las chicas les habían contado a sus parientes sobre el intercambio: la madre y las hermanas de Nico celebraron, mientras que su hermano se mantuvo indiferente como siempre. Por el lado de Maki, su madre se sorprendió y su padre levantó una ceja.
—¿No se estarán apresurando? —les preguntó el doctor aquel día.
—No, estamos muy seguras, papá. Quizás seamos jóvenes, pero ya nos conocemos lo suficiente como para no arrepentirnos de nuestra decisión.
—Su hija y yo nos conocemos demasiado, doctor. Los defectos y las virtudes. Ya no concibo mi vida con otra chica que no sea Maki-chan y estoy segura de que ella opina igual.
Aunque hubo más reparos, al final la pareja los pudo superar. Prueba de ello era la reunión navideña, la primera en conjunto en mucho tiempo.
—Maki-oneesama, ¿qué crees que nos traerá Santa-san? —preguntó Cocoro.
—No lo sé. Solo espero que sea algo bueno.
—¡Yo le pedí muchos juguetes! ¡Y también mi primer Pokémon! —exclamó Cocoa.
—Pokémon… —balbuceó Cotaro.
Nico se alegró al ver a su novia interactuar con sus hermanitos. Todos ellos, junto con su madre, eran las personas que más amaba en el mundo entero y notar que se llevaban tan bien era algo impagable.
—Nico-san, ¿nos ayudas a colocar la mesa? —preguntó la madre de Maki.
—Sí, claro.
Antes de ir a ayudar a sus suegros, la pelinegra alcanzó a escuchar que sus hermanas le pidieron a Maki que les contara una historia navideña. Esta les dio en el gusto.
—Santa-san, acompañado de su Delibird, dejó atrás su hogar volando en su trineo tirado por Stantler. La luz de Rodolfo, el Stantler de la nariz roja, lo guiaba…
«Ahora que te veo, me doy cuenta de que no me equivoqué al hacer el intercambio contigo, Maki-chan».
Nico puso la mesa con su madre y sus suegros. De tanto en tanto se decían cosas para animar el ambiente.
—¿Compraste regalos para tus Pokémon, Nico-san? —preguntó el doctor.
—Por supuesto. Tengo para Umbreon, Weavile, Pangoro, Liepard y Houndour. Por suerte los conciertos ayudan a costear todo.
—También tiene algo para Maki-chan, pero prefiere mantenerlo en secreto.
—¡Mamá!
Aquello no pasó a mayores.
Un rato después, para esperar la llegada de Santa, todos se sentaron a cenar. Eso sí, los pequeños lucían inquietos, deseando que ya fueran las doce para que el anciano barrigón del traje rojo arribara.
—Los entiendo, chicos —dijo Maki.
Los humanos no eran los únicos comiendo. Los Pokémon de las líderes de gimnasio y del doctor también lo hacían. Destacaban el Torracat de la pelirroja y el Houndour de la pelinegra; aquellos eran los que evidenciaban el intercambio y resultaba notorio el crecimiento de ambos, sobre todo el del Pokémon felino, que estaba en su segunda etapa evolutiva.
—¿Está buena la comida? —les preguntó Nico a todos los Pokémon presentes—. Yo misma la preparé.
La respuesta fue una gran cantidad de gritos aclamándola.
—¡Torra! —exclamó aparte Torracat.
—Tú pareces disfrutarla mucho. Y también parece que disfrutas estar con Maki-chan.
—Por cierto, Nico-chan, ¿cómo te ha ido con Houndour?
—Creo que está a nada de evolucionar.
—Se nota que sus Pokémon se han fortalecido mucho, igual que la relación entre ustedes dos —comentó la madre de Nico. Las chicas, por su parte, se sonrojaron.
En eso, de la nada, se vio a uno de ellos ser envuelto por un brillo azul, sorprendiendo a todos; nadie se lo esperaba, sobre todo porque no había indicios de que fuera a suceder.
—¡Torraaaaaaa…. Roar!
—Torracat… evolucionó.
—¡Roar!
—Hija, ahora tienes un Incineroar —dijo su padre.
—Nico-chan… —atinó a decir la pelirroja, señalando a su Pokémon.
—Felicidades, Maki-chan. Y a ti también, Incineroar.
—Roar…
—Yo… no sé qué decir. Supongo… que seguiré cuidándolo tanto como hasta ahora. Sí, eso. —Miró al tigre—. Prometo que te cuidaré de la misma manera y nos haremos más fuertes juntos.
El resto de los Pokémon celebró.
En medio de los festejos, se escuchó un repicar de cascabeles que venían desde un lugar lejano.
—¡Santa-san! —gritaron Maki y sus cuñados al unísono antes de salir corriendo.
—¡Maki-chan, chicos, todavía no son las doce! —advirtió Nico en vano.
—Quizás fue un Chingling o algo así. Déjalos, es una fecha para disfrutar —dijo la madre de la líder tipo fuego.
—Sí, tiene razón.
Maki podía ser una líder implacable y una seria estudiante de medicina, pero solo sus cercanos conocían ese lado infantil suyo. A Nico le encantaba, aunque dijera que no.
«Después le daré su regalo», pensó.
Ciudad Aroushuuto
En el gimnasio local, dos personas compartían un pastel de crema y fresas. Se trataba de la líder Umi y su gran amiga y colega Kotori. A las aprendices de la peliazul se les había dado el día libre para que compartieran con sus seres queridos, y aunque Umi era perfectamente capaz de pasar una Navidad solo con sus Pokémon, pensó que sería descortés de su parte no invitar a Kotori, en especial dada la cercanía entre las ciudades de ambas.
Por supuesto, la peligris aceptó de inmediato; jamás rechazaría pasar tiempo con la chica de la que estaba enamorada.
Volviendo con la comida, tanto ellas como sus Pokémon degustaban los platillos.
—¡Está delicioso, Umi-chan! ¿Tú qué opinas, Rowlet?
—¡Ro, ro! —dijo un pequeño Pokémon lechuza en el hombro de Kotori.
—Pensé en recetas que les gustaran a todos. Y por supuesto en algo que te gustara a ti —dijo la ojimarrón.
—Umi-chan…
—Aunque comer este tipo de pastel es algo típico de la ciudad en estas fechas.
—No importa, siempre me ha gustado.
Por supuesto, la comida no sería tan deliciosa para la ojiámbar si no estuviera en compañía de Umi.
—Oye, Umi-chan, ¿puedo preguntarte algo?
—Claro.
—Tú… tú… ¿tienes…?
De repente los nervios se apoderaron de Kotori. Quería preguntarle si tenía alguien que le gustara, pero decidió cambiar la pregunta por algo más seguro.
—¿Tienes algún deseo para esta Navidad?
—Sí, uno: que mis estudiantes no sean tan flojas y se dediquen más a entrenar. —Miró seria a su acompañante—. ¿Me creerías si te dijera que chismean mucho sobre nosotras dos? Dicen que parecemos una pareja. Ya les he dicho varias veces que solo somos amigas, pero ellas se ríen de mí.
«Umi-chan, incluso ellas se han dado cuenta de mis sentimientos por ti», pensó.
—¡Ro, Ro! —exclamó Rowlet.
—Más bajito, Rowlet. Quiero que se entere por mí.
Incluso el Pokémon planta y volador era consciente de lo densa que era la líder del gimnasio Aroushuuto.
—Pero ya basta de hablar de ellas. ¿Qué te parece si salimos al patio?
—Vayamos.
Las chicas dejaron sus platos vacíos sobre la mesa y se dirigieron a un gran estanque que se ubicaba en un patio interior del gimnasio. Las aguas reflejaban la luz de la luna.
—Umi-chan…, la luna está hermosa.
—Sí, lo está.
Por supuesto, la peliazul no se percató de la indirecta.
«¡¿Por qué no entiende lo que quiero decirle?!». La ojiámbar se palmeó mentalmente.
A pesar del nuevo fracaso, Kotori no podía sentirse triste; estaba ahí con su amada Umi, disfrutando de los festejos navideños. Ya llegaría el día en el que sus sentimientos la alcanzaran como la flecha de un Decidueye.
«Bueno…, no quiero que mi ánimo decaiga», pensó apoyando sin aviso la cabeza en el hombro de la peliazul, para asombro de esta y alegría de Rowlet.
Sede de la Élite Cuatro
En su sede central, tres integrantes de la Élite Cuatro se habían reunido para celebrar la Navidad juntas: Anju, Erena y Tsubasa. A diferencia de otras personas de su misma jerarquía, ellas tres se conocían desde la infancia, por lo que habían reído, llorado, crecido y entrenado juntas. Cuando se convirtieron en la élite de Otonokizaka, no cabían en sí de felicidad; sus esfuerzos habían sido recompensados. Por lo mismo, cada vez que llegaba una festividad, celebraban por todo lo alto; Navidad no era la excepción.
—¡Mira lo lindos que se ven juntos Sylveon y Lycanroc! —exclamó Anju.
—Sí. No me sorprendería si pronto vemos huevos Pokémon por ahí —dijo Erena.
—Ellos dos son solo el reflejo de las entrenadoras —aseveró Tsubasa—. Lo suyo surgió porque se gustaron y las vieron coquetear.
—¿Acaso percibo celos en tu voz, Tsu-chan?
—Anju, el hecho de que Tsubasa no tenga novia no significa que debas burlarte de ella.
—Cierto, cierto. Además, recuerda que nunca has podido derrotarme en combate a pesar de la ventaja de tipo.
La cobriza hizo un puchero, causando la risa de su amiga de frente amplia.
—Aunque yendo al plano amoroso…, bueno, ustedes ya saben que hay una chica en la que estoy un tanto interesada. No enamorada, pero sí me genera algo; le veo mucho potencial.
—¿Y cuando sean novias la invitarás a las fiestas que tenemos aquí en la Élite?
—No veo por qué no… Digo, no lo sé. Ella y yo solo somos amigas.
Anju y Erena se miraron e intercambiaron risillas.
—Bueno, este no es el mejor momento para hablar de romance; eso es para fechas posteriores. Ahora estamos aquí para disfrutar la Navidad.
—Es cierto. —La especialista en el tipo hada miró a su novia—. Erena, ¿me compraste un regalo?
—Por supuesto. Y a ti también, Tsubasa.
Tras la cena, las chicas se sentaron en un sillón cerca de la mesa e intercambiaron regalos. Sus Pokémon también recibieron obsequios. Todos quedaron bastante conformes, en especial Anju, quien consiguió una bufanda de pareja que quiso usar de inmediato.
—Qué calentita. Gracias, Erena.
—No hay de qué, Anju.
Las dos se dieron un rápido beso en los labios.
—Voy por unas bebidas —dijo Tsubasa, levantándose del sillón.
—La mía con hielo, por favor —pidió su amiga de cabello cobrizo.
La maestra de dragones llenó tres vasos que llevó donde sus amigas. Ahí fue que decidió dar un brindis.
—Ojalá el próximo sea un año lleno de éxito para todas —dijo la castaña.
—Ojalá —la apoyó Erena.
—Y que Tsu-chan encuentre novia.
—¡Ey!
A pesar de las bromas y las pesadeces ocasionales, las tres estaban felices. No podía ser menos dado el evento.
Un pueblo en alguna parte
—¡Navidad, Navidad, hoy es Navidad!
—¡Ursa, Ursa, Teddiursa, Teddiursa, Sa!
—Sí, sí, ya los escuchamos. Ahora, por favor, les pediríamos que no torturaran nuestros pobres oídos.
—¡Buu, Yukiho, eres muy mala con nosotros! ¡Que no te extrañe cuando te regalen carbón!
—Preferiría un Rolycoly.
—Chicas, no hay necesidad de pelear. Recuerden que esta fecha es para compartir y ser bueno con las personas que quieres.
En medio de su viaje, Honoka y sus acompañantes hicieron un alto para los festejos navideños. Pasaron a un centro Pokémon sumamente decorado para la ocasión. Incluso la enfermera Joy y los Chansey llevaban gorros como los de Santa Claus.
—¿No ves, Yukiho? Alisa-chan sí es una buena chica. Ella sabe que este es un día para estar alegre.
—¡Teddiursa, Teddiursa!
—¡Ustedes dos…!
—Tranquila, Yukiho-chan. A ver, una sonrisa.
—Pero…
—Sonrisa.
Aunque algo apenada, la castaña le sonrió a la rubia.
—Qué linda.
«Alisa, ¿por qué no puedes ser mi regalo de Navidad? Eres todo lo que una chica desearía».
Con las cosas más calmas, las muchachas se dedicaron a ayudar al personal del centro Pokémon a poner los últimos adornos. Incluso Iney se encargó de darle un escarchado natural al árbol de Navidad. Al terminar, el lugar, que ya lucía muy bien de por sí, se veía espectacular.
—Quiero agradecerles por la colaboración, chicas. Todo se ve hermoso —señaló la enfermera Joy.
—Es lo menos que podíamos hacer por la buena acogida que nos han dado —dijo Honoka.
—Onee-chan tiene razón.
—Ahora que todo está listo, ¿qué les parece si vamos a la mesa a cenar?
—¡Teddiursa! —Fue el primero en exclamar.
Todos se sentaron a comer, las humanas en el suelo y los Pokémon en el suelo cerca de ellas, claro que hubo uno que intentó treparse por el mantel para alcanzar los manjares de más arriba.
—¡No, Teddiursa! ¡Si quieres algo, pídemelo!
—¡Sa, Sa!
Por suerte, el incidente no pasó a mayores.
Cerca de la medianoche, con todos ya satisfechos, Honoka levantó su vaso de jugo.
—Chicos, me siento muy feliz de poder compartir esto con todos ustedes. Sé que hacemos muchas tonterías, algunos más que otros —sacó la lengua—, pero creo que formamos un grupo muy unido e interesante. Espero que nos sigamos llevando bien y que podamos lograr todo lo que nos propongamos. Salud.
—Salud.
—Salud, onee-chan.
—Ursa.
Honoka bebió de su vaso.
—¡Feliz Navidad para todos!
Hasta aquí por ahora. No olviden dejar sus reviews.
Este capítulo, a pesar de ser un extra, no interferirá con la dinámica habitual que tengo para estos. Ya estoy pensando en más extras de los que ustedes ya conocen, como también en las personas que elegirán a la protagonista de alguno de ellos.
Seguramente lo notaron: hay algunas revelaciones aquí, incluyendo el tipo que entrena Kotori, que sé que más de alguno intuyó.
Sobre los festejos de Navidad de las chicas, realicé un sincretismo entre lo japonés (el pastel de crema y fresas), lo estadounidense (el muérdago) y lo chileno (la cola de Mankey). Para los no chilenos que me leen, la cola de Mankey es la versión de ese mundo de la cola de mono, un trago muy consumido en estas fechas por aquí y que se hace con café, leche y aguardiente. Por cierto, y aunque les parezca raro, yo nunca la he probado (soy abstemio). Quizás tendré que buscar la variante sin alcohol, que también existe.
Una cosa más: como en el mundo de Pokémon existe Santa Claus, Papá Noel, San Nicolás, el Viejo Pascuero o como lo llamen ustedes, aquí también. Por eso Nico no se burló de Maki por esperarlo.
Ahora, a responder a los reviews del capítulo pasado:
Bellotasarutobi: Qué bueno que te haya gustado. Saludos.
nadaoriginal: Sí, lo del Equipo Génesis tiene que ver con la genética, pero su objetivo es mucho más retorcido que los de los equipos villanos de Pokémon. Es casi imposible que tomen algo así en el anime. Saludos.
EgonScenic: Pues te aconsejo que te mantengas intrigado. Saludos.
Recuerden seguirme en Facebook y Wattpad y leerme en FictionPress.
Por último, tal como dijo Honoka, les deseo una feliz Navidad a todos.
Sin nada más que decir, SilentDrago se despide de momento.
