Seguramente las personas que estén leyendo esto ya me conozcan, pero aun así me presentaré. Mi nombre es Candice White. Tengo 19 años y tengo que desahogarme de una vez por todas. Vaya, ¿Qué puedo decir? Ustedes ya saben lo que ha pasado. Muertes, despedidas, muertes, despedidas. He vuelto a trabajar en el hospital de Chicago y he pasado los últimos dos años así. Ahora… comenzaré.

...

Todavía no he acabado mi turno, pero el Dr. Charles me dice que tome un descanso. Uff! Bueno, debo de admitir que lo necesitaba. Como es de costumbre, voy al pequeño jardín del hospital donde suelo pasear a mis pacientes. Ahora es otoño así que el jardín está bañado de las hojas que han caído de los árboles. Generalmente los últimos meses del año no me causan buenos recuerdos. "tengo que salir adelante". Eso me digo siempre que o tengo ganas de llorar o voy a patear algo. Busco un árbol que todavía tenga hojas, aunque no sean muchas, así las puedo examinar y entretenerme ya que no me gusta a donde me llevan mis pensamientos. Mala suerte para mi, no hay ni uno sólo así que voy a el árbol al que usualmente voy. Esta por el estrecho pasillo del jardín, solo que yo me adentro más. 1…2…3! Ya que estoy arriba puedo ver la ciudad. Annie me había dicho que ella pensaba que Archie se le declararía en poco. De hecho, piensa que se le va a proponer en la víspera de Año Nuevo. Que suerte de Annie por tener un hombre como Archie, me alegro que mi casi hermana este tan perdidamente enamorada de un hombre bondadoso. Acerca de mi… no hay mucho que contar, de hecho, no hay nada que contar. Solo he sabido que Terry está comprometido con Susana, seguramente se casarán más que pronto. Con la guerra, al parecer que todo entre más pronto mejor.

-¡Bien por ellos! –grito al abismo... o tal vez al árbol, ya que de repente le doy un puñetazo al árbol. Me dolió más a mí.- ¡Total! N-no quiero saber nada de él. –las últimas palabras las digo en un susurro. Ahí vienen las lágrimas. –L-lo siento, Stear. No quiero estar triste, pero no puedo evitarlo. –digo entre un montón de sollozos. Últimamente siempre hablo con Stear. Sé que me oye. En algún lugar del cielo me oye. Eso... solo me hace llorar más. "cálmate, Candy. Se fuerte y sigue adelante". Ese pensamiento siempre me hace afrontar la realidad. Una sonrisa se forma en mi rostro. Es una forma de decirle a Stear que seguiré adelante. Me seco las lágrimas y miro el reloj. Me quedan 5 minutos. El tiempo pasa tan rápido… Como no tengo nada que hacer, me dirijo a trabar.

-¡Candy, son vacaciones de Navidad! Vamos de viaje. Tu no tienes nada que hacer aquí. Sabes bien que eso es verdad. –dice Annie tratando de convencerme a irnos de viaje. Archie ya ha comprado los boletos para ir en tren. Son cuatro. Para Annie, Archie, Patty y yo.

- Es verdad, pero –digo sonrojándome- depende del lugar a donde vayamos.

- ¡Vamos! ¡Supéralo, Candy! –dice Patty entrando por la puerta. –Siempre que vamos de viaje te quedas aquí a ahogarte en un mar de lágrimas. Han pasado dos años, Candy. ¡Dos años! Además si vamos a Nueva York, no es muy probable que nos lo encontremos. Tendrá, o mucho trabajo o se irá de vacaciones igual que nosotros. ¡Vive un poco, Candy!

Eso me deja realmente pasmada. Dos años. Que rápido se pasa el tiempo. Si yo le salve la vida a Susana para que la aproveche, ¿por qué estoy aquí desperdiciándola?

-Patty, has ganado. ¿Cuándo nos vamos? –digo sin dudarlo un poco.

-¡Gracias a Dios! –dicen las dos al mismo tiempo. Estamos en la casa Andrew. Actualmente Annie se ha quedado aquí. Archie no ha llegado, ya que debe de administrar algunas de las muchas empresas de las Andrew.

- Bueno, ¿Cuándo nos vamos? –pregunto.

- Pasado mañana. Vete alistando, Candy. –dice Annie más emocionada de lo que pensé que estaría.

- Eso haré. –tomo mis cosas y me dirijo a la puerta- las veo mañana para el almuerzo- grito y en respuesta dos voces me gritan "Si". Ahora me dirijo a mi humilde hogar.

...

Abro la puerta de mi apartamento, me quito mi abrigo y mi bufanda. En el suelo está el correo. Trabajo, trabajo, trabajo… ¡Albert! Él está en Canadá. No muy lejos pero él es como un padre para mí. Tomo la carta que esta abajo y la pongo en la mesa mientras abro la carta de Albert.

Queridísima Candy,

Debo de admitir que Canadá está mucho mejor de lo que me había imaginado. No todo es hielo, ni tampoco hay pingüinos rondando por la calle, como tú dijiste. De hecho, a veces los días son soleados, pero siempre fríos. La verdad es que no me sorprende en esta época del año. También vi a un oso polar. Es más grande de lo que me imagine, Candy. De hecho para verlo me tuve que meter en una zona prohibida, pero enseguida lo vi pararse hui rápidamente. Al menos logré tomar algunas fotos. Te veo luego, Candy.

PD. Vete de vacaciones y no desperdicies tu juventud.

Con cariño, Albert.

-Alguna vez te encontrarás un pingüino en la calle, Albert.

Me llevo la carta al pecho, deseándole suerte en su viaje. Después miro el otro sobre… no había visto un sobre así, excepto los de… Terry. Enseguida volteo el sobre. Pero el nombre de Terry no está ahí, es el de Susana. Con mucho miedo lo abro. Pero ¿Debo abrirlo? ¿No he dicho que no quiero saber nada de ellos? Ahora saco la carta.

Señorita White,

Es Susana la que le escribe. Debo de agradecerle por la ayuda que me ha brindado, si no hubiera sido por usted ya estaría muerta. Pero sé que Terry no es feliz. Todas las tardes, justo a mediodía, se lleva una caja que siempre guarda con llave. Siempre, Candice. Yo solo veo como saca un pañuelo y empieza a tocar la armónica. Candice, eso en realidad me rompe el corazón. La música sueña triste, muy triste. Candice, no quiero que sientas que tu esfuerzo fue en vano, pero esto no tiene sentido. Tal vez ésta vez no trataré de suicidarme, pero si huiré lejos.

Con más vergüenza que nada, Susana.