Tú, yo y nosotros
Disclaimer:
Sólo la historia me pertenece, los personajes son de S. Meyer.
Capítulo 2: Conversaciones incómodas
EPOV
—¡Instagram se está volviendo loco con tu nueva foto, Edward— Irina, mi prometida, caminaba hacia mí sosteniendo su teléfono con una gran sonrisa en la cara—. Te dije que abrir una cuenta sería buenísimo para ti, ya tienes más de 100,000 seguidores, ¡y en menos de un día!
—Hola a ti también, amor— rodé los ojos mientras la abrazaba, ella me dirigió una sonrisa cálida.
—Perdón, es que estaba demasiado emocionada, ya sabes— se rio—. Aunque tu foto de ayer no fue muy elocuente, eso de decir que no eras bueno modelando…— viró los ojos—. Y decir que cuando eras joven! Sólo tienes treinta y cuatro, querido, no es el fin del mundo.
—A un mes y algo de los treinta y cinco.
—Eso suena triste. ¿Significa que debo dejarte por alguien más joven?— me dijo, burlona. Yo negué con la cabeza, sonriendo.
—¿Cuándo aprenderás que eso no pasará? Estaremos juntos, bueno, siempre
Me dio un pequeño beso en los labios antes de sentarse en la silla frente a mi escritorio.
Irina era una buena mujer, siempre tratando de no perturbarme mientras trabajaba, emocionada por cosas que yo no podía entender, aún aunque fuera "famoso" como ella lo decía fervientemente. La verdad es que yo siempre había sido un hombre de negocios que no tomaba en cuenta los reflectores ni las cámaras y, antes de conocerla, sólo había tenido algunas oportunidades de estar en revistas de finanzas y economía, pero ahora, con Irina Denali a mi lado, una de las mujeres más influyentes del medio, mi cara adornaba muchas de las magazines que le encantaban, ya fuera con ella, o sin ella.
La disposición que tenía de pasar mi vida con ella tenía que ver con el hecho de que sentía que estaba envejeciendo sin poder haber acomodado mi vida todavía. La quería, por supuesto, y por eso mismo había tomado la decisión, incluso sabiendo que eso era un tema incómodo para mi familia. No podía entender cómo ellos no lograban quererla, pues Irina era un alma noble, aunque no lo dejara entrever.
A los Cullen, a pesar de que venimos de un linaje rico y famoso, nunca nos han gustado los reflectores, es por eso por lo que la mayoría de mi familia no aprobaba mi matrimonio con una modelo que siempre estaría a la luz de los flashes de los paparazzi. La única que estaba feliz por mi matrimonio, que se celebraría dentro de un año, era Alice, mi hermana, la mejor amiga de Irina y quien me la había presentado.
—¿Y Jared?— mi novia se dirigió hacia mí, con una expresión incómoda. Por supuesto yo sabía que hacía esa pregunta más por amabilidad que por verdadera curiosidad, lo cual, hasta cierto punto, me ponía tenso.
Jared era mi pequeño hijo de cinco, casi seis años, la luz de mi vida y la razón por la que quería sentar cabeza, para poder darle la familia estable que él se merecía. Sin embargo, a pesar de todos los intentos de Irina y míos, él la odiaba. Yo sabía que él relacionaba a Irina con la partida de su madre, asunto en el que ella no tenía nada que ver. Habíamos estado ya en una relación por dos años, y no había logrado ni siquiera que la llamara por su nombre, para mi pequeño mi prometida seguía siendo "la señora Denali" y parecía que eso no iba a cambiar en un buen tiempo.
Eso, francamente, me tenía preocupado. Yo sabía perfectamente que si en el año que faltaba para nuestro matrimonio no lograba que Irina y Jared se llevaran bien, este estaría disuelto antes siquiera de poder realizarse. Para mí, mi hijo estaba un paso al frente que mi empresa, mis familiares, e incluso la misma Irina. Yo había decidido darme la oportunidad de ser feliz e intentarlo, pero si Jared no cooperaba, no le haría su pequeña existencia más difícil con una madrastra. Irina sabía esto, por eso intentaba llevar las cosas ligeras con él, pero de nada servía si sólo una parte ponía las ganas en eso.
—Oh, él está bien, en el kínder— sonreí, a mi pequeño hijo le faltaba un año para poder entrar a la primaria, y no podía estar más emocionado—. Después de eso estará con la señora Cope un rato en la casa y luego pasaré por él para dejarlo en casa de mis padres para la cena, ya sabes que Rose va a llevar a alguien y pues todos se juntarán.
—Ah, sí.— Irina asintió incómoda, revolviéndose en su asiento. Ella y yo no habíamos sido invitados, sólo Jared.
Sonreí a medias.
—Lo lamento, yo…
—No, Edward— sus ojos ardieron, estaba enojada—. No tienes que disculparte por las groserías que hace tu familia.
—Irina…
—Perdóname que te lo diga de nuevo, no quiero pelear contigo esta vez. Sé que me has defendido— me lo dijo, la mirada cálida estaba ahí de nuevo, sin embargo, su tono se endureció—. Me parece ofensivo, no, más bien no es que sólo me parezca, sino que es un insulto el hecho de que tu familia me desplace de esa manera sólo porque no soy de la manera recatada en que ellos quisieran que fuera. Antes me invitaban porque Alice estaba aquí y tú y ella les hacían frente, pero ahora incluso prefieren dejarte por fuera.
—Realmente no tengo excusa para ellos, Iri, tú sabes que haría todo lo posible por no hacerte pasar esos malos ratos.
Ella negó, moviendo su mano.
—Es que ese es el caso, Edward, incluso los malos ratos los pasas tú. Ellos son groseros por nuestro pasado, que está justamente ahí, en el pasado. Me tachan horriblemente, llevándote a ti entre las piernas con tal de no tener que verme a la cara.
Sus ojos estaban llorosos ahora.
—Te prometo que hablaré con ellos.
—No, no me prometas nada. No quiero saber de los Cullen.— El coraje y rencor era obvio en su tono de voz.
—Irina…
—Sin embargo— continuó diciendo—, me gustaría que hablaras con Jared.
La miré sorprendido.
—¿Con Jared? ¿Por qué? ¿Pasó algo con él otra vez?
Oh, sí. Había olvidado ese pequeño detalle. Jared era un niño muy inteligente, para su edad ya sabía leer, escribir, tocaba un poco de piano y comenzaba a ser un niño bilingüe, sin embargo, desde que su mamá nos había dejado él era demasiado travieso. Había decidido tomar a Irina como la víctima más noble de sus bromas, haciéndole pasar malos ratos una y otra vez.
—No, no es por eso— me dijo, su mirada era pensativa—. Me parece, Edward, que aunque me hayas pedido matrimonio, nuestra relación está siempre al pendiente de un hilo por él. Es lo que Jared diga, cuando él lo diga, a la hora que él diga.— Me miró mal.
—Irina, estás consciente de que estás hablando de un niño de cinco años, ¿verdad?
Asintió.
—Lo sé, y sé que sueno mal al decírtelo. Jamás haría que decidieras entre el niño y yo, porque sé quién ganaría la batalla antes de decir siquiera la frase— hizo una mueca—. A lo que voy es que yo hago mi esfuerzo, día a día, para que Jared me acepte y él sólo me devuelve bromas y groserías.
—Yo lo sé, Iri, y, de nuevo, no sé cómo agradecerte que…
—No me interrumpas, por favor— exhaló, acomodándose en el asiento—. Quiero que hables con él y le pongas un alto, Edward. Sé que es difícil, que has sido un padre soltero por muchos años y que no sabes cómo lidiar con ese pequeño niño, pero estás sobrepasando una barrera que raya lo insano. Es un pequeño diablo y ¡hey! No me mires así por sólo decir la verdad— me frunció el ceño—. Esto no es acerca de sólo lo que yo pienso, lo digo por tu bien y, aunque no lo creas, por su bien también. Es demasiado malcriado y grosero, y llegará un punto en el cual las personas a su alrededor que no sean de su círculo más cercano no lo van a soportar. Sólo imagina en cuántos problemas se meterá cuando entre en la primaria, si ya lo hace en el kínder. ¡Y en la primaria hay niños más grandes, Edward! Que lo podrán lastimar sólo porque él es un niño problemático y tú, como su padre, no puedes ponerle un alto…
» Esto no es sólo acerca de nuestro matrimonio, sabes, yo realmente le he tomado cariño a Jared, aunque no se note. Sé que nuestra relación peligra a cada instante, y sólo estoy esperando el momento en el que él te diga que ya no quiere tener que verme la cara para que tú caigas rendido por él y hagas lo que dice— suspiró—. Por eso te pido, Edward, que si me quieres, hables con el niño y comiences a educarlo como se debe. No la señora Cope, no la abuela Esme, no la escuela. TÚ, Edward.
—Yo no sé qué decirte, Irina— parpadeé sorprendido—, pero te prometo, no, te juro, que hablaré con él y cambiaré. Seré un mejor padre y con ello, lograré ser un buen esposo para ti. — Le sonreí a medias, contrariado por todo lo que me acababa de decir. Ella asintió, reticente.
Se levantó de su asiento, dirigiéndose hacia mí y me plantó un beso.
—No me prometas nada, mejor sólo hazlo— achicó los ojos hacia mí—. Bueno, querido, me tengo que ir. La fiesta de Eleazar es a las 8 y tan sólo me quedan 5 horas para arreglarme. ¿No lo habrás olvidado, verdad?
Negué, sonriéndole mientras acariciaba su mejilla.
—Por supuesto que no. Estaré allí a las 8 en punto, después de dejar a Jared en la cena familiar.
Ella asintió, complacida.
—Bueno, amor, me voy.
—Te veo al rato, belleza.
Irina me lanzó un beso antes de cerrar la puerta de mi despacho e irse. Solté un gran suspiro de frustración, todavía confundido por todo lo que me acababa de decir.
Ella nunca se había tomado el atrevimiento de hablar mal o quejarse de Jared conmigo, siempre lo había defendido a pesar de que él se portaba de una manera horrorosa con ella. Me parecía que la única razón por la que Irina había decidió actuar y despabilarme había sido que era muy obvio que yo la dejaría tan solo si Jared lo pidiera. Eso me ponía mal, yo no quería tener que estar en la situación de decidir entre mi novia y mi hijo, pues los quería a los dos. Sin embargo, si tuviera que hacerlo, sabía cuál sería mi decisión.
Aunque dejando de fuera todos esos embrollos, ella tenía razón. Yo estaba siendo un mal padre. Después del divorcio con mi exesposa, Tanya, y que ella renunciara a tener cualquier tipo de contacto con su hijo, había estado muy perdido. Él era pequeño en ese entonces, claro, con sólo tres años, pero era un niño inteligente y estaba realmente consciente de todo lo que sucedía a su alrededor. Todos esos momentos dolorosos, habían desatado su mal comportamiento, teniendo como objetivo principal a mi novia, y a mí, por supuesto. Ni siquiera sus sesiones en el psicólogo habían logrado calmarlo, pero ahora, con las palabras de Irina, podía entender por qué eso no había funcionado.
El verdadero problema era yo. Yo era el mal padre; estuve demasiado enfrascado en mi propio dolor cuando Tanya se fue que olvidé lo que mi hijo estaba sintiendo, dejándolo al cuidado de su nana y de su abuela. Jared era un niño inquieto y malcriado, pero eso no era nada más que el reflejo y la enseñanza que yo le había dado. Así que ahora sabiendo esto tenía una resolución. Sería el padre de Jared, ese que él necesitaba. Pero ¿por dónde empezar?
Llegué a mi departamento alrededor de las cinco de la tarde. Vivía en un suburbio bien acomodado, en uno de los edificios que mi hermano Emmet construía y vendía o rentaba. Entré sin mucha prisa, alargando el momento de colgar mi abrigo en el perchero más de lo necesario. Estaba nervioso, había estado pensando toda la tarde en la plática que tendría con mi hijo.
Pero antes de que se me permitiera sobre pensar más las cosas, un torbellino de cabello rubio y ojos verdes, con escaso metro y diez centímetros de altura, se lanzó contra mí.
—¡Papá! Llegaste. — Me sonrió.
Entrecerré los ojos mientras le devolvía el abrazo, él nunca me recibía de esa manera a menos que hubiese hecho algo malo. Normalmente Jared era tímido a mi alrededor.
Me aguanté el suspiro de frustración y en su contrario, le sonreí de vuelta y lo cargué.
—Sí, llegué, Jared. ¿Pasó algo?
Al menos tuvo la decencia de lucir culpable.
—Bueno, verás, papá, puede que el talco para bebé haya explotado por mi habitación y la señora Cope haya tenido que limpiarlo, diciendo una y otra vez que yo soy un niño in-in… inso algo.
—Insolente— me reí—. Me sorprende que tu nana haya dicho eso, debió haber estado realmente enojada.
Sus ojos verdes, idénticos a los míos, me miraron expectantes.
—¿Me castigadás?— Hizo un puchero, pronunciando mal la R a propósito. Traté de no reírme, sabía que fingía que hablaba mal cada vez que creía que lo castigaría, de esa manera pensaba que me apiadaría de él. Tenía esa mala costumbre, cortesía de mi hermana Alice.
—Esta vez no, pequeño, en su lugar…— me quedé pensativo—. Te diré algo, te ayudaré a limpiar.
Me miró horrorizado.
—¿Limpiar? ¿Yo?
—Por supuesto, no esperarás que tu Nana de sesenta años lo haga, ¿o sí?
Se encogió de hombros.
—Normalmente lo hace.
—Bueno, eso está mal. Cambiaremos un poco el patrón aquí y, de hecho, quiero hablar contigo sobre eso.
—Papá…— renegó.
—Papá nada, vamos.
Lo obligué a caminar al cuarto de lavado por la escoba y el recogedor, y luego nos dirigimos a su cuarto, que estaba en el segundo piso del departamento. Entramos y efectivamente, todo el piso estaba hecho un desastre blanco. La señora Cope ya había limpiado el televisor y el mueble de sus juguetes, junto con el ventanal de vidrio que abarcaba casi toda la pared y daba una vista preciosa al vecindario.
—Edward, déjame decirte que este muchachito de aquí…
Alcé la mano, deteniendo sus quejas antes de que salieran de su boca.
—Lo sé, nana, de hecho he venido con Jared yo mismo para que lo limpiemos— abrió la boca, sorprendida—. Hablaré con él y luego, espero verte en mi despacho, si puedes.
—Por supuesto, Edward.— me sonrió cálidamente, con arrugas formándose alrededor de sus ojos, luego se retiró, no sin antes darle una mirada de reprimenda de nuevo a Jared, que sonrió ampliamente, mostrando su sonrisa con dientes faltantes.
—Bueno, papá, te espero.— él se sentó en el sillón negro pegado a una de las paredes de su cuarto.
—¿Cuál te espero? Más bien yo a ti— lo hice pararse y le di la escoba—. Empieza.
—Pero, papá…— gimoteó.
—Empieza.
Después de veinte minutos completos de quejas, el cuarto estaba limpio. Jared entró de nuevo, después de haber ido a dejar la escoba y la basura con la señora Cope. Me miró mal.
—Hey, fuiste tú el que hizo el desastre, así que tú debías limpiarlo— me ignoró olímpicamente y se acostó en su cama, sin siquiera mirarme—. Hey, Jared, ¿podemos hablar?
Receloso, volteó a verme
—¿Qué, papá?
—Bueno, quería decirte que he hablado con Irina hoy— la expresión en su rostro casi hizo que me riera, pero me mantuve firme—. Bueno, a lo que quiero llegar es que, no sé cómo decirlo pero… yo sé que no te cae bien.
Me pasó de largo.
—Ajám…
—Y sé que yo, a veces, tampoco te caigo bien. —Eso llamó su atención, me volteó a ver sorprendido.
—Si lo haces, eres mi papá.
—No quiero que sea sólo porque soy tu papá, Jad— mencioné su apodo, esperando animar las aguas con eso—. Quiero que sea porque me quieres, porque me tienes confianza así como la tienes con el Tío Oso o el abuelo Carlisle.
—Mmmh.— Asintió pensativo. Me dolió que no lo negara.
—Por eso— continué – cambiaré un poco el cómo van las cosas aquí. Trataré de pasar más tiempo contigo, y ya no te enviaré con los abuelos cuando no quieras. Podrás ir a visitarme al trabajo y estarás siempre conmigo si así lo deseas, a excepción claro de la escuela.
Jared sonrió.
—¿De verdad?
—Sí, hijo, de verdad— sonreí—. Sólo pido a cambio… bueno, no pido nada a cambio. Espero que el que estemos juntos reduzca tus ganas de hacer destrozos.
Él abrió la boca en "O", y luego se cruzó de brazos, enfurruñado.
—Yo no hago destrozos.
Me reí.
—Ya lo creo, ajá— abrí la puerta del baño de su cuarto, prendiendo la llave de la regadera buscando la temperatura perfecta—. Vamos, debes bañarte, recuerda que la abuela Esme te espera hoy. Aunque—lo miré— ¿quieres ir?
Sabía que si cancelaba mi cita con Irina faltando solo un par de horas la haría enojar, pero como ella había dicho en estos momentos mi hijo era mi prioridad. Sin embargo, Jared negó con la cabeza.
—Sí, papá, la abuela prometió pancakes para mí.— se encogió de hombros.
—Bueno, no puedo luchar contra los pancakes.
Una hora y una gran ducha más tarde, me encontraba frente a la residencia Cullen. Yo no era exactamente el más bienvenido aquí, aunque nadie lo dijera explícitamente. La única feliz de verme siempre era mi madre, Esme. Por supuesto que en ella no había ni un gramo de rencor o reproche hacía mí. Yo siempre había sido su hijo favorito.
Ella abrió la puerta, lanzándose hacia mis brazos.
—¡Edward, amor!— exclamó.
Yo era el hijo mayor de los Cullen, con casi treinta y cinco años. Había sido producto de un embarazo adolescente y, como los medios lo decían, era la luz de los ojos de Esme Cullen. Después de mí, estaba mi hermano menor, Emmett, con treinta años y por último mi hermana Alice, que tenía veintiséis.
Por fin Esme logró soltarme y se dirigió al pequeño junto a mí, que sostenía mi mano.
—Pero mira quién está aquí, ¡mi pequeño osito Jad! — se agachó para abrazarlo, Jared estaba ruborizado como siempre, avergonzado de las muestras de afecto de su abuela.
—Mamá, te dejaré a Jared hoy. Regreso por él mañana. Ha prometido portarse bien para pasar un día conmigo en la oficina, ¿verdad, Jad?— lo miré.
Él asintió fervientemente.
—Sí, abu Esme.
Mi madre me volteó a ver.
—¿Estás seguro de que no quieres quedarte? Nuestras invitadas acaban de llegar, deberías conocer a la amiga de Rose, ¡es un encanto! Y esa pequeña niña que trae consigo, la adoré. Jared se divertirá mucho con ella.
Negué.
—Perdona, mamá, he quedado con Irina.
El rostro de Esme se descompuso por un segundo, pero luego sólo negó con la cabeza y tomó la mano de Jared, haciendo que entrara a la casa.
—Diviértete, Edward.— su tono era un poco más frío ahora. Lo ignoré olímpicamente.
—Hasta mañana, mamá.
Al subir a mi coche decidí que haría una nueva publicación en mi nueva cuenta de Instagram. Sólo habían pasado unas horas y ya estaba verificado. A mí no me importaba realmente eso, pero sabía que mi novia sí, así que lo hice. Rebusqué entre mis fotos, encontrando una mía con ella en el museo. «Irina y yo! irinadenali»
Eso la haría feliz.
Media hora más tarde toqué el timbre del lujoso apartamento de las hermanas Denali, a eso de las 7:58. Kate Denali me abrió la puerta.
—Edward, tan apuesto como siempre, pasa, Irina ya está casi lista— me sonrió dirigiéndome hacia la sala—. ¿Gustas algo de tomar?
—No, muchas gracias.— Se sentó al lado mío, casi vibrando. Ya me podía imaginar lo que se venía, Kate era demasiado obvia.
—Acabo de ver esa foto que has subido, ¡es fantástica! Me alegra que se haga más público día con día su relación… espero pronto te atrevas a decirle a los medios que están comprometidos.
Lo sabía.
Había una razón por la cual yo no frecuentaba exactamente la casa Denali, y esa razón llevaba exactamente ese apellido. Donde Irina no me presionaba casi en ningún aspecto de nuestra relación, su hermana, Kate, si lo hacía. Yo sabía que sólo estaba tratando de proteger a Irina, puesto que no le parecía que nuestra relación en mayor parte haya sido por debajo del agua por los problemas que habíamos tenido en el pasado. Yo no había querido lastimarla, mucho menos ofenderla, pero ella sabía que mi hijo era prioridad para mí y que si eso no funcionaba, no podía hacerlo público.
Con el pasar de los meses, me había encariñado de ella, así que dejaba que nos fotografiaran juntos, pero nunca habíamos dicho explícitamente que éramos novios, mucho menos que íbamos a casarnos. Gracias a la influencia de Irina y a la mía propia yo había empezado a tomar relevancia mucho más allá de las revistas financieras y económicas, y ahora incluso figura en los tabloides de chismes o en revistas importantes como vogue, details o people.
Kate me miraba expectante, esperando una respuesta.
—Kate— carraspeé, incómodo—, tú más que nadie sabes la delicada situación que tengo en casa, con mi niño. Estoy llevándomelo lento porque no lo quiero afectar. Sólo tiene cinco años. Lanzar a la luz mi matrimonio con tu hermana podría afectarlo de sobre manera y no quiero que eso pase.
Ella negó con la cabeza.
—Ay, Edward, Edward… llevas saliendo con Irina más de un año, es el tiempo perfecto para que ustedes dos, bueno… ya sabes— me miró—. Cualquiera diría que estás asustado de hacerlo público sólo porque realmente no la quieres. Y eso, déjame decírtelo, es cruel de pensar. Estoy segura de que ella lo piensa, pero es demasiado buena para si quiera comentar algo al respecto.
La miré incómodo y afectado, sin saber que decir. Sabía que tenía razón, que a Irina, aunque no lo aceptaba ni lo aceptaría nunca, le dolía nuestro acuerdo de ocultar nuestro pronto matrimonio hasta de mi familia. Sólo estaba esperando a que Jared me diera luz verde con ella, y la presumiría con todo Seattle. Pero mi hijo aún no estaba listo.
Empezaba a tener miedo de que nunca lo llegara a estar.
En ese momento, Irina salió de su cuarto, llevaba un vestido negro largo con un cinturón dorado y un moño, sus ojos color miel resaltaban con su maquillaje.
—Hey, ustedes dos, ¿qué están cuchicheando por ahí?— se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla, para después dirigir su mirada a Kate—. Espero que no estés molestando a Edward con tu verborrea de nuevo.
Kate sonrió avergonzada.
—No, hermanita. Te ves preciosa, ¿no es así, Edward?
—Por supuesto, te ves maravillosa, querida. ¿Nos vamos?
Acompañé a Irina hasta mi coche, pero antes de entrar me dirigió una mirada cargada de dulzura.
—Vi la foto que subiste, yo… sé cuán difícil es esto para ti, Edward. En serio lo aprecio.
—Te quiero, Irina— la tomé de las manos—. Sé que nunca lo demuestro y que, aunque lo nuestro es un poco difícil, de verdad tengo ganas de que funcione.
—Te equivocas, Edward. Para mí lo nuestro es tan fácil como respirar. Porque yo te amo y ese es el asunto, siempre fue fácil para mí amarte.
—Irina, yo…
—Y sé— continuó— que tú no sientes con la misma intensidad que yo, pero lo intentas. Nuestra relación tiene una base sólida de la que apoyarse, porque yo lo hago y tú lo intentas con todas tus fuerzas— me sonrió, acariciándome la mejilla—. Eso por el momento es suficiente para mí, más de lo que podría imaginar. Eso y nuestro matrimonio.
Tomé su mano y la besé. No tenía nada más para agregar, ella tenía toda la razón.
—¿Nos vamos?
Asintió, complacida.
¡Ayññ! Ahora ya conocemos a Edward, y los problemas que se carga con el pequeño Jared :D ¿Será que esto cambie con la llegada de Bella y fresita? Quién sabe.
Estuve leyendo sus comentarios, muchísimas gracias! Cada uno de ellos me motiva a escribir!
¿Qué piensan de Irina? Las leo :)
SpicyDreams
