Tú, yo y nosotros

Disclaimer:

Sólo la historia me pertenece, los personajes son de S. Meyer.

Capítulo 3: Conociéndonos

BPOV

Era sábado por la mañana y Rebecca jugueteaba con su comida sobre la mesa, en lugar de comerla. Sue había intentado ayudarme dándosela en la boca, pero yo me había negado, dejando que fresita lo hiciera por sí misma. "Si siempre lo hago yo, jamás aprenderá" le había explicado.

—Mami, edto es malo. — Fresita le fruncía el ceño al apio y las zanahorias frente a ella. Al menos ya había comido el huevo.

—¿Deberás? A mí me gusta mucho. Cómelo, amor, al rato el abuelo Charlie traerá pizza.—. Sus ojitos se iluminaron.

—Yo quiedo pizza.

—Será después de los vegetales.

Se enfurruñó, pero comenzó a comer. Yo había aprendido con los años que Rebecca era inteligente y podía comprender las cosas desde la primera vez que yo las dijera; realmente con ella no había que lidiar mucho. Jamás en su corta edad me había hecho un berrinche, lo cual esperaba que siguiera de ese modo.

Sue se sentó en la mesa, justo enfrente de mí.

—Deberías hablar con Charlie.— Me aconsejó.

—¿Ah?— la miré confundida— ¿De qué?

—Bueno, te vas mañana, ¿no?

—Sí, pero ya habíamos quedado en eso.— Le expliqué.

—Bueno, Bells, tu papá se preocupa… Ya sabes, me gustaría que le recordaras que eres una chica grande ya y que no debe preocuparse porque estarás cerca de tu amiga. Yo estoy de acuerdo siempre contigo, nena, y sé que un nuevo comienzo es lo mejor para ti y para fresita.— Rebecca la volteó a ver en cuando dijo su apodo, con un pedazo de zanahoria aún en la boca. Se veía muy graciosa.

—Yo sé, Sue… le recordaré a Charlie todo eso. Es sólo que no quiero tomar el tema porque comenzará con su verborrea de nuevo— rodeé los ojos—. Prácticamente he vivido fuera de Forks toda mi vida, en una ciudad cien veces más grande que esta y cree que Seattle podría asustarme.

—Es un padre, es su trabajo. Es nuestro trabajo cuidar de nuestros hijos.— Me sonrió cálidamente, tomando mi mano a través de la mesa.

—Lo sé, Sue, por eso cuidaré a Rebecca con mi vida.

Antes de que Sue pudiera contestarme, un torbellino de un metro ochenta y cabello negro bajó las escaleras ignorándonos olímpicamente mientras corría hacía la puerta.

—¡Hey! ¿A dónde vas?

Seth se volteó, sorprendido de vernos a las tres ahí.

—Mmh hola, mamá, hola, Bella. Buenos días, fresita.

—Tío Seh.— Rebecca alzó las manos para que la cargara, así que Seth tuvo que acercarse reticente a hacerlo, no podía decirle que no. Incluso aunque tuviera prisa.

—No contestaste mi pregunta. — inquirió Sue achicando los ojos.

—Voy con Jake y los otros a la reserva. Hay partido de básquetbol mañana en la noche y queremos practicar.— Le dio una sonrisa ladina, completamente convencido.

—Hace años que no voy a un partido de la reserva, ¡suena genial!— exclamé—. Lástima que para mañana ya no estaré aquí.

—Oh, Bella, pero puedes acompañarlo a su entrenamiento. — Sue añadió.

—¿Eh?— Seth la miró confuso y receloso, pero compuso su expresión en un momento—. Ah, sí, Bella, vamos. Tú y fresita.

—¿Seguro? ¿No molestaré a los chicos?

—Nah, qué va.

—Bueno, iré por mi bolsa y a cambiar a fresita. Espérame aquí.

Después de una pelea de cinco minutos con Rebecca porque no quería cambiarse, ella y yo bajamos las escaleras para encontrarnos con Seth. Le di las llaves de mi nuevo coche.

—Enciéndelo, ya voy— le dije pasándole a Rebecca—. Ponla en su asiento, por favor.

—Vamos, tío Seh. — Le dijo divertida, él le sonrió, asintió y salió de la casa. Volteé a ver a Sue.

—Y, bueno, ¿qué pasa?— Inquirí.

—¿Eh?

—¿Qué pasa contigo y con Seth?

Sue suspiró.

—Es sólo que esos amiguitos suyos de la reservación no me caen muy bien, son mayores que él e incluso él ha estado pensando en no entrar este año a la preparatoria de Forks, sino a la de la reservación.

—Bueno, Sue, creo que la escuela es lo de menos. Él puede decidir a dónde irá, tal como con la universidad.

Ella asintió.

—Lo sé, pero no me dan buena espina. Él ha estado muy cambiado, sé que no te has dado cuenta pues apenas llegaste ayer, pero… bueno, ya lo verás cuando lo veas con ellos. Tú eres más joven, espero que de vuelta a casa tengas un buen consejo para mí y Charlie.

Asentí, pensativa. Seth asomó su cabeza en la puerta.

—Bells, ¿nos vamos?

—Sí, sí, vamos.

Veinte minutos más tarde, estaba aparcando fuera de las canchas de la reservación. Seth estaba nervioso, podía verlo. Salimos del coche y traía a fresita en manos, quien jugaba animadamente con su cabello.

—Oye, Seth…

—¿Mmh?— Me volteó a ver, estaba distraído.

—¿Tienes algo que contarme?— le pregunté. Él rodó sus ojos, pasándome a Rebecca.

—Seguro Sue ya te fue con el chisme.

—¡Hey! No me dijo nada malo, bobo. Sólo está preocupada por ti. Pero no te preocupes, yo sé que eres un chico grande. No has estado haciendo nada malo, ¿o sí?

Se encogió de hombros, sonriendo tímidamente.

—Yo no, pero, mmh, mis amigos no son los más queridos precisamente en la reservación. De hecho, le dan muchos dolores de cabeza a Charlie.

Viré los ojos.

—Por supuesto que sí. ¿Puedo saber quiénes son?

—No los conoces, creo. Son sólo dos años mayores que yo. Pero vamos, seguramente me están esperando.

Las canchas de la reservación eran relativamente nuevas, estaban cercadas con una reja y había dos gradas de cada lado de la cancha. Todo estaba rodeado de pino. Podía ver desde la entrada a unos jóvenes que estaban pasándose la pelota, todos se veían altos y de unos 17-18 años, con la piel trigueña, típica de la reserva quileute.

—Pequeño Seth— el más alto de todos los chicos se acercó a nosotros—. Trajiste compañía.

—Hola, Sam— Seth lo saludó—. Sí, miren— dijo cuando el grupo de chicos comenzó a acercarse—. Ella es mi hermana Bella y su hija, Rebecca.

—Hola, chicos. — Les sonreí.

—Hoda.— Rebecca dijo, tenía la manita en su boca.

—Pero mira qué tierna bolita— Un chico alto se acercó a m Rebecca, sonriendo. Me dirigió la mirada—. Hola, Bella, ¿me recuerdas?

Lo miré detenidamente, entonces recordé.

—El pequeño Black— dije, sonriendo—. Hola, Jake.

Jake, sus hermanas y yo habíamos pasado la mayor parte de mis veranos cuando aún era niña jugando en la reservación. Su padre y Charlie solían ser buenos amigos hasta que Billy murió un verano antes de que yo cumpliera los dieciséis años, razón por la cual dejé de ver a los Black, pero nunca olvidé sus nombres ni sus caras. De hecho, mi hija llevaba el nombre de una de las hermanas de Jacob.

—Bella, no has cambiado nada. Te ves joven a pesar de tu edad.— Se burló. Rodé los ojos.

—Al menos yo ya tengo mi identificación.— Le saqué la lengua.

Después de un rato los chicos comenzaron a entrenar y yo me quedé en las gradas con fresita viéndolos. Una chica bajita, trigueña y con el cabello lacio negro se acercó a nosotras. Sus ojos cafés resplandecían viendo a los chicos jugar.

—Hola, tú debes ser Bella, la hermana de Seth— me saludó—. Y hola, bebé, ¿cómo te llamas?— se dirigió a Rebecca, quien estaba encontrando fascinante el chuparse el dedo mientras miraba a su alrededor. Ella sacó el dedo babeado de su boca y sonrió, risueña como siempre.

—Debeca.— Contestó y siguió con lo que estaba haciendo.

La chica sonrió.

—Que encantadora muñequita.

—Gracias. Perdona, pero yo no sé tu nombre.

—Oh, sí, qué tonta. Me llamo Emily Uley, soy hermana de Sam— señaló al chico más alto que estaba pasándole el balón a otro chico del cual desconocía el nombre—. A veces vengo a los entrenamientos para darles ánimos a los chicos, el partido de mañana es inusualmente importante y me gusta estar aquí por lo mismo.

—Oh, sí, Seth me contó. Me gustaría quedarme, pero no puedo. Espero que puedas darle ánimos por mí y Rebecca.

—Tenlo por seguro.

Resultó que Emily era una compañía agradable, pasamos el tiempo que restó del entrenamiento platicando de cosas triviales y de Rebecca. Cuando el cielo comenzó a nublarse y cayeron unas pocas de gotas de lluvia, me paré disculpándome con ella y dirigiéndome a Seth, quien se acercó a mí enseguida.

—Seth, perdona, pero comenzó a llover y no quiero que fresita se moje, le podría hacer daño. — Me disculpé. Él me miró y se encogió de hombros.

—No te preocupes, le diré a Sam que me voy con ustedes.

—No, no tienes que hacerlo, Seth.

—Bella, no las he visto en muchos meses y las he extrañado. Además ya entrené suficiente por hoy.— Me sonrió. Se me encogió el corazón.

—Está bien.

Seth se acercó a Sam y le comentó el problema, a lo que Sam lo despidió con una sonrisa. Cuando íbamos saliendo de las canchas, él corrió hacia Emily para despedirse. Lucía nervioso e incluso se sonrojó.

Ya estábamos en el coche cuando comencé a interrogarlo. Rebecca dormía pacíficamente en su asiento para bebé.

—Así que Emily, ¿eh?

Seth se atragantó con el agua que estaba bebiendo. Casi me reí. Casi.

—¿Emily qué?

—Oh, vamos, Seth, eres mejor que eso. Vi cómo la estabas viendo.

—Sólo somos amigos.

Le alcé una ceja.

—Pareciera como algo más.

Él se encogió de hombros.

—Sí, hablamos un poco pero nada más allá de la amistad. Ella tiene 17 años y me dice pequeño. Es vergonzoso.

—Estoy segura de que no lo hace con mala intención— me encogí de hombros—. Es solo la constatación de un hecho.

—Sí, sí, búrlate, Bells.

—¿Es ella la razón por la cual quieres ir a la preparatoria en la reserva?— Lo voltee a ver, intentando infundirle más seriedad a mí voz.

Él se notó un poco incómodo.

—Sí, bueno, no lo sé. Creo que es por los chicos y eso, ella viene en todo ese paquete y me haría feliz, creo. Ni siquiera nos vemos en ese sentido, ¿sabes? Pero es una buena amiga y creo que sería bueno tenerla cerca.

—Eso es muy tierno, Seth. Sabes que yo no cuestiono tus decisiones. Hablaré con Sue para que esté más tranquila.

—Gracias, Bella, es bueno tener a alguien adulto de mi parte.

—¡Hey! Sigo siendo una bebé, tonto. — Me reí.

—Los bebés no cuidan bebés. Tú sí.

Bueno, eso tenía lógica.

—Buen punto.

Tuve que despertar a Rebecca no mucho después de que llegamos a casa, puesto que si la dejaba dormir en la tarde estaba segura de que no dormiría nada en la noche y mañana tendríamos un largo día acomodando el montón de cajas que ya se encontraban dentro de nuestro nuevo hogar en Seattle. Para eso de las cinco de la tarde y después de un puré de verduras para Fresita, Charlie llegó a casa con una caja de pizza.

Él se acercó para hablar conmigo después de la comida y de que dejara a Seth con Rebecca en el comedor, peleando por un trozo de pizza. Rodé los ojos, actuaba como un bebé.

Charlie y yo estábamos sentados en el sillón de la sala, mi papá nunca había sido la persona más comunicativa del mundo pero sabía que estaba haciendo un gran esfuerzo para compartir sus pensamientos y preocupaciones conmigo. Le di una sonrisa cálida y comprensiva, alentándolo.

—Bells, yo sé que tu decisión está tomada y que es tu futuro y que ni yo, ni tu madre ni nadie puede interferir en la forma en la que manejas las cosas. Sólo quiero decirte que siempre voy a estar aquí para apoyarte, y que no importa que nos separen cien o diez mil kilómetros de distancia, yo siempre iré corriendo cuando me llames. — Garantizó.

Lo miré conmovida.

—Oww, papá, te amo. Yo sé bien que tú harías eso y más por mí, por eso te pido que no te preocupes. Nunca me pondría a mí o a Rebecca en peligro, bien lo sabes.

Él asintió.

—Lo sé, por eso mismo lo repito, sólo me aseguro. Bella, sé que tú…— me miró dudoso—. Sé que lo que pasaste durante tu embarazo no fue muy bueno y que el comienzo fue difícil. Sé que fue difícil antes, Bells. No quiero que te vuelvas a sentir de esa manera como hace muchos años.

—Eso es tiempo pasado, papá. Nunca me sentiré así de nuevo, ya tengo una razón por la cual luchar— miré hacia la cocina, donde se escuchaban las risas de mi hija mezcladas con las de mi hermano—. Te prometo que me cuidaré y que cuidaré de tu nieta.— Le sonreí.

—Te quiero, Bella.

—Y yo a ti. —Lo abracé.

El domingo por la mañana estaba hecho un manojo de nervios cuando me despedí de Sue y de Seth, con este último prometiéndome que estaría en Seattle visitándome en cuando tuviera la oportunidad.

Charlie y yo nos encontrábamos frente del edificio donde ahora viviría, Fresita estaba dormida en los brazos de su abuelo. De repente vi una cabellera rubia inconfundible acercarse hacia mí y estuve en los brazos de Rosalie antes de si quiera poder decir hola. Ella era la persona más cariñosa que conocía.

—¡Bella! ¡Cómo te he extrañado!— Me apretó un poco más y luego se separó de mi para ver a ver a mi papá—. ¡Charlie, hola! Y mira que cosita tan preciosa está por aquí, qué lástima que esté dormida yo quería que me viera, la Tía Rose no puede esperar—. Se lamentó.

Me reí.

—Hola, Rose, yo también te extrañé. Estoy segura de que podrás ver a Rebecca despierta más tarde.

—¡Por supuesto! No puedo esperar para que conozcas a Emmett y sus papás, ¡son una belleza! Hoy estará toda la familia de él, eso no te molesta, ¿verdad?— de repente su expresión se tornó preocupada—. Sé que algunos niños pueden engentarse fácilmente, no me gustaría eso para fresita, es tan pequeña.

Charlie rio.

—Rebecca es la niña más social del mundo, seguro no tendrá problemas, ¿verdad, Bells?

Me reí con él.

—No, definitivamente no los tendrá. Ella es muchísimo más extrovertida que yo.

Rosalie nos sonrió y dio unos brinquitos complacida.

—¡Excelente! Pero hay que pasar, ¡Bella, debes ver todo! Hice unos cambios en el departamento para ti, sé que me pediste que no lo hiciera pero no pude evitarlo, tú sabes que adoro a Rebecca y quiero que tú y ella estén bien.

Rosalie nos dirigió a mí y a mi papá al ascensor.

—Rosalie, no debiste…

—Shh— me interrumpió—. No es nada, por favor acéptalo, ¿puedes?— Me rogó.

Le rodé los ojos y le di una media sonrisa.

—Gracias, Rose, sabes que nunca podría decirte que no. Te quiero.

Su sonrisa era deslumbrante.

—¡Yo te quiero más!

El ascensor se detuvo exactamente en el piso 6, aparentemente cada piso era un departamento y había 8. Rose me había explicado que esto era para privacidad de las familias, en sí el edificio era familiar y estaba lleno de niños.

Rose salió del ascensor.

—¿Y bien? ¿Qué te parece?

No lo podía creer. El departamento era totalmente blanco y era abierto, tenía la cocina y el comedor separados por una barra y en una esquina estaba un juego de sala de un hermoso color azul junto con una pantalla plana, al lado de los sillones podía ver el montón de las cajas de mudanza apiladas. Lo mejor era los ventanales, que ocupaban una gran parte de la pared y daban una vista hermosa al vecindario. Había un pasillo al cruzar toda la habitación que yo suponía te dirigía a los cuartos y al baño.

—Oh, ¡Rose! ¡Es hermoso!

—¡Lo sé!— chilló—. Vamos, vamos, acomodé las sábanas de tu cama antes de que llegaras, podrás dejar a Rebecca ahí en lo que desempacas.— Rose nos dirigió a mí y a Charlie por el pasillo, donde abrió la primera puerta de la derecha y me mostró la habitación. Esta, a diferencia de la sala principal, era de color azul y tenía una cama con un dosel blanco. Justo a un lado estaba un closet y también tenía un ventanal gigantesco.

—Es bellísima, Rose, gracias.

Ella me dio un abrazo.

—Nada es suficiente para mi mejor amiga de la infancia.

Charlie sonrió y acostó a Rebecca en la cama, yo me aseguré de poner almohadas a su alrededor para evitar que se cayera si llegara a rodar.

—Bueno— dijo Charlie finalmente después de que salimos de la habitación—, me tengo que ir, Bells, sabes que cualquier cosa me puedes llamar y yo estaré aquí lo más pronto posible.

Lo abracé.

—Lo sé, papá, gracias. Te quiero.

Él me devolvió el abrazo.

—Yo a ti Bella. Rosalie, te la encargo.

Rose sonrió y se aventó a sus brazos. Ella siempre era muy efusiva.

—No se preocupe, jefe Swan, ¡la cuidaré como mi hermana! Y a fresita como mi sobrina.

Charlie estaba sonrojado.

—Gracias, Rose. Nos vemos luego.

—¡Bye, papá!

Él entró al elevador y se fue.

Rose volteó a verme.

—¡Bella, esto será tan divertido! ¡Ya quiero presentarte a todos! Vamos, te ayudaré a desempacar. La cena es a las 7:00. Aún nos quedan varias horas.

Rosalie y yo pasamos el resto de la mañana y tarde desempacando mis cosas, al final Rebecca se había despertado y había jugado un rato con ella mientras yo acomodaba las cosas en mi nuevo closet. También me había asegurado de acomodar los juguetes de fresita en su nuevo cuarto, el cual había sido decorado por Rosalie y su suegra. El cuarto era color rosa y tenía un juego de cama muy bonito en color blanco, aunque a diferencia del mío sólo tenía una pequeña ventana.

Para las siete de la noche fresita y yo ya estábamos listas, después de una extensa pelea porque no se había querido bañar, situación que yo había resuelto diciéndole que no iríamos con Rose si no lo hacía. Ella quería demasiado a su tía Rose como para no verla y no podía culparla, Rosalie era una de las personas más tiernas que había conocido, siempre estaba preocupada por el bienestar de los demás y era excesivamente cariñosa con todos a su alrededor, especialmente los niños. Aún no sabía por qué era que no tenía hijos.

A las siete con diez minutos mi amiga y su esposo tocaron el interfón de mi departamento, preguntando si podía bajar para ya irnos. Fresita estaba realmente emocionada de verlos, que prácticamente saltó de mis brazos en cuanto bajamos de nuestro departamento y vimos a la pareja esperando en el living. Ella se lanzó hacia Rose.

—¡Tía Dose! Te estañe.

Rosalie rio, su mirada estaba llena de ternura mientras sostenía a Rebecca en sus brazos.

—¡Yo también, chiquita hermosa! Ahora quiero que conozcas a alguien, él es mi esposo, Emmett.

Rebecca abrió sus ojos, sorprendida por el tamaño del esposo de Rose. Emmett podía fácilmente llegar al metro noventa, tenía el cabello de un negro oscuro y los ojos de un azul claro, muy parecidos a los de Rosalie.

Rebecca se cohibió un poco, escondiéndose en el cabello rubio de Rose.

—Hoda, Emme.

Emmett sonrió.

—¡Pero mira que niña tan bonita! Tú debes ser Rebecca. Te traje algo. Déjame ver, mmhh…— Emmett rebuscó en el bolsillo de su chamarra, sin tener éxito. Frunció el ceño contrariado—. ¿Dónde lo abre dejado? ¡Ah, sí!

Se tocó una oreja y sacó una gran paleta de fresa. Eran las favoritas de Rebecca.

—¡Aquí está!

Rebecca abrió sus ojos sorprendida y volteó a verme.

—Mami, ¿lo viste? ¡Ed un mago!

Fingí estar sorprendida.

—Es cierto amor, realmente hace magia.

Emmett le tendió la paleta y ella la tomó, dándole una gran sonrisa; toda la pena de antes se había ido.

Rosalie volteó a verme.

—Emmett, quiero presentarte a Bella Swan, mi mejor amiga.

Le tendí la mano.

—Hola, Emmett un gusto.

Él sonrió y en lugar de aceptar mi mano me apretujó en un abrazo.

—¡Hola, Bells! Es un gusto conocerte al fin.— Me soltó al fin.

Aparentemente Emmett Cullen era igual de efusivo que Rosalie, ahora podía entender por qué había encajado tan bien.

—¿Nos vamos?

La casa Cullen era prácticamente una mansión, estaba muy bien ubicada en uno de los mejores vecindarios de Seattle y tenía tres pisos, con un hermoso jardín lleno de flores que, hasta donde tenía entendido, la señora Cullen se encargaba de cuidar.

Rosalie tocó el timbre. Rebecca estaba en los brazos de Emmett y no se había querido despegar de él desde que enseñó su truco de "magia". Ahora parecía como si se conocieran de toda la vida y no de hace media hora.

Una mujer de mi tamaño, con el cabello del color del caramelo y unos ojos verdes hermosos nos abrió la puerta. Sonrió encantada al mirarlos.

—¡Rose, Emmett! Llegan justo a tiempo. Supongo que estas dos hermosas mujeres son sus invitadas.

Rebecca rio encantada, estaba en su momento; ella era la niña más extrovertida que había conocido. Yo sonreí tímida y le tendí la mano a la mujer.

—Hola, señora Cullen, mi nombre es Bella Swan y ella es mi hija Rebecca Swan.

Ella me sonrió encantada y me devolvió el saludo.

—Hola, cariño, puedes decirme Esme. Rose no ha dejado de hablar de ti y de tu hija en las últimas semanas, estoy muy contenta de al fin conocerlas, ¡son una belleza!

—Hoda, Esme.— Rebecca se hizo notar atrás de mí y estaba saludando efusivamente.

—¡Hola, cariño! Tú debes ser Rebecca.— Le sonrió, acercándose a saludarla.

—Fedsita— Rebecca frunció el ceño cuando no pronunció bien—. Fersita.

—¡Fresita! Qué belleza, me encanta. Te llamaré así siempre— le sonrió maternal—. Pasen, pasen, la cena está lista. Ya sólo estamos esperando a Jared y a Edward.

Emmett frunció el ceño mientras Esme nos dirigía hacia la sala de estar donde estaba todo el mundo.

—Pensé que mi hermano no vendría.

Esme lo miró de reojo.

—En realidad solo viene a dejar a Jared, pero le preguntaré si puede a quedarse para cenar.

Emmett y Rose solo asintieron pensativos. Me preguntaba qué de raro tenía eso, eran una familia unida, ¿no?

En el salón había cuatro personas más, un hombre rubio de ojos azules, una mujer de cabello color caramelo como el de Esme y los ojos marrones y un hombre pálido de cabello negro y ojos casi negros, todos se veían más o menos en sus cincuenta o sesenta años. Por último estaba una chica alta de cabello rojo fantasía y con unos lentes de montura negra, se veía muy tímida.

—Familia, les quiero presentar a Bella y a Rebecca Swan, son las amigas de Rose.— Dijo Esme.

El primer hombre rubio dio un paso adelante y me saludó.

—Hola, Bella, mi nombre es Carlisle Cullen. Un gusto.

Le di la mano de regreso.

—Un gusto, señor Cullen.

—Bella— continuó Esme—, ella es Didíme Vulturi, mi hermana— señaló a la mujer de cabello caramelo, ahora entendía el parecido—. Y él es Marcus, su esposo. La de por allí es Heidi, su hija.

La mujer dio un paso hacia mí y me abrazó efusivamente.

—Bella, querida, hola.

Le sonreí cálidamente.

—Hola, Didíme. Hola a todos.— Me dirigí hacia el hombre y la chica tímida. Ellos me sonrieron de regreso.

—Ya casi cenamos, sólo estamos esperando a Edward— dijo Esme. Justamente en ese momento llamaron a la puerta—. ¡Ya está aquí!

Ella salió apresurada al recibidor.

Rebecca se bajó de los brazos de Emmett y se puso a mi lado, jugueteando con el osito de peluche que traía en las manos. Pasaron unos minutos y Esme regresó, traía a un niño de cabello rubio y ojos verdes con ella.

—Jared, tengo a alguien a quien presentarte.— Esme dijo y el niño volteó a vernos, su primera reacción fue abrir los ojos como platos y salió disparado hacia nosotras, parándose justo a frente a Rebecca y tomándola de la mano. Esme se veía sorprendida.

—¡Eres como yo en niña!— El niño, Jared, exclamó. Era cierto, ambos tenían un gran parecido, lo único diferente era el color de sus ojos, pues Rebecca tenía sus iris de un color azul profundo, como el mar.

Lo que hizo Rebecca a continuación me dejó sorprendida y creo que a todos en el salón, se lanzó hacia él y lo abrazó.

—¡Y tú edes como yo!— gritó emocionada.

Luego Rebecca se volteó hacia mí, aun abrazándolo.

—Mami, ¡tengo un nuevo amigo!

Finalmente salí de mi shock y comencé a reírme, Esme también.

—¡Vaya! No pensé que se fueran a llevar tan bien— Esme dijo—. Jared, ella es Rebecca Swan y su mamá, Bella.

Jared me sonrió, finalmente acercándose a mí y dándome un pequeño y tímido abrazo, luego se acercó a Rebecca y le puso la mano en el hombro.

—Hola, señora Bella. Soy Jared.

Le sonreí de regreso.

—Hola, Jared. Puedes decirme solamente Bella, mucho gusto.

Rebecca finalmente habló.

—Y yo soy fedsita.

—Fresita, amor.

Rebecca asintió.

—Fersita.

Sonreí.

Resultó que Jared y Rebecca se volvieron inseparables desde el minuto uno, incluso él le prestó su silla para comer pues ahora "era el mayor" y no la necesitaba. El niño era terriblemente dulce con Rebecca y parecía como si hubiesen sido amigos de toda la vida, le había prestado sus juguetes durante toda la cena y habían estado juntos sin separarse ni por un segundo. Para el final de la noche había descubierto que el papá de Jared era el tal Edward, el hermano de Emmett, y ambos vivían en el último piso del edificio donde Rebecca y yo nos habíamos instalado recientemente. Ahora Jared se había autoproclamado "su hermano" y esperaba que se pudieran ver todos los días porque vivían en el mismo lugar. Yo sólo me había reído con su ocurrencia.

Al fin y al cabo, eran niños.

Al día siguiente Rebecca y yo despertamos hasta tarde, pues entre los ajetreos de la mudanza y la divertida cena que habíamos tenido con los Cullen todas nuestras fuerzas se habían drenado. Era lunes por la mañana y aún tenía todo lo que restaba de la semana para instalarme en el departamento y conseguir un buen lugar en el cual pudieran cuidar de Rebecca, pues mi nuevo trabajo en una pastelería usaría la mayor parte de mis mañanas, más concretamente de ocho a cuatro de la tarde de lunes a sábado.

Fresita y yo éramos muy parecidas, aunque ella tendía a ser extremadamente extrovertida con la gente que le caía bien. Así como yo, Rebecca era algo floja y casi siempre me costaba despertarla. Estaba un poco preocupada por eso para cuando entrara la escuela, que sería pronto, porque ella debía adaptarse a un nuevo horario. Me molestaba que sentía que últimamente la estaba sometiendo a varios cambios bruscos y pensaba que llegaría un punto en que la pondría en su límite. Como su madre, debía pensar siempre en lo mejor para ella e intentar que se sintiera de la manera más cómoda posible. Alejarnos de Jacksonville y las malas influencias de nuestra familia había sido el paso uno. Ahora sólo debía pensar en cómo brindarle bienestar.

Eran las doce de la tarde cuando Rebecca y yo nos sentamos a desayunar, ella picaba animadamente sus hot cakes con forma de Micky Mouse y balbuceaba algunas palabras incomprensibles para mí.

—Fresita— le dije mientras tomaba un sorbo de jugo de naranja—, ¿te gustaría que saliéramos hoy?

En realidad, pensaba pasarme la tarde dejando que ella mirara películas infantiles mientras desempacaba, pero se me hacía injusto que llegásemos a encerrarnos sin haber conocido antes lo que la ciudad tenía para ofrecernos. Un paseo sonaba perfecto y además necesitaba comprar unas cuantas cosas para la casa.

Rebecca sonrió y revoloteó en su silla animadamente.

—¡Sí, mami!

Aproximadamente cuatro horas después nos encontrábamos en un parque cercano a nuestro edificio, del cual Rose me había hablado. Ella me había explicado que cuando Emmett había construido los departamentos, había tomado en cuenta y como dato muy importante la ubicación, de manera que el lugar se sintiera especialmente familiar; justo como yo lo sentía ahora.

Rebecca jugaba divertida en uno de los columpios rojos del parque, conmigo a sus espaldas. Sus coletas rubias se movían con el viento y, a pesar de que el columpio era bajito de por sí, estiraba sus pies para poder tocar el suelo con ellos. Ella reía divertida cada vez que la empujaba y gritaba "¡Más fuerte, mami!".

Después de media hora más de juego, Fresita estaba lista para irse a la banca conmigo y tomar un helado juntas. El sol aún estaba en su tope, así que nos sentamos donde nos podía dar la sombra de un árbol. Ella movía sus pies animadamente mientras saboreaba su helado de chicle.

—Me ha gustado mucho aquí, mami.— Dijo de repente. Volteé a verla y una pequeña sonrisa apareció por mis labios.

—¿Ah, sí? ¿Qué exactamente, amor?

—El abelo Charlie está cerca— dijo— y tía Dose y Emme son lindos, ¡incluso Emme es un mago, mami! Yo nunca había tenido un amigo mago.

Me reí.

—Es verdad, eso fue sorprendente.

—Y, mami, tengo un nuevo amigo: Jaded.

—Así es, él es un niño muy tierno, amor.

—Hay que invitadlo, mamá, al padque, y a comed helado, y a la casa, mami, le dije que teníamos una nueva casa. Y así él podá ved películas conmigo y no yo sola, o jugad conmigo y no yo sola.— Rebecca divagaba animosamente.

Me reí.

—Lo intentaremos, primero debo conocer a su papá y a su mamá para pedirles permiso.

La línea del entrecejo de Rebecca se hizo notoria y un pequeño puchero se formó en sus labios.

—Jaded no tiene una mami.

La miré sorprendida.

—¿Quién te dijo eso?

—Él— señaló como si nada—. Yo le estaba platicando que tú edes mi mami y él me dijo que no tenía una, solo un papi. Yo le dije que yo no tenía uno.

Ahora mi cara era de consternación e incomodidad, mezclados con la tristeza por las palabras de mí hija. Ella no hablaba de la falta de su papá como si le doliera, sino como la constatación de un hecho.

—Bueno, amor, entonces le preguntaré a su papi de salir, ¿sí?— musité, aún conmovida por lo que había dicho—. Estoy segura de que podremos arreglar algo entre los tres.—Concluí.

Rebecca saltó emocionada, olvidándose de lo que había dicho anteriormente.

—¡Bien!

Ella y yo continuamos comiendo nuestro helado y jugamos un poco más antes de finalmente decidir el irnos. Ya pasaban de las cinco de la tarde cuando ella y yo cruzamos el hall del edificio; Rebecca me contaba divertida acerca de una nueva caricatura y me decía que debíamos verla juntas por la noche. Yo sólo le sonreía divertida, escuchando sus balbuceos. A veces hablaba tan rápido que incluso a veces hasta a mí se me dificultaba entenderle, aunque por lo general trataba de hacerlo lento para poder darse a entender y no tener la necesidad de repetirlo. Ella y yo éramos muy parecidas en bastantes aspectos.

De repente, Rebecca soltó mi mano y salió disparada hacia los elevadores, corriendo. Estaba moviendo su manita como saludando y yo fui detrás de ella, gritándole que no corriera. Se acercó a donde quería y frenó en seco.

—¡Jaded!— chilló emocionada.

—Rebecca, ¿cuántas veces te he dicho que no corras si…?— Refunfuñé, hasta que algo me hizo pararme como lo había hecho mi hija.

Frente a mí estaba Jared, quien se había acercado a abrazar a Rebecca animosamente tal como lo había hecho la noche anterior, pero no solo estaba él. Detrás había un hombre muy apuesto enfundado en un traje formal, era muy alto, con el cabello cobrizo, casi rojo, disparado en distintas direcciones y unos ojos verdes como el color de la hierba en verano. Por su expresión estaba divertido viendo a su hijo, hasta que volteó su mirada hacia mí.

Fue como si algo hubiese colisionado. Lo sentí en un primer instante y por inercia me aferré a ese sentimiento, jamás me había sentido así mirando hacia los ojos de alguien. Era como si con su mirada me estuviese reteniendo en mi lugar, asegurándose de que su presencia tomara cada parte de mí. Yo quería dárselo todo.

Pero un jaloneo en mi blusa me devolvió de mi fantasía, y corté el contacto con el hombre para voltear a los ojos de mi hija, que me miraban curiosos y animados.

—¡Mami, es Jaded!

Su voz me sacó de mis ensoñaciones. Volteé a ver al pequeño rubio que estaba al lado de Rebecca y le sonreí dulcemente.

—Hola, Jared, no esperaba verte tan pronto. De haber sabido que ibas a estar aquí te hubiese invitado conmigo y con Rebecca al parque, fue muy divertido.

El niño sonrió.

—¡Acabo de llegar! Mi papá me llevó al trabajo hoy— su voz sonaba realmente orgullosa, señaló al apuesto hombre que estaba a un lado—. Bella, él es mi papá, Edward.

Edward, que ahora suponía se trataba del Cullen restante que no había tenido la oportunidad de conocer ayer por la noche, se acercó a mí y me ofreció su mano.

—Hola, Bella. Mi nombre es Edward Cullen. Jared se pasó toda la mañana hablándome de ti y de tu hija.

Estaba sonriendo divertido. Me sonrojé como idiota y tardándome más de lo usual en hablar, devolví el saludo. Su mano se sentía grande en comparación con la mía y le lo recorrí con la mirada, perdiendo la amabilidad por un momento. Era un hombre mayor, podía verlo. No tan mayor como mi padre pero seguramente sí pasaba de los treintas. Tenía unas pequeñas ojeras debajo de sus ojos y un pequeño lunar del lado izquierdo de su nariz.

Finalmente puede reunir algunas palabras.

—Mmh, hola— carraspeé, avergonzada—. Me llamo Isabella Swan, pero sí, prefiero Bella. Y ella es mi hija, Rebecca.

Solté la mano de Edward, más lentamente de lo normal, y casi pude haber jurado que él también la quintó con un poco de reticencia. Luego di un paso hacia atrás, dejando a la vista las coletas rubias de mi hija, que tenía la cabeza alzada intentando mirar al alto hombre que se erguía frente a nosotras.

Rebecca lo miraba embelesada.

—¡Edes muy alto!— Exclamó.

Él se rio y se agachó en sus rodillas, ofreciéndole la mano.

—Sí, creo que lo soy. Un gusto, me llamo Edward.

Pero Rebecca nunca hacía lo usual. Se acercó a él y le dio un abrazo como pudo, intentando rodearlo sin mucho éxito con sus pequeños brazos. Él rio por lo bajo, devolviendo el gesto. Era demasiado tierno para ser verdad.

—Yo soy Debecca, bueno Fedsita.— finalmente lo soltó, permitiendo que este se volviera a levantar.

—Fresita— dijo Jared—. Le gusta que le digan Fresita.

—Fresita, entonces. — Edward sonrió y me dirigió la mirada. Cohibida yo aparté la mía. Casi podía sentir como él leía mis pensamientos y no estaba segura de que mostrarme tan obvia fuera demasiado bueno, después de todo sólo era el papá del nuevo amigo de mi hija. Serénate, me regañé.

—¡Mami! ¿Jaded puede ved mi nueva caricatura conmigo hoy? ¿Puede, mami? ¿Puede?—. Rebecca empezó a pedir, dando brinquitos a mi alrededor. Jared me miraba expectante.

—Yo, mmh, sí, amor, claro. Sólo que tiene que pedir permiso.— Tuve que mirar a Edward esta vez.

—¿Papá?

Oh, no. Esos ojos de borreguito eran lo más tierno que hubiese visto alguna vez. Le diría que sí instantáneamente a cualquier cosa que pidiese. Ese niño era bueno.

—No lo sé, Jad, aún no cenamos y acabamos de llegar, ¿no estás cansado?

—Mmh, yo estoy a punto de hacer la cena, podrían ir ambos a cenar conmigo y Fresita, si quieren— me atreví a decir, casi arrepintiéndome al instante en que vi el par de ojos verdes sorprendidos mirándome—. O tal vez no, podría ser en otra ocasión, yo, mmh…

Parecía retrasada, sin embargo, el cobrizo sonrió y me miró complacido.

—Nos encantaría cenar con ustedes, ¿verdad, Jad?

Jared sonrió y parecía que iba a dar brinquitos como Rebecca.

—¡Sí, papá!

—No somos ninguna molestia, ¿verdad?— dijo Edward. Yo negué con la cabeza.

—No, por supuesto que no. Es bueno tener compañía, especialmente para Rebecca—. Sonreí.

—Excelente, entonces, ¿qué te parece si nos reunimos en una hora en lo que Jared y yo nos aseamos?

Afirmé con la cabeza.

—Me parece muy bien; Rebecca y yo vivimos en el piso seis.

Edward sonrió y llamó a un ascensor mientras yo llamaba al otro. Él y Jared se quedaron frente a las puertas del nuestro y, cuando este ya se estaba cerrando, Edward se despidió.

—Nos vemos entonces, Bella.

Ayy, finalmente Rebecca y Jared se conocieron! ¡Y la reacción de Bella al ver a Edward! Fue muy dulce, ¿qué habrá pensado él de ella? Son demasiado lindos«3

Muchas gracias por sus reviews ¡ya son más de 70!, todos ellos me motivan a escribirsss :3 Agradecimientos especiales a: saraipineda44, Car Cullen Stewart Pattinson, Maribel 1925, piligm, bereB, Anachavezzz, bella225330, bBellezca, igniTrafford, natieRCullen, santipotter65, cleme1765, raquelCullenSwan68, alejandracullenstewart, dreams around the world, Wenday 14, terewee, maries24, Noriitha, Jade HSos, Cinthyavillalobo, Cary, Smedina, miop, Pimpinela, MariXastillo, EriAlmanza26, Natasha Pattinson, Xochitl215, Eri Castelo, NaNYZ SANZ y Guest por sus comentarios en el capítulo anterior!

-EriCastelo- ¡Me alegra que te gustara Moose! Gracias por leer «3

Una disculpa por las faltas ortográficas que pudiese haber. :(

Nos vemos! Lxs amo!

SpicyDreams