Tú, yo y nosotros
Disclaimer
Todos los personajes pertenecen a S. Meyer; la historia es mía.
Capítulo 5: El clan Cullen y la oveja negra
BPOV
Edward Cullen era una persona maravillosa, así de simple. El hombre exudaba amor por su hijo y a pesar de que se notaba que tratarlo le era difícil, se veía como alguien que le encantaba el ambiente familiar. Pude ver el dolor y la incomodidad en sus ojos en el instante en que Jared y Rebecca se acercaron a mí cómodamente, pero con él no lo hicieron.
Había tratado de ayudarlo en lo que pude, por supuesto, y él había aceptado de manera un poco reticente que su hijo saliera con nosotras a pasear; eso era algo que – como me había dicho – no tenía nada que ver conmigo o Rebecca, sino con cómo Jared se comportaba.
Pero ahora mismo el niño estaba empujando a fresita de un columpio, con la suficiente delicadeza para que ella no se cayera, y no me podía evitar preguntar por qué Edward hablaba de su hijo como si fuera un terrible torbellino cuando era muy claro para mí que no lo era. De hecho, el niño era algo tímido.
Habíamos comenzado la tarde con él y nosotras encontrándonos en el lobby del edificio. La señora Cope – que ahora sabía que era su nana – había ido en nuestro encuentro con él para que nos pudiéramos ir.
—Hola, señorita Isabella. Buenas tardes — Ella me había saludado.
—Hola, supongo que usted debe ser la señora Cope, mucho gusto. Puede llamarme Bella.— Extendí mi mano hacia ella y le sonreí. Ella me devolvió la sonrisa cálidamente.
Jared y Rebecca ya estaban saludándose y cuchicheándose algo entre sí, tan bajo que no se podía escuchar lo que decían.
—Mucho gusto, Bella— la señora Cope sacó un billete de su bolso—, el señor Cullen me ha dejado encargado que le entregara esto. Me dijo que en un rato le llamaría para preguntar por Jared.
¿50 dólares? ¿En serio, Cullen?
Casi rodé los ojos hacia la amable anciana, pero me contuve. Detuve el billete en su mano.
—No se preocupe, estaremos bien.— le sonreí.
Ella achicó sus ojos hacia mí y me vio recelosa.
—Me temo que el señor Cullen me dejó encargado esto, así que agradecería que lo aceptara, señorita.
Mmh, al parecer la amable anciana no era tan amable. Incluso casi me había intimidado. Tal vez si rodé los ojos un poco.
—Está bien— me encogí de hombros y tomé el billete.
Menos de un minuto después de eso había recibido una llamada.
—¿Diga?
Una voz aterciopelada sonó del otro lado de la línea.
—Bella, hola. Soy Edward. Llamo para ver si Jared ya está contigo.
Sonreí, viendo a los dos niños jugar animadamente frente a mí. Los ojos de la señora Cope los seguían como un halcón.
—Sí, justamente nos acabamos de encontrar.
—Excelente.
—Pasaremos al parque que está aquí a unas cuadras y luego los llevaré a ver una película.
El rio quedito del otro lado de la línea.
—Me alegra. Suena como un plan divertido.
—Lo es. Ojalá pudieses acompañarnos.
El comentario había salido de mi boca muchísimo antes de poder detenerlo. Cerré los ojos contrariada. No había querido decirlo, ¿o sí?
Tal vez sí.
Pero eso no significaba que eso estuviera bien, apenas y conocía al señor Cullen.
Y ahora ya no era Edward, sino señor Cullen. ¿Cuándo había sido señor Cullen en realidad? Ni siquiera en mi mente lo había llamado así antes y solo me llevaba unos pocos años… bueno, tal vez más de unos pocos, pero qué importa eso.
Me mordí el labio. Estaba comenzando a divagar.
La línea había quedado prácticamente muerta por unos segundos, pero luego oí el agradable repicar de una risa. La voz, suave como el terciopelo, estaba ahí de nuevo.
—De hecho, creo que puedo. Al menos para ver la película.
Casi suspiré, aliviada de que en su tono de voz no se escuchara la duda. Ayer y hoy me había mostrado demasiado entusiasta alrededor de Edward y no quería que pensara otra cosa. Yo no quería pensar otra cosa.
—Está bien, entonces. ¿Te parece si nos alcanzas en el parque saliendo del trabajo? ¿Tal vez a las 5:30?
—Por supuesto, estaré ahí.
Así que ahora estaba sentada en una banca debajo de un árbol, mirando de manera periódica a Rebecca y Jared jugar en los columpios. No parecía haber demasiado problema entre ellos por su diferencia de edad, así que los dejaba estar. No se veía como que fueran a pelear por algo; ayer, antes de dormir, Rebecca había llamado a Jared su "mejod amidgo".
Por el rabillo del ojo vi una figura acercándose. Volteé para confirmar que era Edward, que se acercaba apresuradamente hacia donde yo estaba, estaba sonriendo. Se sentó a un lado mío.
—Lo siento, ¿he llegado tarde?
Fingí ver el reloj de mi muñeca.
—No, no esta vez.
Sonrió.
—¿Es que lo he hecho alguna vez?
—No sabría decirte. No te conozco.
Él alzó una ceja a mí, notablemente divertido. Se tomó la barbilla pensativo.
—Supongo que tienes razón.
Reí.
Un par de ojos infantiles se posaron sobre nosotros; era Jared y por su expresión estaba sorprendido por ver a su papá aquí pues yo no le había contado acerca del cambio de planes. Era obvio que no estaba acostumbrado a tener la presencia de Edward a su alrededor.
Aún así, sonrió de manera tímida y levantó el brazo hacia su padre, saludándolo. Este hizo lo mismo.
—Está muy contento de que estés aquí— dije, sin poder detenerme—. Jared, me refiero.
Edward suspiró.
—A veces quisiera que las cosas no fueran tan difíciles cuando estoy a su alrededor, pero tiendo a estropearlo.
—No, no lo creo. — Afirmé.
—Bella, ni siquiera se acercó a saludarme.
—Es tímido.
—Sí, tal vez, pero estoy seguro de que si no hubiese sido yo y en lugar hubiera sido su tío Emmett o su abuelo Carlisle, las cosas serían diferentes.— suspiró.
Lo miré, triste.
—Quizás tengas un poco de razón, pero eso no significa nada. No te conozco muy bien, Edward, es más: no conozco nada de ti. Pero puedo hacerme una idea de lo que piensas y de una vez te digo que no. Él te quiere, te está dando una oportunidad. Úsala.
Sonrió.
—Eso intento. ¿Te parece si ya nos vamos?
Miré el cielo, en una hora aproximadamente el atardecer caería. Asentí hacia él.
—Vamos.
Edward Cullen es una persona agradable; es fácil estar con él alrededor. Se vuelve protector alrededor de su hijo y también conmigo y Rebecca como extensión. Es un hombre listo, siempre tiene algo bueno por decir y sabe mucho, sobre bastantes cosas. De muchas maneras me hizo sentir como una chiquilla a su lado, pero eso era algo completamente mío, porque él se movía amable siempre que se trataba de mí, no me daba tiempo a sentirme mal por nada.
Me había preguntado, como quien no quiere la cosa, mi edad. Estábamos en el coche y fresita estaba jugando en el asiento trasero con Jared, completamente indiferentes a nuestra conversación.
Yo le había dicho que tenía veintitrés y él había fruncido el ceño, murmurando que me veía incluso más joven. No supe cómo tomar ese comentario.
Entonces hice la misma pregunta; él tenía treinta y cuatro. Era 11 años mayor.
No quise, pero pude sentir el mundo de distancia que puso conmigo en el momento en que dijo eso; automáticamente supe que solo me veía como una niña. No quise que ese pensamiento pasara por mi cabeza, pues era como aceptar que me había hecho ilusiones de algo más cuando era obvio que no pasaría nada, pero lo hice. Esa idea cruzó por mi mente y se pegó a mi cerebro como hiedra: él era lo suficientemente mayor como para no tener ningún tipo de interés en mí.
La sola idea me hizo sentir tonta e insegura, así que lo que restó del camino me la había pasado en silencio, el cual solamente era roto por las risas de nuestros hijos en la parte trasera del auto.
Cuando entramos a la plaza donde estaba el cine, con él tomando a Jared y yo con Rebecca en brazos, pareció que éramos una familia. Muchas miradas se habían volteado, curiosas por ver al hombre alto con traje y a los niños y la mujer un poco desaliñados – eso pasa por jugar muchas horas antes de salir –, pero después de la primera mirada inicial, todo el mundo siguió su camino. Nada había cambiado el curso del mundo porque Edward y yo saliéramos con nuestros hijos. La única que le había dado una importancia más allá de la adecuada, había sido yo.
Pasaban unos minutos después de las ocho de la noche cuando todos entramos al hall del edificio. Rebecca ya había caído dormida en mis brazos y por lo que podía ver Jared no tardaba en hacerlo también. Tal vez estaban demasiado cansados por los juegos y la diversión de la tarde.
Edward estaba a punto de decir algo cuando el resonar de unos tacones y de la puerta del edificio abriéndose llamó mi atención: por ella entró una mujer alta, rubia y terriblemente hermosa. Tenía el cabello lacio hasta la mitad de la espalda y estaba vestida con un pantalón de vestir y una camisa de botones azul, que de alguna manera lograban resaltar sus curvas. Su mirada era seria y recelosa cuando nos vio a los cuatro juntos, pero le sonrió a Edward.
—Amor, no pasaste por mí como habíamos acordado, ¿pasó algo?— ¿Amor?
Ella sonreía y lo miraba atentamente, pero de alguna manera que no pude entender sentí que me estaba estudiando.
Noté que Jared, que estaba a mi lado, se tensaba. Apretó la mano de su papá y se acercó a él.
—Irina— Edward respondió, se miraba culpable—, lo lamento. Lo olvidé completamente. Salió de la nada un compromiso.
Él sonrió hacia Jared y luego hacia mí.
—Entiendo— la tal Irina pasó su mirada entre él y yo. Luego se relajó, como si nada de su tensión de antes hubiese existido—. Hola, Jared.
El niño, que estaba aún receloso detrás de Edward, alzó una mano saludando.
—Hola, señorita Denali.— Su voz apenas era un tímido susurro.
Ella le sonrió, luego me miró.
—¿Vas a presentarme, querido?
Edward carraspeó un poco incómodo. No reconocí las emociones que pasaron por su rostro.
—Sí, por supuesto. Irina, ellas son Isabella y Rebecca Swan.
La mujer finalmente decidió acercarse y me tendió la mano, sonriendo. Toda la molestia que había estado en su cuerpo había desaparecido.
—Hola, Isabella. Mi nombre es Irina Denali, soy la novia de Edward.
A pesar de que su mirada era cálida y su sonrisa también, ella había hecho hincapié en referirse a sí misma como la "novia". Hizo bien. Yo no sabía que Edward tenía novia.
De repente me sentí muy estúpida. Hice mi esfuerzo.
Le devolví la sonrisa con un poco de incomodidad y zafé una de mis manos que estaba debajo de Rebecca para poder dársela, devolviendo el saludo.
—Hola, señorita Denali, puede llamarme Bella. Es un gusto.
—Tú también puedes llamarme Irina. Supongo que eres la amiga de Rosalie. Es bueno conocerte.
Me di cuenta de lo que había estado pasando después de que ella pronunció esas palabras. Ella prácticamente me había estudiado de forma celosa, como su rival. Y muy rápidamente me había descartado, por lo que ahora podía ser cortés a mi alrededor.
No la culpaba.
Eso no evitó que me sintiera inferior. Y muy, muy pequeña.
Ni Edward ni Irina parecieron notar la ola de sentimientos que se habían abalanzado sobre mí, pero pude ver un par de pequeños ojos verdes mirándome tímidos y curiosos. Jared se podía dar cuenta de todo, incluso aunque no hacía comentarios sobre ello. ¿Cómo es que Edward no lo notaba?
—No es por ser grosera— continuó Irina—, pero me gustaría pasar ya a tu departamento, querido. De todos modos se estaban despidiendo, ¿no?
Me sacudí de mi estupor.
—Sí, eso estábamos haciendo— dije—. Hasta luego, Edward, gracias por acompañarnos—volteé a ver Jared, el tono de mis palabras automáticamente se volvió dulce—. Hasta mañana, Osito Jad. Descansa.
El niño se sonrojó. Había usado el apodo que su abuela le había dicho dos noches atrás. Sorprendentemente él se separó de Edward y se acercó a abrazarme.
—Hasta mañana, Bella. Dile a fresita que la veré pronto.
Le di una mirada tierna.
—Claro, le diré.
Edward estaba mirándonos a mí y a Jared de una forma intensa y rara que no supe descifrar, cuando se dio cuenta que le devolvía la mirada confusa sacudió la cabeza ausentemente y sonrió.
—Hasta luego, Bella. Descansen.
Irina tomó del brazo a Edward y lo guio hasta el elevador, con Jared pisándoles los talones. Pude oír a ella hablar algo acerca de un vestido lavanda y una sesión de fotos mientras las puertas se cerraban.
Suspiré, antes de subir a mi piso.
Acosté a Rebecca en la cama de su nuevo cuarto, ella se removió un poco cuando la limpié y cambié, pero no se despertó. Antes, cuando vivíamos en Jacksonville, ella y yo siempre dormíamos juntas, pero ahora estaba empeñada en dormir en su cuarto, pues les gustaba demasiado. Yo extraña sentirme abrazada por ella en las noches, incluso aunque Rebecca tenía la tendencia a patear.
Finalmente en la ducha me permití pensar acerca de los dos días anteriores. Edward y yo habíamos estado compartiendo mucho, y aunque prácticamente su presencia era nueva en mi vida así como la mía en la suya, sentía que sabía muchas cosas sobre él. Todo y a la vez nada.
Sabía que estaba inseguro alrededor de su hijo, era algo que había podido deducir por sus palabras vagas acerca de su relación con él y por la forma en la que ambos se desenvolvían cuando estaban juntos. La incomodidad estaba ahí, presente, pero también el amor y las ganas de permanecer. Como le había dicho, eso sería suficiente. Sólo tenía que poner de su parte.
Antes, cuando habíamos salido, no me había sentido como una intrusa, sino como parte de algo. Aunque ahora lo veía todo diferente; Edward tenía novia. Una hermosa, escultural y rubia novia que no me consideraba lo suficientemente atractiva para ser grosera conmigo, en cambio su sonrisa había sido amable después del recelo inicial.
Tenía muchas cosas en la cabeza, pero no quería sobre pensarlo demasiado. Concluí que me gustaba Edward Cullen, no como algo más, sino como un amigo protector. Era bueno verlo desenvolverse alrededor mío y de Rebecca.
Y luego estaba Jared. A diferencia de como era su padre, él era tímido y retraído, siempre al principio. Me había dado cuenta de que después de un rato tomaba suficiente confianza conmigo, pero con Rebecca no necesitaba tiempo. Él no era rebelde en ningún sentido, ni travieso. ¿Acaso Edward lo estaba juzgando demasiado pronto? Seguramente no debía ser así, después de todo él era su padre. Tal vez el niño era travieso a su alrededor y no conmigo.
Pero lo que más había notado en estos días es que Jared Cullen había heredado la característica más fuerte que yo había visto en su padre: su instinto protector. Lo podía notar cuando jugaba con Rebecca, siempre siendo cuidadoso a su alrededor para que ella no se lastimara. Luego, cuando caminábamos y ella corría, él lo hacía junto a ella tomándola de la mano para no dejarla caer. Sí, definitivamente Jared era una copia en pequeño y más tímida de Edward.
Sonreí con ese pensamiento. Ya había salido de bañarme y me acosté en mi cama, tratando de conciliar el sueño. Mañana sería un día muy largo.
Rosalie miraba embobada el montón de cajas que aún seguían botadas en la sala de mi departamento. Hoy ella había prometido ayudarme a desempacar y acompañarme a visitar la guardería en la que dejaría a Rebecca a partir de la siguiente semana; estaba cerca de mi trabajo y se me facilitaría estar al pendiente de ella.
—Bella, uno creería que con tres días aquí ya te hubieses instalado completamente.
Me encogí de hombros, sacando de una caja una bonito atrapa sueños que había comprado en La Push hacia dos navidades. Rebecca veía la televisión, sentada en el sillón no muy lejos de nosotras.
—No he podido, he estado ocupada.
—¿Ah, sí? ¿Exactamente en qué?
Antes de que pudiese contestar, una pequeña y tintineante voz se me adelantó.
—Yo y mami salimos con jaded y el señod Edvad. Dos veces.
Rosalie frunció el ceño, pero la ignoré.
—Es mami y yo, amor. Mami y yo.
Rebecca asintió ausente, no realmente preocupada, y volvió su vista al televisor.
—¿Edward Cullen? ¿Mi cuñado?
Traté de no ruborizarme. Por supuesto que Rosalie no lo dejaría pasar.
—Sí.— murmuré.
—¿Cómo es que sucedió eso? ¡Y dos veces! Edward es la persona más arisca que he conocido alguna vez.
Arrugué la frente, sintiendo la necesidad inherente de defender al hombre que apenas y acababa de conocer de mi mejor amiga de casi toda la vida.
—En realidad es muy agradable. Coincidimos para que los niños pudieran estar juntos, eso es todo.
—Me parece sorprendente, he de admitir, pero supongo que está bien. Sólo avísame si alguna vez te hace una grosería, eso jamás se lo dejaría pasar.
—Dudo que eso suceda.
—Bella, no lo conoces. Es un idiota.
No pude esconder la molestia en mi tono de voz.
—No, por supuesto que no lo es. Lo he conocido lo suficiente y soy muy buena juzgando a las personas.
Rose me miró, sorprendida por mi repentina valentía al hablar. Yo casi nunca la contradecía.
—Bien, supongo que tienes razón— murmuró, pero no parecía convencida—. ¿Ya conociste a Irina?
Me contuve de hacer una mueca.
—Sí, ella es… agradable.
Rosalie rio.
—Sí, claro, en el mundo de los muertos. Esa odiosa mujer. Nadie en la familia la quiere.
La miré sorprendida, de repente la curiosidad era más poderosa que acomodar las cosas que se encontraban desperdigadas por el suelo.
—¿Por qué?
—¿Que no la viste? Es tan prepotente, lo esconde muy bien debajo de su fachada amable.
—No, no lo noté.— mentí.
—Ni siquiera Esme la soporta y eso es decir mucho— continuó Rose—. Esme es la persona más paciente y dulce del mundo. Incluso se ha vetado a Edward de las comidas familiares, con tal de no tener que verla. Es por eso por lo que el domingo no nos acompañó, él está en un tipo de huelga… quiere que la familia de su brazo a torcer, pero eso no sucederá.
Jadeé, sorprendida. De repente me sentí muy enojada, ¿cómo podía una familia tan dulce como los Cullen ser así con Edward? Pobre, se debía sentir muy solo.
Mis labios estaban en una fina línea.
—Eso es algo muy cruel. Independientemente de lo preponte que sea Irina, no está bien que hayan separado a Edward así.
Rose encogió de hombres.
—Tal vez no, pero fue una decisión unánime.
—Creí que eran buena gente.
—Bella, lo somos. Es que esa mujer…
—No creo que haya pero que valga. No es tan mala, ¿odiosa? Sí, tal vez un poco, pero no por eso deberían vetar a Edward de la familia.
Rosalie me miró, arqueando su ceja hacia mí debido al obvio tono de molestia que había en mi voz.
—Bella, nosotros no la odiamos por eso.
—¿Entonces?
—Es privado.
—Somos amigas de toda la vida, Rose.
Jugué una carta sucia, lo sé, pero tenía demasiada curiosidad.
—Bien, si tanto quieres saberlo, te lo diré. Bella, nadie en la familia Cullen quiere a Irina y eso no tiene nada que ver con su trabajo poco modesto o su forma de ser.
Me tenía harta este rodeo de palabras.
—¿Entonces?
Rose dio un suspiro de irritación y después de un silencio de unos cuantos segundos, habló.
—Nadie la quiere porque es la hermana menor de la exesposa de Edward.
—¿Qué?
D: Super plot twist, ¿a que sí?
¿Qué piensan? ¿Merece review?
SpicyDreams
