Tú, yo y nosotros
Disclaimer:
Los personajes pertenecen a S. Meyer, la historia es mía.
Capítulo 6: A través de la persiana
BPOV
Me pasé el resto de la tarde con el pensamiento y las ideas entre las nubes.
—Vaya retrato tienes ahí, eh. Hace tantos años que no veo a Reneé que ni siquiera la reconozco. Bueno, ¿cómo lo haría? Tenía como seis la última vez que la vi.— Rosalie estaba sentada en mi sala, jugando ausentemente con algunas fotos familiares que acababa de sacar de una caja. Examinaba cada imagen a detalle.
—Eh, sí, ha cambiado mucho.
—Tanto que no ha pisado Forks desde hace como 20 años.
—No tiene por qué.
Y era cierto. Mi madre no tenía nada que hacer en Forks, por eso yo reconocía ese pequeño pueblo como uno de los lugares más seguros en el mundo para mí.
—Qué mala, pero es verdad.
Quería desesperadamente cambiar de tema, mi cabeza ya estaba lo suficientemente distraída como para traer un tema tan caloroso como mi madre. Ni siquiera había hablado con ella desde el domingo, cuando le avisé que me había instalado ya. La llamada que pretendía ser de cinco minutos se convirtió en una de hora y media debido a sus usuales prácticas para intimidarme. Quería que regresara a Jacksonville desde el momento en que me fui.
—¿Cómo va Jasper?—pregunté, como quien no quiere la cosa.
Jasper Hale era el hermano gemelo de Rose. A diferencia de ella, él casi no visitaba a sus abuelos de pequeño, así que no tenía muchos recuerdos de nosotros dos juntos, pero por los que conservaba aún en mi mente, sabía que era un chico tímido y tranquilo, de personalidad amable.
La cara de Rosalie su iluminó con una sonrisa.
—Oh, Bella, ¡él viene! En dos semanas se muda. Estaba tan emocionada con tu llegada que olvidé en comentarte la de él.
Vaya. Jasper llevaba tres años viviendo en Texas solo.
—¿En serio? ¡Eso es genial, Rose! ¿A qué se debe el cambio?
—Bueno, me dijo que me ha extrañado y extraña la costa oeste, ¿puedes creerlo? Pidió un cambio en la escuela en la que trabaja y ya casi termina todos los trámites. Vivirá en su viejo departamento.
Su entusiasmo se reflejó en mi cara también. Sabía cuánto extrañaba Rose a su hermano; ellos dos era inseparables. Nunca me había querido contar la razón por la cual él se había ido, pero sabía que había sido algo personal para él, aunque nada que ver con mi amiga.
Rosalie siguió hablando de banalidades mientras seguíamos arreglando el desastre de cajas que era mi departamento. Ya casi acabábamos.
En un momento de distracción entre mi rubia amiga que le daba de comer a Rebecca, me encerré en mi cuarto y me senté en mi cama. Necesitaba pensar.
Aunque quise evitarlo, mi mente reprodujo la revelación que Rose me había dado hace un rato sobre Edward. Estaba molesta… muy molesta se podría decir.
Yo sabía que no debía juzgar al amable hombre que en los últimos dos días había demostrado que tenía todo el potencial de ser un buen padre, pero no podía. Me seguía preguntando cómo se había atrevido. ¡La hermana de su exesposa, por Dios! Y eso no tendría nada de malo, pero había un niño de por medio.
Un amable niño que no tenía la confianza para mostrarse con su padre, que era tímido y un poco hosco. Y no lo podía juzgar, digo, ¿quién podría? Eso debió haber sido un trauma gigante para él, incluso aunque su mente infantil no pudiese entenderlo al 100%.
Un día tienes una mamá y al día siguiente la reemplazas por su hermana. Al menos eso me había dicho Rose; era la versión que toda la familia Cullen tenía y por eso odiaban a Irina, y no era para menos. Ahora creo que yo también la odiaba por hacerle daño a ese tierno, inocente niño. Y mi rencor por Edward no se quedaba atrás, tenía ganas de gritarle.
Tenía una sensación rara en el pecho, no sabía cómo describirla. Era una mezcla de amargura y decepción; como si todo lo que Edward hubiera hecho en los últimos días hubiese sido sólo una actuación y el verdadero hombre hubiese estado siempre ahí, tapado con una máscara: el que no se preocupa ni un ápice por los sentimientos de su hijo. Pero ¿qué podía decirle? Nada. Ni siquiera mi humilde opinión porque eso no me incumbía de ninguna manera.
De ahora en adelante sería cordial con él por Jared y nada más. Había visto demasiado a través de la persiana y no estaba dispuesta a tolerar ese tipo de comportamiento, así como los Cullen tampoco lo habían hecho. Debía seguir el ejemplo.
—¿Bella?—Rose asomó la cabeza por la puerta de la habitación—, ¿estás bien?
—Sí, Rose, perdona. Necesitaba un momento para descansar, estoy agotada.— Mentí.
Ella frunció el ceño.
—Te iba a decir que fresita y yo estamos listas para ir a conocer la guardería. Muero por llevarlas, les va a encantar, pero si te sientes mal podemos ir mañana.
—No, no— negué con la cabeza—. Es mejor ir ahora, así puedo inscribirla de una vez y saber qué es lo que va a necesitar que le compre.
—¿Estás segura?
—Por supuesto, ahora las alcanzo.
Rose sonrió.
—Bien.
El lugar era bonito. Era un edificio de ladrillos rojizos que aunque por fuera se veía arcaico, por dentro era una sala de diversión, así sin más. Tenía varios salones de juegos, pero me mostraron en el que Rebecca estaría de acuerdo a su edad: uno con paredes verdes, lleno de juguetes y estaba lleno de niños, con varias encargadas haciendo actividades con ellos en las pequeñas mesitas que había. Era un sueño y sabía que Rebecca, con su personalidad extrovertida, sería muy feliz aquí.
La señorita Claire era la supervisora, y se había mostrado muy entusiasmada mientras hacíamos el recorrido y me enseñaba todo. Ella había saludado a Rebecca con una tierna y maternal voz y ambas habían encajado perfectamente desde el principio. Eso me hizo sentir muy aliviada.
Ahora que la guardería estaba cubierta, ya no tenía motivos para preocuparme en ir a trabajar. La siguiente semana comenzaría en una pastelería no muy lejana aquí, que de hecho la dueña era la señora Cullen. Me pregunté brevemente si ella sabía eso; tenía varias sucursales y no atendía todas, por lo que yo fui contratada por alguien externo a ella.
Mi plan original, mi plan de adolescente, había sido estudiar derecho. Eso, por supuesto, no había pasado; dejé la carrera a la mitad, incapaz de continuarla al haber tenido a Rebecca y no haber tenido el apoyo económico de mi mamá. Mi padre estaba muy lejos y en ese momento había sido algo inconcebible para mí el mudarme y siempre me había preguntado el qué hubiese pasado si lo hubiese hecho. Tal vez ahora tendría mis estudios completos. Nunca lo sabría.
Aun así estaba contenta con las decisiones que había tomado, pues me habían llevado a donde estaba ahora: Rebecca y yo viviendo solas, madre e hija juntas contra el mundo. Unidas para siempre. Hubo un tiempo en que no pensé así y era tristeza siempre, pero ya había pasado.
El solo pensamiento ocasionó que me estremeciera.
—¿Mami, tenes fio?—Rebecca, que estaba en mis brazos, notó instantáneamente mi escalofrío. Rosalie ya se había ido, estábamos en la entrada de nuestro edificio.
—No, amor. Sólo recordé algo.
Rebecca frunció el ceño, su dedo pulgar estaba en su boca. A pesar de que había intentado de mil maneras que no hiciera eso, no lo había conseguido. Ya me había rendido al tratamiento odontológico.
—¿Adgo mado?
—Nop—piqué suavemente su frente con mi dedo, haciendo que esta se alisara—. Un recuerdo y ya.
Eso era suficiente explicación para ella.
—Otey.
—¡Fresita!¡Bella!— una infantil voz resonó detrás de mí, al voltear me di cuenta de que ésta venía acompañada con un hombre de traje.
Mierda. Jared y Edward.
¿Cómo es que siempre le hacían para encontrarnos en el momento justo?
Bueno, tal vez estaba exagerando, pero esta ya era la segunda vez en una misma semana. Aun así dejé que mi voz amable y dulce actuara.
—Osito Jad, ¡hola!— saludé.
—¡Jaded!
Rebecca se revolvió en mis brazos pidiendo que la bajara y lo hice, instantáneamente fue hacia Jared e hicieron uno de sus extraños saludos y comenzaron a jugar. Rodé los ojos divertida.
Luego me volteé hacia Edward. Asentí la cabeza hacia él.
—Señor Cullen.
Edward arqueó una ceja hacia mí, divertido por la formalidad de mi voz.
—¿Señor Cullen?
—¿Así se llama, no?
Mierda. Sonaba enojada. Relájate, Bella.
—Sí, pero creí que habíamos dejado las formalidad de lado.
—Ya ve que no.
—¿A qué se debe el cambio?
—No se debe a nada, solo estoy siendo educada.
—Ajá— me miró contrariado y un poco confundido—. Dime qué sucede, Bella.
—Nada.
—¿En serio?
—Sí.
Se pasó la mano por el cabello, estaba comenzando a irritarse, podía notarlo. Yo estaba comenzando a hacerlo también.
—¿Fue por lo de Irina ayer? Sé que puede ser un poco grosera a veces, pero no es mala.
Casi le viré los ojos. Casi.
—No, no es por eso. Solo tomaba nuestra relación como lo que debe ser. Apenas y lo conozco.— respondí finalmente.
Me arqueó la ceja.
—¿Relación?
Enrojecí.
—Sabes a lo que me refiero.
—Yo creo que para este punto nos conocemos muy bien.
—No, no lo hacemos, Edward.
—Volvemos a los tuteos.
Lo miré enojada
—No, no volvimos.
Él se rio, pero luego de un momento se puso serio. Lo ignoré, volteando a ver hacia Jared y Rebecca, que ahora se habían sentado en una banca del hall y miraban animadamente algo en el iPad de Jared. Noté que él aún traía puesto el uniforme de la escuela, ¿había ido con Edward al trabajo?
—No, ya en serio, ¿pasó algo?
Suspiré. Mi enojo amainó considerablemente al ver su ceño fruncido y su cara confusa.
¿De qué lo puedo culpar? De nada. Tal vez de ser un mal padre.
Pero eso no es de tu incumbencia, Swan.
Incluso ni siquiera había razón de enojarse, tal vez sólo por Jared, aunque algo me decía que había algo más por lo que me estaba sintiendo de esa manera y la verdad es que no quería pensar demasiado en eso.
Decidí mejor mentir.
—No, Edward.
—Eres pésima mintiendo.
—No lo soy.
Arqueó una ceja. Bufé.
—Me refiero a que no estoy mintiendo.
—Bueno, entonces vamos a comer. Los cuatro. Esta vez yo invito.
—No creo que sea lo mejor, es miércoles.
—¿Y eso qué?
—Mañana es día de escuela para Jared.
La diversión rebotó en sus ojos verdes.
—Bella, son las seis de la tarde, no es media noche. Además, no creo que a Jared ni a fresita le importe mucho, es más, creo que les encantaría la idea.
Rebecca reía a carcajadas con Jared detrás de Edward. Cerré los ojos, pensando. Me sentí mal.
Estaba siendo estúpida y lo estaba juzgando tal vez demasiado pronto. Y con eso también estaba pasándome a traer lo que mi hija y Jared sentían. Sólo había que mirarlos para ver que eran felices juntos.
No me iba a morir por cenar una vez más con Edward Cullen.
¿O tal vez sí? Quién sabe.
—Bien, tú ganas— rodé los ojos—. Estaremos ahí. ¿A qué hora?
—Si quieres ahora mismo, la comida ya está hecha. Ganancias de la señora Cope.
El halcón.
—¿Cómo dices?
Mierda, en serio debo dejar de hablar en voz alta.
—Nada, no dije nada. Está bien, vamos— meneé la cabeza negando—. ¡Rebecca, Jared! ¿Les gustaría que cenáramos todos juntos?
Ellos se miraron entre sí y salieron corriendo al elevador. Jared picó el botón para llamarlo.
Supongo que eso es un sí.
Resultó que la señora Cope hacía unos macarrones con queso deliciosos y cuando estaba alrededor de Edward no parecía una perra. Me preguntaba cómo trataba a Jared, tal vez luego le preguntaría a él. No quería entrometerme mucho, estaba consciente de que no era mi hijo, pero no podía evitarlo. Mi instinto me decía que algo pasaba con él y quería cuidarlo.
Pasamos la comida platicando de trivialidades, con Jared explicando su día en el kínder y cómo había sacado una A en su clase de manualidades; lo positivo de que él hablara tan bien de la escuela es que Fresita estaba muy emocionada y me había preguntado cuándo iría ella también.
Hoy Edward estaba de lo más comunicativo y preguntón; era como un lorito a mi alrededor y normalmente no me hubiese molestado pero mi enojo con él no cedía.
—Entonces, Bella, ¿qué hiciste hoy?— preguntó. Estábamos sentados en la sala. Yo contra mi voluntad, creo. Él estaba muy apacible. Jared y fresita habían corrido al cuarto de él después de la comida; Jared estaba demasiado emocionado por enseñarle sus juguetes, tanto que no me pude negar a que fueran un rato.
Así que ahora estaba encerrada en una plática con Edward.
—Bien, de hecho ya encontré una guardería para Rebecca; me queda perfecto porque está cerca del trabajo, así puedo llegar rápido por cualquier emergencia.
—La cuidas mucho.
—Sí, se podría decir, sí.
—Eres buena madre, Bella.
—Eso creo, aún así Rose me ayudó. Me está ayudando mucho a acoplarme aquí. No tengo muchos amigos, bueno, en realidad sólo ella.
—También nos tienes a Jared y a mí, si lo sabes, ¿verdad?—Su tono de voz era solemne.
Volteé la vista incómoda sin saber que decir. Me distraje viendo su departamento; era realmente bonito. Muy minimalista y en tonos blancos, ni siquiera parecía que viviese un niño aquí. A diferencia del mío, este era muchísimo más grande y tenía escaleras que daban hacia un segundo piso con las recámaras. Era del tamaño de una casa, prácticamente.
La voz de Edward me sacó de mi ensoñación.
—Bella, ¿ahora si me vas a decir qué te pasa?
Parpadeé, confundida.
—¿Que me pasa de qué?
Suspiró cansado.
—Rose te dijo, ¿cierto?
Su tono de voz fue duro y no pude evitar sentirme avergonzada, aunque debería ser al revés. De repente me sentí como una vieja chismosa.
Estaba actuando como mi mamá.
Maldita sea.
—Lo siento, Edward— fui sincera, en parte—. No sé lo que me pasa. Rose no me dijo nada.
—Estás mintiendo otra vez.
—¿Cómo lo sabes?
—Simplemente lo sé.
Suspiré.
—Puede que me haya dicho un poco, pero no fue con mala intención.
Edward rodó los ojos.
—Eso sería sorprendente, tomando en cuenta que nunca he escuchado a Rosalie Hale decir algo con buenas intenciones.
Lo miré mal, no me había gustado en nada el tono que había utilizado.
—Pues aunque no lo creas. Aún así, ¿cómo pudiste saberlo?
—Porque te comportas toda extraña e incómoda alrededor mío. Y quiero que sepas, Bella, que las cosas no son como te las estás imaginando.
—Yo no necesito ningún tipo de explicación.
—Lo sé.
—Bien.
—Aun así quiero dártela.
Mmh, okey. Bueno, ¿cómo negárselo? Ábrete como libro, Edward.
Como quiera lo miré, recelosa.
—Okey.
—Irina y yo somos novios desde hace apenas un año y medio, y fue muchísimo después de que yo terminara con mi exesposa.
—¿Cómo se llama tu exesposa?
—¿Rosalie no te lo dijo?
Bufé.
—Como dije, solo un poco. Ni siquiera estaba interesada en ti.
—Raro de ella.
—Edward…
Estaba comenzando a cansarme.
—Lo digo en serio, Bella. Mi esposa se llama Tanya y me dejó muchísimo antes de todo con lo de Irina, ella renunció a Jared en todos los sentidos y no tuvo nada que ver conmigo, solo con ella.
—Está bien, Edward. Te creo.
—Bien, porque no pensaba decir mucho más.
Él tenía la mandíbula apretada, estaba enojado. Suspiré.
—No quería ofenderte. No es de mi incumbencia y no sé por qué actué tan perra a tu alrededor antes—me tapé la boca con las manos, sorprendida—. Lo siento, ¡no quería decir eso! Qué bueno que los niños no están por aquí.
El bufó y la expresión molesta en su cara se fue en menos de un segundo, siendo reemplazada por una sonrisa. ¿Era bipolar?
—No te preocupes, la gente tiende tergiversar las cosas. Incluso mi propia familia. Estoy acostumbrado.
—Lamento oír eso.
Se encogió de hombros.
—Sí, bueno, es lo que hay.
—¿Por eso ocultas tu relación?
Levantó la cara hacia mí, notablemente sorprendido por la forma tan brusca en la que había preguntado eso.
Mierda. OTRA VEZ.
Debo dejar de preguntar cosas que no me incumben.
¿Por qué soy tan metiche? Seguro lo heredé de Reneé.
—Lo hice de nuevo, lo siento. Ignora eso. No quise preguntarlo.— Me disculpé rápidamente.
Él sólo sacudió la cabeza, como negando. Aún había sorpresa en sus ojos pero no enojo, al menos eso era buena señal. De hecho se veía incluso divertido.
Algún día tendría que echarme de su casa por ser tan imprudente, ¿verdad? Pero al parecer hoy no.
—¿Por qué llegaste a esa conclusión?
—¿Eh?
—De que oculto mi relación, ¿por qué llegaste a esa conclusión?
Me sonrojé, sintiéndome culpable.
—Puede que haya investigado un poco. Y según los medios Irina no es tu novia, solo tu amiga cercana que está enamorada en secreto de ti.
—Dios, qué horrible película que se montan. Odio las revistas.
Lo miré sorprendida.
—Pero apareces en portadas a cada rato.
—Bella, sí, en portadas financieras. Las de chismes… bueno, no son mi fuerte.
—¿Entonces?
Se encogió de hombros.
—Desde que Irina y yo estamos juntos aparezco y pues lo soporto, por ella. Más ahora que he decidido hacer pública mi relación.
Parecía que estaba siendo sincero pero su última oración sonó como si fuera una pregunta.
La quería bastante. Se me estrujó el corazón.
—Ah.— Ya no supe qué decir.
El silencio incómodo reinó en la habitación y de repente la atmósfera divertida se había ido. Quería salir pitando de su departamento lo más pronto posible, pero tampoco quería ser grosera.
¿Por qué me dolió lo que dijo? Es su novia, es normal que sea pública su relación. Estaba haciendo un escándalo en un vaso de agua y lo peor es que acababa de conocerlo. Me atacó la necesidad de irme. Rápido.
—Bueeeeno— me levanté, estirándome un poco y fingiendo una sonrisa—, creo que será mejor que me vaya.
—¿Tan pronto?
Su voz sonaba queda, casi triste.
—Sí, es lo mejor. Tengo responsabilidades de adulto que atender.— El tono sarcástico en mi voz me delató y eso pareció divertirlo.
—¿Como cuáles?
La verdad es que ya no tenía que hacer nada, pero él no debía saberlo.
—Bueno, pues…
El sonido del elevador silenció mis palabras y el inconfundible repicar de unos tacones sonó por toda la casa.
Irina Denali estaba parada justo frente a nosotros y arqueando la ceja en nuestra dirección. Su expresión se endureció con obvio reproche.
—Edward, hola. No sabía que tenías visitas.— Saludó finalmente, pasándome de largo.
Edward se aclaró una garganta, dando una mirada entre ella y yo.
—Sí, invité a Bella y a su hija a cenar.— Le respondió.
—No veo a su hija por ningún lado.
Carraspeé. Odiaba que hablaran de mí como si yo no estuviese ahí.
—De hecho, está con Jared— volteé a ver a Edward, que ya se había levantado de su asiento y lucía terriblemente incómodo—. Voy por los niños.
No les di el tiempo de contestarme y salí caminando hacia las escaleras. Caminando muy rápido. Con ella ahí, me sentía como si estorbara y Edward no tuviera el suficiente corazón de decírmelo. Rayaba lo ridículo.
Toqué la puerta entrecerrada y entré lentamente. Ambos niños estaban sentados en posición india viendo Cars. Rodé los ojos. A Rebecca nunca le había gustado Cars. Por supuesto que por su mejor amigo la vería, así era ella.
Ellos voltearon a verme.
—¿Sí, mami?
—Amor, debemos irnos. Ya es tarde.
Vi las caras largas.
—Mami, pelo aun no tedmina la peli. —Rebecca gimoteó.
Me acerqué a ella para cargarla, pues me había ofrecido sus bracitos de todos modos.
—Perdóname, amor. Luego la terminarán, ¿cierto, Osito Jad?
Jared asintió, cabizbajo. Pobre bebé. Sacudí su cabello.
—No te preocupes— una idea pasó por mi mente y las palabras brotaron de mi boca antes de incluso darme cuenta—, ¿qué te parece si mañana le pides permiso a tu papá y después de la escuela vienes a casa con nosotras? Será divertido. Como una pijamada pero en el día.
Alzó la cara, con los ojos brillantes. Y como siempre no me contestó, en lugar de eso salió pitando de la habitación.
Mierda, no me había dejado decirle que allá abajo estaba Irina. Y por lo que me había enterado, ellos no se llevaban muy bien.
Salí detrás de él lo más rápido que pude pero me lo topé en las escaleras, ni siquiera había bajado. Estaba parado ahí.
Iba a preguntarle por qué hasta que lo escuché.
—¿Es en serio, Edward? ¡Es la tercera vez esta semana que te ves con esa chiquilla! ¡¿Es que no tiene casa o qué?!
—Irina, baja la voz. Te pueden escuchar.
—¿Pero qué es lo que pretendes, Edward Cullen? ¿Qué me quede cruzada de brazos viendo como tienes un enamoramiento con esa niña?
—¿De qué estás hablando? Es mi vecina, por Dios. Y solo estoy siendo amable.
—Pues no estoy de acuerdo con tu definición de amabilidad.
Mierda, estaban peleando. Por mí. Y Jared y Rebecca estaban escuchando todo. Aunque estaba segura de que Rebecca no había entendido ni mú, pero Jared sí. Lo podía ver en sus ojos.
Apreté su brazo para llamar su atención y volteó a verme, conmocionado. Le di una sonrisa y en un susurro le dije "bajemos". Hice muchísimo ruido con el repicar de mis zapatos para que Edward supiera que ya íbamos. No quería hacer la situación más incómoda.
—Mantente callada, por favor.
Finalmente llegamos a la sala. La cara de Irina estaba neutra, no demostraba nada de su irritación anterior. En cambio, Edward se veía frustrado. Lo sabía porque estaba tocando el puente de su nariz nerviosamente.
Jared fue el primero en hablar, de manera muy tímida, como siempre que se dirigía a su padre.
—Papá, ¿puedo quedarme con Bella y Rebecca mañana? Después de la escuela.
Edward hizo una mueca.
—No creo que sea lo mejor, Jad. Si no quieres venir a la casa, ¿por qué no vas a la oficina conmigo como hiciste hoy? Nos divertiremos.
"¿No creo que sea lo mejor?" ¿Una pelea con su novia y ya quería separar a Jared de mí? ¿Pero qué le pasaba?
—No quiero ir a la oficina. Quiero ir con Bella.— el tono de Jared se volvió firme.
—No, Jad. Será en otra ocasión.
Ay no. Reconocía una rabieta antes de que llegara y eso estaba a punto de pasar. Jared estaba aguantando la respiración y sus manos estaban hechas puños. Aun así él trataba de mantener la calma.
—Pero, papá…
—He dicho que no.
—¿Por qué no?— casi chilló.
—Porque no, Jared. No podré ir a recogerte.
—Me puedo quedar con Bella.
—Eso ni siquiera se discute.
Las lágrimas ya empezaban a salir del rostro de Jared. Tenía que parar esto ya.
—Osito Jad— me volteé hacia Jared y me agaché lo mejor que pude, teniendo a Rebecca en mis brazos. Ella se había crispado ya, sintiendo la bruma de la habitación—, puede ser en otra ocasión, ¿sí, amor? No te preocupes por eso. Llamaré a tu papá mañana para ver que se puede hacer.
—No quiero. Yo quiero verlas mañana.— sollozó.
—Lo sé, amor, pero mañana no se puede. ¿Si lo entiendes, verdad?
Para este punto las lágrimas ya brotaban sin parar por su rostro.
—Sí, Jaded. Te vedemos cuando puedas.— incluso Rebecca trató de consolarlo.
Jared sorbió sus mocos, tratando de controlarse.
—Bien.— pero por su tono no sonó como si estuviera bien. Volteó a ver a Edward con resentimiento y salió corriendo hacia su habitación. Suspiré.
Traté con todas mis fuerzas de no decir nada, pero no pude evitarlo. Me levanté y fulminé a Edward con la mirada, enojada también.
—Eso fue muy cruel, pudiste haberle dicho que sí. Yo no tengo problema con cuidarlo.
—Bella, Jared se está apegando demasiado a ustedes. Apenas y las conocemos.
Jadeé, sintiendo como mi cuerpo se tensaba instantáneamente al oír sus duras palabras. Hacía un rato apenas que me había dicho que ya nos conocíamos lo suficiente.
"También nos tienes a Jared y a mí, lo sabes, ¿verdad?" el recuerdo resonó en mi mente.
Era hora de irme.
—Bien. Explícale eso a un niño de seis años. Adiós, Edward— dije, enojada— Irina.— asentí hacia ella, que seguía inerte. Ni siquiera me miró.
—Alios, señod Edvad.— Rebecca dijo, como si nada estuviese pasando. La maravilla de ser un niño.
Me dirigí a los ascensores y puse el número de mi piso. Edward se acercó a mí.
—Bella…
—Adiós.
Y la puerta se cerró.
¿Y bien? ¿qué piensan? En lo personal, Edward me cayó muy mal este cap. Pobre Jared, ya estaban haciendo avances :(
Estoy pensando seriamente en hacer 2 actus por semana. Las semanas en que tenga tiempo (como esta) lo haré. Sábados y miércoles.
Gracias por sus comentarios el capítulo anterior a: saraipineda44, AJM Cullen, maries24, EriCastelo, Kasslopz, Noriitha, catita1999, Adriana Molina, Twilightforever7878, Danidommm16, NatieRCullen, Alejandra Cullen Stewart, Anachavezzz, Bbellezca, Natasha Pattinson, EriAlmanza26, Dreams Around The World, IgniTrafford, MariXastillo, Santipotter65, xochitl215, Edward y Bella 76, Lizzye Masen, NaNYs SANZ, Wenday14, Mari - pili, CinthyaVillalobo, Alex y Cary. Recuerden que leo todos y cada uno de ellos :D
SpicyDreams
