Tú, yo y nosotros
Disclaimer:
Todos los personajes pertenecen S. Meyer; la trama es mía.
Capítulo 7: Fuera de control
EPOV
Las puertas del elevador se cerraron, mostrándome como última imagen los ojos dolidos de Bella y la mirada confusa de Rebecca.
Dejé salir un suspiro de frustración, ¿por qué todo se tenía que complicar en tan poco tiempo? Y todo había comenzado con Irina, por supuesto.
Me volteé a verla, intentado ocultar el enojo o dureza en mi mirada; simplemente no podía entender qué estaba sucediendo. Con mi novia todo siempre había sido muy fácil, nunca habíamos tenido discusiones más allá de mi familia y ni siquiera llegábamos a alzar la voz, pero esta ya era la segunda vez en dos días que peleábamos hasta casi llegar a los gritos.
—¿Qué se supone que está pasando, Irina? No puedo entenderlo.
Ella estaba sentada en el sillón, crispada. Su postura demostraba la misma tensión que yo estaba sintiendo en ese momento.
—¿Por qué estamos peleando?— pregunté de nuevo.
La molestia era evidente en sus palabras cuando habló.
—Tú bien lo sabes, Edward. No conoces a esa chiquilla ni de una semana, ¡y, sin embargo, has estado saliendo con ella durante dos días seguidos y ni siquiera te has tomado la molestia de avisármelo!
Apreté el puente de mi nariz.
—Han sido salidas perfectamente inocentes, Irina. Salidas con mi hijo, ¡por Dios santo!
—Me dejaste prácticamente plantada ayer, Edward. Y hoy no me avisaste en dónde estarías en todo el día y llego para darte una sorpresa y la sorprendida al final soy yo.
No estaba totalmente seguro de a dónde quería llegar diciéndome todo eso, pero eran obvias las ideas que estaban pasando por su mente y no me gustaba nada el rumbo que estaba tomando la conversación.
—No te equivoques, Irina— mi mandíbula se tensó—. Yo jamás haría algo cómo eso. Es una chiquilla, apenas y pasa de los veintes.
Ella se rio; no una risa feliz, sino amarga.
—Oh, sí; la edad. Ambos sabemos el pequeño problemita de inseguridad que tienes con eso.
Abrí la boca, sorprendido por la forma venenosa en que lo había dicho.
—¿Hablas en serio?
—Tan en serio como nunca.— Afirmó.
—Eso fue un golpe bajo y lo sabes.
Se crispó, viéndome molesta.
—¡NO! ¡Tú eres el de los golpes bajos! ¡Haciéndome sentir mal cuando yo nunca te he dado ninguna queja! Y luego lo hago por primera vez, porque es algo que realmente me preocupa, ¡y ni siquiera te importa!
—Baja la voz, por favor. Eso que dices que te preocupa es insignificante e infantil. Le he dicho una cosa horrible a Isabella porque me dejé enrollar en tus celos pero no está bien; ella es buena para Jared. Ahora él está herido por mi culpa.
—¿Y qué hay de mí? ¿Qué pasa con mis sentimientos?
La miré, decepcionado.
—Él es un niño, Irina. Los niños no entienden de razones y por supuesto que él no entenderá si debe alejarse de Isabella y Rebecca sólo porque tú no te sientes cómoda con ellas.
—Eres su padre, Edward. Obedecerá y se le pasará, eso es todo.
—No debe ser así; nunca pondré los sentimientos de mi hijo por debajo de nada. Creí que lo entendías.
—No puede querer a alguien dos días, Edward, por Dios.
—Tal vez no, pero se siente bien con ellas, ¿por qué le quitaría eso?
—¿Y tú?
—¿Yo qué?
—¿Tú te sientes bien con ellas?
Apreté la mandíbula, volviendo a tensarme. Quise decirle que sí, que sí lo hacía; después de todo Isabella y yo nos habíamos comenzado a amistar rápidamente, pero sus ojos estaban tristes y llenos de inseguridades. Jamás le haría eso a Irina.
—Esto no tiene nada que ver conmigo, sino con mi hijo. No dejaré que él esté solo si puedo darle lo que quiere al estar con ellas.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no dejó salir ninguna. A Irina no le gustaba llorar; me dio pesar ver que era la primera vez que estaba así y era por mi culpa.
—Parece que el que está dándose lo que quiere al estar con ella eres tú.— Me dijo, su tono de voz ahora era débil.
Suspiré.
—No es así, Iri. Lo sabes.
—Creí que lo sabía.
—Lo haces.
Se levantó del asiento, mirándome.
—No, no lo hago y tú tampoco. Estas poniendo a una mujer que acabas de conocer y su hija por encima de tu novia con la que llevas un año y medio y estás comprometido. Es simplemente insólito.
—Irina, entiéndelo. Esto es sobre Jared y jamás será sobre mí. Siempre has creído en lo nuestro y has sido segura al respecto, ¿de verdad vamos a comenzar a pelear ahora?
La inseguridad cruzó como una ráfaga por sus ojos.
—¿De verdad vamos a dejarlo si las cosas van tan bien entre nosotros?— continué.
Ella dio un suspiro entrecortado, producto de estar conteniendo el llanto, y se acercó a mí, poniendo sus manos en mis brazos. Me estaba mirando intensamente.
—No. Nunca dejaré que nada se interponga entre nosotros; mucho menos esa niña.— su tono era despectivo cuando se refirió a Isabella y parecía que era una promesa lo que decía.
Exhalé, no tomándole realmente importancia a sus palabras, sabía que eran debido a los celos injustificados por los que estaba pasando.
Ella me abrazó.
—Nunca quiero perder lo que nosotros tenemos, Edward.
Le devolví el abrazo, besando su frente.
—No lo haremos, tú sabes bien que no. Ya te lo había prometido.
—Está bien.
—Pero no me alejaré de Isabella ni de su hija; son mis amigas y también lo son de Jared.
Se tensó en mis brazos.
—Bien, Edward, mas no te quiero ver ni de cerca de apegado como lo estuviste hoy o ayer; eso no es sano. Quiero que me des mi lugar, yo quiero ser la que salga contigo y Jared a disfrutar momentos en familia, no ellas. Nosotros somos familia, no ellas.— soltó un sollozo.
La aferré más a mí.
—Bien, haré lo que me pides.
Toqué la puerta del cuarto de mi hijo aunque ésta estuviera entreabierta. Sabía que él no estaba dormido, pues aún podía escuchar su llanto a través de la pared, sin embargo, este llanto no era el típico que Jared solía adoptar cuando estaba molesto porque no se le había dado algo, no, este era más tranquilo y muchísimo más silencioso de lo normal.
Entré al cuarto sin esperar la invitación para hacerlo y me lo encontré ovillado en su cama, con las rodillas pegadas a su pecho y su rostro sobre ellas; ocultándose de mí.
Sabía que vería algo como esto cuando entrara, pero verlo de primera mano me rompió el corazón. Y saber que yo lo había causado me dolió muchísimo más.
—Jad.
No me contestó.
—Jared.
—¿Qué quieres?— hipó.
Me estremecí por el tono enojado de su voz.
—¿Podemos hablar?
—No.
Suspiré.
—Por favor, es importante.
Levantó su rostro hacia mí, estaba molesto.
—Papá, ¿por qué no me dejaste salir con fresita y Bella? Ayer si lo hiciste. Me he portado bien, incluso recogí mi cuarto hoy sin que la señora Cope me regañara antes.
Entré completamente a la habitación y me senté en una esquina de su cama, lo suficientemente lejos de él para que no se sintiera incómodo pero también lo suficientemente cerca para poder verlo a la perfección.
—Lo siento, Jad. Estaba enojado y reaccioné mal, no debí haberte dicho que no— le dije, tratando de sonar tranquilo—. Es verdad, te has portado perfectamente.
Su cara molesta y llorosa se mostró sorprendida; las lágrimas pararon casi instantáneamente.
—¿Entonces si podré estar con ellas mañana?— La esperanza era completamente visible en sus ojos verdes.
Hice una mueca.
—Me temo que no.
Volvió a sollozar.
—¿Por qué no?
Suspiré.
—Temo que también fui grosero con Bella, así que tengo que pedirle disculpas antes.
Jared me miró mal de nuevo.
—Tú me pediste que me portara bien y lo hice, y ahora tú no lo haces.
—Lo sé.
Eso lo puso de peor mal humor. Enterró su cabeza entre sus piernas de nuevo.
—Sólo me quieres quitar lo que quiero.— Su tono había sido bajo, ahogado entre sus brazos; estaba seguro de que él no quería que yo lo escuchara, pero lo hice.
Nunca me había detenido a pensar en todo el daño que le había hecho a mi hijo en los años en que lo había ignorado; era consciente de que yo estaba lejos de ser su persona favorita, sí, pero no sabía que al punto de que él pensaba que yo haría algo para dañarlo adrede.
Siempre supe que yo había sucumbido demasiado en mi dolor cuando mi exesposa me había dejado; mi madre me lo había advertido muchísimas veces, el cómo estaba dañando a Jared con mis acciones. El cómo estaba dejando a un niño pequeño de tres años crecer sin madre y para colmo, con un padre presente pero ausente.
Ahora yo estaba llorando con la mirada gacha, casi adoptando la posición que Jared tenía. Me dolía demasiado el concepto tan horrible que tenía de mí mi propia sangre, pero lo cambiaría, ¿no lo había dicho ya? Me lo había prometido. Bella había estado ¿qué? ¿tres días? Y me había apoyado más en el proceso que cualquier otra persona, y yo se lo había pagado tratándola mal al darle a entender que no le había tomado importancia a nuestro vínculo aunque claramente sí lo había hecho.
Había actuado como un idiota, dejándome influenciar por los celos de Irina y lo peor es que había lastimado a Jared en el transcurso. Yo sabía que mi hijo no odiaba a Irina, no, él no sería capaz de albergar ese tipo de sentimientos, pero ciertamente no le caía bien.
¿Podría tener todo el paquete? ¿Irina y Jared llevándose bien y yo teniendo mi amistad con Bella intacta por el bien de él? No sabía, pero era algo que estaba dispuesto a aceptar y si no salía bien yo sabía cuál era el final de ese túnel: pondría a Jared sobre todo y todos.
Así que me limpié las traicioneras lágrimas que habían salido sin querer de mis ojos, y volteé a ver a Jared de nuevo.
—Perdóname.
Levantó la mirada, sorprendido. Debí creer que había supuesto que me había ido; tal vez en otro tiempo lo hubiese hecho. Ya no.
—Tienes razón, fui grosero. No debí hacerlo.
Sus ojos seguían recelosos.
—No sé.
Su tono no era seguro, pero había dejado de llorar.
—Estoy seguro de que me puedes ayudar a pedirle perdón a Bella. Tal vez fresita también. Quizá un helado de zarzamora nos ayude.
Había descubierto que el queso con zarzamora era la debilidad de Bella. A Rebecca le gustaba la vainilla y Jared amaba el chicle. Yo, por otra parte, prefería el clásico chocolate.
Sorprendentemente, Jared soltó una risita. Casi podía ver su enojo disiparse de su cuerpo. Él me había dado muchísimas más oportunidades de las que podía contar.
—Está bien, papá.
Sonreí.
—Ese es mi chico.
Luego, su sonrisa se borró.
—Pero ya no te portarás mal de nuevo, ¿verdad?
Me puse serio.
—Lo prometo, jamás lo haré de nuevo.
—Bien, entonces te perdono.— Sonrió. Todo el rastro del llanto anterior se había marchado; aunque su rostro seguía manchado.
Sonreí, abriendo los brazos.
—¿Tal vez un abrazo?
Él me miró, tímido, pero se acercó rápidamente a dármelo.
—Te quiero, lo sabes, ¿verdad?
—Sí, papá.— La nota burlona estaba en su voz.
—Bien.
—Yo también te quiero.
Lo apreté más contra mí.
—Lo sé.
Jared no tardó en quedarse dormido después de eso; jugar con Rebecca y llorar tanto seguramente lo habían cansado lo suficiente que ni siquiera replicó para pasarse de la hora de dormir. Me quedé con él hasta que escuché su respiración acompasada y supe que ya no despertaría.
Cuando bajé, Irina estaba esperándome en la barra de la cocina tomando una copa de vino tinto. Por su aspecto ella también lucía muchísimo más calmada.
—¿Y bien?— me preguntó.
—Todo está bien. Ya nos arreglamos.
Decidí omitir el hecho de que sólo había conseguido su perdón prometiéndole que le pediría perdón a Bella también; sabía que aunque ella había aceptado el que yo estuviera con Isabella seguía reticente y no quería problemas de nuevo.
También omití el hecho de que no le mencioné a Jared nada de pasar más tiempo con Irina y comenzar nuestras actividades como familia; sabía que él no tomaría nada bien la noticia si se la daba en un momento así. Tenía que ir convenciéndolo poco a poco.
Irina suspiró.
—¿Está enojado conmigo?
La miré.
—No, ni siquiera te mencionó.
—A veces creo que eso es bueno, pero también malo. No está para nada interesado en mí.
Intenté negar, incómodo. Aunque sabía que ella tenía razón.
—Ya se le pasará.— Dije, intentando tranquilizarla.
Me vio.
—Espero que sí.
—Será mejor que esta noche no la pasemos juntos— Le dije, intentando sonar lo más calmado posible. Normalmente ella era comprensiva al respecto, pero ahora no lo sabía.
Hizo una mueca.
—Sí, supongo que Jared está tan indispuesto como siempre a verme en el desayuno o siquiera cerca de ti.
—Irina…
Alzó las manos en defensa.
—Bien, bien. Prometí que ya no diría nada, así como tú también me prometiste hacer que él lo intentará.
Suspiré frustrado, pasándome las manos por la cara.
—Lo sé, sólo quiero esperar un poco, ¿okey? Ahorita Jared está demasiado susceptible y no quiero incomodarlo.
La expresión de su rostro era neutra, como siempre. Últimamente ella no dejaba entrever jamás lo que pensaba o lo que sentía respecto a mi hijo. Mayoritariamente lo agradecía.
—Bien, entonces me voy.
Ella se acercó al fregadero para dejar su copa y luego hacia mí, poniendo sus manos en mi pecho y besándome de forma delicada; apenas y fue un roce.
—Te veo mañana, querido.
—Te acompaño.
Caminamos juntos hacia el elevador, ella con su celular en la mano. La vi presionar el botón del hall distraída, aún viendo algunas publicaciones en Instagram. Cuando las puertas estaban cerrando, me volteó a ver.
—Te quiero, Edward.
La contestación se quedó pegada en el fondo de mi garganta, rehusándose a salir, pero ella no pareció darse cuenta de eso.
Me sentí incómodo. Fue la primera vez en varios meses en la que no fui capaz de contestar las palabras de amor que Irina tenía para mí.
Agradecí cuando las puertas se cerraron, soltando un fuerte suspiro. Estaba exasperado.
Maldita sea, ¿qué me estaba pasando?
A pesar de mis intentos y mi promesa hacia Jared, no pude pedirle perdón a Bella en lo que restó de la semana; ella se había rehusado a hablar conmigo o contestar mis llamadas y yo entendía perfectamente el por qué. Lastimosamente, mi hijo no. Y no estaba para nada entusiasmado.
Era sábado por la noche y había tenido que lidiar con un berrinche y pelea de nuevo cuando le sugerí que saliéramos con Irina a comer y a dar un paseo. Él estuvo enojado y tímido durante toda la salida; por lo cual no había tenido un gran acercamiento con Irina más allá de los normales "hola" y "cómo estás". Yo sabía perfectamente la razón de su enojo y su reticencia a salir con nosotros, pero él había aceptado rápidamente cuando le había prometido que veríamos a Bella y a Rebecca al día siguiente. Al menos eso creía yo.
Si algo sabía que era una tradición en mi casa sería la cena de los domingos de la familia Cullen. Todos los fines de semana; no importaba el qué. Yo había dejado de ir hacía meses, pero mañana sería diferente: sabía que Bella y Rebecca estarían ahí, producto de su fuerte amistad con Rosalie. A Rose, aunque me costaba admitirlo, no se le podía decir que no.
El único problema era que ahora tenía que llamar a mi madre para confirmar que estaría ahí mañana junto a Jared y tenía que convencer a Irina de que no sería nada malo, porque, de nuevo, ella por supuesto que no estaba invitada. Y yo no tenía más ganas de seguir teniendo peleas con mi familia, así que la idea de que ella fuera no se había pasado por mi cabeza ni una sola vez.
Suspiré, enojado, y por fin me decidí en marcar. Primero Irina, me dije. Sería más fácil manejar sus celos que la curiosidad de Esme.
—¿Diga?
—Iri, soy yo.
—¡Hola, amor! ¿Pasa algo?— su voz sonó preocupada. Era raro que yo la llamara después de nuestras salidas, pues no tenía mucho que la había dejado en su casa.
Carraspeé, incómodo.
—En realidad, sí.
Pude escuchar un ruido en la línea; supuse que Irina se había sentado en la cama para prestarme mayor atención.
—¿Ah, sí? ¿Qué es?
—Mañana iré con Jared a la cena Cullen.
—¿A qué se debe eso?
—Bueno, Jared quiere ir. Y yo iré a pedirle perdón a Isabella por mi comportamiento del miércoles.— Ya está. Lo solté.
Jadeó.
—¿Es en serio esto, Edward?
Maldición. Estaba molesta.
—Sí, Irina.
—Y me llamas tan feliz para darme las buenas nuevas.
—Creí que no querías que te mintiera sobre nada.
—Pues no, pero habíamos quedado en algo, Edward.
—No estoy saliendo con ella, Irina. Ni haciendo nada íntimo ni familiar. Hago esto por Jared.
Tal vez mentí un poco ahí; en el fondo de mí sabía que también lo estaba haciendo por mí. Habían pasado unos días y de alguna manera me las había arreglado para extrañar a Bella y su adorable hija. Se sentía mal perder lo que teníamos y, donde yo había guardado todos esos sentimientos de añoranza por ellas, Jared no lo había hecho.
—Una comida familiar con ella es lo suficientemente íntima, ¡ni siquiera compartes eso conmigo, Edward!
Y ahí estaban otra vez los gritos. Cerré los ojos, frustrado. Irina y yo habíamos peleado más en esta semana que en todo el tiempo que habíamos tenido una relación.
—No la invité yo, Iri— traté de explicarle—. Ella y su hija irán de todos modos, incluso aunque yo no vaya.
—Claro, porque ellas si son lo suficientemente buenas para los Cullen.— Escupió, los celos en su voz eran obvios.
—Irina, ya habíamos hablado de esto, ¿por favor?
—No.
Mierda.
—Sabes que lo haré de todos modos— dije frustrado—. No te quiero ocultar nada pero me estás orillando a eso.
—Si irás de todos modos, ¿para qué me preguntas entonces? ¿Para regodearte de mí?— sollozó.
Mentalmente me maldije; era la segunda vez que Irina lloraba. Antes jamás lo había hecho.
—Irina, ¿puedes confiar en mí?
La línea estaba muerta.
—El domingo pasado me dijiste que me amabas. —Continué.
—Lo hago.— Hipó.
—Entonces dame algo de crédito— medio reí, amargo—. No te estoy traicionando. Sólo estoy haciendo lo que debo hacer y eso no cambia nada entre nosotros; seguimos siendo tú y yo. Edward e Irina.
Lloró.
—¿Lo prometes? ¿Que no cambiarás?
Mi boca era una fina línea.
—Lo…—fallé un poco—. Lo prometo, Iri.
—Bien— dijo, ahora un poco más calmada—. Entonces supongo que tendré que aguantarme por esta vez.
No repliqué aunque sabía que no se aguantaría solamente esta vez. No dejaría mi amistad con Isabella. ¿Por qué no podía ella entenderlo y aceptarlo? No estaba haciendo nada malo.
También estaba adelantándome mucho, puede que Bella no me aceptara de nuevo, aunque estaba seguro de que con Jared si lo haría. No pude evitar el estremecimiento que me causó el pensar en perder lo que apenas había encontrado. No me gustó nada ese pensamiento, así que lo dejé pasar.
—Te quiero, Edward. —Irina dijo, después de mis segundos de silencio.
Las palabras se volvieron a atorar en mi boca.
—Yo…—suspiré—. Yo igual, Iri. Nos vemos el lunes, ¿okey?
—Okey. Hasta luego.
Colgué.
Tenía mucho en qué pensar y poca claridad al momento de hacerlo. Nunca nada en mi vida había sido difícil; me había enamorado por primera vez a los veinticinco años, me había casado y luego había tenido mi primer hijo. Nunca fui malo en los negocios; había creado mi propia sociedad de inversión con mi tío y gracias a eso ahora tenía una empresa que rendía frutos y que me permitía darme la vida que deseaba.
Y cuando había llegado Jared, todo había estado bien en mi vida, pero para mi esposa no. Para Tanya jamás fue así; yo estaba tan inmerso en mis logros que no me di cuenta de que una familia bien acomodada no era lo que ella quería. Ella quería viajar, conocer, nunca establecerse, pero había aguantado todo por amor a mí y a Jared, hasta que un día ya no pudo. Llamó a su abogado, arregló el divorcio y la patria potestad y se fue con un muchacho muchísimo menor que yo que no tenía problemas en darle la vida de aventuras que ella quería tener.
Así que lógicamente mi vida se había destrozado en un segundo; ella había estado allí y luego ya no. Y lo peor de todo fue que Jared siempre había sido un niño inteligente, tan sólo tenía tres años, y pudo adivinar desde el primer instante que su mamá se había ido y que probablemente nunca iba a volver. Eso seguramente fue un shock para él, pero la peor parte se la había dado yo, porque también me había ido. No recordaba una sola memoria feliz entre Jared y yo desde que él tenía tres años; las únicas que ahora resguardaba en mi mente eran producto de las tardes que habíamos pasado con Bella y Rebecca.
Ella y fresita me transportaban de nuevo al periodo difícil de mi vida, pero no de mala manera. Solo hacían que me diera cuenta de lo mucho que me había perdido de Jared por estar hundido en mi propia miseria, en mi trabajo, en las peleas con mi familia y, hasta cierto punto, en Irina. Pero estaba decidido: ya no dejaría que todo se saliera de control de mis manos, no. Arreglaría los problemas con mi familia, con Jared, con Isabella, y seguiría siendo novio de Irina tal como le había prometido. Lo que me preocupaba era la voz de mi subconsciente que me decía que las cosas no pasarían así.
Decidí quitarme ese peso de encima por el momento y llamar a Esme. Ella se alegraría en lugar de todos mañana; su felicidad porque yo estuviese ahí opacaría las miradas juzgonas de mi familia.
Ella contestó el teléfono al tercer pitido; no era muy fan de los celulares.
—¡Hijo! Qué sorpresa.
Sonreí.
—Hola, mamá. ¿Cómo estás?
—Oh, bien, bien, querido. Estaba preguntándome si mañana sería buena idea hacer comida tailandesa; el mes pasado tu padre y yo fuimos a uno de esos nuevos restaurantes que abrieron en el centro y a él le encantó…—Ella continuó hablando. Sabía perfectamente que hablar con Esme sería primero recibir una plática de algo completamente fuera de contexto antes de llegar al asunto que realmente interesaba.
Sonreí con ese pensamiento y la seguí dejando que divagara con fideos, arroz y condimentos.
—¿Edward?— se interrumpió a sí misma después de un rato.
—¿Sí?
—No me hablaste para hablar de comida, ¿verdad?
Me reí.
—No, mamá. Lo siento.
Soltó una risilla detrás de la línea.
—Lo lamento, hijo. Me perdí en mis pensamientos como siempre. ¿Querías algo?
—En realidad me estaba preguntando si mañana habría cena en casa.
Sabía la respuesta incluso antes de que ella contestara.
—Sabes que sí, hijo.
—¿Crees que pueda ir?
Silencio. Por treinta segundos, tal vez.
—¿Mamá?
Pude oír su jadeo, casi estaba seguro de que había saltado de la sorpresa. Seguramente se había encerrado en sus pensamientos de nuevo.
—Oh, Edward, ¡por supuesto que puedes venir! ¡Cuándo te he dicho que no!— Me contestó rápidamente.
—Bien, entonces supongo que te veré mañana, mamá.
—¿Edward?
—¿Sí, mamá?
—Mmh— pude oír el tono incómodo de su voz—… ¿Vendrá Irina contigo?
Suspiré.
No te enojes.
—No. Sólo Jared y yo.
—¡Excelente!— chilló con todo su entusiasmo regresando a su voz. Rodé los ojos. No te enojes, me repetí—. Entonces— continuó ella—, ¿comida tailandesa?
Lo pensé durante un momento; nunca me había encantado la comida asiática.
—No lo sé, ¿no crees que es demasiado picante para Jared y Rebecca?
Esme jadeó.
—¿Cómo sabes que vendrán las Swan? ¿Si quiera las conoces?— me preguntó, inquisitiva.
Mierda. Se suponía que no lo sabía.
—Mmh, sí. Jared me habló de ellas— mentí—. Supuse que irían.
—Edward, soy tu madre.
Viré los ojos aunque sabía que ella no podía verme.
—Ya sé.
—Entonces debes saber también que me doy cuenta cuando me mientes. ¿Vendrán para ver a las Swan?
Suspiré, frustrado.
—Algo así, a Jared le gustan.
—¿Solo a Jared?
Ay, no. Esta clase de preguntas incómodas eran por las que había pospuesto en primera instancia la llamada a Esme. Decidí ser sincero, de todos modos se enteraría. De alguna manera ella siempre se enteraba.
—Puede que nos hayamos vuelto amigos.
—¡Eso es genial, Edward!— chilló Esme—. Me alegro mucho. Y sí te confirmo que sí vendrán. A las siete treinta como siempre.
—A esa hora estaré allí.
—Bien, hijo. Me alegro. Te quiero.
—Yo también, mamá. Nos vemos mañana.
Jared me miraba impaciente desde su asiento en la parte trasera del coche; me había molestado prácticamente todo el día. "¿Cuánto iremos con mi abuela? ¿Irá fresita? ¿Ya les pediste perdón?" me había bombardeado con esas y muchas preguntas más, para algunas de las cuales ni siquiera tenía respuesta.
Cuando llegamos, en cuanto Esme abrió la puerta él se apresuró corriendo hacia dentro de la casa, ni siquiera se había detenido a saludar a su abuela.
Esme rodó los ojos.
—Niños.— dijo.
Le sonreí, besando su mejilla.
—Hola, mamá. ¿Ya están todos aquí?— pregunté como quien no quiere la cosa.
Ella alzó la ceja, curiosa, pero no dijo nada al respecto.
—No, aún no llega tu tía. Debemos esperarla.
Asentí.
—Sí.
—Pasa, querido.
Entramos y ella me dirigió hacia la sala; aunque yo sabía que esta siempre había sido mi casa en la infancia, no me sentía realmente cómodo aquí. No recordaba la última vez que había venido de todos modos, estábamos a mediados de mayo y no comía con ellos desde ¿qué? ¿febrero del año pasado, tal vez? Había pasado un poco más de un año, eso sí estaba seguro.
Entramos a la sala de estar y Carlisle estaba sentado como siempre en su sillón justo frente a la gran chimenea. Él me dirigió una gran sonrisa. Rosalie y Emmett estaban platicando en otro sillón más alejados; mi hermano me sonrió y alzó la mano para saludarme y, sorprendentemente, Rose también. Supe entonces que Isabella no le había contado de "nuestra pelea", sino no hubiese manera en el mundo en que Rosalie Cullen me sonriera. No pude evitar la sorpresa recorriendo mi cuerpo, ¿significa entonces que Isabella no la había considerado una pelea, entonces? Tal vez con un poco de suerte no estaría enojada.
Aunque me estaba haciendo falsas ilusiones y lo sabía; claro que estaba enojada. No me había contestado el teléfono en toda la semana y no me la había cruzado ni una sola vez.
Di una sola mirada por el cuarto y me di cuenta de que Bella no estaba, pero fresita sí. Ella estaba jugando ya con Jared en una esquina, como si nada hubiese pasado. Alzó la mirada y sonrió cuando me vio.
—¡Señod Edvad!— gritó y, como siempre, me sorprendió acercándose lo más rápido que pudo a darme un abrazo, era tan pequeña que apenas y me llegaba un poco arriba de la rodilla.
Me agaché, riendo, para devolverle el efusivo abrazo.
—Hola, fresita, te he extrañado.
—¡Yo también! ¡Y a Jaded! ¡Tenemos que salid de nuevo, señod Edvad! Ayed yo y mami fuimos al padque pero ella dijo que Jaded estaba ocupado.— hizo un puchero.
Le sonreí.
—Sí, lo estábamos, pero seguro podremos arreglar algo para la próxima vez, ¿te parece?
—¡SÍ!
Por el rabillo del ojo pude ver que Rosalie tenía su atenta mirada en lo que hacíamos Rebecca y yo. Traté de prestarle la menor atención posible.
—Fresita, ¿dónde está tu mamá?— le pregunté. Tal vez lo mejor era hablar con Isabella ahora.
Rebecca se separó de mí y miró confundida a su alrededor.
—Oh, ¿mami? No sé— dijo— ¿Dónde está mami?
Oh-oh. No debí preguntar eso, era obvio que no se había dado cuenta que su mamá no estaba en la sala. Estaba demasiado entusiasmada jugando con Jared que tal vez no notó cuando se fue.
—Fue a ayudar a Esme a la cocina, amor— Rose le contestó rápidamente—. ¿Quieres que te lleve con ella?— ya se estaba levantando de su asiento.
La tensión de Rebecca desapareció tan pronto escuchó eso.
—Nop— la cortó y me tomó de la mano—, el señod Edvad me llevadá pada pedirle pedmiso a mami.
Rose rio.
—Buena suerte con eso.
La fulminé con la mirada.
—Vamos, fresita— le dije—, ¿quieres que te cargue?
Ni siquiera me contestó, sólo alzó los brazos hacia mí y la tomé; tenía muchísimo tiempo sin cargar a un niño pequeño y se sentía bien. Jared había sido tan reacio a que estuviéramos juntos que ya no dejaba que lo cargara, aunque igual y ya estaba muy grande.
Miré a mi hijo y le dije con la mirada que me siguiera. Él sonrió y me siguió feliz.
De repente sentí como si todos los días que estuvimos peleados se hubiesen esfumado, ese era el efecto que tenían las chicas Swan en él; estaba encandilado con ellas. Me sentí mal por no ver eso antes.
Caminamos tranquilamente hacia la gran cocina; Esme amaba cocinar, así que este era una de las habitaciones más grandes de la casa. Efectivamente Isabella estaba allí, sacando del refrigerador lo que parecía una gelatina.
Dio la vuelta y jadeó por la sorpresa de vernos ahí. Afortunadamente no tiró nada.
—Edward— me miró mal después de que se dio cuenta que era yo—, hola.
—Hola, Bella.
—¡Bella!— Jared se movió rápidamente para abrazarla, casi haciendo que se callera pues tenía sus manos ocupadas—. Lo siento.— se ruborizó.
Bella le sonrió dulcemente, como siempre que se dirigía a Jared.
—Hola, osito Jad. No te preocupes— dejó la gelatina en la isla de la cocina y le devolvió el abrazo, luego me miró de nuevo—. Fresita, ¿qué haces ahí?
Rebecca sonrió, tan despreocupada como siempre.
—Mami, me habías pometido salid con Jaded y el señod Edvad.
Le alcé la ceja a Bella. Ella se puso roja.
—¿Lo hiciste?
Me miró mal.
—Puede ser.— Dijo como si nada. Ya había dejado de abrazar a Jared pero él seguía teniendo sus brazos alrededor de ella y ella tenía sus manos en su cabello. La escena me pareció muy linda; como una mamá y su hijo.
Detuve mi tren de pensamiento en ese instante.
—Bella, ¿podemos hablar?
Lo pensó un poco, pero asintió.
—Osito Jad, ¿puedes llevar a Rebecca a jugar a la sala?
Jared la volteó a ver y se puso de puntitas para susurrarle algo. No pude entender qué fue lo dijo.
—No, amor, no lo haremos. No te preocupes. — Le contestó Bella.
Él sonrió y finalmente se acercó a mí.
—Vamos a jugar, fresita.
—¡Sí!— La niña se revolvió en mis brazos y salió disparada hacia Jared. Ni siquiera voltearon para vernos.
Reí, negando con la cabeza mientras los veía irse.
—¿Edward?
—¿Sí?
—¿Podemos hablar en otro lugar? Aquí podría venir Esme en cualquier momento.
Asentí.
—Sí, sí. Sígueme.
La guie hacia la parte trasera de la casa, saliendo por la puerta de la cocina. Mis padres tenían un jardín hermoso, que había sido cuidado muchísimo más ahora por Esme, que ya no trabajaba. Nos sentamos en una banca de madera que estaba pegada frente a una enredadera de flores que adornaban una pared. La claridad era lo suficientemente buena aquí; Carlisle había instalado varios poste de luz para darle un aspecto más pintoresco al patio.
—Bella— comencé a decir—, lamento mucho lo que dije la otra noche. No fui justo contigo ni con Rebecca y muchísimo menos con Jared. Creo que estaba tan cansado de pelear que no me di cuenta de que el que estaba peleando era yo.
Ella suspiró.
—Lo sé. Te perdono.
—Y sé que me comporté como un idiota y… espera ¿qué?— mi tren de pensamiento se paró en un segundo. ¿Me había dicho que?
Bella rio.
—Estaba muy enojada contigo por lo que dijiste— se encogió de hombros—, pero luego entendí que te había puesto en una situación incómoda y actuaste bajo impulso— me miró mal—. Eso no significa que lo que hiciste estuvo bien, pero puedo dejarlo pasar fácilmente por Jared.
Yo seguía sintiéndome terriblemente confundido; había esperado que me gritara o me dijera que la dejara en paz.
—¿Entonces por qué me ignoraste toda la semana?
—Bueno, dije que me di cuenta, no cuándo lo hice. Ayer que noté que fresita estaba triste porque no te había visto ni a ti ni a Jared, bueno, noté que debía aceptar tus disculpas, por el bien de todos. Ella los extrañó a ambos, terriblemente.
—¿Ella me extrañó?— pregunté sorprendido.
Sentí la ola de calor invadir mi cuerpo; al parecer el que se había encariñado en tan poco tiempo no solo había sido Jared. Nunca me había detenido a pensar en lo que sentían Bella o Rebecca y ahora me sentía mal por eso. De verdad había sido un maldito egoísta. Como siempre me había pasado a traer a personas que me importaban.
Y ahí me di cuenta, ellas de verdad me importaban. Bella era cálida, dulce y siempre era tierna a mi alrededor y al de Jared; parecía saber exactamente qué necesitaba mi hijo y lo calmaba, ella era la persona más maternal que nunca hubiese conocido antes, con excepción tal vez de Esme. Y al mismo tiempo, exudaba juventud; era como una fresca brisa de verano, aún inmadura. Era una combinación muy rara, algo que no había visto antes.
Y luego estaba Rebecca, ella, al igual que Bella, era dulce. Una dulzura muchísimo más espontánea y menos tímida, muy inocente e infantil. Podía entender por qué todos alrededor parecían quererla en el segundo que la conocían, incluido yo. Ella de verdad era algo diferente.
Bella sonrió.
—Sí, no paró de hablar del señor Edward y de Jared toda la semana, entre tus llamadas y sus balbuceos dudo que haya tenido un solo segundo para estar enojada de verdad, pero caí en cuenta de eso ayer.— Rodó los ojos.
Me reí, aún sorprendido.
—Bella, yo también las extrañé.
Me miró y no entendí la expresión de su rostro.
—Sin embargo, eso no le debe gustar nada a tu novia.— Completó mi frase.
Hice una mueca.
—No demasiado, no, pero lo estoy arreglando. Me gusta estar a tu alrededor, Bella. Jared y Rebecca encajan muy bien y nosotros podemos ser grandes amigos, quiero que lo intentemos, ¿sí estarías bien con eso?
Ella movió nerviosamente los dedos de su mano contra su regazo; estaba nerviosa.
—Mientras no haya problemas con tu novia, estoy bien con eso. No me parece justo separar a Rebecca y a Jared.
Me reí, aliviado porque no había dicho que no.
—No creo que ellos lo permitirían, de todos modos.
Bufó.
—Oh, sí, puedo ver eso.— murmuró divertida.
Le sonreí.
—¿Entonces estamos bien?
—Lo estamos.
—Bien— me levanté de la banca, ofreciéndole la mano—. ¿Nos vamos? Seguramente no tardan en buscarnos.
Ella aceptó mi gesto. Sentí su mirada nerviosa en nuestras manos unidas, pero se separó rápidamente. Aunque no me lo quise admitir, extrañé el contacto.
—Sí, sí. Será mejor que entremos ya. La comida se enfriará si no.
Bueno, al menos Bella le está dando a Ed la oportunidad de redimirse, ojalá él lo valore :D
Yo sé que muchas odian a Irina haha y ya quieren que Ed y ella terminen, pero bueno las cosas no son así de fáciles, tenemos que comprender que las relaciones en si nunca lo son u.u A Ed le va a tomar un buen rato descubrir sus sentimientos, ténganle paciencia! Que Jared lo va a ayudar ;)
Actualicé hoy porque mañana estaré ocupada u.u
Muchas gracias infinitas por sus comentarios. Leo todos y cada uno y los tengo muy muy en cuenta.
¡Nos vemos! ¡Las quiero!
SpicyDreams
