Tú, yo y nosotros
Disclaimer:
Los personajes pertenecen a S. Meyer; la historia es mía.
Capítulo 9: Familiaridades
BPOV
Hoy por fin se cumplía mi primera semana trabajando en Peace y por ser nueva por el momento no me encargaba de nada que tuviera que ver con hornear; sólo estaba detrás del mostrador atendiendo los pedidos de los clientes o sirviendo como mesera cuando alguien decidía quedarse a comer, lo cual era raro.
Dentro de la pastelería había unas cuantas mesas rosas con sillas blancas, la barra de madera clara me separaba de los clientes y las flores que adornaban en las esquinas eran encantadoras. Y aun así, aunque me encantaba el ambiente, entre el diseño y el olor demasiado dulzón todo me resultaba excesivamente empalagoso.
El escaparate de vidrio frente a mí estaba escarchado por gotas de agua debido a la intensa lluvia, algo típico de Seattle.
La campana de la pastelería sonó, sacándome de mi ensoñamiento y anunciando que había un nuevo cliente. Una mujer menuda y castaña, con el cabello y el abrigo negro ligeramente húmedos, se acercó hacia mí.
—Buenos días, bienvenida a Peace , ¿algo en que la pueda ayudar?
—Hola— sonrió, mostrándome sus dientes exquisitamente blancos—, realmente no lo sé, quiero un pastel para el cumpleaños de una amiga, sólo sé que le gusta mucho la crema de coco…
Así pasé la mayor parte de mi mañana y tarde; hasta que fue mi hora de salida.
Había conocido a Ángela y Renata, ambas se encargaban de la cocina. También estaba Mike, el cajero, que había sido muy agradable conmigo y me había apoyado dándome el entrenamiento necesario en mis primeros días.
—Nos vemos mañana, Bella. —Mike se despidió, aún detrás de la caja; él salía mucho más tarde que yo.
—Hasta mañana. —Le sonreí.
Fui camino hacia mi auto; no me tomaría nada llegar a recoger a Rebecca, que suponía estaba ansiosa por verme. Esta semana se había convertido en la temporada más larga que habíamos pasado alguna vez separadas y me daba pesar que así sería de ahora en adelante.
Como supuse, ella ya estaba sentada en la banca de espera, prácticamente vibrando de emoción. Se lanzó a mis brazos en cuanto me vio.
—¡Mami! Te estañe.
—Lo sé, amor, yo también— la cargué y toqué su nariz con mi dedo, produciendo que ella riera. Me dirigí hacia Claire, su maestra—. Gracias, Claire, nos vemos mañana.
—Hasta mañana, Bella.
Conduje hacia mi departamento perdida en mis pensamientos y con Rebecca parloteando alegremente sobre su día a un lado mío. Me alegraba que ya se hubiese acostumbrado en cierta manera a nuestro nuevo ritmo de vida pues seguiría así durante un tiempo.
Hacia exactamente una semana yo había perdonado a Edward y ahora éramos "amigos", aunque no habíamos tenido la oportunidad de salir de nuevo o pasar tiempo juntos; cosa que le pesaba a Jared y a Rebecca. Sin embargo, le había prometido a Jared que encontraría tiempo para que él y nosotras pudiésemos ver una película o salir un rato.
No había aceptado ninguna invitación a comer de parte de cualquier Cullen porque no estaba acostumbrada a mi muy reciente trabajo ni Rebecca lo estaba a la guardería, así que esperaba acoplarme a todo antes de empezar a salir y hoy por fin había notado el cambio. En días anteriores, fresita me había recibido con lágrimas diciendo que me había extrañado todo el tiempo, ahora ya no. Estaba relajada y feliz explicándome cómo había conocido a nuevos amigos y me traspasó su confianza en un santiamén.
Eran pasadas de las cinco cuando por fin llegamos a casa y después de ambas darnos una ducha y comer, Rebecca se sentó a jugar tranquilamente en la espaciosa sala, mientras tanto yo me encargaba de limpiar; había estado tan cansada los días anteriores que la casa se había convertido en un desastre, pero ahora que ya se había formado en mí la familiaridad de la rutina estaba lista para regresar todo a su lugar.
Seguía limpiando la cocina cuando mi teléfono empezó a timbrar.
—¡Mami! — Rebecca entró a la habitación con mi teléfono en mano. Lo tomé.
—Gracias, bebé. Ve a jugar, corre.
Pude ver en el identificador de llamadas que era Rosalie. No pude ni siquiera decir un saludo antes de que ella chillara desde el otro lado de la línea.
—¡Bellaaaaa! Jasper llega el viernes, ¡estoy tan emocionada!
Sonreí.
—Hola, Rose. ¿Ya te confirmó?
—Sí, lo hizo. Ahora que ha terminado sus clases puede acomodar su horario de nuevo para la escuela en Seattle. Le dije que tiene que ir a la comida con los Cullen porque todos lo extrañan, ¡pero se rehúsa! — refunfuñó.
Me reí, acomodando mi teléfono entre mi oído y mi hombro. Continué lavando los trastes.
—Rose, dale un respiro, ni siquiera ha llegado.
Resopló.
—¡Jamás! Fueron tres largos años sin mi hermano; esperaba que me ayudaras a convencerlo de ir a la cena cuando llegara.
—Jasper apenas y me conoce, dudo que me recuerde siquiera— farfullé—. Aparte, sabes muy bien que aunque iré con los Cullen, ellos no son mi familia, Rose. No tengo voz ni voto ahí.
—Bella, eres mi mejor amiga y por lo tanto eres parte de mi familia— por el tono de su voz supuse que me estaba rodando los ojos—. Y Jas si te recuerda, no seas tonta. El viernes lo recibiremos y el domingo tendremos una comida en familia, ¿entendiste?
Me reí, sabiendo que no tenía caso pelear contra Rosalie y sus extravagancias.
—Entendido, capitana.
—Bien, tal vez te vea mañana, ¿estarás ocupada?
Repasé mentalmente mi agenda; no tenía nada bueno que hacer después del trabajo.
—No, Rebecca y yo estaremos en casa después de las cinco.
—Excelente, ahí estaré entonces. ¡Adiós, Bella!
—Bye, Rose. Cuídate. — Colgué.
Ni siquiera habían pasado cinco minutos cuando mi celular comenzó a vibrar de nuevo. Fruncí el ceño mientras me secaba las manos, mirando confundida el identificador de llamadas. Era Edward.
Habíamos arreglado nuestros problemas y habíamos tenido una que otra charla decente, pero nada más allá de eso. Las esperanzas que hubiese tenido acerca de siquiera considerar ser un poco más que la amiga del señor Cullen, me había encargado de encerrarlas bajo llave y luego enterrarlas en un hoyo profundo. Nuestra relación era meramente platónica y era causada por la nueva amistad creciente entre nuestros hijos, nada más.
Así que no pude evitar que la sorpresa me invadiera cuando me di cuenta de que la llamada provenía de él. Me moría de curiosidad por ver qué era lo que quería.
Me mordí el labio, finalmente tomando el teléfono después de dejar que sonara por diez segundos. Inhalé y exhalé, calmando mis nervios, y contesté.
—¿Diga?
—Bella, hola — la tranquila y aterciopelada voz de Edward me recibió a través de la línea—. ¿Estás ocupada?
—No, no— me apresuré a decir, sonando tal vez un poco demasiado desesperada. Avergonzada, carraspeé un poco para arreglar mi tono—. ¿Pasa algo?
Caminé hasta la sala donde Rebecca seguía absorta jugando con sus bloques de construcción; la televisión estaba encendida pero ni siquiera la estaba mirando. Me senté el sillón, estirando mis piernas en el proceso. Una rápida mirada por el ventanal me reveló que ya era de noche; con toda la limpieza que había estado haciendo se me había pasado la tarde.
—No en realidad, no— Edward contestó, de repente sonando un poco nervioso. Fruncí el ceño confundida, aunque sabía que él no podía verme. ¿Qué estaba pasando? —. Me preguntaba si a ti y a Rebecca les gustaría acompañarnos a mi y a Jared al museo mañana; es didáctico y para niños, así que te aseguro que no se aburrirán.
Lo pensé durante unos segundos y me mordí el labio, ansiosa. El prospecto de pasar mi tarde con Edward, Jared y mi hija era muy tentador; sabía lo bien que funcionábamos juntos y cuánto nos divertíamos. Pero también debía tener en cuenta todos los aspectos, como que no era un fin de semana y al día siguiente Rebecca tendría que ir a la escuela…
—Mmh— comencé a decir, balbuceando nerviosa—, no lo sé, Edward, no podría llegar muy tarde a casa si fuésemos, ¿habría problema con eso?
—No; el recorrido dura máximo dos horas. Podríamos cenar luego y me aseguraré de que no nos tome mucho tiempo — Me tranquilizó.
Lo sopesé durante un momento y supuse que sería una buena oportunidad para que Rebecca y yo conociésemos un poco más a la ciudad; además de que a ella le encantaría pasar tiempo con Jared. Sólo tendría que asegurarme de no pasarme más allá de su hora para dormir.
—Está bien— dije—; salgo de mi trabajo a las cuatro y en lo que nos cambiamos tal vez nos den las cinco. ¿Hay algún problema con eso?
—Ninguno— aseguró—. ¿Nos vemos mañana entonces? ¿A las cinco en el hall? — Ahora sonaba muchísimo más emocionado; contagiada por su humor repentino, sonreí.
—Hecho.
—Nos vemos mañana, Bella.
No pasé por alto el especial énfasis que hizo en mi nombre. Me sonrojé avergonzada, agradecida de no tenerlo enfrente.
—Hasta mañana, Edward. — Me despedí, colgando la llamada antes de ponerme a hiperventilar. Necesitaba urgentemente comenzar a calmar mis nervios o no podría seguir con mi amistad con Edward, y de solo pensar en hacer eso me ponía triste.
No, me dije, somos fuertes y no vamos a buscar sentimientos en donde no los hay.
Ahora sólo faltaba que me la creyera.
A la mañana siguiente, en medio de un periodo en el cual la pastelería estaba lo suficientemente tranquila, recordé que Rosalie me había dicho que tenía intenciones de ir a mi casa. Me castigué mentalmente por estar lo suficientemente distraída por no haber recordado eso en medio de mi plática con Edward, pero era muy obvio que tendía a olvidar ese tipo de detalles cuando estaba hablando con él. En general, tendía a enfrascarme tanto con él, que olvidaba todo tipo de cosas, tales como su muy alta y rubia novia.
Bufé mentalmente mientras tomaba mi teléfono para mandarle un mensaje a Rosalie.
«Me salió algo, ¿podemos posponer nuestra plática de hoy para mañana?»
Su respuesta no tardó ni dos minutos en llegar.
«Sí, no te preocupes. Cualquier cosa me avisas.»
Suspiré, sintiéndome un poco culpable por haber dejado plantada a Rose. En general me había pasado la semana en las nubes, centrándome en mí y en Rebecca, así que la había dejado un poco abandonada.
Me aseguré a mí misma que se lo compensaría el miércoles y también cuando llegase Jasper, hasta consideré por un momento intentar convencerlo de ir a la cena Cullen, sabía que eso haría a mi amiga feliz. También pasó por mi cabeza la pregunta del por qué Rosalie decía que su hermano se sentía incómodo alrededor de los Cullen, pero lo dejé pasar rápidamente. Eso no era de mi incumbencia.
Casi suelto un chillido del susto cuando el sonido de mi celular me sacó de mis cavilaciones. No pude evitar gemir cuando vi el identificador de llamadas. Reneé.
Maldita sea.
Había conseguido, de manera milagrosa, esquivar casi todas las llamadas que mi madre me había hecho en dos semanas, pero sabía que en algún momento tendría que hacerle en frente. Gracias a Dios ese momento no sería ahora, porque, aunque no estaba ocupada, mi trabajo sería una excelente excusa para "deshacerme" de mi madre.
Con un suspiro, finalmente contesté.
—¿Diga?
—¡Isabella! Vaya, hasta que me contestas, no puedo creer que apenas hayas tenido la decencia de hacerme saber de ti, no sabes lo preocupada que he estado…
Me tragué mi bufido, porque sabía que sería grosero, y la dejé despotricar contra mí por unos minutos ya que sabía que en el fondo sí estaba preocupada por mí. Si tan solo no fuera tan difícil platicar con mi madre, yo no tendría problemas en contestarle las llamadas. No hice comentario alguno acerca de lo que realmente pensaba.
—Mamá— la interrumpí después de unas cuantas frases suyas más —, lo sé. Sé que estás preocupada pero he tenido mucho trabajo, apenas me estoy adaptando. Sólo tengo dos semanas aquí, ¿recuerdas? — Mantuve mi tono duro de voz a raya, apretando mis dientes. Comenzaba a sentir el mal humor salir de mí a pasos agigantados.
—Lo sé, Isabella— espetó—. Sólo espero que la próxima vez tengas más respeto por mí y me contestes.
—Lo tendré en cuenta, madre— Dije, sin prometer nada.
—¿Cómo está mi nieta?
Sonreí; al menos Rebecca era terreno seguro.
—Bien, se está adaptando perfectamente a la escuela.
Continuamos hablando un rato más de trivialidades antes de que finalmente yo le mencionara que estaba en el trabajo y me podían regañar. Ella se despidió de mí, reticente.
Cuando le colgué, tuve un mal sabor de boca como siempre tenía cada vez que hablaba con Reneé. No es como yo la odiara, claro que no, pero no podía simplemente tratarla como si todo entre nosotras estuviese bien. Ella y mi hermana habían sido la principal razón por la cual yo había salido huyendo de Jacksonville.
A veces incluso me olvidaba de Jessica; no había hablado con ella en más de tres semanas, ni siquiera se había ido a despedir de mí ni de Rebecca. Ella y yo nos habíamos pasado los últimos días que estuve en Florida peleando.
Contuve un suspiro de frustración y me dispuse a limpiar las mesas. Al menos hoy tendría algo bueno: una salida con Edward y por fin podría ver a Jared después de tantos días.
Ya vi que muchas empatizaron con Irina por el cap anterior y me alegro :D porque ella no es mala, sólo es alguien que quiere conservar al hombre de su vida. El problema es que el amor nos hace hacer cosas muy, muy tontas u.u
Muchas gracias por sus comentarios, créanme que leo todos y cada uno de ellos. Las quiero :)
SpicyDreams
