Tú, yo y nosotros

Disclaimer:

Los personajes le pertenecen a S. Meyer; la historia es mía.


Capítulo 10: Tiempo de calidad

EPOV

—¿Ya casi nos vamos? — Una infantil voz resonó a través de la habitación. Levanté la mirada de mi computadora, dirigiéndola hacia Jared, quien tenía los pies colgando y los movía alegremente en el sofá que estaba en mí oficina. Era la tercera vez que preguntaba en menos de una hora; estaba comenzando a desesperarme.

Me tragué la frustración que sentía y en cambio le dirigí una sonrisa.

—Ya casi, sólo termino estos archivos, ¿okey?

Jared asintió alegre y volvió a dirigir su atención a su iPad.

—Okey.

Unos minutos después lo volví a tener a un lado mío, moviéndose nerviosamente detrás de la silla de mi escritorio. Nunca lo había visto tan emocionado por algo.

—¿Tienes algo que contarme?— Inquirí, quitando la atención de los balances que estaban frente a mí. Era algo importante, pero no lo suficiente como para quitar mi atención de mi hijo.

Jared se puso al lado mío, viendo directamente hacia mis archivos.

—Papá, cuando sea grande, ¿yo también haré esto?

Fijé mi vista en su expresión. Tenía una mueca de disgusto en la cara. Casi me reí.

—No necesariamente. Podrás trabajar en lo que tú quieras.

—Yo no quiero revisar papeles. Se ve tan aburrido.— Se quejó.

Sonreí.

—No lo es, pero si no quieres hacerlo no lo harás— ni siquiera tenía ganas de comentarle a mi hijo que la vida de adulto es un trámite que nunca termina. En cambio aproveché su momento de repentina curiosidad para satisfacer la mía propia—. ¿Qué es lo que quieres ser de grande, entonces?

Lo pensó durante un minuto.

—Bombero— dijo, aunque no parecía muy seguro—. O tal vez un policía, porque siempre tienen algo que hacer… no trabajan con papeles aburridos. O un doctor como el abuelo Carlisle, aunque la sangre me da asco…— Divagó.

—¿Tal vez te gustaría más hacer edificios como el tío Emmett?— Ofrecí. Me gustaban estos pequeños momentos en los que Jared se abría hacia mí y platicábamos de cosas normales, como lo que quería ser de grande. Era terreno fácil y, al mismo tiempo, aterrador.

Jared negó.

—No, no me gusta. El tío Emmett también tiene muchos papeles en casa. Y son el doble de grandes que estos.— Señaló con horror. Solo me quedó el reírme.

No tardamos mucho en salir de la oficina después de eso; estaba pensando que de ahora en adelante no le diría cuando saliéramos con Bella. Había estado insoportablemente ansioso.

Toda la semana pasada Jared se la había pasado conmigo en el trabajo; antes cada que salía de la escuela solía dejarlo en casa con la señora Cope, hasta hace unas semanas que comencé a notar que eso lo aburría de sobre manera. Él prefería estar conmigo. Eso era un notable avance.

Sonreí cuando él salió corriendo a recibir a Bella y a fresita; ellas estaban esperándonos en la entrada del edificio. Había convencido a Bella de que yo manejaría. Usaríamos la vieja silla de bebé de Jared para que Rebecca viajara con seguridad, ya que aún era muy pequeña.

—Edward, hola. — Bella me saludó en cuanto me vio. Hoy, a diferencia de otros días, llevaba un bonito vestido azul rey con escote en V y falda de vuelo. Se veía realmente preciosa. Me tuve que morder la lengua para no soltar ese comentario que sabía que la incomodaría.

—Hola— le sonreí de vuelta— ¿ya están listas?

—Sí, señod Edvad. —Fresita gorgojeó, casi vibrando de emoción en los brazos de su madre. Me fue imposible no reírme con ella; siempre desbordaba entusiasmo y contagiaba a todos alrededor.

La plática con Bella en el coche fue realmente agradable, no hubo silencios incómodos porque nunca le di la oportunidad de dejar de hablar. Ella me parecía simplemente fascinante. Me había platicado de todo un poco de su vida, y aunque a veces me vi demasiado curioso, no le importó.

Aprendí que su color favorito era el verde, pero no cualquier verde, sino como la hierba en el verano. No era una persona matutina ni de por cerca, aunque con su nuevo trabajo y la escuela de Rebecca estaba obligada a serlo. Había estudiado los primeros dos años de leyes. Le gustaba hornear y por eso trabajaba en una pastelería. Me sorprendió cuando mencionó el nombre; esa pequeña cadena era de los Cullen. Ella lo sabía, y me pidió explícitamente que no le comentara nada a mi madre, porque estaba segura de que Esme le daría privilegios que no se merecía. Era desinteresada. Le gustaba la forma en la que se estaba encaminando su vida. Le gustaba el aire libre y su lugar favorito ahora el parque que estaba a unas cuadras de nuestro edificio, me confesó que intentaba ir varias veces a la semana con Rebecca. Le gustaba la danza, aunque nunca había sido realmente buena en ella.

Bella se llamó a sí misma una persona sencilla, pero yo no pude encontrar lo sencillo en ningún lado. Todas las cosas que ella enumeró mundanas, yo las vi fascinantes. El prospecto de una vida feliz: tener a tu familia y disfrutar las pequeñas cosas. Ella lo tenía. Era lo que yo quería tener.

Me llegó el pensamiento vago de que ella pudo conseguir su felicidad completa teniendo solo a Rebecca. No necesitó llenar el espacio del padre desconocido con ningún hombre. Yo sí lo había querido hacer, con Irina. Aún estaba en mis planes hacerlo. A veces me preguntaba si había echado indirectamente a perder mi relación padre e hijo con Jared por haberle impuesto, prácticamente, una madre sustituta.

Aunque él nunca la había aceptado. Me sentí mal cuando el alivio llegó a mi cuerpo con ese pensamiento.

Haberme pasado todos los días anteriores peleando con Irina me había hecho cuestionarme nuestra relación. Fue la primera vez en años. Nunca dudé de nosotros como pareja, pero siempre dudé de mis sentimientos por ella. Ella lo sabía, por supuesto. Jamás había podido mentirle al respecto; sabía que no la amaba. No le importó. Yo me sentía en deuda, así que respondí comprometiéndome con ella. Últimamente no podía evitar pensar que tal vez eso había sido un error garrafal.

—¿Edward?— Bella me habló, sacándome de mi ensoñamiento— ¿estás bien? Te fuiste.— Rio.

—Cosas del trabajo—mentí—. Mira, llegamos.

—Vaya.

Seattle´s Children Museum estaba justo frente a nosotros. Era un edificio grande que se encontraba en el centro de Seattle. Las paredes rojas y el montón de ventanales nos daban la bienvenida. Recordaba muy bien la última vez que había venido aquí con Jared. En ese tiempo él tenía dos años y aún estaba Tanya con nosotros. Ella jamás fue fanática de las salidas familiares. Si me ponía a analizarlo, jamás le había gustado salir con nosotros dos. Me estremecí con el pensamiento. ¿Cómo había sido tan ciego en aquel entonces?

Jared siempre había sido retraído, incluso con su mamá. Lo había sido hasta hace unas semanas, cuando conoció a las Swan. Ahora, estaba prácticamente saltando de emoción al lado de Rebecca. Ambos tenían las manos unidas y no podían esperar para ya entrar. Nunca nadie me había apurado tanto para estacionarme.

Compré las entradas y todos pasamos. Cada una de las exhibiciones que tenían en el museo estaban echas para llamar la atención de los niños.

La sonrisa no se pudo ir de mi rostro cuando los vi jugar con Bella. Después de un rato, todos se sintieron en confianza para invitarme a la diversión.

No recordaba habérmela pasado tan bien en un tiempo, era fácil perderse con los niños y sus juegos. Así era como siempre me había imaginado mi vida con Jared. Así las cosas debían ser.


—¡Eso fue muy divertido!— Bella exclamó contenta cuando nos bajamos del coche en el estacionamiento subterráneo de nuestro edificio. Ya pasaban de las nueve; nos habíamos tomado más horas de las que pensamos y me había dicho que tenía que irse para acostar a Rebecca, que ya estaba bostezando en su asiento.

—Lo fue.— Aseguré sonriendo hacia ella.

Nuestra tarde había pasado demasiado rápido para mi gusto y para el de todos. Incluso Jared, que había estado vibrando de emoción todo el día, ya estaba lo suficientemente cansado como para pelear por la separación.

—Bella, ¿te gustaría comer con nosotros mañana?— Las palabras salieron de mi boca sin que yo pudiera contenerlas, ¿de dónde había salido eso?

Ella parecía casi tan sorprendida como yo y al mismo tiempo reticente.

—No sé si sea lo mejor…

Traté de guardarme la decepción que sentía, sabiendo que ella no tenía muchas intenciones de estar conmigo, y en cambio le di motivos para querer estarlo.

—Estoy seguro de que a Rebecca y Jared lo disfrutarán. ¿Por favor?

No quería sonar desesperado, pero como ya había supuesto antes, me encantaba la presencia de Isabella a mi alrededor. Ella era joven, despreocupada, un poco inmadura pero al mismo tiempo estaba muy centrada en lo que quería. No tenía toda su vida planeada porque, a palabras de ella, eso no tenía ningún sentido. Ella buscaba tener metas a corto y mediano plazo. La única meta larga que se podía permitir era la de ser feliz.

Bella era como agua fresca y me gustaba su compañía. Ni siquiera me detuve a pensar en las implicaciones que eso traía a mi vida.

Ella lo pensó durante unos minutos y finalmente sonrió.

—Bueno, ¿por qué no? ¿A qué hora?

—¿Te parece a las cinco treinta como hoy?

—Perfecto.

Después de que nos despedimos, tardándonos un poco más de la usual, me pregunté brevemente qué pensaría Irina sobre que estuviera viendo a Bella tan seguido. Sabía que ella jamás lo aceptaría. Decidí que no le contaría, después de todo no estaba haciendo nada malo. Sólo quería tener una amiga, me dije. Tantos años encerrado en mi trabajo y en mi pareja me había dejado con habilidades sociales casi nulas. No estaba dispuesto a seguirlo permitiendo.

—Papá, ¿ya no se van a portar mal, cierto?— Jared me preguntó al día siguiente. Estábamos en el elevador para llegar a nuestro departamento. Apenas pasaban de las cuatro de la tarde. Había salido antes del trabajo con toda la intención de que mi hijo se bañara, pues cuando llegó de la escuela a la oficina parecía como si hubiera sido revolcado en tierra. Habíamos pasado toda la tarde juntos y aún no conseguía que me contara la razón.

Fruncí el ceño, confundido por su repentina pregunta.

—¿A qué te refieres?

—Con Bella y Fresita. Son mis amigas, papá. No quiero que la señorita Denali las haga enojar como el otro día…

Dejé su mochila en el sillón antes de voltearme hacia él.

—No— prometí—, ya no me portaré mal, ya lo habíamos hablado, ¿recuerdas?— él asintió—. Bien, ahora corre a bañarte. No creas que no he olvidado que me debes una explicación.

Sonrió travieso. Era obvio que no tenía ninguna intención de decirme nada.

—Sí, papá.

Me dirigí a la cocina para servirme un vaso de agua. Me sentí momentáneamente ofuscado con lo que mi hijo había dicho. Jared no tenía ninguna intención de aceptar a Irina en un momento a futuro. Yo sabía que si no lograba que la aceptara entonces nuestro compromiso no se llevaría a cabo; la decisión siempre había estado en manos de él, pero ahora me preguntaba si yo lo había impuesto así para tener una razón válida y no casarme. La verdad es que ni yo sabía si todavía quería hacerlo.

Un mensaje interrumpió mis pensamientos.

Querido, ¿nos vemos hoy?

Mierda. Irina.

Inventa algo.

Le prometí a Jared estar con él hoy. ¿Tal vez mañana?

Me sentí mal por la mentira a medias. Técnicamente si se lo había prometido, pero había omitido la presencia de Bella y de Rebecca. No quería más peleas, estaba cansado de ellas.

Bien. Nos vemos mañana. Te quiero.

Yo a ti. – Respondí.

—Señor Cullen.— Salté de mi silla espantado. Estaba tan concentrado en mis asuntos que no había notado a la señora Cope detrás de mí. Me toqué el pecho con una mano.

—Señora Cope, ¡no haga eso! Casi me infarto.

Sonrió disculpándose.

—Lo siento, señor, no había notado que estaba distraído. Ya bañé a Jared. Ese niño… ¡estaba todo cubierto de lodo! Ya llevaba varias semanas sin llegar así— entrecerró los ojos—. Aparentemente volvió a sus andadas.

Negué con la cabeza divertido. Shelly siempre tendía a exagerar las cosas.

—No se preocupe, hablaré con él. ¿Algo más?

—Nada. La comida está lista desde hace un rato. ¿Tendremos compañía?

—Sí— dije—. La señorita Swan y su hija vendrán en…—chequé el reloj en mi muñeca— una media hora, ¿puedes poner la mesa para cuatro, por favor?

—Sí, señor.

—Gracias, nana. Iré a cambiarme.

20 minutos después estaba sentado en el piso del cuarto de Jared ayudándolo a armar su nuevo Lego City. Aparentemente Emmett estaba empeñado en hacerlo ver las maravillas de construir. Tenía una batalla campal con Carlisle, que le había comprado su propio juego de doctor. Marcus, mi tío, naturalmente se había retirado derrotado desde el principio. No hay manera de que las finanzas se vuelvan divertidas.

Jared salió disparado por las escaleras en cuanto oyó el timbre de la casa. Ni siquiera me esperó. Traté de no dejar que la envidia me recorriera porque a mí nunca me recibía así. Es Bella, recordé. Incluso yo correría si no estuviese mal visto.

—Hola.— Bella me saludó tímidamente una vez que Jared terminó con ella. Él y Rebecca ya estaban hablando de quién sabe qué en el comedor de la casa. Eran bastantes rápidos.

—Hola— sonreí—, ¿qué tal el trabajo?

—Terriblemente aburrido. Creo que les falta mejorar el concepto… es todo tan empalagoso— abrió los ojos sorprendida—. No le digas a Esme que dije eso.

Traté de no reírme. Dudaba que Bella algún día dejara de decir lo que pensaba, aún si estaba "mal". A mí sólo me causaba diversión.

—No lo haré.— Prometí. Ella sonrió.

—Y bien… ¿qué hay de comer?

La cena transcurrió sin más complicaciones. Como todas las veces anteriores, nos la pasamos muy bien. Incluso a Bella no le importó que yo fuera de más preguntón. Me interesaba demasiado la manera en la que ella se refería a las cosas y también cómo había sido su vida antes de mudarse. Me contó sobre su familia, que no vivían muy lejos de Seattle, y su conexión con Rosalie. A veces Rebecca llenaba algunos hoyos en la historia y los contaba tan rápido que no entendía sus palabras, pero siempre que no lo hacía ella lo repetía. Nunca dejaba que su mamá me explicara por ella. Me di cuenta de que las dos eran muy parecidas.

—Y bueno, están Mike, Ángela y Renata— Bella me explicaba de su trabajo, ahora ambos estábamos en la sala y los niños se habían mudado al cuarto de Jared—. Son muy amables, me hicieron muy fácil mi primera semana.

—Me alegra que te esté yendo bien, Bella— dije sincero—. Es difícil acoplarse.

—Lo es— confirmó—, pero con Rosalie y tu familia todo ha sido más fácil. Y contigo y Jared, por supuesto. Los considero como la salvación de Rebecca y mía.— Añadió tímidamente.

Sonreí, pero no hice ningún comentario al respecto. No quería que las cosas se pusieran raras por culpa mía, aceptaba lo que Bella me ofrecía pero no iba a hacer nada para que confundiera mi amabilidad con otra cosa. O tal vez el que no quería confundirse era yo.

Un pensamiento diferente me hizo cambiar de tema.

—Oye, Bella, ¿te puedo pedir un favor?

Bella me miró, dándome toda su atención. Esta noche ella llevaba el cabello recogido en un moño un poco desordenado y los cabellos rizados le caían a un lado de la cara.

—Bueno, es Jared. Te dije que normalmente se mete en problemas, ya llevaba rato sin hacerlo, pero hoy llegó cubierto de lodo de la escuela. No recibí ninguna llamada de atención, así que supongo que no fue algo muy grave, pero aún así él se rehúsa a contarme qué sucedió. Me preguntaba si podías hablar con él. Estoy seguro de que te lo diría.

Bella se acomodó en el sillón, frunciendo el ceño.

—Claro. Espero que no sea nada grave, no me gustaría que lo estuviesen molestando.

Esa idea no había pasado por mi cabeza. Hice una mueca.

—Espero que no. No parecía muy molesto al respecto.

Asintió.

—Será mejor que vaya ahora. Entre menos tiempo pase mejor. ¿Tienes algún problema con eso?

—No, no. Ve.

Me dio una media sonrisa y se paró, dirigiéndose hacia las escaleras.

No había pensado nunca en que tal vez podían estar molestando a Jared en la escuela. ¿Era eso posible? ¿cómo había sido tan idiota como para no haber supuesto algo así? Parecía que ser un mal padre estaba persiguiéndome.

Sólo esperaba que Bella me ayudara a resolverlo.


Uh-Uh. Esperemos que no esté pasando nada malo con Jared, aunque a él parece no importarle mucho. ¿Qué será? ¡Acepto teorías!

SpicyDreams