Tú, yo y nosotros

Disclaimer:

Los personajes le pertenecen a S. Meyer; la historia es mía.


Capítulo 11: Momento de despertar

BPOV

Jared y Rebecca estaban jugando con una pila de bloques de construcción cuando entré al cuarto. Rebecca estaba balbuceando algo sobre su día en la guardería y contra todo pronóstico Jared estaba escuchándola atentamente, incluso poniéndole más atención que a sus juguetes.

Me senté en un sillón esponjoso que había en una de las esquinas de la habitación, mirándolos atentamente. El pie de fresita bailoteaba alegremente mientras parloteaba. Me di cuenta de que Jared no hablaba demasiado y que cuando le contestaba, lo hacía con monosílabas. No por ser malo, supuse. Ella tenía toda su atención. Él implemente no era muy abierto.

Ya lo había notado antes, por supuesto, desde que lo había conocido. A diferencia de mi hija, que era una parlanchina graduada, Jared era sorprendentemente tímido. Aún me causaba emoción la manera en la que se había abierto tan repentinamente conmigo y con Rebecca. Sin embargo, él tenía sus momentos, como este, en el cual decidía que no era necesario hablar.

Jamás me había detenido a pensar que tal vez sus problemas de confianza fueran más allá de su poco trato con su padre. Edward a veces podía ser una molestia con él, pero siempre estaba dispuesto a apoyarlo. Así que no, la timidez de Jared nada tenía que ver con su familia.

Me sentí mal por no haberlo supuesto desde antes. Antes de que Rebecca naciera, yo no había tenido ningún trato con niños, así que no sabía leerlos. Pero estar las veinticuatro horas del día todos los días con mi hija me había dado el poder de leer fácilmente sus emociones. Con Jared era un poco más difícil. Me di cuenta de que nunca le había preguntado cómo le iba en la escuela, pero apenas llevábamos unas semanas conociéndonos… Nuestras conversaciones habían sido vagas.

Quería preguntarle si lo molestaban, pero eso sería un poco rudo. Empezaría con algo más fácil.

Me senté en posición india justo enfrente de ellos, tratando de no pisar las cientos de piezas que estaban aún esparcidas por el suelo. Recoger eso sería un martirio.

—Hola— saludé—, ¿qué están haciendo?

—Constuyendo, mami.— Rebecca gorgojeó feliz. Las piezas unidas de Lego en su mano no tenían sentido alguno, pero no parecía importarle. En cambio, Jared estaba armando lo que parecía un edificio, pero aún no tenía la suficiente forma. Él parecía estar bastante concentrado en su tarea, sin embargo, me dio una mirada de reojo sonriendo.

—Mi tío Emmett quiere que construya como él.— Explicó, encogiéndose de hombros. No parecía tomarle demasiada importancia.

—Eso veo. Es muy lindo. ¿Creen que yo también pueda jugar?— Pregunté.

—Sip.— Jared asintió en apreciación, tomando un puño de piezas aleatorias y poniéndolas justo frente a mí. Sonreí, tomando varios bloques y uniéndolos entre sí.

—Oye, Osito Jad.— Murmuré como quien no quiere la cosa después de unos minutos de silencio. Ambos niños estaban muy concentrados en los bloques, pero Jared me dio una mirada.

—Mande.— Dijo, seguía enfocado en lo que hacía. Se estaba mordiendo el labio en concentración. En momentos como este era una copia exacta de su papá. Quise reírme, pero lo evité.

Esperaba no incomodarlo con mis preguntas; gracias a Edward me había dado cuenta de que él no era muy bueno para contestar si lo bombardeabas.

—¿Cómo te ha ido en la escuela?— Inquirí, tomando un muñequito de la pila de Legos. Era la princesa Leia de Star Wars.

—Bien— dijo—. Ya casi salgo. Ya voy a entrar a la primaria. Papá dice que no será igual que ahora y que ya no habrá juguetes. Eso no me gusta.— Frunció la frente sin mirarme aún.

—Te gustará, lo prometo. Te enseñarán muchas cosas. ¿Sabes leer? ¿escribir?

—Sé leer— por primera vez levantó la cabeza y el gesto de su cara era de puro orgullo—. Abuela Esme y la maestra Lili me enseñaron. Y sé escribir mi nombre.

—¡Eso es genial!—Musité, genuinamente impresionada. No todos los niños se interesaban por esas cosas, especialmente a los seis años y antes de entrar a la primaria. Jared era muy inteligente.

—Sí— sonrió, pero después de un momento se puso más serio. Su semblante era más triste—. Mi papá a veces me lee antes de dormir, pero no siempre.

—¿Te gustaría eso? ¿Que te leyera un cuento todas las noches?

Asintió.

—Sí, pero está ocupado— me dijo. Su atención había vuelto a sus juguetes y no se veía contento compartiendo esa información—. Eso dice la señora Cope.

Fruncí la frente. Maldito halcón, ¿por qué nunca le había mencionado a Edward los deseos de Jared? Ya me encargaría de ella después.

—Estoy segura de que no— le dije, tratando de animarlo—. Ya verás que lo arreglaré.

La cara de Jared se iluminó. Me pasó por la cabeza la breve pregunta del por qué Edward pensaba que su hijo no lo quería como a sus abuelos o a sus tíos. Era obvio para mí que él era el favorito de Jared. La felicidad que irradiaba cuando su papá estaba con él, compartiendo momentos, era única.

—¿En serio?— Me preguntó emocionado.

Asentí, pasándole la pieza que estaba tratando de alcanzar.

—En serio.— Prometí.

—Eres buena, Bella— me dijo, sonriendo—. Tú y Fersita. Te quiero.

La emoción que me embargó en ese momento no conoció de límites. Este pequeño niño tímido, que generalmente se encerraba en sí mismo, me quería. Y no tenía problema en decírmelo.

Me arrastré hacia él, dándole un abrazo y tomándolo por sorpresa. No pareció importarle. Sus pequeños bracitos, pero aún así más grandes que los de Rebecca, envolvieron torpemente mi cuello durante unos segundos, antes de finalmente alejarse de mí.

—Yo también te quiero.— Le dije sonriendo, mientras revolvía su cabello. Era igual de indomable que el de Edward, sólo que en rubio. Ellos dos eran muy parecidos y al mismo tiempo no.

—¿Tienes amigos en el kínder, Osito Jad?— pregunté después de un rato. Con todo lo que hablamos, me había distraído de mi objetivo principal: conseguir información.

Él estiró sus piernas en el piso, dejando por un momento sus juguetes de lado. Se acostó completamente.

—Nop— dijo como si nada—. Solo mi amiga Melanie, aunque es muy pegajosa y llorona… pero es buena y no me presiona si no quiero jugar.

Me reí, acostándome a su lado. Rebecca no nos estaba prestando nada de atención, aún demasiado ensimismada en unir bloques. Su pequeño ceño estaba fruncido en concentración.

—¿Por qué no?— Inquirí.

Jared alzó sus manos hacia el techo, estirándose más. Me di cuenta de que había estrellas de plástico pegadas en él. No estaban dispersas, sino en forma de constelaciones. Reconocí la Osa Mayor. ¿Esto era obra de Edward?

—No me gustan. Los niños son muy ruidosos y siempre quieren jalarme— explicó—. No me gusta.— Repitió.

Mi corazón se encogió un poco con esa frase.

—¿Ah, sí?— murmuré, tratando de que no se notara mi nerviosismo. Los latidos en mi pecho me estaban amenazando. No sabía qué pasaría si este pequeño niño, que se había ganado todo mi cariño, me decía que lo estaban lastimando—. ¿Esos niños que dices te molestan? ¿Te dicen cosas malas?

—Sí. Me dijeron cosas malas una vez porque no quise jugar— dijo como si nada—, pero yo se los devolví. Entonces llamaron a mi papá y él me regañó. Así que ahora cuando lo devuelvo, les digo que no digan nada o les pegaré. Ellos no dicen nada.

—¿Les pegaste?— Ahora estaba completamente sorprendida. ¿Jared amenazando? Eso no sonaba como mi dulce niño. Pero de nuevo, yo apenas y lo conocía, y por lo visto, Edward tampoco.

—Sí, pero sólo porque ellos lo hicieron primero. Como hoy— frunció el ceño y de repente ya no estaba tan tranquilo. Sus ojos se llenaron de lágrimas—. No le digas a mi papá. Me va a regañar por pegarles, como la primera vez. Yo no quería hacerlo, pero me estaban molestando. No me gusta que me jalen para jugar cuando yo no quiero hacerlo.

—Hey, no— me acerqué a él y lo acuné en mis brazos, acariciando su cabello—. No te preocupes, osito Jad. Tu secreto está a salvo conmigo, pero tienes que prometerme que no lo harás de nuevo, ¿okey? No está bien pegarle a tus compañeros, incluso si ellos te impacientan.

—Pero todo el tiempo están molestando— se quejó—. Nunca me dejan solo. Yo no quiero jugar con ellos.

—Veremos qué puedo hacer, ¿está bien?— asintió, aún en mi regazo— ¿Qué te parece si me cuentas lo que pasó hoy?

Se tensó en mis brazos, pero después de unos minutos, habló.

—Colin quería jugar, pero yo no. Estaba sentado en el columpio. Me impacientó y lo empujé, pero él me empujó también y me caí en el lodo. Salí corriendo.

Asentí.

—Bien, tienes que prometerme que ya no empujarás ni le pegarás a nadie, ¿okey? Las cosas no se resuelven así, Osito Jad. Puedes lastimar a alguien y créeme, te sentirás muy mal.

Jared se estremeció en mi pecho. No pude ver su mirada, pero por la expresión de su cuerpo, sabía que se sentía culpable. Me pregunté cuántas cosas me había ocultado, pero no presioné. Ya más adelante me lo diría.

Diez minutos después estaba bajando las escaleras del departamento. Encontré a Edward donde lo había dejado: en el sillón de su sala. Solo que ahora estaba durmiendo. No parecía que se hubiese dormido a propósito, de hecho estaba en una posición muy incómoda. Cuando lo despertara, seguramente le dolería el cuello.

Lo aprecié durante unos segundos antes de despertarlo. Edward Cullen realmente era el hombre más guapo que hubiese visto a una vez. Era tan maduro. Su barba desaliñada, que tenía días sin ser rasurada, me llamaba para tocarla. Sabía que sería rasposa bajo mis dedos. Me pregunté cómo sería sentir lo áspero de su barba en mi piel con el contraste de sus labios suaves.

Sacudí mi cabeza, intentando alejar el pensamiento. Tonta Bella.

A lo que vas, me regañé.

—Edward— moví delicadamente su hombro, pero no hubo respuesta, así que lo hice de nuevo pero aplicando un poco más de presión—. ¡Edward!

—¿Qué? ¡Qué!— Edward se levantó desorientado y mirando hacia todos lados, antes de poner la mano en su hombro, haciendo una mueca—. Au. Me torcí.

Me reí.

—Eso imaginé.

Él movió el brazo hacia atrás, quejándose.

—Bella, perdón— dijo después de un momento—. No era mi intención quedarme dormido.

Hice un gesto con la mano para restarle importancia.

—No te preocupes. Tardé demasiado.

Edward se acomodó en el sillón, haciéndose a un lado e indicándome que me sentara junto a él. Lo hice, poniendo una pierna debajo de mí para estar más cómoda.

—¿Y bien?— preguntó— ¿Te dijo algo?

—Antes que nada— comencé—. Debes prometerme que diga lo que te diga no irás a regañar a Jared o algo por el estilo. Prácticamente le juré que no te diría. Si lo regañas, sabrá que no cumplí.

Edward asintió.

—Me parece un trato justo.

—Bueno, aparentemente no tiene amigos— fruncí el ceño—, a excepción de una niña que se llama Melanie. Esto, en primera instancia, es muy raro para un niño de su edad, pero puedo comprenderlo porque Jared es demasiado tímido y algo retraído. Hasta ahí todo bien.

»El problema es que, a sus palabras, los niños lo impacientan muy rápido. Me contó algo sobre una pelea con sus compañeros y que tú lo regañaste, ¿es cierto?

Él asintió, pensándolo durante un momento antes de finalmente contestar.

—Fue el año pasado— explicó—. Me llamaron de la escuela porque Jared le pegó a un niño un año mayor que él. Estaba enojado, sí. Lo recuerdo.

Puse los ojos en blanco.

—¿Si quiera le preguntaste por qué hizo lo que hizo?

Edward al menos tuvo la decencia de parecer avergonzado.

—No, no lo hice— gimió, enterrando la cabeza entre las manos—. Dios, soy tan idiota. Deberían golpearme pero a mí.

—Muy mal, Edward— traté de guardar el enojo en mi voz, eso no ayudaría para nada. Estaba tratando de unir las piezas y explicarle a Edward todo de la mejor manera posible. No eran mis asuntos ni mi hijo, incluso aunque quería fervientemente ayudarlo. Era decisión de él, después de todo era su papá—. Me dijo que lo impacientan. Le piden que juegue con ellos y él no quiere, así que sus compañeros insisten. Él les ha pegado, Edward. Eso fue lo que sucedió hoy, sólo que se lo devolvieron— suspiré—. Eso está muy mal por donde lo veas. Puede salir lastimado. Y eso sin meterme en las implicaciones que tiene el hecho de que un niño use la violencia como escape.

—Estupendo— murmuró Edward. Supuse que no me lo estaba diciendo a mí, ya que seguía con la cabeza metida entre las manos—. ¿Cómo pude ser tan idiota? Me lo dijeron no una, cientos de veces, y no pude hacer nada y yo…

—Hey— corté su verborrea tomándolo de la muñeca, obligándolo a que me viera a los ojos—, no tiene caso lamentarse. El ayer ya pasó. Estamos en el hoy. Lo primero que tienes que hacer es hablar con él y no pelear. Debe saber que le tienes confianza, así él te lo contará. Debes enseñarle que la violencia no es un escape, Edward. Los niños son como una esponjita, absorben todo. Lo bueno y lo malo. Muéstrale lo bueno.

Edward suspiró, aún estaba contrariado, pero al menos había logrado calmarse.

—Gracias, Bella. No sabría qué hacer sin ti. Espero que no cambies tu opinión de Jared, él es un niño bueno sólo que no lo he sabido entender.— Su cara estaba llena de tristeza y dolor. Sabía cuánto sufría por su hijo. Mi corazón se estrujó al verme incapacitada en hacer algo por él. Eso estaba fuera de mi poder, al menos de momento.

Jared era un niño tierno, el más tierno que había conocido. Trataba a Rebecca con delicadeza, como si fuera su hermana. Lo que sea que estuviera pasando con los niños en la escuela, era algo que lo estaba poniendo bajo presión.

Suspiré aliviada cuando me di cuenta de que sólo le quedaba un mes de clases para salir de vacaciones y cambiar de colegio. Ese mes, junto con las vacaciones, le servirían a Edward para encaminarlo. Yo estaría ahí para Jared en cada momento. No dejaría a mi pequeño bebé sufrir. Jamás.

—Lo sé— dije, mi mano aún seguía sobre la suya en muestra de apoyo. Él movió su pulgar, acariciando el dorso de mi palma suavemente—. Sé que Jared es espectacular. Sólo no sabe manejar sus emociones. Nunca pensaría mal de él— me puse seria—. Yo lo quiero, Edward. Y él a mí. Y estaré apoyándolo siempre a menos que él me pida que lo deje.

Edward parecía genuinamente sorprendido por mi repentina revelación valiente, pero no dijo nada. En cambio, movió la mano que estaba unida con la mía en su regazo a mi mejilla, acariciándome lentamente. No pude evitar sonrojarme ante la mirada de admiración que me estaba dando. Bajé los ojos, avergonzada por la intensidad que había en los suyos.

—Eso es muy tierno, Bella— murmuró—. Puedo entender por qué te quiere. Sería raro si no lo hiciera. Eres muy fácil de querer.

Le di una media sonrisa, aún sonrojada. Por mi mente se coló un tímido pero profundo deseo: que él me quisiese también.


Aparentemente el Osito Jad es el bully de la escuela, ¿o será que solo se sabe defender? ¿Qué piensan de eso? Recuerden que Irina le advirtió a Edward sobre eso antes (capítulo 2), ¡tenía mucha razón! Tal vez Jared si tiene la vena malvada de Tanya después de todo XD Esperemos que con la paciencia y el amor de Bella, Fresita y Edward mejore «3

Espero sus comentarios con sus opiniones, ¡son muy importantes para mí!

SpicyDreams «3