Tú, yo y nosotros
Disclaimer:
Todos los personajes le pertenecen a S. Meyer; la historia es mía.
Capítulo 13: Extraño conocido
EPOV
—Zafrina, ¿tenemos algo más para hoy?
—Por ahora no, señor Cullen. Los balances de este mes fueron entregados y firmados por el señor Jenks esta mañana, tal como ordenó. Y la cita con el licenciado Wood para la compra de Eio's fue cancelada y aplazada para el siguiente viernes, así que su tarde está libre.
Suspiré cansado, frotándome las manos en la cara, pero aún así ofrecí una pequeña sonrisa a Zafrina, mi secretaria.
—Excelente.
—Sólo queda confirmar algunas fechas y desperfectos…—murmuró distraídamente—. ¿Agregó algún evento extra a su agenda del cual no esté enterada?
Fruncí la frente.
—No que yo recuerde, no.— Negué.
—Está bien. Revisaré de todos modos.
Ella se paseó frente a mi escritorio, revisando cuidadosamente su agenda y la mía; su vista estaba enfocada en ambos libros. Cada viernes nos encargábamos de compararlas, ya que yo no trabajaba los fines de semana. Mis días laborales de entre semana eran lo suficientemente pesados como para no necesitar hacerlo. Ser el jefe a veces tenía sus beneficios.
—Sólo me queda confirmar su cita con el señor Vulturi para el lunes a medio día— espetó—. ¿Y usted tachó la cena de beneficencia White del sábado? — Eso último que dijo sonó más como una pregunta que una afirmación.
Zafrina levantó la vista hacia mí sólo para esperar mi asentimiento. Hice una mueca y cerré los ojos mientras me frotaba la sien con la mano derecha.
La maldita cena de beneficencia. La había tachado porque Irina no estaría en el estado ese día, pero tal vez… Mmh. Tal vez podría llevar a alguien más. Sí. Lo pensaría. Me recosté en el respaldo de mi silla y después de unos minutos, le di una larga mirada.
—Confirma mi asistencia con Vulturi, por favor. Y por lo de la cena no te preocupes. Aún no sé qué haré ese día, pero no declines la invitación.
—Entendido, señor Cullen. Eso sería todo, entonces.
Asentí y me levanté de mi asiento.
—Bien, me voy. Tengo que ir a casa con mi hijo.
Zafrina sonrió.
—Nos vemos el lunes, señor Cullen.
—Hasta luego, Zafrina.
Salí casi corriendo de mi oficina, desesperado por llegar a casa. Hoy, a diferencia de otros días, no había tenido la compañía de Jared conmigo en el trabajo. Sabía que lo mejor era acoplarnos al hecho de que estuviera un día sí y otro día no, pues así sería más fácil para él hacerse de una rutina. Eso no lo hacía menos difícil.
Caminé a través del estacionamiento y antes de abrir la puerta de mi coche, le mandé un mensaje a Bella.
¿Qué estás haciendo?
Desde el descubrimiento inesperado de Jared de hacía unos días atrás, ella y yo habías conformado una rara especie de equipo. Éramos amigos de por sí, pero se sentía más que eso. Me apoyaba y me daba ideas para que pudiera reacomodar mi situación con mi hijo.
Últimamente estaba pensando en aplicar a terapia familiar, que bien sabía nos hacía falta a ambos, pero no estaba seguro en cómo se sentiría Jared con eso. Tenía bien presente el recuerdo de la última vez que él fue al psicólogo y no había sido bonito. Tal vez no era el adecuado, no lo sabía. Buscaría recomendaciones de mi papá próximamente.
Irina me estaba esperando en el hall del edificio cuando entré. Iba tan ensimismado en mis pensamientos que por poco no la veo, si no hubiese sido porque ella puso una mano en mi hombro cuando estaba de pie esperando por el elevador.
—Irina— musité sorprendido—, no me dijiste que venías. No tenías que estarme esperando, pude haber pasado por ti.
Ella me dio un ligero beso en los labios antes de enganchar su brazo con el mío.
—Llamé a tu oficina y Zafrina me dijo que acababas de irte a casa, supuse que no te molestarías si venía de sorpresa.
—No— negué—, no te preocupes. ¿Te quedarás a comer?
Me era raro ver a Irina entre semana. Su trabajo en los últimos meses se había vuelto muy demandante, por lo cual casi nunca pasaba tiempo conmigo. Aunque debía reconocer que, desde nuestra pelea por sus celos acerca de Bella, ella intentaba que nos viéramos más seguido.
Nunca me había detenido a pensar en lo fácil que era mi relación con Irina. Ella nunca me presionó. Nunca opinó nada malo sobre mi estilo de vida. Jamás le molestó que a veces no tuviera tiempo para ella. Estaba tan acostumbrado a estar en lo cómodo, que ahora que ella hacía un doble esfuerzo por estar conmigo, en lugar de sentirlo tierno lo sentía casi abrumador.
—No, cariño— me contestó, deteniendo mi tren de pensamiento—. Las fotografías de la campaña en la que estoy trabajando empiezan a las siete, así que no puedo estar mucho aquí. Ni siquiera pensaba en pasar.
—Está bien— murmuré. No me sentía afligido, en realidad, pero como quiera le di un pequeño abrazo. Estaba actuando raro y no quería que ella se diera cuenta—. ¿Estarás ocupada mañana?
—Esperaba que nos acompañaras a mi y a Kate a la casa de mis padres.
—Oh.
Oh. Más bien ugh.
No había nada en el mundo más incómodo para mí que ir a la casa de los Denali. Mi pasado con su hija mayor me precedía y no era muy querido allí, por decirlo menos. A veces me daba un poco de gracia que Irina no era querida por mi familia y yo no era querido por la suya. Era como si estuviésemos destinados al fracaso. Siempre que bromeaba con ella de eso no se lo tomaba con humor. Así que esta vez mantuve mis comentarios para mí.
—¿A qué hora es?— pregunté.
—Seis y, por supuesto, Jared está invitado. Mi mamá muere por verlo.— Irina arrastró las palabras un poco. Qué incómodo.
Bueno, ahí estaba el otro problema. Jared odiaba a sus abuelos y estaba casi 100% seguro de que ellos no se "morían" por verlo. Me pregunté cómo podría convencerlo y también me cuestioné de si realmente valía la pena someterlo a situaciones tan estresantes sabiendo cómo de delicado su humor estaba.
Era mala idea, por donde lo viera.
—No creo que Jared pueda ir, Iri— le dije suavemente. Sus ojos relampaguearon con una emoción que no pude descifrar—. Sabes por lo que estamos pasando y, sinceramente, no quiero presionarlo.
La noche anterior me había asegurado de contarle, no con lujo de detalles, los problemas de mi hijo a mi novia.
—No pierdes nada preguntándole, Edward. Mi madre en serio quiere verlo y yo…
—Bien— interrumpí—. Le preguntaré, pero no prometo nada.
—Está bien— acepto—. Trata de convencerlo, Edward. En serio quiero acercarme a él, seremos una familia y tiene que aprender a estar conmigo.
Le di una media sonrisa, escondiendo mi incomodidad por lo que acababa de decir. Durante meses le rogué a Irina que se acercara y jamás lo hizo. Jared nunca fue excepcionalmente bueno con ella, pero nunca le hizo nada grave. Simplemente Irina no quería cooperar. Y ahora que lo intentaba, ya no sabía cómo me sentía yo respecto a eso.
Froté sus brazos ausentemente con las palmas de mis manos.
—Vale.
—Bueno, yo…—su celular comenzó a vibrar y rodó los ojos—. Seguro es Laurent. Debo irme, se me hará tarde para la sesión. Te quiero.
—Yo también. Me avisas cuando salgas y estés en casa.
—Por supuesto, cariño.— Me dio otro pequeño beso antes de irse.
La vi irse antes de darme la vuelta y volver a llamar al elevador. En cuanto entré a casa un pequeño cuerpo se lanzó a mis brazos. Reí, devolviendo el abrazo. Me gustaban estas muestras de afecto. Eran la clase de acciones que me daban a entender que la relación entre mi hijo y yo estaba mejorando y a pasos agigantados. Ya no se sentía que estar con él era como caminar entre cáscaras de huevo.
—Hola, papá.
—Hola, campeón. ¿Ya comiste?
—Nop— sacudió la cabeza—. Le dije a la señora Cope que te iba a esperar, pero ya tengo hambre. Casi no lo hago.
Reí.
—Será mejor que nos apresuremos, entonces.
Fruncí la frente después de mandar dos mensajes más a Bella. Estaba preocupado y no era sorprendente; ella siempre me contestaba después de unos minutos, pero ya habían pasado más de cinco horas desde la última vez que lo hizo. Incluso los últimos no llegaban, ¿tendría el celular apagado?
No quería hacerlo y sabía que tal vez estaba exagerando y actuando de manera sobreprotectora, pero estuve cuestionándome durante un largo rato si Bella y Rebecca estarían bien. Podía tomar el ascensor, subir a su departamento y tocar el timbre, pero era tarde y si era el caso, estarían dormidas. Decidí que una llamada era muchísimo menos impersonal.
Agradecí cuando el teléfono comenzó a marcar y me di cuenta de que no lo tenía apagado. Me contestaron en el sexto tono.
—¿Diga?— Una voz masculina resonó al otro lado de la línea e instantáneamente me tensé. Esa, obviamente, no era Bella. Miles de pensamientos me llenaron la mente, pero antes de reaccionar mal, sacudí la cabeza.
—Hola, habla Edward Cullen, ¿está Isabella ahí?
—Ehh, sí. Sí está. Permíteme. —La voz era realmente conocida para mí, pero no podía adivinar de dónde. Estaba enredando mi cerebro en un recuerdo. Pude oír cómo se dirigía hacia quien supuse sería Bella y le decía que era yo. La familiaridad con la que le hablaba me llegó a incomodar.
¿Estaba Bella saliendo con alguien? No tenía idea de por qué ese pensamiento me parecía tan molesto. Tal vez por el hecho de que habíamos hablado durante unos días y no me había comentado nada… éramos amigos, me lo hubiera dicho, ¿no? Pero ella era nueva en la ciudad, no conocía a nadie. No tenía sentido. Y si había salido con alguien, ¿con quién había dejado a Rebecca? Ugh. Estaba poniéndome verde.
—¿Hola? ¿Pasa algo, Edward?— su voz parecía preocupada e incluso culpable y no pude evitar responder con un poco de dureza.
—Bella, ¿por qué un hombre contestó tu celular?
—Uh, yo…
—¿Tienes idea de lo preocupado que estaba?— la interrumpí—. ¡Creí que te había pasado algo cuando no me respondiste en toda la tarde! ¡Te mandé como mil mensajes!
Bueno, la última parte no era tan cierta. Sólo había mandado tres, pero en distintos horarios. Eso hubiese sido suficiente para que me contestara antes, pero ahora que seguramente estaba saliendo con alguien, tal vez no llamaban tanto su atención…
Me tensé, esperando su respuesta.
—Lo siento, Edward— sonaba bastante culpable, la verdad—. Me olvidé de mi teléfono, pasé la tarde trabajando y cuando salí vine a una comida y yo…
—¿Y Rebecca?
—Edward, ¡deja de interrumpirme!— resopló—. Fresita está conmigo. Estamos en casa de Rose.
—No sabía que Rose daría una fiesta.
E incluso si la diera, yo, de todas las personas, jamás estaría invitado. Rosalie me tenía marcado con Sharpie rojo. Creía que secretamente tenía un tiro al blanco con mi rostro pegado en él y siempre que lo usaba le daba a la diana.
—No lo hizo— explicó—. Su hermano está de vuelta en la ciudad y nos invitó a mi y a Rebecca a recibirlo. Él fue quien contestó la llamada.
—¿Te refieres a Jasper? ¿Jasper Hale?
—Sí.
Jodidamente no podía ser peor.
¿Hale de nuevo en la ciudad? Eso era nuevo. Él había sido el exnovio de mi hermana menor y, aunque antes teníamos una buena relación de amistad, eso acabó en el momento que rompió el corazón de Alice y escapó cual cobarde al sur de país. Sinceramente, de entre todas las personas, jamás creí que volvería a escuchar de él. Comprendí que por eso me sonaba tan conocida la voz.
Y ahora estaba ahí, cenando y divirtiéndose con Bella. Acechándola, seguramente. Tal como lo había hecho con mi hermana.
—Isabella, prométeme que no te acercarás mucho a él.— Pedí, cerrando los ojos y acariciando mi sien. Sólo podía imaginarme al jodido de Jasper tratando de aprovecharse de ella. Jamás lo permitiría.
—¿Y eso a razón de…?— El tono de Bella era de pura diversión. Debió creer que estaba bromeando.
—No es una buena persona.— Respondí.
—¿Por qué lo dices?
—Porque lo sé.
—¿No me habías dicho que te molestaban los chismes?— dijo—. Me dices que odias que tu familia crea cosas de ti que no son ciertas y estás intentando que yo piense igual de Jasper.
Apreté los dientes. La frustración llegaba en oleadas a mi cuerpo, ¿por qué tenía que ser tan terca? ¡Apenas y lo conocía, por Dios santo!
—No es lo mismo.
—Por supuesto que lo es.
—Bella, sé lo que te digo.
—Explícame lo que sabes.
Bufé. Tenía la sensación de que no haría lo que le pidiera hasta que le contara mis razones.
—Lo haré, pero no por llamada, ¿está bien?
—Bien.— Aceptó.
—Por lo mientras, mantente alejada.
—No seré grosera, Edward. Sólo somos de invitados él y yo y si me porto toda rara Rosalie se dará cuenta y sabrá que me dijiste algo. No creo que quieras que ella me de sus motivos antes que tú, ¿o sí?
Bella era malditamente buena chantajeándome.
—Vale— acepté—, pero mantenlo casual. Si se pasa de listo, puedes decirme.
Se rio.
—Dios, Edward, ¡lo haces lucir como si fuera un presidiario o algo así!
—Casi— resoplé—. Te dejo, cuídate, ¿está bien? Y contesta mis mensajes.
—Sí, jefe.
—No te burles.
—¡No lo estoy haciendo! Qué humor te cargas hoy, eh.
¿Cómo no ponerme de mal humor sabiendo que Jasper Hale estaba de regreso en la ciudad? Le partiría la cara de un puñetazo en cuanto lo viera. Más le valía mantenerse alejado de mi familia o las cosas se iban a poner realmente feas.
—Sí— contesté simplemente—. ¿Irás a la comida de Esme el domingo?
—Aún no recibo invitación, pero si lo hago, probablemente sí.
Rodé los ojos.
—Bella, debes de saber que eso es algo familiar. Una vez que estás dentro, la invitación es permanente— expliqué—, pero le diré a Esme que te lo repita por si no me crees. Y el domingo te cuento.
—Me parece bien.
—Bueno, ahora sí, te dejo para que sigas en lo que estés haciendo. ¡Y recuerda lo que te dije!
—Ugh, ¡sí! No me lo repitas tanto que me vas a marear, pareces mi papá.
Rodé los ojos aunque no pudo verme. No me gustó ese último comentario. ¿Su papá yo? Dios, no. No tenía suficiente edad para eso, de todos modos. No sé por qué me estaba deteniendo tanto en pensar esas cosas.
—Hasta mañana, Bella.
—Hasta mañana, Edward. ¡Dale mi beso de buenas noches a Jared por mí!
—Lo haré.— Colgué.
Bueno, parecía tener todo bajo control. O eso parecía. Bella no estaba renuente a no hacer lo que le pedía, simplemente quería una explicación y se la daría.
Me recosté en la gran silla que estaba en el escritorio de mi estudio y cerré los ojos, pensando en todas las veces en las que había visto a Alice llorar por culpa de Jasper Hale. Mi hermana no era una persona muy cariñosa, pero había caído enamorada de él desde el momento en que lo conoció. Estuvieron juntos un tiempo hacía ya más de tres años y un día simplemente terminaron y él se mudó, rompiéndole el corazón a Alice en el proceso. Ella nunca volvió a ser igual. Incluso comenzó a odiar Seattle, tomando como método de escape una pasantía en Londres. Ella no era feliz, lo sabía. Había conocido el amor y lo había perdido.
Yo sabía cómo se sentía eso.
Las caras poco amistosas de Carmen y Eleazar me dieron la bienvenida después de que toqué el timbre. Jared, que estaba completamente renuente a estar ahí, se abrazaba de mi pierna como si no hubiese mañana. No lo había obligado a venir, él lo había decidido por su propia cuenta. Sólo le había hecho el comentario de que sería más feliz si estuviese ahí para acompañarme. Eso pareció ablandarlo.
Y la verdad es que no había mentido, su presencia hizo todo para mí muchísimo más fácil. El cómodo y falso saludo hiper «feliz» de mi suegra por ver a Jared me puso de los nervios, pero él pareció manejarlo bien. Le dio una media sonrisa y no hizo comentario al respecto. En cualquier otra ocasión, no hubiese ocultado su desprecio por estar ahí. De repente, mi hijo parecía todo un hombre maduro al tanto de lo importante de la situación. Eso era raro y, al mismo tiempo, fascinante.
Irina no parecía mejor que yo. Estaba sentada a un lado mío en la larga mesa y su postura era completamente tensa mientras le contaba a su padre de su trabajo en las campañas públicas donde la estaban fotografiando y de su viaje a Miami la siguiente semana. Eleazar nunca aprobó eso. Bueno, la verdad era que Eleazar nunca aprobaba nada que no fuera su propia existencia.
Sólo Irina, su hermana y yo sabíamos del compromiso y no lo habíamos hecho público debido a mis exigencias, pero podía ver a Kate vibrando en su silla, queriendo gritarle la noticia a sus padres. La atravesé con la mirada, advirtiéndole. Jared estaba sentado justo al lado mío. Él había mantenido la calma, pero no lo haría si una noticia así se le atravesara por el frente. Él aún no estaba listo para eso.
Vi divertido cómo Jared masticaba con renuencia la carne en término que estaba frente a él. No era de sus cosas favoritas en el mundo pero una vez que la corté en pequeños cuadritos, pareció disfrutarla. O al menos soportarla.
—Y bien, Edward, ¿cómo ha ido todo en V ?— Carmen preguntó, dirigiéndose a mí por primera vez en la noche. Cuando lo hizo, atravesó con demasiada fuerza uno de los espárragos de su plato con el tenedor.
—Muy bien, de hecho— contesté, lo más tranquilo posible—. Mi tío Marcus y yo hemos estado hablando de expandir al mercado maderero, pero aún no se llega a nada. Hay una buena propuesta de extracción en puerta. Es un tema bastante complejo, en realidad.
—Complejo tomando en cuenta que no sabes nada de eso, sí.— Rio. Fue un jodido comentario mordaz, pero lo dejé pasar. Me encogí de hombros.
—Tiene razón, pero Marcus sí. Es una decisión de ambos, por supuesto, ya que somos socios. Debo estar enterado de todo.
—Eso es excelente, Edward— Irina apretó mi mano a través de la mesa—. Estoy segura de que te irá bien en ese negocio, justo como en todo lo que haces.
Le di una ligera sonrisa de agradecimiento y devolví la vista a mi plato.
—Ugh, eso fue lo más incómodo de la existencia— Me quejé. Irina estaba sentada en el sofá de mi sala y yo ya había ido a acostar a Jared a su cuarto. Sorprendentemente, él no fue grosero con ella esta noche, más bien sólo la ignoró. Eso parecía un avance.
—Lo sé, lo siento— se disculpó, dándole un sorbo a su copa de vino—. Ya sabes cómo son mis padres…
—Saberlo no lo hace más fácil— suspiré, sentándome a su lado después de aflojar el nudo de la espantosa corbata azul que traía puesta. Odiaba las corbatas con el alma. La única razón por la que estaba usando una ahora era porque la etiqueta era de las cosas que los Denali no dejaban pasar por alto. Una de las tantas cosas.
—¿Qué día te vas?— Pregunté. Ella recargó su cabeza en mi hombro y recogió sus pies sobre el sillón. Jugueteaba distraídamente en su celular, dándole «me gusta» a varias publicaciones que salían en el inicio de su Instagram.
—De eso quería hablarte— suspiró, bloqueando su teléfono. Se acomodó en el asiento y volteó a verme —. Stefan adelantó la campaña por cuestiones del clima. Me iré mañana con Laurent. Estaré fuera de este domingo al que viene.
Fruncí las cejas.
—¿Mañana? ¿Y me lo dices hasta ahora?
—Lo olvidé completamente, cariño. Créeme que no tengo intenciones de irme— su boca se volvió una fina línea—. Prométeme que nada pasará mientras esté lejos.
—¿A qué viene eso? Has estado lejos muchas veces y nada ha pasado.
—Sólo promételo.
Rodé los ojos.
—Bien. Lo prometo.
Ella sonrió contenta y se acostó en mi regazo. No miró hacia arriba y lo agradecí, porque en mi rostro se podía ver que estaba completamente perdido en mis pensamientos.
Sólo no me dejaba de preguntar por qué estar con ella ya no se sentía igual.
Bueno, parece que Edward está en una encrucijada muy grande y no entiende por qué. E Irina pierde puntos al irse tanto tiempo.
¿Qué piensan de lo que dice Edward de Jasper? Mmh. Ahí hay gato encerrado, ¿no creen?
Muchas gracias por sus comentarios, ¡leo todos y cada uno de ellos! Y los valoro demasiado.
SpicyDreams «3
