Tú, yo y nosotros
Disclaimer:
Todos los personajes pertenecen a S. Meyer; la historia es mía.
Capítulo 15: No más pretensión
EPOV
—Sólo café por el momento, gracias.— Le señalé a la mesera, quien asintió y se fue.
Estaba en una de mis muy comunes citas con mi socio en jefe, mi tío, Marcus Vulturi. Gracias a él y su dinero habíamos comenzado una de las mejores sociedades inversoras en todo Seattle. Le tenía mucho aprecio. Marcus había puesto en mí confianza que no merecía, vio mi talento y lo usó a su favor, ayudándome en el proceso. Hacía 10 años de eso.
A él no le gustaban las charlas en las oficinas, por lo cual elegía un restaurante distinto para reunirnos todas las semanas.
—Parece que alguien despertó con el pie izquierdo hoy.— Me saludó una voz ronca. Volteé y cuando vi la alta figura de mi tío me paré para acomodar su silla y ayudarlo a sentarse. Él era un hombre mayor, algo canoso, con los ojos tan negros que a veces era difícil ver a través de ellos.
—Algo así— mascullé sentándome de nuevo—. Pero no es nada grave, ya se me pasará.
Era lunes y estaba cansado, molesto y confundido. No quería estar ahí, pero sabía que era mi responsabilidad. Con algo de suerte, me iría pitando del lugar en cuanto me dieran luz verde. Aunque no estaba tan seguro de eso.
—¿Ordenamos?
Asentí, haciéndole una seña a la mesera con la mano.
—Por supuesto.
—En realidad, estuve checando toda la semana anterior el historial de Eios y de Woods y no me gustó para nada lo que vi — espetó Marcus después de un rato, limpiándose con una servilleta después de darle un gran bocado a su salmón en pasta filo—. Más de cuatro meses generando más pasivos que activos… No, simplemente no. Incluso aunque en este momento la podríamos salvar, terminaríamos comprando un desperdicio.
—Nada vale tanto la pena— concedí—. Es lo mismo que Jenks me mencionó. Sobre todo empecé a dudar cuando Woods no se presentó a la junta anterior. No parecía muy interesado.
—Todas esas cuentas chuecas…— murmuró sospechoso—. No me sorprendería que esté metido en algo grave y que se haya llevado a su empresa entre los pies.
—Lástima, ya que es un negocio familiar.
Tomó un sorbo de su vino.
—Lo es. Un verdadero desperdicio.
Ya que terminamos de hablar de cosas del trabajo y, sabiendo que mi tío era más que nada un hombre de pocas palabras, pude concentrarme en "comer", aunque no tenía hambre, y en pensar. Me había pasado la noche anterior en vela y aún no había podido acomodar mis emociones y mucho menos mis pensamientos.
¿Qué me había pasado con Bella? ¡Estuve a punto de besarla! Y reaccioné gracias a algún Dios que me recordó que lo que estaba haciendo estaba mal. Lo peor del asunto es que nunca lo sentí incorrecto, es más, ni siquiera me arrepentía, pero sabía, muy dentro de mí, que si lo hubiese hecho no hubiese habido marcha atrás. Bella era tan buena, tan inocente y al mismo tiempo tan segura de sí misma que nunca se permitiría ser tratada de esa forma. Y yo había querido manchar eso. Afortunadamente no lo hice.
¿Pero de qué me valía no haberlo hecho? Si de todas maneras me encontraba en el borde del desastre. Ni siquiera le había mandado un mensaje ni había hablado con ella como ya tan acostumbrado estaba a hacerlo. ¿Significaba mi pequeño desliz que nuestra amistad terminara? Esperaba que no.
Aunque me daba cuenta de que lo que yo quería estaba mucho más allá de los confiables terrenos de la amistad. Y me aterraba y me complacía por partes iguales. Por un lado, nunca me había sentido tan vivo en la vida. Y al mismo tiempo tan celoso. Nunca sentí la molestia de los celos con mi primera mujer, ni siquiera cuando me dejó por alguien más. Sólo sentí el ardor de la traición. Y con Irina muchísimo menos.
Pero ver a Jasper tan confiado alrededor de Bella, sabiendo que apenas y la conocía, tomándola de la mano como si fuese nada y dándole sus sonrisas como un estúpido… No. Me había ardido en lo más profundo de mi ser. Me había quemado y la molestia surgía en mí en grandes cantidades de sólo pensar en eso.
Y cuando recordaba que yo no tenía ningún derecho sobre ella las cosas se ponían aún peor. Porque ella no era mía y yo no era nadie. Si acaso, yo le pertenecía a otra persona. Lo cual hacia la situación muchísimo más difícil.
Si estuviera libre, podría luchar por ella. Ojalá no hubiese necesitado ver a un hombre colgado de su mano para notarlo. Pero no estaba libre. No había un "si hubiera". Yo estaba con Irina y me sentía como un patán por siquiera considerar estar con alguien más.
¿Cuánto tiempo había estado ella fuera del Estado antes de que yo proclamara sentirme atraído hacia otra? ¿Doce horas? No. Habían sido más de doce horas. La bonita castaña se me había metido en la piel desde el minuto uno en que la conocí. Sólo que apenas me había dado cuenta.
—Edward, chico, ¡pon atención!— Marcus agitaba su mano frente a mi cara con diversión.
Parpadeé, confundido.
—¿Qué decías, tío?
—Llevas más de diez minutos con la mirada perdida en el plato. Si no quieres comer no lo hagas, chico, pero mirar mal al pez no le devolverá la vida.
—Qué gracioso.— Mascullé malhumorado y, para probar mi punto, apuñalé el salmón con el cubierto.
Mi tío hizo mala cara.
—Bien, basta ya. No vinimos aquí a hablar de negocios nada más. Estaba pensando en cancelar mi cita de hoy para salir con tu tía, pero tú pareces necesitarme más. Ayer actuaste todo raro en casa de tu madre. Esme y todos están preocupados por ti.
—Qué detalle, un poco de preocupación después de meses de que no me prestaran atención. — espeté.
Marcus apretó el tenedor en sus manos , causando que los nudillos de su blanca piel se pusieran algo rojos debido a la excesiva presión. Contuve un suspiro. Había sido un comentario algo cruel, tomando en cuenta que él jamás me ignoró.
—No seas mal agradecido, chico.
—¿Contigo? Jamás— acepté—. Pero no le puedo tener la misma consideración a los otros miembros de la familia.
—Han actuado mal, lo sé. Sé que no les debes respeto por sus acciones, pero siempre piensa que no eres igual al resto. Tener resentimientos no te lleva a ningún lado.
Suspiré y me recargué en el respaldo de la silla para escuchar más a gusto su perorata.
»¿Me vas a contar qué es lo que te aflige o necesitas otra copa de vino?— sonrió y señaló mi copa vacía. Cuando vio que no hice ningún gesto o negación, volvió a llenarla—. Veo que estás muy mal. Anda, bebe y cuéntame.
Le di una larga mirada a mi tío. Él era mayormente un hombre de pocas palabras. Era implacable, práctico y lógico. Sus consejos siempre eran buenos, especialmente en el mundo de los negocios. Tenía un matrimonio feliz con mi tía desde hacía más de dieciocho años…
Tal vez su ayuda me vendría más que bien, pero me abstendría de contarle sobre Bella. En cambio, le diría sobre mis problemas con Irina. O más bien los problemas de mi mente acerca de mi relación con Irina.
—Tengo que contarte algo, pero es muy importante que guardes este secreto y no se lo comentes a nadie. Ni siquiera a mi tía Dídime.
Los labios de Marcus se hicieron una fina línea y ahora lucía preocupado. Ugh.
—No te preocupes, chico. No se lo contaré a nadie.
Asentí. Confiaba en él.
—Le pedí matrimonio a Irina— antes de que me pudiese interrumpir levanté la mano para que no opinara. Primero quería contarle todo—. Fue hace dos meses y lo hice con la condición de no contárselo a nadie hasta que Jared estuviese listo para aceptarla a ella y a nuestra relación. El problema es que entre más tiempo pasa menos listo lo siento. Y ya no sé si continuar con eso, pero no quiero lastimarla.
Marcus puso la mano en la barbilla y se quedó pensativo por un momento, antes de finalmente hablar. Lo que me dijo me tomó por sorpresa, ya que nunca había pasado por mi mente la obvia verdad que había en sus palabras.
—Edward, ¿te has detenido a pensar que tal vez le pusiste esa traba al compromiso porque el que no está listo para aceptarlo eres tú y no Jared?
Parpadeé.
—No, yo… Yo estaba muy seguro. Tanto como un hombre puede estarlo.
Marcus rio, causando varias arrugas y pliegues alrededor de sus ojos.
—No lo creo. Escucha, yo tardé muchos años en casarme. ¡Por Dios, tuve mi primera hija a los 40 años! Y no hablemos de cuánto tiempo tardé en hacerle la propuesta a tu tía— sonrió—. Pero lo hice cuando me sentí seguro, cuando no hubo ni un solo poro de mi cuerpo que dudara en estar con ella. Y, chico, puedo decirte que tú no luces como yo lucía en ese momento. No estás enamorado y se te nota. Sientes obligación y eso es algo muy feo de sentir, especialmente si vas a pasar toda la vida con alguien.
—No sé qué decir al respecto— suspiré—. No quiero lastimarla.
—Tú, de entre todos los hombres, tienes ideas muy viejas. Esa de que el compromiso y los matrimonios son para siempre.
—Naturalmente.— Contesté. No quería que él pensara lo contrario. Cuando le había hecho la propuesta a Irina, lo había hecho sabiendo que no había marcha atrás. Pero el Edward de hace dos meses no se parecía al Edward actual y eso me molestaba y avergonzaba en partes iguales.
—Tu primer matrimonio no duró ni tres años, Edward. Y sé que no fue tu culpa, que ella lo terminó, pero si no lo hubiese hecho, ahí seguirías. Incluso aunque fueras infeliz. Y con esta chica Irina pretendes hacer lo mismo. ¿En serio quieres hacerla sufrir de esa forma? Porque he visto como te mira, ella te quiere. Nunca te dejaría incluso aunque tú la hicieras sentir mal con tu desamor todos los días de su existencia.
Bajé la vista hacia mi regazo, avergonzado.
—Sé que ella me quiere— murmuré—, y también sé que no me dejaría. Me siento como un patán por pensar en que la ilusioné. No quiero que piense que la estoy botando.
—No la estás botando, Edward. Sólo estás reconociendo que no estás listo para un compromiso y está bien y es válido. Hablar con la verdad es la mejor muestra de respeto porque, dime algo, ¿tú la amas?
—Y-yo…— tartamudeé— le tengo respeto y aprecio y yo…
—¿La amas?
Suspiré contrariado.
—No. No de la forma en la que ella quiere ser amada, al menos.
—Entonces haz lo correcto y deja de actuar como un cobarde. Termina tu farsa y concéntrate en lo que gustes. Puedes comenzar con tu hijo.
—Lo hago, tío. Estoy mejorando. Jared y yo somos un equipo.
Sonrió.
—Lo sé. Se veía muy feliz el domingo.
Internamente agradecí el cambio de tema.
—Sí, lo estaba. Especialmente está emocionado con las vacaciones de verano. Le prometí un viaje a la playa la semana pasada. Padre-hijo. Me sentí como Carlisle.— reí.
—Que Dios se apiade de nosotros y no seas como él— rodó los ojos, pero luego me miró quisquilloso—. ¿Y qué tal la amiga de Rosalie? Veo que son muy amigos.
Oh. Tal vez el cambio de tema no era tan bueno como había pensado. Me removí incómodo en mi silla y traté de no darle demasiada importancia en mis palabras.
—Sí, algo. Vivimos en el mismo lugar y nuestros hijos se llevan bastante bien.— Me encogí de hombros y le di un sorbo a mi copa de vino.
—¿Sabes, Edward? Soy un hombre de negocios— sonrió divertido—. Llevo en el mercado desde antes de que tú nacieras. He conocido a mucha gente. Y sé cuando me mienten o me ocultan información.
Me atraganté.
—No estoy ocultando nada.
—Es muy bonita la chica— me ignoró y continuó hablando—. Tan joven. Y su hija es una verdadera belleza. Son muy parecidas en eso.
Tarareé en acuerdo, sin mirarlo a los ojos
»Ya dímelo.
Suspiré. Por supuesto que no lo dejaría pasar.
—No sé, tío. Estoy muy confundido. De lo único que estoy seguro es de que mis problemas con Irina comenzaron el día en que la conocí. En que ahora mismo que estamos separados la extraño. Y no sé por qué. Apenas somos amigos, me siento raro y no me gusta.— Solté de sopetón. Su mirada inquisitiva me había puesto de los nervios y me obligó a confesar cosas que ni siquiera yo sabía con certeza.
Marcus chasqueó la lengua.
—Con muchísima más razón debes terminar esa farsa de compromiso que te montaste con Irina. ¿O qué, planeas tener una amante?
Lo miré mal, sintiéndome repentinamente ofendido. ¿Cómo se atrevía a siquiera pensar que...?
—Jamás haría eso— siseé—. Bella no es esa clase de mujer, es valiosa y dulce y nunca lo haría.
Sonrió.
—Qué defensor.
Me rasqué la nuca avergonzado.
—Sí, bueno, yo…
—Es obvio que tienes más que aprecio por esa jovencita. Es muy conveniente, de hecho. Toda la familia la adora. Podrías estar con ella y automáticamente limarías asperezas con todos.
Achiqué los ojos.
—Las cosas no funcionan de esa forma, tío. Debo estar con alguien porque la amo.
—¿Entonces por qué estás con Irina?
Ugh. Touché.
—Eso es una historia diferente.— medio mentí.
La verdad es que sí sabía por qué estaba con Irina. Ella había estado para mí apoyándome en mis momentos más oscuros. Desarrollé sentimientos de gratitud ante su amor y su paciencia. Creí que eso sería suficiente. Creí que el cariño y el aprecio eran muchísimo mejores que lo doloroso que el amor podía llegar a ser. Estaba equivocado.
El cariño era lindo, sí. Pero el amor traía consigo pasión, dolor y anhelo en partes iguales. Y eso era lo que yo quería, sólo que no me había dado cuenta.
—No te voy a presionar para que estés con otra mujer cuando tienes un gran compromiso en puerta, Edward. Ni siquiera yo soy tan despiadado— sacudió la cabeza—, pero espero que mis palabras hayan hecho mella en ti. Recuerda lo que te dije: no le hagas pasar a nadie la angustia de que no estés seguro.
—Lo sé, tío. Lo pensaré. Lo juro.
Más tarde esa noche cumplí mi promesa después de tener una muy, muy incómoda llamada con Irina por teléfono. Ni siquiera le había podido devolver el «te quiero» de lo culpable que me sentía. Obviamente no podía terminar nuestro compromiso con una llamada, por lo que esperaría hasta que ella regresara dentro de una semana, pero estaba decidido.
Marcus, a pesar de todo, había tenido razón. Aunque mi decisión no había tenido nada que ver con mis muy extraños y confusos sentimientos con Bella, no. Ella no era la causante de nada.
Pensé durante muchísimas horas (la mayor parte de la madrugada) en las razones por las que no debía llevar mi relación con Irina a otro nivel. En por qué no podía estar con ella en ningún grado ya. La respuesta siempre había sido la misma: no sentía amor por ella. Era algo cruel de decir, pero yo siempre estuve consciente de ese hecho e Irina también, con la diferencia de que antes no le había tomado importancia. Ahora no podía soportar la idea de obligarnos a los dos a estar en una relación donde yo no sintiese nada. Eso estaría condenado al fracaso.
Así que mi decisión estaba tomada. Esperaba que no me odiara por eso.
Crucé la puerta de la pastelería cuando pasaban de las cuatro de la tarde. Estaba nervioso hasta la médula. Había decidido invitar a Bella a mi cena con los White y esperaba que dijera que sí. No iría con otro plan que no fuera amistoso. No quería que las cosas se pusieran incómodas entre nosotros por mi comportamiento vertiginoso del domingo pasado. Supuse que buscarla en su trabajo era muchísimo mejor que esperar sentado en el hall del edificio a que ella apareciera.
Bella estaba detrás del mostrador y, por lo que se podía apreciar, estaba mortalmente aburrida. Inconscientemente sonreí. No había clientes u otras personas alrededor además de una mesera que limpiaba las ya de por sí relucientes mesas detrás de mí.
—Hola, Bella.— Saludé.
Ella saltó de sorpresa cuando me le puse en frente. Estaba tan distraída que ni siquiera había oído la campana de la puerta que me había anunciado. Antes de saludarme sus mejillas se llenaron de un hermoso rojo. Estaba avergonzada.
—Oh. Hola, Edward. No te esperaba por aquí.
Me rasqué la nuca nervioso.
—Yo… bueno, esperaba hablar contigo un rato.
Sus enormes ojos cafés me echaron una mirada sorprendida. Debí haber supuesto que ella pensaría que yo no le hablaría de nuevo. Había actuado como un cobarde y estaba terriblemente apenado por eso.
—Claro. Dime.
—Quería disculparme por lo de la otra noche— me encogí de hombros—. Actué como un idiota y como que te asusté. Fue un error y no debí hacerlo— tomé una bocanada de aire y miré su rostro crispado; esto no estaba siendo nada fácil—. Tampoco debí haberte querido coaccionar para que no estuvieras cerca de Jasper. Sé que esa no es mi cruzada.
Me había costado muchísimo decir la última parte y le había dedicado la mayor parte de mis pensamientos nocturnos a eso. Muchos de ellos fueron dolorosos, donde estaba consciente de que ella no era mía y que no podía actuar como un posesivo de mierda. Especialmente porque yo, por el momento, tenía una relación.
A pesar de todo, Bella quitó rápidamente la decepción de su rostro y me miró con total comprensión.
—Te perdono, Edward— asintió—. No te preocupes por eso. Somos amigos, ¿verdad? Los amigos se pelean todo el tiempo.
—Amigos…
—O no.— Se encogió triste.
—Lo somos— afirmé, tomando su mano para brindarle mi apoyo—. No lo he dudado ni por un segundo. Créelo, Bella.
Sonrió condescendiente.
—Lo creo.
—Bueno, pero me temo que no solo he venido por eso. Me preguntaba si te gustaría acompañarme a una cena el sábado.
—¿Una cena? ¿Como de negocios?
—Bueno, algo así. Es en beneficio de una asociación para el cáncer que tienen los White, una empresa que es parte de VyC. Ir es mi responsabilidad, ya que mi tío Marcus no asiste a ese tipo de eventos.— Expliqué.
La había tomado por sorpresa.
—Uuh. ¿Y t-tú quieres que yo vaya?— Tartamudeó nerviosa.
—Sí, me gustaría bastante que me acompañaras.— Admití. Ella me dio una larga mirada.
—No lo sé, Edward.
—Vamos. Será divertido.
Resopló demasiado fuerte y sonreí cuando se tapó la boca avergonzada.
—Sí, claro— rodó los ojos cuando su pena pasó—. Estoy segura de que lo será.
—¿Por favor?— Le di mi mejor mirada de ruego. Funcionaba bastante cuando Jared la usaba, así que suponía que tendría el mismo efecto con ella. Afortunadamente, Bella pareció deslumbrada al respecto.
—Y si digo que si…—divagó— ¿qué repercusión tendría eso con tu novia?
Fruncí el ceño. En ese momento lo que menos quería era ponerme a explicar la decisión que había tomado. Eso era personal y, aunque quería a Bella, no quería sonar como alguien insensible. Primero debía hablar con Irina.
—Ninguna, porque no iremos con otra intención— dije—. Jamás dejaría que hablara de ti de esa manera, lo sabes, ¿cierto?
Suspiró.
—Me tienes con eso, pero aún así es sábado y no tengo con quién dejar a Fresita. No pienso contratar ninguna niñera porque no me generan confianza.
Sonreí.
—Por eso no hay problema. Esme cuidará a Jared ese día, puede hacer lo mismo con Rebecca.
—No sé si sea bueno cargarle la mano a Esme con dos niños.— Frunció el ceño.
—¿Bromeas? Esme adora actuar de abuela. Di que sí, Bella.— Supliqué.
Lo pensó durante un momento, pero finalmente suspiró en derrota.
—Oh, bueno. Está bien.
Sonreí.
—Bien, pasaré por ti a las 8 ese día— hice una pequeña pausa—. Y gracias por acompañarme, Bella.
Puso los ojos en blanco.
—Aún no me agradezcas, estarás pidiendo piedad cuando te ponga en vergüenza.
—Eso jamás— le guiñé un ojo antes de suspirar al ver la hora en mi reloj—. Supongo que nos vemos luego, tengo que ir a casa con Jared.
—Claro, Edward. Hasta luego.
Le di una pequeña sonrisa de despedida y caminé hacia la puerta dispuesto a irme, antes de recordar algo importante.
—¿Bella?
Ella alzó la vista de nuevo hacia mí, con sus ojos cafés reluciendo curiosos.
—¿Sí?
—Espero que nuestros mensajes diarios no hayan terminado ya.— Declaré. No la dejé contestar a eso y me fui.
Caminé tranquilamente hacia mi coche, sonriendo ante la perspectiva de que al menos había arreglado la obvia incomodidad que se había generado entre Bella y yo por la situación del domingo. Cuando estaba a punto de arrancar, mi teléfono vibró. Sonreí cuando vi el centro de notificaciones.
No, no han terminado.
Ah, ¡parece que Edward por fin tomó una decisión! Pero ¿en serio será tan fácil como piensa? Yo la verdad lo dudo, jeje. Aún así eso no evitó que se fuera de bocazas y le dijera a Bella que su casi-beso fue un error, como me desespera este hombre!! No sale de una para entrar en otra peor jaja
Paso por aquí también para recomendar la otra historia que actualicé hoy: Mosaico. Poquísimo drama y muchísima dulzura; es un romance adolescente, mi cosa favorita jaja
Muchas gracias por sus comentarios tan lindos, ¡créanme que aprecio todos y cada uno de ellos! Me gustaría mucho que me dijeran qué piensan; tomo en cuenta todas sus opiniones, buenas o malas :)
SpicyDreams«3
