Tú, yo y nosotros
Disclaimer:
Los personajes pertenecen a S. Meyer; la historia es mía.
Capítulo 16: Ciertas revelaciones
BPOV
—Aún no entiendo por qué dijiste que sí.
Rose me miraba inquisitiva. Estaba parada frente a mi closet, revisando entre mis vestidos y mi ropa formal. Tenía suerte de que cuando iba en la facultad había comprado bastante ropa para mis cenas con algunos abogados. En ese aspecto, al menos sabía comportarme. Esperaba firmemente no haber olvidado lo que la etiqueta implicaba, aunque era consciente de que probablemente estaba algo oxidada.
—Porque somos amigos y los amigos se hacen favores, Rose.— murmuré como si nada, parándome a su lado y viendo mi perchero. Traté de traer toda la ropa y mía y de Rebecca de Jacksonville y no dejar nada allá. Ni siquiera tenía intenciones de volver en los años venideros.
—Pues no me agrada.
Suspiré y puse el vestido que tenía en mis manos en mi hombro, antes de voltear a verla con los brazos en jarras. Ella siguió entretenida viendo mi ropa, sin prestarme ni un mínimo de su atención.
—No tiene por qué hacerlo— contesté a la defensiva.
—Oh, sí. Sé que no te importa mi opinión en lo absoluto, Bella.
—No dije eso— repliqué frustrada—. Dime por qué te molesta tanto, pues.
Volteé de nuevo hacia mis vestidos y saqué uno verde esmeralda. Lo estudié atentamente. Era de una tela tipo satín, de tirantes delgados y con el escote drapeado, además tenía una bonita abertura en la pierna derecha y lo demás caía largo hasta debajo de la rodilla. Era perfecto.
—Adoro ese— Rose murmuró en apreciación—. Te verás hermosa, Bella.
Sonreí ante la dulzura de su voz.
—Gracias, pero aún me faltan accesorios.
Rose se movió hacia mis zapatos y traté de no hacer una mueca. No tenía demasiados. Había dejado bastantes tacones en Jacksonville y eso aún me pesaba. Durante la adolescencia mi colección había crecido bastante y era lo que más cuidaba, sin embargo, con todo el viaje tuve que dejar atrás algunas cosas. De alguna manera Rosalie se las ingenió para sacar un par de zapatillas plateadas de tiras.
—Oh— murmuré tomándolas—. No recordaba estas. Creo que sólo me las puse una vez.
—Qué suerte— sonrió—. Tengo una cartera de mano del mismo tono de plateado. ¡Oh, y también una gargantilla perfecta! Te los traeré mañana antes de que te vayas.
—No tienes por qué hacerlo, Rose. Seguro tengo algo por aquí.
Hizo un gesto de desinterés con la mano.
—Tonterías. Te los traeré quieras o no.
Negué divertida con la cabeza. No tenía caso pelear; Rose siempre conseguía lo que quería. Lo que me recordaba…
—No has contestado lo que te pregunté.— Dije.
—¿Eh?
—¿Por qué odias tanto Edward?— repetí. Acomodé de nuevo el vestido en su gancho y lo puse en un lugar más visible del closet. También saqué las zapatillas de su caja y las puse encima del rack, para poder tomarlas con más facilidad cuando me vistiera.
Rose suspiró y fue a sentarse en la cama.
—¿Y?— volví a preguntar.
—No lo odio— admitió—. Es solo que desde que pasó lo de Irina, todos en la familia lo separamos. Yo lo hice también, por extensión. Además es un egocéntrico, me provoca querer ahorcarlo cada que habla.
Me reí.
—¿Sabes? A veces a mí también— rodé los ojos—, pero eso no hace que lo odie.
Me dio una mirada rara.
—Por supuesto que no, tú eres más dulce que el pan recién horneado.— contestó. Le sonreí en respuesta y me acosté en la cama, estirándome al lado de ella. Estar así con Rosalie me recordaba a los veranos en Forks, cuando la visitaba en casa de sus abuelos y pasábamos los días hablando de chicos y demás cosas en su cuarto. Nos pintábamos las uñas, nos arreglábamos el cabello y hacíamos interminables pijamadas.
»¿Por qué no me cuentas la verdad?— preguntó repentinamente. Mi atención volvió del techo hacia ella.
—¿De qué hablas?
—Oh, vamos, Bella— me miró dolida—. ¿Acaso ya no confías en mí?
Me senté de nuevo y tomé su mano al oír la decepción en su voz. No me gustaba verla así.
—Claro que confío en ti, Rosie. Sólo que no sé de qué estamos hablando.— admití.
—¿Sientes algo por Edward?— soltó de repente.
Oh.
Su mirada interrogante me superó y volví la vista hacia la pared. No me esperaba que me preguntara eso.
Instantáneamente y muy en contra de mi voluntad, vino a mi mente el recuerdo de cómo estuvimos a punto de besarnos la semana pasada, pero luego al día siguiente él me había dicho que era un error. Me tragué mi decepción y para no verme muy obvia acepté su invitación a cenar. Él pensaría que estaba enamorada si no actuaba como una amiga normal.
Lastimosamente para mí, Rosalie era muy buena leyendo mis expresiones.
—Oh, por Dios, ¡sí lo sientes!— exclamó sorprendida—. Por eso no te tomaste en serio lo de Jasper.
Rodé los ojos y bufé.
—Rose, incluso si yo quisiera estar con Jasper, él tiene otras prioridades en mente.
—No me cambies el tema, Bella— me amenazó con el dedo—. Cuéntamelo todo. ¿Te gusta Edward?
Suspiré. No me serviría de nada ocultar la obvia verdad. Ya qué.
—Sí.
Pero no solo me gustaba. Estaba malditamente enamorada de Edward. La epifanía había llegado a mí la noche después de nuestro acercamiento involuntario y me había carcomido desde entonces.
—¡Ugh!— la expresión de falso desagrado de Rosalie casi me hizo suspirar aliviada; al menos no estaba enojada conmigo—. Pero es tan… mayor. Muy de la vieja escuela.
—Sólo es unos años mayor que Emmett— le recordé alzando la ceja— y tú no tienes problema con eso.
—Bella, Emmett me lleva cinco años, no once— achicó los ojos hacia mí—. Y no es solo eso, está con Irina, ¿recuerdas?
Suspiré.
—Por eso no debes decir nada, Rose— rogué—. Esto es pasajero. Somos amigos, es papá del mejor amigo de mi hija… y cosas como esa. Me acabo de mudar y ahorita mi prioridad es Rebecca. Incluso aunque él también lo quisiera, la que no puede en este momento soy yo.
Rosé se acostó en la cama, con las piernas colgando y los brazos a los lados de su cabeza. En esa posición, se veía muchísimo más joven; también lucía bastante impactada.
—No puedo creer lo que voy a decir— me miró—, pero deberías hacer algo a respecto. Todas las trabas que dices tener son estúpidas.
Boqueé sorprendida.
—¿Perdona? ¿No odiabas a Edward hace como qué, dos segundos?
Sonrió.
—Oh, sigo odiándolo, pero… Dios, no sé cómo decirlo— se golpeó suavemente la comisura del labio con los dedos con gesto dubitativo—. Los he estado estudiando.— admitió.
La miré sin entender.
—¿Eh?
—Sí, ya sabes. Los he visto juntos. Son como una bolita dulce el uno con el otro. No quería aceptarlo y por eso traté de aventarte a Jasper— rodó los ojos—. Obviamente eso no funcionó. También el otro día mandé a Jared a buscarlos porque se estaba volviendo sospechoso su ausencia y yo…
—¿Cómo?— parpadeé—. ¿El domingo? ¿Por eso nos interrumpió?
Rose asintió culpable.
—Esme se percató de que ni tú ni Edward estaban y te juro, Bella, que pude ver los engranajes moviéndose dentro de su cabeza, por eso mandé a Jared a buscarlo. Lo siento si los interrumpí.
—Casi nos besamos.— solté. Ella me miró sorprendida.
—¡¿Qué?! ¿En serio?
Asentí.
—Estábamos a punto, pero Jad nos detuvo. Luego Edward soltó un lo siento y al día siguiente se apareció en mi trabajo diciendo que había sido un error y que lo perdonara.— me acosté de nuevo boca abajo y enterré mi avergonzada cara en la almohada, sintiéndome repentinamente afligida.
—Ugh. Jodido idiota. — resopló.
—Tiene razón, Rose— murmuré ahogada. Luego alcé mi cabeza para que pudiera oírme, porque era importante lo que tenía que decir—. No importa cómo sean las cosas, él tiene un compromiso con alguien más. No vale la pena luchar por algo así.
—Pero, Bella, yo he visto como te mira. Créeme, ahí no solo hay amistad.
—No, Rose. No importa cómo me mire ni cómo lo mire yo a él. Las cosas son como son y ya.
No tenía relevancia para mí cuán desbocado latiera mi corazón al escuchar a Rosalie decirme sus sospechas. No importaba que Jasper pensara lo mismo. No me iba a romper o a lastimar a mí misma creyendo en cuentos de hadas que no pasarían. Esto era el mundo real y debía entrar en él, me gustara o no.
Rose me echó una mirada triste.
—Si tú lo dices…
—Sí—asentí y di por zanjado el tema—. Ahora vamos a despertar a Rebecca, ya es su hora para comer. Seguro debes tener hambre también, ¿quieres quedarte? Hice bollitos con carne.
—Ni siquiera tienes que preguntar.
Firme a su palabra, Edward estuvo en mi puerta a las 8 en punto de la noche del sábado. Me sentía un poco incómoda con mi elección de atuendo, pero en el buen sentido. Tenía muchísimo tiempo que no me arreglaba realmente bien para asistir a un evento importante. No recordaba cuándo había sido la última vez que lo había hecho.
El vestido esmeralda se ceñía bastante bonito a mis curvas y la gargantilla y bolsa que Rosalie me había prestado combinaban de una forma bastante homogénea con mis tacones plateados. Lo único que más o menos lamentaba era el abrigo negro que tendría que llevar debido a que la noche iba a estar fresca. Sin embargo, me aseguré de tenerlo doblado en el brazo. Quería que Edward me viera bien antes de arruinar el atuendo poniéndome suéter.
Eso no tenía nada de malo, ¿o sí?
Tal vez sí, pero no me importaba. La acción era tan inocente que ni siquiera se podía considerar mala. O al menos con ese pensamiento calmaba mi culpable mente.
Mi corazón latía como un loco cuando puse la clave de entrada en el elevador y este se abrió mostrándome a Edward. Traía uno de sus habituales trajes negros, pero a diferencia de otras veces, estaba usando una corbata junto con su Rolex. Estaba jodidamente guapísimo, tanto que por un momento las palabras se atoraron en mi garganta y me sentí débil y mareada.
—Hola— saludó—. Luces preciosa.
—H-hola— finalmente contesté. Carraspeé y le dirigí una mirada algo avergonzada—. Gracias.
Pude sentir los mil tonos de rubor en mi rostro gracias a la evidente inspección que me hizo, pero no me pude concentrar en eso mucho tiempo porque un pequeño cuerpo se aventó contra mí.
—¡Que bonita te ves, Bella!— exclamó Jared, sonriendo.
—Mami es pincesa.— dijo Rebecca detrás de mí. Aún tenía un montón de colores desperdigados por el suelo pero, por suerte, no había querido saquear la mochila con ropa que yo había armado para ella. Esperaba no llegar muy tarde. De ninguna manera dejaría que durmiera en otra casa. Afortunadamente, Edward había entendido ese ultimátum.
Reí al verme sofocada en los brazos de ambos pequeños.
—Gracias, amores.
—Bueno, será mejor que nos vayamos.— anunció Edward. Asentí en su dirección. Él tomó la maleta de Rebecca y me di cuenta de que Jared llevaba la suya propia. Juntos bajamos hasta el estacionamiento.
—¿Estás emocionada, fresita?— le pregunté mientras la sentaba en su silla y acomodaba el cinturón de seguridad. Sería la primera vez que la dejaría para otra cosa que no fuera trabajar y eso me tenía un poco nerviosa. Si ella no quería quedarse sola, no la podría dejar.
—Sí, mami. Quiedo mi piamada con Jaded.— sonrió emocionada, mostrándome los espacios faltantes de algunos de sus dientes. Sacudí la cabeza divertida; por supuesto que no se permitiría negarse a una oportunidad así. Cuando estaba con Jared se olvidaba momentáneamente de mi existencia, realmente se llevaban bien.
—Está bien, pequeña.
El trayecto a casa de Esme fue bastante tranquilo. Conversé con Edward de cosas triviales así como de otras más importantes; él y su tío habían cancelado una compra muy importante que tenían planeada hacer y estarían bastante envueltos de trabajo la semana siguiente. No parecía muy contento cuando compartió esa información.
La señora Cullen estaba extasiada cuando fuimos a dejar a los niños y no pasé por alto la mirada curiosa que nos echó a Edward y a mí, pero afortunadamente no dijo nada que nos pudiera poder en vergüenza o, más bien, en evidencia. Me agaché para despedirme de Jared y luego de Rebecca; aún tenía un poco de reticencia a dejarla.
—Si te sientes triste le puedes decir a Esme que me llame, ¿okey, bebé? Yo no voy a tardar mucho.— besé su mejilla.
Ella rio.
—Sí, mami.
Parecía que quería despacharme lo más pronto posible de ahí. Podía ver como brillaban sus ojitos de emoción por jugar y ciertamente yo estaba impidiéndoselo.
Me enderecé.
—Gracias de nuevo, Esme.— le di una sonrisa.
—Oh, no es nada, cariño. Adoro a los niños, ¿verdad, Edward?
Edward bufó divertido.
—Si pudiera tener a Jared aquí todo el tiempo, créeme lo haría— señaló—. Regresamos en un rato, mamá. Cualquier cosa puedes llamarme, no lo dudes.
Esme hizo un gesto con la mano para restar importancia.
—Te preocupas demasiado, cariño. Váyanse ya, se les hará tarde.— Edward y yo nos despedimos y cuando íbamos por la reja de la casa pudimos escuchar él «adivinen quién hizo galletas» y los gritos infantiles de felicidad.
—Estarán bien.— dijo.
—Puedo oírlo.— asentí divertida.
El viaje en coche fue más bien tranquilo; la atmósfera entre nosotros ya no estaba tan tensa y pude disfrutar de su compañía sin sentirme excesivamente abrumada. Tenía un poco de miedo de ser demasiado obvia respecto a mis sentimientos o dejar entrever mucho, pero me las apañé bien. Para cuando llegamos a la casa White mi incomodidad u molestia era más bien inexistente.
El lugar era verdaderamente grande y fácilmente podía ocupar casi una cuadra de la calle. Era una mansión blanca con un diseño algo arcaico que parecía como si hubiese sido recién restaurada en su resplandor original y tenía un jardín gigantesco al frente con una rotonda donde estaban estacionados varios coches ya. En medio había una bonita fuente con luces y todo era tan lujoso que me sentí un poco cohibida. Cuando estaba en la facultad había ido a una que otra reunión importante con abogados o políticos, pero ninguna que se sintiera de esta magnitud.
—Wow.— comenté en apreciación cuando Edward me abrió la puerta del auto.
—Lo sé— respondió divertido—, a James White le gusta la extravagancia.
—Eso puedo verlo— repliqué. Comenzamos a caminar a través del patio y subimos las escaleras de la casa. La mansión tenía unas imponentes columnas estilo romano que no pude evitar admirar antes de entrar—. ¿Qué relación tiene VyC con esto?
Edward me dirigió adentro de la casa sin más apuro. Puso su mano en la parte baja de mi espalda y traté de respirar para no sentirme nerviosa; se sentía muy bien y era fácil estar con él alrededor. Parecía que él conocía perfecto lo que estaba haciendo porque nos dirigió a una sala de exhibiciones donde noté que estaba todo lo que se vendería en pro de la beneficencia.
—La familia White tiene muchos negocios— me contestó—, pero su relación con nuestra sociedad inversora es explícitamente para la naviera Meritus; mi tío invirtió en ella y se volvió accionista del 35% hace muchísimos años, incluso antes de que yo entrara al negocio. Es de las propiedades que más nos genera ingresos, así que mantenemos una relación muy estrecha con James, es por eso por lo que no me puedo dar el lujo de faltar a esta clase de eventos, incluso si son algo aburridos.
Reí divertida ante su tono cansino.
—¿Cómo puede ser esto aburrido?— murmuré para mí cuando él se dio la vuelta para tomar una copa.
Estaba completamente fascinada y la gente que estaba en la sala se veía snob a morir; todos estaban enfundados en trajes y corbatas o vestidos de coctel y me sentí bien por no desentonar. Con mi cabello recogido en un bonito moño alzado, la gargantilla y la bolsa cara de Rose, incluso me atrevía a decir que parecía uno de ellos.
Uno de los tantos meseros que había se nos acercó y me ofreció una copa de Champagne que acepté gustosa, mientras Edward se inscribía y ponía sus apuestas en algunos artículos. Me sentí a mi misma un poco desilusionada cuando pujó por unos bellísimos aretes de diamante poniendo una cantidad exorbitante de dinero. ¿Serían para Irina? El mero pensamiento me revolvió el estómago.
—Con esa cantidad seguramente los ganarás. — comenté como si nada. Fingir se me daba bien, al parecer. Él sonrió y lució algo avergonzado.
—¿Crees? Espero que sí.
Asentí.
—A tu novia le fascinarán. — dije tragándome mi incomodidad. Actúa normal, Bella.
La cara de Edward fue de completa confusión.
—¿Irina? No, yo…
—¡Cullen!
Un hombre bastante risueño se nos acercó a paso veloz. Debía estar entre los sesenta u los setenta años y estaba más o menos gordito, algo canudo y sus dientes eran algo amarillentos, sin embargo, su sonrisa era muy amable cuando se nos puso enfrente. Parecía extasiado.
—Edward Cullen, mi viejo amigo y mi mejor socio— comentó divertido—. Tenía una buena temporada sin verte fuera de las detestables juntas de oficina.
—Sr. White, buenas noches. Es un gusto verlo— Edward sonrió completamente ajeno a la efusividad del anciano y estrechó su mano—. Permítame presentarte a Isabella Swan, es una buena amiga de la familia. Bella, él es James White.
Los ojos azul mar del Sr. White, quien pensé enseguida que le quedaba perfecto el adjetivo de extravagante, se posaron en mí.
—¡Pero qué belleza! — exclamó—. Qué buen gusto tienes, Edward. Es un placer, señorita Swan.
Me tragué mi incomodidad por el hecho de que habló y me miró como si fuese un pedazo de carne y no una persona. Le sonreí fingiendo demencia y tomé la mano que me ofreció para saludarlo. Este hombre nadaba en dinero y no era mi turno de ponerme grosera y avergonzar a Edward.
—El placer es mío, Sr. White— contesté—. Tiene usted un lugar hermoso.
—¿Esta cosa? ¡Esto no es nada, niña! — replicó alegre y luego le brindó su atención de nuevo a mi ojiverde amigo que negaba imperceptiblemente con la cabeza, al parecer algo divertido—. ¿Dónde está el viejo cascarrabias de Marcus? Jamás se digna a venir.
—Ya sabes cómo es. — respondió Edward.
James hizo un gesto de desinterés con la mano.
—Ay, ese Marcus. Allá él, se lo pierde— dio una mirada detrás de nosotros y sonrió de nuevo—. Me tengo que ir, Edward, el deber me llama. Pronto organizaré una reunión de negocios, creo que ahora no es el momento adecuado para eso. Hoy toca la caridad— guiñó—. Hasta pronto, señorita Swan.
Asentí en su dirección.
—Hasta luego, Sr. White. Fue un placer.
El hombre me dedicó otra sonrisa antes de caminar hacia otro grupo de personas en la esquina contraria a la habitación. Edward me miró en son de disculpa.
—Lo siento si te hizo sentir incómoda. James es así.
Alcé la ceja sarcástica y fingí estremecerme.
—Creo que me miraba como si yo también estuviese en venta.
—Qué terror— negó—. No es justificante, pero ya tiene casi ochenta años, es muy… anticuado, por así decirlo.
—¿Ochenta? — espeté sorprendida—. Se veía bastante más joven.
—El dinero hace milagros, supongo. — Edward se encogió de hombros indiferente y me siguió guiando por la habitación. Comimos unos cuantos canapés y aperitivos mientras veíamos las exhibiciones; había desde pinturas y joyería hasta autos y artículos de lujo. Me pregunté brevemente si los White financiaban todo esto y Edward pareció leer mis dudas.
»Así como hay donaciones al pujar, también hay gente que dona los objetos— puso su mano en mi espalda y me dirigió a una vitrina donde se exhibía un bonito collar de rubíes a juego con unos aretes—. Esta es una donación de mi tío Marcus y mi tía Dídime. — comentó.
—Es precioso.
—Lo es, sí.
Continuamos paseando y hablando más durante la noche, pero me di cuenta después de un rato que la cabeza de Edward estaba por las nubes. Tenía mucha curiosidad de preguntarle qué era lo que estaba pensando o por qué estaba tan abrumado, pero no me atrevía, sin embargo, él vio mi duda.
—¿Pasa algo? — indagó.
—Me preguntaba justamente eso— contesté—. Has estado muy distraído desde hace un rato.
Mi observación pareció hacer mella en él porque suspiró visiblemente contrariado.
—Es sólo que esta mañana recibí una noticia feliz, pero no sé cómo sentirme al respecto.
Alcé la ceja confundida. Ese comentario sólo me causó más curiosidad.
—Si es feliz, ¿no deberías sentirte así precisamente?
—Eso creo.
Lo palmeé ligeramente en el brazo, tratando de mostrar mi apoyo.
—¿Cuéntame? — pregunté.
—Bueno, no sé si lo sepas… en teoría ya deberías saberlo porque prometí que te contaría la razón de mi odio completamente justificado contra Jasper Hale— rodó los ojos—, pero no quiero que te molestes conmigo y lo defiendas y…
—Es correcto. — lo interrumpí. Edward me dio una estrecha mirada y sonreí culpable.
»Continúa. — insté.
Pegó un fuerte suspiro.
—Sí, bueno, lo que deberías saber es que mi hermana hasta hace poco residía en Europa— asentí hacia él cuando me hizo la pregunta con los ojos; por supuesto que estaba enterada—. Bueno, pues hace rato me he enterado de que regresará. Llegará hoy dentro de unas horas.
No pude evitar boquear sorprendida. ¿Eso significaba que Alice Cullen estaría pronto en la ciudad? ¡Y regresó justamente cuando Jasper también lo había hecho! En mi maraña de pensamientos vertiginosos sólo pude considerar eso como una muestra clara del destino, pero no hice comentario alguno al respecto, en cambio, me centré en el sentir de Edward.
—Eso sí que es una noticia feliz— asentí hacia él—, ¿puedo preguntar por qué no lo consideras así?
—No me malinterpretes; amo a mi hermana— explicó—, pero viene en un momento de mi vida donde particularmente preferiría tenerla lejos, ¿me entiendes?
Lucía bastante triste al admitir eso y no pude evitar sentir pena por él; me dolió el corazón un poco al ver la tristeza resplandecer claramente en sus ojos. Era obvio que normalmente no se sentiría cómodo compartiendo esa información, pero parecía que conmigo no le costaba abrirse. Yo no estaba siendo de mucha ayuda porque no entendía ni mú, aunque él lució bastante más aliviado después de revelarme su secreto.
—Me temo que no— negué—. ¿Por qué preferirías tenerla lejos?
—He tomado una decisión que sé que no será de su agrado y no dudará en hacérmelo saber, incluso aunque ella no tenga jurisdicción en ese asunto.— contestó y la forma vaga en que hablaba sólo me confundía más de lo que ya estaba.
—Lo siento, supongo que será algo difícil para ti, pero es tu hermana y te quiere. Los hermanos pelean todo el tiempo, así que no te preocupes, te terminará perdonando. Eso asegúralo. — dije tratando de reconfortarlo lo mayor posible. Mi mano se dirigió a su brazo y apreté suavemente su bícep en un gesto de apoyo inconsciente, pero no pude evitar notar lo fuerte que él era. Me ruboricé al instante cuando imaginé sus brazos rodearme y estrecharme más cerca de él. En serio necesitaba controlarme.
Edward me sonrió con alivio, completamente ajeno a mis pensamientos impropios.
—Supongo que tienes razón; ya encontraré después una forma de contentarla.
—Generalmente la tengo, sí. — asentí arrogante.
Él río, pero luego me dirigió una mirada de auténtico agradecimiento e incluso pude ver algo más en sus ojos, ¿admiración, tal vez? ¿cariño? ¿anhelo? No, debía estar soñando. Estaba viendo lo que quería ver.
—Gracias, me has quitado una carga de encima.— Suspiré y corté nuestro contacto visual, repentinamente incómoda por pensar esas cosas sobre él. Edward sólo me veía como su amiga y yo me armaba los mil y un cuentos en la cabeza. Era inconcebible.
—De nada. — murmuré como si nada y le di otro trago a mi Champagne.
Spoiler alert: en el siguiente capítulo tendremos a nuestra invitada de 4'10 que créanme, no va a estar nada feliz con Bella haha.
Muchas gracias por sus comentarios tan lindos, ¡créanme que aprecio todos y cada uno de ellos! Me gustaría mucho que me dijeran qué piensan; tomo en cuenta todas sus opiniones, buenas o malas :)
Btw la foto del vestido de Bella está en mi fb Y ES BELLOOO, link en mi perfil. (:
Katia «3
