Tú, yo y nosotros

Disclaimer:

Los personajes pertenecen a S. Meyer; la historia es mía.


Capítulo 17: Punto de quiebre

BPOV

Jasper se puso todo frenético cuando le conté lo que Edward me había revelado el día anterior. Estaba conmigo en mi casa tomando un café. Sorprendentemente y también para disgusto de Edward, nos habíamos vuelto buenos amigos. Era bueno tener a alguien para mí que no me presionara por mis sentimientos como Rose, o del que no estuviese enamorada, como Edward.

Que, hablando de Rose, ella había decidido esconderle explícitamente las nuevas noticias de Alice a Jasper. Eso fue un grave error.

—Ugh— se quejó mi rubio amigo—, no debí volver. Sólo esto me puede pasar a mí, ¡entre todas las personas!

Pero yo, en mi nube brumosa del amor, no lo veía así.

—¿Qué no lo ves, Jasper?— repliqué—. ¡Es el destino!

—Sí, claro— bufó entre dientes.

Rodé los ojos contrariada.

—¿Alguna vez me vas a contar por qué terminaron? — pregunté, realmente curiosa. No había querido atosigarlo al respecto, pero no podía evitarlo. Quería saber. Cada vez que hablaba de Alice, lo hacía con tal adoración que incluso yo empezaba a quererla un poco. ¿Cómo pueden dos personas que se aman tanto no estar juntas?

Si Edward me amara, yo no dudaría un segundo en estar con él. En serio, ni uno. Si las cosas fueran tan fáciles como para arreglarlas dialogando, yo estaría en sus brazos en este momento.

Pero Edward no me quería y no había nada entre nosotros. Ahí estaba el dilema.

—No— me contestó Jasper, sacándome de mis pensamientos—. No estás lista para esa historia aún, pequeña Bella.

Reí.

—No me rendiré.

—Lo sé.

Tomé una pequeña exhalación y froté mis manos en mi regazo. Lo que iba a pedirle seguramente lo llevaría de bruces en el asiento, así que me aseguré primero de que estuviera correctamente sentado. No quería accidentes.

—Ve conmigo a la fiesta de bienvenida. — solté de sopetón.

Jasper me miró como si de repente me hubiesen salido tres cabezas por los hombros.

—¿Estás loca? ¡Alice estará ahí!

—Duh, pues sí. Es su fiesta— rodé los ojos—. ¿Y?

—Me verá y tengo años sin verla, ¿entiendes, Bella? No la veo desde que me terminó y pretendo pasar mi vida así.

Resoplé.

—Algún día han de encontrarse.

—Seattle es una ciudad muy grande.

—Ajá, sí, esa te la compro— mascullé—, pero comparten lazos y familia así que de alguna manera se verán, ¿qué mejor que apresurarlo?

Jasper achicó sus ojos en mi dirección.

—¿Haces esto por mí o por ti?

Sonreí culpable. Rosalie se había ido de bruces diciéndole a su hermano mi pequeña obsesión con el mayor de los Cullen y yo casi había arrancado sus bonitos caireles rubios hasta que Jasper me prometió que no iba a decir nada. Estaba de lo más divertido con la información y ahora entendía por qué Edward se había enojado el día que nos vio juntos. Él, junto con su hermana, también pensaba que Edward estaba enamorado de mí. Dos tontos ciegos, dijeron, pero lo único que yo pensé es que los ciegos eran ellos.

—Bien— me crucé de brazos—, lo hago por ambos, ¿okey? No quiero ir sola. Debo admitir que me he estado escondiendo de Edward un poco.

Jasper alzó la ceja.

—¿Y eso por qué?

—¿Qué más razón quieres que no lo puedo ver más de un minuto sin babear o querer decirle todo lo que siento por él? — rezongué frustrada.

—Deberías hacerlo.

Le lancé dagas con los ojos.

—No estás siendo de ayuda, ¿sabes?

—Estás exagerando, Bella— suspiró—. ¿Sabes que si de verdad hicieras el intento Edward estaría contigo? Sólo tendrías que dar el primer paso.

Casi me reí, de no haber sido porque su expresión era completamente seria, como si de verdad pensara que me estaba dando un consejo millonario.

—Primer paso y Bella no van juntos en la misma oración, Jas— me quejé, acostándome en el sillón de vinil de mi sala—. ¿Si entiendes que si me dice que no arruinaría su amistad conmigo y no solo eso, también la relación de mi hija con su hijo? No es tan fácil cuando hay niños de por medio.

—No sabes eso. Estás siendo obstinada creyendo que te dirá que no.

Lo miré y traté de ser condescendiente con él.

—Bueno, supongamos que me dice que sí. Seguimos olvidando un pequeñísimo punto importante, la curva que no sabías que existía: su novia.

—Las relaciones no son para siempre, Bella— espeta—. Eso dímelo a mí.

—¿Y pretendes que yo sea la manzana de la discordia? Irina me odiaría.

—¿A quién no odia esa mujer?

—Pasas demasiado tiempo con Rosalie, tanto que ya hablas como ella— le señalé divertida—. Ni siquiera la conoces, por Dios.

Él me alzó la ceja.

—Oh, sí la conozco. Es mejor amiga de Alice desde hace años, no sé si aún lo sean, pero…

Me levanté de sopetón cuando oí esa información.

—¡No! ¿En serio?— lo interrumpí.

Se encogió de hombros.

—Ciudad pequeña— contestó—. Y Edward parece tener un fetiche con las rubias que comparten apellido.

Me volví a desparramar en el sillón cerrando los ojos.

—Ugh. De verdad que no estás siendo de ayuda.

Suspiró frustrado y se acomodó de nuevo, removiéndose incómodo.

—Bien, te acompañaré. — aceptó finalmente.

Lo dijo de una manera tan tierna y resignada que quise abrazarlo, pero me contuve. Por dentro estaba saltando de felicidad porque tendría mi propio escudo humano para protegerme de Edward. O más bien, para proteger a Edward de mí y mis sentimientos desbordantes.

—¡Oh, Jas! Eso es grandioso. Gracias.

Soltó una risa.

—Sí, así soy yo.


Respiré profundamente cuando entré a la fiesta que los Cullen estaban ofreciendo esta tarde. Desde que había llegado a Seattle, noté que salía muchísimo más que antes. No recordaba haber tenido tantas reuniones sociales en tan poco tiempo.

Jasper estaba a mi lado tal y como había prometido, pero estaba tan nervioso que no hablaba mucho. Su ansioso estado de ánimo estaba casi traspasándose a mi cuerpo, aunque no le dije nada. Después de todo, yo lo había arrastrado aquí. Había venido a la horca a voluntad por causa de una amiga.

Rebecca, a diferencia de nosotros dos, saltaba de un lado a otro en completa felicidad porque vería a Jared después de días de no saber de él. Eso había sido un poco por mi culpa y me sentía culpable al respecto. Hoy tenía su lacio cabello rubio recogido en una bonita trenza y usaba un bonito vestido de fiesta color lila. Yo, por otra parte, me había puesto un skinny jean y un top con manga de volantes y mariposas. Nos veíamos bien. Chic.

Era sábado y apenas pasaban de las tres de la tarde. Los Cullen habían armado una barbacoa para celebrar la llegada de Alice y el ambiente se sentía demasiado familiar. Reconocí a Esme, Carlisle, la familia Vulturi, Rose y Emmett y también había más invitados que desconocía, pero no muchos.

Cuando di una mirada alrededor del jardín vi a Edward sentado cerca de Emmett y casi suspiré con alivio cuando me di cuenta de que iba solo. Gracias a Dios. Pero el alivio pasó cuando vi su mueca incómoda al verme llegar con Jasper, lo que me hizo pensar que tal vez él tenía razón y estaba un poco celoso. Aunque la idea murió tan rápidamente como llegó.

Mi cobarde amigo fue a esconderse con Rosalie y casi fui detrás de él, de no haber sido por Esme, que se acercó casi corriendo a mí.

—¡Bella! Que gusto verte, querida— me dio un beso en la mejilla—. Te extrañamos aquí la semana pasada.

Sí, bueno, cuando había decidido ignorar a Edward por días también lo había hecho por extensión con la familia Cullen. Me sentí un poco culpable cuando vi los amables ojos verdes de Esme, iguales a los de su hijo mayor, ponerse un poco tristes.

—Sí, tuve un día ajetreado, pero prometo ya no faltar a las comidas familiares. — me medio disculpé, haciendo una promesa que no sabía si podía llegar a cumplir.

Esme hizo un gesto de indiferencia con la mano antes de cargar a Rebecca.

—Hola, bebé— la saludó. Fresita rio encantada y le dio un beso en la mejilla—, ¿cómo estás?

—Ben, Esme— gorgojeó divertida—. ¿Y Jaded?

—Oh, está adentro en su cuarto. Estaba buscando sus juguetes, ¿quieres ir con él?

—Síii. — se removió en sus brazos para bajarse y vi toda su intención de irse corriendo adentro de la casa, pero la detuve.

—Hey, espera, pequeña tormenta, ¿a dónde vas? No has saludo a nadie.

—Pelo, mami— hizo un puchero.

—Oh, no te preocupes por eso, Bella— Esme negó divertida—. Les presentaré a Alice y luego podrás ir a buscar a Jared, ¿te parece pequeña?

Rebecca finalmente asintió reticente y dejó que volviera a cargarla. Esme nos dirigió a través del jardín y oh, sorpresa, Edward estaba junto a una mujer bajita pelinegra que no conocía y supuse que debía ser Alice. No había señales de vida de Jasper por ningún lado, afortunadamente.

La menor de los Cullen era más parecida a Emmett que a Edward, porque compartían el cabello negro y algo rizado, pero tenía los bonitos ojos verdes también, que parecía una característica familiar. Sin embargo, su rostro no era nada amable, de hecho parecía que estaba haciendo un esfuerzo sobre humano por estar ahí. Incluso se veía algo molesta y cuando vio que Esme se dirigía conmigo hacia ella hizo una mueca mal disimulada.

¿De ella estaba enamorada Jasper? Con razón le tenía miedo.

De repente yo también me sentía intimidada.

—Alice, querida— Esme se acercó a ella—, déjame presentarte a Bella y Rebecca Swan. Son las chicas de las que te hablé el otro día, ¿recuerdas?

Sentí cómo me barrió con la mirada, ¿pero qué le pasaba?

Detrás de ella, Edward sólo estaba parado ahí como si nada. Él al igual que Esme no había notado la tosca actitud de la pelinegra. O tal vez simplemente la estaban ignorando.

—Hola— contestó finalmente, con un deje hosco en la voz—, soy Alice Cullen. Un placer.

No pasé por alto que no me ofreció la mano para saludarme. Me tragué la repentina sensación incómoda que me pasó como un látigo por todo el cuerpo y le sonreí, tratando de lucir lo más amigable posible. Pensé lo mejor de ella y la justifiqué, creyendo que tal vez no estaba acostumbrada a conocer gente nueva o algo así.

—Hola— saludé—. Es un gusto.

Rebecca se revolvió en mis brazos y se estiró lo más que pudo para tocar el brazo de Esme y llamar su atención, quien volteó enseguida para tomarla.

—¿Puedo llevarla con Jared? — me preguntó.

—Sí, claro. — contesté.

La vi irse con mi hija en brazos y me sentí un poco fuera de lugar al ya no tener compañía; era la primera vez que me sentía de esa manera en alguna reunión Cullen y fue como si me cayera un balde de agua fría a la cabeza. El que Alice se portara huraña conmigo sólo me recordó que yo no pertenecía aquí. Era amiga de la familia, sí, pero no tenía nada que hacer en este tipo de eventos privados.

Edward pareció leer la incomodidad en mi rostro porque se acercó rápidamente a mi lado, lo que provocó una alzada de ceja y un rostro ceñudo en Alice, pero se dio la media vuelta y se acercó a algunas personas más, ignorándonos.

—Discúlpala— me dijo Edward—. Está enojada conmigo y por eso se porta así con todo el mundo.

Fruncí la frente.

—Eso no tiene sentido.

—Oh, sí lo tiene— suspiró—. A Alice no le gusta cuando las cosas no son de la manera en que ella las quiere.

—Lo siento. — me disculpé, sin saber realmente por qué.

—No te preocupes por eso, no es tu culpa— me sonrió, aunque la sonrisa no le llegó a los ojos—. ¿Ahora me puedes explicar por qué llevas días ignorándome?

Woop. Ahora sí que me sentía culpable.

Todas mis defensas bajaron terriblemente cuando vi su cara desolada.

—Uhh… b-bueno, es una larga historia. — traté de decir.

—Suerte que tengo tiempo. — contestó.

En realidad no tenía ninguna excusa válida que no fuera mi excesivo amor por él, cosa que claramente no iba a contarle, y agradecí internamente cuando Emmett nos interrumpió para avisarnos que la comida ya estaba lista. Todos pasaron a sentarse en la gran mesa que estaba en el patio y Esme se disculpó conmigo cuando regresó y me dijo que Jared y Rebecca se rehusaron a comer por estar jugando. Le dije que no se preocupara; eso era algo común en esos dos. Le daría de comer más tarde, cuando ella me lo pidiera.

Cuando estuvimos sentados en la mesa, casi preferí contarle a Edward mis sentimientos antes que tener que estar aquí. Todo esto era demasiado incómodo, ¿cómo es que nadie lo notaba?

Alice se la pasaba repartiendo miradas iracundas entre Jasper, Edward y yo y Rosalie parecía que quería golpear a la pelinegra en cualquier momento. El ambiente se podía cortar con un cuchillo.

Afortunadamente para mí, Emmett decidió hablar antes de que Rose apuñalara a Alice o viceversa. Llamó la atención de todos golpeando suavemente su copa con un cubierto y se levantó sonriendo.

—Bueno, familia— comenzó—, me alegra que por fin estemos completos después de tanto tiempo. No saben cómo extrañaba a mi hermanita menor— hizo un gesto hacia Alice, quien sorprendió a todos cuando medio sonrió. Era la primera vez después de horas en que la veía sonreír—. Es por eso por lo que me complace darles las buenas nuevas: Rose y yo hemos decidido tener un bebé.

La mesa estalló en aplausos y felicitaciones en cuanto Emmett soltó esa noticia. Miré a Rosalie con sorpresa; me esperaba de todo menos eso. Ella no me había contado nada, pero cuando la vi me dio una tímida sonrisa y se encogió de hombros. Oh, ¿Rosalie tímida? ¡Qué belleza! No pude evitar replicar su gesto. Estaba tan feliz por ella.

—¡Oh, Emmett! Eso es maravilloso— espetó Esme—. ¡Un nieto más! La familia Cullen se hace más grande cada día.

—Ya sólo nos faltan los tuyos, Alice. — bromeó Carlisle.

Casi vi el mundo arder cuando pasé la mirada entre la menor de los Cullen y el patriarca; ella no estaba nada contenta. Por el rabillo del ojo vi a Edward hacer una mueca y supe que lo peor estaba por venir.

—Oh, no, gracias, papá. Yo no quiero tener hijos, jamás.— eso fue una revelación pura y dura. Vi a Jasper bajar la vista hacia su plato y de repente lo entendí. Tal vez esa había sido la razón por la que ya no estaban juntos; a él le encantaban los niños y a ella no. Si algún día llegara a ser padre, no sería con ella. Esa era una diferencia muy grande de opiniones, y casi pude darle la razón a su separación.

Esme suspiró.

—Oh, Alice, ya no eres tan joven. Ya deberías saber que ser madre es una bendición— dijo cansinamente. Sonaba como si ya hubiesen tenido esa conversación miles de veces—, ¿no crees, Bella?

¿Qué? ¿Yo?

Ay, no puede ser.

El montón de ojos se posaron en mí y casi me puse a hiperventilar ahí mismo, sin embargo, tragué fuerte y hablé lo más casual que pude.

—Mmh, b-bueno— tartamudeé un poco y me rasqué detrás de la oreja en un gesto nervioso—, yo creo que la maternidad tiene que ser deseada. Si no, no tiene sentido ejercerla. Ser mamá cuando no quieres serlo es algo feo y nadie debería pasar por ello.

¡Uff! Esa había sido una respuesta buena. Era justamente lo que pensaba y sin meterme en aguas pantanosas que trajeran pensamientos que no quería tener.

Pero Alice tenía otros planes, porque arqueó la ceja hacia mí, sorprendida, y cuando me respondió su tono fue burlón y cínico.

—¿Lo dices por experiencia, Bella?

Podía ver en sus ojos que ella quería amedrentarme y no pude entender por qué, ¿qué le había hecho? Su comentario había sido cruel y sin sentido. No logró intimidarme, sino que más bien sólo causó que el enojo burbujeara en mí, así que cuando le contesté fui brusca.

—Sí, precisamente lo digo por experiencia— me crucé de brazos, retándola a que me interrumpiera. Estaba harta porque llevaba todo el día molestándome y mirándome mal y no tenía razones para hacerlo—. Cuando uno es madre aprende muchas cosas.

Esme, que estaba al otro lado de la mesa, espetó en tono bajo pero autoritario:

—Alice, lo que dijiste fue muy grosero. Discúlpate.

—¿Disculparme yo? — retó la pelinegra—. No dije nada malo, sólo la verdad. ¡Y fue una pregunta, además!

—Aún así, Alice, esas no son preguntas que se deben hacer. Discúlpate.

Alice se levantó bruscamente de su asiento y ya se veía completamente colérica. Cuando la silla se recorrió, hizo un chillido bastante fuerte. Sus ojos verdes relampagueaban furiosos.

—Esme, desde que llegué aquí parece que la celebración no fue hecha para mí, sino para tus dos invitados— me señaló con la cabeza—. Toda la atención está en la queridísima Bella y Jasper, su caballero azul. Los extrañaron bastante, ¡¿no?!

Todo el mundo estaba conmocionado por la repentina explosión que tuvo así que nadie hizo un comentario. No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Jasper y yo? Jamás. ¿Eso habían creído todos? ¡Ni siquiera tenía sentido!

»Está bien, creí que esta era una comida para celebrar que yo había llegado de Europa— continuó despotricando contra su madre—, pero a Esme Cullen se le olvidó que su hija soy yo, no ella. Está muy bien tu reemplazo, ¿no, madre? ¡La amable mamá soltera que no pudo ser capaz de cerrar las piernas! Así que todos tenemos que ayudarla porque pobrecita. Ugh.

Jadeé en shock por lo que acababa de oír. Ni siquiera me dio tiempo de procesar lo mucho que me había insultado. Dejé la servilleta en la mesa y me paré rápidamente, con toda la intención de escapar. Crucé el jardín colerizada y escuché cómo Edward les decía a todos que él vendría conmigo, pero lo ignoré.

Llegué adentro de la casa y me senté cerca del salón en una banca que Esme había colocado. Tenía años sin sentirme así; todas las memorias que durante meses habían sido mis demonios las tenía bien encadenadas y resguardadas dentro de un baúl. No pensaba en ello adrede, pero Alice Cullen me recordó lo mucho que yo no quería ser madre. Me recordó lo repugnante que fui con mi hija.

No noté cuando Edward se sentó a mi lado hasta que sentí sus dedos enjugar las lágrimas que no sabía que estaba soltando. Me sentí repentinamente sola, así que cuando me abrazó para brindarme su apoyo, fui incapaz de resistirme. Al menos agradecía que ni Rebecca ni Jared hubiesen escuchado todo lo que la bruja de Alice había dicho. Repentinamente sentí odio contra ella por hacerme recordar lo mal que yo estaba. No importaba cuán bien actuara ahora o en el futuro, eso no podría cambiar jamás el pasado.

—¿Podrías contarme? — Edward me preguntó después de un rato, cuando ya estuve más calmada. Lo miré directamente, su expresión era de ternura y comprensión. ¿Qué tendría de malo compartir mis miedos con alguien más si esa persona era Edward? Él me había contado todo sobre su relación con su hijo y sus inseguridades. Le debía el mismo nivel de confianza.

Inhalé un poco de aire y mi respiración trastabilló un poco, pero cedí.

—Tuve a Rebecca a los 20 años— comencé a explicar —, su papá no era mi novio, ni siquiera mi amigo. Fue durante una fiesta y no recuerdo mucho acerca del acto— reí sin humor—. Era joven, tonta y creí que el mundo estaba bajo mis pies. Estaba en mi tercer semestre de leyes cuando me enteré. Tenía dos meses de embarazo y no quería tenerlo. En serio, nunca se me había pasado por la cabeza la idea de ser madre y me rehusaba a tenerlo. Quise abortar.

Edward jadeó, pero no dejó que ninguna emoción pasara por su rostro. Aún así alejé mi vista de él; me rehusaba a ver la decepción o algo así.

»Sí, lo sé, fue cruel, ¿verdad?

Lo pensó durante un momento.

—No— contestó finalmente—. Estabas pensando en tu bienestar.

Suspiré aliviada; no parecía que estuviese mintiendo para hacerme sentir bien.

—Sí, lo estaba haciendo. Yo no tenía suficiente dinero, es decir, me pagaban la universidad pero aún así yo llevaba una beca. Jamás terminaría mis estudios con un bebé— continué diciendo—. Tenía decidido no tenerlo, pero cometí el error de contárselo a mi hermana. Ella le dijo a mi mamá. Y, bueno, ella me obligó a tenerlo. Me amenazó con denunciarme si no lo tenía. — Lloré.

El solo recuerdo de Renee llamándome asesina me causaba pesadillas, es por eso por lo que la odiaba. No soportaba estar en su presencia. Mi vida no se truncó por mi hija, lo hizo por mi madre. Rebecca no pidió nacer, así que ella nunca tuvo la culpa de nada. Todo siempre fue obra de Renee y su necesidad inherente de controlar mi vida.

—Lo siento tanto, Bella. No lo sabía— Edward comenzó a disculparse. Frotó mi espalda con pequeños círculos, tratando de tranquilizarme, pero no funcionó—. Alice fue cruel y estuvo fuera de lugar.

Sacudí la cabeza.

—Sí, fue cruel— acepté—, pero técnicamente tiene razón.

—Hey— Edward tomó de mi barbilla y me obligó a mirarlo directamente a los ojos—, eso no es cierto. Eras más pequeña y estabas asustada y sola; querías hacer lo que considerabas correcto para ti. Nadie debería juzgarte por eso.

Su mirada era tierna y dulce, completamente comprensiva. Era fácil recordar por qué estaba enamorada de él. Era un hombre maduro que podía ver mis razones y aunque tal vez no las compartía, las entendía.

—Cuando tuve a Rebecca…— continué explicando, bajando mi mirada de nuevo. Su mano resbaló a mi regazo y tomó la mía en un gesto de apoyo que agradecí— yo, bueno, no voy a decir que estoy orgullosa de esto, pero no la quería.

Hice una mueca, con las lágrimas volviendo a salir.

»No la quise y no podía estar ni siquiera cerca de ella. No amamanté porque no lo soportaba. La odiaba, sentía desinterés y a pesar de que mi mamá quería que yo estuviese cerca no podía. Simplemente no. No fue hasta que note que Renee tenía planeado coaccionar a Rebecca toda su vida como lo había hecho conmigo y mi hermana que me di cuenta de que había algo mal conmigo. Fui al doctor, y me trasladaron con un psiquiatra. Me diagnosticaron depresión post parto.

Su mirada de lástima casi me hizo querer vomitar. Esa había sido la mirada de todas las personas que habían estado conmigo cuando me enteré. La odiaba.

—Me perdí los primeros seis meses de la vida de mi hija por mi negligencia— dije—. La dejé en manos de su abuela, sabiendo conscientemente cuán mala ella era y no me importó. Tuve que ir a muchísimas terapias, estuve medicada y tardé mucho en sanar. Fui ruin y…

—Y estabas enferma—Edward completó por mí—. No te puedes culpar por eso, Bella. No fue tu decisión.

—Si yo hubiese sido más fuerte tal vez yo…

—No, Bella —Edward negó—. Eso no se decide. ¿Que no es la depresión causada por causas químicas? No tienes jurisdicción en ello. No le dices al cerebro cómo actuar— dio una larga respiración antes de tomar mis manos—. Actuaste como una mujer fuerte cuando decidiste que no tenías nada que ofrecerle a tu bebé. Y aunque las cosas no fueron como quisiste, en cuanto te curaste estuviste ahí para ella. Yo sólo veo a alguien puro, noble y valiente. No debes tener otra visión de ti, porque sería una mentira— pasó los dedos por mi mejilla y acomodó un mechón de mi cabello detrás de la oreja—. Yo estoy sorprendido contigo, Bella Swan, porque cada vez que creo que no hay más razones en ti que me hagan sentir más admirado, descubro algo más. Y te amo por ello.

Boqueé sorprendida al escuchar lo último que me dijo. ¿Había oído bien?

—¿Tú me qué?

Edward suspiró y pareció notar lo que había dicho. ¿No había sido consciente de ello? ¿eso que significaba? Mi corazón repicaba como loco en el pecho.

¿Mis sentimientos eran un reflejo de los suyos? Entonces eso significaba que Jasper había tenido razón; sólo hacía falta que uno de los dos lo aceptara.

—Yo te amo, Bella— repitió y su mirada se posó sobre mí—. Te he amado creo que desde el primer momento en que te vi, sólo que fui lo suficientemente ciego y testarudo como para no aceptarlo, pero ahora lo sé.

Estaba pasmada y quería decirle que yo lo amaba también, que estaba segura de que estábamos destinados a ser, pero tal cual Jasper había tenido razón, yo también lo había hecho.

Lo nuestro no era tan fácil como sólo decirlo y ya.

Lo nuestro no era solo hablar y ya. Me había equivocado.

—Hay muchas razones por las cuales no podemos estar juntos. — murmuré.

—Lo sé— contestó y yo cerré los ojos, sintiendo el golpe de dolor en el pecho—, pero todas esas razones justo en este momento me resultan estúpidas, porque te amo y quiero estar contigo. Lo único que necesito saber es si tú lo haces también.

Clavé mi vista en él y no vi ningún rastro de duda; su expresión era serena y me pedía una respuesta. Quería escuchar de mí lo mismo que yo había querido escuchar de él. Todo parecía tan fácil y perfecto y, sin embargo, no lo era.

—Yo también te amo — acepté finalmente pero en cuanto vi crecer la sonrisa de alivio en su rostro me aseguré de pararlo en seco—, pero eso no significa nada. Tú estás con alguien más y yo nunca, jamás, me interpondría en la felicidad de alguien. Hay muchas personas involucradas, Edward. Tu familia, tu hijo, mi hija. No seré una mala madre de nuevo. No me voy a poner sobre nadie. No soy mi prioridad, y tampoco debería ser la tuya.

Me paré de mi asiento, sintiendo el dolor que me producía perder su tacto. Ni siquiera pude devolverle la mirada cuando vi sus ojos verdes confundidos y dolidos, era demasiado para mí, así que fijé mi vista en un punto blanco en la pared.

»Lo mejor será que no hablemos más— espeté— y que nuestra amistad se termine. Esto lo hago por el bien de todos, Edward. Y espero que algún día puedas entenderlo.

No lo dejé responderme y me dispuse a irme. Subí las escaleras, decidida a encontrar el cuarto de Jared para recoger a Rebecca y que nos pudiéramos ir. Y con cada paso que daba, sentía que dejaba mi corazón detrás.


¡Aww, le dijo que la ama! Pero no le salió muy bien jaja u.u Edward necesita resolver sus asuntos antes de estar con Bella, así que en los siguientes capítulos lo veremos redimirse:) No se preocupen, ya falta poco para que estén juntos!

¿Qué piensan de lo de Bella? A mí se me hizo algo muy humano su decisión de abortar, incluso aunque luego no pudo hacerlo:( Hay que visibilizar la depresión post parto y las consecuencias de obligar a las mujeres a maternar. Edward fue muy open minded y lo entendió a la perfección uwu

¡Nos vemos el sábado!

Katia