Tú, yo y nosotros
Disclaimer:
Los personajes pertenecen a S. Meyer; la historia es mía.
Capítulo 19: Rendición
EPOV
¿Podemos vernos más tarde? ¿En tu casa, tal vez? – E.
Sí, por supuesto, amor. – I.
—Parece que has tomado una decisión. —Jasper comentó como si nada al lado mío. Estábamos sentados ambos en el despacho de mi casa, tomando unas copas de Whisky. Sorprendentemente o no, después de que mi odio inicial hacia él había pasado, y una vez que noté que no tenía ninguna intención de quitarme a Bella, me pude dar cuenta de la gran persona que era.
Una lástima que Alice no lo viera.
Moví silenciosamente el líquido ocre de mi vaso, viendo los hielos chocar con el vidrio, sin prestarle demasiada atención a mi compañero.
—Hace un tiempo ya que la tomé —conteste ociosamente—. Solo estaba esperando el momento adecuado.
—Se te puede ir la vida en ello.
Negué.
—Ya no.
Unas horas más y sería un hombre libre, por elección propia. Lo único que me seguía haciendo un poco de peso es que estaba seguro de que rompería el corazón de Irina, lo cual no sería algo bonito. Normalmente, evitaría situaciones que me generen estrés a toda costa, pero eso no me ayudaría en nada ahora.
Vaya. La terapia era realmente buena.
—¿Has visto a Bella? —le pregunté al rubio como quien no quiere la cosa. Por supuesto que sabía que él la había visto; habían estado saliendo. Traté de evitar la punzada de celos que estaba llegando a mí nuevamente.
Son solo buenos amigos, me recordé.
—No desde hace unos días —contestó, haciendo una pausa para poder mirarme por el rabillo del ojo—. ¿Y tú?
Ya sabía la respuesta.
—No, no desde el día de la fiesta.
Estaba consciente de que Bella me estaba ignorando de forma pura y dura; al principio, lo tomé como su castigo por haber actuado como un idiota ciego durante mucho tiempo a su alrededor, pero luego noté que simplemente era su forma de defenderse así misma y ¿qué no era eso exactamente lo mismo que solía hacer yo?
Huir de los problemas antes de que estos te alcancen.
La dejé hacerlo, de todos modos, por el momento ella y yo no teníamos ninguna oportunidad. Después de todo, estaba comprometido con alguien más. Pero eso hoy cambiaría.
Y a partir de mañana, no me ignorarás más, Bella. No te lo voy a permitir.
—Sabes que no lo hace a propósito, sólo está confundida.
Pegué una sonrisa por sobre la orilla de mi vaso antes de darle un gran trago a mi Whisky.
—Sé que lo hace a propósito —repliqué cuando el alcohol terminó de bajar por mi garganta—, pero no me importa. Le estoy dando tiempo.
—Si tú lo dices…
—Lo hago.
Dejé el vaso encima de la mesita que estaba frente a nosotros cuando comencé a sentirme mareado. Había pasado tanto desde la última vez que había tomado en otro ambiente que no fuera una comida de negocios o una fiesta de sociedad que ya se me había olvidado lo que era tomarse un buen trago, uno de esos que te quemasen el estómago o te pegasen fuerte después de un par de copas.
Nunca, ni siquiera en mi adolescencia, había sido un gran fanático del alcohol. Recordaba vagamente cómo a Tanya le encantaba ir a la fiestas de la facultad cuando éramos más jóvenes; ella se emborrachaba, yo la cuidaba. Luego, cuando me dejó por otro, fue mi turno de embriagarme.
Sacudí la cabeza de ese sombrío pensamiento y giré mi atención de nuevo a Jasper.
—¿Cómo vas con Alice?
Él movió el pie insistentemente al lado mío y supe que no sabía si quería oír o no su respuesta.
Aunque seguía enojado con mi hermana por las cosas que había dicho, y aunque no le había dado la oportunidad de acercarse a hablar conmigo, seguía queriendo lo mejor para ella. Jasper Hale era el claro ejemplo de alguien que le haría mucho bien, pero me preguntaba vagamente si eso sería bueno para él.
Unos días atrás, el rubio se me había acercado para decirme que tenía toda la intención de recuperar a Alice. En ese entonces aún no le tenía tanto respeto, pero después de su expresiva declaración de amor que ciertamente yo no pedí, comenzó a caerme mejor. Seguí insistiendo por su versión de los hechos sobre la ruptura de su compromiso con mi hermana, pero no le había sacado nada. Estaba empecinado a tener un nuevo comienzo, y según él, yo sería un gran grano en el culo si no me calmaba.
—No muy bien —terminó diciendo después de un rato. Se pasó la mano por el cabello distraídamente y sus hombros se pusieron tensos—. No quiere verme, ni oírme; pretende que no existo.
Tal vez eso era lo mejor.
» ¿Cómo dices?
Mmh. Lo dije en voz alta.
Pegué un fuerte suspiro y volví a darle otro trago a mi copa. Si iba a decir esto, necesitaba valor.
—Jasper, hay una razón por la cual pasaron una separación de tres años —comencé a explicar—, tal vez simplemente no están hechos para estar juntos… ¿no lo has pensado?
Sus labios se fruncieron levemente.
—El hermano celoso y pesimista.
Contuve mi rodada de ojos.
—No son celos, créeme… Tal vez no soy tu mayor fan —me reí escuetamente—, pero quiero lo mejor para mi hermana. Y sé que podrías serlo, deberás, pero si ella no tiene la intención, ¿por qué seguir rogando?
—Bajo esa lógica, ¿por qué sigues rogándole a Bella si ya te dijo que no, entonces?
Uh.
—Touché —reí negando con la cabeza—. Pero te recuerdo que no le estoy rogando; llevo semanas sin saber de ella.
—"Le estoy dando espacio" —me imitó, poniendo cara de sufrido.
—Para ser un adulto eres muy inmaduro —resoplé con diversión—. Y sí, aunque no lo creas, eso funciona.
¿Funcionaba? ¿En serio? Quién sabe, pero me oí muy seguro.
—Llevo tres años dándole espacio, ¿no es eso suficiente?
Tal vez.
¿Cómo podría saber eso?
—Sabes —comenté un poco irónico—, yo no soy exactamente el mejor guía del amor. Si conoces mi historial, ¿no?
Bufó.
—No estás siendo de mucha ayuda.
Yo estaba bastante consciente de ello, obviamente.
—Necesitas a alguien neutral —espeté—, mi tío Marcus es bueno con ello.
—¿Sí?
—Sí.
Gracias a él abrí los ojos, quise agregar, pero intuí que era demasiado.
—Tal vez debería hablar con él… pedirle consejos.
—Es un viejo sabio. Hazlo.
Me paré frente a la puerta de caoba y antes de tocar tomé una gran bocanada de aire por la boca. Cuando lo solté me sentí mucho más ligero.
Me recordé a mí mismo que estaba haciendo esto por mí. Pocas veces en mi vida había tomado decisiones buenas cuando me basaba en lo que yo quería y esta era una de ellas. Era lo mejor, tanto para Irina como para mí.
Ella me abrió la puerta unos momentos después del primer timbrazo. La sonrisa que salió de su rostro cuando me vio me volvió a hacer sentir terriblemente culpable, pero repetí muchas veces en mi cabeza el bien que nos haría, que le haría, esto a nosotros en el futuro.
—Hola, amor. —saludó como si nada, intentando besar mis labios, pero le di la vuelta a mi cara sin ser muy obvio y aunque me miró confundida, no hizo comentario alguno.
Le di una media sonrisa, que salió más como una mueca.
—Hola, Iri.
El aspecto de Irina era tan pulcro como siempre; estaba vestida con una bata de seda beige, con el cabello recogido en un moño del cual no se salía ningún cabello y traía sus sandalias para estar cómoda en casa. Sabía que estaría libre hoy y todo el fin de semana; antes, cuando estábamos bien, nos tomábamos estos días para nosotros dos.
Ya no más.
—¿Podemos hablar? —pregunté escuetamente cuando pasé el umbral de la casa.
—Ya estás aquí— alzó una ceja en mi dirección antes de dirigirme a la sala de estar. Se sentó en el mullido sofá gris y me miró preocupada cuando me senté frente a ella, en lugar de a su lado como estaba acostumbrado—. ¿Sucede algo, Edward?
Bien. Aquí vamos.
Me puso el terreno fácil, de alguna manera retorcida.
—De hecho, sí —comencé, carraspeando un poco incómodo cuando mi voz salió más aguda de lo que me hubiese gustado—. Yo…
—¿Sí?
Le eché una larga mirada.
—¿Cómo te sientes acerca de nuestra relación, Irina?
Eso pareció atraer su atención; su postura fingida de calma desapareció y comenzó a ponerse rígida.
—¿Cómo me siento acerca de qué?
—Sobre cómo hemos llevado las cosas últimamente.
—Bien, lo llevamos bien —espetó como si nada, pero luego reafirmó cuando se dio cuenta de que no sonaba muy segura—: Lo sabes, Edward.
¿Lo sabía? No.
Era la primera vez en unas cuantas semanas en la que me dignaba a aparecer y verla sin que ella tuviera la iniciativa. La había estado ignorando por completo, siendo cruel e injusto con ella. No me estaba justificando para nada; la culpa era buena, podía mover montañas.
Suspiré.
—Sé que no es así. —repuse.
—¿A qué te refieres?
El ambiente en la habitación comenzó a cambiar drásticamente a partir de que ella preguntó eso; fue como si de golpe y porrazo notara las intenciones de lo que quería hacer y toda la expresión en su cara cambió. La fuerte resolución de su cara fue reemplazada por la lenta agonía y la decepción, de una manera tan profunda que por unos momentos tuve que bajar los ojos a mi regazo debido a la intensidad de la situación.
—Irina, siento que estoy caminando sin avanzar —comencé a explicar, devolviendo mi mirada hacia ella. Si iba a hacer esto, iba a ser lo más franco posible. Una ruptura limpia, sin más cobardía de por medio—. Llevamos días sin hablar, pero eso sólo es la gota que derrama el vaso, porque en realidad llevamos meses mal y yo…
—¿Perdón? —me interrumpió alzando las cejas y moviéndose en su asiento, como si quisiera pararse y saltarme encima—. Tú eres el que lleva días ignorándome.
Asentí lánguidamente.
—Lo sé y no me excuso.
—¿Entonces?
—A lo que quiero llegar es que… Dios, no sé cómo decir esto.
—Me estás asustando, Edward —dijo recelosa—. No sé a dónde quieres llegar.
—No quiero seguir, Irina.
—¿Qué?
Su tono de voz fue bajo y completo de confusión, y me di cuenta de que lo que había dicho había sido lo más llano posible, sin dar la oportunidad a la duda. Fue corto y cruel, pero era necesario que fuera de esa manera.
No la dejé preguntarme de nuevo.
—Yo llevo bastante rato sin sentirme bien con esto que hay entre nosotros dos —comencé a explicar—. Desde el principio estuvo condenado al desastre… nunca debí esconderte de los demás, ni pretender que todo estaba bien. No debí haberte obligado a convivir con Jared, ni dejar sin rumbo nuestra relación.
Eso era cierto.
Yo podía ser todo en el mundo, excepto un buen hombre para Irina. No es que yo me echara tierra; es que literalmente me había portado como un pendejo con ella a través de todos los años en que nos habíamos conocido. Yo era vulnerable, y tal vez ella actuó sobre eso, pero también tuve mi parte de mi culpa dejándola entrar sabiendo que nunca la vería de la manera en la que ella lo hacía conmigo.
Nuestra relación siempre había sido un perder – perder. No había matices, sólo blanco y negro.
No tuvo futuro desde un principio.
—¿Estás terminando tu compromiso conmigo?
Suspiré.
Hora de la verdad.
—Sí, Irina, lo estoy haciendo.
Se levantó rápidamente de su asiento y se arrastró a mi lado, tomando mis manos entre las suyas y mirándome con una expresión llena de angustia. Las lágrimas comenzaban a formarse en los ojos y sentí el familiar nudo en el pecho, ese que saltaba a la luz cada vez que me sentía culpable por algo.
Recordé todo lo que había avanzado; la culpa no me puede gobernar. No puedo vivir para complacer a las personas a mi alrededor. Lo hice toda mi vida, ¿y a dónde me llevó eso? A un círculo interminable de malas decisiones que ya me estaban comenzando a cobrar factura.
—¿Por qué estás haciendo esto? —cuestionó, su voz se oyó algo rasposa, como si estuviese conteniendo los sollozos—. Estábamos bien, yo te amo, Edward, ¿lo recuerdas?
—El amor no debe ser unilateral.
Auch.
—¿No me quieres?
—Lo hago —me corregí—, pero no de la forma en la que tú lo haces. Lo he intentado, te lo prometo, lo hice durante muchísimo tiempo… y no funcionó. No quiero seguirte lastimando, ni provocarte más desilusiones. Estoy cansado de tu mirada de decepción cada vez que hago algo mal.
—Puedo cambiar. Yo… no te diré nada. No me quejaré.
Apreté su mano entre las mías.
—Esto no se trata de eso. No es sobre ti, es sobre mí.
Una solitaria lágrima terminó desbordándose y bajó por la comisura de su ojo derecho. El contraste acuoso que había en sus iris miel me hizo querer vomitar.
—¿Entonces eso es todo? —sollozó molesta—. ¿Te doy lo mejor de mí, durante muchísimos años, y tú sólo decides que ya no quieres tener nada conmigo? ¡Estoy enamorada de ti desde que tengo memoria, Edward Cullen! Y nunca te fallé, siempre estuve ahí para ti, yo siempre…—se calla abruptamente.
No me molesté en decirle que hizo todo eso por voluntad propia, porque yo nunca se lo pedí. Eso hubiese sido honestamente cruel.
—Lo sé —dije en cambio—, y estoy muy agradecido contigo por ello. Y no sabes cuánto desearía poder regresar tus sentimientos, porque sería todo muchísimo más fácil.
Pero no era así y nunca lo sería, y verdaderamente en este momento lo único que quería era escapar, pero seguía estoico en mi sitio esperando a que ella reaccionara. Esperaba los gritos, el llanto, el dolor y todo lo que conllevaría mi poca falta de tacto, pero como siempre, Irina me sorprendió. No hizo gesto alguno y, en cambio, me miró como si no me comprendiera.
—¿Estás enamorado de alguien más?
Sí.
—No.
Era una mentira tal vez no tan piadosa, pero necesaria. Jamás me dejaría ir sin molestarme si le dijera la verdad, y tomaría represalias. Aunque normalmente era tranquila, sabía que Irina podía llegar a ser despiadada si se lo proponía. No quería eso para Bella; y si llegaba a mencionarla si quiera de pasada, sabía que no sería capaz de mentir.
—Mientes.
Tienes razón.
—No lo hago.
—Nunca habías actuado así —comenzó a decir, volteando su vista a un punto fijo en la pared. Era como si no estuviese hablando conmigo. Sus ojos seguían inundados en lágrimas, pero su postura era tan relajada… Estaba comenzando a asustarme—. Siempre, todo el tiempo que hemos estado juntos, hubo trabas. Algunas más grandes que otras, pero jamás dudaste en ponerme por encima de ellas. Entonces, ¿ahora vienes y me dices así sin más que no me quieres más en tu vida?
Bueno, poniéndolo así era escupirme lo que yo ya sabía.
—No estábamos destinados a ser.
—Esa es la mierda más grande que me has dicho alguna vez. —explotó por primera vez en la noche, su voz subiendo una cuarta parte más de lo normal.
—Irina, yo sé que no tengo excusa.
—No, ¡no las tienes, Edward! —gritó, soltando su mano de la mía y mirándome como si hubiese perdido la cabeza repentinamente—. ¡No puedes dejarme así porque sí! ¡No puedes y no lo permitiré!
Cerré los ojos durante un segundo.
—Esto no es una cuestión de si me permites o no.
—Dame una buena razón, Edward. Una que sea lo suficientemente válida.
Eso es fácil.
—Sólo nos hacemos daño.
—Eso al parecer es unilateral —río amarga—, porque a mí lo único que me hace bien eres tú.
Mis labios se volvieron una fina línea.
—El hecho de que yo no sea lo suficientemente feliz es una buena razón.
—¿Entonces siempre fue así? ¿Jamás te hice feliz?
—No, yo…—suspiré frustrado—. Lo hacías, pero no es suficiente, Irina. A veces simplemente algunas cosas no funcionan y debemos dejarlo ir, incluso aunque duela. Esto es un buen ejemplo. Te quiero, sí, pero no de la manera en la que tú deseas que lo haga… Lo he intentado, millones de veces. Desde el momento uno en que llegaste a mi vida, en que me ayudaste a salir de mi miseria, créeme lo intenté. Me dije a mí mismo muchísimas noches antes de dormir ¿por qué no puedo hacerlo y ya? Sería tan fácil… pero las cosas no son como uno quiere. No tengo jurisdicción en mi corazón, y todo este tiempo he actuado de acuerdo con mi lógica, lo cual me ha llevado a varias situaciones trágicas ya. ¿Qué esperas que pase si seguimos juntos? Dentro de un par de años me vas a reclamar porque no te doy suficiente, porque no te amo lo que debería, porque no actúo de la manera en que se supone debo hacerlo…
» No quiero eso, Irina. Y sé que, en el fondo, tú tampoco lo quieres.
Me levanté de mi asiento precipitado, anticipando su reacción molesta, pero no recibí nada a cambio más que una mirada de intensa decepción y tristeza, lo cual me hizo sentir infinitamente peor que cualquier otra cosa.
—Lo siento, Irina —continué diciendo—, pero creo… No. Sé que es lo mejor, aunque ahora no te des cuenta de ello.
Bajó su vista y rompió el contacto visual conmigo.
—Vete —susurró, tan bajo que no puede escucharlo del todo, por lo que me quedé estático en mi lugar—. ¿Qué no me oíste? ¡Lárgate, Edward!
Hice una mueca, oyendo el resentimiento impregnado en su voz, pero no dije nada y salí rápidamente de la sala de estar, atravesando la casa y saliendo al patio en dirección a mi coche. Cuando me subí, pude oír desde fuera los gritos de frustración que Irina había estado conteniendo, y el crujir de varios vidrios rotos. Cerré los ojos y me recargué en el respaldo del asiento del auto.
No había mentido antes.
En serio había sido lo mejor.
Cuéntenme sus opiniones de este capítulo; a mí en lo personal aunque me gustó, siento que le faltó un poco más de drama jajaja, pero no soy muy buena escribiendo angustia:( prefiero lo sencillo de escribir romance :p
¿Qué opinan del capítulo? ¿Merece review?
¡No se preocupen, ya casi regresamos al POV de Bella!
