Tú, yo y nosotros

Disclaimer:

Los personajes pertenecen a S. Meyer; la historia es mía.


Capítulo 21: Camino de doble sentido

BPOV

Unos días después de que pasaron los mediados de julio, Rose me obligó a salir de nuevo con ella. Habíamos pasado más de veinte días sin tener contacto por elección mía; no me sentía lista para ver a nadie que tuviera un poco de relación con la familia Cullen.

Estaba avergonzada y, no conforme con eso, también triste como el infierno.

¿Cómo es que pude decirle que no a Edward? ¡Por Dios, si es que seré idiota!

Literalmente me pasé meses chillando de amor por él y cuando él me devolvió el sentimiento ¿qué fue lo que le dije? «No puedo, no deberíamos»

Ugh. Actué como una anciana.

Lo peor es que parecía que él había captado mis indicaciones bastante bien, porque no se molestó en buscarme demasiado. Eso sólo me entristeció más, y me hizo pensar y replantearme que en realidad no estaba tan interesado como lo había hecho sonar.

Eso sin contar todos los problemas que estar con un hombre como Edward conllevaba. Ambos teníamos hijos, responsabilidades mucho más importantes que nuestra vida amorosa, y él tenía a una persona extra. Irina.

Se me revolvió el estómago de sólo pensar en ella.

Había sido raro, porque en las pocas ocasiones que me crucé con Edward en el edificio, él nunca estaba con ella. De hecho, parecía como si hubiese desaparecido. Antes se la pasaba ahí, y muchas veces me aventó varias miradas raras, pero desde el día en que había sido toda la «situación» de la fiesta, no lo había visto ni una sola vez. Mejor para mí, la verdad. No tenía ganas de lidiar con nada extra, suficiente tenía con mis sentimientos revoltosos que ya me estaban pasando factura.

—¿Qué te hicieron las pobres etiquetas? —Ángela se río quedito acomodándose frente a mí en el mostrador. Bajé la mirada hacia mis manos y avergonzada aflojé el agarre que tenía en las etiquetas de cumpleaños que estaba acomodando en pequeñas bolsitas de celofán.

» ¿Estás bien, Bella? Últimamente te he notado muy extraña.

—Sí, estoy bien. No te preocupes por mí, Ang —me apresuré a responder rápidamente. No tenía ganas de contar ninguno de mis problemas; especialmente no a ella. Era una buena amiga y todo, pero no la conocía lo suficiente.

Rosalie llegó diez minutos antes de que mi turno se acabara y fue ahí cuando me di cuenta de que ya no me quedaba tiempo para no hablar. La vi entrar por la puerta de la pastelería y se sentó distraídamente en una de las mesas de la esquina, ignorándome olímpicamente. Pero yo sabía que venía por mí, así que cuando terminé de hacer el corte de la caja y una vez que me quité el mandil del uniforme, me acerqué a ella.

—Hola, Rose.

Ella levantó la vista de su celular y me dio una sonrisa brillante, pero no llegó a sus ojos. Tenía puestos sus lentes de montura gris y llevaba una chaqueta de cuero negra con botas; afuera estaba lloviendo a cántaros, como era común en julio en Seattle.

—Hola, Bella. Te estaba esperando.

Me sentí culpable instantáneamente por la expresión triste de su rostro.

—Ya salí —le contesté—. ¿Traes coche?

Ella negó.

—No, Emmett me trajo.

—Bien, pues vamos por el mío y a recoger a Rebecca a la guardería, de ahí podemos ir a mi casa y tomar un café, ¿te parece?

—Vale.

Me despedí de Ángela y Mike y juntas caminamos hacia mi coche. El trayecto estuvo bastante tranquilo y ninguna de las dos hizo comentario alguno a pesar de que teníamos muchas cosas de las que hablar. Finalmente me rendí cuando estacioné una calle abajo del edificio donde estaba Rebecca, y pegué un fuerte suspiro dándole una mirada a Rose.

—Lo siento —comencé a decir, sintiéndome bastante culpable—. Estoy consciente de que he sido grosera y te he estado ignorando, pero debes de saber que no sólo lo estoy haciendo contigo, sino con todos en general. Me sentía abrumada y decidí alejarme por un tiempo… fue bueno para mí, creo, pero eso no evita que me sienta arrepentida por haber lastimado tus sentimientos.

—Has hablado con Jasper —me acusó con ojos dolidos.

—No, Jasper ha hablado conmigo —le corregí—. Me buscó unas cuantas veces y no quise ser grosera, pero eso es todo.

Oh, sí, Jasper me había buscado más que un par de veces y en todas y cada una de ellas me echó indirectas para que hablara con Edward. Algo me decía que de parte de él se estaba formando un fuerte favoritismo por el cobrizo y eso era una de las tantas cosas que aún no entendía porque, hasta donde yo me había quedado, ellos dos se odiaban.

—Ni siquiera sé qué es lo que está sucediendo.

Bueno, ya somos dos, Rose. Yo sólo sé mi lado de la historia.

Me mordí el labio y apreté el volante entre mis manos con expresión dubitativa, pensando en si contarle lo que había sucedido o no. Rosalie era mi mejor amiga, y estaba segura de que sus consejos me ayudarían a despejarme la mente. Es sólo que no sabía si me diría lo que quería escuchar.

Pero ¿qué era lo que yo quería escuchar?

—Bueno…—comencé a decir—, sucedió algo con Edward la otra noche. Eso me sacó de mi zona de confort y me descolocó.

Eso fue decirlo de manera amable.

—¿Qué pasó?

Pegué un suspiro.

—Me dijo que estaba enamorado de mí.

Rosalie abrió la boca en «o» y por un momento que se sintió eterno se quedó muda.

—¿Cómo crees? ¿Qué fue lo que te dijo? —saltó cuando se recuperó de su estupor y lucía emocionada—. Cítalo, textualmente.

La miré como si le hubieran salido tres cabezas de repente. Desde que le había contado mi enamoramiento por Edward, parecía que había dejado de odiarlo. O al menos ya se limitaba a no hablar mal de él en mi presencia, pero ¿esto? Era raro.

—Pues —la verdad es que no recordaba con precisión tal cual lo que Edward me había dicho—, le conté la historia de lo de Rebecca.

Su expresión se sobrecogió con entendimiento y asintió. Rosalie sabía perfectamente lo mal que la había pasado durante mi embarazo y cómo me había ido los primeros meses siendo mamá; ella y Edward eran de las pocas personas fuera de mi familia que conocían la historia completa.

» Como sea, me dijo cosas que me hicieron sentir muy bien —cerré los ojos, recordando cómo no me había culpado por nada en absoluto, el cómo me había sobrecogido con cariño—. Fue tierno y dulce. Y luego de repente estaba diciendo que me amaba. ¡Y no supe qué hacer, Rose! Estaba en shock, lo juro, porque lo único que atiné a decir fue que yo también lo quería pero que lo nuestro no podía ser. ¡Prácticamente le dije que se alejara de mí! —me quejé lastimosa, recargando mi cabeza sobre el volante y seguramente luciendo patética.

—¿Por qué hiciste eso?

—¿Pues qué más podía hacer? Él tiene un compromiso con otra mujer y yo no me iba a meter en eso.

Lo pensó durante un momento.

—Ah, eso lo explica.

Levanté mi cabeza del volante y me acomodé de nuevo, inclinándome hacia su lado.

—¿Explicar qué?

Me miró.

—No lo sabes, ¿cierto?

—¿Saber qué?

Me puso ansiosa la forma en la que me estaba viendo, como si analizara todo lo que hacía. ¿Qué era lo que necesitaba saber?

Finalmente, me rodó los ojos.

—Oh, eres tan tonta, Bella —se rio y parecía genuinamente divertida. Me tragué mi frustración y la insté con un gesto en la cabeza a que me explicara lo que estaba sucediendo—. Lo sabrías si no te hubieses perdido por días y me contestaras las llamadas —me acusó frunciéndome el ceño.

—¡Ya dime!

—Ayer por la tarde fui a visitar a Esme, teníamos que hablar sobre un proyecto de jardinería que tengo en la casa porque cuando Emmett la remodeló el jardín trasero prácticamente quedó destrozado y…—estaba divagando demasiado y mi mirada acusatoria hizo que parara en seco—. Lo siento, a lo que iba es que estaba con Esme, pero ya sabes, ella no es precisamente de las que se guardan un secreto y…

—¿Ajá?

—¡No me interrumpas! Ya casi llego a la parte interesante —para este punto casi estaba saltando en su asiento—. Bueno, el caso es que después de que terminamos de hablar de trabajo, ya sabes, llegó la conversación jugosa. Y me contó que la semana pasada Edward fue a visitarla —me miró y sus ojos estaban brillosos.

—¿Y eso qué? Edward ve seguido a su mamá —eso era más o menos cierto. Pero sí que había empezado a verla una vez que comenzaron a limar asperezas y Esme aceptó más o menos su relación.

—¡Sí, lo sé! Yo también en ese momento pensé que no tenía sentido que me contara eso porque, vamos, tú y yo sabemos que Edward no es mi persona favorita.

—No me estás diciendo nada que no sepa, Rose.

—Aquí va lo importante, sólo espera…—hizo una pausa prolongada y ya me había comenzado a poner de los nervios cuando habló de nuevo—. ¡Le dijo a Esme que había terminado su relación con Irina!

¿Qué?

Me atraganté con mi propia saliva y la miré con los ojos desorbitados.

—¿Cómo?

—Así como lo oyes —me contestó—. En cuanto Esme me contó quise correr a decirte, pero ya era muy tarde y por eso decidí venir hoy. No te quise mandar mensaje ni llamarte porque sabía que no me contestarías —sus ojos se volvieron acusadores.

Miré hacia el frente y obvié esa última parte. ¿Edward ya no estaba con Irina? ¿Desde hacía más de una semana? ¿Entonces por qué…?

—Oh —gemí, recargando mi cabeza en el respaldar del asiento—, seguro me detesta.

La cara de Rose se llenó de confusión.

—¿Por qué dices eso?

—¡¿Qué no es obvio?! —contesté ofuscada—. Le dijo eso a Esme hace una semana, lo que significa que terminó con Irina desde ese entonces y no me ha buscado, porque lo rechacé y no tiene ninguna intención de estar conmigo y…

—¿De dónde sacas esas conclusiones tan estúpidas?

La miré mal.

—Es obvio.

—No, lo que es obvio es que terminó con ella porque te ama, Bella. Y sí, seguramente le heriste el ego y por eso no se ha acercado a hablarte, pero ¡y qué tiene! Hazlo tú.

—¿Yo?

—Sí, tú.

—Jamás —negué con la cabeza furiosamente—. Sabes que yo no soy de esa clase de personas, Rose, es más, pensaba guardarme mi amor para siempre si él no lo hubiese sacado a colación en primer lugar. ¡No soy tan valiente!

—¿Lo amas o no?

—Por supuesto que sí —me defendí. Si algo no se podía poner en duda, era el amor que le tenía a Edward.

—Entonces deja de ser una jodida miedosa y haz algo por ti por primera vez en tu vida, Bella —Rose comenzó a regañarme—. Siempre dejaste que tu mamá dirigiera tus acciones y por eso no sabes manejarte, ni poner límites, ni actuar, ¡ni nada! Pero tienes veintitrés años, eres toda una mujer y el hombre al que amas está ahí, listo y disponible para ti, y seguramente no se acerca porque, no inventes, cómo no va a tener sus reservas si ya lo rechazaste una vez.

Gemí y casi sentí que me ponía a hiper ventilar. Rosalie, como siempre, tenía toda la razón. Y definitivamente no me estaba diciendo lo que quería escuchar, pero sí lo que necesitaba.

No había más obstáculos ya, ¿por qué negarme al amor?

Pero…

—¿Y Rebecca y Jared?

—¿Ellos qué?

—Pues, ¡no lo sé! No quiero que salgan lastimados con todo esto.

—Estás buscando toda clase de excusas estúpidas. Rebecca y Jared se adoran; Jared te adora. Literal. Ellos no saldrían lastimados con esto y si el amor que dices tener por Edward es real nada tendría que salir mal. O es que acaso—me miró atentamente—… ¿es que acaso no lo quieres seriamente?

—¡Claro que lo quiero seriamente!

—Entonces deja de ser una miedosa y madura, Bella.

Asentí furiosamente con la vista al frente y seguro me vi ridícula, pero no la quería mirar a los ojos, porque si lo hacía ella podría ver mi miedo – mi miedo al obvio fracaso y al amor. La última vez que había arriesgado algo por alguien terminé embarazada y con mi mamá manejando todos los aspectos de mi vida, pero muchas cosas habían cambiado desde entonces.

Desde que llegué a Seattle, a Washington en sí, en mí había saltado una vena independiente que no sabía que tenía. Cuidé a Rebecca como debería y traté de ser una estupenda mamá con todo y mis limitantes, sin importar mi edad.

Edward era un hombre maduro, con la vida ya resuelta, y lo único que tendría para ofrecerme sería estabilidad y amor si lo aceptaba, así que ¿por qué negarme a eso? ¿De verdad le tenía tanto miedo a la felicidad?

No, definitivamente no.

—Vamos por Rebecca —le dije a Rose, por fin echándole una mirada—. Y después iré a buscar a Edward.

—¡Sí! Creí que tendría que darte otros veinte mil argumentos por media hora más —Rosalie bromeó. Le rodé los ojos y salí del carro sin esperarla—. ¡Puedes correr, pero no esconderte, Bella!

Pasamos a la guardería y después de unos cuantos saludos a Claire, la encargada, las tres estábamos de regreso al edificio. Rebecca estaba bastante parlanchina hoy, hablando (o balbuceando, más bien) sobre su día.

Cuando llegamos al departamento no lo pude evitar y retrasé mi evidente conversación con Edward cuando me puse a hacer de comer para Rebecca y Rose, a pesar de que la última se ofreció a comprar para que no tuviera que hacerlo. Me entrecerró los ojos, pero no dijo nada y al final aceptó cuando comencé a hacer las albóndigas.

Casi me atraganté de nervios cuando, después de que comiéramos, mi teléfono comenzó a sonar y el nombre de Edward apareció en la pantalla. Era como si lo hubiera llamado con la mente o algo así.

—¿Qué estás esperando? ¡Contesta! —me instó Rose rápidamente. Me mordí el labio y asentí, tomando el teléfono de la encimera y yendo hacia a mi cuarto, dejándola con Rebecca en la cocina.

Contesté en el sexto timbre.

—¿Hola?

—Bella, hola —casi oí el suspiro de alivio a través de la línea y me relajé visiblemente. Él se oía tan nervioso como yo me sentía—. Creí que no me contestarías.

—Hola, Edward —contesté tratando de sonar casual—. No, claro que te contestaría.

Era una maldita mentirosa.

—Yo, mmh… me preguntaba si podíamos hablar.

—Estamos haciéndolo.

—Me refiero a, ya sabes, en persona.

Entonces él estaba dando el primer paso. Casi suspiré con alivio; esto me ahorraría muchas situaciones incómodas.

—Sí, por supuesto que sí.

—¿En serio?

Se oía bastante sorprendido y me sentí algo culpable. Una sonrisa triste se posó en mis labios y casi quise llorar. Habíamos pasado casi un mes sin hablar…

—Sí, en serio.

—¿Puede ser hoy? ¿Como, ya sabes, ahora?

Me mordí el labio.

—Sí, estoy en mi casa.

—Qué bien, yo también estoy aquí. Bajaré en 10 minutos, ¿te parece?

Me removí nerviosa en la cama.

—Sí, me parece.

Colgué la llamada y tomé una bocanada de aire, tratando de tranquilizarme. Sentí cómo mi estómago se revolvía por la ansiedad y cerré los ojos, apretando mis párpados fuertemente. Esto iba a pasar tarde o temprano, y la conversación que tendríamos pondría las cosas sobre la mesa. Aquí decidiríamos si es que podríamos tener un futuro juntos, así que era válido sentirse nerviosa.

Salí corriendo del cuarto para encontrarme a Rose y Rebecca «lavando» los trastes.

—Ya viene, Rose —farfullé; hablé tan rápido que mis palabras trastabillaron un poco. Ella me miró sorprendida y dejó de fregar, pero Rebecca continuó entretenida con las burbujas del jabón.

—¿En serio?

—Sí, no debe de tardar —en ese momento se escuchó el característico ruido del elevador y le eché una mirada a Rose—. ¿Puedes llevarte a Rebecca a su cuarto un rato?

—Sí, por supuesto— se limpió las manos en una toalla que colgaba de la estufa y tomó a Rebecca entre sus brazos, limpiándola también—. Fresita, ¿quieres jugar con tía Rose en tu cuarto?

—¡Si, tía Dose! —Rebecca gorgojeó alegre. Las vi perder en el pasillo y entrar en la habitación antes de finalmente soltar un suspiró y encaminarme a la entrada de mi casa.

Ahí estaba Edward. No estaba vestido con sus usuales trajes de lino, sino que traía una camisa blanca de botones y unos jeans rectos. Tenía las manos en los bolsillos de estos y se veía algo incómodo; justo de la manera en que seguro lucía yo.

—Hola —me saludó. Se sintió raro; así no era como normalmente empezaban nuestras conversaciones. Estaba harta de esta incomodidad que se había posado sobre nosotros.

—Hola —le contesté de vuelta—. Pasa, pasa. ¿Quieres tomar algo?

—No, así estoy bien, gracias.

Asentí y nos dirigí a ambos hacía la sala. Se sentó en el sillón azul de dos plazas y yo lo hice a su lado, cruzando mis tobillos y poniendo ambas manos sobre mi regazo.

—¿Cómo está fresita? —comenzó la conversación con un tema fácil: nuestros hijos. Lo agradecí.

—Bien, bastante bien, de hecho. Le gusta bastante la guardería —lo cual era un milagro—. ¿Y Jared?

—Bien, también. Ahora que tiene vacaciones pasamos más tiempo juntos y… bueno, ya sabes, seguí tu consejo y vamos a terapia familiar. Estamos haciendo varios avances.

Asentí con entendimiento.

—Es bueno saberlo; me alegro por ambos.

El silencio incómodo nos volvió a envolver y él soltó un suspiro pesado. Me miró directamente y comenzó a hablar.

—Bella, esto se está poniendo todo raro y no me gusta nada —comenzó a decir—. Sé que la última vez que hablamos fui algo… torpe, por decirlo menos, al expresar mis sentimientos. Lo hice en un momento en que no debía y te diré que me arrepiento, pero no te confundas —explicó cuando vio mi expresión de dolor—, no me arrepiento de sentir lo que siento por ti, porque mis sentimientos siguen exactamente igual que como ese día. Me arrepiento de haberlo dicho en un momento en el cual estabas vulnerable, porque sólo te hizo sentir peor. Es por eso por lo que te di todos estos días, no te molesté porque quería, en serio quería, que pusieras en orden todas tus ideas. Sé que te pedí una oportunidad y sé que me rechazaste, también sé que debería admitir mi derrotada, pero no quiero hacerlo, al menos no sin intentarlo una última vez.

» Quiero decirte algo importante también, que puede o no cambiar tu perspectiva, pero es bastante relevante. Debes saber que terminé toda relación con Irina y antes de que te sientas culpable también te diré que no tuvo nada que ver contigo. Por supuesto, sí, tengo sentimientos por ti, pero eso no fue la razón principal. Ella y yo no funcionábamos, punto, no hay más profundidad en eso y yo…

—Edward —paré su discurso, sintiéndome repentinamente abrumada—, lo sé. Lo sé todo.

Me miró sorprendido.

—¿Cómo?

—Rose me lo contó —expliqué—. Ciertamente no esperabas que me quedara mucho tiempo al margen, ¿verdad?

Suspiró.

—No quería que sintieras que es tu culpa.

—No me siento así —dije, y me sorprendí a mí misma dándome cuenta de que era verdad—. Sé que no lo hiciste por mí, sino por ti. Y está bien, era lo necesario para que fueras feliz.

—Es cierto —asintió dándome la razón—, pero eso no es lo único necesario para que sea feliz. Bella, yo… he cometido muchos errores. Un montón de ellos, tantos que no puedo empezar a contarlos, pero estoy intentando cambiar. Y quererte no fue un error, ni antes ni ahora. Vine aquí hasta ahora porque traté de darte tu espacio, en serio lo intenté, y tal vez me vea un poco mal por pedirte una oportunidad de nuevo sabiendo que ya me rechazaste en primer lugar, pero yo…

—Sí, Edward.

Me miró confundido.

—¿Cómo?

—Quiero darte una oportunidad —exhalé bruscamente. No pensé que diría esas palabras tan rápido—. Te quiero, en serio te quiero.

Él pareció estar en shock por un momento, pero al siguiente segundo ya estaba al lado mío, tomándome por los brazos y acercándome hacía él, aprisionándome en un fuerte abrazo. Reí divertida y casi sentí que me pondría a llorar de felicidad.

¿Por qué me negué a esto en primer lugar?

Sus ojos estaban brillantes y me perdí en ellos.

—También te quiero.

—Sin embargo —continué diciendo, aunque las ideas quisieron volar de mi mente por un momento—, me gustaría que vayamos lento… ya sabes, con la familia y todo eso, de otra forma lo sentiría raro.

Él asintió vehemente.

—Lo que quieras, amor. Pídelo y lo tendrás.

Sonreí y miré su boca, dándole una fuerte indirecta. Edward me devolvió la sonrisa, bajó el rostro hacia mí y dos segundos después sus labios estuvieron contra los míos. Me perdí y me fundí contra en él; todo lo demás dejó de existir mientras su lengua se enrollaba con la mía y sus brazos me rodeaban, tomándome de la cintura y la nuca.

Aún teníamos muchas cosas de que hablar y en qué ponernos de acuerdo, pero por el momento lo olvidé, porque todo se sintió perfecto.


Ah, ¡por fin están juntos! Y sólo les tomó un montón de idas y vueltas jaja. Rosalie fue de mucha ayuda, ¿no creen?

Me alegra que muchas entendieran a Irina el capítulo pasado, es precisamente lo que estaba buscando:) No es mala, simplemente está obsesionada con quien no debe.

Déjenme sus opiniones, ¿les gustó el capítulo?