Andante olvidadiza
Con la jornada concluida de forma satisfactoria, es momento de regresar a casa. Como ya es costumbre desde que Kumiko y yo nos hicimos cercanas, ella y yo nos dirigimos a la estación del metro en compañía de sus amigas, la tubista Hazuki Katou y la contrabajista Midori Kawashima. Si bien, no soy tan cercana a ellas dos como para considerarlas amigas mías, son bastante agradables y disfruto estar cerca de ellas. Bajo la luz de la puesta del sol, Hazuki se detiene un momento para atarse los cordones de los zapatos, tras notar que se le habían soltado unos pasos atrás.
—Hazuki, ¿compraste nuevas zapatillas? —pregunta Midori, notando el inusual color naranja en el calzado de su amiga.
—Sip. Estaban muy baratas. Adivina cuánto costaron.
—¿Alrededor de cinco mil yenes?
Hazuki imita el sonido de «respuesta equivocada» de los programas de concurso.
—La respuesta es… ¡mil quinientos yenes! Son de un modelo antiguo, así que obtuve un descuento.
—¡Oh, eso es un buen negocio!
—¡Lo sé! ¡Soy una buena compradora!
Enderezándose, Hazuki retoma su marcha junto a Midori. Kumiko y yo hacemos lo mismo un par de pasos atrás de ellas.
—¿Alguna vez usas zapatillas, Reina? —pregunta Kumiko, siguiendo el tema de sus amigas.
Miro a mis pies, detallando los brillantes mocasines negros que acostumbro a usar.
—Lo hago durante educación física, pero eso es todo. Atarse los zapatos durante todo el día es una molestia.
—Bueno, eso es verdad.
—Aunque creo que son lindos —aclaro—. A veces, alguien como Yuuko los usa.
—¡Ah, esos rosados!
Kumiko se refiere a unos que la presidenta posee cuyo color recuerda a las flores de cerezo y que fueron elogiados por Kaori alguna vez. Cuando Yuuko los calza, luce bastante orgullosa, aunque ella misma admite que no son muy cómodos para usarlos a diario.
—Me pregunto si los de primer año podrán marchar y tocar este año —comenta Hazuki, refiriéndose al primer gran evento de la banda en el año: el Sunfest.
Si bien es un evento enfocado en bandas marciales, es una tradición para nosotros participar allí, siendo la primera oportunidad de tocar juntos ante un público. El año pasado, Hazuki marchó sosteniendo unos pompones y haciendo una coreografía con otros miembros de la banda que, al ser novatos como ella o ser intérpretes de instrumentos que no puedan participar en una banda marcial (bien sea porque estén diseñados para ser tocados sin moverse —como el contrabajo— o son muy delicados con el ambiente —como el oboe—), no pudieron tocar con los demás.
—Bueno, si tienen experiencia, podrían hacerlo —respondo pasando mis dedos por mi cabellera—. ¿Qué tipo de nuevos miembros recibió la sección de bajos?
—¡Midori tiene un chico llamado Motomu! Dijo que viene de la academia Ryuusei —responde la contrabajista, que acostumbra a referirse a sí misma en tercera persona.
—¿En serio? ¿De Ryuusei? —No hay conexión entre esa academia y nuestra escuela, así que quedo asombrada de escuchar la procedencia de ese chico.
—También me sorprendí cuando lo vi por primera vez —interviene Hazuki—. Creí que era una chica.
Kumiko asiente, mostrando su acuerdo con lo que dice Hazuki.
—¡Midori tiende a ser mala con los chicos, pero no tuvo ningún problema con Motomu! —acota la contrabajista.
—Probablemente debido a su apariencia. ¿Pero no es su personalidad algo dura? Incluso Gotou estaba un poco desconcertado por él. Ya sabes, como un «no vale mi tiempo». ¿No tienes la impresión de que no se toma muy en serio la banda?
—Seguramente es un chico esquivo, pero Midori cree que se toma en serio la banda. Él levantó la mano sin dudar cuando votamos y sus dedos son diferentes.
—¿Sus dedos? —Pregunta Kumiko, extrañada. Midori asiente.
—Las puntas de los dedos de Motomu eran muy gruesas. ¿No es eso una señal de que él ensaya bastante?
—¡Vaya, buen trabajo, Midori! Bien por ti al captar esos pequeños detalles—. Hazuki levanta sus manos mientras habla. Por alguna razón que yo misma desconozco, hago lo mismo que ella.
—Las chicas tubistas son asombrosas. Eran amigas de la infancia, si mal no recuerdo —comenta Kumiko.
—Ah, esas dobles Suzuki. Tener dos chicas que hayan elegido a la tuba como su primera opción es lo mejor. Creo que me llevaré particularmente bien con Satsuki.
—Definitivamente. Tú y ella hablaron bastante.
Ver la sonrisa de mi novia me da a entender que, si bien la sección de bajos no es popular, sí obtuvieron buenos nuevos miembros.
—¿Qué hay del bombardino? —intervengo—. ¿Obtuviste algún miembro nuevo?
—Por supuesto —declara Kumiko con orgullo—. Este año tenemos a una chica cuya primera opción fue el bombardino.
—Kanade es una chica excesivamente educada. De alguna manera se siente como la nueva chica ideal, pero carece de impacto en comparación con los recién llegados de la tuba y el contrabajo —comenta Hazuki.
—No, no, ella no necesita ningún impacto. Normal está bien. Normal. —Kumiko agita las manos con firmeza al hablar.
—¿No sería esa chica más bombardina entonces? —pregunté con seriedad.
—¿A qué te refieres con bombardina?
—A lo que siempre estás hablando. Ya sabes, ese "sentimiento bombardino".
—¿Cómo es eso? —Kumiko sonríe algo incómoda ante mi explicación, aunque sinceramente ni yo me entiendo.
Hazuki dio una palmada mientras decía risueña:
—Eso seguro es bombardino.
Lo que quise decir es que muchas veces los músicos tenemos una personalidad que refleja en cierta medida el rol que nuestros instrumentos tienen en una banda, una orquesta o similares. Los bombardinos, pese a no ser muy populares, son instrumentos que tienen algo especial que los hace destacar cuando notamos que están ahí. También sus intérpretes tienen algo que los hace especiales. Asuka destacó en su momento por su carisma y dotes de liderazgo —y su innegable talento—. Natsuki lo hace por su apoyo y disposición servicial pese a que aparenta ser distante. Kumiko tiene su capacidad de decir las cosas en el momento adecuado. Esas características las hacen especiales de una u otra forma.
—¿Kanade no fue hasta Nagoya para escuchar nuestra presentación? —pregunta Kumiko, pensativa—. Dijo que vio el DVD de nuestra actuación una y otra vez. Ella debe ser una fanática apasionada de Kitauji.
—Eso o quizás ella ama al profesor Taki. Podría haber venido a Kitauji para recibir su orientación —sugiero, recordando mis propias razones para elegir esta escuela el año pasado. Kumiko me mira con algo de asombro mientras le sonrío.
—¿Y qué hay de las trompetas? Había muchos intérpretes experimentados, ¿o no?
—Sí.
—¿Algún talentoso?
—Algunos lo son. Por supuesto, ninguno de ellos está a mi nivel —declaro con altivez.
—Bueno, habría bastante caos si alguien como Reina viniera —interviene Hazuki.
—¡Pero sería muuuuy divertido de ver! —comenta Midori emocionada, sorprendiendo a su amiga.
—Ahora que lo pienso, hay una chica que es muy talentosa. — La imagen de Kohinata llega a mi mente. Y con ella, regresa la idea de verme superada por ella y cómo eso sigue sin incomodarme.
—Vaya, para que la halagues debe ser bastante buena. ¿Quién es? —pregunta Hazuki con curiosidad.
—Una chica llamada Yume Kohinata. Ella iba a la misma secundaria que yo, así que somos más o menos conocidas.
—La misma secundaria, ¿quieres decir la secundaria Kita? ¿La conoces también Kumiko?
—¿Qué tipo de chica era? —medita mi novia, algo que me extraña—. Las secciones de bajos y trompetas no tenían mucha interacción entre ellas en la secundaria, así que no la recuerdo de a mucho.
—Pero ella dijo que se encontró contigo, Kumiko. Ella estaba agradecida por el consejo que le diste cuando se topó contigo en el salón de los instrumentos durante el periodo de pruebas.
Los ojos de mi novia se abren a su máxima amplitud al escucharme.
—¿Qué? ¿Esa era Kohinata? ¿Con lentes?
—Sí, esa chica.
— Vaya, ¿no ha cambiado mucho desde la secundaria? ¿Su apariencia cambió mucho?
—Ella cambió su apariencia, pero por dentro es la misma.
La expresión de Kumiko cambia de la sorpresa inicial a un gesto de culpa.
—¡Oh, no! Le hablé como si fuera la primera vez que nos encontrábamos. Con razón parecía un poco confundida cuando le pregunté si tenía experiencia.
—Cualquiera lo parecería si uno de sus superiores de la secundaria lo olvidara —interviene Hazuki, algo exasperada.
—Midori cree que cualquiera saldría lastimado si se encuentra a un superior por primera vez en mucho tiempo y lo trata como su primer encuentro. Si fuera Midori, ciertamente estaría muy triste —expresa la contrabajista con preocupación.
—¡Por favor, no lastimen más mi conciencia! —Kumiko pone sus manos sobre su cabeza en señal de desesperación.
—¿Ayudaría si ella dijera algo como «es natural que me olvides, señorita Oumae»? —intervengo con tono burlón.
—¿Cómo crees que me ayudaría escuchar algo así, Reina?
A pesar de que me apena lo mal que lo pasaba mi novia con esa situación, sigue haciéndome gracia lo olvidadiza que puede llegar a ser. Hazuki palmea la espalda de Kumiko, intentando reconfortarla.
—Bueno, todos sabemos que eres un poco desconsiderada con los demás, así que está bien.
—Hazuki, esa es una extraña forma de consolarla —regaña Midori mientras busca algo en sus bolsillos. Al encontrarlo, se lo da a mi novia. Puedo ver que se trata de un caramelo con sabor a limón—. Estará bien si solo hablas con ella la próxima vez que se vean. Yume es una buena chica, ¿verdad? Entonces todo saldrá bien.
—Sí, gracias. —Kumiko asiente mientras Midori le sonríe. La amistad entre ellas dos es digna de admirar y debo admitir que las envidio.
Saliendo de la estación con rumbo a nuestras casas, noto que Kumiko mantiene su rostro serio. Al parecer sigue afectada por no haber reconocido a Kohinata antes. Pese a que en el metro hablamos de cosas triviales, solo sonrió un par de fugaces veces antes de volver a esa atípica seriedad en ella.
—Si te sirve de algo, yo tampoco la reconocí hasta que ella me dijo su nombre —cuento.
—Ese es el problema. A mí ni siquiera se me ocurrió preguntárselo. —Kumiko suspira mientras nos detenemos en el cruce peatonal en espera de la luz verde—. Arranqué con el pie izquierdo mi etapa de ser un modelo a seguir.
—Descuida. Ya tendrás oportunidad de arreglar las cosas con Kohinata. Eres una de las encargadas de los alumnos de primer año, así que se verán bastante seguido.
—Supongo que tienes razón.
La luz del semáforo cambia, lo que nos permite avanzar hacia donde nuestros caminos se separan.
Recordando lo sucedido el día de hoy, la idea de ser un modelo a seguir se me hace atractiva y aterradora a partes iguales. Soy una persona distante, pero no por eso quisiera desentenderme de los demás miembros de la banda, en especial de mi sección. Este año hay tres trompetistas de tercer año en los que los de primero pueden depositar sus dudas e inseguridades, pero el próximo solo seremos dos.
—El año pasado quería arrancarte la máscara de niña buena y arrojarla lejos. Ahora quisiera ponérmela yo.
—¿A qué viene eso? —pregunta mi novia confundida.
—A que no quiero ser una superior distante, desentendida de quienes me siguen, sino alguien más cercano. Alguien en quien se pueda confiar, a quien pedir consejo sin temor. Alguien como Kaori.
—Eso no sería muy tú de tu parte.
—Lo sé, pero quisiera cambiarlo. Tengo en mente esa idea desde que me reencontré con Kohinata hoy. Hay algo en ella que me incita a querer acogerla bajo mi cuidado. Reconozco su talento y sé que ella podría llegar a superarme si se esfuerza lo suficiente. Parte de mí quiere que eso pase.
Kumiko suelta una pequeña carcajada y, antes de que pueda reclamarle, besa mi mejilla cariñosamente, obviando que estamos en vía pública.
—Me alegra ver que quieras mejorar tus habilidades sociales, pero creo que eso haría que se perdiera una buena parte de tu encanto. Está bien que quieras acoger a Kohinata, pero puedes hacerlo sin dejar de ser tú misma. No necesitas cambiar para acercarte a las personas que te interesan, y yo soy la prueba de ello. Fuiste tú misma todo el tiempo y gracias a eso me enamoré de ti, de tus virtudes y de tus defectos también.
—Y ahí está esa habilidad tuya de hacerme sentir mejor con tus palabras. —Sonrío mirándola a los ojos—. Que siempre tengas las palabras adecuadas cuando la ocasión lo amerita es una de las cosas que amo de ti. Muchas gracias por eso.
Noto la forma en que se ruboriza, como cada vez que le decía cosas bonitas cuando recién empezábamos a salir, aunque esta vez no aparta su mirada.
—Es un placer servirle, majestad. —Una cálida sonrisa adorna su rostro al decirme esas palabras, aunque no deja de sorprenderme la última que pronuncia.
—¿Majestad?
—Tu nombre significa "mujer que gobierna en una monarquía" en español, y ciertamente tú gobiernas en mi corazón, de ahí que te haya dicho «majestad».
Mi sonrisa se amplía al escuchar su explicación. Ahora soy yo quien ignora el hecho de que estamos en vía pública y beso sus labios afectuosamente. Ella se sorprende por un instante de mi atrevimiento, pero no tarda en corresponder. Nuestros labios se mueven en total coordinación, siendo ya un acto tan natural en nosotras como lo es respirar. Pese a durar unos pocos segundos, este aventurado beso es suficiente para tener su sabor fresco en mi memoria hasta que volvamos a vernos el día de mañana.
Continuará…
