Trompeta concertina
Mentiría si dijera que no estoy nerviosa el día de hoy, a pocas horas de mi recital de trompeta. Pese a estar en la escuela, he aprovechado cada momento libre para repasar el Concierto de Trompeta de Tartini, pieza en la que he estado trabajando las últimas semanas, tanto a solas como con el ensamble de cuerdas con el que me presentaré esta tarde. Ellos se sorprendieron por mi talento la primera vez que ensayamos juntos, y creo que por lo mismo han sido bastante exigentes, en especial su director, que es más estricto que el profesor Taki. Esa presión extra me motiva más a querer dar una presentación perfecta.
—Eso no suena para nada como Sky o Liz —comenta Yuuko, apareciendo por la puerta que conduce al puente que une los dos edificios de la escuela—. ¿Te parecen tan fáciles que prefieres distraerte tocando otras cosas?
—Para nada —niego, contándole sobre mi recital.
—¿Eso significa que no estarás con Oumae en el festival Agata?
Giro mi cabeza en señal de negación.
—Ella estará entre el público del recital, así que, de una u otra forma, estaremos juntas.
Yuuko sonríe, aunque puedo notar cierto aire de tristeza en su mirada.
—¿Sabes? Realmente admiro que ya estés haciendo planes a futuro y que sean a tan alta escala. "Ser la mejor trompetista del país" suena a una locura de labios de cualquiera que no seas tú. Yo misma dije esas palabras cuando comenzaba a aprender a tocar, pero el tiempo se encargó de mostrarme que no tengo lo que se necesita para lograrlo. Por más que me esfuerzo, siempre hay algo que me impide ascender, y he aprendido a vivir con ello. Además, tengo otras pasiones y sueños que van en contravía de ser una trompetista profesional.
—Entiendo. Aunque me sorprende que digas que admires algo de mí. Creí que lo único que despertaba admiración de tu parte era Kaori. —Rio al ver la expresión que pone con la sola mención de su amada ángel, como ella misma le dice.
—Déjame en paz —dice en un suspiro—. Ella tiene un lugar especial en mi corazón, pero no por eso estoy cerrada a tener sentimientos por otras personas. Ahora, si me disculpas, tengo cosas importantes que atender y a una Natsuki que soportar. Suerte en tu recital, Kousaka.
Ondeo mi mano mientras ella regresa al interior de la escuela. Luego, retomo mi ensayo.
Como ya es costumbre en esta fecha, las actividades de los clubes terminan antes para permitir que los alumnos se preparen para participar del festival Agata. Doy gracias a las deidades de que sea así, ya que me da el tiempo suficiente para ir a casa y cambiarme de ropa sin tener la presión de llegar tarde al recital. Habiendo guardado mi trompeta en su estuche, me dirijo hacia el salón de los instrumentos para guardar ahí el atril donde pongo las partituras, y las hojas con la música de Liz y Sky, que no voy a necesitar más por el día de hoy. A medida que me acerco, oigo unas voces provenientes del salón. Poco a poco estas se van haciendo más inteligibles.
—¿Por qué? —escucho que pregunta una de ellas. Su tono es algo infantil y sé que lo he escuchado antes, pero no recuerdo de donde—. Solo hablas con los demás de forma cortés, Kanade, y eso se siente como si te estuvieras burlando de ellos. Por el contrario, yo muestro mi cariño cuando les hablo y creo que a ellos no les molesta.
—No juegues, Ririka.
—Ay, otra vez con eso. Y yo que te amo tanto.
—Bueno, admito que también te amo.
Escuchar esas palabras hace que me detenga al instante. Había visto que Ririka y Kanade son particularmente cercanas, pero no pensé que a ese nivel. Creo que lo mejor es no interrumpirlas.
—¡Vaya, qué atrevida! ¿Quieres un beso? —exclama Ririka.
—Así estoy bien.
—¡No tienes que reprimirte!
—Como siempre, ustedes dos son muy cercanas —interviene una tercera y muy familiar voz que me hace retomar mi camino.
—¡Por supuesto! ¡Somos una pareja cariñosa!
—Dices eso con cada persona con la que estás, ¿verdad, Ririka? —reclama Kanade.
—¿Estás celosa? Relájate un poco. Eres mi número uno.
—¿Y cuántos números uno tienes?
—¡Eres tan grosera! —exclama Ririka, seguido del sonido de un llanto que realmente sonaba fingido, algo que confirmo al entrar al salón y verla bajando su brazo y poniendo una actitud algo más seria. No hallo ni un solo rastro de lágrimas en sus ojos.
—Así que también estás aquí, Kumiko —comento. Mi novia asiente y suspira algo aliviada. Al parecer se sentía algo incómoda con ellas dos.
—¡Gracias por darlo todo, señorita Kousaka! —dice Ririka.
—Igualmente, ustedes dos. —Ondeo mi mano junto a mis palabras y me dispongo a guardar lo que tomé para mi ensayo—. Por cierto, Ririka, ¿lograste hacerte amiga de Yoroizuka?
—Bueno, no podría decir que seamos super amigas, pero al menos ya conversamos de manera casual.
—¿Casual? —interviene Kumiko.
—Sí. Cosas como el clima que hace o lo que nos gusta comer. Ya sabes, ese tipo de cosas de las que puedes hablar con todo el mundo. Parece que a Mizo le gustan las gomitas con sabor a soda.
—¿Mizo? —Levanto una ceja al oír la forma en que Ririka se refiere a Yoroizuka.
—Ella no ve problema en que la llame así. Nuestros superiores son muy amables, sobre todo la vicepresidenta. ¿No es así, señorita Kumiko?
—Tienes razón —admite mi novia—. Natsuki ciertamente es muy amable.
—Pero personalidad y talento no están relacionados, ¿o sí? —interviene Kanade. Es la primera vez que la escucho hablar con un tono de voz tan frío—. No pienso para nada en ella. Es alguien a quien no necesito prestarle atención. Puede que esté en tercero, pero eso no tiene nada que ver con las audiciones. De hecho, no hay nada que esa chica pueda enseñarme a pesar de estar en un grado superior.
—Kanade está hablando de más —murmura mi novia.
Esa forma de pensar de Kanade me es muy familiar. Es algo que yo misma he pensado hacia más de una persona desde hace un buen tiempo. Aún tengo algo de esa soberbia dentro de mí, pero desde que me hice cercana a Kumiko, he aprendido a valorar a las personas más allá de su talento. Yo misma pensaba de forma similar respecto a Yuuko, pero el tiempo y la influencia de mi novia me hacen valorar a la presidenta como la líder que es.
—Dices eso, pero ¿no sientes curiosidad por ella, Kanade? —pregunta Ririka con una sonrisa sugestiva, abrazándose con fuerza al brazo de la otra chica—. Dices "no, no", pero en realidad te agrada.
—Entonces, dado que siempre me dices "te amo, te amo", ¿eso significa que realmente me odias? —contraataca Kanade.
—No es así para nada. Yo te amo. En serio te amo.
—Eso se siente un poco raro de tu parte.
—Si no puedo decirlo, entonces no tengo más opción que escribirte una carta de amor.
—Estás realmente ansiosa, ¿no? Siento que vas a escribir otro poema de amor. —Pese a lo que dice, el tono de voz de Kanade ya no tiene la hostilidad que mostró al hablar de la vicepresidenta.
—Perdóname por estar tan enamorada de ti. —La forma tan dramática de hablar de Ririka hace que me cueste tomarla en serio—. Incluso dediqué parte de la hora de la clase de matemáticas para escribir esa obra maestra.
—Así que por eso incluiste términos como "coseno" y "tangente" en el poema.
—Creo que mejor nos vamos, que se nos hace tarde —le digo a mi novia. Ella asiente y se despide de las menores mientras abandonamos el salón de instrumentos musicales—. ¿Qué onda con la relación de ellas dos? —pregunto cuando ya estamos bastante alejadas.
—No lo sé —responde Kumiko dando un suspiro—. En verdad son bastante cercanas, pero no podría decir a ciencia cierta si son solo amigas o son pareja. Lo que sí puedo decir es que son un dolor de cabeza cuando se lo proponen. Gracias por sacarme de ahí.
Sonrío y niego con la cabeza. Realmente siento que no hice nada más allá de solo decir que se nos hace tarde.
Frente al espejo doy unos últimos retoques a mi atuendo para el recital. Elegí un vestido simple, pero elegante de una sola pieza, de un azul tan oscuro que podría confundirse con el negro de la noche, y con transparencias en los hombros y el escote, acompañado de unos zapatos de tacón del mismo color. Una vez termino de atar mi cabello en una cola de caballo, respiro con fuerza tratando de relajarme y salgo de mi habitación.
El clima no ha sido tan benevolente este año como lo fue el anterior, siendo hoy un día lluvioso. Por tal motivo, mi padre decidió llevarnos hasta el Salón Cultural de Kita, lugar donde se llevará a cabo el recital. Kumiko se negó en un principio a ir con nosotros, pero al percatarse de lo fuerte que arreciaba la lluvia en aquel momento, terminó aceptando.
Con todo listo, abordo el auto de mi padre, ubicándome en los asientos traseros con el estuche que porta mi trompeta sobre mis piernas. Mis padres ocupan los asientos delanteros. Viajamos en relativo silencio, solo interrumpido cuando le doy indicaciones a mi padre sobre cómo llegar al edificio donde vive Kumiko, al que llegamos en un par de minutos. Llamo a mi novia para indicarle que ya estamos aquí. Ella tarda poco tiempo en aparecer en la puerta de su edificio y vaya que me quedo embobada al verla con un vestido negro de falda larga, acompañado de una blusa fucsia de cuello cerrado y zapatos de tacón también negros. Me apresuro a abrir la puerta del auto para recibirla. Kumiko saluda a mis padres diciéndoles que es un placer conocerlos al ser la primera vez que se ven y, tras un par de palabras amables de su parte, retomamos nuestro camino.
Tras unos cuarenta minutos de viaje, en los que los cuatro conversamos de temas triviales, llegamos al Salón Cultural. Mis padres y mi novia me desean la mejor de las suertes antes de bajar del vehículo. Siguiendo las indicaciones que el director del ensamble me envió, llego a una sala donde poco a poco los demás integrantes van llegando para afinar sus instrumentos y prepara su repertorio. Una vez que estamos todos reunidos, el director se ubica al centro de la sala.
—Bien, damas y caballeros, no todos los días ocurre un evento así. Puede parecer uno más de nuestros recitales para entretener a los aficionados a la música orquestal, pero hoy puede ser más que eso. En los ensayos hemos podido ser testigos de lo talentosa que es la señorita Kousaka, quien hoy debuta fuera del entorno escolar al que está acostumbrada, lo que significa que hoy puede ser el nacimiento de una estrella de la trompeta. Poder ser partícipe de ese evento es algo que debería llenarnos de orgullo. Señorita Kousaka, es su momento de brillar como nunca antes lo ha hecho.
Me quedo sin palabras. Los integrantes del ensamble aplauden y me sonríen con afecto. Espero no dejarme llevar por el ego y arruinarlo todo.
El recital se compone de piezas de compositores barrocos como Vivaldi, Corelli, Händel e incluso Bach. Realmente es un placer escucharlos mientras espero mi turno, ya que la pieza que tocaré con ellos será la última del programa. Tras cerca de cincuenta minutos, el director mira hacia donde me encuentro y asiente antes de dirigir su palabra a la audiencia.
—Para la siguiente pieza vamos a contar con la colaboración de una joven promesa. Durante los ensayos que hemos tenido, ella ha demostrado haber heredado las habilidades de su padre, el maestro Ryuichi Kousaka, y ahora ustedes serán testigos de lo que ella es capaz con apenas 17 años. Recibamos con un fuerte aplauso a la señorita Reina Kousaka.
Mientras los asistentes al recital aplauden, camino con rumbo al centro del escenario, haciendo una pequeña venia al director cuando llego a su lado y otra al público. Doy un pequeño vistazo hacia los presentes, viendo a mis padres en primera fila junto a mi profesor de trompeta. Al lado de este se encuentra un hombre de apariencia occidental y un rostro serio que alcanza a intimidarme un poco. Seguramente sea aquel profesor de Julliard que mencionó mi padre. Y justo al lado de él, aplaudiendo con todas sus fuerzas, está Kumiko. Nos sonreímos cuando nuestras miradas se cruzan, dándome toda la seguridad que me faltaba para sentirme lista.
Una vez que se hace el silencio, el ensamble comienza a tocar, dando la melodía principal del primer movimiento del Concierto para trompeta en re mayor de Tartini. Tras unos compases, llevo mi trompeta a la boca y comienzo a tocar la misma melodía. Luego, entramos a alternarnos la melodía de la parte b del movimiento. Este "jugueteo" continúa a lo largo del movimiento, sin que la trompeta pierda nunca su protagonismo, permitiéndome hacer más de un ornamento, siguiendo las partituras. Al finalizar el allegro moderato, le sigue el andante, un movimiento más lento y algo más corto, donde la melodía de la trompeta pide por momentos sonar algo melancólica, o al menos así lo sentí cuando la preparaba. El concierto finaliza con su tercer movimiento, allegro grazioso, donde vuelve el intercambio melódico entre la trompeta y las cuerdas, con sonidos rápidos y uno que otro ornamento que da esa sensación graciosa que el nombre del movimiento indica. Este movimiento presenta un solo de trompeta en el que voy a mi ritmo. El solo finaliza dando pie a la melodía inicial del tercer movimiento, concluyendo así el concierto.
El público se pone de pie para aplaudir, lo que me hace sonreír mientras hago una venia junto al resto de los músicos sobre el escenario. Noto que aquel hombre occidental le dice algo a mi profesor, quien sonríe al escucharlo. Esto me da una buena espina.
Mi madre no es la persona más abierta del mundo a dar muestras físicas de afecto, por lo que me sorprende sentir su abrazo cuando salgo de la sala donde había dejado mis cosas, tras guardar mi trompeta en su estuche.
—Estuviste magnífica, hija. Realmente te luciste hoy en el escenario —declara mientras aumenta la fuerza de su agarre.
—Gracias, madre. Esas palabras significan mucho viniendo de ti.
—Ten cuidado, Chika, no vayas a asfixiar a nuestra hija —interviene mi padre con una sonrisa—. Buen trabajo, Reina. Estoy orgulloso de ti.
Ni bien mi madre me suelta, otros brazos me sujetan con fuerza, haciendo que mi sonrisa se amplíe.
—Eres increíble, Reina. Estoy muy feliz por ti —dice mi novia en un tono jovial, pero luego susurra algo que automáticamente borra mi sonrisa—: Eres una mentirosa al decirme que no estoy lejos de tu nivel, para luego mostrar lo inalcanzable que eres para mí.
Y así es como un logro personal se empaña por las inseguridades de alguien que amas. Me dejé llevar por la emoción de tocar junto a un grupo de músicos profesionales y olvidé que Kumiko no es del todo confidente en su talento. Realmente pienso que ella es una de las mejores bombardinistas que conozco, así como de las más talentosas músicas en Kitauji, pero no sé cómo hacérselo llegar sin que ella use mis habilidades como argumento en contra.
—Perdón…
—No tienes por qué disculparte, majestad. —Kumiko se separa un poco de mí, dejando sus brazos sobre mis hombros y mostrándome una brillante y sincera sonrisa—. No puedo estar sino feliz de que le muestres al mundo lo prodigiosa que eres. No quiero que mis inseguridades sean un obstáculo para ti. Mereces la grandeza y quiero ayudarte a que la obtengas, no frenarte.
Sonrío una vez más. Antes de que pueda decir algo, mi profesor aparece en el pasillo, llamándome. Junto a él va aquel hombre occidental. Kumiko se aparta de mi campo visual, ubicándose justo a mi lado.
—Realmente nunca decepcionas, señorita Kousaka. Superaste por completo mis expectativas con tu actuación de hoy. Permíteme presentarte a Dylan Barnes, profesor de trompeta de la universidad de Julliard y un buen amigo mío. Dylan, she is Reina Kousaka, one of my best students.
Ver a aquel hombre de cerca es algo intimidante. Es bastante alto y la expresión seria de su rostro impone respeto.
—N-nice to meet you, mister Barnes —hablo nerviosa, poniendo a prueba el poco inglés que sé.
—Pleased to meet you too, Miss Kousaka. I'm quite impressed about your skills.
—Dice que está bastante impresionado con tus habilidades —traduce mi profesor, algo que agradezco en mis adentros—. De camino a acá estuvimos conversando un poco sobre tu futuro. —El señor Barnes me tiende una carpeta con el logo de Julliard impreso en ella, la cual tomo entre mis manos—. Sé que apenas estás en segundo de preparatoria, pero Dylan y yo creemos que tienes grandes posibilidades de entrar a Julliard cuando te gradúes, así que toma esto como una invitación a que la consideres.
—Claro. —Suspiro, viendo de reojo la sonrisa de Kumiko a mi lado—. Daré lo mejor de mí para pertenecer a tan prestigiosa universidad.
Ambos hombres asienten y se retiran. Mi familia, Kumiko y yo también comenzamos nuestra marcha rumbo al auto, conversando sobre el recital y lo que me deparará el futuro tras conocer a Dylan Barnes.
Continuará…
