Oboe dudoso
Superada la etapa de Kioto, nuestro siguiente paso en nuestro camino al oro en las nacionales, Kansai, está a poco menos de un mes. Eso es un lapso bastante corto para prepararnos, pero se compensa con el inicio de las vacaciones de verano, tiempo en el que seguimos asistiendo a la escuela en los mismos horarios, solo que dedicados por completo a ensayar.
Aún continúo dudosa acerca del desempeño de Yoroizuka en Kioto. He escuchado varias veces nuestra presentación de aquel día y esa sensación de que ella no dio todo de sí sigue ahí. Quisiera saber las razones de su actuar, pero dudo que alguna vez llegue a saberlas, tomando en cuenta lo cerrada que ella es a la hora de hablar, incluso con personas cercanas a ella como Yuuko o Nozomi.
—¿Pasa algo, majestad? —pregunta Kumiko, sentada a mi lado en el vagón del metro mientras vamos camino a Kitauji.
—¿Por qué la pregunta?
—Bueno, has estado pensativa desde la competencia de Kioto. Es sobre la banda, ¿verdad?
Si hay alguien que me conoce tan bien como para casi leerme la mente, esa es Kumiko. Sus ojos ámbar me miran con curiosidad.
—Sí. Más específicamente sobre Yoroizuka.
—¿Qué pasa con ella?
Miro sus ojos con asombro. Ella es bastante perceptiva con los demás, ¿cómo no ha notado que algo no va bien con nuestra oboísta estrella?
—¿No crees que algo raro le pasa?
Kumiko medita por un momento.
—Bueno, la he visto algo emocionada por Nozomi, pero eso es normal. Ellas dos están trabajando duro para ir al mismo conservatorio juntas, así que no creo que Mizore se cierre como lo hizo el año pasado.
—No hablo de su vida personal, sino de su interpretación.
—¿Su interpretación? Creo que fue excelente, como siempre.
—¿En serio, Kumiko?
—¿No lo crees así, majestad?
—No diría que fue mala, pero…
Necesito reorganizar un poco mis palabras. Kumiko le tiene un gran aprecio a Yoroizuka, así que no quiero que me malinterprete. No tengo sentimientos negativos hacia la oboísta, sino auténtica preocupación, ya que de su desempeño depende que logremos el oro en las nacionales.
—¿Pero? —insiste mi novia.
El vagón se detiene en nuestra estación de destino.
—No creo que ella haya mostrado en Kioto todo lo que es capaz de hacer.
Su boca se abre, pero no emite ningún sonido. Desconozco la razón por la que la dejé sin palabras, pero siento que he dicho lo correcto respecto a Yoroizuka. ¿Por qué ella se está restringiendo? Realmente quisiera saberlo. Mi novia y yo nos bajamos del vagón y caminamos a la escuela en completo silencio.
Caminando por los pasillos de Kitauji con rumbo al salón de música, el sonido de un piano nos toma por sorpresa. Si mal no estoy, se trata del Mussete en Re mayor del cuaderno para Anna Magdalena Bach, pieza de nivel básico que es usual que sea solicitada en los conservatorios a la hora de hacer un examen de admisión, tanto si estudiarás piano como instrumento principal o como secundario.
—¿También puedes tocar el piano, Mizo? ¡A-som-bro-so!
La voz de Ririka nos recibe al momento de abrir la puerta del salón. Yoroizuka deja de tocar por un momento para mirar hacia la puerta. Algo en mis adentros decía que se trataba de ella. Aún en la distancia se podía distinguir su elegante forma de atacar las notas, incluso en otro instrumento.
—Buenos días —saludamos mi novia y yo a la vez.
—Buenos días —responde la oboísta mayor con su habitual bajo volumen en la voz.
Al echar un vistazo alrededor, noto que Kanade también está aquí. Encontrar a este par y no ver señales de Nozomi es algo inusual.
—Muy buenos días tengan ustedes dos —saluda la joven bombardinista con su tono educado—. Debe ser natural para ustedes llegar tan temprano para ensayar.
—¿Ustedes siempre llegan tan temprano para ensayar? —pregunta Ririka con asombro—. ¡Estoy tan impresionada!
—Lo mismo digo —afirma Kumiko—. Ustedes dos llegaron bastante temprano hoy.
—Tenía ganas de ensayar hoy, aunque solo he podido repasar lo básico, ya que no estoy en el grupo competitivo. Por cierto, si no es mucha molestia… —Ririka junta sus manos y se inclina ante mi novia, en una actitud suplicante no muy creíble—, ¿podrías darme algo de tutoría, señorita Kumiko?
Sujetando a su… ¿Amiga? ¿Novia? O lo que sea por el cuello de su uniforme, Kanade la aleja de Kumiko.
—Ririka, no deberías molestarla.
—¿Eh? No la estoy molestando, ¿verdad, señorita?
—Ah, no, para nada —responde Kumiko, algo dudosa.
Kanade suspira con pesadez.
—Dios mío. ¿No puedes mantener tu dignidad como superior? Y tú, Ririka, no juegues con Kumiko.
—Siempre me dices eso —protesta la joven oboísta haciendo un puchero—. Es muy injusto que solo a mí me digas esas cosas tan groseras.
—Solo las digo cuando son necesarias.
—¿Qué necesidad es esa? Ah, ya entendí. ¿Estás celosa de que me acerque a la señorita Kumiko? —La forma en que Ririka cambia de un tono infantil travieso a uno algo más sugestivo es algo desconcertante. En serio, ¿cuál es la naturaleza de la relación entre ella y Kanade?—. Sabes que eres mi número uno, Kanade.
—Sí, sí, lo sé. Tú también eres mi número uno, Ririka. —Pese a su tono de voz, en apariencia indiferente, hay algo de rubor en las mejillas de Kanade.
Kumiko, al parecer más acostumbrada, sonríe con ternura maternal viendo los coqueteos de las menores. En todo este rato, Yoroizuka ha estado concentrada en el piano, mientras que cierta flautista sigue brillando por su ausencia.
—Nozomi no está aquí hoy, ¿verdad? —pregunto.
—Ella se tomó el día para ir a una visita de campus abierto —responde Yoroizuka.
—¿No tenías que ir también?
Ella niega con su cabeza, en un movimiento bastante suave.
—Solo quiero ir al conservatorio. Nozomi tiene muchas otras opciones, así que ella tiene que ir a verlas.
Levanto una ceja ante sus palabras. No creo que esté mal que quiera estudiar música, pero aún con eso, debería tener más de una opción a tener en cuenta. Veo que Kumiko abre su boca para intervenir, pero es la voz de Ririka la que escuchamos.
—Mizo tiene que aprender a tocar el piano para su examen. También tiene que estudiar mucha teoría musical. Los exámenes de los conservatorios son muy difíciles, ¿verdad?
Su punto es bastante válido. Tanto mi padre como mi profesor de trompeta me han advertido de la dificultad de los exámenes en los conservatorios.
—Escuché que la señorita Kousaka también quiere ir al conservatorio. ¿Eso es verdad? —pregunta Kanade.
—Así es.
—Creo que es algo extraño ver a alguien de tercero decidir ir al conservatorio de repente. Siempre he pensado que la mayoría de los estudiantes deciden antes, como la señorita Kousaka —medita Ririka.
Kumiko asiente, dándole la razón. De nuevo, su punto es válido. Hay mucho en qué pensar al decidir ir a un conservatorio, como me lo hicieron notar los profesores Taki y Matsumoto durante mi audición. Si bien es casi seguro que Yoroizuka irá por la formación en música clásica, ya que en otros ámbitos el oboe es muy poco utilizado, cada conservatorio tiene su propio estilo de enseñanza. Además, ella podría expandir sus horizontes si llega a aprender a tocar el corno inglés o alguna reconstrucción de los instrumentos de doble lengüeta barrocos.
—No es raro que haya gente que decide lo que quiere estudiar estando en tercero de preparatoria —afirmo—, pero creo que la mayoría de los que tienen aspiraciones altas eligen su camino mucho antes. Tengo la impresión de que quienes tocan instrumentos de cuerda como el violín eligen su camino cuando son jóvenes. Además, dependiendo del conservatorio, los exámenes pueden ser en japonés o en inglés.
—¿Qué? ¿También tienes que estudiar eso, majestad?
Tanto Ririka como Kanade e incluso Mizore miran a Kumiko tras lo que acaba de decir, tomando especial cuenta de que es la primera vez que me dice así frente a otras personas. Sus mejillas sonrojadas y el hecho de que haya puesto sus manos sobre su boca indican que, una vez más, pensó en voz alta. Opto por no remarcar esa palabra y, antes de que alguien haga alguna pregunta, retomo el tema del que venía hablando.
—Por supuesto, el talento nato es importante, pero la forma en que has estudiado tiene un gran impacto en una posible admisión. Recalco que depende de cada conservatorio, pero tu habilidad en tu instrumento principal, en el piano como instrumento secundario, al momento de escuchar e incluso tener conocimientos en composición escrita ayudan a determinar si eres aceptado o no.
—Vaya que son muchas cosas que tienes que saber —comenta Kanade.
—Por eso es que muchos aspirantes eligen a temprana edad si quieren hacerlo o no. Se necesita tiempo para adquirir esas habilidades.
—¡Entendido! —exclaman las menores.
No esperaba estar involucrada en una charla vocacional, mucho menos darla, pero debo admitir que se siente bien tener su atención en lo que digo, y que me haya hecho entender.
—Así que por eso estabas tocando el piano, ¿verdad, Mizore? —pregunta Kumiko. La oboísta asiente.
—Vine al salón de música para practicar con él.
Ririka presiona una de las teclas. Por su posición y el tono de la nota, deduzco que es el si bemol más alto del instrumento.
—También iba a mi antiguo salón a practicar, aunque tengo un teclado en casa con el que puedo hacerlo, ya que no tenemos un piano. ¿Tú tienes uno en casa, Mizo?
—Sí, el mismo modelo que este.
—¿Eso significa que tienes un piano de cola? —pregunta Ririka con asombro.
—Así es.
—Wowies, ¿tienes un piano de cola en tu casa? Ahora que lo pienso, eres la dueña de tu oboe, ¿verdad, Mizo? Si compraste un oboe, ¿significa que eres de familia rica?
—Para nada. Somos de clase media.
—¿Pero los oboes no son caros? Mis padres no pudieron comprarme uno.
Al igual que Ririka, yo también dudo de que la familia Yoroizuka sea de clase media. En efecto, los oboes —y los instrumentos de doble lengüeta en general— son bastante más costosos que otros instrumentos de viento; el oboe que usa la joven Kenzaki es propiedad de Kitauji. Además, no cualquier familia de clase media puede costearse un piano de cola, ni tiene el suficiente espacio en su casa para uno.
—Las matrículas de los conservatorios son altas. Si lo piensas, la teoría de que provienes de una familia rica tiene sentido, Mizo —insiste Ririka—. ¡Eso sería maravilloso! Me encantaría ir a tu casa alguna vez.
Kumiko y yo intercambiamos miradas, algo desconcertadas por la repentina petición de la oboísta más joven. Esta chica es bastante interesante.
—Está bien que vengas —responde Yoroizuka tras meditarlo un momento.
—¿Eh? ¿En serio? ¡Hurra! ¡Estoy tan feliz!
Y vaya que Ririka lo está. Tiene una amplia sonrisa en su rostro e incluso da pequeños saltos llevada por la emoción. En contraste, Kanade se ve sorprendida e incluso molesta.
—Señorita Yoroizuka, no es necesario que atienda desinteresadamente al egoísmo de Ririka.
—Oh, aquí vas de nuevo, Kanade. Vas a hacer que Mizo cambie de opinión.
Yoroizuka niega con la cabeza, mostrando bastante calma en sus acciones.
—Está bien, no es nada descabellado. —Mientras habla, sus ojos se van cerrando con lentitud, como rememorando algún recuerdo agradable—. "Cuida de tus menores" es lo que me dijo Nozomi.
Ya se había tardado en mencionar a la flautista ausente. Creo que hay una cierta obsesión hacia ella por parte de Yoroizuka, y eso puede terminar muy mal. Admito que también tuve una época obsesiva con el profesor Taki —fue gracias a eso que entré en esta escuela—, así que puedo empatizar con ella en cuanto querer siempre tener en mente a esa persona especial en quien te has fijado. Espero que ella también encuentre ese algo que la haga ver que hay más mundo aparte de Nozomi Kasaki.
—No lograste que Mizo cambiara de opinión —canturrea Ririka, dando brincos en torno a una muy frustrada Kanade—. Por cierto, me debes mil yenes.
—¡¿Cómo que te debo dinero?!
—¿Ya lo olvidaste? Teníamos una apuesta sobre con quién está saliendo la señorita Kumiko.
¿En serio ese par hizo una apuesta acerca de mi novia?
—¿Por qué apuestan sobre mis relaciones personales? —interviene Kumiko, algo ofuscada.
Ambas chicas guardan silencio. Puedo notar cierto temor en sus miradas.
—¿Y bien? —insiste mi novia con los brazos cruzados.
El silencio se perpetúa por varios minutos en el salón. Incluso Yoroizuka mira expectante a las dos menores. Finalmente, es Kanade quien rompe el silencio.
—¡Ririka fue la de la idea! ¡Ella me presionó a aceptar!
—¡No habría llegado a tal extremo de no ser por lo mucho que insistías en que la señorita Kumiko estaba saliendo con el joven Tsukamoto! Te dije que estaba saliendo con la señorita Kousaka, pero nunca me creíste.
—¡Los he visto en más de una ocasión conversando fuera de la escuela, e incluso yendo juntos en el vagón del metro!
—¿Acaso has visto que la señorita Kumiko sea igual de melosa con él que con la señorita Kousaka?
—No, pero el hecho de ver a dos chicas juntas no implica que sean pareja. No todas son como nosotras, Ririka.
—Lo mismo aplica para una chica y un chico —interviene Kumiko. Si bien habla a un volumen moderado, puedo notar que se está reprimiendo un poco—. Shuuichi y yo somos amigos de la infancia y vivimos en el mismo edificio. Nada más. Y sí, estoy saliendo con Reina. ¿Pueden dejar de inmiscuirse en mi vida privada?
—Lo sentimos —dicen a la vez las dos menores, realmente apenadas por lo que puedo ver.
Kumiko da un largo suspiro y, sin decir nada, da media vuelta y se dispone a salir del salón.
—Hacer ese tipo de especulaciones está mal, chicas, y más cuando hay dinero de por medio. Espero que no lo vuelvan a hacer —expreso antes de seguir a mi novia.
Ambas caminamos en completo silencio hasta el salón de instrumentos, donde Kumiko guarda su bombardino. El ambiente se siente tenso, siendo esta la primera vez que tengo esta sensación al estar junto a ella.
—Lo lamento —murmura mientras saca su instrumento del estuche.
—¿Por qué? Tu reacción fue completamente justificada.
—No por mi reacción… —Kumiko gira sobre sí misma, mirándome a los ojos. Parece que hay un par de lágrimas que quieren escapar de los suyos—, sino por lo que dijo Kanade. Quizás no debería…
Adivinando lo que iba a decir, ubico mi dedo índice sobre sus labios.
—No soy ese tipo de persona y lo sabes, amada mía. No voy a prohibir ni restringir con quién te ves o con quién entablas amistad. Eres libre de ser tan sociable como quieras, ambas lo somos. Confío plenamente en ti.
Kumiko deja su bombardino en el piso y me abraza con todas sus fuerzas. La tensión que sentía ha desaparecido. Correspondo su abrazo acariciando su espalda.
—Gracias, majestad. No sabes lo mucho que me alivia escuchar esas palabras. Te amo y no defraudaré tu confianza.
—También te amo, Kumiko. Y sé que no lo harás, así como yo tampoco defraudaré la tuya.
Kumiko busca mis labios y los junta con los suyos, sellando así este pacto de amor y confianza mutua.
Continuará…
Yamianna: me alegra tenerte de vuelta y que sigas disfrutando la historia. Aquí segimos adelante
Gracias por leer.
