Nocturno romántico
Frente al espejo doy unos últimos detalles a mi atuendo para mi cita de hoy con Kumiko. Con cuidado abotono los botones de la camisa blanca sin mangas que elegí para hoy, complementando una falda azul rey que me llega hasta las rodillas. Estoy segura de que a mi novia le encantará verme así. Sobre mi cama hay una mochila en cuyo interior hay una muda de ropa adicional y algunos implementos de aseo. Estoy particularmente emocionada por esta noche, al ser la primera que paso en casa de alguien de fuera de mi círculo familiar, y qué mejor que sea mi novia la persona con quien comparta esa experiencia.
—¿Ya estás lista, Reina? —pregunta mi madre entrando en mi habitación—. Te ves hermosa.
Veo en su mirada una mezcla de orgullo, admiración y, por alguna razón, algo de tristeza.
—¿Todo bien, madre?
Ella asiente.
—Solo estoy preparándome para dejarte ir.
—Solo es una noche. Aún viviré aquí por un tiempo.
—Lo sé, pero… —Con cariño, mi madre me envuelve en sus brazos y besa mi coronilla—, si todo sale bien, en uno o dos años estarás yendo a estudiar fuera del país. Esta noche es el primer paso de la preparación para cuando llegue ese momento.
Ese momento… También yo debería prepararme para eso. Irme a vivir fuera del país, lejos de mis padres, de las pocas personas a las que considero amigos, de mi novia… Pensar el ello me causa un conflicto interno. A mis 17 años quiero tenerlo todo, pero veo que eso es imposible. Ese momento en que deba dejar a mis seres queridos atrás para ir hacia mis sueños llegará tarde o temprano.
—Por cierto, dale esto a los Oumae cuando llegues allá —pide mi madre tras soltarme, dándome un paquete en cuyo interior hay varios dulces occidentales.
—Seguro.
Como ya es habitual en mí, llego unos minutos antes de la hora acordada a la estación del metro. Sentándome en una banca, tomo un libro que traigo en mi bolso y me dispongo a leerlo. No pasa mucho tiempo antes de que escuche la voz de la persona a la que espero.
—Perdón por hacerte esperar.
Cierro el libro y me pongo de pie, admirando a mi bella novia. Noto que usa el mismo vestido negro que usó en mi recital, esta vez acompañado de una camisa a rayas rosadas y, al igual que yo, usa sandalias.
—Tranquila, llegué hace poco —aseguro. Noto algo inusual en el rostro de Kumiko, por lo que me acerco a ella y acaricio con suavidad uno de sus párpados inferiores—. Parece que tienes ojeras. ¿No pudiste dormir anoche?
—Apenas pude conciliar el sueño —admite dando un leve bostezo—. Tenía muchas cosas en la cabeza.
—¿Cosas malas?
—Se podría decir que sí, en buen y mal sentido.
Kumiko acompaña sus palabras con una sonrisa algo sugestiva. Decido no indagar más en sus pensamientos para no arruinar su buen ánimo trayendo a colación los problemas de la banda, y también para no arruinar cualquier sorpresa que ella tenga preparada para esta noche.
Hay bastante gente en la zona a la que venimos a comprar, en su mayoría mujeres. No sabía que el primer día del Obon pudiera ser tan concurrido. Viendo las ventanas de los locales de ropa a nuestro alrededor, me doy cuenta de que ya están poniendo en venta atuendos y accesorios para el otoño, pese a que estamos a mitad del verano.
—Mira, ahí tienen un montón de diseños —señala Kumiko hacia un local que se ve especializado en trajes de baño y ropa interior femenina.
Nada más entrar, hay un modelo que me llama la atención, no tanto porque sea lindo, que lo es, sino porque se parece bastante al bikini que Asuka usó el año pasado. Tomándolo en mis manos, lo examino en detalle, viendo que, si bien es el mismo modelo, no es el mismo color. El de Asuka era de un azul bastante oscuro mientras que el que tengo en mis manos es completamente negro.
—¿Usarás ese, Reina? —pregunta mi novia, sonriendo a mi lado.
—¿Es lindo?
—Cualquier cosa que uses será linda.
—Aduladora —bromeo.
—¡Pero es la verdad!
Kumiko hace un puchero y devuelve su mirada hacia los trajes de baño en busca de alguno que le satisfaga. Hago lo mismo, devolviendo el bikini a su sitio. Mi mirada viaja de traje en traje, haciendo una lista mental de cuáles podría llegar a probarme en los vestidores, hasta que un bikini blanco llama de nuevo mi atención, trayéndome recuerdos del año pasado.
—Oh, este es… —murmuro, tomándolo en mis manos.
—¿Te gusta ese estilo, Reina?
—No es eso. Es que este es el que Kaori y Asuka usaron el año pasado. Iban a juego, ¿recuerdas?
—Es verdad —medita Kumiko—. ¿Quieres que vayamos a juego también?
De solo imaginarlo, una sonrisa se dibuja en mi rostro.
—Seguro, eso sería agradable.
Kumiko también sonríe al escuchar mi respuesta, aunque su gesto cambia cuando le entrego el bikini blanco que tenía en mis manos.
—Ah, pero este traje es demasiado para mí.
—¿A qué te refieres?
—¿Que a qué me refiero? —reclama señalando su pecho—. Simplemente no tengo cómo llenarlo.
Kumiko me devuelve el bikini con otro puchero en su rostro. Había olvidado que entre sus inseguridades también está el hecho de no ser voluptuosa. En lo personal, siento que las chicas más planas tienen su encanto. Suspiro mientras pongo el bikini de vuelta en su lugar, evaluando otras opciones. Mi mirada se posa en otro modelo. Es blanco con un estampado de flores amarillas.
—Este parece que te quedaría bien, Kumiko —sugiero, tomando aquel bikini y dándoselo a mi novia.
—Entonces este te quedaría bien a ti, majestad —dice ella, dándome un traje similar al que yo le di, solo que negro con oscuras flores azules. Sonrío mientras verifico que sea de mi talla.
—Bien, vamos a probárnoslos.
Con paso decidido, me dirijo hacia los probadores, ubicados al fondo del local, oyendo los pasos de mi novia tras de mí. Veo complacida que hay dos desocupados, uno al lado del otro. Entro a uno de ellos y cierro la cortina que actúa como separador del resto del establecimiento para evitar miradas indiscretas.
—Te llamaré cuando termine de cambiarme —aseguro a un volumen lo suficientemente alto como para que Kumiko me escuche.
—¡Vale! —exclama mi novia desde el otro probador.
Con cuidado, me despojo de mi falda y mi camisa, dejándolas en el perchero que se halla junto al espejo del probador, para luego ponerme las dos piezas del traje de baño. La parte inferior tiene volantes que emulan una falda, mientras que la superior posee un par de listones que se atan alrededor del cuello. Contemplo con satisfacción mi reflejo en el espejo.
—¿Terminaste, Kumiko? —pregunto.
—¡Aún no, dame un minuto! —exclama mi novia.
Tomo mi teléfono y abro la aplicación de cronómetro para registrar el tiempo. Exactamente un minuto después, salgo del probador e insisto.
—¿Terminaste?
Kumiko asoma su cabeza a través de la cortina del probador en que se encuentra, mirándome de arriba abajo.
—Estás hermosa.
Siento mis mejillas calentarse al escuchar sus palabras. Que te digan lo hermosa que eres se siente diferente cuando sale de la boca de la persona que amas.
—Gracias. ¿Y qué hay de ti? Muéstrame.
—Eh, estoy algo…
—¿Por qué dudas?
Sin dejarla responder, camino hacia su probador y abro la cortina con decisión. Kumiko da unos pasos hacia atrás, lo que me permite apreciarla mejor. Cierro de nuevo la cortina tras de mí sin despegar la mirada de mi novia.
—Uh, ¿majestad?
Ni siquiera su voz nerviosa puede sacarme de mi embelesamiento al admirar su figura. El blanco es un color que le luce bastante, y el modelo del traje de baño resalta bastante su figura.
—Tú también estás hermosa, amada mía.
—¿En serio?
Camino hacia ella y, sujetándola con suavidad por su cintura, la hago girar para que se vea en el espejo. Me deleito acariciando las partes expuestas de la piel de su abdomen mientras la envuelvo en un abrazo.
—Por supuesto que es en serio. —Deposito un suave beso sobre su hombro mientras admiro a través del espejo lo sonrojada que está—. Este traje es el adecuado. Te queda perfecto.
Kumiko se gira de nuevo, tomando mi rostro y poniendo sus labios sobre los míos, moviéndolos con una intensidad inusual de su parte. Correspondo tratando de igualar su intensidad, sintiendo un calor cada vez más pronunciado a nuestro alrededor.
—Creo que… —habla mi novia al separarnos, con la respiración agitada—. Creo que mejor vamos a pagar los trajes.
—Tienes razón.
Respiro profundamente para relajarme y me dirijo al otro probador para volver a ponerme mi ropa.
Tras pagar nuestros trajes, deambulamos un poco por la zona, mirando e incluso comprando alguna que otra baratija que llama nuestra atención, hasta que nuestros estómagos comienzan a exigir ser llenados. Siendo cerca de las dos y media de la tarde, la plazoleta de comidas a la que llegamos está casi vacía. Ambas nos dirigimos a locales diferentes para comprar algo y luego juntarnos de nuevo en una de las tantas mesas desocupadas.
—Me alegra haber comprado un nuevo traje de baño —comenta Kumiko al sentarse frente a mí. Ambas ponemos las bolsas de nuestras compras sobre la mesa.
—A mí también.
Kumiko rompe la envoltura y da un gran mordisco a la crep que pidió, masticando con un notorio placer.
—¿De qué es? —pregunto. Ella gira su crep para que pueda ver su interior. Noto como algo de queso derretido se desliza por su mano.
—Atún y queso. También le echaron lechuga.
—Ya veo. No sé si pueda comer una crep como esa.
Combinar pescado y lácteos no es algo que me parezca apetitoso, pero no digo eso en voz alta para no entrar en discusiones.
—¿Y tú qué pediste, majestad?
—Tiramisú de chocolate y fresa.
—Eso parece muy bueno.
—¿Quieres un poco?
—¡Seguro!
Con una sonrisa, tomo con la cuchara un fragmento algo generoso de mi postre y la extiendo hacia mi novia, quien no duda en devorarlo de un solo bocado.
—¡Está delicioso! —exclama dichosa—. Quisiera comer algo dulce también.
—¿Por qué no compras uno?
—Me aterran las calorías.
—No te preocupes por ello. Quemarás bastantes durante el campamento.
Tras decir eso, llevo un bocado del tiramisú a mi boca. Kumiko bebe algo de agua y toma una actitud pensativa, misma que ha mostrado en más de una ocasión a lo largo del día.
—¿Te preocupa algo, amada mía?
—¿Eh?
—Has actuado algo extraña desde la mañana —comento.
—¿En serio?
—Entiendo que no quieras decirme y no quiero forzarte…
Kumiko niega con energía moviendo la cabeza de un lado al otro mientras levanta sus manos.
—¡No es eso! Hay un par de cosas que me preocupan, pero una de ellas… siento que este no es el lugar para hablarla.
Algo me dice que el intenso beso que nos dimos hace un rato tiene que ver. Kumiko suspira, preparándose para hablar de nuevo.
—¿Podemos vernos también pasado mañana, majestad? Eres buena en matemáticas, así que quiero que me ayudes con un trabajo que me dejaron. No he avanzado nada con él. —Esto último lo dice en un susurro.
—Seguro.
—¿De verdad? —Asiento en respuesta a la pregunta de mi novia, quien muestra una enorme sonrisa—. ¡Genial! Estoy segura de que sacaré una nota alta gracias a ti.
Sonrío al ver su ánimo de vuelta. Al terminar de comer, ambas seguimos deambulando por la zona hasta que comienza a oscurecer.
—Vaya, llegan algo tarde —comenta la señora Oumae cuando Kumiko y yo entramos al apartamento—. Llegué a pensar que se quedarían en el festival.
—Nah —responde mi novia—,solo nos desviamos por la cantidad de gente que se dirigía allá.
—¿Ya comieron algo? Tenemos algo de hiyashi chūka.
—¡Lo comeré, lo comeré!
Kumiko se escucha bastante entusiasmada por comer ese plato, consistente en fideos fríos acompañados de jamón, pollo y algunas verduras. Aprovecho la oportunidad para sacar de mi bolso el paquete que mi madre me encargó entregarles a los padres de Kumiko.
—Estoy muy agradecida por su generosidad al recibirme esta noche —aseguro, tendiendo el paquete hacia la señora Oumae—. Esto es de parte de mi madre.
—Ah, muchas gracias. —Ella sonríe con ternura al recibir el paquete. Creo recordar que es la misma sonrisa que me dio cuando vine por primera vez a esta casa hace casi un año, la vez en que Kumiko se resfrió y la visité—. Los comeremos juntos después. Estoy segura de que a Kentaro le gustarán bastante estas golosinas que trajiste, Reina.
La señora Oumae suelta una risilla mientras señala a su esposo, quien está sentado en el sofá con una lata de cerveza en su mano. Aquel hombre movió su cabeza en señal de saludo hacia mí antes de regresar su atención al televisor. Parece que el carisma de mi novia viene de su madre.
—Papá, mamá, ¿ustedes ya cenaron? —pregunta Kumiko.
—Sí, hace un rato —aclara su madre—. Dejé suficiente para dos personas, así que tomen asiento, por favor.
—Vale.
Kumiko obedece a su madre en el comedor y me indica que me siente frente a ella. La señora Oumae pone sobre la mesa un bowl transparente, dentro del cual puedo ver tiras de pepino, jamón e incluso de omelet junto a los fideos, todo coronado por una pequeña cereza.
—Reimen, ¿eh? Se ve delicioso —comento. Kumiko me mira confundida.
—Es hiyashi chūka, Reina.
—Ambos nombres son igual de válidos para este plato, Kumiko —explico—. Reimen es como se le conoce aquí, en la región de Kansai.
—¿En serio? Es la primera vez que lo escucho. Estoy sorprendida.
—Es increíble que llevemos ocho años viviendo aquí y aún tengamos este tipo de choques culturales —interviene la madre de Kumiko.
La familia Oumae vivió durante un buen tiempo en Shinjuku, Tokio, pero se mudaron a Uji, según Kumiko, por una oportunidad laboral de su padre.
—Bueno, vamos a comer esto rápido —propone Kumiko.
—De acuerdo.
Con solo probar un bocado compruebo que mi vista no me engañaba. El contraste entre el dulce de las verduras y lo salado del jamón hacen una mezcla exquisita de sabores junto a los fideos y el huevo. Esto está tan delicioso que debo controlarme un poco para no parecer que no he comido en años.
—Espero que no haya incluido algo que no te guste, Reina —dice la señora Oumae con un tono algo preocupado—. No te esfuerces en comerlo de ser así.
—Descuide, no soy muy quisquillosa con la comida.
—Gracias al cielo. —La mujer se muestra aliviada tras lo que acabo de decir—. Shuuichi odia los tomates. Siempre que le servía hiyashi chūka, él se forzaba a comerlos, poniendo una cara horrible.
La sola mención de Tsukamoto hace que Kumiko casi se atragante, preocupando a su madre, quien no parece notar que es incómodo mencionar a las parejas anteriores de sus hijos en frente de sus parejas actuales.
La oscuridad de la noche se ve interrumpida por la gran cantidad de explosiones multicolores que inundan el cielo. Dado que el apartamento de la familia Oumae está en un piso alto, la vista desde la habitación de Kumiko es idónea para apreciar un espectáculo pirotécnico como el que apreciamos ahora, sin que los otros edificios de la zona representen un obstáculo. De pie junto a la ventana, tomadas de la mano, mi novia y yo nos deleitamos de ver los fuegos artificiales. Si bien ninguna de las dos quitamos la vista del espectáculo, siento que Kumiko juguetea con mis dedos algo nerviosa.
—¿Todo bien? —pregunto. Oigo que Kumiko da un largo suspiro.
—Tengo miedo de decepcionarte.
—¿Decepcionarme? —Giro para verla. Ella continúa con la mirada fija en el firmamento.
—Cuando te propuse que vinieras a pasar la noche aquí, lo hice con algo de inocencia, pero… —Kumiko se toma algo de tiempo, quizás poniendo en orden sus palabras—. Sé que en algún momento vamos a… intimar, tú sabes, y lo que pasó en el probador hoy indica que ese momento está más cerca de lo que pensé…
—No tienes que forzarte a hacer algo que no quieras, Kumiko —interrumpo. Ella voltea para mirarme a los ojos—. No tengo prisa en dar ese paso contigo, y entenderé si nunca lo quieres dar.
—Sí quiero darlo, majestad, te lo juro. Es solo que… ¿Y si hago algo mal y te lastimo? ¿Y si por eso dejo de gustarte y me dejas?
—Yo debería estar preguntando eso también.
—¿Eh?
—También tengo miedo de lastimarte. Ambas somos igual de inexpertas en ese ámbito, así que comprendo tu inseguridad al respecto. —Con suavidad, acaricio la mejilla de Kumiko, de cuya mirada va desapareciendo poco a poco el nerviosismo que mostraba—. Además, recuerda que no me molesta el dolor, así que ese no será un factor para que dejes de gustarme.
Kumiko ríe y me abraza con fuerza mientras una nueva ronda pirotécnica nos ilumina con diversos colores. Acaricio con delicadeza su espalda y su cabello, gesto que ella imita. Una agradable sensación de calor nos envuelve, la misma que sentí en el probador hace unas horas.
—¿Te gustaría intentarlo, majestad? —pregunta separándose para mirarme a los ojos.
—¿Estás segura?
Kumiko asiente con determinación, teniendo un brillo en sus ojos que no había visto antes.
—No puedo prometer que será la mejor noche de nuestras vidas, pero quiero dar este paso contigo.
Sonrío y tomo posesión de sus labios. Kumiko me empuja en dirección a su cama, cayendo ambas sobre esta, ella encima de mí, sin que nuestros labios se separen. Por respeto a nuestra privacidad no relataré nada más, pero sí diré que, aún con la torpeza propia de nuestra inexperiencia, atesoraré esta noche en mis recuerdos por siempre.
Continuará…
Yamianna: Me alegra que te sigan gustando los capítulos. Aquí seguimos actualizando cada sábado.
Gracias por leer.
