Rapsodia reflexiva

Hay una agradable música de fondo en el apartamento Oumae, a un volumen que permite ser oída sin que signifique una distracción. Sobre la mesa del comedor hay varios libros y cuadernos abiertos, a los que Kumiko dedica una mirada hastiada.

—Realmente odias las matemáticas, ¿eh? —digo tras soltar un suspiro de frustración, no con ella, sino conmigo misma al sentirme incapaz de explicarle de forma correcta.

—Yo diría que ellas me odian a mí y por eso me cuesta entenderlas.

—¿Algo tan abstracto puede tener sentimientos?

Kumiko ríe ante mi pregunta, acto que me saca una sonrisa. El timbre suena, lo que parece extrañar a mi novia. La persona tras la puerta insiste, así que mi novia se levanta a mirar de quién se trata.

—¡¿Hermana?! —exclama instantes de desaparecer por el pasillo que lleva a la puerta principal del apartamento.

A los pocos segundos, una joven mujer aparece en mi campo visual, llevando una pequeña maleta en su mano. En principio me mira algo sorprendida, pero luego sonríe y ondea su mano libre.

—Buenas tardes, señorita Mamiko —saludo poniéndome de pie y haciendo una breve reverencia.

—Vaya, tu novia es bastante educada, Kumiko. —Hay un cierto tono sugestivo en la forma de hablar de la mayor de las Oumae—. Deberías aprender de ella.

—No me molestes —se queja mi novia resoplando, aunque puedo ver una leve sonrisa en su rostro—. No es que no me alegre de verte, pero ¿qué haces aquí?

—Quedé de verme con una amiga y pasar la noche juntas, no en el mismo plan que ustedes cabe aclarar, y aproveché para venir a visitarlos.

Kumiko y yo nos sonrojamos por la connotación en sus palabras, respaldadas por esa sonrisa pícara que nos da. Vaya forma de mostrar su apoyo hacia nuestra relación. Mamiko, con completa naturalidad, va a la cocina, abre la nevera y se sirve un vaso de jugo. Kumiko aclara su garganta.

—¿Cómo te ha ido en la escuela vocacional, hermana?

—Bien, no me quejo. Aunque es raro estar rodeada por bastantes chicas jóvenes.

—Tú también eres joven, señorita Mamiko —intervengo. Ella se encoje de hombros.

—Técnicamente sí, pero ya no estoy en la etapa en la que pueda hacer las mismas cosas que los estudiantes de preparatoria. Aunque es divertido ser la mayor del grupo.

Asiento asimilando sus palabras. Mamiko es cinco años mayor que Kumiko, y es algo inusual ver a alguien en sus tempranos veintes asistiendo a una escuela vocacional, como es su caso. Ella asistió a la universidad siguiendo los deseos de sus padres hasta el año pasado, cuando se cansó de pretender ser una hija modelo y empezar a seguir su sueño de ser esteticista. Esto generó conflictos que derivaron en que ella tuviera que dejar de vivir con el resto de su familia.

Mamiko toma asiento junto a mí en la mesa del comedor, echando un vistazo a los libros y cuadernos que hay sobre esta.

—Así que están en una sesión de estudios y mis padres parece que no están en casa, ¿eh? —Nuevamente una pícara sonrisa se dibuja en el rostro de la mayor de las Oumae—. Eso es bastante sugerente.

Y con eso regresa el tono rojo al rostro de Kumiko y al mío.

—¡Hermana, no digas esas cosas! —reclama mi novia acercándose a la mesa.

—Lo siento —ríe Mamiko—. Están enviando esa aura adolescente.

—¿A qué te refieres con "aura adolescente"?

—¿No crees que es mejor para mí no profundizar en ello? Solo soy una pobre alma inocente y celosa de ustedes dos porque no he tenido ninguna experiencia con el amor.

—¿En serio? —pregunto con asombro.

Mamiko asiente, mas es Kumiko quien habla.

—Mi hermana pasó casi todo su tiempo libre encerrada en su cuarto estudiando cuando estaba en preparatoria. —Mirando a su hermana, añade—. Aunque creí que habrías conocido a alguien en la universidad.

—No voy a negar que hubo un par de chicos que me parecieron atractivos, pero nunca me interesó estar en una relación sentimental. Después de todo, novios, novias, amigos y familia son solo personas, ¿verdad? Aunque claro, hay gente que diría "¡¿cómo puedes soportar estar sola todo el tiempo?!", "me das lástima" o cosas por ese estilo. ¿No creen que eso es demasiado lúgubre? Creo que hay muchas personas que, en vez de dedicar su tiempo a otra persona, prefieren centrarse en hacer cosas que los satisfagan a sí mismos.

—Eso suena a algo que has escuchado de quienes te rodean —concede Kumiko.

—Así es. De vez en cuando me gusta escapar de esas personas y pasar algo de tiempo de calidad con mis amigos. Esa es la razón de que viniera a Uji hoy, y ya que estaba, decidí pasar a visitar a la única persona en el mundo que me reprendió por dejar de hacer algo que me gustaba para satisfacer lo que otros querían que hiciera.

Kumiko sonríe apartando su mirada de la de su hermana. Puedo ver lo feliz que hace a mi novia escuchar esas palabras, sabiendo los tiempos difíciles que ellas dos atravesaron antes de que Mamiko se revelara a la voluntad de sus padres.

—Hermana, ahora que estás haciendo lo que te gusta, ¿eres feliz?

Mamiko toma un largo trago de su jugo. Sus ojos muestran una expresión pensativa.

—No sé si pueda decir si es divertido o no. Hay un montón de cosas difíciles, pero eso no significa que lo odie. Recientemente he aprendido que dificultad e infelicidad no son cosas equivalentes. De la misma forma, también he tenido que aceptar cosas que no son divertidas. —Mamiko muestra una sonrisa mientras su mirada apunta hacia algún lugar en la pared, probablemente visualizando el momento en que sus esfuerzos rindan frutos—. Este es el camino que elegí, por lo que podré hacer lo que quiera más adelante.

—Tu personalidad ha mejorado, hermana —asegura Kumiko con una sonrisa.

—Y mientras tú sigues siendo insolente, Kumiko. —Mamiko da un suave toque en la frente de Kumiko, quien se queja como si la hubieran golpeado con fuerza, para luego dirigirse hacia mí—. Has de estar muy enamorada para soportar la terrible personalidad de mi hermanita.

—Lo estoy, completamente —afirmo con orgullo, aunque sintiendo mis mejillas arder.

—Bueno… —Mamiko observa su reloj mientras habla—, ya que tengo algo de tiempo antes de encontrarme con mis amigos, seré su tutora especial.

—¿Eh? ¿Vas a enseñarnos, hermana?

Mamiko asiente sonriendo.

—Mi universidad y Kitauji no son tan diferentes en sus niveles académicos, ¿sabes? Si todo lo que han estudiado ha sido hasta este punto… —Mamiko señala la página abierta en uno de nuestros libros de texto—, entonces aún puedo enseñarles algo.

Ser testigo y partícipe de este pequeño momento entre las hermanas Oumae me hace feliz. Verlas sonreír mientras conversan, teniendo pequeñas discusiones banales, me hace darme cuenta de lo mucho que ha mejorado su relación en este año, a pesar de la distancia física entre ellas.


Terminada nuestra pequeña pausa por el Obon, es el momento de volver a poner nuestra atención en la banda. La competencia de Kansai se aproxima, así que no podemos descuidarnos y dejar que nuestra meta de ganar el oro en las nacionales se vaya por el caño. Por tal motivo, los integrantes de la banda sinfónica de Kitauji nos dirigimos al lugar donde conviviremos 3 días y dos noches juntos en nuestro campamento de verano. Por la ventana del autobús en que viajamos veo el paisaje cambiar de un ambiente citadino a uno rural, aunque mi atención está puesta en la interpretación que estoy escuchando a través de mis audífonos.

—¿Qué estás escuchando? —pregunta Kumiko a mi lado.

Sin decir ninguna palabra, tomo el audífono izquierdo y se lo doy. Mientras ella se lo acomoda, giro la pantalla de mi teléfono hacia ella, mostrándole a través de la interfaz de la aplicación del reproductor musical que es una grabación de la banda de la Escuela Técnica Myoujou.

—Es su presentación en las nacionales hace tres años —explico—. En esa ocasión tocaron una adaptación de El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla.

Dicha obra es un ballet basado en la novela homónima escrita por Pedro Antonio de Alarcón. Su éxito en el público rompió la hegemonía de la época donde dominaba el ballet ruso.

—Kumiko, ¿te gusta el ballet? —pregunto al notar que mi novia parece disfrutar de lo que está escuchando.

—Un poco. He visto algunos videos, pero nunca he ido a ver uno en vivo. ¿Tú sí, majestad?

—A mi madre le gusta, así que sí. Por cierto, el vestuario y el escenario de esta obra fueron diseñados por Picasso. ¿No es increíble?

—¿Te refieres a ese Picasso?

—Sí. El mismísimo Pablo Picasso.

—Solo puedo imaginar sus pinturas abstractas, como Guernica o La mujer que llora.

Una pequeña risa escapa de mis labios ante las palabras de Kumiko, aunque tiene razón. Es difícil asimilar que un artista pueda hacer más cosas aparte del estilo con el que se le ha asociado, llegando a convertirse en su legado.

—Pienso que debe ser agradable ser un artista así —afirmo—. Cuando esa persona muere, su obra permanece. Me gustaría dejar un legado similar.

—Tienes suerte de que estemos en una época en que se puede grabar audio. Antes de eso, la única forma en que podrías pensar en inmortalizarte era componiendo y dejando tus composiciones por escrito.

—Buen punto, aunque no descarto que parte de mi legado sean composiciones propias y no solo mis interpretaciones de los grandes clásicos.

Kumiko sonríe devolviendo la mirada al frente. Llego a pensar que nuestro viaje continuaría con solo la interpretación de Myoujou de fondo en nuestra pequeña burbuja, pero cierta contrabajista irrumpe desde las sillas de atrás.

—¿Están escuchando música juntas? ¡Qué romántico!

Noto que mi novia se sonroja un poco ante las palabras de Kawashima. Pese a que sus amigas saben la naturaleza de nuestra relación desde hace un tiempo, Kumiko aún no se acostumbra a los ocasionales halagos que Midori hace cada que tiene la oportunidad.

—Sí —admite con una sonrisa—, la versión de Myoujou de El sombrero de los tres picos de hace tres años, para ser precisa.

—¿Esa versión? ¡Fue tan genial! Midori realmente la ama. ¡La música de ballet es muy encantadora!

—¿Ballet? Si no tiene palabras, me aburre —interviene Katou, sentada al lado de Kawashima. Vaya contraste entre este par de amigas.

—¡Y hace tres años el profesor Gen-chan aún era asesor en Myoujou! —recuerda la contrabajista, ignorando a su amiga y relatando una vez más cómo le fue difícil conseguir boletos para los últimos conciertos del profesor Tsukinaga antes de transferirse a Ryuusei.

—Escuché la presentación de Myoujou el año pasado —aseguro—, y eran igual de talentosos y buenos incluso con el cambio de asesor.

—No es de extrañar —concede Kumiko—. Mucha gente talentosa decidió ir a Myoujou esperando tener al profesor Gen-chan como asesor, así que aún estarán ahí ahora.

—Cuando eres una escuela sólida, debes planear tener un sucesor. Eso debe ser difícil —afirma Kawashima.

—Quizás nosotros también deberíamos pensar en ello —reflexiona mi novia—. Después de todo, no sabemos si en algún momento el profesor Taki dejará Kitauji.

La idea de que el profesor Taki deje Kitauji, si bien es factible, se siente remota, en especial sabiendo las motivaciones que, de una u otra forma, lo atan aquí. No solo es el hecho de ser el hijo de uno de los más renombrados directores de bandas y orquestas del país, quien fue asesor de Kitauji en su época dorada, sino también porque darle un oro a nuestra escuela en las nacionales fue una meta que su difunta esposa no logró cumplir. Él, superada la pena por su muerte, decidió hacer aquello realidad. Y, si bien confío en que lo logremos este año, no creo que él quede contento con solo un oro.

—No creo que eso pase en un futuro cercano, así que no es algo que deba preocuparnos —expreso con seguridad—. Es más, presiento que su sucesor podría ser alguno de nosotros.

Siento la mirada de Kumiko sobre mí. Al girar a verla, veo una expresión pensativa en su rostro.

—Uno de nosotros… —susurra.

Por alguna razón, la imagen de una versión mayor de Kumiko parada sobre el podio de dirección dando indicaciones a un grupo de chicos con el uniforme de Kitauji llega a mi mente. Me pregunto si ese será el futuro que le depare a mi novia.

Continuará…


Yami-anna: sí, bastante dulces ellas dos. Me alegra que te guste.

Gracias por leer.